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George Roche

El Naturalismo


El punto de vista de que la Naturaleza es «toda la función», y «la totalidad de la realidad» es tan antiguo como la humanidad. El politeísmo de los antiguos era una especie de naturalismo, porque no se creía que los dioses estuvieran fuera de la naturaleza, y no eran creadores del mundo.

En los tiempos modernos, con la infusión de los hallazgos de una ciencia creciente en Occidente, el naturalismo se ha transformado en un factor sumamente influyente en las vidas de todos nosotros. Todos los anti-héroes se adhieren fuertemente al naturalismo, tanto si sobre una base cientista como si sobre una premisa no críticamente examinada acerca de la naturaleza de la realidad.

Intentemos dar una definición. La naturaleza, desde esta perspectiva, es el sistema interconectado del universo físico. Lo natural es lo que sale o funciona por sí mismo, espontáneamente, sin pedirlo. Todos los eventos finitos constituyen parte dee ste sistema, y nada existe fuera de la Naturaleza. De esta manera, se considera que la Naturaleza es la Realidad Ultima, lo que existe por sí mismo, de lo que todos los fenómenos dependen y de lo que todos los fenómenos constituyen una parte. En nuestro propio siglo, se le ha dado al universo una forma y tamaño sumamente específicos mediante las ecuaciones de Einstein, y más allá de él nada hay: no un espacio infinito, sino literalmente nada. Todo lo que está en el espacio y en el tiempo forma parte de la Naturaleza.

El punto de vista antitético puede ser llamado sobrenaturalismo: La creencia de que la Realidad Última de la que todo depende está de alguna manera por encima y más allá de la Naturaleza, fuera del espacio y del tiempo, y que es el Creador del universo. Este punto de vista es asimismo tan antiguo como la humanidad. Pero limitémonos aquí a la perspectiva occidental de Dios, siendo que otras formas de sobrenaturalismo son irrelevantes para nuestra discusión.

El argumento hoy, como desde siempre, es: ¿Quién tiene razón, el naturalista, o el sobrenaturalista? Esto puede parecer muy alejado de toda cuestión práctica, pero difícilmente podría haber una cuestión más importante ... o más práctica. Abreviando una famosa observación de Chesterton: «Hay algunas personas, y yo soy una de ellas, que ... creen que el punto crucial no es si la teoría del cosmos afecta los asuntos prácticos, sino si, a la larga, hay ninguna otra cosa que los afecte». Porque, desde luego, si creemos que la vida es un acontecimiento puramente natural determinado por un cosmos totalmente natural, nuestras instituciones, costumbres y vidas personales quedarán conformadas por este punto de vista, y serán totalmente diferentes de la vida edificada sobre la creencia en Dios. Desde luego, toda la historia de los últimos dos siglos es la remodelación de la vida de Occidente bajo la creciente influencia del naturalismo.

El punto de vista naturalista es totalmente determinista. Esto es, todos los «acontecimientos» están interrelacionados, y todos son el resultado de acontecimientos anteriores en una cadena ininterrumpida de causa y efecto que se remonta al origen de todo. Así, ningún naturalista consecuente cree en la libertad de la voluntad humana. Si nuestra voluntad fuera algo más que una mera ilusión, estaríamos en realidad introduciendo «nuevos» acontecimientos, sin causas anteriores, en el sistema de la Naturaleza (y sin la determinación de la misma). Esto nos situaría fuera del sistema, dictándole a la naturaleza en lugar de obedeciéndola; y esto no es posible bajo el naturalismo. Esto significa que el lector no puede elegir en absoluto acerca de estar leyendo estas palabras en este momento. El hecho de que lo esté haciendo estaría ya decidido, por así decirlo, por las estrellas. Ni yo tengo decisión alguna acerca de lo que estoy escribiendo, siendo meramente un escribiente de lo que va dictado por la danza de los átomos. Consiguientemente, si yo fuera a escribir que todos los naturalistas son unos absolutos insensatos, el naturalista tendría que asentir a que la misma Naturaleza me obligó a hacerlo. Pero, ¿significaría algo? Naturalmente que no. Por la misma razón, las declaraciones que los naturalistas parecen emitir en aparente defensa del naturalismo son ilusiones, escritas por la Naturaleza, y carentes de significado. Pero ellos parecen creer sus propias incoherencias. ¿Por qué?

Unas dificultades similares, esto es, contradicciones irresolubles, nos esperan si pasamos a mirar la perspectiva naturalista de pensamiento y de moralidad. El naturalista riguroso pretende que la razón humana es también una ilusión, y que el pensamiento es una secreción de la glándula cerebral sin significación alguna. Cualquier otra interpretación permitiría que los razonamientos humanos, de nuevo algo que no es admisible, sobrepasaran a la Naturaleza y cambiaran el sistema desde fuera. Y por cuanto la amoral Naturaleza es la causa de todos los acontecimientos, toda moralidad humana es inadmisible; se considera otra ilusión. No existe ni el bien ni el mal, ni lo justo e injusto; cualquier opinión en contra es una superstición remanente de una edad precientífica.

Así rigurosamente, paso a paso, el naturalista niega nuestras cualidades humanas, pero ignorando cada vez las contradicciones que dejan en ruinas la teoría del naturalismo. La erección de la teoría ha necesitado una gran cantidad de reflexión y un razonamiento de lo más sutil. Sólo para llegar a la conclusión de que el pensamiento y la razón carecen de significado. Si esta conclusión es correcta, la teoría carece de sentido, y nadie tiene por qué creerla. Si la conclusión es falsa, la teoría es falsa, y de nuevo la teoría carece de sentido. Para quien tenga ojos para ver, el naturalista escogió la carrera que le llevó a la conclusión de que escoger es imposible. ¿Por qué, entonces, debiera su aparente elección implicar diferencia alguna para nadie? Finalmente, niega toda moralidad de golpe, y acto seguido nos exhorta a todos a que nos convirtamos en naturalistas ... por el bien de la humanidad.

El naturalismo, considerado filosóficamente en lugar de por medio de la truncada reflexión científica, constituye un insulto a la inteligencia. Es incomprensible como sus teorizadores, incluso si sus mentes son epifenomenales, pueden aguantar construir una visión del mundo sobre claras contradicciones lógicas.

Hace pocos años varios teorizadores emitieron algo llamado teoría de relación, diciendo que hay ejemplos de conducta «cooperativa» o «altruista» (cómo podrían los científicos formarse un concepto así) que están determinadas genéticamente, en base de la vecindad de los genes transmisibles. Diciéndolo llanamente, es más probable que hagamos algo bueno para nuestra propia descendencia que para los hijos de un primo lejano, y que no es nada probable que vayamos a ser bondadosos para con el perro del vecino. Ahora bien, no conozco a los caballeros que proponen esta idea, y no sé si son naturalistas del tipo que se ha estado considerando. Sin embargo, ésta es la clase de teoría que a los naturalistas les encanta tomar y aplicar a la conducta humana, con bien poca o ninguna evidencia (el estudio en cuestión se refería a insectos). Si la teoría se aplica a nosotros, significa que Lenny Skutnik no se habría lanzado al río Potomac para rescatar a un desconocido hace pocos años; pero lo hizo. Desde luego debe significar que ningún ser humano arriesgaría su vida para rescatar un gato que se ahoga: pero lo hacen. El error del naturalismo reside en poner a la misma altura a los insectos y a las personas, en ignorar la norma de: «una ley para los hombres, otra para las cosas».

El sociobiólogo de Harvard Edward Wilson afirma (On Human Nature, 1979) que «la vida y la mente tienen una base física», y que «las demandas mínimas» de la teoría evolucionista es que las ciencias conductistas y sociales tienen que ser «congruentes» con las leyes de la ciencia física, y «enlazadas en cadenas de explicación causal». Con ello nos enteramos de que «los centros emocionales de control en el hipotálamo y los sistemas límbicos del cerebro que inundan nuestra conciencia con todas las emociones» son empleadas por «los filósofos éticos» para percibir «las normas del bien y del mal». La mente es «un epifenómeno del cerebro», que secreta la ilusión sin significado del pensamiento. ¡Bravo! Mi hipotálamo y mis sistemas límbicos están en este momento inundando mi epifenómeno con el delicioso pensamiento, aunque carente de significado, de que el pensamiento carece de significado. ¿Sería muy malévolo sugerir que ya que los pensamientos son cosa tan inútil, Harvard debería abrir la puerta a todos los estudiantes sin discriminación alguna? ¿O cerrar la tienda? (Perdón, mi sistema límbico me hizo decir esto).

Después de ver la falacia fundamental del naturalismo, no queda nada más que decir acerca de sus proponentes, y sólo una cosa más que decir acerca de la teoría: Que es un error de consecuencias increíbles en el mismo núcleo de la gran tragedia de nuestra era. Al negar nuestra humanidad, nos ha transformado en brutos. Al negar a Dios y toda autoridad moral, nos ha entregado al poder coercitivo de un estado ilimitado y parásito. Al rechazar el orden moral, ha eliminado las restricciones a la guerra de masas, al genocidio político y a la persecución, y también a todo crimen. Bajo su maligna influencia, los valores de la vida, de la libertad, de la propiedad y de la familia han estado bajo un ataque constante y han sufrido graves daños. En una palabra, el naturalismo es un arma en manos del anti-héroe dedicado a la destrucción de toda civilización.

Se puede observar que sí importa, e importa muchísimo, lo que pensemos acerca del cosmos.


George Roche, 1987, «The Curious Faiths of anti-heroism», Imprimis, Hillsdale College, Hillsdale, MI 16(12):2-3


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Traducción del inglés: Santiago Escuain
© Santiago Escuain 1997, por la traducción
© Copyright SEDIN 1997 para el formato electrónico -  www.sedin.org. Este texto se puede reproducir libremente para fines no comerciales y citando la procedencia y dirección de SEDIN, así como esta nota en su integridad.

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