Archaeopteryx es el nombre de un fósil citado con frecuencia en libros
de texto como forma intermedia entre las aves y los reptiles, y por ello mismo
considerado como una prueba de que la teoría de la evolución (o Transformismo)
es real. La mayor parte de los seres designados como formas intermedias
muestran, al ser examinados con rigor, que pertenecen a uno u otro grupo. Así
los peces voladores evidencian ser peces, los quirópteros son decididamente
mamíferos, como lo son la ballena y el ornitorrinco.
Se hallaron también fósiles de lagartos voladores (Ornithosauria o
Pterosauria) en el mismo estrato rocoso que el Archaeopteryx en
Eichstätt, Baviera. «Sus esqueletos son muy ligeros, siendo sus huesos
huecos como los de las aves voladoras. Las impresiones de la piel dan evidencia
de que no estuvieron revestidos ni de plumas ni de pelo» (Tarjeta
de exhibición del Museo Británico). Las alas eran de tipo membranoso, pero no
similares a las de los quirópteros, y sin rastros ni de pelo ni de plumas. Nadie
sugiere que se trate aquí de otra cosa que de reptiles voladores
(Pterodáctilos). Sin embargo, el Archaeopteryx, a pesar de las
engañosas afirmaciones de algunos científicos, evidencia, al ser investigado,
que no se trata en absoluto de ningún ser intermedio, sino que se halla
decididamente dentro del grupo de las aves.
Su fósil se halló en la cantera Ottmann en Langenaltheimer, Haardt, cerca de
Pappenheim, Eichstätt, Baviera, en 1861. Incorporado en limolita litográfica de
los estratos del Jurásico superior, quedó expuesto al abrirse en dos losas la
roca en que se hallaba, estando adherido a una de las dos la mayor parte del
aplanado espécimen. El Museo Británico lo adquirió del Dr. Karl Häberlein en
1862. Desde aquel entonces ha sido sometido a un estudio detallado por parte de
muchos investigadores.
Otro espécimen, más completo y mejor dispuesto, se halla en el Museo de
Historia Natural de Berlín. Se halló en 1872 en el mismo tipo de piedra en la
cantera de J. Dörr en el Blumberg, cerca de Eichstätt, a dieciséis km del primer
hallazgo. Varios investigadores lo consideran como perteneciente a una especie
diferente debido a que presenta ligeras diferencias, pero la mayor parte de
ellos concuerdan en que pertenece a la misma especie que el espécimen del Museo
Británico.
Hace relativamente poco tiempo se descubrió un tercer espécimen en
Langenaltheimer, Haardt, donde se había hallado el primer fósil. De esto se
informaba en la publicación Erlangen Geologische Abhandlungen, Heft 31,
1959.
Es de interés señalar que estos tres espécimenes (hasta 1956, ahora son
cinco, nota) y sólo estos tres, han sido hallados en la misma área y
condiciones, habiendo también fósiles de lagartos voladores. Sin embargo,
precisamente en estas condiciones en las que pudieran hallarse formas
intermedias, no se ha hallado ninguna.
En su estudiado libro, Archaeopteryx lithographica, publicado en 1954,
Sir Gavin de Beer, F.R.S., entonces Director del Museo Británico de Historia
Natural, examina con sumo y cuidado detalle todos los estudios sobre el fósil de
Museo Británico, comparándolo con el espécimen de Berlín. La obra contiene
varias referencias, dibujos y placas fotográficas tomadas desde varios ángulos y
con diferentes tipos de luz.
La publicación del Museo Británico de Historia Natural, Evolution
(1959), describe el Archaeopteryx como «un perfecto mosaico de
caracteres reptilianos (cola, cráneo) y caracteres avianos (plumas,
patas)», pág. 70, y afirma que se ha aplicado el término de evolución en
mosaico (¡!) a este tipo de transformación, pág. 25.
Sir Gavin de Beer ha desarrollado esta idea en su artículo Archaeopteryx
and Evolution (Advancement
of Science, 42, pág. 160), y dice de este fósil:
«Constituye un mosaico en el que algunos caracteres son
perfectamente reptilianos, y otros son no menos perfectamente
avianos». Mantiene
él que algunas de sus estructuras han sido modificadas, y que otras no han sido
todavía afectadas. De ello se pudiera replicar que tiene que haber muchas más
etapas a través de las cuales hubiera debido evolucionar, ¿pero, dónde puede
verse, a no ser que esta evolución tenga lugar en saltos dramáticos? Más tarde
afirma: «El tipo alternativo de cambio, involucrando una conversión
gradual y general tiene (¡!) que haber sucedido con respecto a características
como la constitución química de los fluidos corporales». Pero,
siendo que este tipo de evolución procuraría solamente cambios graduales, ¿cómo
podrían tener lugar cambios principales de una manera repentina, dado que las
estructuras de un ser dependen de los materiales suplidos por los fluidos
corporales? Sin embargo, la reconstrucción del Museo muestra un ser que, bien
lejos de ser «un perfecto mosaico» de reptil y ave, es
distintivamente esto último.
En tanto que hay un número de libros acerca de Evolución que afirman que este
ser es un ave, otros dedican sus esfuerzos a mostrar que no lo es.
Si Gavin de Beer, por ejemplo, pág. 43, cita al Dr.
George G. Simpson, «Casi todas las semejanzas especiales de
algunos Sauriquianos
(dinosaurios) con las aves, señaladas durante tanto tiempo y tan destacadas en
la literatura, son demostrablemente paralelismos y convergencias»,
esto es, similaridades accidentales, en las que unos seres se parecen sin
estar relacionados. Sir Gavin señala también a cinco características (del
Archaeopteryx) que difieren totalmente de las condiciones en los reptiles,
concordando con las aves modernas. Estas incluyen el plumaje, las patas, y
ciertas otras partes del esqueleto. Pero señala 12 características que él
denomina «los caracteres primitivos del Archaeopteryx»
por los cuales relacionaría a este ser con los reptiles.
Sin embargo, estas características pueden ser explicadas en general por: (1)
otras aves comparten algunas de estas características, y (2) muchos reptiles ...
no las poseen. Douglas Dewar, en su obra The transformist Illusion (1955)
trata eficazmente acerca de una cantidad de estas pretendidas características
fósiles (pág. 51).
Por ejemplo, se supone que el cráneo y el cerebro son reptilianos, pero
ciertas otras aves son ciertamente similares, y bien pocos reptiles tienen algo
que se parezca a un pico.
En tanto que el Archaeopteryx tenía dientes, ciertas aves extintas,
pero indudablemente aves, también las poseían, mientras que, por otra parte,
entre las tortugas y los galápagos carecen de ellos, y solamente el cocodrilo
posee verdaderos dientes.
Se dice que la larga y articulada cola del fósil es reptiliana, mientras que
estaba equipada con bien desarrolladas plumas; además, un número de reptiles
presentan solamente colas muy cortas, en tanto que algunas aves (como la
extinta Hesperornis Regalis) tenían una cola más larga que la de la mayor
parte de las aves modernas. El Archaeopteryx, con una cola de veinte
vértebras, difiere de otras aves en que estos huesos están sueltos y
prolongados. Algunas aves poseen más vértebras, pero quedan soldadas después de
haber estado libres en el embrión. Las vértebras no tienen articulaciones en
forma de silla de montar, pero tampoco las tienen los cormoranes, los anihingas,
las gaviotas, y ciertas clases de loros. los metatarsales libres (los huesos de
las patas) así como los metacarpales (los huesos de las muñecas) se hallan
también fuera de los reptiles —de hecho, se hallan en los pingüinos.
Otro evolucionista ha afirmado que el esternón, al ser plano, es reptiliano,
pero todo el orden Ratitae, que incluye a los avestruces, ñandúes,
dromeos, casuarios, dinornis y kiwis, posee esta característica. El hecho de que
los huesos del Archaeopteryx carezca aparentemente de neumaticidad, lo
que da ligereza para el vuelo, no constituye tampoco ninguna dificultad; esta
peculiaridad se halla también presente en las golondrinas, martines,
agachadizas, canarios, etc. También se puede afirmar que los puntos de vista de
Sir Gavin acerca de los cinturones escapular y pélvico como reptilianos no son
compartidos por otros evolucionistas.
Se señala al hecho de que este ser tenía garras en las alas, pero lo mismo
sucede con los ejemplares jóvenes de otras aves, incluyendo al avestruz. Esto es
también cierto del Hoatzín, que es del mismo tamaño que el Archaeopteryx
(el de una paloma), y con el que comparte algunas características. El
Hoatzín vive el mismo tipo de vida que se supone vivió su antiguo pariente,
porque salta, aletea, y se lanza por los ríos y pantanos boscosos de la Amazonia
actual.
Podemos de todo ello llegar a la conclusión de que el Archaeopteryx
era un ave, ciertamente diferente en varios aspectos de otras aves; pero
ello sólo en la forma en que muchas aves difieren entre sí debido a diferencias
en el tamaño y la forma de las partes que las constituyen, aunque permaneciendo
claramente reconocibles como aves. Las peculiaridades del Archaeopteryx
no la hacen una forma intermedia entre las aves y los reptiles, como tampoco
las alas conformadas como aletas que presenta el pingüino lo hacen una forma
intermedia entre las aves y los peces. Es en vano que buscamos ahí una forma
intermedia —especialmente una con escamas en proceso de transformación en
plumas rudimentarias.
El Dr. G. G. Simpson, más cuidadoso que muchos de sus compañeros
evolucionistas, no menciona al Archaeopteryx en su obra The Meaning of
Evolution, aunque puede haberlo tenido presente cuando se refiere a tipos
entre los reptiles y las aves; pero quizá tenga menos valor a sus ojos como
evidencia.
Sir Gavin de Beer relaciona numerosos artículos publicados por científicos
con sus variados puntos de vista acerca del fósil. Mientras que 6 lo denominan
un lagarto y 8 como una forma intermedia, muchos más (37) lo clasifican como
ave.
Es empero cosa característica de la manera de razonar de algunos
evolucionistas la afirmación que hace Sir Gavin de este fósil: «Desde que
el Archaeopteryx fue descubierto, ha rugido la controversia acerca de si
debe ser considerado como reptil o como ave. Sin embargo, esta cuestión es
ambigua, y por ello ilógica, debido a que puede tener dos significados
diferentes y distintos. Puesto que está perfectamente claro y universalmente
aceptado que las aves evolucionaron de los reptiles, hecho al que dio expresión
T. H. Huxley cuando clasificó a ambos grupos como Sauropsida, sigue de
ello que el término "reptiliano" denota en realidad una etapa de la evolución y
un grado de estructura, y que la distinción entre reptiles y aves tiene que ser
arbitraria, generalmente establecida por la posesión de plumas por parte de las
aves. La cuestión de si el Archaeopteryx es un reptil o un ave puede por
ello no significar nada más que una investigación acerca de cuantos caracteres
reptilianos ha preservado el Archaeopteryx, o, en otras palabras, cuan
primitivo sea» (pág. 42).
Así, la cuestión de si el Archaeopteryx es un reptil o un ave es,
según sugiere Sir Gavin, ilógica, aunque este es el tipo de ejercicio
normalmente propuesto a jóvenes zoólogos; y ciertamente la taxonomía (el estudio
de la clasificación) es una característica de esta ciencia. Afirma él, además,
que la evolución es «un hecho perfectamente claro y universalmente
aceptado». Esto es totalmente falso, como lo testifica la
introducción del prof. W. R. Thompson a El Origen de las Especies,
Everyman, 1956. De Beer afirma que los reptiles son más antiguos que las
aves, y que la evolución pasa de los reptiles a las aves. Después de ello, citar
la afirmación del notorio T. H. Huxley en su apoyo constituye a la vez un
razonamiento circular y engañoso.
Las plumas, que el Archaeopteryx indiscutiblemente poseía, son una
diferencia fundamental y notable entre los reptiles y las aves. Sin embargo, hay
otras características como la temperatura corporal, la piel, y miembros y partes
blandas que no se ven en los fósiles, pero que debieran ser consideradas.
El hecho es que, en base de las investigaciones anteriormente mencionadas, el
Archaeopteryx ha demostrado ser definitivamente un ave, no dando, así,
apoyo alguno a la teoría de la evolución. Los seguidores de esta teoría debieran
quedar conscientes de que este ser no es ninguna forma intermedia entre ave y
reptil. Y su causa es ciertamente muy débil si tienen que citarlo como una
importante evidencia en apoyo de su teoría. Ni aún aquí se ha hallado un enlace,
para no decir nada de los incontables enlaces que debieran haber sido hallados
para poder que las aves surgieron de los reptiles por evolución. Permanece el
hecho revelado en las Escrituras de que el Señor creó a todos los seres
vivientes según su naturaleza, y que Dios le da un cuerpo como el
quiso.
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