Una entrevista con Norman MacBeth
Darwinismo - Tiempo de funerales
T.: Norman: en su libro titulado Darwin Retried
(Darwin vuelto a juzgar), tenía usted el propósito expreso de exponer que el
darwinismo clásico había realmente muerto, que se había desvanecido. Esto, según
usted escribía, era cosa sabida por parte de muchos biólogos y otros que
trabajaban en el campo de los estudios evolutivos, pero que todavía no habían
informado al público. Me pregunto si estaría usted dispuesto a darnos una
sinopsis o informe forense acerca de la muerte del darwinismo clásico.
N.M.: El meollo de toda la cuestión es la selección natural, y si la
selección natural significa realmente alguna cosa. Si se expresa en forma de la
supervivencia de los más aptos, lo cual es sustancialmente lo mismo, se puede
ver fácilmente que se está discurriendo en círculo. Si se pregunta cuál es el
más apto, la respuesta es siempre aquel que sobrevive. Y si se pregunta cómo se
decide que eran los más aptos, la respuesta es natural y evidente: es porque
sobrevivieron. Así que vamos discurriendo en círculos, y al resultado de este
tipo de razonamiento en círculo lo llamamos una tautología.
La selección natural ya es un concepto más difícil, y se tiene que examinar
un poco más detenidamente antes de ver que nos lleva exactamente a lo mismo. Es
evidente que se precisa de un criterio independiente para la condición de apto,
si queremos tener una teoría seria. No se puede decir simplemente que uno es
apto porque sobrevive, que por el hecho de sobrevivir se es apto. Esto se vio
muy claro en un artículo de un amigo mío llamado Tom Bethell. Tom estudió esta
cuestión —en realidad fue mi libro lo que le llevó a iniciar su estudio— y
acabó escribiendo un artículo para 1977, titulado «Darwin's
Mistake» [El error de Darwin]. Allí observaba que los darwinistas
necesitaban un criterio independiente, o que no iban a ir a ninguna parte. Seis
meses después Stephen Jay Gould, de Harvard, emprendió la tarea de refutar esto
en su columna mensual en la revista Natural History. Creo que este
artículo apareció en octubre de 1977, y en él decía que está perfectamente claro
que si no tenemos un criterio independiente, Bethell está en lo cierto. ¿Y cuál
fue el criterio independiente que nos ofrecía? El de un buen diseño de
ingeniería. No conozco a ningún zoólogo que esté dispuesto a defender que todos
los animales que han sobrevivido tengan un buen diseño de ingeniería, y a la
inversa que entre los que ahora están extinguidos hubiera algún defecto de
diseño. Después de todo, ¿cuál sería el criterio para un buen diseño? Si uno
quisiera arrinconar a Gould acerca de esto, realmente creo que volvería de nuevo
a la supervivencia. sería un buen diseño precisamente porque los animales han
sobrevivido. No hay ningún otro criterio, y la victoria final en esta discusión,
me parece, le corresponde a Bethell. Pero un análisis más profundo y penetrante
del problema lo presentó el Profesor Ronald H. Brady de Ramapo College en la
revista trimestral Systematic Zoology de diciembre de 1979. Tiene un
artículo de alrededor de 21 páginas acerca de la selección natural y de los
criterios para juzgar acerca de ella. Para mí, destruye de una manera total todo
el concepto de selección natural tal como está concebido en la actualidad. Lo
hace de una manera filosófica y científica, ante lo que no ha habido hasta la
fecha, que yo sepa, ninguna contestación seria. Me parece que destruye el
concepto de selección natural, y ésta es desde luego la opinión de muchos en el
Museo Americano de Historia Natural. Toda la base de la Teoría Sintética queda
desmenuzada ahí en este artículo.
T.: ¡Pero no queremos echar el bebé con el agua sucia! Seguimos
teniendo la idea de evolución, que ha hallado una amplia aceptación, a pesar de
que todavía tengamos que encontrar el mecanismo correcto para la misma.
N.M.: Sí, los evolucionistas mismos olvidan continuamente que hay una
diferencia entre evolución y darwinismo, y lo adscriben todo a la selección
natural como si fuera equivalente a cambio. Esto ha llevado a inmensas
dificultades. El mismo Darwin, naturalmente, estaba llevándoles continuamente a
la confusión. En todo el libro El Origen de las Especies se refiere a «mi teoría», y evidentemente se refiere al concepto mismo de
evolución. Bueno, no era su teoría. Su abuelo había intentado explicar la
evolución. Estuvo en el ambiente durante al menos cincuenta años del nacimiento
de Darwin, y esto le fue observado después de la primera edición, y si se siguen
las palabras a través de las seis ediciones, como lo hizo Samuel Butler, se le
encuentra en cada edición tachando «mi». «La
teoría,» dice él, o «nuestra teoría,» o «la moderna teoría». Abandona la palabra «mi», pero evidentemente era muy flojo en cuanto a distinguir
entre evolución y los procesos de la selección natural. En la mente común del
mundo occidental son indistinguibles, darwinismo significa evolución, y
evolución significa darwinismo.
T.: Pero ahora tenemos el neodarwinismo. Usted no dijo demasiado
acerca de ello en su libro. ¿Le gustaría decir algo ahora?
N.M.: Lo desearía, y el momento es especialmente apropiado para
ello.
El sucesor del darwinismo clásico es lo conocido como neodarwinismo, conocido
también como la Teoría Sintética. Se han publicado recientemente varios trabajos
acerca de la Teoría Sintética, y especialmente un largo libro de Ernst Mayr y de
un hombre llamado Provine acerca de su origen e historia. Todos conceden que
desde 1900 hasta 1930 el darwinismo estuvo bajo una especie de neblina, y que
los evolucionistas habían perdido la confianza en sí mismos. Esto, naturalmente,
nunca llegó a oídos del público. En el juicio de Scopes, por ejemplo, todos
parecían pensar que seguía siendo oro de ley, pero en realidad, había dentro de
la fraternidad grandes dudas y malestar. Alrededor de 1930 parecen haber
recibido un renovado impulso y confianza, y pergeñaron algo que se conoció
generalmente como la Teoría Sintética, y ésta ha sido la teoría dominante desde
entonces, durante cincuenta años. Aunque sea sorprendente saberlo, en realidad
la Teoría Sintética nunca ha sido formulada. Se trataba de un vago consenso que
nunca fue formulado en ningún detalle. Significa que pudieron alcanzar un
notable acuerdo, porque nadie sabía de qué trataba; era una vaga suposición de
que la selección natural lo había hecho todo con mucha ayuda de parte de la
deriva genética, de la selección sexual y de otros posibles mecanismos. Siendo
que no la habían formulado de manera detallada, nunca tuvieron que preocuparse
por refutaciones. En realidad, es cosa difícil refutar la Teoría Sintética,
porque nunca nadie la enunció con claridad. No hay por donde asirla; pero en
1980 salió esta historia de Mayr y Provine, y ésta ha precipitado algunas
expresiones de opinión bastante fuertes acerca de la posición de la Teoría
Sintética. Puedo informar que algunos de los estudiosos más sagaces de este tema
están ahora diciendo, incluso en público, que la Teoría Sistemática ha muerto.
Puedo especificar los nombres de Lewontin y Stephen Jay Gould de Harvard, y
Niles Eldredge en el Museo Americano de Historia Natural. Todos ellos han
escrito artículos y declaran con firmeza y claridad que no queda nada de la
Teoría Sintética. No digo que esto haya penetrado toda la profesión. El segundo
y tercer escalón apenas si están conscientes de lo que ha sucedido. Es el
comienzo de lo que parece una casi total desintegración.
T.: Pero por lo general se reconoce que el neodarwinismo, o la
Teoría Sintética, son realmente la yuxtaposición del darwinismo clásico y de la
genética mendeliana. Esto es cierto, ¿no?
N.M.: Es por eso que la llaman la Teoría Sintética. Pero Eldredge es
elocuente acerca de que nunca fue realmente sintetizada. En la fraternidad
comenzaron a comunicarse entre sí, pero nunca desarrollaron una teoría bien
articulada que realmente mostrara lo que y cuánto era selección natural, y
cuánto era cambio cromosómico, y las otras partes y piezas del problema. Las
partes de genética de la teoría ocultan algunas de las peores debilidades. Esto
va a llevarnos al problema de Goldschmidt. ¿No le importa?
T.: No, no. Adelante, por favor. Siga.
N.M. Bien, en mi libro señalé que en 1940 Goldschmidt había propuesto
la idea que ha llegado a ser conocida como la del Monstruo Viable.
Desesperanzado acerca de encontrar ningún mecanismo que funcionara lenta y
constantemente en el sentido darwiniano, declaró que le parecía imposible poder
explicar la evolución sobre la base de pequeños pasos cumulativos. Por ello, se
vio empujado a la idea de que tiene que haberse tratado de algo muy repentino,
grande y repentino, y es por esto que llegó a conocerse como Mutación Sistémica,
una sacudida total. Bueno, se señaló que si se sacudían las cosas de una manera
tan tremenda y de repente aparecía una nueva forma, primero que sería improbable
que sobreviviera, y segundo que sería muy difícil que se reprodujera, porque no
podría encontrar una compañera que fuera igual de monstruosa y novedosa.
T.: ¡Y que fuera atractiva!
N.M.: Sí. Ahora bien, Goldschmidt estaba plenamente consciente de
esto, y sólo sugirió que tenía que ser algo así porque de lo demás no había nada
que funcionase. Fue rechazado de manera total y absoluta. Durante los treinta
siguiente años fue imposible ser Goldschmidtiano. Hubiera sido un suicidio en
esta fraternidad. Pero es cosa extraña: desde que se publicó mi libro hace
exactamente diez años se ha dado un gran avivamiento en el interés en
Goldschmidt. Ha sido rehabilitado en gran manera. Stephen Jay Gould y varios
otros están diciendo ahora que Goldschmidt estaba en la pista acertada. No
produjo nada que se pudiera documentar, pero dicen que sucedió de esta manera en
saltos repentinos y grandes, no en una acumulación de lo que Darwin llamó
cambios imperceptibles.
T.: Y eso entra en un conflicto esencial con el Actualismo de
Lyell, ¿verdad?
N.M.: Sí. El Actualismo está siendo atacado hoy en día.
Pero Goldschmidt no tenía prácticamente ninguna evidencia que ofrecer para
sustentar su sugerencia, y creo que lo reconocía abiertamente. Encontró lo que
pudo como ligeramente favorable, pero reconoció que aquello era, hasta cierto
punto, una fantasía suya. Pero sentía necesario fantasear, porque la Teoría
Sintética no ofrecía nada. El registro fósil no ofrecía nada. Yo tenía una
simpatía personal hacia Goldschmidt.
T.: ¿En qué sentido?
N.M.: Como persona. Hizo una confesión abierta de la terrible ausencia de
cualquier mecanismo realmente sólido tras el darwinismo. Fue lanzado a la
desesperanza. Había estado estudiando las moscas del vinagre durante treinta
años, y tenía la sensación de que no iba a ninguna parte. Fue él quien dijo que
aunque se acumulasen mil mutaciones puntuales en una mosca del vinagre (lo cual
es estadísticamente imposible), seguiría siendo una mosca del vinagre. No
estamos yendo a ninguna parte, dijo. Por ello, el cambio tiene que ser algo más
grande. Bien, esta es una posición totalmente razonable, y es por esto que ahora
puede ser rehabilitado. Estaba totalmente en lo cierto en todo lo que dijo. Se
le echaron encima, lo marginaron de una manera cruel y brutal, por lo que sentí
una gran simpatía personal hacia él, especialmente porque uno de mis amigos
había sido uno de sus estudiantes en Alemania, y sentía una cálida admiración
hacia él. Yo no acepté la idea del Monstruo Viable porque, hasta allí donde
puedo ver, como Goldschmidt pudo ver, como cualquier idiota puede verlo, es
extremadamente difícil documentarla; de hecho es imposible. No es una teoría
científica, es sólo una declaración de que estamos en tal aprieto que tiene que
haber sido algo del orden de un milagro.
T.: ¿No llamó usted a esto en su libro algo semejante a la
hipótesis de la desesperación?
N.M.: He olvidado qué término empleé, pero era algo de este tipo —un
consejo de desesperación, una esperanza sin base alguna.
T.: Pero parece que no hay ningún problema por lo que respecta a lo
que se llama microevolución. Todos parecen estar de acuerdo en que dentro de
ciertas especies, o dentro de la mayoría, si no de todas las especies, hay
variaciones. El gran problema es la macroevolución; esto es, interespeciación, y
es a esto a lo que estaba realmente respondiendo Goldschmidt, ¿verdad?
N.M.: Sí, la microevolución es más bien fácil, porque se puede ver
tanto aconteciendo cuando se tiene una selección artificial de plantas y
animales. ¿Cuántas variedades hay de rosas? ¿Cuántas de maíz? Varios miles, me
parece a mí. Contemplemos la increíble variedad entre los perros: chihuahuas y
San Bernardos, afganos y bulldogs. Nadie creería que todos constituyen una sola
especie si no tuviera información de cómo habían sido seleccionados lentamente y
extraídos fuera del tronco original. Hay una gran flexibilidad en casi todas las
especies, pero no va demasiado lejos. Llega a un punto, y todos los criadores lo
saben, cuando o bien se hacen estériles, o se retrotraen a la forma original. El
mismo Darwin estaba consciente de esto, y también Luther Burbank, el mayor de
todos los criadores. Esto nos deja con una elasticidad en la especie, pero en
absoluto con la suficiente elasticidad para producir una cosa enteramente nueva,
no para transformar una musaraña en una ballena, que es precisamente el tipo de
problema que se tiene con la macroevolución. Ahora bien, ha habido considerables
avances en los últimos diez años también acerca de este tema. Realmente fue
discutido muy poco durante el período en el que la Teoría Sintética lo dominaba
todo. Cerraban los ojos al problema. Pero recientemente ha sido discutido con
cierto detalle. Uno de los personajes más prominentes es un hombre llamado
Stephen Stanley, en la Universidad John Hopkins, que en 1978 o 1979 publicó un
libro sobre macroevolución. Desafortunadamente, ni siquiera él afronta los
verdaderos problemas. Lo que él está realmente argumentado en su libro son las
ventajas del equilibrio puntuado frente al gradualismo filético. El gradualismo
filético es la acumulación de pequeños pasos de la teoría darwinista. En su
pensamiento y en sus ejemplos se ocupa casi totalmente con este problema de
justificar el equilibrio puntuado, no en afrontar los problemas de Goldschmidt
de avances realmente grandes. El libro de Stanley es más bien decepcionante
debido a esto, pero es más entusiasmante recordar una reunión celebrada en
Chicago en octubre de 1980.
T.: ¿Podríamos hacer una pausa aquí, por favor? El equilibrio
puntuado. ¿Puede definirlo o caracterizarlo?
N.M.: La idea del equilibrio puntuado procede de Gould y Eldredge. En
ella ellos reconocen el dominio, en el registro fósil, de lo que ellos llaman
stasis, que nada sucede, y sin embargo aparecen formas nuevas. De modo
que salen con la idea de que detrás de las bambalinas, sin que lo podamos ver,
hay rápidos estallidos de evolución. Luego el resultado de esta evolución,
animal o planta, reaparece en el escenario, y permanece en estado de
stasis para el resto de su existencia, quizá durante cientos de millones
de años. Desafortunadamente, y de manera natural, nadie ve el estallido
evolutivo, y éste no deja ni rastro. Ellos intentan explicar esto como quizá
debido a que ocurrió en una región pequeña y remota, y que la probabilidad de
que los fósiles fueran preservados es mínima. Esto no es demasiado convincente
después de haberlo oído cientos de veces para todas las diferentes creaciones
tanto de animales como de plantas. No puede todo haber sucedido de esta manera,
y vuelve a parecer una mera fantasía. Se le llama el Efecto Sewall Wright, o
deriva genética, o el principio de colonia, o el principio de fundación. He oído
comentarios bastante mordientes de parte de varios, incluido Ernst Mayr, acerca
de que es más bien casi poco ético que los biólogos invoquen la deriva genética
siempre que se encuentran con problemas, y decir que todo lo que tengo que
alegar es el Efecto Sewall Wright de milagros teniendo lugar en pequeñas
poblaciones en lugares remotos donde no dejan ningún tipo de registro. Están en
bancarrota.
T.: Gracias. Volvamos a la «entusiasmante» reunión de
Chicago.
N.M.: Se reunieron alrededor de 150 científicos de varias
especialidades, y pasaron tres o cuatro días con el problema de la
macroevolución y no llegaron a ninguna parte. Estaban todavía discutiendo el
equilibrio puntuado como si fuera algo importante, y creo que realmente lo es;
se trata sólo de una manera diferente de explicar los microcambios. En realidad
tuvieron dificultades para persuadir a algunos de los genetistas de que el
registro fósil mostraba estabilidad, esta terrible carencia de cambio en
absoluto. Parece que los genetistas no habían estado comunicándose con los
paleontólogos ni leyendo sus materiales, y se quedaron sorprendidos,
literalmente sorprendidos, de que los paleontólogos hubieran encontrado esta
estabilidad. Tuvieron que persuadirse por el testimonio de eminentes
paleontólogos de que esto era lo que encontraban en el registro fósil. Los
hombres de la mosca del vinagre se encontraron con un cambio rápido en un
instante de tiempo. Todo el contenido de la conferencia está probablemente
registrado en cinta en algún lugar, pero mucho se dijo fuera en los pasillos y
en los vestíbulos, etc., que no está registrado, y la impresión que recibí de
parte de dos o tres personas que asistieron fue de una bancarrota espectacular.
No tenían ningún tipo de teoría en cuanto a la macroevolución. Sigue estando en
la condición en que estaba en tiempos de Goldschmidt, y esto lo reconocen Gould
y otros. Finalmente han venido a reconocerlo, y no tienen nada que ofrecer,
excepto la tenue esperanza de que en la epigénesis encontrarán algo más tarde o
más temprano.
T.: ¿Sólo una tenue esperanza?
N.M.: Sí. Actualmente, Gould, y varios otros, como el Profesor Lovtrup en
Suecia, están volviéndose hacia esta idea de epigénesis. El salto adelante no
habría tenido lugar entre los especímenes maduros de ninguna especie. Habría
tenido que ser causado por un cambio en la ontogenia, que es el período de
gestación del embrión. Un pequeño cambio en las tempranas etapas del embrión
produciría grandes cambios en el producto final, y creo que varios experimentos
indican que esto puede suceder así. Si pinchas con una aguja un embrión en
varias etapas tempranas, se consigue un producto muy extraño al final. También
es un producto que no vive mucho tiempo y que no encuentra compañeros ni se
reproduce. Hasta cierto punto, también aquí están siguiendo una fantasía,
esperando que encontrarán una evidencia seria en su favor. No seré yo quien diga
que nunca la encontrarán, pero por ahora es sólo una piadosa esperanza de que
algo saldrá de la idea de la epigénesis. Podría hacer aquí una digresión por un
momento para decir unas palabras acerca de un extraño enigma en todo el mundo
biológico, el llamado tipo persistente, o fósiles vivos. Hay una enorme cantidad
de plantas y animales que no han cambiado en absoluto desde que se levantó el
telón. Por ejemplo, hace millones o cientos de millones de años, el cangrejo
herradura, la planta Lycopodium y el pez Latimeria existían en las
formas esenciales que siguen teniendo hoy día. En los primeros tiempos, con lo
que me refiero a fechas como 1960, se enseñaba comunmente que deben haber
encontrado de una u otra forma un medio ambiente estable y que ésta habría sido
la razón de la ausencia de cambio. ¿Por qué razón iba nadie a cambiar teniendo
un medio ambiente estable y cómodo? Al final abandonaron esta idea. Simpson
reconoce que no existe ningún medio ambiente estable. Incluso en el océano, la
temperatura y la salinidad cambian, y las otras plantas y animales cambian, por
lo que puede que haya un cambio lento y más bien pequeño, pero no existe nada
semejante a un medio ambiente estable. Por esto, parecía que la razón para esta
increíble estabilidad tenía que ser que tenían unas estructuras genéticas muy
rígidas, genotipos rígidos. Esta era una sugerencia razonable, pero no había
forma de comprobarlo en aquel momento. Luego, durante la década de los 60, se
descubrió un proceso analítico llamado electroforesis, y por medio de él pueden
evidentemente valorar la flexibilidad, la elasticidad, del genotipo. Así que
alrededor de 1970 Lewontin y Selander y otras dos personas efectuaron un estudio
de Limulus, el nombre científico del cangrejo herradura. Tomaron los
cangrejos actuales, que eran aparentemente idénticos a los del comienzo del
tiempo, y los examinaron mediante electroforesis. Descubrieron que tenían tanta
elasticidad como cualquier otra especie. No había ninguna rigidez en ellos. Muy
buen trabajo de laboratorio, una conclusión muy interesante, pero al final de su
artículo, que apareció en la revista trimestral Evolution, adjuntaron la
idea de que si no era un genotipo rígido lo que estaba causando la estabilidad,
debía ser algo en el medio ambiente. Me parece un rumbo extraño de razonamiento,
cuando se comienza con una convicción de que no existe un medio ambiente
estable. Nunca se piensa en terceras posibilidades. Dos o tres personas pasaron
a trabajar con el Lycopodium, una pequeña planta que produce un polen
sumamente diminuto. Es útil de varias maneras, pero no ha experimentado ningún
cambio desde el comienzo del tiempo, por lo que lo analizaron mediante
electroforesis, y descubrieron otra vez que no era un genotipo rígido. Parecía
tener tanta posibilidad de variación como cualquier otra cosa. Así que no se
trataba de que unos genotipos rígidos fueran la causa de la estabilidad, y por
ello se llegó a la misma conclusión de que tiene que existir algo como un medio
ambiente estable.
En realidad, la idea de un genotipo rígido no es válida en este campo
particular de investigación. No se pueden establecer experimentos ni criterios
para genotipos rígidos, y uno se queda sin explicación alguna acerca de por qué
estas especies han permanecido totalmente sin cambios durante períodos tan
enormes de tiempo. La biología está llena de enigmas y no descubrimos su
solución cuando inventamos nuevas técnicas.
T.: Volvamos a su libro, Norman. Usted no ofreció alternativas al
darwinismo, pero dio algunas sugerencias. La primera tenía que ver con la
biología matemática. Como ejemplo, daba un trabajo muy complicado de biólogos
matemáticos, y decía que mucha gente no podía comprenderlo, ni los legos ni los
biólogos generales. Decía usted que los biólogos debían examinar este aspecto
del trabajo de sus colegas; sugería usted que tenían que nombrar una comisión de
biólogos competentes para examinar si la biología matemática había logrado hacer
nunca algo para impulsar o mejorar nuestro conocimiento de la evolución. ¿Ha
habido algunos resultados como consecuencia de esta sugerencia?
N.M.: Hice esta sugerencia con mucha modestia, pero me he quedado
asombrado ante la favorable acogida que recibió. Muchos biólogos me han dicho
durante los últimos años que están asqueados y cansados de las matemáticas, que
no pueden comprender estas ecuaciones, muchas de las cuales no involucran sólo
álgebra, sino que entran en cálculo y teorías estadísticas muy refinadas. Tiene
su mayor juego en lo que llamamos genética de poblaciones. No se trata de
genética médica, donde se intenta encontrar defectos genéticos en animales,
plantas y seres humanos, y quizá encontrar remedios para los mismos; tampoco es
genética de criador, donde se trata de encontrar razones para los pequeños
cambios en la población causados por varias condiciones —suelen llamarles
parámetros y limitaciones. Los resultados se encuentran publicados en una
revista trimestral llamada Evolution, y en otra llamada Genetics y
en varios otros lugares, donde son realmente formidables y atemorizadores.
Recientemente estuve tratando con un amigo y colaborador mío, llamado Edward
Saiff, acerca del verdadero valor de la genética para el estudio de la
evolución, y estuvimos incluso tratando de encontrar cuál era el libro de texto
que presentase un punto de vista novedoso acerca de esta cuestión. Eddie estaba
trabajando preparando un capítulo sobre genética, lo que le llevó a examinar
este tema con gran cuidado. Me siento muy feliz que en mi libro dejé la genética
a un lado porque al trabajar acerca del Darwinismo clásico no me tuve que
preocupar acerca de ella. Pero ahora, con el borrador de Eddie en mis manos,
comencé a hacer un montón de preguntas, e incluso leí dos o tres textos acerca
de genética de poblaciones. Admito que comencé con un prejuicio en contra, pero
descubrí que muchas otras personas compartían este prejuicio, y no precisamente
por disposición temperamental, sino por dura experiencia. Descubrí, por ejemplo,
que Lewontin, de Harvard, decía en 1974 que la genética de poblaciones no había
contribuido nada absolutamente a la teoría de la evolución. Lo decía en un
grueso libro que escribió en aquel tiempo, y lo repitió varias veces en el
lenguaje más llano posible —¡y en itálicas! Esto me impresionó mucho, y reuní 4
o 5 reseñas del libro de Lewontin por parte de especialistas en esta área, y no
vi ni que ni uno de ellos mencionara este hecho. Él estaba declarando que la
genética de poblaciones no había conseguido nada y parecía como si ellos no
quisieran tratar este tema. Era como si el Colegio de Cardenales hubiera oído al
Papa murmurando que Dios ha muerto, y no quisieran tratar acerca de ello. Luego
conseguí un reciente tratado escrito por un hombre con el curioso nombre de
Roughgarden, y estaba repleto de matemáticas. Tiene unas 600 páginas,
aproximadamente, dedicadas a la genética de poblaciones, pero si se mira
cuidadosamente, él dice que no se ha hecho mucho hasta la fecha. De hecho, no
hemos contribuido nada, y deberíamos revisar todo el enfoque. Luego recibí un
tercer tratado reciente de alguien llamado Spiess, que era el editor de la
revista Evolution, un hombre muy importante. Todos estos son líderes en
el campo de la genética de poblaciones, y decía prácticamente lo mismo, de modo
que me encontré con tres testigos muy fiables pronunciando que las genéticas de
poblaciones y sus matemáticas no producían nada. Cuando descubrí esto, se lo
señalé a Eddie Saiff, que me dijo: «Bueno, nunca le di demasiada
importancia a la genética de poblaciones, pero me siento algo abrumado que todos
digan esto.»
Mencionamos esta cuestión a un hombre en Ramapo College, que enseñaba
genética de poblaciones. Dijo: «No le doy importancia alguna a todo este
campo, y estoy de acuerdo en que no vale nada.» Lo llevé a tres o cuatro
personas en el Museo Americano de Historia Natural. Dijeron: «Vaya; nunca
pensamos nada acerca de esto», y tragaron algo de saliva al oír mencionar
abiertamente que la genética de poblaciones no producía nada, pero dijeron que
en general pensaban que así es, y que de todas maneras nunca les gustó esta
cuestión. Así que me parece que mis intuiciones de 1971 eran correctas, pero por
lo que respecta a que nadie realmente formase una comisión y que se diera un
pronunciamiento oficial de que los matemáticos no hacen nada provechoso para
nosotros, este tipo de cosas no se hacen. Siempre van a tientas de día en día, y
van tanteando el consenso de la comunidad. Creo que el consenso es bastante
fuerte de que las matemáticas no están haciendo lo que se esperaba de ellas,
pero no han llegado al punto de dar un paso al frente y de decirle a los
matemáticos que ya no les gustan. No sienten ningún respeto por ellos. Tan
fuerte ha sido la idea durante tanto tiempo de que si algo no es matemático no
es ciencia, que no se atreven del todo a responderles a estos hombres que han
estado echando por ahí estas ecuaciones con tanta libertad. En este punto me
gustaría añadir que también tomé este artículo a otra profesora en el
departamento de biología en Ramapo College, y le pregunté qué opinión tenía.
Ella me contestó al cabo de varios días, y me dijo: «Estoy totalmente de
acuerdo en que la genética de poblaciones es una cosa totalmente sin valor, pero
usted no puede publicarlo. Si usted y Eddie publican algo así, los creacionistas
lo tomarían y nos lo echarían a la cara, y no podemos aceptar esto.» Así
que aquí tenemos otro ejemplo, un ejemplo vivo, del tema básico de mi libro: que
no están revelando toda la suciedad que tienen debajo de la alfombra cuando se
presentan al público. Hay un sentimiento de que tienen que reservarse lo peor
para que su reputación pública no sufra y para que los creacionistas no consigan
ninguna munición.
«... no están revelando toda la suciedad que
tienen debajo de
la alfombra cuando se presentan al público.»
T.: Este temor de darles municiones a los creacionistas parece muy
real.
N.M.: Bueno, deje que le cuente la peor anécdota de todas. Hace pocos
minutos le he mencionado el artículo de Ron Brady en Systematic Zoology.
En este caso no voy a dar el nombre de la persona ni de la institución, pero era
un colega de la Liga Ivy y persona respetable. Uno de los profesores auxiliares
de biología leyó el artículo de Ron Brady y se lo enseñó a un par de colegas, y
todos estuvieron de acuerdo en que era un material muy interesante. Lo pusieron
en la lista de lectura para los cursos de biología. Entonces tuvieron que
disponer que se hiciera una cantidad de fotocopias para los estudiantes. Uno de
los estudiantes no podía esperar a que se hiciesen las copias, porque tenía
otras cosas que hacer, y tenía que leerlo en el acto. Así que le dijeron que
fuese a la biblioteca, que buscara la revista Sistematic Zoology de
diciembre de 1979, Y que leyera el artículo allí mismo. Volvió al cabo de media
hora y dijo: «Encontré el ejemplar de diciembre, pero el artículo no está
ahí; ha sido cortado con unas tijeras.» Al día siguiente, el profesor
auxiliar de biología entró en la oficina del director del departamento, y sobre
su mesa vio las páginas que habían desaparecido. Salió, fue a buscar a dos de
sus colegas, y entraron juntos para pedir una explicación. El director del
departamento dijo: «Bien, naturalmente que no creo en censuras de ningún
tipo, pero no pude soportar la idea de que mis estudiantes leyeran aquel
artículo.» Fin de la historia.
T.: Son enormes las presiones sobre los que se han entregado
durante años a dar explicaciones en apoyo del darwinismo y del
neodarwinismo.
N.M.: Deje que le diga otra cosa interesante. Hará cosa de unos cuatro
años, un hombre llamado Gene Fairley entró en contacto conmigo y me dijo que
había leído mi libro y que pensaba que había un profundo problema sociológico en
cuanto a por qué la profesión estaba tan convencida de que el darwinismo se
estaba desplomando y que no quería que esto fuera revelado al público, y que él
quería hablar acerca de esto —era un escritor. Así que fui a visitarlo y hablé
con él; era una persona bien seria y posteriormente fue contratado para escribir
un artículo para una revista que estaba a punto de ser lanzada al mercado. Es la
conocida ahora como Omni. Es una revista de popular de ciencia. Gene
Fairley me dijo que Guccione, creo que éste es su nombre, que había estado
publicando algo semejante a Penthouse o Playboy, había llegado a la conclusión
de que la pornografía ya había pasado su época dorada, y que el futuro en
publicaciones estaba en ciencia, por lo que iba a lanzar una revista bien
atractiva sobre ciencia popular, que es la ahora conocida como Omni.
Bien, le contrataron para que escribiera un artículo acerca de
este problema sobre el darwinismo. Vino al Museo, oyó
conferencias, habló con la gente, y llegó a la
conclusión de que todo aquello estaba colapsándose.
Redactó todo esto en un artículo —y creo que le pagaron
muy bien por ello— y lo prepararon todo para su aparición, pero
luego aparentemente comenzaron a sentirse preocupados acerca de esto.
Así que le pagaron para que lo hiciera aún más
extenso y más convincente; luego volvieron a suspender el
proyecto, diciendo que querían alguna verificación
independiente, no necesariamente de biólogos, sino de otros
científicos de reputación. Así que le pidieron que
hiciera algo así. Esto hará ya al menos un par de
años. Gene se puso al teléfono con su magnetófono,
y lo grabó todo. Llamó a Lewontin, y preguntó a
Lewontin si la Teoría Sintética estaba
colapsándose. Lewontin le dijo que sí, que había
serios problemas. Gene le preguntó: «Bueno, yo tengo una
teoría acerca de la razón por la que todo el mundo se
aferra a ella, y es porque en realidad es un mito creacional. Nadie
discute acerca de mitos creacionales, o bien son así o no, y
para nosotros es así, siendo como es el mito creacional del
mundo occidental.» Bien, Lewontin le dijo que ya le iba bien, que
de todas maneras no sabía mucho acerca de mitos. Hizo luego
varias observaciones mordaces acerca de la selección natural,
pero no vamos ahora a entrar en esto. Luego Gene tomó el
teléfono y llamó a Gregory Bateson en California, hijo
del gran William Bateson, ex-marido de Margaret Mead, y un gran
científico por derecho propio. Le preguntó a Bateson, que
aparentemente estaba dispuesto a hablar con un total desconocido,
qué pensaba acerca de la idea de que el darwinismo era
sólo un mito creacional. Bueno, pues Bateson soltó una
risita y dijo: «Sabe usted, precisamente he estado escribiendo un
libro acerca de esto, y creo que la selección natural es
sencillamente un cuento chino, y que cuando se piensa en el
creacionismo, no es una mala idea.» Ésta fue
también una cinta bastante larga, y algo de lo que dijo
apareció después en su libro; lo tengo por alguna parte.
Entonces Gene llamó a un hombre en Chicago, llamado Marshall
Sahlins, un eminente antropólogo (acaba de escribir un libro muy
bien hecho, un libro pequeño, realmente, poniendo al descubierto
algunos de los fallos de la biología social, y del altruismo y
de la teoría del parentesco, con gran discernimiento). Gene le
dijo: «Usted es un antropólogo, y conoce mucho acerca de
los mitos creacionales; ¿qué diría usted acerca
del darwinismo como mito creacional, y no como algo susceptible de
argumentación o derivado de datos?» Sahlins le
respondió: «Bueno, no había pensado acerca de esto
yo mismo, pero no es una mala idea. No creo que sea una insensatez,
pero, de todos modos, ¿qué es lo que le hace tener tanto
interés por esto? La selección natural es un
engañabobos, toda la ciencia tiene muchas falsedades, pero es
como una tarta cubierta: firme por fuera pero sin consistencia por
dentro. El único consuelo es que sabe bien cuando se
come.» Gene grabó todo esto en su cinta, se lo
contó a sus editores, y le dijeron: «Bien, mejor entonces
añadir algo de esto.» Así que puso manos a la obra
y escribió algo más. Creo que llegó a las 11.000
palabras. Era el doble o triple de largo que un artículo normal
de Omni, pero comenzaron a considerar otra fecha de publicación. Gene me
dijo poco después que habían tenido una verdadera crisis en Omni. Se
sentaron, creo que eran cinco o siete personas en la junta editorial, para
decidir si iban a publicar este artículo o no, y la votación fue de cinco en
contra y dos a favor. Pero uno de los dos era el editor en jefe, y después de
haber tenido una discusión y de contar los votos, dijo: «Bien,
caballeros, he oído todo lo que tenían que decir y he de decirles que nuestra
política editorial no está regida en base de votos mayoritarios, y que los
argumentos dados por ustedes me llevan a pensar que sería un artículo que sería
extremadamente interesante publicar. Suscitaría mucha discusión útil, por lo que
pueden figurarse que vamos a publicarlo. Haremos unos pocos cambios aquí y allá.
He oído algunas de sus objeciones, y alteraremos sólo esto. Gene, vete y arregla
esto.» Así que Gene se fue y estaba arreglándolo cuando el editor dimitió
y dejó el lugar, y por lo que puedo saber la intención de publicarlo se fue con
él. No puedo imaginarme cuánto le habrán pagado a Gene, porque pagan bastante
bien y él hizo mucho trabajo, pero le han dado carpetazo al artículo, y allí lo
dejan. Nunca ha aparecido.
T.: El silencio puede ser un oponente extremadamente eficaz, quizá
el más poderoso a la larga. Pero me gustaría pasar ahora a otra sugerencia que
usted hizo en su libro. Usted escribió que las multitudinarias formas que vemos
a nuestro alrededor en la actualidad llevan la impronta de una especiación
considerable, y parece que se está generalmente de acuerdo en que no se puede
sacar nada nuevo de una forma especializada. Alguien ha asemejado todas las
formas concretas a las hojas de un árbol, cuyas ramas y tronco están ausentes.
Alguna ramita está ahí, pero no muchas. Su sugerencia es que el ala del
murciélago y las garras y zarpas de varias otras criaturas eran homologías cuya
forma ancestral bien podría encontrarse en la mano del hombre. Para esto, usted
sugería una investigación con un énfasis en la contemplación más que en la
explicación.
N.M.: La respuesta a mi sugerencia fue la callada por respuesta.
Cuando hablo con los biólogos, les observo estas cosas, y no se muestran
interesados. La situación acerca de las formas especializadas parece estar
reconocida. Los he examinado acerca de esto, y concuerdan en que las formas
están ahora especializadas, y que si están especializadas, o bien se mantienen
como están, o bien se extinguen, o bien se avanza un poco más en la misma
dirección. No se produce nada nuevo. En el libro comencé a hablar de esto
refiriéndome al doctor Broom en Sudáfrica, porque él era el más vigoroso
exponente, pero Julian Huxley le prestó su apoyo, y veo que evidentemente no se
pone en tela de juicio. No se puede poner en tela de juicio, pero nadie saca
ninguna conclusión en base de esto. Es cosa reconocida y olvidada.
T.: De modo que no se le dio a usted ninguna respuesta en absoluto
a su sugerencia. Yo la consideré como de gran importancia, y de la que pensé que
podría resultar mucho. Implícita en ella está el pensamiento de que si el hombre
es la única forma sin especializar, entonces toda evolución futura ha de surgir
a través de él.
N.M.: Bien, una línea de pensamiento en la que se ha detenido Stephen
Jay Gould, y que se remonta mayormente a un holandés llamado Bolk, que observó
que el chimpancé recién nacido se parece a un anciano humano pequeño. Al crecer
se hace menos y menos humano. Desarrolló esta idea (que generalmente se discute
bajo el nombre de fetalización) de que el hombre está estrechamente relacionado
con el chimpancé, pero que ha prolongado enormemente la etapa fetal del
chimpancé; de hecho, permanece toda su vida en la etapa fetal del chimpancé,
sólo aumentando algo de tamaño, pero no desarrollando la gran mandíbula y otros
rasgos no humanos a los que desciende el chimpancé. Nadie nunca se detiene a
pensar en que el chimpancé sea un hombre degenerado. Yo supondría que, si uno
está dándole vueltas a estas cosas en su mente, y realmente intentándolo pensar
sin ningún tipo de ideas preconcebidas, podría decir: «Bien, el arquetipo
(una palabra peligrosa, naturalmente) de todos estos animales, y especialmente
del chimpancé, parece ser el hombre.» Pero ésta es una idea tan horrible
para toda la profesión, que nunca la discuten. El hombre es siempre considerado
como el último producto de todo, la culminación de toda evolución. Sin embargo,
y al mismo tiempo, están conscientes de que el hombre parece tener varios
aspectos ancestrales. No está especializado, es primitivo en muchas formas. En
mi libro cito a Robert Ardrey a este respecto. Robert Ardrey era principalmente
un dramaturgo, no un biólogo, pero estudió biología muy a fondo, y era mucho más
fluido en sus exposiciones que la mayoría de los biólogos, por lo que le cito
simplemente porque presenta las cosas tan bien. Él presenta la idea de que el
hombre es primitivo, a juzgar por todos los estándares modernos, pero incluso
Ardrey no llega tan lejos como para decir que los otros animales pudieran haber
surgido del hombre. Los fósiles humanos surgen tan posteriormente que esta
posibilidad parece naturalmente excluida. Aquí nos encontramos con un laberinto
de contradicciones. La forma original como bauplan, como plan de
construcción, parece ser la estructura humana, pero aparece en los fósiles como
lo último. ¿Cómo podemos integrar todas estas cosas?
Aquí podría observar que Popper [Sir Karl Popper,
un eminente especialista en teoría científica] afirma que el darwinismo era
realmente un programa de investigación de carácter metafísico, y el
resentimiento de la profesión en contra de esto es
terrible.
T.: ¿En el principio estaba el fin?
N.M.: Bueno, uno se vuelve metafísico muy pronto al tratar de este
problema, y en la profesión no quieren volverse metafísicos. Aquí podría
observar que Popper [Sir Karl Popper, un eminente especialista en teoría
científica] afirma que el darwinismo era realmente un programa de investigación
de carácter metafísico, y el resentimiento de la profesión en contra de esto es
terrible.
T.: Me parece que hay una gran lucha entablada. No sé si usted
quería ir a fondo de esta cuestión, pero la lucha entablada es acerca de una
idea del hombre que va a determinar nuestras relaciones, de nuestro conocimiento
acerca de nosotros mismos, y de nuestro desarrollo en el futuro. Por una parte
tenemos esta imagen del hombre evolucionando tal como lo contemplamos en la
teoría evolucionista general, donde el agente del cambio es realmente el azar,
lo que nos deja con un sentimiento de libertad. Una libertad más bien carente de
significado, pero sin embargo una sensación de libertad, de liberación. Por otra
parte, si abandonamos el azar por un creador, tenemos una especie de
determinismo divino al que amoldarnos.
N.M.: Así es, y un creador es extremadamente indeseado.
Ahora bien, en relación a esto, permita que me refiera de nuevo a Robert Ardrey,
que no tenía dudas de ningún tipo acerca de lo correcto del enfoque darwiniano;
pero al final de su primer libro (creo que era African Genesis [Génesis
africano]) tiene un elocuente pasaje acerca del hombre en la silenciosa
trastienda, el guardador de los tipos vivientes, a quien describe de manera
hermosa. Pero Ardrey estaba describiendo un creador, y... Darwin admitió
francamente que su objetivo era proponer una teoría que explicase cómo llegamos
aquí sin recurrir a ninguna clase de creador ni de intervención divina... y a
Robert Ardrey nunca se le ocurrió al escribir este excelente pasaje1 que estaba minando todo el fundamento del darwinismo. He visto
este pasaje citado en muchos lugares. La gente lo admira como una intuición,
pero no se dan cuenta que está excluido ya desde el principio si uno va a ser
darwinista o materialista.
T.: Su libro fue impreso en dos ocasiones, en 1971 y en 1978. Desde
entonces, ¿ha ido desarrollándose usted más allá del libro en algunas formas
específicas, o ha encontrado una relación diferente con respecto al
mismo?
N.M.: Me he desarrollado un poco y en varias direcciones. Se tiene que
recordar que comencé a partir de un cero absoluto en 1960 o 1961. Nunca estudié
siquiera un curso de biología de Instituto o de Universidad, ni había hablado
con ningún biólogo, con una o dos pequeñas excepciones. Cuando escribí el libro
sentía grandes reservas acerca de mi propia postura; al no haber hablado con
profesionales, ni estaba seguro de que tenía una buena comprensión de la
situación, y por ello estaba inseguro en cuestiones como aquella sugerencia
acerca del tratamiento matemático. No tenía la certidumbre de que estaba en la
pista correcta. Después que salió el libro conseguí conocer alguna gente en el
Museo Americano de Historia Natural y me permitieron asistir a las reuniones del
Grupo de Sistemática en el mismo. En estas reuniones (que generalmente tienen
lugar el primer jueves de cada mes) se reúnen cuarenta o cincuenta
profesionales, y uno de ellos da una conferencia acerca de lo que ha estado
haciendo últimamente o de algún problema que les ocupa, y todos hablan con mucha
libertad. Se desmelenan. Vi cómo funcionaban sus mentes porque estaban hablando
de manera abierta y franca, y me sentí sumamente aliviado cuando vi que decían
las cosas que yo esperaba. Mis intuiciones acerca de la situación resultó ser
correcta. Tenía la correcta comprensión de las cosas. Por ello, desde aquel
entonces me he sentido más seguro. También he llenado mi catálogo de fichas
leyendo extensamente. Si ahora tuviera que documentar mi libro de manera más
plena, tendría un montón de buenos materiales. En este tiempo han aparecido unas
cuantas ideas nuevas que han penetrado en mi mente, y puedo ver posibilidades
para una futura investigación en base de ellas, pero con la meta limitada que
tenía a la vista en aquella época no creo que tendría nada que añadir al libro.
Sin embargo, en cuanto a otras actividades tendría que decir que ahora he
publicado dos reseñas en Systematic Zoology, y pienso que unos tres
artículos más breves, uno de ellos una carta al director que fue publicada
alrededor de 1975. Era de alrededor de cuatro páginas de extensión, y señalaba
que nadie estaba diciendo nada con sentido con respecto a la macro-evolución.
Observé esto de manera extensa y destaqué el hecho de que se trataba del
principal problema, de lo más grande que afrontaba toda la fraternidad
biológica. El editor la publicó exactamente tal como la envié, y los dos
esperamos que todo un avispero se lanzara sobre nosotros y le reprendiera a él y
me pusiera a mí en mi sitio, pero nada sucedió. No recibió ni una sola carta
diciéndole que había cometido un sacrilegio, por lo que seis meses después
publicó la única carta que tuvo, del profesor Soren Lovtrup en Suecia. Lovtrup
decía que había leído mi libro, y que después de discutirlo un tiempo con otros
tuvo que llegar a la conclusión de que el señor Macbeth comprendía el tema de la
evolución mucho mejor que la mayoría de los miembros de la fraternidad
biológica. Esto era algo terrible para ser publicado en Systematic
Zoology, pero el editor lo publicó, y de nuevo no hubo comentarios de parte
de nadie. Desde aquel entonces el editor de reseñas de libros me ha enviado dos
libros a reseñar. Uno se titulaba Ever Since Darwin [Desde los tiempos de
Darwin], de Stephen Jay Gould. Era una colección de sus ensayos en Natural
History. Tuvo una columna durante varios años, y coleccionó sus escritos en
este libro. El editor de la Reseña de Libros dijo que Gould escribió estos
libros para el público general en la revista Natural History, que es para
los legos. Tiene una circulación de alrededor de 300.000 ejemplares. Por ello,
dijo que le parecía cosa justa que un lego lo reseñara, y sucedió que tenía a un
lego disponible en mí. Yo me mostré sumamente crítico acerca de Stephen Jay
Gould, porque mostraba su inconsistencia en varios puntos, y hacía varias
observaciones tontas, como llamar a Darwin una de las personas más brillantes de
la historia, cosa que habría sorprendido enormemente a la familia y a los amigos
de Darwin. No era lo que llamaríamos brillante —más bien lento y sólido que
brillante. Sin embargo, el editor publicó esta reseña tal como se la envié, y a
menudo me he preguntado cómo se sentiría Gould, un profesor de Harvard de
geología, biología y paleontología, al verse reseñado en aquella revista
científica trimestral por un lego. Dudo que le gustase.
T.: ¿Respondió a la reseña?
N.M.: No.
T.: Parece que su trabajo suscita muchos silencios.
N.M.: Sí, pero estas cosas, por inconsecuentes que parezcan, resultan
en unas ciertas corrientes soterradas, y surgen de nuevo más tarde, o se
descubre que han sido observadas. Me dejaron un día dar una conferencia ante el
Grupo de Sistemática del Museo Americano de Historia Natural.
T.: ¿Podría
explicar algo más en detalle qué es esto del «Grupo
de Sistemática»? ¿Podría decirnos qué
es lo que significa?
N.M.: La Sistemática, en el mundo de la biología, significa el trabajo
llamado taxonomía, que a su vez significa realmente clasificación, la tarea más
bien aburrida en ocasiones de clasificar las cosas en variedades, subespecies,
especies, géneros, familias, órdenes, etc. Es considerada como una tarea tediosa
y aburrida por muchísimos en este campo, pero es sumamente necesaria, y en el
Museo tienen mucha gente que trabaja en ello a diario —es la manera en que se
ganan la vida. Son especialistas en diferentes campos, y tienen que clasificar
de continuo para encuadrar todo el nuevo material y para mantener actualizadas
las antiguas clasificaciones, al día. Realmente llegan a entusiasmarse acerca de
esta cuestión. Al foráneo le puede parecer aburrido pero para ellos es
entusiasmante, y fue cosa muy insólita que me permitieran hablarles, porque no
soy un sistemático, no soy un taxonomista. Mi tema fue cómo manejaban las
evidencias en el mundo de la biología. Les indiqué varias situaciones en las que
parecían estar pecando contra todas las normas de la lógica y del sentido común.
También les observé que una cosa que me había disgustado desde el principio era
el fenómeno llamado deriva genética o Efecto de Sewall Wright. Al no poder ver
nada en el registro fósil, habían suscitado la idea de que los cambios deben
tener lugar en una pequeña área de los montes donde se aislaba una pequeña
población. Esta población, que sería de unos 200 individuos, sería afectada por
la mutación, y en lugar de verse enmascarada en el seno de una gran población,
en la pequeña se esparció por todos los 200 y luego volvió a sufrir otra, y
otra, hasta que tras cincuenta millones de años salió de los montes como una
especie distinta. Esto es lo que se invoca para explicar muchísimas situaciones.
Si no se puede encontrar ninguna otra manera de que aparezcan unas nuevas
especies, se dice que tiene que haber sido por deriva genética, y esto lo
observé a la multitud reunida en el Museo (teníamos unas cincuenta personas
reunidas allí aquella noche), añadiendo que había sido condenado por autoridades
líderes, y les di pasajes de Simpson, Mayr y Dobzhansky, nombres importantes en
los últimos años —aunque en aquel entonces hacía poco de la muerte de
Dobzhansky. Me sentí muy sorprendido de que la mayor parte del contraataque que
recibí de la audiencia fue por citar estos nombres. Dos o tres en la audiencia
me dijeron que Mayr, Simpson y Dobzhansky habían sido buena gente en su tiempo,
pero que esto no significaba nada. No había autoridades en este campo, nadie
hablaba en nombre de la profesión, de manera que lo que decían no importaba para
nada. Les contesté que si ellos no hablaban en nombre de la profesión, no podía
saber quién lo hacía. Bueno, pues me contestaron que nadie habla en nombre de la
profesión, a lo que de nuevo contesté diciendo que si nadie hablaba en nombre de
la profesión, que estaban en una posición maravillosa, porque nadie podía tratar
con ellos. No había opinión, no había un consenso recibido, de manera que nadie
podría criticarlos en absoluto, y estaban en una magnífica posición. Bueno, me
dijeron, así están las cosas; la única manera de saber lo que está sucediendo es
leer toda la literatura y adquirir un criterio acerca del estado de la
situación, pero nadie cuenta más que cualquier otro. Al llegar a este punto se
levantó el Presidente y dijo con tono enérgico que aquello no se le podía hacer
al orador. Ya sabéis, dijo, que todos nosotros hemos estado postrados delante de
Simpson, Mayr y Dobzhansky durante los últimos veinte años, y ahora no podemos
decir que no signifiquen nada para nosotros. Fue una tarde muy animada. Y
confirmó el argumento de mi libro de que entre ellos mismos muchos de ellos son
abiertos y francos y reconocen las deficiencias de su posición teórica, pero que
esto no lo dicen al público.
Ahora bien, recientemente hemos visto una larga serie de TV llamada
Cosmos, producida por Carl Sagan, y en su segundo episodio cubría el tema
de la evolución de una manera realmente repugnante. Sostenía una varita en la
mano y movía la varita de manera que los dibujos hechos en una pizarra de
siluetas de dinosaurios, simios y hombres cambiaban, y el dinosaurio se
transformaba en simio, y el simio en hombre, y esto era todo. No había
dificultades de ningún tipo en la macroevolución. Muchos de la fraternidad en el
Museo y en el Ramapo College sintieron repugnancia acerca de esto —pero no
estaban dispuestos a hacer nada para alertar al público. Les sugerí a unos dos
hombres del Museo que firmaran un manifiesto informando al público, quizá por
medio del New York Times, que deploraban este método de presentar el
evolucionismo, y que Sagan no hablaba en nombre de la profesión, y que ni tan
siquiera se acercaba a la opinión de los profesionales. Contestaron que estaban
totalmente de acuerdo conmigo, pero que no iban a firmar ningún manifiesto,
porque recientemente había habido un terrible escándalo acerca de ataques
públicos contra Edward O. Wilson de Harvard, por su sociobiología. Lewontin y
Gould y varios otros le atacaron públicamente sobre bases políticas diciendo que
sus doctrinas acerca del altruismo y de la biología social en general son de una
tendencia fascista, a lo cual él pudo contestar que estos hombres eran
reconocidos marxistas. Esto fue una cosa bastante miserable, y llegó a un punto
en que Wilson estaba asistiendo a una reunión de la Asociación Americana para el
Avance de la Ciencia o de la Asociación de Biología, y estaba dando una
conferencia cuando algunos provocadores pasaron adelante, tomaron una jarra de
agua de la mesa del orador y se la echaron sobre la cabeza, porque estaba
inclinándose hacia el fascismo al decir que había límites genéticos a la
conducta. Había uno o dos profesores en la audiencia que dijeron que se lo
merecía. Bueno, a mis amigos en el Museo no les gustaba la idea de comenzar nada
de este tipo otra vez, por lo que no pude conseguir que criticaran a Sagan, y,
bueno, de todos modos la mayoría de ellos no son escritores populares. Escriben
cosas sumamente técnicas para sus colegas.
Ahora bien, recientemente hemos visto una larga
serie de TV llamada Cosmos, producida por Carl Sagan, y en su segundo episodio
cubría el tema de la evolución de una manera realmente repugnante.
Stephen Jay Gould, que en privado conoce muchísimo acerca de las debilidades
del darwinismo, sigue asegurando al público en Natural History que todo
está bien, que no hay dificultad en absoluto acerca de que Darwin sea el más
grande hombre de la historia. Ésta era la cuestión que trato en mi libro
Darwin Retried [Darwin vuelto a juzgar], que entre ellos mismos
los científicos admiten grandes debilidades, pero no las admiten ante el público
... y esto es lo que pasa en el Museo. No lo están escondiendo de manera activa,
no están realmente conscientes de lo fuerte que es la creencia pública, la
creencia implícita, en el darwinismo. En la revista Systematic Zoology
apareció una reseña de mi libro. Fue la única revista que le prestó ninguna
atención. Un joven doctor en el Museo (está ahora en la Universidad de Kansas)
llamado Ed Wiley reseñó mi libro, y dijo que al principio se había sentido algo
escéptico acerca de mi convicción de que todos creían tan implícitamente en el
darwinismo, pero que siguió mi sugerencia de hablar acerca del tema en fiestas
sociales, cuando la conversación decaía. Salía con la pregunta: «¿Qué
piensa usted del darwinismo? ¿Ve usted alguna debilidad en eso?» Y todos
en la mesa (se trataba de no profesionales) le decía: No, claro, ninguna
dificultad, esto es el evangelio, oro de ley, y aparentemente se quedó
sorprendido ante esto, porque no se había dado cuenta de que el gran público no
tenía ningún tipo de dudas. Algunos científicos se sienten algo culpables a
veces por permitir que haya tanto engaño en la mente del público, pero no son
escritores ni conferenciantes acerca de este tipo de cosas, y sencillamente
dejan que las cosas sigan su curso.
T.: ¿Qué es lo que realmente aparenta ser prometedor?
N.M.: Me gustaría mencionar el pequeño grupo, mayormente centrado en
el Museo, que se llaman cladistas (clade, creo, es la palabra griega que
significa rama o ramita.) Aquí no tiene ningún sentido particular. Los cladistas
están muy interesados en la clasificación, y normalmente, para la mente popular,
una clasificación significa disponer especies relacionadas, ordenándolas por
familias, siguiendo su ascendencia, y erigiendo un árbol genealógico, una
genealogía. Aquella persona colosal de los tiempos darwinianos, Ernst Hæckel en
Alemania, fabricó árboles genealógicos que se remontaban a la ameba. Puso estos
árboles en una página, toda una serie de etapas mediante las que la ameba llegó
a ser un hombre. Los cladistas están en el polo opuesto. Toman unas pocas
especies que parecen emparentadas (deberíamos más bien decir similares que
emparentadas), e intentan determinar dónde un rasgo determinado debería ser algo
más antiguo en uno que en otro. Si se disponen todas estas formas similares
emparentadas, se puede, ejercitando un poco la mente, suponer que un cierto
carácter apareció en el Grupo A después de haberse separado ya del Grupo B,
etc.
T.: ¿Está usted refiriéndose a la forma o a la función?
N.M.: Puede ser conductista, pero es mayormente morfológico. en qué
punto, por ejemplo, cambiaron los caballos de tres dedos a uno solo, este tipo
de cosas. Se disponen los grupos emparentados y se ve que algunos lo tienen y
otros no. Entonces si se hace un diagrama, parece un poco como un árbol
ramificado, pero muy corto.
T.: ¿Un arbusto?
N.M.: No, no es ni siquiera un arbusto, es más pequeño, sólo un árbol
mal definido, más o menos, unas pocas ramas aquí y allá acabando con unos pocos
extremos. Lo difícil en cuanto a comprender la postura de los cladistas es que
es tan asombrosamente modesta. No hacen ninguna declaración acerca de la
ascendencia, no hacen ninguna declaración acerca de árboles genealógicos; sólo
se trata de que un carácter aparece un poco antes en un grupo que en otro. Esto
ha llevado a un hombre, llamado David Hull, profesor de filosofía en la
Universidad de Wisconsin, pero especialista en teoría científica, a hacer un
comentario muy inteligente y divertido. Dice que realmente, cuando uno se mete
en este campo, hay tres clases de personas. Hay los cladistas, los dibujantes de
árboles genealógicos, y los que componen escenarios evolutivos. Un cladista sólo
muestra que un rasgo aparece algo antes que otro. Los que se dedican a los
árboles genealógicos inventan aquellas series acerca de los caballos desde el
Eohippus hasta el moderno Equus. Su operación es de mayor alcance
que la de los cladistas, pero todavía no es absolutamente universal como la de
Hæckel. La gente de los escenarios evolutivos son los que emprenden la tarea de
contarnos cómo los dinosaurios cambiaron a mamíferos, y cómo los peces salieron
del océano y se transformaron en anfibios, y de ahí a reptiles y mamíferos. Un
líder entre ellos es Carl Sagan, que es capaz de explicar todo lo que uno
quiera. Hull observa que con el cladista se consigue muy poca información, pero
muy fiable. De los dedicados a los árboles genealógicos se consigue mucha más
información, pero es mucho menos fiable. Con el escenario evolucionista se
recibe una enorme cantidad de información, pero su fiabilidad desciende hasta
casi cero. Los cladistas son los escépticos acerca del darwinismo. Simplemente,
no creen que haya evidencia que demuestre que un animal se transformó a otro por
microcambios, y afirman vigorosamente que cualquiera que diga que esto tuvo
lugar está simplemente soñando o dándolo por supuesto en su evidencia. Esto es
muy irritante para los que han estado proponiendo la Teoría Sintética. Mayr y
Gould piensan que esto está minando toda su posición, y así es. Se trata de una
sencilla declaración de que no tienen ninguna sólida básica científica para sus
conclusiones de tan grande alcance. Ron Brady está planeando una conferencia en
el Museo, donde los cladistas esperan que podrán mantenerse a la par frente a
los neodarwinistas tradicionales y demostrar la fiabilidad de su método, y que
la Teoría Sintética va mucho más allá de la evidencia, que los buenos
científicos no deberían ir más allá de la evidencia, y que por tanto deberían
ser cladistas. Esto está causando mucha agitación en el seno de la
fraternidad.
Quizá debería mencionar también a una extraña figura llamada
León Croizat. Hay varias personas en el Museo que piensan que Leon Croizat es un
contribuyente muy importante al tema de la biogeografía, que es un campo muy
interesante de estudio, y que lleva a muchas líneas de pensamiento acerca de la
evolución. Croizat vive en Venezuela. Ahora tiene alrededor de 85 años. Pasó
varios años en los Estados Unidos, pero nunca llegó a ninguna posición académica
destacada. Aunque ha escrito muchas cosas, nunca entró en las mejores revistas,
y nunca fue citado con respeto por los principales científicos anglosajones.
Digo anglosajones porque él dice anglosajones, y piensa que todos ellos le
consideran un dago2
porque es italiano, en parte español y en parte francés,
que no vale para nada, aparte del hecho de que no les gustan los
conceptos de la biogeografía. Esto ha envenenado su mente de
manera que sus libros están llenos de insultos, de
recriminaciones personales. Esto hace que sean más bien de
lectura difícil, pero cuando uno los lee y absorbe sus ideas (y
de nuevo, es difícil captar sus ideas, porque hay tanto en ellas
que es increiblemente sencillo), descubre que tiene cosas valiosas que
decir. El meollo de la cuestión, me parece a mí, es que
si se estudia la distribución de diferentes géneros de
plantas y animales (y hay mapas de la mayoría de ellos
recopilados por los diligentes trabajos de cientos de
científicos), se encuentra después de cierto tiempo que
hay ciertas pautas, o pistas, como él las llama. Se descubre,
por ejemplo, que un árbol como el eucalipto aparece en
Australia, o en Asia Central, o quizá en América del Sur,
y esto es considerado como una distribución extraordinaria. Pero
si se examinan cientos de estos mapas, se encuentra que quizá
media docena de ellos tienen la misma distribución, y esto le
lleva a uno a pensar mucho en la razón, y la razón del
por qué, tradicionalmente, ha sido resuelta por Darwin y Philip
J. Darlington y otros por lo que respecta a cómo los animales o
plantas llegaron desde un punto de origen a sus localidades
posteriores. Croizat se ríe de esto. Sus opiniones les llevaron
a construir istmos y a embarcar animales en balsas por el
océano. Por ejemplo, Darlington, explicando cómo es que
el puerco espín aparece en Asia Central y en América del
Norte, sugiere que un puerco espín debió ir en una balsa
o sobre un tronco a través del Océano Atlántico,
se supone que con una hembra a su lado. Esto se convierte en arbitrario
y ridículo, por lo que Crozier se cansó de esto; le
ponía enfermo. Su postura es que hasta allí donde se
pueda ver, todos los tipos eran originalmente universales,
cosmopolitas, en lugar de originados en un lugar determinado. Piensa
que estaban en todas partes al principio, pero que debido a varios
problemas se extinguieron, y que algunos de ellos se extinguieron con
pautas similares. También vicarizaron, por lo que quiero decir
que se dividieron en nuevas especies y ocuparon nuevos hábitats.
En el Museo se ha dado una buena respuesta con respecto al trabajo de
Croizat, y se está haciendo un valiente esfuerzo por
rehabilitarlo. Hace dos años hubo en el Museo una conferencia
sobre biogeografía, donde se presentaron sus ideas, y fueron
tratadas con enorme respeto. Todo esto ha sido recogido en un reciente
libro de Rosen y Nelson, que muestra la influencia de Croizat, y
cómo ha llevado a mucha gente a abandonar el enfoque más
bien infantil del centro y de la diseminación. Sus defensores se
encontraron con una fuerte resistencia, y los debo encomiar porque
fueron muy diligentes, poniendo todo de su parte para romper esta
resistencia. Nadie ha empleado realmente la palabra «dago»,
excepto el mismo Croizat, pero es evidente que había prejuicios
contra él por no ser un buen universitario de Harvard o de
Oxford. Él se había educado en otros países y
escribía y hablaba con acento; pero otros hubo que se dieron
cuenta de que tenía algo que decir. Y han llenado sus
últimos años con gozo, porque al final ha sido reconocido.
T.: Esto es interesante, sumamente interesante. En Los Angeles
conozco a alguien que dice que cada vez que se encuentra con una teoría, lo que
ella hace es volverla totalmente del revés para asegurarse de que lo que está
ahí no es resultado de una fijación, de una manera rutinaria de ver las cosas.
Lo que usted está diciendo es que Croizat ha vuelto las cosas del revés y ello
de manera dramática. En lugar de comenzar desde un punto, en realidad ha
comenzado desde un todo, y estamos hablando acerca de la atrición de las
especies en lugar de del desarrollo de una especie. Cuando me referí hace poco
acerca de este punto particular de cambio dramático, usted comenzó a mencionar a
los cladistas, que estaban haciendo contribuciones muy pequeñas, y que de ellas
podría resultar algo. Me estoy preguntando si una idea como esta que usted ha
pasado a mencionar es, por contraste, algo importante, un gran salto. Tengo el
presentimiento de que el estudio de la evolución necesita algo tan grande como
el giro de una visión geocéntrica a una visión heliocéntrica del mundo. Éste fue
un giro esencial de la conciencia.
N.M.: Sí, lo fue. Y deje que añada en referencia a su pensamiento
anterior que Colin Patterson, en el Museo Británico [de Historia Natural] estuvo
tratando de pensar como un creacionista durante alrededor de un año. Trató de
liberarse de su darwinismo y pensar como un creacionista; creo que aquí tenemos
un ejemplo de alguien tratando de volver las cosas del revés, o de ver cómo se
ven desde el otro lado. Una cosa muy buena que hacer. Todos deberíamos tratar de
hacerlo de vez en cuando.
Colin Patterson, en el Museo Británico [de
Historia Natural] estuvo tratando de pensar como un creacionista durante
alrededor de un año. Trató de liberarse de su darwinismo y pensar como un
creacionista; creo que aquí tenemos un ejemplo de alguien tratando de volver las
cosas del revés, o de ver cómo se ven desde el otro lado. Una cosa muy buena que
hacer. Todos deberíamos tratar de hacerlo de vez en
cuando.
Deberíamos
observar que ha habido una revolución acerca de la
cuestión de la deriva continental. La deriva continental fue
propuesta por Alfred Wegener alrededor de 1920. Se rieron de él,
y no fue hasta que se comenzó a trabajar en un mecanismo
mediante el que pudiera tener lugar (se conoce como la tectónica
de placas) en los cuarenta y en los cincuenta que nadie comenzó
a tomarse en serio la Deriva Continental. Pero en la actualidad la
Deriva Continental es cosa aceptada, y todo el mundo habla de los
días de Pangea, cuando había un inmenso continente, y de
cómo se dividió en Gondwanalandia y en Laurasia. Esto ha
llevado a muchos a reexaminar todas las ideas biogeográficas que
tenían, y probablemente ha resuelto una multitud de viejos
problemas, y se le ha dado buena acogida por esta razón, pero
sospecho yo que con el paso del tiempo presentará un nuevo
conjunto de problemas, y que no será la solución final a
todos los problemas. Creo también que ha de venir un
período de desesperanza acerca del evolucionismo. La
evolución lo impregna todo ahora, el darwinismo lo impregna
todo. Ha de haber un período de diez, quince, veinte, incluso
más años de desesperanza antes que las nuevas ideas sean
bien acogidas. También tendrá que haber unos cuantos
funerales. La vieja guardia tendrá que desvanecerse. No
sé si luego saldrá alguien con una teoría
integradora, pero me parece que habrá material muy interesante
que presentar. Encontramos bastantes puntos pequeños que ya
están aclarados. Darwin estuvo fuertemente influenciado por
Malthus, lo mismo que Alfred Russel Wallace, el co-proponente de la
selección natural. La doctrina de Malthus, de que hay una
tendencia en las poblaciones a aumentar en tanto que persista el
suministro de alimentos, y la suposición de que al llegar a este
punto se daría sobrepoblación, guerra, hambre,
pestilencia y todo lo demás, fueron tomadas muy en serio.
Ésta ha sido una doctrina aceptada desde los tiempos de Darwin.
Es también la base para la idea de la competencia. Esta idea ha
dominado el mundo. Por ejemplo, David Lack, un muy buen
ornitólogo inglés que escribió un libro acerca de
los pinzones de Darwin, escribió también un libro acerca
de la regulación del número de los animales. ¿A
qué se debe que la población no siga creciendo de manera
indefinida? Fundamentó sus ideas casi enteramente en el
suministro alimentario. Todo era cuestión de suministro de
alimentos y del clima, y de factores puramente materiales de esta
especie. Robert Ardrey reunió los trabajos de muchos
investigadores de campo, y todos ellos mostraban que había muy
poca dependencia real en el suministro de alimentos. Los animales no
seguían desarrollándose hasta que se quedaban sin
alimentos —lo que hacían era regular sus números. Creo
que describía nueve métodos con los que lo consiguen. Uno
de los métodos era el empleado por ciertos peces. Estos peces
precisaban de una cierta relación entre machos y hembras y que
no fueran demasiados en un medio ambiente determinado. Cuando
había demasiados en un acuario, regulaban su número en un
abrir y cerrar de ojos: se comían a los peces de más. Hay
otros métodos, como la prolongación del tiempo de
gestación y los intervalos entre las crías. Los elefantes
a un lado del Nilo tenían abundante comida. Tenían un
intervalo más bien corto entre crías y tenían una
gestación normal, como de once meses. Al otro lado del Nilo
había una vegetación poco abundante. Tenían un
período de gestación más prolongado, y un
intervalo mucho más largo entre crías. Todo esto culmina
en el extraño fenómeno de la liebre de la nieve en las
regiones boreales. De vez en cuando hay un enorme crecimiento en la
población de las liebres de la nieve. Cubren la tierra, y uno
comienza a pensar que se lo comerán todo, pero tal como lo
expresa Robert Ardrey (recordemos que era un dramaturgo), era como si
alguien hubiera ordenado: «¡Todos muertos!», y de
repente toda la tierra quedó cubierta de liebres muertas. Si se
las examina, si se les hace autopsias, no había razón
alguna para ello. No estaban enfermas, no habían padecido hambre, no les había
sucedido nada malo; sencillamente, habían muerto. Uno tenía la sensación de que
algo, en alguna parte del sistema, alma del grupo, o arquetipo, o como uno
quiera llamarlo, estaba diciendo: «Caed muertos; sois demasiados»,
y que así sucedió, y ello a pesar de que a menudo había abundante comida para
continuar mucho más tiempo. Sospecho que esto juega algún papel en el curioso
comportamiento de los lemings, que también son asunto de un fascinante estudio.
Pero, en cualquier caso, la postura materialista de Malthus acerca del
suministro alimentario no resulta ser verdadero en absoluto en la naturaleza.
Ésta es una espléndida obra, pero tuvo que ser recopilada y presentada al
público por un hombre como Ardrey. Los informes originales fueron emitidos uno a
la vez. Un investigador estudió el pez, otro publicó en una revista de poca
circulación algo acerca de los elefantes que había estudiado en el Nilo, y luego
hubo un estudioso de las liebres de la nieve escribiendo en una revista de
expertos en conejos. Ardrey recogió todo esto y lo recopiló en un libro legible
y al alcance de todas las multitudes que compraban sus libros.
T.: ¿Y cuáles son ahora sus pensamientos después de haber estado
dedicado tanto tiempo a esta cuestión de la evolución —los suyos, digo, los
suyos propios?
N.M.: Observé en mi libro, y ésta puede ser mi contribución más o
menos original, el peligro de pensar que la mejor teoría sea ipso facto
una teoría buena. A esto le llamo la falacia de la mejor en la cancha, y ha
resultado ser más importante de lo que entonces yo pensaba. Si uno tiene varias
teorías compitiendo y una es algo mejor que otra, así como el darwinismo es
considerado como algo mejor que el lamarckismo o que el Monstruo Viable, existe
una gran tendencia, una intensa tentación, a pensar que es realmente una buena
teoría. No hay razón alguna para respetar una teoría sólo porque sea algo mejor
que otra teoría que no resista en absoluto el peso de la evidencia. Sigue siendo
no buena, y he encontrado numerosos casos en los que la gente sustenta unas
teorías simplemente porque son las mejores en la cancha, aunque evidentemente no
son buenas.
T.: Gracias, Norman.
Norman Macbeth nació y se crió en Los Angeles. Recibió su B.A. de la
Universidad de Stanford, y su J.D. de la Escuela de Leyes de Harvard. Durante
muchos años se ha dedicado al estudio de la teoría darwinista, y un artículo
acerca de esta cuestión en la revista Yale Review en 1967 lo llevó en 1971 a
escribir su famoso libro Darwin Retried: An Appeal to Reason [Darwin
Reconsiderado: Un llamamiento a la razón]. Vive en Vermont.
[Publicado originalmente en la revista Towards, Fair Oaks, California,
Primavera de 1982. Tomado de Contrast — The Creation Evolution
Controversy 2(2)1-7, marzo-abril 1983, publicado por Bible-Science Ass.,
Minneapolis, Minnesota.]
NOTAS
1. «Nunca para ser olvidada, ni descuidada ni
ridiculizada, tenemos la invisible figura en la quieta trastienda. Se sienta con
la cabeza agachada, callado, esperando, escuchando la conmoción en las calles.
Es el guardador de los tipos vivientes.
¿Quién es? No lo sabemos. Ni lo sabremos jamás. Es una presencia, y esto es
todo. Pero su presencia es evidente en los últimos límites del espacio infinito
más allá de la mirada escrutadora del hombre. Su presencia se puede presentir en
los últimos limites de lo infinitamente pequeño más allá de los aumentos del
microscopio electrónico. Está presente en todos los seres vivos y en toda la
materia inanimada. Su presencia está declarada en todas las cosas que jamás
existieron y que jamás existirán. Y así como su mandamiento es incontestable, su
identidad es incognoscible. Pero si más antigua preocupación es el
orden.» Robert Ardrey, African Genesis (Dell), 1961. Volver al texto
2. «Dago» es un término despectivo empleado en
Estados Unidos para designar a las personas de tez morena de origen italiano o
hispano. (N. del T.) Volver al texto
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© SEDIN 1997
Traducción del
inglés: Santiago Escuain
© Santiago Escuain 1997, por la traducción
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puede reproducir libremente para fines no comerciales y citando la procedencia y
dirección de SEDIN, así como esta nota en su integridad.
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