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Fecundación de un óvulo

Randy J. Guliuzza, P.E., M.D.[*]

Hechos a Su Imagen: La reproducción humana


Una nueva vida comienza en el momento en que un espermatozoide humano se une con un óvulo humano. Suena a simple, ¿verdad? Uno puede decidir por sí mismo, pero tendrá que seguir la cuestión con sumo cuidado para captar todos los detalles y reunirlos luego entre sí, del mismo modo que seguiría una obra de misterio hábilmente redactada.

El viaje de un solo espermatozoide desde su producción hasta la fertilización comienza con unas células que se dividen rápidamente en los testículos, llamadas espermatogonios. Estas divisiones son fundamentales para incluir 23 cromosomas en el espermatozoide —exactamente la mitad de la cantidad que aparece en las células humanas normales. Cuando el espermatozoide se fusiona con el óvulo, que también ha experimentado divisiones dentro del ovario de la madre, estará presente el conjunto completo de 46 cromosomas. Sin embargo, los mecanismos celulares permiten ligeras variaciones en la información que se contiene en ciertas porciones de los cromosomas que se recombinan durante las divisiones. Esta característica asegura que cada espermatozoide y óvulo son portadores de la información correcta para producir un humano normal, pero cada uno de ellos diferentes respecto a los rasgos que se expresarán en esta nueva persona. La combinación genética en el óvulo recién fertilizado será totalmente diferente de la de cualquier persona que haya vivido antes o que vaya a nacer después —dando como resultado un individuo absolutamente único.

El espermatozoide comienza como una célula redonda inmóvil. Está rodeado de otras células en los testículos llamadas células de Sértoli, cuya única función es transformar la célula espermática en una ahusada máquina de nadar capaz de transportar su carga genética al óvulo. Las células de Sértoli transfieren nutrientes al espermatozoide en desarrollo desde el torrente sanguíneo, ya que en este punto del desarrollo el espermatozoide no debe estar en contacto con la sangre. Las células de Sértoli también extraen grandes cantidades de fluido celular del interior del espermatozoide, llamado citoplasma, y los componentes celulares internos se rearreglan de forma precisa de modo que el espermatozoide comienza a adquirir la forma de una célula larga y delgada con una cola parecida a un látigo. Las células de Sértoli elaboran una importante estructura en la cabeza recién desarrollada del espermatozoide, y encerrada en un revestimiento protector: el «acrosoma», que finalmente desarrollará unas enzimas sumamente erosivas —capaces de disolver las membranas alrededor de otras células.

Es esencial que haya una alta concentración de la hormona masculina testosterona en los testículos para la elaboración de esperma normal. ¿De dónde procede? Lejos de los testículos, el hipotálamo del cerebro libera la «hormona liberadora de gonadotropina», que estimula a la glándula pituitaria a liberar la «hormona folículo-estimulante» y la «hormona luteneizante». Éstas hacen su camino por el torrente sanguíneo hacia los testículos. La hormona luteneizante estimula otras células en los testículos, llamadas «células de Leydig», que elaboran cantidades prodigiosas de testosterona. La hormona folículo-estimulante hace luego que las células de Sértoli produzcan «proteínas ligantes de andrógeno» que ligan la testosterona producida en las células de Leydig y la concentran en el interior, donde tendrá su efecto sobre el espermatozoide en su desarrollo. Al ir aumentando el nivel de testosterona, también circula por todo el cuerpo. Cuando la concentración correcta de testosterona (junto con una concentración de la hormona «inhibina», que se produce en las células de Sértoli) circula de regreso al hipotálamo y a la glándula pituitaria del cerebro, estas estructuras reciben la señal de dejar de segregar sus hormonas. Sin este estímulo, las células de Leydig disminuyen la producción de testosterona hasta que la concentración en circulación cae a un nivel que reinicia el ciclo de nuevo —y que lo mantiene en un perfecto equilibrio.

Recordemos cómo los espermatozoos se mantienen fuera de contacto con la sangre. Se encuentran encerrados en confluencias muy cerradas entre las células de Sértoli que constituyen una configuración colectiva llamada «barrera hematotesticular». ¿Por qué? Un varón no comienza a producir espermatozoides hasta la pubertad, y los marcadores sobre los nuevos espermatozoides no han sido programados en su sistema inmune. El sistema inmune del varón está programado para reconocer combinaciones específicas de marcadores proteínicos en el exterior de sus células como pertenecientes a su propio organismo —pero esta programación tiene lugar mientras se encuentra todavía en el vientre de su madre. Si no fuese por esta barrera, los espermatozoides serían considerados como células extrañas por el propio sistema inmune del varón, y destruidas, lo que le haría estéril. Si se deshace la unión entre las células de Sértoli, como sucede cuando los testículos se inflaman durante una infección de paperas, los anticuerpos pueden penetrar desde el torrente sanguíneo más allá de la barrera, y destruir los espermatozoides en desarrollo.

Los espermatozoides puestos en el interior de una mujer se encuentran en un medio ambiente muy hostil, con factores que o bien los destruyen, o bien bloquean la entrada a su organismo. El medio vaginal normal es muy acídico (pH 3,5), y a la vez que destruye las invasiones bacterianas peligrosas, también mata los espermatozoides. Los fluidos producidos por las vesículas seminales del varón forman parte del semen y neutralizan temporalmente el ácido (a pH 7,5). El medio neutro activa entonces los espermatozoides. Un espeso y pegajoso obturador de moco tapona también la pequeña abertura cervical hacia el útero. Sin embargo, otro producto del semen, las prostaglandinas, hace más fluido este moco. No por casualidad, el moco puede también haber quedado más fluido por una subida de estrógenos en la mujer durante el tiempo en que ovula. Ahora los espermatozoides pueden llegar nadando hacia el interior del útero —mientras van convirtiendo sustancias en el moco en fuentes de energía.

El útero está protegido por millones de células del sistema inmune de la mujer, que matan a los microscópicos invasores. Este obstáculo queda superado por sustancias en el semen que tienen efectos inmunosupresores locales pero de espectro muy amplio y que amortiguan la respuesta inmune de la mujer en la zona del semen. Esto podría dejar a la mujer vulnerable a infecciones, pero otra sustancia en el semen, la «plasmina seminal», puede eliminar bacterias y tiene un efecto protector. Normalmente, los movimientos coordinados de de proyecciones móviles parecidas a pelos, conocidas como cilios en algunas células que recubren el útero, acompañado de unas ligeras contracciones rítmicas del útero, producen una corriente de fluido defensor que empuja los objetos fuera del útero —contra lo que los espermatozoides no podrían avanzar en su natación. Pero otro producto del semen, tras entrar en contacto con el útero, hace que estas acciones coordinadas del útero femenino inviertan su sentido y atraigan el semen y los espermatozoides hacia el interior del útero y ayuden a los espermatozoides en su viaje.

Lo sorprendente es que los espermatozoides recién depositados son incapaces de fertilizar un óvulo. Muchas características de los espermatozoides quedan cambiadas por sustancias que se elaboran dentro del tracto reproductivo de la mujer. ¿Recordamos el acrosoma del espermatozoide que se ha mencionado con anterioridad? Uno de los cambios más importantes, conocido como «capacitación», se da cuando las secreciones uterinas eliminan las glicoproteínas del recubrimiento protector del acrosoma. Esto permite que las enzimas erosivas de muchos espermatozoides (después de entrar en contacto con el óvulo) descompongan un recubrimiento protector de células alrededor del óvulo y expongan su membrana celular de modo que otro espermatozoide pueda llegar al óvulo para fertilizarlo. Esta elaborada coordinación entre las secreciones femeninas y los espermatozoides masculinos tiene por objeto proteger al varón, porque sin el recubrimiento protector alrededor del acrosoma, unas altas concentraciones de espermatozoides en el cuerpo del varón podrían destruir la función de sus órganos reproductores si las enzimas erosivas quedasen liberadas de forma prematura.

El acrosoma está revestido con la proteína «bindin» que se adherirá solo a receptores especiales especie-específicos en el óvulo, lo que asegura que sólo espermatozoides de la misma especie pueden fertilizar el óvulo. En menos de un segundo después del contacto con el espermatozoide se abren muchos canales en la membrana del óvulo, admitiendo una entrada en masa de iones de sodio con carga positiva. Esto crea una carga eléctrica por toda la superficie exterior del óvulo que impide que otros espermatozoides lo fertilicen y desactiva todos los restantes receptores «ligantes» del óvulo. Al mismo tiempo, se liberan sustancias justo en el interior de la membrana del óvulo, que ligan moléculas de agua y que hacen que la membrana se hinche desprendiendo permanentemente cualquier espermatozoide que quede en el exterior. Estos bloqueos impiden la entrada de material genético de cualquier otro espermatozoide en el óvulo, lo que sería fatal para el bebé y quizá también para la madre. Realizada la unión, se forman rápidamente unas estructuras tubulares en el óvulo, que luego se proyectan desde el óvulo y tiran del núcleo del espermatozoide hacia el interior del óvulo —la primera célula de una nueva persona.

¿Asombroso? En realidad, se podrían dar muchos más detalles que los que aparecen en esta breve descripción. Como se puede ver, el nivel de interacción coordinada para conseguir una progenie viable excede al nivel celular, se extiende más allá del sistema reproductivo, e incluye los sistemas neurológico, hormonal y circulatorio, y precisa de sustancias que se producen de forma independiente en el organismo del varón para modificar las acciones del organismo femenino o los materiales producidos por ella —y recíprocamente. La literatura evolucionista está plagada de teorías especulativas acerca del origen de estos procesos, pero carente de ninguna verdadera prueba científica para explicarlo. La única explicación viable es que dichos procesos fueron dispuestos por el Verbo Creador en nuestros primeros padres, Adán y Eva, plenamente funcionales desde el principio.



* El Dr. Guliuzza es representante nacional de ICR.

Citar este artículo: Guliuzza, R. 2009. Made in His Image: Human Reproduction. Acts & Facts. 38 (1): 14.

Este artículo se publicó originalmente en enero de 2009. «Made in His Image: Human Reproduction», Institute for Creation Research, http://www.icr.org/article/human-reproduction (acceso el 3 de marzo de 2009).


Traducción del inglés: Santiago Escuain
© Santiago Escuain 2009, por la traducción
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