Dominique Tassot
Problemas lógicos en la evolución
Cuando estudiaba matemáticas, durante mis primeros años en la universidad,
nunca habría soñado en asociar la palabra «problema» con la
palabra Evolución. Mis libros de cabecera eran los de Teilhard de
Chardin; durante tres años participé en excavaciones en el yacimiento fosilífero
de Carnay, cerca de Reims, donde hallamos, en terrenos del Secundario,
esqueletos completos de un raro reptil, el Simeodosaurio. Debido a que este
animal del pasado ya no existía en la actualidad, esto constituía la prueba, o
al menos esto creía yo entonces, que los seres vivos cambiaban de forma con el
tiempo. Fue en 1976, después de mis estudios de filosofía, que vi casualmente en
el escaparate de un librero de lance un viejo libro con un título provocativo:
L'Evolution régressive [La Evolución regresiva].
Fue entonces que comencé a reflexionar, es decir, a dudar. La
ciencia, dice Aristóteles, comienza con el asombro; la
filosofía, por su parte, comienza con la duda. Se planteaba
allí una cuestión muy sencilla. La evolución
factual, la evolución constatada, es una evolución neutra
o regresiva. Hace variar ciertos caracteres como el color o el
tamaño; quizá da un órgano suplementario: pero
jamás ha producido un órgano nuevo. En contraste, aquello
que designamos más frecuentemente como
«Evolución», con una «E»
mayúscula, es una modificación que hace aparecer rasgos
novedosos, como por ejemplo las plumas en un reptil, o patas en un pez.
Y el Semeodosaurio, a este respecto, estaba mudo. Sí, claro,
había desaparecido, como la mayoría de las especies
fósiles, como en la actualidad siguen desapareciendo abundantes
especies, pero esta desaparición no explica nada de la
Evolución, esta desaparición no constituye el hecho
de la Evolución.
Los hechos no se demuestran: sencillamente, se constatan. Si la Evolución no
se constata, entonces no es un hecho. En tal caso, ¿qué es?
Es en principio una idea, y esta idea se remonta a Lucrecio y a
Ovidio. Es también una hipótesis, y muchos pensadores del siglo
dieciocho, en particular Maillet, d'Alembert o Diderot, imaginaron que los
animales se transformaban para adaptarse a las modificaciones del medio
ambiente. Por ejemplo, Benoît de Maillet, que fue durante largo tiempo Cónsul de
Francia en Egipto, pensaba que los continentes habían surgido del mar y que las
especies marinas se habían «terrestrizado», que se habían adaptado
a respirar aire, que habían transformado sus aletas natatorias en patas, y que
así había sucedido con todos sus órganos.
En el siglo diecinueve, la Evolución pasó, con Lamark, a ser una
teoría. En 1800, Lamark propuso un primer mecanismo explicativo: «la función crea el órgano», y después ha habido
generaciones de científicos que han puesto esta hipótesis a prueba, sin
lograrlo.
Luego, en 1859, Darwin propuso un segundo mecanismo: «la selección
natural», la supervivencia de los más aptos.
Después de Lamark se han sucedido diferentes teorías científicas; a
continuación vamos a considerar los problemas que plantean desde el punto de
vista de la lógica.
I - Las falsas premisas:
Todo razonamiento parte de unas ideas supuestas como ciertas, las premisas,
examinadas lógicamente a partir de tres grandes principios lógicos (identidad,
no-contradicción y tercero excluido). Los problemas de los razonamientos
evolucionistas inciden tanto en las premisas como en la aplicación de los
principios de la lógica. Contemplemos en primer lugar algunas premisas falsas,
que frecuentemente son implícitas más que explícitas.
a) La Evolución es un hecho
En realidad se trata de una idea, y las teorías explicativas tienen poco
interés científico en tanto que el fenómeno de que se trata, la aparición de
órganos novedosos, no ha sido constatado.
b) La naturaleza imita al hombre
De este modo la selección natural se asemejaría a la actividad selectiva de
los criadores o de los cultivadores. En realidad, lo que hace la naturaleza es
eliminar a los tarados, lo que tiene como efecto conservar el tipo medio de una
especie, no el de modificarla.
c) La Evolución es progresiva
En realidad, lo que se constata es lo contrario: desde luego que
existe una «microevolución» en el interior de las
especies, pero esta evolución real es una
«especialización», y toda especialización
constituye una regresión genética.
d) los primitivos fueron los salvajes
Si la evolución fue progresiva, los Antiguos habrían sido menos inteligentes
que nosotros. Pero cuanto más nos alejamos atrás en la historia, se debe
constatar una gran inteligencia en los hombres de la Antigüedad, un sentido
artístico desarrollado, el manejo de lenguajes más detallados y sutiles (las
formas gramaticales caen en desuso, pero no aparecen de nuevas), y eso sin
hablar de la fortaleza física.
e) La semejanza implica descendencia
Esto es contrario a lo verdadero: que la descendencia implica semejanza. Pero
la homología entre dos órganos se explica por la identidad de sus
funciones.
II - Las contradicciones:
Pasemos ahora a las contradicciones. Estas consisten en afirmar a la vez una
cosa y su contraria.
a) La Evolución, ¿una ley general de los seres vivos?
En tal caso debería ser también de aplicación al hombre, y Diderot hace decir
así al Dr. Bourdeu, en 1769: «Pensamos tanto y andamos tan poco que
acabaremos un día por no ser nada más que una cabeza.» Sin
embargo, hay numerosos fósiles vivos: las algas azules, el celacanto, las
esponjas, los gusanos marinos, las rayas, los erizos marinos, los escorpiones,
etc. ... ¿Se puede razonar como si la Evolución fuese a la vez necesaria e
innecesaria?
b) ¿Continuidad o Discontinuidad? ¿Evolución dirigida o Evolución
aleatoria?
Al no estar constatada la Evolución gradual, se evoca en la actualidad una
evolución brusca, sin transiciones. Pero si se trata de saltos aleatorios,
¿cómo se puede continuar presentando la Evolución como un fenómeno gradual y
orientado?
c) ¿Adaptación o aparición de órganos?
El biólogo Richard Lewontin observa que es contradictorio describir la
Evolución como un proceso de adaptación, por cuanto todos los organismos
vivientes están ya adaptados. La selección natural sólo puede actuar sobre
órganos existentes; en tal caso, si las alas o los ojos han precedido a la
selección natural, esta última no puede explicar su origen.
d) La extrapolación del contrario.
Se observa la estabilidad de las especies: la «microevolución»
por mutación crea variedades o razas diferentes en el interior de la especie,
pero nunca un verdadero paso trans-específico con la aparición de órganos
novedosos. En cambio, los evolucionistas proponen que, con la ayuda de largas
eras geológicas, se ha producido una «macroevolución»
trans-específica. Eso es extrapolar lo contrario de lo observado, en tanto que
sólo es legítimo extrapolar lo idéntico. Aquí hay una distorsión capital de la
lógica. Y George Wald, en su obra sobre El Origen de la Vida, no tiene
más objeción que esa asombrosa declaración en un libro que pretende ser
científico:
«La duración con la que tenemos
aquí que ver es del orden de diez mil millones de años, y por ello no tiene
sentido considerar nada imposible sobre la base de la experiencia humana. Con un
tiempo tan prolongado, lo imposible viene a ser posible, lo posible probable, y
lo probable virtualmente cierto. Basta con esperar: el tiempo consigue el
milagro por sí solo.»
Así, nos encontramos aquí con una declaración que tiene más que ver con una
novela que con ciencia.
e) Los «árboles genealógicos» de los seres vivos
contradicen la Evolución
Los taxónomos, a partir de Aristóteles, clasifican las especies vivientes por
géneros, los géneros por familias, luego por órdenes, clases y fílums. Así,
todos los mamíferos poseen ciertos rasgos comunes: glándulas mamarias, glándulas
sudoríferas, un sistema piloso, un corazón con cuatro cámaras y la aorta a la
izquierda, un diafragma, tres huesecillos en el oído, etc. Todo animal dotado de
esta manera es un mamífero. Estos rasgos se conservan cuando se desciende hacia
las familias y los géneros. Los «descendientes» reproducen todos
los rasgos de sus «antepasados». Así, es contrario a los
principios de la clasificación que un pez o un reptil (en los que los pulmones,
la piel, el oído, están organizados de manera diferente) hayan sido antecesores
de un mamífero.
III - Los cambios de significado:
Los términos científicos se distinguen de los términos corrientes por su
sentido preciso y constante. De la misma manera, la lógica demanda que el
sentido de las palabras se mantenga uniforme a lo largo del razonamiento. Y esto
dista de ser así en el caso de la Evolución.
a) Evolución y variabilidad. Macro y microevolución.
La variabilidad interna de la especie incide en los caracteres
secundarios (color y espesor del pelo, etc.). Esta
«plasticidad» de la especie, como la denominaba Agassiz, es
un fenómeno real sin nada en común en magnitud y
naturaleza con una evolución trans-específica que
jugaría con la estructura y la función de los
órganos. Al designar lo uno y lo otro con la misma palabra
«evolución», se acreditan falsamente a la
macroevolución (sin prueba alguna) los innumerables hechos de
observación relativos a la microevolución. En particular,
la especialización divergente de las variedades puede ir hasta
la supresión de la interfecundidad. Así, se da
«especiación», la aparición de verdaderas
subespecies, muy numerosas entre los insectos. Pero ese fenómeno
de microevolución no tiene relación con la
aparición de nuevos órganos, que es lo que supone la
macroevolución.
b) Homo, ¿género o especie?
La humanidad constituye una «especie». Todas las razas
humanas pueden conseguir cruces fecundos. Pero en contra de la regla
que precisa mediante un adjetivo las variedades en el interior de la
especie (Homo Sapiens, Homo Neanderthalensis, etc. ...), se
designó como «Homo habilis» a un simio
australopitecino de Olduvai que no puede pertenecer a la misma especie
que el hombre (incluso si se le imagina un antecesor común, como
el Australopithecus Afarensis). Así, se transforma a Homo
aquí en un «género», reagrupando a especies
morfológicamente vecinas pero sin vínculos
genéticos posibles, siendo que los simios no tienen el mismo
número de cromosomas que el hombre.
c) La «selección» ...
¿«natural»?
La selección es un fenómeno voluntario, dirigido, pertinente a una finalidad.
En la teoría de Darwin se designa con este término a una acción ciega de la
naturaleza. Se trata de dos conceptos muy diferentes, más aún,
opuestos.
IV - Los razonamientos circulares:
Hay razonamiento circular cuando se concluye mediante la suposición de la que
se ha partido. En tal caso, no se ha demostrado nada.
a) La «Secuencia Estratigráfica».
Con la misma se clasifican cronológicamente los fósiles índice de las capas
geológicas. Se suponen las eras geológicas y la evolución paralela de los seres
vivientes. La secuencia evolutiva reconstruida no demuestra entonces la
evolución, porque ha sido dada por supuesta para la elección de esos fósiles «índice».
b) La supervivencia de los más aptos.
Aquí tenemos una tautología, por cuanto la aptitud es definida por el hecho
de la supervivencia. Eso hace recordar la famosa paradoja del doctor Binet,
el inventor de las pruebas del «cociente de inteligencia». Ante la
pregunta: «¿Qué mide usted?», él respondía: «¡La
inteligencia, claro!» Y a la pregunta de, «¿Y qué es la
inteligencia?», respondía: «¡Lo que mide mi prueba!» Sin
duda, las tautologías son útiles; clarifican los conceptos y facilitan el
aprendizaje. Pero no es válido valerse de ellas para fundamentar la veracidad de
una tesis.
c) La carga de la prueba.
Cuando se pregunta a un especialista por las pruebas de la teoría de la
evolución, oye siempre que la prueba la da el vecino: El paleontólogo piensa
que las pruebas provienen de la biología; el biólogo remite a la secuencia
estratigráfica de los geólogos, y los geólogos responden que la demostración la
da la paleontología.
En resumen, como ya hace un siglo escribió Béchamp: «se supone, se
supone continuamente, y de suposición en suposición ¡se acaba por dar
conclusiones sin pruebas! ...
Conclusión: La evolución no es un hecho, sino un concepto explicativo,
un paradigma (en el sentido de Raoul Kuhn) que inspira diferentes teorías. Es
importante tener presente esta distinción si se quiere conservar todo el rigor
en la actuación científica y analizar de manera correcta la validez de los
razonamientos empleados en las teorías evolucionistas.
[Nota del Traductor: Este material se tradujo originalmente para ser
entregado a los grupos de trabajo de
TECNHOCIENCIA 95
unas jornadas convocadas anualmente por IUVE, la Universidad Complutense
de Madrid, la Universidad Politécnica de Madrid y la Universidad Nacional de
Educación a Distancia. En 1995 el tema a tratar era: Los límites de la
ciencia - ¿Es científica la teoría de la evolución?]
© Copyright 1995 Dominique Tassot * F-08310 ANNELLES * FRANCIA Traducción
del francés: Santiago Escuain
© Copyright SEDIN, 1996
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Nombre original de fichero: Tecnhociencia95-Tassot.rtf - preparado el
martes, 7 octubre 1997, 10:53
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