Santiago Escuain
La longevidad patriarcal antediluviana
y su disminución después del diluvio
MUCHAS veces se plantea la cuestión de la longevidad de los patriarcas antes
del Diluvio, según aparece en la genealogía de Génesis 5. Adán vivió novecientos
treinta años; Set vivió novecientos doce; Enós, novecientos cinco; Cainán,
novecientos diez; Mahalalel, ochocientos noventa y cinco; Jared, novecientos
sesenta y dos años; Enoc, que no murió, sino fue arrebatado vivo por Dios,
trescientos sesenta y cinco años; Matusalén, novecientos sesenta y nueve; Lamec,
setecientos setenta y siete; Noé, novecientos cincuenta años.
Estas edades se ven representadas gráficamente en la Figura 1, observándose
que aparte del caso especial de Enoc, que no murió, y de Lamec, que vivió sólo
setecientos setenta y siete años, las edades del resto de patriarcas se
mantienen oscilando alrededor de una media constante. En cambio, en la Figura 2
ya se observa una disminución progresiva de las vidas. Sem, que nació antes del
Diluvio, vivió no obstante la mayor parte de su vida en el mundo posterior al
Diluvio. Se aprecian dos grandes caídas bruscas en longevidad: En Sem y en
Peleg. Sem marca la divisoria del mundo antediluviano al postdiluviano. Peleg
marca aquel acontecimiento que en la Tabla de las Naciones, Génesis 10:25, se
menciona así: «A Héber le nacieron dos hijos: el nombre del uno fue
Peleg, porque en sus días fue dividida la tierra ...».
LA BRUSCA DISMINUCIÓN DE LONGEVIDAD EN SEM
Sem vivió «solamente» 600 años, iniciando una marcada tendencia
a la disminución del período de vida. ¿A qué causas se puede deber? Primero, se
debe tener en cuenta que el hábitat del hombre antes del Diluvio era mucho más
idóneo para el hombre que el actual. Fue durante el Diluvio que se precipitaron
las aguas «sobre la expansión», que evidentemente formaban una
cubierta, muy posiblemente en forma de vapor transparente, provocando un efecto
de invernadero. El registro fósil da testimonio de las grandes masas de
vegetación del pasado, que nuestro mundo no conoce ni en las más espesas selvas
tropicales. Éste sería, entre otros, un factor que favorecería la longevidad del
hombre en aquel albor de la humanidad. Antes de entrar en adicionales
consideraciones, sería conveniente recordar que los humanos actuales somos los
descendientes biológicamente degenerados de la primera pareja humana
creada. En principio, no hay ninguna razón por la que el hombre no pudiera vivir
mil años. La causa de la muerte, descontando accidentes y patologías, es el
envejecimiento de los tejidos del cuerpo. Y esto esta provocado por la
manera en que las células del cuerpo dejan de multiplicarse a una velocidad
mayor o igual a la que las células viejas mueren. Así los tejidos van
adquiriendo una carga de células muertas y envejecen. Pero este proceso de
envejecimiento ha ido evidentemente acelerándose desde el Diluvio, hasta
llegar a una estabilización media de la edad de muerte entre los setenta y
ochenta años (véase el Salmo 90).

FACTORES CONDUCENTES A LA PÉRDIDA DE LONGEVIDAD
¿Qué factores llevaron a la disminución de la longevidad tras el diluvio?
1) Como ya se ha mencionado, un factor significativo fue el colapsamiento de
la cubierta de agua, seguramente vaporizada, que rodeaba la tierra a modo de
filtro y de cubierta «invernadero», que daría al mundo
antediluviano un clima sub-tropical de polo a polo.
2) En el mundo antediluviano la orografía sería mucho menos
pronunciada que en el actual. La configuración orográfica actual es posterior al
cataclismo diluvial. De ello da testimonio el Salmo 104:5-9, pasaje que
evidentemente trata de los fenómenos que dieron fin al Diluvio de Noé. Comparar
v. 9 con Gn 9:11. No se debe olvidar que la Biblia contempla el Diluvio como un
cataclismo que conmovió toda la corteza terrestre; no como una mera lluvia
torrencial, sino una conmoción singular y global de toda la estructura de la
corteza, lo que llevó aparejado «la rotura de las fuentes del gran
abismo», esto es, una intensa conmoción de los fondos oceánicos, con la
apertura de innumerables bocas volcánicas arrojando lava, agua juvenil, gases,
etc., provocando una terrible actividad tectónica, transgresiones marinas, y
finalmente el cubrimiento de toda la tierra con el agua diluvial.1
La configuración orográfica suave anterior al diluvio impediría el
establecimiento de singularidades climáticas y la misma lluvia. De hecho, en
Génesis 2:5 se afirma que Dios no había hecho llover sobre la tierra, sino que
subía de la tierra un vapor. El ciclo hidrológico de la tierra parece haber sido
muy diferente durante el período antediluviano, brotando el agua del magma de la
tierra por medio de «las fuentes del gran abismo», que fueron
rotas durante el diluvio.
3. El campo magnético de la tierra, en progresiva disminución,
habría también coadyuvado a evitar daños genéticos en los hombres antes del
Diluvio. El campo magnético actúa como escudo deflector de los rayos cósmicos
que inciden en la tierra, y al ir perdiendo progresivamente su eficacia, estos
rayos inciden con mayor fuerza sobre la población de la tierra. Por otra parte,
experimentos con campos magnéticos fuertes sobre ratones muestran un retraso en
el envejecimiento los tejidos. Los estudios indican que se precisa de un umbral
de intensidad, por debajo del cual los efectos cesan bruscamente.2
4. Un factor adicional para retardar el envejecimiento sería
la mayor concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. La atmósfera
actual contiene unas 300 partes por millón (ppm) de dióxido de carbono. ¿Qué
efecto tendría sobre los humanos una concentración varias veces mayor, como la
que tuvo que existir en los tiempos antediluvianos?3
Experimentos hechos de hipercapnea (atmósferas enriquecidas en anhídrido
carbónico por encima de los 330 ppm) indican que en ella se aumenta la acidez de
la sangre. Un resultado de ello es una superior retención de calcio y zinc y
otros elementos traza, excepto el cobre, que es eliminado por el zinc. De
pasada, ello eliminaría la artritis causada por una sangre alcalina.
Un efecto más importante del aumento en CO2 es la dilatación
de los vasos sanguíneos del cerebro y de la piel, aunque no en otros tejidos.
Ello, según revela el artículo mencionado en la Ref. 3, llevaría a una mayor
oxigenación del cerebro, incluyendo el hipotálamo. «En el hipotálamo, una
pequeña glándula en el cerebro medio que dirige el envejecimiento para el
sistema neuro-endocrino, la pérdida de electrosensibilidad de las células
hipotalámicas resulta en un desmoronamiento del sistema supresor del hipotálamo.
Cuando ello sucede, el hipotálamo se hace progresivamente más activo, y esto
tiene como resultado las enfermedades del envejecimiento. Esto sucede
prematuramente con hipocapnea (bajas concentraciones de CO2) y bajos niveles de
anhídrido carbónico atmosférico»4. El mantenimiento del
sistema supresor del hipotálamo en concentraciones más elevadas de anhídrido
carbónico y de una mayor acidez de la sangre llevaría a un retraso en la
maduración sexual (comparar las edades a que los antediluvianos llegaban a ser
padres, Genesis 5) y en la esqueletal (recuérdese el fenómeno del gigantismo en
Génesis 6:4). Comparando las edades de paternidad de Génesis 11 con las de
Génesis 5, se advierte una maduración sexual mucho más precoz, aunque la
disminución de la longevidad es más lenta.
LA BRUSCA DISMINUCIÓN DE LONGEVIDAD EN PELEG
Un factor adicional en el rápido declive de la longevidad humana aparece en
el caso de Peleg: «en sus días fue dividida la tierra» (Gn 10:25;
1 Cr 1:19). Esto parece referirse con claridad a la división continental como
acontecimiento cataclísmico:
«En Job 38:25 se usa el mismo verbo intensivo activo
peleg que se emplea en Génesis 10:25 en el nombre Peleg y en la frase
"porque en sus días fue dividida la tierra". En Job 38:25, el verbo describe muy
claramente la acción del Señor de dividir la masa terrestre para su inundación
por parte del mar. Es notable que el griego clásico tenga 18 palabras nominales
y verbales conocidas que están construidas alrededor del mismo conjunto
consonantal p-l-g. Cada una de ellas tiene algo que ver con el mar.
...».5 (Cf. el término pelágico, etc.).
«La palabra bíblica clave acerca de esta cuestión,
peleg, es un significativo fósil lingüístico en varias lenguas no
relacionadas. Su significado en estas varias lenguas, cuando se usa, da un claro
testimonio acerca de su empleo en Génesis 10:25. Por medio de ello da un notable
sustento a la tesis de que hubo un gran desgarro continental después del diluvio
de Noé. Yo creo que Babel tuvo lugar tres generaciones antes de la división
continental física. Esta conclusión se basa en la anterior discusión sobre
Génesis 10 y la implicación de que Babel tuvo lugar dos generaciones después del
Diluvio. ...».6
Por ésta y otras razones se sugiere que la división continental fue un
acontecimiento post-diluviano, cuyos efectos fueron enormes tanto geológicamente
a nivel regional continental como a nivel de los efectos sobre la longevidad
humana. Esto concuerda con la brusca disminución que tiene lugar con y a partir
de Peleg (véase Figura 2).
CONCLUSIÓN
La disminución de longevidad entre los humanos se debe una variedad de
factores estrechamente relacionados principalmente con dos grandes cataclismos
en la historia humana: el Diluvio del Génesis y la división continental de la
época de Peleg. Los datos bíblicos de catastrofismo concuerdan armónicamente con
disminuciones bruscas de longevidad. Todo ello constituye una adicional
ilustración de la coherencia interna y fiabilidad de la Palabra de Dios como
registro histórico.
PARA UN ESTUDIO MÁS A FONDO DE LA CUESTIÓN:
James E. Strickling, B.S.S.E.: «A Quantitative Analysis of the Life
Spans of the Genesis Patriarchs», Creation Research Society
Quarterly, Volumen 10, diciembre 1973, págs. 149-154.
Donald W. Patten, «The Longevity Accounts in Ancient History»,
Creation Research Society Quarterly, vol. 19, Jun. 1982, pág. 42.
William L. Seaver, Ph.D.: «A Statistical Analysis of the Genesis Life
Spans», Creation Research Society Quarterly, Volumen 20,
septiembre 1983, págs. 80-87.
NOTAS Y REFERENCIAS
1. Para un estudio a fondo de estas cuestiones, véase el libro
El Diluvio del Génesis, y Geología: Actualismo o Diluvialismo, de
los que se da información en la sección bibliográfica en este número. Vuelta al texto 2. Para un estudio detallado de
la cuestión se recomienda la obra de Thomas G. Barnes, Origen y destino del
campo magnético de la tierra, reseñada en el apartado bibliográfico de este
número, y el artículo de Robert V. Hamby, «Biomagnetic Effects in the
Light of the Formerly Stronger Geomagnetic Field», Creation Research
Society Quarterly, vol. 13, Sept. 1976, págs. 106-107. Vuelta
al texto 3. Para esta cuestión, consultar El Diluvio del
Génesis, pág. 599; también Donald W. Patten, «The Longevity Accounts
in Ancient History», Creation Research Society Quarterly, vol. 19,
Jun. 1982, págs. 40-52. Vuelta al texto 4.
Donald W. Patten, «The Longevity Accounts in Ancient History»,
Creation Research Society Quarterly, vol. 19, Jun. 1982, pág. 42. Vuelta al texto 5. Bernard E. Northrup, The
Genesis of Geology (Greenleaf Press, Redding, California 1989), pág. 26;
véase también el mismo autor, «Continental Drift and the Fossil
Record» en el libro simposio Repossess the Land (Bible-Science
Ass., Minneapolis 1979), págs. 165-170. Vuelta al texto 6. Bernard E. Northrup, «Continental Drift and the Fossil
Record» en el libro simposio Repossess the Land (Bible-Science
Ass., Minneapolis 1979), pág. 165. Vuelta al texto
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