Randy
J. Guliuzza, P.E., M.D.[*]
Hechos
a Su Imagen: La gestación humana
Es cosa cierta
que la perspectiva del embarazo sólo es de aplicación a
la mitad de la
humanidad, pero la otra mitad debería encontrar el proceso
igualmente pasmoso.
Pero la verdadera estrella del espectáculo es el bebé que
se desarrolla, que
había sido anteriormente considerado como un objeto pasivo
construido por el
cuerpo de la madre. Nada podría estar más lejos de la
realidad. Desde la guía
de la implantación en el útero y hasta llegar al
amamantamiento, es la unidad
bebé/placenta lo que constituye la fuerza dinámica en la
orquestación de su
propio destino.
El
bebé es un individuo
totalmente nuevo, con un material genético singular que expresa
marcadores
extraños en sus células que la madre no reconoce como
«yo». El sistema inmune
de la madre debería destruir las primeras células del
bebé en el curso de unas
pocas divisiones celulares, pero unas sustancias segregadas por la
placenta y
por el bebé promueven una compleja supresión de la
respuesta inmune de la madre
sólo dentro de la ubicación de la implantación en
el útero. El tejido
placentario que toca el útero tiene una expresión
decrecida de los marcadores
que desencadenarían una respuesta inmune, y por ello el cuerpo
de la madre lo
acepta. Sin esta aceptación inmunológica, ningún
bebé podría sobrevivir. Y si
la supresión del sistema inmune de la madre no estuviera
estrictamente
localizada, su salud podría quedar comprometida. El sistema
inmune materno
ayuda a controlar la implantación del
embrión en la profundidad precisamente adecuada en el
útero. Sin este
equilibrio exacto de respuestas inmunes, la placenta en desarrollo
podría
invadir tejidos a través del útero y resultar fatal para
la madre.
El cuerpo de
la madre está
ahora bajo el control de una nueva persona. Una hormona producida por
las
células más tempranas del bebé es transportada por
el torrente sanguíneo de la
madre de vuelta a su ovario, haciendo que una parte del mismo produzca
progesterona, la importantísima hormona que calmará las
contracciones uterinas
y que mantendrá el embarazo. Más tarde, la placenta
producirá progesterona en
concentraciones aún más elevadas. Otras hormonas
producidas por el bebé inducen
adaptaciones en el cuerpo de la madre que son absolutamente necesarias
para la
supervivencia del bebé. Estos cambios incluyen una considerable
expansión del
volumen de la sangre de la madre, un aumento del rendimiento
cardíaco, agentes
para modular la presión de la sangre, aumento del flujo
sanguíneo a los
riñones, y una intensificación del metabolismo de la
madre. La placenta también
extrae nutrientes de la circulación sanguínea materna con
tanta eficiencia que
primero se cubren las necesidades del bebé, y sólo luego
las de la madre.
En las
últimas semanas del
embarazo, el estrógeno producido por el bebé alcanza sus
niveles más elevados
en la sangre materna. Esto hace que se formen abundantes receptores
para la
hormona oxitocina en las células musculares del útero, y
lentamente se oponen a
la influencia estabilizadora de la progesterona. Al llegar a
término, ciertas
células del bebé producen oxitocina, un potente
estimulante del músculo
uterino. Como el útero es ahora sumamente susceptible a la
oxitocina, comienza
el parto. Al ir descendiendo el bebé, un sensor de
presión en el canal del
parto envía una señal al cerebro de la madre, que lleva
el cuerpo de ella a
producir aún más oxitocina —lo que causa contracciones
uterinas más fuertes. La
placenta produce la hormona relaxina, que hace que los ligamentos
pélvicos y la
piel del canal del parto se relajen, ensanchen y vuelvan más
flexibles. Esta
mayor motilidad proporciona al bebé la salida para el
nacimiento. Y mientras
está en el útero, el bebé ha estado produciendo
hormonas para ayudar a preparar
los pechos de la madre para producir leche. Después del parto,
el lactante recién
nacido induce una secreción episódica de oxitocina por
parte de la madre, que
actúa en los conductos de los pechos para causar la bajada de la
leche.
De modo que
es la madre quien
es esencialmente pasiva, respondiendo a señales que emanan del
bebé —incluso a
veces en detrimento suyo. La investigación científica ha
demostrado que en
tanto que los órganos reproductivos y el cuerpo de la mujer son
indispensables,
no son suficientes; se precisa de un bebé para desarrollar un
bebé. Los datos
son concluyentes por lo que se refiere a las especulaciones relativas a
pretendidos procesos evolutivos graduales que llevasen a los complejos
sistemas
que producen un bebé. Estos sistemas fueron producidos por el
Verbo Creador en
la primera madre, Eva, ya de forma plenamente funcional desde el
principio.
* El Dr. Guliuzza es representante
nacional de ICR.
Citar este artículo: Guliuzza, R. 2009. Made in His Image: Human
Gestation. Acts & Facts. 38 (2): 10.
Este artículo se publicó originalmente en febrero de
2009. «Made in His Image: Human Gestation», Institute for
Creation Research, http://www.icr.org/article/made-his-image-human-gestation
(acceso el 3 de marzo de 2009).