J. N. Darby (1856)
La Irracionalidad de la Incredulidad (fragmento)
Fuente: The Collected Writings of J. N. Darby [1800-1882] (Stow Hill Bible and Tract Depot, Kingston-On-Thames, reimp. 1964), vol 6, págs. 35-36, 39.
(...) Pero ahora pregunto: ¿Qué se significa por «crítica libre», en el sentido de que, en su
naturaleza, excluye toda posible autoridad? Significa la absoluta
supremacía y competencia de la mente humana para juzgarlo
todo. Dios queda totalmente excluido. Y éste es el magno
principio de la «libre crítica». Porque juzgar a
Dios, si Él está ahí, es absurdo e imposible. Su
autoridad y palabra tienen que prevalecer; si Él está
ahí, Él tiene que ser perfecto y estar en lo cierto;
pero es Él quien juzga y no puede ser juzgado, o no
está ahí como Dios. En la «libre
crítica» se supone que el hombre juzga si algo es de
Dios o no, pero si la crítica excluye la autoridad, desde
luego excluye de entrada al mismo Dios. Siempre supone la ausencia de
Dios y de Su Palabra. Significa esto: Yo excluyo a Dios, y juzgo de
todo por mí mismo sin Él; y nunca haré nada
distinto. Así pensó Job, hasta que se encontró
con Él, y descubrió Su propia pequeñez. Pero
éste es el principio de la «libre
crítica» como un todo. No se admite en ningún
caso que Dios entre en el contexto; porque entonces, y desde luego,
se acaba la crítica. Esto, dicho aquí en principio, se
encuentra en todo lo que es «crítica libre».
Introduzcamos a Dios en el pensamiento ... y todo es falso. Pero que
el hombre excluya a Dios es siempre falso. Abandona la gran fuente,
prueba y piedra de toque de toda verdad moral.
Si el hombre dice: ¿Qué, pues, es lo que se tiene que
hacer? ¿No debo juzgar moralmente antes de recibir nada como
siendo de parte de Dios? Si no fuera así, podría
recibir el hinduismo o el mahometismo. Diré qué se debe
hacer, si es realmente esto lo que se desea. Confiesa que
estás alejado de Él. ¿Y es éste el estado
normal del hombre? Estás alejado de Dios ... o no
tendrías que emplear este esfuerzo para saber si algo es de
Él o no. Y añado: si estás alejado de Él,
confiesa entonces tu necesidad de Él. Pero esto supone o
revelación o ruina. Y tal es la verdad, y los esfuerzos de la
libre crítica estan envueltos en ella.
Sin embargo, tomado como un instrumento humano justo, la
crítica, en el verdadero y legítimo uso del mismo, no
destruye la autoridad. Admito que, moralmente, es necesaria la gracia
de Dios, por cuanto se tiene que tratar con una voluntad corrompida, «antagonista»; pero, en el sentido humano, la
crítica no excluye la autoridad. Puedo determinar que una
carta de mi padre sea realmente de mi padre. Cuando se obtiene una
evidencia adecuada de ello, la carta adquiere en el acto su autoridad
sobre mí. Ahora bien, lo único que establece una
diferencia en una comunicación divina es que el hombre es
incompetente para juzgar acerca de Dios, y que posee una voluntad
antagonista que no quiere recibirle. Pero esto demuestra la necesidad
de la revelación y de la gracia divina—esto es, del
cristianismo—a no ser que el hombre deba permanecer ignorante de
Dios y opuesto a Él. (35-36)
(...)
Pero la constante y laboriosa ejercitación de la libre
crítica, el estrecho examen y criba de la Biblia, que ha
tenido lugar a lo largo de las eras, la ansiosa investigación
en búsqueda de errores o de contradicciones en ella, demuestra
que hay una ansiedad en demostrar que no es lo que pretende ser.
¿Por qué esta ansiedad? Los que no están
inmediatamente bajo la influencia del Islam están de hace
mucho tiempo satisfechos de su falsedad, y ahí lo dejan; pero
estas minuciosas investigaciones en pos de un fallo en las Escrituras
prosiguen—se repiten—se renuevan. Los hombres las examinan desde
todos los puntos de vista. Se pide la ayuda de la astronomía y
de la geología. Se examina a fondo la geografía; la
historia, las antigüedades, los estilos, los manuscritos de todo
tipo, escritos fantasiosos de los «padres», escritos
absurdos de los herejes, imitaciones apócrifas de su
contenido: nada queda sin remover para encontrar algo que la
desacredite; los sabios escritos de los filósofos para
demostrar que ellos podían hacerlo igual de bien, o que fueron
la fuente de los aspectos buenos, o incluso de los pretendidos puntos
absurdos de la doctrina; se busca toda otra influencia que hubiera
podido moralizar la humanidad, que pueda suponerse que no es esto.
¿Para qué tantos esfuerzos? ¿Por qué, si
fuera una doctrina como la de Platón, no hubiera debido
producir su efecto, y nuestros filósofos mostrarse tan
tranquilos acerca de ella como acerca de otras cosas? Lo que sucede
es que tiene—y la conciencia de ellos sabe que tiene—las demandas
de Dios y la verdad de Dios en ella; y ellos no van a querer admitir
que el verdadero Dios, que Cristo, sea su fuente; porque entonces
tendrían que ceder, y admitir lo que es el hombre.
Y esto se muestra de la manera más curiosa. Aunque ellos
afirmen no aceptar nada de Cristo, o pensar que era un impostor, no
permitirán que los libros autorizados de Su religión
den una verdadera presentación de las doctrinas de esta
religión. Si yo leo el Corán, me siento satisfecho de
que se trata de la presentación del mahometismo, por absurdo
que sea; y afirmo que el mahometismo es absurdo. Así
también con los Vedas y Puranas.
Pero cuando se trata de los libros cristianos, no sólo se
les acusa de errores y de contradicciones, etc., sino que los
críticos libres ni siquiera admiten, después de todo,
que enseñen el cristianismo real. No dan una
presentación veraz ni genuina del cristianismo. ¿Por
qué (si es que se trata de una mera fábula, de una
impostura) presentan tantas dificultades acerca de la exactitud de la
presentación que dan? Lo cierto es que sus principales
propagadores podrán darnos una presentación suficiente
de la impostura y de las doctrinas de la misma, por lo que a nosotros
pueda respectar. Pero no. Existe la conciencia de que Dios
está en el cristianismo. La conciencia, a pesar de la
voluntad, sabe que ahí tiene que ver con Dios; y quiere una
verdadera revelación, una presentación real y
auténtica de lo que Dios es. Es cierto. Pero aunque la
curiosidad y los temas favoritos puedan absorber a muchos durante un
tiempo, o a un individuo durante toda su vida, los hombres no se
dedican de una manera tan continuada, tan perseverante, a buscar la
verdad de una fábula. No rechazan los libros sagrados de
cualquier otra religión como no siendo la verdadera
presentación de aquella religión. Los aceptan como son,
porque saben que se trata de una fábula; o, cuando se sabe que
son obra de las mentes de los hombres, tenemos lo mismo. Un ajeno al
luteranismo toma los libros simbólicos del luteranismo como
expresión del luteranismo, esté de acuerdo con ellos o
no. ¿Y por qué no con los libros cristianos como
expresión del cristianismo? Un incrédulo no puede dejar
a solas a Dios y Su verdad porque es la verdad de Dios. Es un zelota
en contra de ella; y ello se debe a que su voluntad está
metida en ello. Es un zelota acerbo porque su conciencia está
intranquila. Se reirá de un carpintero mahometano, que cree
que sólo él tiene la verdadera religión;
maldecirá a un cristiano coherente que cree que la tiene, y
denunciará vehementemente y aborrecerá a los tales si
no le permiten estar entre ellos cuando niega su Señor, y
sólo querrá tener toda la energía necesaria para
denunciarlos. ¿Por qué esta diferencia? .... (39)
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