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Servicio Evangélico de
Documentación e Información
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ÍNDICE:
Conferencias «Lo que Darwin no
sabía» // Michael Crichton: Sobre
«Consenso» en ciencia // SCHOPENHAUER:
Sobre
«la Universalidad de las Opiniones» // Debate en Antena 3 TV // Censura
en la
Universidad
Conferencias «Lo
que Darwin no sabía»
|
Es
necesario
preguntarse por qué se nos dice de parte del
consenso de científicos que la
macroevolución darwinista
es un hecho; que se han encontrado casi
todas las piezas del
rompecabezas; que no hay debate acerca de
ello en las diversas
disciplinas de la ciencia. La realidad es
que la evidencia
científica actual no da respaldo a estas
posturas. Quizá
la respuesta la encontremos en la siguiente
cita del escritor y
cineasta Michael Crichton* (Jurassic Park,
etc.): El consenso en
ciencia
«es una
novedad
sumamente perniciosa a la que se
debería poner fin de forma tajante.
Históricamente, la
pretensión de consenso ha sido el primer
refugio de los
sofistas; es una forma de evadir el debate
con la pretensión de
que la cuestión ya está resuelta. En
cuanto oigas hablar
de que el consenso de los científicos está
de acuerdo en
esto o en lo otro, agarra bien la cartera,
porque te están
intentando engañar.»
*Graduado
Summa
Cum Laude de Harvard College, doctor en
medicina de
Harvard Medical School, investigador
posdoctoral en el Instituto Salk
de Estudios Biológicos, profesor invitado en
antropología
en la Universidad de Cambridge.
|
...
Cuando examinamos este asunto, la
pretendida opinión universal
es la opinión de dos o tres personas. Y
debiéramos quedar
convencidos de ello si vemos la manera
en que realmente surge esta
opinión universal.
Hallaríamos que, en primer lugar, son dos o tres las personas que, en primer término, aceptaron esta opinión, o la expusieron y defendieron; y la gente fue tan buena como para creerse que lo habían comprobado realmente. Después, unas personas más, persuadidas de antemano que los primeros hombres tenían la capacidad necesaria, aceptaron la opinión. Estos, a su vez, recibieron la confianza de otros muchos, cuya pereza les sugirió que mejor sería que lo creyesen de una vez, en lugar de tomarse el trabajo de comprobar el asunto por sí mismos. Y es así como creció de día en día la cantidad de estos crédulos y perezosos partidarios, porque apenas llegó esa opinión a tener un cierto apoyo que sus partidarios adicionales atribuyeron esto al hecho de que la opinión sólo hubiese podido ganar a tantos debido a lo convincente de sus argumentos. El resto de la gente se vio a su vez obligada a aceptar lo que estaba aceptado universalmente, a fin de no pasar como personas rebeldes que se resisten a las opiniones aceptadas por todo el mundo. SCHOPENHAUER,
Arthur,
The
Art of Controversy
[El
arte de la controversia],
Londres 1926. Estratagema nº 30:
«Sobre el argumentum
verecundiam».
Traducción: Santiago Escuain - © Copyright SEDIN 1997 por la traducción, www.sedin.org. Este texto se puede reproducir libremente para fines no comerciales y citando la procedencia y dirección de SEDIN, así como esta nota en su integridad. |
[14-enero-2008
-
SEDIN]. Debido al gran interés
público suscitado por el reportaje a toda página
publicado en El País (uno de los diarios de mayor
circulación en España) el 10 de enero, página 42,
acerca de las conferencias
anunciadas del Dr. Geoffrey Simmons y del Dr.
Sería bueno que las instituciones universitarias que han revocado el uso previamente concedido de sus auditorios, debido a presiones procedentes de diversas instancias, aceptasen este espíritu de libre discusión como el que se manifiesta en esta iniciativa.
SEDIN
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Apartat 2002
08200 SABADELL
(Barcelona) ESPAÑA
«... [M]e doy cuenta perfectamente de que en este volumen apenas se discute un solo punto sobre el cual no puedan aducirse hechos que a menudo parezcan conducir a conclusiones diametralmente opuestas a aquellas a las cuales yo he llegado. Un resultado imparcial sólo puede obtenerse declarando cabalmente y sopesando los hechos y los argumentos en los dos lados de la cuestión ...»
Charles
Darwin, El Origen
de las Especies
por
Selección Natural, 1859. [Ed. Zeus,
Barcelona 1970, p. 18. Énfasis añadido]
«Ante
una obra humana, cree saberse de dónde procede el
ingenio que
contiene y que le
ha dado forma; pero cuando se trata de un ser vivo,
nadie jamás
lo ha sabido,
ni Darwin ni Epicuro, ni Leibnitz ni Aristóteles, ni
Einstein ni
Parménides.
Solo
un acto de fe puede llevarnos a adoptar una hipótesis
en lugar
de otra. La
ciencia, que no acepta ningún credo, o que en todo
caso no lo
debería aceptar,
confiesa su ignorancia, su impotencia para resolver
este problema que,
estamos
seguros de ello, existe y es real.
Si
investigar el origen de la información en un ordenador
no es un
falso problema,
¿por qué lo habría de ser cuando se trata de la
información que se contiene en
los núcleos de las células?»
Grassé, P. P., L’Evolution du
Vivant,
Éditions Albin Michel: París, 1973, p. 15.
«La fuerza casi irresistible de la analogía ha minado totalmente la autocomplacida presuposición, dominante en los círculos biológicos durante la mayor parte de los últimos cien años, de que la hipótesis del designio puede ser excluida sobre la base de que este concepto es fundamentalmente un apriorismo metafísico, y que por ello es científicamente inaceptable. Al contrario, la inferencia del designio es una inducción puramente a posteriori basada en la implacable aplicación de la lógica de la analogía. La conclusión puede que tenga implicaciones religiosas, pero no depende de presuposiciones religiosas.»
Michael
Denton, bioquímico y agnóstico
australiano,
Evolution: A Theory in
Crisis,
Londres, Burnett Books, 1985, pág. 341.
La actual hegemonía del dogma evolucionista no se comprende más que por la propaganda masiva de unos medios de comunicación dirigidos a mantener una perspectiva dogmática materialista, que queda a descubierto en la franca y reciente admisión del célebre genetista profesor de la Universidad de Harvard, Richard Lewontin:
«... tenemos un compromiso previo, un compromiso con el materialismo. No se trata de que los métodos y las instituciones de la ciencia nos obliguen de alguna manera a aceptar una explicación material del mundo fenomenológico, sino al contrario, que estamos obligados por nuestra adhesión previa a las causas materiales a crear un aparato de investigación y un conjunto de conceptos que produzcan explicaciones materiales, no importa cuán contrarias sean a la intuición, no importa lo extrañas que sean para los no iniciados. Además, este materialismo es absoluto, porque no podemos permitir un Pie Divino en la puerta.»
Richard Lewontin, en
New York
Review of Books
(9 de enero de 1997, p. 31).
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