Richard
                    Weikart[1]
                
                La
                  influencia deshumanizante del pensamiento moderno:
                  Darwin, Marx, Nietzsche, y sus seguidores
                
                  
                    
                
                
                Viktor Frankl, un
                    superviviente del Holocausto que padeció los
                    horrores de
                    Auschwitz, comentaba
                    sagazmente acerca de la manera en que el moderno
                    pensamiento europeo
                    había
                    ayudado a despejar el camino para las atrocidades
                    nazis (y sus propios
                    sufrimientos). Decía: «Si presentamos a un hombre un
                    concepto del hombre que no
                    es cierto, podremos llegar a corromperlo. Cuando
                    presentamos al hombre
                    como un
                    autómata de reflejos, como una máquina mental, como
                    un
                    manojo de instintos,
                    como un instrumento de impulsos y reacciones, como
                    un mero producto del
                    instinto, de la herencia y del medio, alimentamos el
                    nihilismo al que
                    en todo
                    caso es propenso el hombre moderno». Frankl
                    continuaba: «Me
                    familiaricé con la
                    última etapa de tal corrupción en mi segundo campo
                    de
                    concentración, Auschwitz.
                    Las cámaras de gas de Auschwitz fueron la
                    consecuencia final de
                    la teoría de
                    que el hombre no es nada más que producto de la
                    herencia y del
                    medio ambiente
                    —o, como les gustaba decir a los nazis, de “sangre y
                    suelo”. Estoy
                    absolutamente convencido de que las cámaras de gas
                      de Auschwitz, Treblinka y Maidanek fueron
                      preparadas en último
                      término no en este o aquel Ministerio en Berlín,
                      sino
                      más bien en los
                      escritorios y en las aulas de científicos y
                      filósofos
                      nihilistas».[1]
                Como estudiante
                    universitario cristiano en la década de 1970, fui
                    llevado al
                    estudio de la
                    historia intelectual de la
                      Europa moderna en parte por la
                    conciencia de que mucho
                    del
                    pensamiento moderno había conducido a la degradación
                    de
                    la humanidad, tal como
                    sugería Frankl. Mi interés fue estimulado
                    originalmente
                    por la lectura de C. S.
                    Lewis, especialmente La abolición del hombre,
                    y por
                    diversas obras de
                    Francis Schaeffer, pero quedó reforzado por cursos
                    que
                    estudié acerca de
                    historia del pensamiento y de historia de la
                    filosofía. En mis
                    estudios
                    personales, me sentí descorazonado ante la visión de
                    la
                    humanidad que aparecía
                    bosquejada en la obra de B. F. Skinner Más
allá
                      de la libertad y de la dignidad, que me
                    parecía
                    que llevaría a
                    distopías, como las que aparecía en las ficciones de
                    1984 y de Un mundo feliz, o
                    a la real como la
                    descrita por
                    Alexander Solzenitsyn en sus novelas y en Archipiélago
                      Gulag.
                Unos pocos
                    pensadores
                    modernos habían criticado específicamente el punto
                    de
                    vista «antropocéntrico»
                    de que los humanos son especiales, hechos a imagen
                    de Dios. En el siglo
                    diecinueve y a principios del veinte, por ejemplo,
                    el célebre
                    darwinista alemán
                    Ernst Haeckel, lanzó un ataque contra el
                    cristianismo por
                    proponer una visión
                    «antropocéntrica» y dualista de la humanidad.[2] En
                    la actualidad, el famoso
                    bioeticista Peter Singer, junto con el biólogo
                    darwinista ateo
                    Richard Dawkins,
                    argumentan que en base de una comprensión darwinista
                    del origen
                    del hombre,
                    tenemos de eliminar la santidad de la vida humana, y
                    despojarnos de
                    cualquier
                    concepto de que los humanos estén creados a imagen
                    de Dios y por
                    ello
                    excepcionalmente valiosos.[3] Un ecólogo evolutivo
                    de la Universidad
                    de Texas,
                    Eric Pianka, lucha abiertamente en contra del
                    antropocentrismo, incluso
                    hasta
                    expresar el deseo de que el 90% de la población
                    humana sea
                    extinguida, quizá
                    por una pandemia.[4]
                Sin embargo,
                    frecuentemente los pensadores modernos han
                    enmascarado la influencia
                    deshumanizadora de sus ideas designando a su
                    filosofía como un
                    «humanismo» de
                    una forma o de otra, implicando que sus perspectivas
                    enaltecen a la
                    humanidad.
                    Sin embargo, la mayoría de los intentos de enaltecer
                    a la
                    humanidad han
                    resultado irónicamente en una disminución de la
                    humanidad, lo que demuestra la
                    verdad bíblica de que «el que se enaltece será
                    humillado».
                Tras el eclipse del
                    Romanticismo en la
                      Europa
                    de mediados del siglo diecinueve, muchos
                    intelectuales abrazaron la
                    ciencia
                    como el árbitro único del conocimiento, incluyendo
                    el
                    conocimiento acerca de la
                    humanidad y de la sociedad. El célebre pero voluble
                    pensador
                    francés Auguste
                    Comte consiguió muchos discípulos para su
                    filosofía del positivismo, que
                    rechazaba cualquier conocimiento que no se obtuviera
                    mediante una
                    investigación
                    empírica, científica (excepto, naturalmente que este
                    fundamento epistemológico
                    mismo no es susceptible de demostración empírica, de
                    modo
                    que me parece que su
                    epistemología se autocontradice). Comte esperaba
                    iniciar el
                    estudio científico
                    de la sociedad, y acuñó el término
                    «sociología» para esta empresa. Se sentía
                    optimista en cuanto a que un estudio científico de
                    la humanidad
                    llevaría a los
                    humanos a la práctica del altruismo, otro término
                    que
                    él acuñó. Aunque Comte
                    consideraba incognoscible toda metafísica,
                    incluyendo la
                    religión, quería crear
                    una religión de la humanidad, que situaría a los
                    humanos
                    en el más elevado
                    pedestal. La mayoría de los discípulos de Comte,
                    como
                    John Stuart Mill,
                    abrazaron su epistemología positivista, pero
                    rechazaron su
                    religión de la
                    humanidad, especialmente en la ridícula forma en que
                    la propuso
                    en sus escritos
                    posteriores (que involucraba muchas prácticas
                    religiosas
                    específicas,
                    incluyendo orar a una mujer que uno admirase).
                Aunque no se destacó
                    tanto como el positivismo durante el siglo
                    diecinueve, el materialismo
                    también
                    creció en influencia a mediados de dicho siglo.
                    Aunque el
                    positivismo rechazaba
                    todas las posturas metafísicas, incluyendo las
                    materialistas,
                    compartía sin
                    embargo muchos rasgos con el materialismo. Tanto los
                    materialistas como
                    los
                    positivistas hacían un ídolo de la ciencia como el
                    único camino al
                    conocimiento. Pero al extender la investigación
                    científica a la humanidad
                    misma, hicieron suposiciones acerca de la naturaleza
                    humana que no eran
                    susceptibles de investigación científica.
                    Fundamentalmente, descartaron el
                    dualismo cuerpo-alma, con lo que redujeron a la
                    humanidad a materia en
                    movimiento. Además, su insistencia en que el método
                    científico podría
                    proporcionar conocimiento acerca de todas las
                    características de
                    la vida humana
                    los llevó a abrazar el determinismo. Hacia finales
                    del siglo
                    diecinueve,
                    algunos pensadores destacados estaban manifestándose
                    en contra
                    del
                    reduccionismo y del determinismo, pero fue en este
                    siglo que estos
                    puntos de
                    vista llegaron a ser predominantes hasta el punto
                    que Francis Galton,
                    primo de
                    Charles Darwin y fundador del movimiento de la
                    eugenesia,
                    acuñó la frase
                    «naturaleza frente a crianza [nature versus
                    nurture]» para
                    plantear el debate intelectual
                    acerca de la humanidad. La frase de Galton sigue
                    citándose de
                    manera
                    generalizada en las discusiones intelectuales acerca
                    de la conducta
                    humana.
                Galton y muchos de
                    sus
                    coetáneos rechazaron el libre albedrío, afirmando
                    con una
                    lógica circular que
                    la ciencia había refutado este concepto religioso
                    supuestamente
                    anticuado. (Se
                    trata de un razonamiento en círculo vicioso debido a
                    que
                    habían definido la
                    ciencia de modo que el libre albedrío quedase
                    excluido, y luego
                    pretendían que
                    la ciencia refutaba el libre albedrío.) Su
                    insistencia en el
                    determinismo llevó
                    a la marginalización de los conceptos religiosos o
                    espirituales
                    de la
                    naturaleza humana. Los nuevos campos de la
                    psicología,
                    sociología y
                    antropología, que sólo quedaron institucionalizados
                    a
                    finales del siglo
                    diecinueve y comienzos del veinte, abrazaron en
                    general esta
                    perspectiva
                    determinista de la conducta humana.
                Al rechazar el libre
                    albedrío y abrazar el determinismo, Galton y sus
                    contemporáneos quedaron con
                    tres opciones principales: los humanos eran o bien
                    resultado de su
                    constitución
                    biológica, o bien resultado de su entorno, o bien
                    resultado de
                    alguna
                    combinación de la herencia y del ambiente. Cualquier
                    forma de
                    determinismo (o
                    de sus combinaciones) reduce a los humanos a
                    estímulos desde
                    influencias bien
                    internas, bien externas. Niegan la agencia humana
                    independiente, y con
                    ello
                    despojan a la humanidad de cualquier responsabilidad
                    moral.
                A mediados del siglo
                    diecinueve, el determinismo ambiental o educacional
                    era más
                    dominante que el
                    determinismo biológico. El filósofo Maurice
                    Mandelbaum
                    argumenta que una de las
                    ideas dominantes de la filosofía del siglo
                    diecinueve era la
                    «maleabilidad del
                    hombre», es decir, la idea de que la naturaleza
                    humana
                    está conformada
                    mayormente por fuerzas externas, como la cultura, la
                    educación y
                    la
                    formación.[5] El padre de John Stuart Mill es un
                    ejemplo de esta
                    perspectiva,
                    con su rigurosa educación de su hijo desde la más
                    tierna
                    edad. Mill llegó a ser
                    la principal voz en Europa pregonando el poder de la
                    educación y
                    de la
                    formación en la conformación del intelecto y de la
                    conducta del hombre. Muchos
                    liberales y socialistas de mediados del siglo
                    diecinueve abrazaron esta
                    visión
                    del determinismo ambiental.
                Karl Marx es un
                    destacado
                    ejemplo de un socialista comprometido con el
                    determinismo ambiental. A
                    su
                    perspectiva la denominó «socialismo
                    científico» porque creía que su análisis
                    estaba basado en unas leyes económicas y sociales
                    inmutables.
                    Estaba convencido
                    de que las instituciones sociales e incluso la
                    naturaleza humana misma
                    estaban
                    conformadas por fuerzas económicas. Si cambiaban las
                    condiciones
                    económicas, la
                    naturaleza humana cambiaría de manera
                    correspondiente. Desde el
                    punto de vista
                    de Marx, la propiedad privada era la fuente de todos
                    los males en la
                    sociedad
                    humana, especialmente la opresión de los obreros
                    urbanos por los
                    capitalistas
                    burgueses. Así, la propiedad privada generaba una
                    lucha de
                    clases en todas las
                    épocas. La religión, la moralidad, el derecho, las
                    estructuras políticas, y
                    otras instituciones y factores culturales, eran
                    meramente instrumentos
                    en manos
                    de las clases pudientes para oprimir a las masas
                    desposeídas.
                El motivo primordial
                    de
                    Marx no era establecer la igualdad entre los
                    hombres, aunque su
                    filosofía
                    socialista tendía hacia el establecimiento de una
                    mayor
                    igualdad. Más bien, la
                    principal preocupación de Marx era liberar a la
                    humanidad de la
                    opresión y
                    tiranía. Este es un objetivo digno de encomio, y
                    cualquiera que
                    haya leído El
                      Capital de Marx o la obra de Friedrich Engels
                    La
                      condición de la clase
                      obrera en 1844 debería reconocer que Marx
                    tenía un
                    fundamento legítimo para
                    la queja. Muchos obreros de fábricas, por no
                    mencionar los
                    desempleados, vivían
                    en una sórdida miseria. Marx criticó con fundamento
                    los
                    efectos deshumanizantes
                    de la
                      Revolución Industrial. Sin
                    embargo, cuando
                    examinamos las prácticas de
                    los regímenes marxistas en el siglo veinte,
                    observamos una
                    opresión y una
                    tiranía hasta unos extremos increíbles. La
                    búsqueda en pos de la libertad dio
                    unos resultados completamente opuestos. ¿Por qué?
                Sugiero que esto se
                    debió
                    fundamentalmente debido a la defectuosa perspectiva
                    de Marx acerca de
                    la
                    naturaleza humana. Ni Lenin ni Stalin, ni Mao ni Pol
                    Pot, ni Castro ni
                    ningún
                    otro dirigente marxista han podido alterar la
                    naturaleza humana
                    librando a sus
                    sociedades de la propiedad privada. Cambiar la
                    economía no
                    podía producir la
                    utopía, porque la conducta humana no está
                    determinada
                    solamente por la
                    economía. La filosofía marxista fracasó porque
                    negaba a la humanidad su
                    naturaleza espiritual, su libre albedrío y también
                    negaba
                    la insistencia
                    cristiana acerca del pecado original. Alexander
                    Solzenitsyn hizo una
                    clara
                    descripción del problema soviético en el intento de
                    alterar la naturaleza
                    humana en su novela Un día en la vida de Ivan
                      Denisovich. En esta novela, los presos en el
                    campo de trabajos
                    forzados soviético, que se supone que están siendo
                    reeducados para convertirlos
                    en buenos ciudadanos soviéticos, siguen actuando
                    como
                    capitalistas en todas las
                    maneras posibles, incluso estando encarcelados. El
                    protagonista expresa
                    en
                    cierto momento que sencillamente el régimen
                    soviético no
                    le podía cambiar su
                    naturaleza.
                Hacia finales del
                    siglo
                    diecinueve, especialmente en la década de 1890, el
                    péndulo osciló alejándose
                    del determinismo ambiental, y el determinismo
                    biológico aumento
                    su influencia
                    entre los pensadores europeos. Galton fue una figura
                    fundamental en
                    este
                    cambio, con la publicación de su obra seminal Genio
                      hereditario, en 1869. La
                    influencia de Galton fue
                    profunda, especialmente al convencer a su primo
                    Charles Darwin de que
                    la
                    herencia era más importante que las influencias
                    ambientales en
                    la conformación
                    del intelecto y de la conducta de los humanos.
                    Muchos darwinistas hacia
                    finales
                    del siglo diecinueve y comienzos del siglo veinte
                    llegaron a creer
                    —como
                    también Galton y Darwin— que muchos rasgos del
                    carácter
                    humano, como la
                    lealtad, la sobriedad y la diligencia (o, en los
                    aspectos negativos, la
                    capacidad para el engaño y la pereza) eran rasgos
                    biológicamente innatos, no
                    rasgos morales maleables, como la mayoría de los
                    europeos
                    habían creído antes.
                Darwinistas en
                    diversos
                    campos —especialmente en biología, medicina,
                    psiquiatría
                    y antropología— fueron
                    pioneros en promover el determinismo biológico.
                    Cesare Lombroso,
                    el famoso
                    psiquiatra italiano que fundó la antropología
                    criminal,
                    erigió su ideología
                    sobre el darwinismo. Razonó que los criminales eran
                    seres
                    atávicos, un salto
                    atrás a antecesores en el proceso evolutivo. Su
                    mayor fama la
                    obtuvo por
                    promover la idea de que la criminalidad era
                    hereditaria, no resultado
                    de la
                    influencia ambiental. Uno de los más destacados
                    popularizadores
                    del darwinismo
                    en Alemania, el famoso materialista Ludwig Büchner,
                    publicó
                    en 1882 El poder
                      de la herencia y su influencia sobre el progreso
                      moral y mental de la
                      humanidad.
                    En medio de su extenso argumento en favor del
                    determinismo
                    biológico de los
                    rasgos mentales y morales, Büchner expuso adónde
                    llevaba su
                    concepción de la
                    humanidad. Dijo: «En el decurso [del tiempo] el
                    individuo no es
                    nada, la
                    especie lo es todo, y la historia, igual que la
                    naturaleza, marca cada
                    uno de
                    sus pasos hacia adelante, incluso el más nimio, con
                    innumerables
                    montones de
                    cadáveres».[6]
                Para la década de
                    1890, y
                    especialmente a principios del siglo veinte, el
                    movimiento de la
                    eugenesia
                    consiguió popularidad, especialmente en los círculos
                    médicos, tanto en Europa
                    como en los Estados Unidos. La eugenesia estaba
                    impulsada en parte por
                    temores
                    de que las modernas instituciones habían eliminado
                    los aspectos
                    ventajosos de
                    la selección natural. Los eugenistas jugaban
                    constantemente con
                    el espectro de
                    humanos débiles y enfermizos preservados gracias a
                    la medicina
                    moderna, a la
                    higiene y a las instituciones de caridad, mientras
                    que los más
                    inteligentes y
                    supuestamente mejores entre los seres humanos
                    estaban comenzando a
                    restringir
                    voluntariamente su reproducción. Esto estaba
                    produciendo una
                    degeneración
                    biológica, según el parecer de muchos eugenistas.
                    ¿Su solución? Introducir una
                    selección artificial restringiendo la reproducción
                    de los
                    supuestos «inferiores»
                    y alentando a los «superiores» a procrear. El
                    determinismo
                    biológico impregnaba
                    el movimiento de la eugenesia, que presionó para que
                    se
                    estableciesen
                    restricciones al matrimonio, esterilizaciones
                    obligatorias y a veces
                    incluso la
                    eutanasia involuntaria para los incapacitados,
                    porque se les
                    consideraba como
                    biológicamente inferiores.
                Otra característica
                    destacada del determinismo biológico de principios
                    del siglo
                    veinte fue su
                    énfasis en la desigualdad racial. En Europa, las
                    ideologías racistas proliferaron
                    en la década de 1890 y a principios del siglo
                    veinte, en parte
                    bajo la
                    influencia del darwinismo y del determinismo
                    biológico. Muchos
                    biólogos,
                    antropólogos y médicos consideraban a los africanos
                    negros o a los indios
                    americanos como menos evolucionados que los
                    europeos. Al ir los
                    europeos
                    colonizando inmensas regiones del globo, muchos
                    científicos
                    proclamaron que los
                    no europeos eran culturalmente inferiores a los
                    europeos.
                    Además, creían que
                    estas diferencias culturales eran manifestaciones de
                    una inferioridad
                    biológica.
                Al reducir la
                    humanidad a
                    su constitución biológica, estos deterministas
                    biológicos inspirados en Darwin
                    contribuyeron al proceso de deshumanización. Muchos
                    darwinistas
                    del siglo
                    diecinueve resaltaron las continuidades entre
                    humanos y animales, con
                    Charles
                    Darwin mismo argumentando que todas las diferencias
                    entre humanos y
                    animales
                    eran cuantitativas, no cualitativas. Darwin incluso
                    emprendió
                    explicar el
                    origen de la moralidad como producto de procesos
                    evolutivos
                    completamente naturalistas.
                    La idea de que los humanos fueron «creados a partir
                    de
                    animales», para usar una
                    célebre frase de Darwin, en lugar de ser creados a
                    la imagen de
                    Dios, obtuvo
                    una más amplia aceptación en el siglo diecinueve.
                Así como una forma
                    de
                    determinismo ambiental —el marxismo— produjo unos
                    incalculables
                    padecimientos
                    para millones de seres humanos, lo mismo sucedió con
                    el
                    determinismo biológico.
                    El Nacional Socialismo de Adolf Hitler se basaba en
                    una visión
                    de determinismo
                    biológico de la humanidad que destacaba la
                    desigualdad racial.
                    El nazismo
                    respaldó la discriminación —y en último
                    término la supresión física— contra
                    aquellos con rasgos biológicos pretendidamente
                    inferiores. Por
                    otra parte,
                    tenía la esperanza de promover el progreso evolutivo
                    de la
                    especie humana
                    promoviendo niveles reproductivos más elevados de
                    los que se
                    consideraban como
                    biológicamente superiores. El régimen de Hitler
                    acabó matando alrededor de
                    200.000 alemanes discapacitados, 6 millones de
                    judíos, y
                    centenas de millares
                    de gitanos, en su esfuerzo por mejorar la raza
                    humana.[7]
                En tanto que muchos
                    modernos pensadores, especialmente científicos,
                    psicólogos y científicos
                    sociales, han abrazado una u otra forma de
                    determinismo, muchos
                    pensadores han
                    seguido al filólogo y filósofo del siglo diecinueve
                    Nietzsche en su rebelión
                    contra el determinismo. Nietzsche intentó rescatar a
                    la
                    humanidad del
                    reduccionismo científico postulando una libertad
                    individual
                    radical. Creía que
                    todo conocimiento y toda verdad son creados por los
                    humanos, no
                    impuestos sobre
                    nosotros por alguna realidad externa. No podemos
                    responsabilizar al
                    ambiente,
                    ni a la biología ni a Dios de nuestro carácter y
                    conducta. Nietzsche rechazó la
                    idea de que los humanos tengan unas naturalezas o
                    esencias fijas.
                    Más bien, se
                    trata de que las decisiones que tomemos
                    individualmente conforman
                    nuestro
                    destino. Muchos existencialistas y pensadores
                    postmodernos posteriores
                    se han
                    regocijado en la liberación ofrecida por Nietzsche
                    frente al
                    reduccionismo y al
                    determinismo.
                Aunque pudiera
                    parecer
                    que el énfasis de Nietzsche en el libre albedrío
                    rescata
                    a la humanidad de las
                    degradantes filosofías del determinismo ambiental o
                    del
                    biológico, en realidad
                    no hace tal cosa. Sólo eleva a una pequeña elite de
                    la
                    humanidad, a quien
                    Nietzsche designó como el Superhombre, o más
                    literalmente, el Sobrehombre. La
                    libertad de Nietzsche era libertad sólo para estos
                    Superhombres,
                    los genios
                    creativos (como él mismo) que se elevarían por
                    encima de
                    la masa vulgar.
                    Nietzsche no sentía más que menosprecio por las
                    masas, a
                    las que consideraba
                    como incapaces de ejercitar una verdadera libertad.
                    Aquello que
                    Nietzsche
                    designó menospreciativamente como el «instinto de
                    rebaño» de las masas sólo
                    servía para llevarlas al sometimiento bajo el
                    dominio del
                    Superhombre.
                Así, y a pesar de su
                    insistencia sobre la libertad, la filosofía de
                    Nietzsche es
                    realmente una
                    filosofía que se dirige a la creación de esclavos.
                    En
                    último término, el poder
                    decide no sólo quien domina políticamente, sino
                    también lo que cuenta como
                    verdad. Nietzsche rechazó cualquier forma de verdad
                    o moralidad
                    fijas,
                    socavando así el concepto mismo de humanidad y de
                    derechos
                    humanos. Nietzsche
                    menospreciaba la debilidad, la compasión y el
                    humanitarismo,
                    prefiriendo la
                    fuerza y el dominio prepotente. Fue especialmente
                    vehemente en su
                    rechazo de la
                    ética cristiana, porque servía a los débiles y a
                    los oprimidos. Su moralidad
                    aristocrática buscaba justificar y beneficiar a los
                    fuertes y
                    prepotentes.
                Durante el siglo
                    veinte,
                    muchos filósofos existencialistas, como Heidegger y
                    Sartre,
                    abrazaron los
                    contornos generales de la filosofía de Nietzsche,
                    negando que
                    los humanos
                    tengan ninguna esencia fija y resaltando un libre
                    albedrío
                    radical en las
                    decisiones humanas. Pero, más adelante en el siglo
                    veinte,
                    muchos pensadores postmodernos,
                    aunque fuertemente influidos por Nietzsche, han
                    reducido el elemento de
                    la
                    agencia individual, todavía importante para
                    Nietzsche. Muchos
                    académicos
                    literarios enfatizaban el texto escrito por encima
                    del autor, que
                    desaparecía
                    de toda consideración. La intención humana devino
                    irrelevante en la
                    interpretación de los documentos humanos. Así, la
                    deshumanización cayó en
                    barrena aún más abajo, al interpretarse todos los
                    valores
                    humanos como
                    construcciones sociales.
                Ahora que he dado un
                    bosquejo a grandes trazos de algunas de las
                    influencias
                    deshumanizadoras del
                    pensamiento y de la cultura en la Europa
                    moderna, quisiera sugerir por
                    qué deberíamos
                    considerarlo como importante. No todo determinismo
                    ambiental lleva al
                    marxismo,
                    ni tampoco todo determinismo biológico lleva al
                    Holocausto. No
                    todo
                    existencialismo o postmodernismo lleva tampoco a una
                    conducta inmoral.
                    Sin
                    embargo, los falsos conceptos de la humanidad pueden
                    llevar a una
                    conducta
                    destructiva y a políticas perjudiciales, tanto por
                    parte de las
                    sociedades como
                    de los individuos. Pueden afectar y afectan a la
                    manera en que tratamos
                    a otros
                    seres humanos. Los derechos humanos son un concepto
                    sin significado en
                    un mundo
                    de determinismo o de constructivismo social (o
                    individual).
                La concepción
                    subyacente
                    acerca de la naturaleza humana en cualquier sociedad
                    da forma a las
                    instituciones políticas y sociales, al derecho, y a
                    toda la
                    cultura, y ello en
                    aspectos de gran alcance. Lo recíproco es también
                    cierto
                    —los desarrollos
                    políticos, sociales y legales en una sociedad
                    influyen en su
                    concepción de la
                    naturaleza humana y de la dignidad de la vida
                    humana. Aquellos que
                    creen que
                    los humanos han sido creados a imagen de Dios
                    tendrán unos
                    diferentes valores,
                    ideales, prácticas e instituciones que aquellos que
                    consideren a
                    los humanos
                    como meramente la suma de estímulos ambientales y
                    biológicos, o que aquellos
                    que crean que los humanos pueden crear cualesquiera
                    verdades que deseen.
                NOTAS
                [1] Viktor
                    E. Frankl, The Doctor and the Soul:
                      From
                      Psychotherapy to Logotherapy (Nueva York:
                    Vintage Books, 1986),
                    xxvii.
                [2] Ernst
                    Haeckel, Die Welträthsel:
                      Gemeinverständliche Studien über Monistische
                      Philosophie
                    (Bonn: Emil
                    Strauss, 1903), 11.
                [3] Peter
                    Singer, Writings on an Ethical Life
                    (Nueva York, 2000), 77-78, 220-21; Richard Dawkins,
                    «The Word
                    Made Flesh», The Guardian (27 de
                    diciembre de
                    2001).
                [4] Eric
                    Pianka, «Biology 301M. Ecology, Evolution, and
                    Society», en
                    www.zo.utexas.edu/courses/bio301; accedido el 3-4-2006;
                    «Student
                    Evaluations [para el Dr.
                    Pianka]—Primavera de 2004», en
                    www.zo.utexas.edu/courses/bio357/357evaluations.html,
                    accedido el 3-4-2006;
                    «Excerpts from
                    Student Evaluations [for Dr. Pianka]—Fall 2004», en
                    www.zo.utexas.edu/courses/bio357/357evaluations.html,
                    accedido el 3-4-2006.
                [5] Maurice
                    Mandelbaum, History,
                      Man, and Reason: A Study in Nineteenth-Century
                      Thought (Baltimore:
                    Johns Hopkins University Press, 1971).
                [6] Ludwig
Büchner,
                    Die Macht der Vererbung und ihr Einfluss
                      auf den moralischen und geistigen Fortschritt der
                      Menschheit
                    (Leipzig: Ernst
                    Günthers Verlag, 1882), 100.
                [7] Véase
                    Richard Weikart, From Darwin
                      to Hitler: Evolutionary Ethics, Eugenics, and
                      Racism in Germany
                    (Nueva York: Palgrave
                    Macmillan, 2004); y mi próximo libro, Hitler’s
                      Ethic.
                
                
                
                Richard Weikart
                      es profesor de historia en la Universidad
                      Estatal de California, Stanislaus
                      Puede acceder a su página en inglés y a materiales
                      adicionales, en RICHARD WEIKART
                    
                      Para el
                        original en
                        inglés, puede acceder a The
Dehumanizing
                        Impact of Modern Thought