SEDIN
Servicio Evangélico de Documentación e Información
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||||||||||   Apartado 2002 - 08200 SABADELL (Barcelona) ESPAÑA | SPAIN   ||||||||


Thomas Woodward[1]

Capítulo
10
del libro Darwin Contraataca

*  *  *

La CSI [ICE] y el Filtro Explicativo

La prueba de fuego de Dembski


«Gort, Klaatu barada nikto!» Los aficionados a las trivialidades atesoran estas palabras, pronunciadas por la actriz Patricia Neal a un enorme robot de plata llamado Gort en el clásico de ciencia ficción de 1951, Ultimátum a la Tierra [The Day the Earth Stood Still].1 El argumento de la película gira en torno a Klaatu (interpretado por el actor británico Michael Reenie), un emisario galáctico que posa su platillo volante bajo la sombra del Monumento de Washington para presentar un ultimátum a las naciones de la Tierra: Aprended a vivir en paz o seréis destruidos por constituir un peligro para otros planetas. Klaatu va acompañado de Gort, el robot cuyo temible láser, que surge de una ranura en su cabeza, vaporiza un carro de combate cuando un soldado nervioso dispara y hiere a Klaatu. Después de recibir cuidados en un hospital, Klaatu escapa de las manos de las autoridades que le habían detenido y se transforma en el «Sr. Carpenter», un huésped de una casa donde también habita una joven viuda, la Sra. Benson (interpretada por Patricia Neal).

Ahorraré al lector los detalles de la trama y pasaré a la escena de la persecución, donde Klaatu, presintiendo su inminente captura, implora a la Sra. Benson que memorice estas extrañas palabras. Dice que si le sucede cualquier cosa, que ella vaya y pronuncie estas palabras a Gort, que está inmovilizado fuera de la nave espacial. Detengámonos ahora para hacer dos preguntas: (1) ¿Cómo sabemos que esta críptica frase contiene verdadera información, en contraste con un mero parloteo sin sentido? (2) ¿Podemos saber qué significa el mensaje? Para ver que la frase no es un parloteo vacío (una mezcolanza de sonidos carentes de sentido), todo lo que tenemos que hacer es mostrar que es probablemente un conjunto significativo de palabras en el contexto de la acción de la película. Pero al decir que es «significativo» se suscita de forma simple la pregunta más específica: ¿qué es precisamente lo que significan estas palabras? Solo podemos suponerlo. Funciona como una orden para activar a Gort, de modo que quizá sea una orden simple: «¡Sal a rescatar a Klaatu!» Pero en el cerebro computerizado de Gort podría significar mucho más, como «Klatu dice que inicies la acción de emergencia XV-6», donde XV-6 es un conjunto de instrucciones preprogramadas para desarrollarse de manera lógica, incluyendo: (1) localizar a Klaatu, (2) destruir amenazas y barreras por el camino, y (3) realizar todas las decisiones de seguimiento para ayudar a Klaatu. (Si el lector ha visto la película, sabrá por qué estoy diciendo todo esto.) Lo fundamental es la respuesta de Gort: desde luego, esta orden lo activa, y esta es la evidencia más clara de que la frase es ciertamente portadora de significado.

¿Ayuda el análisis léxico a identificar el significado? Aparte de «Gort», el mensaje está típicamente escrito con tres palabras con un total de diecisiete letras, con una sola de las mismas con un significado conocido. Las otras dos palabras son desconocidas; parece que hemos llegado a un punto muerto. Todo lo que podemos decir es esto: el significado proporcionado por las tres palabras, usando diecisiete letras, parece ser una orden dispuesta para activar a Gort en favor de Klaatu. Pero en todo caso no tenemos que saber el significado exacto de «Klaatu barada nikto» para detectar la presencia de verdadera información —una secuencia de símbolos portadores de significado y que exhibe las dos cualidades cruciales de complejidad y especificación. Esta cadena de símbolos se caracteriza en primer lugar como compleja —exhibe una pauta con una cantidad de componentes constitutivos que no se siguen repitiendo de una manera uniforme, en contraste a los átomos de sodio y cloro en un cristal de sal. En segundo lugar, está especificada —cada símbolo en la cadena está estipulado, o escogido, hasta cierto punto. La cadena no puede tolerar sustituciones aleatorias de símbolos verbales (mutaciones verbales), si se quiere mantener el significado. Por esta razón Klaatu hizo que la Sra. Benson repitiese la frase durante la escena de la persecución hasta que la tuvo memorizada de forma exacta con cada vocal y consonante en su lugar. De modo que la significativa frase de Klaatu exhibe complejidad especificada. Desde luego, contiene información.

¿Qué tiene que ver todo esto con el darwinismo y la lucha acerca del Diseño Inteligente? Prácticamente, todo, porque la complejidad especificada es definida por los teóricos del DI como el indicador universal fiable (criterio) de una causa inteligente que ha dejado su impronta. Allí donde se encuentren segmentos de información compleja con una gran especificación encontramos las huellas de la inteligencia. Observemos el paralelo de la película con la biología: la frase de tres palabras de Klaatu, con sus diecisiete letras, es estructuralmente idéntica al sistema de lenguaje del ADN y de las proteínas. Una de las proteínas más cortas, el citocromo C, tiene cien aminoácidos, esencialmente cien letras bioquímicas encadenadas juntas para formar una larga palabra proteínica. Pero la secuencia aminoácida es resultado de la traducción del gen del citocromo C —un código funcional con una secuencia ADN-ARN de algo más de trescientas letras genéticas dispuestas en cien codones (palabras de tres letras usadas por el ADN y el ARN). El paralelo del ADN-ARN con las oraciones humanas (o robóticas) queda realzado por la presencia de palabras especiales en los dos extremos de las secuencias del gen, el codón de inicio y el codón de paro. Estas palabras genéticas especiales funcionan como la letra mayúscula y el punto que marcan el comienzo y el fin de una oración.2

La inferencia desde la información a la inteligencia está además fundamentada sobre un corolario vital, aunque a menudo pasado por alto, y que es la principal reivindicación empírica del DI respecto a la información: Hemos aprendido que las células pueden intercambiar información alrededor y recombinar los genes en el interior del genoma. Pero la observación y experimentación científicas no han desvelado que la naturaleza posea la capacidad de componer información genética especificada en cantidades significativas.3 Así como «Klaatu barada nikto” surgió de la inteligencia y se comunicó a un sistema cuasi-inteligente programado desde la inteligencia (el avanzado cerebro computerizado de Gort), así el DI argumenta que podemos llegar a la conclusión de que los segmentos de información compleja especificada en el ADN, ARN o proteínas que se encuentran en cada planta o animal tienen que proceder de un verdadero diseño realizado por alguna inteligencia. Esta conclusión tiene una solidez intelectual absoluta, a no ser que llegue un día futuro en el que descubramos por investigación experimental que existen causas naturales que en verdad puedan crear la complejidad especificada. Uno podría incluso decir que la inferencia al designio a partir de la complejidad especificada es la cuestión esencial que se está debatiendo encarnizadamente. Es el DI en pocas palabras, y sus conclusiones difieren tan radicalmente como nadie pueda imaginar de las de la teoría darwinista.


Medición de la información en el ADN

Al plantear el desafío de explicar el origen de la información biológica, Stephen Meyer y los demás teóricos del DI han centrado su enfoque en el contenido de información del ADN con su alfabeto de cuatro letras, compuesto de cuatro ácidos nucleicos: A (adenina), T (timina), C (citosina) y G (guanina). (El ARN usa un conjunto similar de letras, pero con un cambio: el uracilo, o U, toma el puesto de la T.) Con el uso de estos singulares conjuntos de cuatro letras, que constituyen palabras de tres letras (los codones mencionados anteriormente), la célula tiene la capacidad de almacenar y copiar miles de complejos ficheros especificados de información genética dentro de su «disco duro» (el genoma). Ya hemos visto que la cantidad mínima de complejidad especificada de una bacteria teórica supersimple parece oscilar alrededor de 250 genes. (Recordemos que esta es una estimación extremadamente prudente. El límite inferior podría ser realmente cuatro veces superior o más.) Digamos que cada gen tiene una media de 500 pares de letras de ADN. Esto asciende a un total de 125.000 letras, dispuestas apropiadamente en ficheros digitales biológicos. Pero un estudio reciente de Eugene Koonin sugiere que el total de letras (bases) genéticas en la bacteria más simple concebible se encuentra probablemente en el margen de 318.000 a 562.000 letras.4

Tomaré así el límite inferior de Koonin, y procederemos a comparar esta masa de información con el texto del presente libro que el lector tiene en sus manos. Al escribir cada capítulo, usaba la función de contaje de palabras para ver la extensión de dicho capítulo. Mi límite autoimpuesto era de 6.000 palabras por capítulo, lo que en promedio asciende a unas 30.000 letras [el autor se refiere a su original inglés —N. del T.]. Usando esto como guía, la biblioteca genética típica de Koonin para la bacteria más simple tendría al menos tantas letras especificadas como diez de los capítulos más largos de este libro juntos —en otras palabras, ¡tendría una extensión como la de este libro, o más! Tengo la impresión de que la mayoría de los americanos instruidos no saben que los genomas de incluso las formas de vida más limitadas posibles han de estar repletos de unas cantidades tan asombrosas de un ADN complejo y especificado. Los animales superiores, con sus 20.000 genes arrollados en el núcleo de la célula, ascenderían a un total cincuenta veces (y hasta cien veces) superior de información —quizá hasta cien libros o más.5 Esta fenomenal realidad informacional —las inmensas bases de datos de materia informacional en el ADN, ARN y proteínas —constituye el segundo mayor motor de la teoría del DI además del argumento de la complejidad irreducible de Michael Behe. Estas realidades informacionales (sea en libros de autoría humana, sea en genomas de ADN) han recibido un nombre especial: CSI (Complex Specified Information, o Información Compleja Especificada, ICE).


La CSI (o ICE) y el Filtro Explicativo

¡No confundamos esta CSI con la popular serie televisiva del mismo nombre! En la nomenclatura del Diseño Inteligente, CSI significa «Complex Specified Information», o Información Compleja Especificada (ICE), un concepto crucial para el sistema de detección del designio del DI. A veces, estas pautas informacionales se designan simplemente como «complejidad especificada». Los dos términos son prácticamente equivalentes. Este concepto fue desarrollado principalmente por William Dembski y Stephen Meyer durante el período de 1992-1996.

¿Cómo se consigue realizar el paso lógico desde la ICE (o complejidad especificada) hasta la causa inteligente responsable de su producción? Dembski ha abierto un camino clave al vincular la ICE con otra idea crucial, el «Filtro Explicativo». El filtro, que ha recibido mucha atención y crítica de parte de los adversarios del DI, sostiene que cualquier acontecimiento u objeto natural se puede analizar mediante una serie de tests estadísticos o probabilísticos, para ver si puede haber sido causado por una ley natural o por azar. (La estadística y la probabilística son las disciplinas de Dembski; uno de sus dos doctorados lo ha recibido en matemáticas.) Finalmente, si fallan ambos criterios de ley y azar, se aplica el último test (o «test de especificación») para ver si el acontecimiento u objeto se pueden atribuir a designio. Más todavía que la ICE, el Filtro Explicativo ha pasado a ser una dura zona de combate. Ha corrido más tinta, tanto impresa como metafórica en Internet, por lo que respecta a Dembski y a su filtro, que acerca de cualquier otro tema del DI, con la excepción de Michael Behe. Las cuatro principales bombas anti-DI de 2004 —los libros revienta-búnkers mencionados en el capítulo 4— iban dirigidas tanto contra la obra de Dembski como contra la de Behe. Todos los cuatro libros asaltaron los documentos de Dembski de forma extensa, pero el récord mundial va a Mark Perakh, cuyo libro Unintelligent Design (Diseño ininteligente) dedica su primer capítulo entero, con una cantidad increíble de noventa y dos páginas, a enfrentarse al matemático del DI. (Esto es, la cuarta parte de un libro de 415 páginas con catorce capítulos, que apuntan a catorce objetivos escogidos.)

La tentación para cualquiera que se dedique a resumir este extenso debate sería la de sencillamente citar algunas críticas clave procedentes de la literatura anti-DI, luego pegar largos extractos del libro fundamental de Dembski, The Design Revolution [publicado en castellano con el título de Diseño Inteligente], y dejarlo correr. Diseño Inteligente es un libro de suprema importancia en el debate público acerca del DI. Responde con vigor a más de cuarenta planteamientos —muchos de los cuales son torpedos lanzados con la intención de destruir el DI. Me resistiré a citar excesivamente de Diseño Inteligente, pero se recomienda al lector que consiga su propia copia del libro y la lea conjuntamente con este capítulo para poder comprender la enérgica respuesta del DI en este frente de batalla.6

Este capítulo se concentrará en los choques acerca de la CSI (o ICE), y especialmente acerca del Filtro Explicativo. Para preparar la escena, haré un rápido repaso de los antecedentes históricos del concepto del filtro —cómo se desarrolló y cómo funciona en su forma más moderna. Luego exploraremos dos de las más enérgicas críticas del filtro y de los argumentos de Dembski en general.7 Junto con los ataques expondré las réplicas de Dembski, y, como conclusión del capítulo, observaremos en Diseño Inteligente algunas de las más enérgicas críticas hasta la fecha contra el paradigma darwinista.


La Historia del Filtro

Detrás de cualquier gran idea o descubrimiento científico subyace una fascinante historia humana. Esto es cierto de William Dembski y su Filtro Explicativo. Dediqué la mayor parte del capítulo 9 de Dudas sobre Darwin a contar los antecedentes de Dembski: su instrucción académica, que le llevó a obtener dos doctorados; su publicación de su célebre libro revisado por pares, The Design Inference [La inferencia del designio], por parte de la editorial Cambridge University Press; el argumento esencial de su Filtro Explicativo; y los altibajos de su carrera como profesor investigador en la Universidad Baylor.8 Aquí pasaré por alto prácticamente todo este detalle y me concentraré en el Filtro Explicativo reviviendo una intensa conversación que disfruté con Dembski cuando nuestros caminos se cruzaron en el aeropuerto de Seattle en agosto de 1993. Para entonces éramos amigos, ya que nos habíamos conocido en un congreso filosófico en la Universidad de Princeton en 1990, y habíamos participado juntos en simposios académicos desde entonces.9 Nuestra charla tuvo lugar mientras yo conducía un auto alquilado y nos dirigíamos a una reunión del Comité Ah Hoc para los Orígenes —un foro para escépticos de la biología darwinista que fue precursor del Movimiento del Diseño Inteligente. No estoy seguro de que él recuerde aquella conversación, pero para mí fue inolvidable. Después de la normal conversación en tono menor, Bill me mencionó de pasada el Filtro Explicativo que había estado germinando en su mente. Yo no tenía ni la menor idea de un concepto así, y le pedí que me lo explicase.

Naturalmente, no tomé ningunas notas, porque estaba conduciendo, pero he repetido mentalmente esta conversación muchas veces y creo que la tengo prácticamente memorizada en su esencia. Dembski me explicó que si uno quería saber, con rigor lógico y matemático, si el fenómeno X —algún objeto o acontecimiento sospechoso— ha sido producido por Diseño Inteligente, se puede someter a una batería de tres filtros. Primero, uno pregunta si X tiene una elevada probabilidad, como la que se podría producir de manera muy simple por la acción de una o más leyes de la naturaleza. Si se descubre que X tiene una alta probabilidad (como en el caso de una bola que se deja caer repetidamente y siempre se precipita hacia el suelo, con una probabilidad cercana al 100 por ciento), entonces se puede considerar como plenamente explicada por ley o necesidad (en el caso de la bola, por la gravedad). Sin embargo, si X queda sin explicación, debido a que no tenga una alta probabilidad, entonces X pasa al siguiente filtro. Luego se plantea si tiene una probabilidad media o moderada, donde se podría explicar fácilmente X por azar. Un ejemplo de ello es echar una moneda al aire; conseguir cara se puede explicar por azar, porque tiene una probabilidad media de una de entre dos, o un cincuenta por ciento. (Más adelante, este nivel de azar se designó como «probabilidad intermedia»).

El segundo filtro, o el filtro del azar, puede incluso atrapar acontecimientos de una probabilidad moderadamente baja, y, para ilustrar esto, saltaré del auto de alquiler a las noches de póquer (centradas en un enorme jarro lleno de centavos) que Ron y Janet celebran con sus amigos Jason y Lori. Parece que Ron suele ganar, de modo que imaginemos que Ron recibe una mano (literalmente) perfecta: una escalera real de picas. La probabilidad de esta mano es de 1 en 2.598.960, lo que es una probabilidad terriblemente baja, pero no tan baja que haga absolutamente inverosímil que alguien tenga la enorme suerte de conseguir esta mano. De hecho, si se sirven 2.600.000 de manos de póquer en los Estados Unidos durante este año (y la cantidad puede que sea varias veces superior), es muy probable que alguien en algún lugar estará celebrando esta mano perfecta tan esquiva, porque ha habido tantos intentos. (La cantidad de intentos para alcanzar un acontecimiento hasta cierto grado improbable queda incluida de manera específica en el razonamiento de Dembski. Recibe la designación de «recurso probabilístico» de un tipo «replicativo», y es solo hasta este extremo que me parece que debería introducirme en las cuestiones técnicas.10)

Si sometemos al filtro la gozosa victoria de Ron con una escalera real de picas, pasa a través del primer filtro (no ha quedado atrapada como un acontecimiento de alta probabilidad o debido a la acción de una ley), pero queda atrapada por el segundo filtro al tener una probabilidad de meramente una en 2,5 x 106 —con lo que resulta de una probabilidad moderadamente baja. En otras palabras, la mano de Ron se puede explicar por casualidad. Nadie ha hecho trampa que sepamos; no ha sido por designio.

Imaginemos ahora un escenario (hay que admitir que extremado), una maratón de póquer hasta altas horas de la madrugada, en la que se dan un total de veinticinco manos, y para pasmo constante del grupo (y con unas sospechas crecientemente justificadas) Ron recibe una segunda escalera real de picas, luego una tercera, y así a través de la noche en cada mano, a pesar de los mejores esfuerzos por barajar las cartas con todo cuidado. Ahora bien, la probabilidad de todo este imaginado acontecimiento es extremadamente pequeña —¡muy por debajo de una en 10150! ¿Cómo analizamos este nuevo hipotético resultado mediante el filtro?

Es hora de volver ahora a la conversación sostenida con Dembski en el auto, mientras circulábamos por Seattle. Me explicó que si el fenómeno X no resulta atrapado por el primer filtro (elevada probabilidad) ni por el segundo filtro (una probabilidad de media a moderadamente baja), entonces es, por definición, un «acontecimiento de muy baja probabilidad», y se remite entonces a un tercer y definitivo filtro para examinar la posibilidad de que fuera por designio. Pero antes de aplicar este tercer filtro tenemos que detenernos y preguntar: ¿Cuán baja ha de ser la probabilidad para ser muy baja? En otras palabras, ¿a qué muy bajo nivel de probabilidad se pasa del segundo filtro al último? Personalmente, yo sospecharía «diseño inteligente» (una interferencia deliberada) en un juego de póquer si apareciesen sencillamente dos escaleras reales seguidas (con una probabilidad de alrededor de 1 en 6 x 1012), y ya no hablemos de veinticinco manos consecutivas de las mismas. Pero, dado un universo tan enorme, con tanta materia que barajar y con tanto tiempo para probar, Dembski decidió ser cauteloso al máximo. Él ha establecido el nivel para una probabilidad muy baja como el de un acontecimiento pasmosamente excepcional: ¡cualquier cosa por debajo de uno en 10150! Esta cifra tiene un nombre: el «límite universal de probabilidad» del Filtro Explicativo. (Un matemático francés del siglo veinte, Emil Borel, había establecido uno en 1050 como su «límite universal de probabilidad»; otros han sugerido cifras algo superiores a las de Borel.11) Se precisaría de unas veinticinco manos perfectas de póquer para llegar al límite universal de probabilidad de Dembski, pero se precisaría solo de ocho manos perfectas consecutivas para llegar al límite de Borel. Como he indicado anteriormente, el «limite universal de probabilidad para el póquer» de Woodward será probablemente de dos manos, ¡tres como máximo!

Técnicamente hablando, cualquier acontecimiento u objeto complejos tienden a ser sumamente remotos en su probabilidad, así que, ¿cómo nos guardamos de calificar como «debido a designio» un resultado meramente aleatorio y carente de significado, como el resultado de echar al aire una moneda mil veces? El resultado obtenido de echar monedas al aire mil veces tendría una probabilidad (de una en 10300) muy por debajo del límite extremadamente bajo de probabilidad de Dembski, pero evidentemente no está guiado de forma inteligente. La respuesta la encontramos en el tercer y último filtro, que no he dado todavía en la explicación. En la conclusión de su explicación acerca de los tres filtros mientras viajábamos en aquel auto de alquiler, expuso que si X no es un acontecimiento de alta probabilidad ni de probabilidad media o moderada, pasa a un tercer filtro, que pregunta si X se conforma a algún ideal aportado de manera independiente o a un modelo especificado. Este recibe el nombre de «filtro de especificación».

Quizá un ejemplo servirá para delinear claramente este extremo, pero debo pasar del póquer a «sutiles mensajes en la cocina». Las letras que se derraman de una caja caída de cereales de letras sobre nuestra mesa de desayuno formarán interesantes formas, pero no será de esperar que caigan de modo que digan: «TOM SACA LA BASURA». En tal caso, interpretaré de modo natural estas quince letras así alineadas como un creativo recordatorio de mi mujer y no las ignoraré como si se tratase de un accidente insólito, un azar. Es en este patrón especificado —tanto en mensajes con cereales, escaleras reales repetidas, o secuencias de ADN tan vitales para la vida— que se hace sentir el poder fundamental del filtro. Así, si hay algo a la vez «muy improbable» (que ha pasado a través de los dos primeros filtros) y «especificado» (que ha pasado a través del último filtro), entonces sabemos, de forma muy simple y directa, que alguna inteligencia lo ha diseñado o conformado. No ha sucedido por causalidad, por pura suerte.

Recapitulando, Dembski y Meyer, junto con los teóricos del DI en general, son del parecer que la ciencia posee ahora un eficaz instrumento basado en principios sólidos —el Filtro Explicativo—, con el que detectar la acción de causas inteligentes para producir diseños en sistemas físicos. Cuando se alimenta un conjunto de secuencias de genes o un pequeño grupo de secuencias (aminoácidas) de proteínas a través del Filtro Explicativo, queda confirmado inmediatamente que se trata del producto del designio, y no de la ley natural ni del azar (esto es, de causas naturales). En su libro No Free Lunch [No hay nada gratis] (2002) Dembski incluso examinó el flagelo bacteriano y cuantificó su estructura de tal manera que podía analizarse mediante el Filtro Explicativo. El resultado no constituye ninguna sorpresa. El flagelo, debido a la rigurosa especificación para su funcionamiento en sus cuarenta proteínas constituyentes, junto con su probabilidad extremadamente baja (calculada como de 1 entre 101170, mucho más allá del límite de probabilidad de Dembski), fue fácil y terminantemente atribuido al designio por parte del filtro. ¡La probabilidad de que este flagelo hubiera ocurrido por una afortunada selección de letras biológicas para constituir las cuarenta proteínas equivale a la probabilidad de obtener 190 escaleras reales consecutivas!13

El Filtro Explicativo ha sido ligeramente modificado durante los últimos doce años, pero la idea fundamental permanece; es solo la terminología lo que ha cambiado o se ha ajustado. Por ejemplo, el filtro en su forma más actual, tal como ha quedado publicado en The Design Revolution,14 permanece sin cambios en su esencia. Sencillamente, ahora emplea tres «nodos de decisión»:

1.      Contingencia — si X no es contingente, esto es, si X no es «incierta», entonces se debe a ley, y queda aquí como plenamente explicada. Si es contingente o incierta, pasa al siguiente nodo.

2.      Complejidad — si X no es sumamente compleja, en otras palabras, si tiene una probabilidad de ocurrir mayor que uno entre 10150, se detiene aquí y se atribuye al azar. Si la probabilidad es tan diminuta y remota que va más allá de esta probabilidad, pasa al siguiente nodo.

3.      Especificación — si X, de la que ahora se sabe que es sumamente compleja e increíblemente improbable, resulta especificada, esto es, que se conforma a una pauta dada independiente, en tal caso se atribuye al designio. Si no, entonces una vez más puede explicarse por azar.

De modo que la forma más nueva del filtro no es en realidad esencialmente diferente de la descripción que tuve la fortuna de oír mientras viajábamos en 1993 en aquel auto de alquiler. Algunos críticos darwinistas han querido aprovechar los cambios que Dembski ha realizado en el filtro, como si se tratase de que no puede acabarse de decidir, o que trata de resolver problemas. Esta es una falsa acusación. Cualquier buena idea científica pasará por un constante proceso de pequeños retoques y mejoras.

La belleza retórica del filtro es polifacética. En primer lugar, se trata de un método cauto, que no salta demasiado rápidamente a la conclusión del designio. Segundo, es también riguroso —llega a la conclusión solo después de un metódico análisis estadístico de las probabilidades. Tercero, comporta también que la idea clave de la teoría del Diseño Inteligente es religiosamente neutra, en el sentido de que señala a «una inteligencia» en general y no a la identidad específica de ningún agente o agentes responsables. Cuarto, es un método intensamente confirmado para empezar, por cuanto está arraigado en la realidad de la verificación empírica o inductiva. Dembski observa que nunca produce falsos resultados:

La justificación de esta afirmación [acerca de la fiabilidad del criterio] es una generalización inductiva directa: en cada caso en que exista complejidad especificada y donde se conozca la historia causal subyacente (esto es, cuando no estamos solo tratando con evidencias circunstanciales, sino que, por así decirlo, la cámara filmadora está en marcha y cualquier agente inteligente sería atrapado con las manos en la masa), resulta que el designio también se encuentra presente. ... Esta es una declaración audaz y fundamental, de modo que la volveré a enunciar: Allí donde es posible la corroboración empírica directa, el designio está verdaderamente presente siempre que está presente la complejidad especificada.15

De modo que si el aspecto empírico negativo del DI se ve en el trabajo de Jonathan Wells, con su profunda crítica de las «pruebas» de una macroevolución impulsada por fuerzas naturales, el aspecto empírico positivo se encuentra en gran medida en la ICE y en el Filtro Explicativo.

 

Los darwinistas contraatacan contra Dembski y el Filtro 

Es de esperar que cualquier idea científica nueva y controvertida, como el Filtro Explicativo, sea sometido al más riguroso escrutinio y análisis posibles por parte de sus oponentes. Esto es lo que ha sucedido, y estas duras críticas son desde luego una parte necesaria (aunque dolorosa) del avance de los conceptos del DI hacia la gran corriente de la ciencia. Por lo que se refiere a nuestro tema relacionado de la ICE (o CSI), parece que no se ha lanzado un ataque global equivalente. Se hacen algunas críticas del concepto de la ICE (o complejidad especificada), tan ampliamente utilizado por los teóricos del designio, pero las críticas son mucho más templadas. Esto puede reflejar el hecho de que la ICE funciona más como un concepto fundamental, descriptivo, empleado incluso por destacados científicos no pertenecientes al campo del DI,16 y no implica de una manera tan evidente, por sí mismo, la conclusión del designio.

Las enérgicas críticas de nuevos conceptos y metodologías de la ciencia son cosa normal y útil. Lo que es menos común (y menos apropiado) es que los oponentes de una nueva idea científica ataquen a la persona que está desarrollando la nueva idea. Esto último es precisamente lo que ha sucedido en el caso de William Dembski. Quizá debido a la percepción de amenaza de parte de sus ideas, la estrategia de ataque entre los darwinistas contra Dembski se ha transformado en algo feo y personal, con un salpimentado de escarnio y menosprecio. Los oponentes darwinistas acusan frecuentemente a Dembski (a modo de ejemplo) de una extremada autoconfianza que llega a la arrogancia acerca de la importancia de sus propias ideas.17 Acusan constantemente a Dembski del uso de tediosos (y excesivos) «formalismos matemáticos», o de «matematismo como instrumento de embellecimiento»18 para impresionar en exceso a los lectores legos con su erudición académica. A mí, estas críticas me parecen absurdas, injustas y totalmente irrelevantes. Como mucho, indican el nivel de desesperación de los darwinistas al arrojar todo lo que tienen contra Dembski. Pero, con todo, mi propósito en esta reseña de las críticas es apartarme de la táctica de los ataques personales, y concentrarme en las objeciones materiales.

 

El Problema de las Causas Mixtas 

Una de las quejas más comunes contra el Filtro Explicativo es la alegación de que se centra erróneamente en una causa singular para el análisis a la vez, cuando en casi cada caso que se pueda imaginar puede haber más de una causa implicada simultáneamente. Perakh lo expone así: «La delimitación categórica que hace Demski entre ley, azar y designio como las tres causas independientes tampoco parece ser realista, porque ignora múltiples situaciones en las que dos de estas causas o todas tres pueden estar en juego a la vez».19 Varios otros críticos se hacen eco de esto, especialmente Michael Ruse.20 Lo esencial es que cuando un acontecimiento tiene lugar por mero azar (como un solo tiro de una moneda al aire o la escalera real única de Ron), sigue comportando las regularidades de la naturaleza, como la sustancia física de las monedas y de las cartas, la ley de la gravedad, que regula las monedas o las tarjetas cuando vuelan por el aire, etcétera. Lo mismo sucede cuando se determina que un objeto ha sido diseñado; sigue participando, hasta cierto punto, de ley y de azar. Para clarificar este punto, sigamos escuchando a Perakh:

Consideremos el ejemplo que da Dembski de una competición de tiro al arco. Si un arquero dispara una flecha y da en la diana, esto es, según Dembski, un suceso especificado que tiene que ser ciertamente atribuido al designio. En el sistema de Dembski, el designio excluye a la vez el azar y la ley. ¿Podemos realmente excluir la ley como antecedente causal del suceso en cuestión? Yo propongo que el éxito del arquero fue resultado no solo del designio, sino una combinación de designio y de ley. Lo cierto es que la destreza del arquero se manifiesta solo asegurando una cierta velocidad de la flecha en el momento en que salta del arco. Este valor de la velocidad se debe al designio. Sin embargo, tan pronto como la flecha se ha separado del arco, su vuelo posterior va regido por las leyes de la mecánica. El suceso especificado —la diana perfecta— se ha debido simultáneamente al designio y a la ley. La flecha no hubiera hecho diana si faltase cualquiera de estos dos antecedentes causales. En este caso, el designio opera a través de la ley y sería imposible sin ley.21

A primera vista, Perakh y sus acompañantes críticos parecen haber identificado un fallo fundamental en el filtro. Pero, ¿es así? Cuando leí por primera vez la objeción de Perakh referida a la «causa mixta», consideré que se trataba esencialmente de una estratagema. Recordemos el ejemplo anterior de una caja de cereales desparramada, y que los cereales en forma de letras sobre la mesa daban un mensaje de parte de mi mujer. Nadie en el mundo en su sano juicio y con conocimientos científicos negaría por un momento que las piezas de cereales azucarados, con formas de letras del alfabeto latino, estuviesen obedeciendo las leyes de la física y química en su constitución interna, así como en sus movimientos cuando se derramaron, y que luego fueron dispuestas en un orden preciso por una mano cariñosa. De modo que el funcionamiento de todas las leyes físicas normales era el trasfondo dado —un sustrato supuesto de todo el sistema que se está investigando. No tuve que examinar la estructura química de los azúcares y de los hidratos de carbono complejos en las piezas de cereales para luego exclamar: «¡Ahí lo tengo! ¡Han sido las leyes químicas de las moléculas alimenticias que operando al azar han producido el mensaje!» Esta sería una conclusión absurda. Es cierto que las leyes de la física y de la química han estado en operación junto con el designio en el mensaje comunicado por las piezas de cereales, pero las leyes por sí mismas no son la explicación crucial que da satisfacción a la situación hallada; su papel es relativamente trivial, y no son suficientes por sí mismas como explicación convincente.

Del mismo modo, un químico y un físico pueden trabajar en equipo y estudiar el funcionamiento físico preciso de un anuncio de neón. Pueden explicar de manera exhaustiva cómo funcionan los circuitos eléctricos y por qué el neón resplandece con su luz rojiza, obedeciendo a las leyes de la naturaleza. Pero toda su investigación no podrá explicar el origen de las formas «Beba Coca-Cola» en las que están retorcidos los tubos de neón. La ley física (o el azar) nunca explicarán adecuadamente el mensaje escrito de la luz de neón.22 Este fue el mismo argumento fundamental expuesto por el filósofo británico de la ciencia de origen húngaro, Michael Polanyi, especialmente en su artículo de 1967, «La vida trasciende a la física y la química», así como en otras publicaciones, comenzando en época tan temprana como la década de los 50. Polanyi estableció un «método para establecer contingencia mediante grados de libertad en la década de los 60, e hizo uso de este método para razonar la irreductibilidad de la biología a la física y a la química».23 Poco antes de su muerte, Polanyi había comenzado a sondear en especial el misterio de la información en el ADN, y estaba convencido de que el conocimiento de las leyes físicas que gobiernan el ADN como sustancia no explicarán adecuadamente el origen del mensaje codificado mismo.24

Dembski mismo echa por tierra la objeción de las causas mixtas. En The Design Revolution [La revolución del designio], cita primero la objeción que Michael Ruse plantea al filtro. Ruse se centra en Ronald Fisher, uno de los fundadores de la síntesis neodarwinista en el período anterior a 1950. Ruse dice que el mismo Fisher creía que «las mutaciones venían individualmente por azar, pero que colectivamente son gobernadas por leyes (e indudablemente están gobernadas por las leyes de la física y de la química en su producción) y que por esto pueden proporcionar la materia prima útil para la selección (ley) que produce orden de en medio del desorden (azar)». Como un extra adicional, Fisher «¡sostenía que todo estaba planeado por su Dios anglicano!»25 Ruse afirma que al menos dos de las causas, y quizá todas tres, están irremediablemente mezcladas. Dembski contesta:

Ruse está en un error cuando piensa que el Filtro Explicativo separa la necesidad, el azar y el designio en tres categorías mutuamente exclusivas y exhaustivas. El filtro modela nuestra práctica ordinaria de atribuir estos modos de explicación. Naturalmente que las tres causas pueden concurrir. Pero generalmente predomina uno de estos modos de explicación. El viejo automóvil lleno de herrumbre en la entrada de tu casa, ¿está diseñado? La herrumbre y la apariencia ruinosa del automóvil se deben al azar y a la necesidad (la acción de los elementos, la gravedad y una multitud de otras fuerzas naturales sin dirección intencionada). Pero tu automóvil también exhibe designio, lo que es generalmente el tema de interés. Lo que es más, cuando uno se concentra en aspectos apropiados del automóvil, el filtro detecta este designio. En último término, lo que posibilita al filtro detectar el designio es la complejidad especificada. El Filtro Explicativo proporciona una manera accesible para establecer la complejidad especificada. Por esta razón, la única manera de refutar el Filtro Explicativo es demostrar que la complejidad especificada es un criterio inadecuado para detectar el designio.26


El peligro de los falsos positivos

Dembski razona que en último término la fuerza y la eficacia del Filtro Explicativo quedan establecidas comprobando si funciona. El filtro es robusto porque funciona —de forma repetida, fiable, una y otra vez cuando se comprueba frente a los hechos de la naturaleza. En resumen, no se le conoce ningún fallo. Esta es una afirmación atrevida, pero un registro de éxitos al 100 por ciento es un prerrequisito muy importante para cualquier teoría que quiera llegar a ser un instrumento fiable en el trabajo analítico de la ciencia. Me he referido antes a este punto fuerte del filtro, pero Dembski vuelve a este tema:

Al eliminar con ello todos los mecanismos materiales, no decimos que un fenómeno sea inherentemente inexplicable. Lo que estamos realmente diciendo es que los mecanismos materiales no lo explican, pero que el diseño dirigido por un designio sí. Esta conclusión del designio no deriva de una imaginación calenturienta, sino sencillamente de seguir la lógica de la inducción a donde nos guía: En los casos en los que se conoce la historia causal subyacente, la complejidad especificada no aparece sin designio. Por tanto, la complejidad especificada proporciona un respaldo inductivo no meramente a la imposibilidad de explicación en términos de mecanismos materiales, sino también para la capacidad explicativa en términos de designio.27

En otras palabras, los patrones de causa y efecto del universo son unánimes. No está registrado ningún caso, en ninguna parte ni en ningún tiempo, en el que una historia causal plenamente conocida de una complejidad especificada fuese atribuida a una explicación natural. Esto es importante por diversas razones. Primero, confirma la legitimidad del filtro, porque este procedimiento es de nueva formulación y necesita un respaldo confirmatorio para persuadir a los dubitativos. Un respaldo universal procedente de los estudios de casos empíricos conocidos sirve de ayuda para conseguir un fuerte apoyo entre los científicos. Segundo, este fundamento inductivo de certidumbre acerca del filtro (que no descansa en especulaciones, sino en la estructura de causa y efecto del universo) es una eficaz réplica a la acusación de estar recurriendo al «Dios de los Vacíos» (DDLV). Los argumentos basados en el DDLV se usan para acusar a los teóricos del designio de introducir a Dios de manera innecesaria en un punto pequeño y temporalmente pendiente de resolución dentro de un entramado por otra parte perfectamente conocido de relaciones de causa y efecto. Los ataques utilizando el concepto del DDLV son intensos, como, por ejemplo, en el despreciativo rechazo por parte de Neil deGrasse Tyson del DI en Natural History.28 Como respuesta a Tyson y a otros críticos que hacen acusaciones tipo DDLVG, el DI dice: «No, esta no es una empresa de llenar vacíos. Al contrario, estamos infiriendo la misma clase de relación de causa y efecto que se observa por inducción, miles de veces al día, sin ninguna excepción conocida en todo el universo observable».

Aquí es precisamente donde los críticos del DI intentan depositar sus mayores cargas de explosivos. Si pudiesen demostrar uno o mejor varios falsos positivos producidos por el Filtro Explicativo, entonces la idea se convertiría en una curiosidad inútil y carente de sentido. Si se pueden exponer unos falsos positivos que se mantengan, el filtro se hunde. Primero tenemos que preguntarnos: ¿Qué es un falso positivo? Y también, ¿qué es un falso negativo? Primero despejemos el argumento de los falsos negativos.


Los falsos negativos: No constituyen ningún problema

Los falsos negativos no constituyen un problema para el filtro; tanto los darwinistas como los teóricos del DI saben que son de esperar. Un falso negativo es un falso «no» a la pregunta clave: ¿Ha sido por designio? La inteligencia puede imitar procesos naturales, de modo que a veces no se detecta la acción inteligente; se desliza a través de la red. Un ejemplo sería el escenario en el que Ron tuvo tres escaleras reales seguidas. Cualquier observador hubiera abrigado fuertes sospechas de intervención inteligente detrás de aquellas tres espectaculares manos de Ron. Supongamos, en sintonía con mis sospechas, que alguien ha manipulado las cartas. ¡Sería por designio! Pero debido a su gran cautela, el filtro de Dembski no lo detectaría todavía, porque la probabilidad matemática no alcanza el límite universal de probabilidad, que es una posibilidad entre 10150. Hubo designio, pero el filtro no declaró «designio» debido a su naturaleza sumamente cautelosa.

De forma alternativa, imaginemos que cuando Ron consiguió su primera escalera real, los cuatro interrumpen la partida para celebrarlo. Mientras que están conversando animadamente y bebiendo té helado a grandes sorbos, Jason echa un vistazo a la siguiente baraja (ya mezclada) de cartas. ¡Para su horror y recelo, ve que Ron va a conseguir otra escalera real en la segunda mano! Sospechando trampa, Jason vuelve a barajar las cartas con disimulo a fin de que Ron reciba una mano nada impresionante, y que parezca proceder del azar. De modo que la siguiente mano —de apariencia bien ordinaria— fue diseñada por Jason, pero nadie lo sospecha, y ninguna aplicación del filtro lo podría detectar. En ambos ejemplos, extraídos del póquer, el punto clave a comprender es que este fenómeno de los falsos negativos no constituye un peligro para el filtro; es algo totalmente de esperar.


Falsos Positivos: Caso 1

Los falsos positivos constituyen otro universo totalmente diferente. La idea de que surja un falso positivo del filtro es que se dé un «sí» falso a la pregunta acerca de si algo ha llegado a ser verdaderamente por designio. Si X pasa por todo el filtro y resulta ser de una increíble complejidad (irremediablemente improbable) y además altamente especificado, entonces se le impondrá la etiqueta de «designio». Pero, ¿qué sucede si a fin de cuentas resulta que X no ha llegado a ser por designio? Varios de los críticos de Dembski anuncian estos falsos positivos y afirman que el filtro está refutado. Dembski afirma que cada uno de estos ejemplos no es un falso positivo y que por ello los argumentos de los darwinistas caen por tierra. ¿Quién tiene la razón?

Nos concentraremos en dos supuestos falsos positivos que se han presentado como casos que refutan el filtro. El primero se llama la «serie de Fibonacci» —una serie especial de números por la que algunas plantas espacian sus hojas en una rama. Darwinistas como Gert Korthof argumentan que la producción diaria de números de Fibonacci, en el espaciado de hojas de ciertas especies, representa un acontecimiento por designio. Solo un ordenador puede imitar una producción tipo Fibonacci, usando una fórmula matemática. Por cuanto vemos este suceso complejo y especificado aconteciendo una y otra vez bajo la observación del botánico, sin intervención inteligente, es como si la serie de Fibonacci surgiera del filtro de Debmski con la etiqueta de «designio», solo para verse luego que todo ha sucedido sin inteligencia.

La respuesta de Dembski es simple. Decir (como dice Korthof) que la disposición de hojas siguiendo el modelo de Fibonacci se debe a un «proceso perfectamente natural» es arrojar confusión sobre el término natural. La pregunta clave es: ¿Cuál es el acontecimiento de interés que se está detectando como causado por designio? ¿Dónde se implica la inteligencia? ¿Acaso en el funcionamiento cotidiano del sistema de espaciamiento de hojas de dinámica de Fibonacci, programado en el interior bioquímico de una planta? ¿O no es más bien el acontecimiento de interés «el acontecimiento estructurante que dio origen al principio a los sistemas biológicos de modo que produjesen secuencias de Fibonacci»? Incluso si concedemos con gran generosidad que quizá el software en la célula que puede producir las pautas de hojas siguiendo la serie de Fibonacci pudiera ser bastante simple y que pudiera surgir por causas naturales, el software solamente funciona dentro del vasto y complejísimo sistema de hardware de la célula preexistente de la planta. Dembski añade que «la célula funcional más simple es pasmosamente compleja, exhibiendo capa sobre capa de complejidad especificada y por ello designio».29 De modo que lo que sucede es que se confunde la operación natural de un dispositivo con su propio origen por designio. Esta confusión, dice Dembski, está sumamente extendida en la literatura que critica al DI.

 

Falsos Positivos: Caso 2

El otro falso positivo principal que se menciona en varios libros (especialmente en los que está implicado Niall Shanks) es el fenómeno conocido como las celdas de Bénard, que son un sistema a semejanza de un panal de celdas hexagonales de agua en movimiento, que se producen cuando se encierra una película de agua delgada como una oblea entre dos placas de vidrio y se aplica calor a la placa inferior. El sistema típico de agua en movimiento en forma de panal se origina espontáneamente, y sin embargo las celdas pueden variar algo; hay un elevado grado de flexibilidad y de variabilidad —de ahí una verdadera complejidad, más allá del límite universal de probabilidad de Dembski. Se dice que estas celdas de flujo circulante se pueden detectar sobre la superficie del sol. La amenaza clave para el filtro de Dembski, según Shanks, es que las celdas de Bénard, «que se forman mediante unos mecanismos ciegos, naturales, manifiestan una información compleja especificada». Más adelante, repite la afirmación de que las celdas de Bénard «manifiestan ICE y surgen de causas naturales carentes de inteligencia».30 Por cuanto cualquier entidad con una verdadera designación como ICE sería a la vez (1) compleja, tras haber pasado a través de los dos filtros, y (2) especificada, tras haber pasado con éxito a través del tercer y último filtro, la implicación es que las celdas de Bénard han recibido de cierto la etiqueta de «designio» al salir del triple filtro. Por cuanto estas células surgen de forma natural en su medio acuoso aplanado entre placas de vidrio, y no por inteligencia alguna, se afirma que el filtro nos ha inducido a error.

En primer lugar doy mi reacción personal, y luego un comentario procedente de una interacción publicada. Cuando leí el capítulo del que cito en el libro de Shanks, pensé: «Un argumento endeble —¿qué posible relevancia o paralelismo tienen estas celdas de agua arremolinada con las secuencias informacionales digitales especificadas en el ADN o las proteínas?» Me hizo recordar lo que había oído hace años, cuando los primeros investigadores en el DI comenzaron a formular el argumento de la información. Algunos defensores de la evolución prebiótica señalaron a las formas de torbellinos jabonosos que se forman espontáneamente cuando se saca el tapón de la bañera. Las malas noticias para los investigadores en el campo del origen de la vida es que estas formas de torbellinos presentan ciertamente un orden, pero orden tiene poco que ver con información. Lo cierto es que el orden o el método en algunos sentidos es casi lo opuesto a la información porque el orden involucra unas simples estructuras maestras, o regularidad, o periodicidad, como en el caso de un cristal de sal. En cambio, la información en la célula es prácticamente lo opuesto; es profundamente aperiódica: no contiene ninguna pauta simple repetitiva. Así que, cuando leí acerca de las celdas de Bénard, pensé: «¡Los remolinos jabonosos en la bañera contraatacan, solo que ahora sin jabón y encerrados entre placas de vidrio!»

Estas celdas parecen huérfanas de los verdaderos indicadores de información compleja, y además es cosa cierta que no están «especificadas de forma independiente» como si para alguna función definida. Por ello, no hay manera en que se puedan clasificar como ICE. En todo caso, el filtro las atrapa en el primer o segundo nivel; se pueden explicar como pautas simples, impulsadas por procesos regidos por ley (el montaje, si se realiza correctamente, produce en cada caso el mismo patrón básico), aunque manifiesten ligeras variaciones debidas a las variables (aquí el factor es el azar) del medio externo. No parece que puedan seguir en absoluto hasta el último filtro. Sin embargo, si Shanks insiste en empujar la cuestión hasta el nivel molecular —en ir a los billones de moléculas de agua moviéndose en sus singulares torbellinos, de modo que pueda mostrar que los movimientos colectivos de estas moléculas son lo suficientemente complejos como para ir mucho más allá del límite de improbabilidad de Dembski por la improbabilidad de su sistema, entonces digo: «Perfectamente, vayamos a este nivel. Y tan pronto como llegamos allí, las encantadoras celdas de Bénard son rápidamente echadas a un lado a este nivel, al bote analítico etiquetado como azar, debido a que fallan la prueba de la especificación». En otras palabras, no pueden pasar de ningún modo a través del filtro final y ser designadas de manera legítima como ICE.

Cornelius Hunter, un biofísico que reseñó Why Intelligent Design Fails [Por qué fracasa el Diseño Inteligente], incluye un comentario acerca de las celdas de Bénard que cita Shanks: «Muchas de las críticas, sin embargo, no parecen afectar negativamente al DI. Niall Shanks e Istan Karsai argumentan que la complejidad puede surgir de mecanismos puramente locales. Pero ... las celdas de Bénard ... exigen un aparato inventado».31 En otras palabras, con la estructura constrictiva proporcionada por las dos placas de vidrio, un estrecho espacio perfectamente lleno de agua entre ellas, y una fuente térmica perfectamente regulada, aplicada de manera uniforme, ¿qué tiene que ver este medio artificial con los avatares de los medios naturales en acción, que conforman las cosas al azar? ¿Acaso no es posible que el orden limitado (no informacional) que aparece en los torbellinos sea un resultado predecible de condiciones estructuradas sumamente constrictivas, inteligentes (esto es, no naturales) proporcionadas por los experimentadores? Estoy de acuerdo con Hunter respecto a que estos ejemplos no afectan a las cuestiones pertinentes a la ICE y al Filtro Explicativo. Los dos pretendidos «falsos positivos» se desvanecen al contemplarlos de cerca. El filtro queda vindicado de nuevo.

 

Final con puntilla

Al abandonar el todavía humeante campo de batalla alrededor de William Dembski, será prudente contemplar la panorámica general de lo que hemos aprendido acerca del universo mediante la discusión acerca de la ICE y del filtro. Uno de sus más poderosos capítulos en The Design Revolution (y hay muchos)32 se titula «Información Ex Nihilo». Dembski sitúa un epígrafe al comienzo de este capítulo: «¿Es la naturaleza completa en el sentido de poseer todas las capacidades necesarias para la producción de las estructuras ricas en información que observamos en el mundo, y especialmente en el ámbito biológico? ¿O hay acaso aspectos informacionales del mundo que la naturaleza por sí sola no puede proporcionar, sino que demandan la conducción de una inteligencia?» Para responder a estas preguntas, Dembski se retrotrae al ígneo e hipercomprimido punto de quarks que existió inmediatamente después del Big Bang, y pregunta si «todas las posibilidades para las formas complejas de vida como nosotros mismos estaban ya presentes en cierto sentido en aquel instante primordial del tiempo». Muchos suponen que la respuesta es «sí», pero la primitiva historia del universo «sigue sin desvelarnos cómo llegamos a ser ni tampoco si la naturaleza tiene suficientes capacidades creativas para producirnos si no hay un diseño deliberado».33 Un filósofo líder, Holmes Rolston, filósofo del medio ambiente en la Universidad Estatal de Colorado y galardonado con el Premio Templeton, dice en Genes, Genesis and God [Genes, Génesis y Dios], que no hay ningún sentido en el que los seres humanos ni ninguna otra clase de criatura estén latentes en organismos unicelulares. Dice Rolston que la afirmación de que la vida esté de alguna manera acechando en las sustancias químicas o de que las formas complejas de vida estén acechando en sistemas biológicos simples es «un acto de fe».34

Sin embargo, dice Dembski, la vida surgió de «un estéril, candente y tempestuoso caldero» de la Tierra primitiva. Pero, ¿cómo sucedió esto? ¿Cuál fue la causa? Él dice: «Ahora bien, podemos conjeturar que las ciegas fuerzas de la naturaleza, por sí mismas, llevaron a esto. Pero si fue así, ¿cómo podemos saberlo? Y si no, ¿cómo podemos determinarlo? Según la teoría del diseño inteligente, la complejidad específica que se exhibe en las formas de vida demuestra de manera convincente que las ciegas fuerzas naturales no pudieron haber producido por ellas mismas estas formas, sino que su emergencia también exigió la contribución de una inteligencia que la diseñase».35 Al llegar a este punto, Dembski está preparado para introducir un nuevo giro en un viejo tema —la creación de la nada. Con ello no contempla el universo mismo procedente de la nada, sino más bien sondea la fuente de información —para ver si también procede de la nada:

Los diseños que encontramos en la naturaleza demuestran por ello mismo que la naturaleza es incompleta. En otras palabras, la naturaleza exhibe un designio que no se puede explicar por medio de la naturaleza misma. Además, por cuanto el designio en la naturaleza se identifica mediante la complejidad especificada, y por cuanto la complejidad especificada es una forma de información, y por cuanto esta forma de información queda fuera de la capacidad de la naturaleza, sigue de ello que la complejidad especificada y el designio que comporta es información ex nihilo. Esto es, se trata de información que no puede derivarse de fuerzas naturales que actúen sobre materia preexistente. Desde luego, la atribución de la complejidad específica en los sistemas biológicos a las fuerzas naturales equivale a decir que las piezas de Scrabble tienen la capacidad de encadenarse a sí mismas para dar oraciones con significado. El absurdo resulta igualmente palpable en ambos casos. Solamente que en biología evolutiva este absurdo se ha repetido tantas veces que hemos dejado de reconocerlo como tal.

En la concepción de Dembski, «ex-nihilo» no significa «de la nada» en un sentido absoluto, sino más bien «de nada en la naturaleza misma». En el resto de dicho capítulo, Dembski razona (y yo concuerdo con él) que el contraste apropiado, contra lo que asevera Niall Shanks, no es entre causas naturales y causas «sobrenaturales milagrosas», sino entre causas naturales y causas inteligentes. Cuando actuamos, como humanos, realizando cosas que la naturaleza no puede hacer, no quebrantamos las leyes de la naturaleza; sencillamente actuamos como agentes inteligentes, tomando decisiones, produciendo pequeñas montañas de complejidad especificada cada día. De modo que la ley natural no queda quebrantada en todo ello. Sin embargo, aunque el Diseño Inteligente no comporta ninguna contradicción de las leyes naturales, «sí que demuestra una limitación fundamental de las leyes naturales, esto es, que son incompletas».

El resultado de la discusión desarrollada por Dembski se da en su provocadora conclusión: «El diseño inteligente considera la inteligencia como un rasgo irreducible de la realidad. Por consiguiente, considera cualquier intento de subsumir la acción inteligente dentro de las causas naturales como algo fundamentalmente erróneo y considera a las leyes naturales que caracterizan las causas naturales como fundamentalmente incompletas».

En cierto sentido, la investigación científica de la ICE y del Filtro Explicativo es la ciencia supremamente peligrosa de la actualidad —peligrosa para tradiciones largamente abrazadas acerca de cómo investigar nuestro mundo en todos sus niveles. Y lo es porque amenaza con reformular y reorganizar la jerarquía durante largo tiempo sustentada entre la ciencia natural y el estudio de otras (o más amplias) realidades, incluyendo el método científico, la filosofía e incluso la teología, como veremos a continuación.

[Hemos recibido permiso para publicar en internet este capítulo sumamente informativo sobre la Información Compleja Especificada. Recomendamos al lector que adquiera el libro para poder leerlo en su integridad. A continuación damos la tabla de contenidos de la obra, disponible en castellano:

Woodward - Darwin Contraataca (cubierta)


1. La irrupción del Designio: «¡Que se cae el cielo!»

2. La verdadera cuestión: La sinfonía macroevolutiva de la naturaleza

3. El Designio después de 1996: Avance bajo un fuego intenso

4. Más allá del Congreso de Yale: La guerra sobre el Designio se calienta

5. Bombas y cohetes a discreción: Michael Behe y la Complejidad de la Célula

6. Jonathan Wells y su obra Iconos de la Evolución: La batalla sobre la desinformación en los libros de texto

7. Los fósiles y la batalla sobre el Cámbrico: El iceberg y su reluciente punta

8. El recalcitrante misterio: ¿Cómo se originó la vida?

9. Evaluación de la cuestión acerca del Origen de la Vida: ¿Qué hemos aprendido?

10. La CSI y el Filtro Explicativo: La prueba de fuego de Dembski

11. Aliados inesperados: Cosmólogos y Ateólogos

12. ¿Estamos en el punto de inflexión? Tesis, Retrospecciones y Planteamientos

Apéndice

Notas

Índice analítico

Publicado en castellano por Editorial Portavoz, Grand Rapids, Michigan, 2007, ISBN 978-0-8254-1944-7. Pídalo en en su librería habitual, o bien en Amazon].


Notas al Capítulo 10

1. Ultimátum a la Tierra (1951) fue dirigida por Robert Wise (conocido también por Sonrisas y Lágrimas, Star Trek: La Película, y docenas de otras producciones). El breve resumen del guión que sigue está adaptado de www.imdb.com/title/tt0043456—el sitio web de IMDb (que afirma ser la base de datos de películas más grande del mundo), accedido el 30 de diciembre de 2005.

2. Naturalmente, para aquellos que insistan en la precisión, estoy dejando de lado los codones de marcha y paro al comienzo y al fin de los otros cien codones, de modo que, técnicamente, hay al menos 102 codones en la cadena entera.

3. Los trabajos de Ralph Seelke en la Universidad de Wisconsin se han concentrado en esta cuestión. Parece que la selección natural se enfrenta con un límite de tres mutaciones para la formación de nuevas secuencias de ADN con sentido. Véase capítulo 12 para detalles.

4. Véase el famoso artículo-reseña de Stephen Meyer, que se puede conseguir en línea en Discovery.org en los siguientes enlaces, tanto en inglés, «The Origin of Biological Information and the Higher Taxonomic Categories», como en castellano, «El Origen de Información Biológica y las Categorías Taxonómicas más Elevadas». Este artículo se puede conseguir en línea en Discovery.org tanto en inglés como en castellano. Meyer hace referencia a E. Koonin, «How Many Genes Can Make a Cell? [¿Cuántos genes pueden construir una célula?]» Annual Review of Genomics and Human Genetics 1 (2000): 99–116.

5. Naturalmente no estoy siquiera contando las regiones que no codifican, lo que en el pasado se ha designado como «ADN basura», en los eucariotas superiores. Recientes investigaciones parecen indicar que este «ADN basura» no es tan basura, después de todo, y que puede tener diversos propósitos que no se habían contemplado antes.

6. William A. Dembski, The Design Revolution: Answering the Toughest Questions about Intelligent Design (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2004) Hay edición en castellano: Diseño Inteligente: Respuesta a las cuestiones más espinosas del diseño inteligente (Madrid, Homo Legens, 2006), ISBN: 84-936182-4-7.

7. Podría escribir literalmente más de cien páginas sobre esta cuestión y aburrir al lector hasta las lágrimas, si tuviera que relatar todo el bombardeo que Dembski ha sufrido. Véase la enumeración en «Ataques contra Dembski» en la página web de Discovery.org para Darwin Strikes Back para resúmenes de otros ataques estratégicos contra Dembski y el filtro, con las respuestas desde el campo del DI.

8. Véase especialmente Woodward, Doubts about Darwin, 171–82.

9. Dembski acudió a una conferencia del filósofo Alvin Plantinga, Whig-Clio Hall, Princeton University, en octubre de 1990. En aquel tiempo Dembski estaba realizando investigaciones posdoctorales en Princeton.

10. Véase Dembski, Diseño Inteligente, 89-90.

11. Véase ibid., 91-93. Dembski comenta que diversos límites universales de probabilidad sugeridos (en publicaciones) se encontraban entre 1 en 1094 a 1 en 10120. La cifra de Dembski es la más cauta de todas las que aparecen en la literatura.

12. Véase ibid., 76.

13. Véase la discusión de este tema de la aplicación del filtro al flagelo en «The Flagellum Unspun [El flagelo desmadejado]», de Kenneth Miller, en Debating Design, ed. Dembski y Ruse.

14. Dembski, Diseño Inteligente, 95. Es preciso decir que la traducción de este libro al castellano presenta muchos defectos. El diagrama que aparece en la página 95 es un triste ejemplo de ello. Donde dice «configuración» debería decir «¿Contingencia?», y en los dos lugares donde aparece «oportunidad» debería decir «azar». Sería conveniente que para futuras ediciones se realizase una revisión de la traducción para eliminar estos y otros defectos en traducción y en terminología.

15. Ibid., 104–104.

16. En ibid., capítulo 10, p. 87, Dembski cita a Leslie Orgel como el primero en usar este término en su libro The Origins of Life: Molecules and Natural Selection (Nueva York: Wiley, 1973) [Hay edición española, Los orígenes de la vida: Moléculas y selección natural (Madrid: Alianza Editorial, 1973)]. También cita el uso que hace Paul Davies de esta expresión en su libro El Quinto Milagro, al que he hecho referencia en el capítulo anterior.

17. Esta estrategia del ataque personal es típica en las reseñas acerca de Dembski desde el campo contrario al DI. Véase Forrest y Gross, Creationism’s Trojan Horse, 118: «La implicación, naturalmente, es que solamente él ha triunfado ante el reto inmemorial planteado a la lógica, a las matemáticas, a la ciencia natural, a la metafísica y a la filosofía moral, el reto que ha eludido a todos hasta ahora: establecer la veracidad de que la vida ha sido diseñada con un pleno propósito por parte de un agente incomprensiblemente inteligente externo a la naturaleza». Después de una mera enumeración de los argumentos centrales de Dembski, los autores afirman, con bien poca caridad y justificación: «Esta no es la voz de un modesto académico joven».

18. Las citas son de ibid., 123, y Perakh, Unintelligent Design, 26–28.

19. Perakh, Unintelligent Design, 104.

20. Véase la discusión de Dembski en Diseño Inteligente, pp. 100-101.

21. Perakh, Unintelligent Design.

22. Estoy en deuda con el difunto Donald Mackay por esta ilustración, aunque yo la esté empleando de forma diferente. Donald Mackay, The Clockwork Image (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1974). En castellano se puede consultar el artículo del mismo autor, «El Hombre como Mecanismo», en la recopilación Fe Cristiana y Ciencia Mecanicista, ensayos editados por D. M. Mackay (Buenos Aires: Certeza, 1968).

23. Esta cita es de Dembski, Diseño Inteligente, 108.

24. Véase Michael Polanyi, «Life Transcending Physics and Chemistry [La vida trasciende a la física y a la química]», Chemical and Engineering News (21 de agosto de 1967).

25. Dembski, Diseño Inteligente, 100-101. En el contexto, Dembski cita la fuente de Ruse (sin número de página) como: Can a Darwinian Be a Christian? The Relationship between Science and Religion [¿Puede un darwinista ser cristiano? La relación entre la ciencia y la religión] (Nueva York: Cambridge University Press, 2001).

26. Citado de Dembski, Diseño Inteligente, 101, itálicas añadidas.

27. Ibid., 109, itálicas añadidas.

28. Neil deGrasse Tyson, «The Perimeter of Ignorance [El perímetro de la ignorancia]», Natural History (noviembre de 2005). Tyson volverá a aparecer en el siguiente capítulo como un ateólogo animador de los darwinistas.

29. Las diversas citas son todas de Dembski, Diseño Inteligente, 97-98.

30. Shanks, God, the Devil, and Darwin, 127, 129 (véase 125–29). Véase también Young y Edis, eds., Why Intelligent Design Fails, 91–95.

31. Cornelius Hunter, «Can Science Refute Design? A Book Review of Why Intelligent Design Fails [¿Puede la ciencia refutar el designio? Reseña del libro Por qué fracasa el Diseño Inteligente, Origins n.º 58 (21 de junio de 2005):37.

32. Dembski, Diseño Inteligente. Propongo los siguientes capítulos como especialmente interactivos con el darwinismo: capítulo 19, «Información Ex Nihilo»; capítulos 25-26, «Lo sobrenatural» y «Diseñadores corpóreos e incorpóreos»; capítulo 30, «El argumento desde la ignorancia»; y capítulo 36, «Los únicos juegos en la ciudad».

33. Ibid., 163.

34. Holmes Rolston III, Genes, Genesis and God: Values and Their Origins in Natural and Human History [Genes, Génesis y Dios: Los valores y sus orígenes en la historia natural y humana] (Nueva York: Cambridge University Press, 1999), citado en Dembski, Diseño Inteligente, 164-165.

35. Todas las citas e información en este párrafo y las que siguen en este capítulo están extraídas de Dembski, Diseño Inteligente, 164-167.




Thomas Woodward (Ph.D., Universidad de Florida del Sur) es profesor en la Escuela Superior Trinity de Florida, donde enseña historia de la ciencia, filosofía, comunicación y teología sistemática. Es fundador y director de la Sociedad C. S. Lewis y pronuncia conferencias en universidades sobre temas científicos, apologéticos y religiosos. Autor del libro galardonado Dudas sobre Darwin. Woodward es un ávido astrónomo y ha publicado artículos en Christianity Today y otras publicaciones periódicas. Vive en Dunedin, Florida.

Para el original en inglés, puede acceder a Amazon.com


© 2006 by Thomas Woodward
Traducción del inglés: Santiago Escuain
© 2007 por Santiago Escuain, por la traducción
Publicado en SEDIN con permiso del autor, Dr. Thomas Woodward,
© Copyright SEDIN 2010 para el formato electrónico -  www.sedin.org. Este texto se puede reproducir libremente para fines no comerciales y citando la procedencia y dirección de SEDIN, así como esta nota en su integridad.

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