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||||||||||   Apartado 2002 - 08200 SABADELL (Barcelona) ESPAÑA | SPAIN   ||||||||



AÑO DE ELECCIONES
—Guía para el votante—


Aunque este escrito haga referencia a algunos nombres concretos y circunstancias localizadas, su argumentación, como observará el lector, es independiente de los primeros y de las segundas, y sus principios son universales para el cristiano que desea agradar al Señor.


EL CRISTIANO Y LA POLÍTICA

«Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado»

(2 Timoteo 2:4).

Sería de pensar que tras un versículo como este, serían innecesarios todos los comentarios. Sin embargo, a la luz de la creciente implicación de profesos cristianos en política, se hace necesario exponer estos textos de una manera más específica. Cada cristiano es un soldado del Señor, y le guste o no está en una guerra. Y una de las razones por las que tantos luchan ineficazmente en la guerra espiritual, no pudiendo «librar la buena batalla de la fe», es por que se enredan. El sistema de este mundo lanza alrededor del cristiano varias telarañas para enredarle, y la política es una de éstas. El Señor, Aquel que nos ha alistado como soldados, nunca se agrada de tales involucraciones, quede esto ya claro de entrada. ¿Por qué, pues, se enredan los cristianos en la política?

Motivos mezclados

Dando la mejor interpretación posible a la situación, debemos decir ante todo que los hay que se enredan porque en sus corazones creen de veras que están haciendo algo bueno, y que Dios no tiene nada en contra, sino que lo aprueba. Como insiste nuestro texto, están honrada pero tristemente equivocados. No hay nada malo con querer mejorar las cosas, o en estar contra la injusticia y actitudes similares. Para los que piensan así, les diremos que compartimos su anhelo. Pero la política es una actividad llena de trampas, y hay otros con otros motivos, como la fama, el dinero, el poder y el engrandecimiento de sí mismos.

Naturalmente, la única manera de poseer las cosas que ofrece el sistema político es que le voten a uno, y para que le voten a uno necesita tener, entre otras cosas, popularidad entre la gente. Y para tener popularidad se les tiene que decir que uno está interesado en ayudarles y en servirles ... o no tendrá uno ningún voto. Por lo que queda en pie una seria duda acerca de la pureza de los motivos y la profundidad del interés humanitario genuino en todos los políticos. Los que lo niegan son o ingenuos o no honestos del todo. El problema es que una buena cantidad de personas no quieren afrontar esta realidad. La política ofrece no sólo lo que te anuncia, esto es, mejoras, sino también poder, fama y dinero. Los que sinceramente entran con motivos «puros» pronto se encuentran en un gran árbol donde muchas otras aves hallan refugio, o, para expresarlo con otras palabras, se encuentran en una red. Pero esto también involucra a los votantes, no solamente a los que se presentan como candidatos. Pensemos en las horas pasadas en hacer campañas y en escuchar discursos de campaña. Pensemos en el dinero gastado en la campaña más modesta, y pregúntate si este tiempo y dinero no se emplearían con mayor utilidad si se invirtieran en el reino de Dios, en el impulso del Evangelio. La respuesta que se da es que es ridículo suponer esta alternativa, porque los partidos políticos no gastarán dinero en el evangelio. Nosotros entonces debemos responder con esta sencilla pregunta: «Entonces, ¿qué hace un cristiano enredándose con ellos, dedicando tiempo y dinero a tales cosas?»

Agujeros negros en el espacio

Quizá hayas oído hablar de los llamados «agujeros negros en el espacio», aquellas estrellas colapsadas extremadamente densas, cuya atracción gravitatoria atrae incluso los rayos de luz de estrellas cercanas, haciéndola desaparecer para siempre dentro de ellos. Nada vuelve a aparecer otra vez cuando ha entrado allí. Ésta es una ilustración de lo que ha sucedido a algunos cristianos, y lo que sucederá a otros, cuando den su tiempo y energía a la política de este planeta. Es una situación sin remedio. Piensa acerca de ello: ¿Cuántos años de historia registrada tenemos para este planeta? Alrededor de 4.000. ¿Cuántos de los problemas básicos de la humanidad siguen siendo los mismos que cuando se comenzó? Todos. Selah. ¿Cuántos pecados ha eliminado el hombre en todos estos miles de años? Ninguno. Pensemos sólo en las miríadas de reyes, gobernantes, parlamentos, congresos, tribunales y otros funcionarios y cuerpos de gobierno que hayan existido. Por todas partes del mundo, en todas las épocas, en todas las circunstancias concebibles, se han estado probando fórmulas políticas desde todas las posibles perspectivas humanas, y con todo ello no han podido resolver los problemas de la humanidad. No, querido cristiano, no se merecen ni un céntimo y tampoco ni un segundo del tiempo que Dios nos ha confiado como administradores que tendremos que dar cuenta.

Por otra parte, considera el evangelio. ¿Cuántos de los problemas básicos de la humanidad resuelve el evangelio? «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17). ¿Qué es lo que puede rehacer matrimonios? El evangelio. ¿Qué es lo que puede reformar a los presos? El evangelio. ¿Qué es lo que puede afectar a las relaciones patrono/empleado? El evangelio. ¿Qué es lo que puede garantizar el cuidado de los ancianos y de los enfermos? El evangelio. Cada vez que alguien es salvo, es transformado en templo del Espíritu Santo, y no sólo cambia interiormente, sino que su cambio afecta a aquellos que están a su alrededor, de manera permanente. Considera, pues, cuál sea la manera mejor de invertir el tiempo acerca del mundo y de sus problemas. ¿La política, o el evangelio? Pero ¡no cometas el error de tratar de mezclarlos, como el vinagre y el aceite!

Nunca ha habido un sistema político que haya introducido el milenio, ni lo habrá. Será el mismo Señor Jesucristo quien introducirá pesonalmente aquella era cuando venga a reinar en gloria. Lo que los políticos pueden hacer, como lo demuestra la historia, es reclasificar los problemas, tratar los síntomas del pecado, e incluso a veces impedir su avance, pero no pueden eliminarlo. Por ello, el cristiano que se involucra en la política de este mundo ve como su tiempo y dinero van desafortunadamente desapareciendo en este «agujero negro en el espacio», en lugar de verlos invertidos en el evangelio y trayéndole resultados eternos. La política no puede producir esta clase de resultados. ¿Por qué? Porque el problema básico de la humanidad es de naturaleza espiritual, y no está relacionado en forma alguna con la ciencia política. Si alguien tiene una pulmonía, necesita medicina interna, y no una tira de esparadrapo. El evangelio le da al hombre la medicina interna que necesita, pero la política sólo puede ofrecerle una tira de esparadrapo.

El gobierno humano, establecido por Dios

Pero —se argumentará—, «en Romanos 13 y en otros pasajes la Biblia apoya el gobierno humano, y ello remontándose hasta el tiempo de Noé tras el diluvio. Después de todo, Dios instituyó el gobierno humano». Esto es cierto: Dios instituyó el gobierno humano. Pero Él no instituyó todos los aditivos de la ciencia política que adornan al gobierno actual. Tampoco instituyó el gobierno para ser la salvación de la humanidad. La política ni puede salvar almas ni producir un mundo verdaderamente mejor en el que vivir.

«¡Más leyes! ¡Mejores leyes! ¡Leyes que se apliquen con vigor! ¡Más mecanismos de represión!» nos gritan. Bien, si éstas son las herramientas de los políticos, con ello tan sólo confiesan abiertamente que la política no funciona. Si funcionara, ¿para qué se necesitarían tales cosas? Pero nos proponen que el cristiano puede servir a Dios por medio de estas funciones administrativas, ejecutivas y judiciales, haciendo del mundo un mejor lugar para vivir. ¿Son ignorantes o arrogantes los que reposan sus esperanzas en tales ideas? Hagamos una pregunta: ¿Quién puede hacer mejores leyes que Dios? ¿No es Su ley buena, perfecta y santa? ¿Pero cuándo aprenderan los cristianos que la nunca la ley, ni siquiera la Ley de Dios, puede impartirnos el poder necesario para guardarla? No se puede eliminar el pecado ni la maldad mediante legislación, pero sí mediante la salvación.

Obligación moral

La eliminación del pecado ... ésta es la hazaña que los mejores políticos son totalmente incapaces de llevar a cabo. Así que nos dicen que saben que no pueden eliminar el pecado, pero que los cristianos tienen una obligación moral de involucrarse (de enredarse) en el gobierno, en la política, como medio de reprimir el desorden. Bien, que presenten los pasajes bíblicos, en su contexto, que sustenten estas declaraciones.

La Biblia nos dice claramente que como cristianos tenemos una obligación moral de obedecer las autoridades, pero nunca nos dice que tengamos una obligación moral de involucrarnos en política. No, ni siquiera una sola vez.

Combatiendo el humanismo

Ningún verdadero cristiano está en favor de ninguna forma de humanismo ni de sus credos. Acerca de esto estamos de acuerdo. Sin embargo, una manera de hacer predilecta de los activistas políticos cristianos es alarmar a la comunidad cristiana con informes y estadísticas acerca de cómo los humanistas se están apoderando de los resortes del gobierno, y de qué es lo que sucederá en consecuencia. Nos proponen que todos vayamos a los mítines, y que votemos por los candidatos de orientación pro-cristiana para evitar esto. La idea es organizar a los cristianos en un poderoso bloque de votantes.[1] A este fin, se producen informes y guías de votación para cristianos, dando los perfiles y puntos de vista de los candidatos acerca de las diferentes cuestiones. En Estados Unidos, por ejemplo, se afirmaba que todos los cristianos debían votar por Reagan porque estaba a favor de la oración en las escuelas públicas, y en contra del aborto.

Así que ¿cuál de estas dos cuestiones resolvió el Presidente Reagan no en cuatro, sino en ocho años de presidencia? Lo que nadie pudo decir es que el Presidente de los Estados Unidos no solo no iba a hacer nada acerca de estas cuestiones, sino que iba a someterse a sí mismo y los asuntos de la nación que él representaba a la influencia ocultista de la astrología. Éste es sólo un ejemplo. Sin embargo, el problema principal no son las sorpresas que dan los representantes políticos elegidos, sino la idea básica de luchar contra el humanismo en el gobierno mediante lo que resulta ser una versión cristiana del humanismo: la presentación de uno o varios hombres que tienen las respuestas. ¿Acaso el hombre tiene la respuesta?

La responsabilidad humana

«¿Y qué de nuestra responsabilidad humana?», nos insisten. «¿Qué se supone que debemos hacer, entonces? ¿Quedarnos sentados en nuestra capilla, y dejar que el mundo vaya empeorando?» Insisten en que no podemos tomar una actitud tan pasiva e irreal ante los problemas, sino que es nuestra reponsabilidad votar, hacer campañas por ciertos candidatos, e incluso presentarnos como candidatos para cargos, a fin de tener cristianos en el gobierno. El clamor de «¡Responsabilidad humana!» tiene la intención de despertar los espíritus al hecho de que estamos siendo excesivamente espirituales y, ante sus ojos, irresponsables en esta cuestión, adoptando una actitud extremista. En estos días de «moderación», «moderación», «moderación», llamarle extremista a uno es como llamarle hereje. Pero los primeros cristianos eran lo suficientemente extremistas como para no involucrarse en política. Ni siquiera un poco.

Se nos dice: «Si no votas, no te quejes luego acerca de quién ostenta el cargo ni de lo que hagan». Éste es un bonito tópico de ciencia política con la intención de avergonzarnos y de que nos enredemos, pero nuestra respuesta es que no nos vamos a quejar, porque es pecado hacerlo, ¡aunque se vote! ¿Y no es extraño ver como los que hacen campañas y votan son aquellos que son más clamorosos con sus quejas? Piensa acerca de esto.

Pero tenemos que responder afirmativamente por lo que respecta a nuestra responsabilidad humana. Creemos firmemente que debemos ser cristianos responsables. Pero esta responsabilidad, para el cristiano, viene definida por la Biblia, no por parte de profesores universitarios, políticos o sociólogos, ni por parte de la propaganda de las campañas. En primer lugar, es responsabilidad y obligación de cada cristiano ORAR como el Señor nos enseña en 1 Timoteo 2:1-2. Esta tremenda responsabilidad es frecuentemente descuidada por parte de profesos cristianos. Algunos carecen de interés. Otros dicen que no tienen tiempo. Preguntemos a los activistas políticos cristianos: ¿Cuánta regularidad y fervor hay en sus vidas personales de oración? ¿Están dedicados de manera coherente a la reunión de oración de su asamblea local? Si no es así, deberían avergonzarse de hablar a otros acerca de responsabilidad. Ellos hablan de «Poner pies a vuestras oraciones», uno de estos dichos que no aparecen en la Biblia. ¿Y qué de poner rodillas a vuestras oraciones? ¿Qué de poner ayuno a vuestras oraciones? Dios dijo que oráramos, pero NO dijo que votáramos. Pensemos en esto: Podemos hacer más en 5 minutos de rodillas en comunicación con Dios en oración que en 5 minutos en un colegio electoral. Entonces, ¿por qué se ofrecen a facilitar el transporte para votar, pero no para una reunión de oración? Una mirada a las vidas privadas de oración de muchos y a la asistencia a las reuniones de oración en sus iglesias nos dirá por qué muchos profesos cristianos se lanzan a la política. Lo hacen porque creen que la política consigue resultados, y que la oración no los consigue. ¿Qué clase de cristianismo es éste?

En segundo lugar, creemos firmemente que es nuestra responsabilidad humana y obligación moral como cristianos ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15). Creemos que deberíamos seguir el ejemplo de los primeros cristianos, que, según Hechos 8:4, «iban por todas partes anunciando el evangelio». Si realmente creemos esto, entonces creemos que podemos hacer más yendo de puerta en puerta por Cristo, o distribuyendo literatura evangélica, que haciendo propaganda de puerta en puerta en favor de algún político, por piadoso que sea. ¿Qué campaña es la que deberíamos apoyar, y por la que trabajar? ¡La campaña del evangelio! ¡Qué vergüenza ver a algunos pasando su tiempo y gastando su dinero en política, trabajando incansablemente, con toda dedicación, siempre hablando de política, de candidatos y de votos! Lo hacen tan bien que les queda poco tiempo, o ninguno, para el testimonio o impacto por Cristo de la manera en que lo hacían los primeros cristianos. Están enredados, y esto está mal, y Cristo no se complace en ello. ¡Y cuanto peor es esto cuando su iglesia local se está debatiendo y con necesidad de ayuda, o cuando consideramos la inmensa cantidad de trabajo que queda por hacer para plantar y edificar asambleas del pueblo de Dios por el mundo! ¿Cuál es la responsabilidad que sienten los que se mezclan en la política con respecto a buscar primero el reino de Dios y Su justicia, como nos manda la Biblia?

«No améis al mundo»

En 1 Juan 2:15 se nos instruye así: «No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo». Esto es violado por los que se entregan a la política. Nunca es nuestra responsabilidad ayudar al sistema del mundo, y mucho menos amarlo. ¡Pero ellos nos dirán abiertamente que les encanta la política! Van en pos del espejismo de hacer el bien por medio de la política de una forma que los inconversos que se dedican a la ciencia política admiran. Pero la política es algo que ha producido el mundo, no Dios. Es una de las cosas que están en el mundo. Si no lo crees, lee sencillamente Lucas 4:5-8, y mira quién está tras los reinos de este mundo. Tenemos que recordar que el mundo es un sistema ordenado de cosas, organizado y dirigido por el diablo, dejando a Dios afuera, diseñado con el propósito de hacer al hombre feliz sin Dios. ¿Por qué va un cristiano a querer mezclarse con un sistema así, y mucho menos a encontrarlo encantador? ¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas? ¿Qué ha sucedido con aquella Escritura: «Salid de en medio de ellos, y apartaos»?

El problema es frecuentemente un caso de amor fuera de sitio. Como alguien dijo: «Algunos cristianos aman tanto al mundo que esperan hacer de él su cielo». Pero Dios prohibe de manera expresa el amor hacia y el enredo con el sistema del mundo. Su Hijo no recibió justicia alguna del mejor sistema político que conocía el mundo de aquel entonces, el Imperio Romano. El Espíritu Santo, hablando por medio de Pablo, advertía a los cristianos en Corinto en contra de ir a litigar y a buscar justicia ante los injustos (1 Corintios 6:1-8). ¿A quién se refiere como los «injustos»? El contexto está bien claro: se refiere a los legisladores y jueces de aquel día como «los injustos». ¿Por qué? No sólo porque espiritualmente hablando sean injustos delante de Dios, sino también porque para el cristiano ésta NO es la manera de resolver los problemas. Pero luego se nos dice que Pablo mismo se involucró en el sistema político/legal a fin de proseguir propagando el cristianismo. Nos citan sus juicios primero en Cesarea y después en Roma. ¿Será necesario recordar que fueron sus enemigos inconversos, y no Pablo, los que provocaron esto? Recordemos asimismo que el mismo sistema que liberó a Pablo tras su primer juicio en Roma lo condenó después y lo entregó al martirio. Y en todos sus juicios jamás hubo votaciones ni peticiones ni manifestaciones para lograr su liberación. Esto no constituye un argumento muy sólido para los «políticos cristianos».

Versículos, por favor

Es hora de pedirles a estas personas que defiendan su postura en base de las Escrituras. ¿Qué versículos hallan ellos que enseñen claramente la obligación de la involucración política del cristiano? Pero no dejes que te citen versículos acerca de Moisés, de Daniel o de Nehemías, ni acerca de los buenos reyes de Israel, todos los cuales eran judíos, a los que Dios les había prometido una tierra, un rey y un reino, todo ello aquí en la tierra. Por otra parte, el cristiano nunca ha recibido tales promesas, ni ha sido alentado a que se involucre en los reinos de este mundo. Su esperanza es celestial, no terrenal (véase Colosenses 3:1-4). Las palabras del Señor Jesús a Pilato están llenas de significado para nosotros: «Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían» (Juan 18:36). Por cuanto estamos poniendo en cuestión su involucración política «cristiana», tendrán que darnos algunos versículos del Nuevo Testamento, enseñanzas del Señor o de Sus apóstoles, que enseñen de una manera clara e inequívoca que los cristianos deben involucrarse en alguna forma en la política. ¡Y no hay ninguno!

Ciudadanos del cielo

«Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo» (Filipenses 3:20).

Un ciudadano de un país no puede participar en la política de otro. Ésta es una parte olvidada de la vida cristiana. Somos ciudadanos del cielo. Algunos arguyen en favor de una doble ciudadanía —un país celestial y el terrenal al mismo tiempo. Pero esto es meramente lo que los hombres imponen con sus leyes, y no se trata de algo que demande nuestra participación activa. Nuestros intereses deberían tener una «orientación celestial», y deberíamos evitar enredarnos en otro reino. Seamos como los de Hebreos 11, que

Conforme a la fe murieron ... sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado recordándose de aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero aspiran a una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.

Estos héroes de la fe nada sabían acerca de enredarse con los negocios de esta vida. Estaban liberados de lo que tenía que ofrecerles el sistema de este mundo, porque habían dirigido su mirada de fe hacia las promesas de Dios, y deseaban una patria MEJOR. ¿Les dijo Dios que eran unos irresponsables? ¿Les dijo que tenían una mentalidad tan espiritual que no valían para nada terrenal? ¡Nada de esto! La Escritura dice: «Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos». Cristianos, recordemos que nuestra ciudadanía celestial tiene que ser real, práctica, no una mera teoría. Parte de la aplicación práctica es no involucrarse en forma alguna con las políticas de este presente mundo malo.

Lo mismo sucede con los que gozan de la condición de embajador. Es cosa bien cierta que no se pueden involucrar de manera activa en la política del país en que viven. Su relación es con otro país, y sólo allí pueden participar de tales asuntos. Nosotros, como cristianos, somos embajadores de Cristo (2 Corintios 5:20), y nuestra actividad tiene que ser en las cosas de Su Reino. No deberíamos involucrarnos (enredarnos) en la política de este mundo.

El ejemplo de Moisés

Los hay que tratan de emplear a Moisés como un ejemplo de un hombre que empleó la influencia política para hacer el bien. Nada podría estar más lejos de la verdad. Es cierto que Dios dejó que Moisés fuera educado 40 años en «la universidad de Egipto», pero es también cierto que después de esto Dios le envió 40 años al silencio y a la soledad del desierto a cuidar cabras. Sólo entonces estuvo listo. Hebreos 11 nos habla del ejemplo de Moisés:

Por la fe, Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe abandonó Egipto, no temiendo la cólera del rey; porque se mantuvo firme, como viendo al Invisible.

El registro queda claro: Moisés abandonó la política de Egipto: el nombre y la fama; los placeres y los tesoros. Sí, es un ejemplo de fe para nosotros. Él hubiera podido intentar hacer de Egipto un mejor lugar donde vivir, pero escogió antes sufrir aflicción con el pueblo de Dios. Ésta es una verdad de la que ya sabemos bien poca cosa: sufrir aflicción como el pueblo de Dios. Hemos sido descarrilados, nos hemos enredado en las luchas por nuestros derechos y privilegios, como el resto del mundo. No así Moisés. Quizá hubiera podido llegar a ser el siguiente Faraón, o al menos una de las personas más influyentes de Egipto. Pero lo abandonó para pastorear la grey de Dios. Algunos líderes de las asambleas podrían aprender de su ejemplo. En lugar de dar la mitad de nuestro tiempo disponible a la asamblea (un cálculo generoso) y la mitad a la política, podríamos recordar aquel cántico ya tan olvidado:

¡Todo para Jesús! ¡Todo para Jesús! Todo mi ser redimido,
Todos mis pensamientos, palabras y acciones, Mis días y horas, sí todo mi tiempo.
Desde que mis ojos en Jesús se fijaron, todo lo demás de mi vista se ha apartado;
Tan ligada la visión de mi espíritu, absorta queda en el Crucificado.

¡Cuán infinitamente mejor vivir como viendo al Invisible, como Moisés! ¡Dejar que Él sea toda nuestra visión y que llene toda nuestra visión! Entonces no tendremos que preocuparnos más acerca de a quién votar.

En los Estados Unidos la propaganda llamaba a votar por Nixon, que quebrantó la ley. Luego clamaban a que se votara por Carter, que mostró una constante indecisión. Luego, a votar por Reagan ... y la astrología. Bush se presentó aparentemente favoreciendo las posiciones evangélicas, y después se manifestó favoreciendo el Nuevo Orden Mundial ... humanista. Y de Clinton y Gore, este último abierto adorador de la Madre Tierra, ... ¿qué vamos a decir? En cuanto a España hemos tenido un constante cortejo de promesas incumplidas, de escándalos y de cambios de colores. Casos Naseiro y Filesa, los famosos 800.000 puestos de trabajo, la nula protección a los trabajadores por parte de un partido que se llama Socialista Obrero, los incumplimientos de las promesas del Partido Popular respecto a la contención de los impuestos. ... Y en todos los países se dan casos parejos. En contraste, el Señor Jesús sigue diciendo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28). Sí, es un versículo evangelístico, pero hay en él una aplicación muy real al cristiano que con fe se aparta de la política de este mundo para hallar reposo en el Señor Jesús.

Lo que traerá el futuro

« ... La tierra y las obras que hay en ella serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡qué clase de personas debéis ser en vuestra conducta santa y piedad!» (2 Pedro 3:10-11).

¿Quién iría a un edificio condenado y se dedicaría a pintar las paredes y a cambiar los cristales rotos? ¿Quién se quedaría en un barco que se hunde para lavar los platos sucios en la cocina de a bordo? Esto es lo que es enredarse con los negocios de este mundo y su política. No sólo está prohibido, no sólo no le agrada al Señor, sino que es malgastar unos preciosos recursos que el Salvador podría emplear para Su gloria. Horas malgastadas, fondos malgastados, ¡vidas malgastadas! El barco se hunde, el edificio está condenado, reservado para el fuego. Lo que Dios está haciendo durante esta era no es mejorar la sociedad, sino salvar almas y añadirlas a la iglesia mediante la proclamación del Evangelio. No seas un alma de ceniza —salvo como por medio de fuego— con tus años y tus obras pasto de las llamas, todo consumido, disuelto en el fuego del juicio de Dios. La lógica del Espíritu Santo en 2 Pedro 3 es que por cuanto conocemos el fin del mundo y de sus obras, deberíamos ser diferentes: santos y piadosos, no terrenos y mundanos.

Está muy bien ir a la playa y hacer un castillo de arena en plan de diversión, pero no dedicar la vida a jugar con castillos de arena. Vienen unas pocas olas, y la playa vuelve a quedar lisa. No se puede siquiera saber dónde estaba el castillo de arena. Esto es lo que habrá en el futuro para los que insisten en política cristiana. Son adultos jugando con castillos de arena: les están dedicando sus vidas. La tierra y las obras que hay en ella serán quemadas. Las olas del juicio de Dios se abatirán sobre este planeta, y las obras de aquellos cristianos que se involucraron (enredaron) en política quedarán barridas. La playa quedará lisa, y no se podrá ni saber dónde estaban sus «castillos». ¡Qué día tan triste será aquel! Que cada uno de nosotros evite tamaño desengaño. ¡Cuánto mejor dedicar nuestras vidas, tiempo y dinero que tengamos, a proclamar el evangelio del Señor Jesucristo, y a hacer discípulos! ¡Escucha Su voz! Renuncia al sistema del mundo. ¡Atiende a Su mandamiento!

Así que, hermanos míos amados, sed firmes y constantes, abundando en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano» (1 Corintios 15:58).

Recuerda el estribillo que hemos oído en el pasado:

Sólo una vida, pronto pasará.
Sólo lo hecho para Cristo permanecerá.

Que el mundo asuma su responsabilidad humana: no te enredes con ellos. En cuanto a ti, decídete a emplear tu única vida para Cristo. Decide estar siempre abundando en la obra del Señor. Decide asumir tu responsabilidad cristiana de orar, de proclamar el evangelio y de hacer discípulos. Entonces podrás tener la certidumbre de que verás la diferencia en la eternidad entre los que vivieron confesando que eran extranjeros y peregrinos, y los que trataron de mezclar el cristianismo con la política. ¡Que Dios te dé gracia para vivir una vida separada y consagrada, para Aquel que es Rey de reyes y Señor de señores! ¡A Él sea la gloria por la eternidad, Amén!

Carlos Knott

Traducción del inglés:
Santiago Escuain


1. Esto, naturalmente, especialmente en los países donde hay mucha población profesante evangélica. Sin embargo, el principio, como principio, es válido también en países como España, donde la idea es que, según las tendencias del propagandista político, los evangélicos deberían alinearse con este o aquel grupo como la mejor defensa de los intereses e ideales de los creyentes. (Nota del Traductor) Volver al texto


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