AÑO DE ELECCIONES
—Guía para el votante—
Aunque este escrito haga
referencia a algunos nombres concretos y circunstancias localizadas,
su argumentación, como observará el lector, es
independiente de los primeros y de las segundas, y sus principios son
universales para el cristiano que desea agradar al
Señor.
EL CRISTIANO Y LA
POLÍTICA
«Ninguno que
milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel
que lo tomó por soldado»
(2 Timoteo 2:4).
Sería de pensar que tras un versículo como este,
serían innecesarios todos los comentarios. Sin embargo, a la
luz de la creciente implicación de profesos cristianos en
política, se hace necesario exponer estos textos de una manera
más específica. Cada cristiano es un soldado del
Señor, y le guste o no está en una guerra. Y una de las
razones por las que tantos luchan ineficazmente en la guerra
espiritual, no pudiendo «librar la buena batalla de la
fe», es por que se enredan. El sistema de este mundo lanza
alrededor del cristiano varias telarañas para enredarle, y la
política es una de éstas. El Señor, Aquel que
nos ha alistado como soldados, nunca se agrada de tales
involucraciones, quede esto ya claro de entrada. ¿Por
qué, pues, se enredan los cristianos en la política?
Motivos mezclados
Dando la mejor interpretación posible a la
situación, debemos decir ante todo que los hay que se enredan
porque en sus corazones creen de veras que están haciendo algo
bueno, y que Dios no tiene nada en contra, sino que lo aprueba. Como
insiste nuestro texto, están honrada pero tristemente
equivocados. No hay nada malo con querer mejorar las cosas, o en
estar contra la injusticia y actitudes similares. Para los que
piensan así, les diremos que compartimos su anhelo. Pero la
política es una actividad llena de trampas, y hay otros con
otros motivos, como la fama, el dinero, el poder y el
engrandecimiento de sí mismos.
Naturalmente, la única manera de poseer las cosas que
ofrece el sistema político es que le voten a uno, y para que
le voten a uno necesita tener, entre otras cosas, popularidad entre
la gente. Y para tener popularidad se les tiene que decir que uno
está interesado en ayudarles y en servirles ... o no
tendrá uno ningún voto. Por lo que queda en pie una
seria duda acerca de la pureza de los motivos y la profundidad del
interés humanitario genuino en todos los políticos. Los
que lo niegan son o ingenuos o no honestos del todo. El problema es
que una buena cantidad de personas no quieren afrontar esta realidad.
La política ofrece no sólo lo que te anuncia, esto es,
mejoras, sino también poder, fama y dinero. Los que
sinceramente entran con motivos «puros» pronto se
encuentran en un gran árbol donde muchas otras aves hallan
refugio, o, para expresarlo con otras palabras, se encuentran en una
red. Pero esto también involucra a los votantes, no solamente
a los que se presentan como candidatos. Pensemos en las horas pasadas
en hacer campañas y en escuchar discursos de campaña.
Pensemos en el dinero gastado en la campaña más
modesta, y pregúntate si este tiempo y dinero no se
emplearían con mayor utilidad si se invirtieran en el reino de
Dios, en el impulso del Evangelio. La respuesta que se da es que es
ridículo suponer esta alternativa, porque los partidos
políticos no gastarán dinero en el evangelio. Nosotros
entonces debemos responder con esta sencilla pregunta: «Entonces, ¿qué hace un cristiano
enredándose con ellos, dedicando tiempo y dinero a tales
cosas?»
Agujeros negros en el espacio
Quizá hayas oído hablar de los llamados «agujeros negros en el espacio», aquellas estrellas
colapsadas extremadamente densas, cuya atracción gravitatoria
atrae incluso los rayos de luz de estrellas cercanas,
haciéndola desaparecer para siempre dentro de ellos. Nada
vuelve a aparecer otra vez cuando ha entrado allí. Ésta
es una ilustración de lo que ha sucedido a algunos cristianos,
y lo que sucederá a otros, cuando den su tiempo y
energía a la política de este planeta. Es una
situación sin remedio. Piensa acerca de ello:
¿Cuántos años de historia registrada tenemos para
este planeta? Alrededor de 4.000. ¿Cuántos de los
problemas básicos de la humanidad siguen siendo los mismos que
cuando se comenzó? Todos. Selah. ¿Cuántos
pecados ha eliminado el hombre en todos estos miles de años?
Ninguno. Pensemos sólo en las miríadas de reyes,
gobernantes, parlamentos, congresos, tribunales y otros funcionarios
y cuerpos de gobierno que hayan existido. Por todas partes del mundo,
en todas las épocas, en todas las circunstancias concebibles,
se han estado probando fórmulas políticas desde todas
las posibles perspectivas humanas, y con todo ello no han podido
resolver los problemas de la humanidad. No, querido cristiano, no se
merecen ni un céntimo y tampoco ni un segundo del tiempo que
Dios nos ha confiado como administradores que tendremos que dar
cuenta.
Por
otra parte, considera el evangelio. ¿Cuántos de
los problemas básicos de la humanidad resuelve el evangelio?
«De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura
es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas
nuevas» (2 Corintios 5:17). ¿Qué es lo que puede
rehacer matrimonios? El evangelio. ¿Qué es lo que puede
reformar a los presos? El evangelio. ¿Qué es lo que puede
afectar a las relaciones patrono/empleado? El evangelio.
¿Qué es lo que puede garantizar el cuidado de los
ancianos y de los enfermos? El evangelio. Cada vez que alguien es
salvo, es transformado en templo del Espíritu Santo, y no
sólo cambia interiormente, sino que su cambio afecta a
aquellos que están a su alrededor, de manera permanente.
Considera, pues, cuál sea la manera mejor de invertir el
tiempo acerca del mundo y de sus problemas. ¿La política,
o el evangelio? Pero ¡no cometas el error de tratar de
mezclarlos, como el vinagre y el aceite!
Nunca ha habido un sistema político que haya introducido el
milenio, ni lo habrá. Será el mismo Señor
Jesucristo quien introducirá pesonalmente aquella era cuando
venga a reinar en gloria. Lo que los políticos pueden hacer,
como lo demuestra la historia, es reclasificar los problemas, tratar
los síntomas del pecado, e incluso a veces impedir su avance,
pero no pueden eliminarlo. Por ello, el cristiano que se involucra en
la política de este mundo ve como su tiempo y dinero van
desafortunadamente desapareciendo en este «agujero negro en el
espacio», en lugar de verlos invertidos en el evangelio y
trayéndole resultados eternos. La política no puede
producir esta clase de resultados. ¿Por qué? Porque el
problema básico de la humanidad es de naturaleza espiritual, y
no está relacionado en forma alguna con la ciencia
política. Si alguien tiene una pulmonía, necesita
medicina interna, y no una tira de esparadrapo. El evangelio le da al
hombre la medicina interna que necesita, pero la política
sólo puede ofrecerle una tira de esparadrapo.
El gobierno humano, establecido por Dios
Pero —se argumentará—, «en Romanos 13 y en otros
pasajes la Biblia apoya el gobierno humano, y ello
remontándose hasta el tiempo de Noé tras el diluvio.
Después de todo, Dios instituyó el gobierno
humano». Esto es cierto: Dios instituyó el gobierno
humano. Pero Él no instituyó todos los aditivos de la
ciencia política que adornan al gobierno actual. Tampoco
instituyó el gobierno para ser la salvación de la
humanidad. La política ni puede salvar almas ni producir un
mundo verdaderamente mejor en el que vivir.
«¡Más leyes! ¡Mejores leyes! ¡Leyes
que se apliquen con vigor! ¡Más mecanismos de
represión!» nos gritan. Bien, si éstas son las
herramientas de los políticos, con ello tan sólo
confiesan abiertamente que la política no funciona. Si
funcionara, ¿para qué se necesitarían tales cosas?
Pero nos proponen que el cristiano puede servir a Dios por medio de
estas funciones administrativas, ejecutivas y judiciales, haciendo
del mundo un mejor lugar para vivir. ¿Son ignorantes o
arrogantes los que reposan sus esperanzas en tales ideas? Hagamos una
pregunta: ¿Quién puede hacer mejores leyes que Dios?
¿No es Su ley buena, perfecta y santa? ¿Pero cuándo
aprenderan los cristianos que la nunca la ley, ni siquiera la Ley de
Dios, puede impartirnos el poder necesario para guardarla? No se
puede eliminar el pecado ni la maldad mediante legislación,
pero sí mediante la salvación.
Obligación moral
La eliminación del pecado ... ésta es la
hazaña que los mejores políticos son totalmente
incapaces de llevar a cabo. Así que nos dicen que saben que no
pueden eliminar el pecado, pero que los cristianos tienen una
obligación moral de involucrarse (de enredarse) en el
gobierno, en la política, como medio de reprimir el desorden.
Bien, que presenten los pasajes bíblicos, en su contexto, que
sustenten estas declaraciones.
La Biblia nos dice claramente que como cristianos tenemos una
obligación moral de obedecer las autoridades, pero nunca nos
dice que tengamos una obligación moral de involucrarnos en
política. No, ni siquiera una sola vez.
Combatiendo el humanismo
Ningún verdadero cristiano está en
favor de ninguna forma de humanismo ni de sus credos. Acerca de esto
estamos de acuerdo. Sin embargo, una manera de hacer predilecta de
los activistas políticos cristianos es alarmar a la comunidad
cristiana con informes y estadísticas acerca de cómo
los humanistas se están apoderando de los resortes del
gobierno, y de qué es lo que sucederá en consecuencia.
Nos proponen que todos vayamos a los mítines, y que votemos
por los candidatos de orientación pro-cristiana para evitar
esto. La idea es organizar a los cristianos en un poderoso bloque de
votantes.[1] A este fin, se producen informes y
guías de votación para cristianos, dando los perfiles y
puntos de vista de los candidatos acerca de las diferentes
cuestiones. En Estados Unidos, por ejemplo, se afirmaba que todos los
cristianos debían votar por Reagan porque estaba a favor de la
oración en las escuelas públicas, y en contra del
aborto.
Así que ¿cuál de estas dos cuestiones
resolvió el Presidente Reagan no en cuatro, sino en ocho
años de presidencia? Lo que nadie pudo decir es que el
Presidente de los Estados Unidos no solo no iba a hacer nada acerca
de estas cuestiones, sino que iba a someterse a sí mismo y los
asuntos de la nación que él representaba a la
influencia ocultista de la astrología. Éste es
sólo un ejemplo. Sin embargo, el problema principal no son las
sorpresas que dan los representantes políticos elegidos, sino
la idea básica de luchar contra el humanismo en el gobierno
mediante lo que resulta ser una versión cristiana del
humanismo: la presentación de uno o varios hombres que tienen
las respuestas. ¿Acaso el hombre tiene la respuesta?
La responsabilidad humana
«¿Y
qué de nuestra responsabilidad
humana?», nos insisten. «¿Qué se supone que
debemos hacer, entonces? ¿Quedarnos sentados en nuestra capilla,
y dejar que el mundo vaya empeorando?» Insisten en que no
podemos tomar una actitud tan pasiva e irreal ante los problemas,
sino que es nuestra reponsabilidad votar, hacer campañas por
ciertos candidatos, e incluso presentarnos como candidatos para
cargos, a fin de tener cristianos en el gobierno. El clamor de
«¡Responsabilidad humana!» tiene la
intención de despertar los espíritus al hecho de que
estamos siendo excesivamente espirituales y, ante sus ojos,
irresponsables en esta cuestión, adoptando una actitud
extremista. En estos días de «moderación»,
«moderación», «moderación»,
llamarle extremista a uno es como
llamarle hereje. Pero los primeros cristianos eran lo suficientemente
extremistas como para no involucrarse en política. Ni siquiera
un poco.
Se nos dice: «Si no votas, no te quejes luego acerca de
quién ostenta el cargo ni de lo que hagan». Éste
es un bonito tópico de ciencia política con la
intención de avergonzarnos y de que nos enredemos, pero
nuestra respuesta es que no nos vamos a quejar, porque es pecado
hacerlo, ¡aunque se vote! ¿Y no es extraño ver como
los que hacen campañas y votan son aquellos que son más
clamorosos con sus quejas? Piensa acerca de esto.
Pero tenemos que responder afirmativamente por lo que respecta a
nuestra responsabilidad humana. Creemos firmemente que debemos ser
cristianos responsables. Pero esta responsabilidad, para el
cristiano, viene definida por la Biblia, no por parte de profesores
universitarios, políticos o sociólogos, ni por parte de
la propaganda de las campañas. En primer lugar, es
responsabilidad y obligación de cada cristiano ORAR como el
Señor nos enseña en 1 Timoteo 2:1-2. Esta tremenda
responsabilidad es frecuentemente descuidada por parte de profesos
cristianos. Algunos carecen de interés. Otros dicen que no
tienen tiempo. Preguntemos a los activistas políticos
cristianos: ¿Cuánta regularidad y fervor hay en sus vidas
personales de oración? ¿Están dedicados de manera
coherente a la reunión de oración de su asamblea local?
Si no es así, deberían avergonzarse de hablar a otros
acerca de responsabilidad. Ellos hablan de «Poner pies a
vuestras oraciones», uno de estos dichos que no aparecen en la
Biblia. ¿Y qué de poner rodillas a vuestras oraciones?
¿Qué de poner ayuno a vuestras oraciones? Dios dijo que
oráramos, pero NO dijo que votáramos. Pensemos en esto:
Podemos hacer más en 5 minutos de rodillas en
comunicación con Dios en oración que en 5 minutos en un
colegio electoral. Entonces, ¿por qué se ofrecen a
facilitar el transporte para votar, pero no para una reunión
de oración? Una mirada a las vidas privadas de oración
de muchos y a la asistencia a las reuniones de oración en sus
iglesias nos dirá por qué muchos profesos cristianos se
lanzan a la política. Lo hacen porque creen que la
política consigue resultados, y que la oración no los
consigue. ¿Qué clase de cristianismo es éste?
En segundo lugar, creemos firmemente que es nuestra
responsabilidad humana y obligación moral como cristianos ir
por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura (Marcos
16:15). Creemos que deberíamos seguir el ejemplo de los
primeros cristianos, que, según Hechos 8:4, «iban por
todas partes anunciando el evangelio». Si realmente creemos
esto, entonces creemos que podemos hacer más yendo de puerta
en puerta por Cristo, o distribuyendo literatura evangélica,
que haciendo propaganda de puerta en puerta en favor de algún
político, por piadoso que sea. ¿Qué campaña
es la que deberíamos apoyar, y por la que trabajar? ¡La
campaña del evangelio! ¡Qué vergüenza ver a
algunos pasando su tiempo y gastando su dinero en política,
trabajando incansablemente, con toda dedicación, siempre
hablando de política, de candidatos y de votos! Lo hacen tan
bien que les queda poco tiempo, o ninguno, para el testimonio o
impacto por Cristo de la manera en que lo hacían los primeros
cristianos. Están enredados, y esto está mal, y Cristo
no se complace en ello. ¡Y cuanto peor es esto cuando su iglesia
local se está debatiendo y con necesidad de ayuda, o cuando
consideramos la inmensa cantidad de trabajo que queda por hacer para
plantar y edificar asambleas del pueblo de Dios por el mundo!
¿Cuál es la responsabilidad que sienten los que se
mezclan en la política con respecto a buscar primero el reino
de Dios y Su justicia, como nos manda la Biblia?
«No améis al mundo»
En 1 Juan 2:15 se nos instruye así: «No améis
al mundo, ni las cosas que están en el mundo». Esto es
violado por los que se entregan a la política. Nunca es
nuestra responsabilidad ayudar al sistema del mundo, y mucho menos
amarlo. ¡Pero ellos nos dirán abiertamente que les
encanta la política! Van en pos del espejismo de hacer el bien
por medio de la política de una forma que los inconversos que
se dedican a la ciencia política admiran. Pero la
política es algo que ha producido el mundo, no Dios. Es una de
las cosas que están en el mundo. Si no lo crees, lee
sencillamente Lucas 4:5-8, y mira quién está tras los
reinos de este mundo. Tenemos que recordar que el mundo es un sistema
ordenado de cosas, organizado y dirigido por el diablo, dejando a
Dios afuera, diseñado con el propósito de hacer al
hombre feliz sin Dios. ¿Por qué va un cristiano a querer
mezclarse con un sistema así, y mucho menos a encontrarlo
encantador? ¿Qué comunión tiene la luz con las
tinieblas? ¿Qué ha sucedido con aquella Escritura: «Salid de en medio de ellos, y apartaos»?
El problema es frecuentemente un caso de amor fuera de sitio. Como
alguien dijo: «Algunos cristianos aman tanto al mundo que
esperan hacer de él su cielo». Pero Dios prohibe de
manera expresa el amor hacia y el enredo con el sistema del mundo. Su
Hijo no recibió justicia alguna del mejor sistema
político que conocía el mundo de aquel entonces, el
Imperio Romano. El Espíritu Santo, hablando por medio de
Pablo, advertía a los cristianos en Corinto en contra de ir a
litigar y a buscar justicia ante los injustos (1 Corintios 6:1-8).
¿A quién se refiere como los «injustos»? El
contexto está bien claro: se refiere a los legisladores y
jueces de aquel día como «los injustos».
¿Por qué? No sólo porque espiritualmente hablando
sean injustos delante de Dios, sino también porque para el
cristiano ésta NO es la manera de resolver los problemas. Pero
luego se nos dice que Pablo mismo se involucró en el sistema
político/legal a fin de proseguir propagando el cristianismo.
Nos citan sus juicios primero en Cesarea y después en Roma.
¿Será necesario recordar que fueron sus enemigos
inconversos, y no Pablo, los que provocaron esto? Recordemos asimismo
que el mismo sistema que liberó a Pablo tras su primer juicio
en Roma lo condenó después y lo entregó al
martirio. Y en todos sus juicios jamás hubo votaciones ni
peticiones ni manifestaciones para lograr su liberación. Esto
no constituye un argumento muy sólido para los «políticos cristianos».
Versículos, por favor
Es hora de pedirles a estas personas que defiendan su postura en
base de las Escrituras. ¿Qué versículos hallan
ellos que enseñen claramente la obligación de la
involucración política del cristiano? Pero no dejes que
te citen versículos acerca de Moisés, de Daniel o de
Nehemías, ni acerca de los buenos reyes de Israel, todos los
cuales eran judíos, a los que Dios les había
prometido una tierra, un rey y un reino, todo ello aquí en la
tierra. Por otra parte, el cristiano nunca ha recibido tales
promesas, ni ha sido alentado a que se involucre en los reinos de
este mundo. Su esperanza es celestial, no terrenal (véase
Colosenses 3:1-4). Las palabras del Señor Jesús a
Pilato están llenas de significado para nosotros: «Mi
reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo,
mis servidores pelearían» (Juan 18:36). Por cuanto
estamos poniendo en cuestión su involucración
política «cristiana», tendrán que darnos
algunos versículos del Nuevo Testamento, enseñanzas del
Señor o de Sus apóstoles, que enseñen de una
manera clara e inequívoca que los cristianos deben
involucrarse en alguna forma en la política. ¡Y no hay
ninguno!
Ciudadanos del cielo
«Mas nuestra ciudadanía está en
los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al
Señor Jesucristo» (Filipenses 3:20).
Un ciudadano de un país no puede participar en la
política de otro. Ésta es una parte olvidada de la vida
cristiana. Somos ciudadanos del cielo. Algunos arguyen en favor de
una doble ciudadanía —un país celestial y el terrenal
al mismo tiempo. Pero esto es meramente lo que los hombres imponen
con sus leyes, y no se trata de algo que demande nuestra
participación activa. Nuestros intereses deberían tener
una «orientación celestial», y deberíamos
evitar enredarnos en otro reino. Seamos como los de Hebreos 11, que
Conforme a la fe murieron ... sin haber recibido lo
prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y
saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos
sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a
entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado
recordándose de aquella de donde salieron, ciertamente
tenían tiempo de volver. Pero aspiran a una mejor, esto
es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse
Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
Estos héroes de la fe nada sabían acerca de
enredarse con los negocios de esta vida. Estaban liberados de lo que
tenía que ofrecerles el sistema de este mundo, porque
habían dirigido su mirada de fe hacia las promesas de Dios, y
deseaban una patria MEJOR. ¿Les dijo Dios que eran unos
irresponsables? ¿Les dijo que tenían una mentalidad tan
espiritual que no valían para nada terrenal? ¡Nada de
esto! La Escritura dice: «Dios no se avergüenza de
llamarse Dios de ellos». Cristianos, recordemos que nuestra
ciudadanía celestial tiene que ser real, práctica, no
una mera teoría. Parte de la aplicación práctica
es no involucrarse en forma alguna con las políticas de este
presente mundo malo.
Lo mismo sucede con los que gozan de la condición de
embajador. Es cosa bien cierta que no se pueden involucrar de manera
activa en la política del país en que viven. Su
relación es con otro país, y sólo allí
pueden participar de tales asuntos. Nosotros, como cristianos, somos
embajadores de Cristo (2 Corintios 5:20), y nuestra actividad tiene
que ser en las cosas de Su Reino. No deberíamos involucrarnos
(enredarnos) en la política de este mundo.
El ejemplo de Moisés
Los hay que tratan de emplear a Moisés como un ejemplo de
un hombre que empleó la influencia política para hacer
el bien. Nada podría estar más lejos de la verdad. Es
cierto que Dios dejó que Moisés fuera educado 40
años en «la universidad de Egipto», pero es
también cierto que después de esto Dios le envió
40 años al silencio y a la soledad del desierto a cuidar
cabras. Sólo entonces estuvo listo. Hebreos 11 nos habla del
ejemplo de Moisés:
Por la fe, Moisés, hecho ya grande,
rehusó llamarse hijo de la hija de faraón, escogiendo
antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites
temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de
Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la
mirada en el galardón. Por la fe abandonó Egipto, no
temiendo la cólera del rey; porque se mantuvo firme, como
viendo al Invisible.
El registro queda claro: Moisés abandonó la
política de Egipto: el nombre y la fama; los placeres y los
tesoros. Sí, es un ejemplo de fe para nosotros. Él
hubiera podido intentar hacer de Egipto un mejor lugar donde vivir,
pero escogió antes sufrir aflicción con el pueblo de
Dios. Ésta es una verdad de la que ya sabemos bien poca cosa:
sufrir aflicción como el pueblo de Dios. Hemos sido
descarrilados, nos hemos enredado en las luchas por nuestros derechos
y privilegios, como el resto del mundo. No así Moisés.
Quizá hubiera podido llegar a ser el siguiente Faraón,
o al menos una de las personas más influyentes de Egipto. Pero
lo abandonó para pastorear la grey de Dios. Algunos
líderes de las asambleas podrían aprender de su
ejemplo. En lugar de dar la mitad de nuestro tiempo disponible a la
asamblea (un cálculo generoso) y la mitad a la
política, podríamos recordar aquel cántico ya
tan olvidado:
¡Todo para Jesús! ¡Todo para
Jesús! Todo mi ser redimido,
Todos mis pensamientos, palabras y acciones, Mis días y horas,
sí todo mi tiempo.
Desde que mis ojos en Jesús se fijaron, todo lo demás
de mi vista se ha apartado;
Tan ligada la visión de mi espíritu, absorta queda en
el Crucificado.
¡Cuán infinitamente mejor vivir como viendo al
Invisible, como Moisés! ¡Dejar que Él sea toda
nuestra visión y que llene toda nuestra visión!
Entonces no tendremos que preocuparnos más acerca de a
quién votar.
En los Estados Unidos la propaganda llamaba a votar por Nixon, que
quebrantó la ley. Luego clamaban a que se votara por Carter,
que mostró una constante indecisión. Luego, a votar por
Reagan ... y la astrología. Bush se presentó
aparentemente favoreciendo las posiciones evangélicas, y
después se manifestó favoreciendo el Nuevo Orden
Mundial ... humanista. Y de Clinton y Gore, este último
abierto adorador de la Madre Tierra, ... ¿qué vamos a
decir? En cuanto a España hemos tenido un constante cortejo de
promesas incumplidas, de escándalos y de cambios de colores.
Casos Naseiro y Filesa, los famosos 800.000 puestos de trabajo, la
nula protección a los trabajadores por parte de un partido que
se llama Socialista Obrero, los incumplimientos de las promesas del
Partido Popular respecto a la contención de los impuestos. ...
Y en todos los países se dan casos parejos. En contraste, el
Señor Jesús sigue diciendo: «Venid a mí
todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré
descansar» (Mateo 11:28). Sí, es un versículo
evangelístico, pero hay en él una aplicación muy
real al cristiano que con fe se aparta de la política de este
mundo para hallar reposo en el Señor Jesús.
Lo que traerá el futuro
« ... La tierra y las obras que hay en ella
serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser
deshechas, ¡qué clase de personas debéis ser en
vuestra conducta santa y piedad!» (2 Pedro 3:10-11).
¿Quién iría a un edificio condenado y se
dedicaría a pintar las paredes y a cambiar los cristales
rotos? ¿Quién se quedaría en un barco que se hunde
para lavar los platos sucios en la cocina de a bordo? Esto es lo que
es enredarse con los negocios de este mundo y su política. No
sólo está prohibido, no sólo no le agrada al
Señor, sino que es malgastar unos preciosos recursos que el
Salvador podría emplear para Su gloria. Horas malgastadas,
fondos malgastados, ¡vidas malgastadas! El barco se hunde, el
edificio está condenado, reservado para el fuego. Lo que Dios
está haciendo durante esta era no es mejorar la sociedad, sino
salvar almas y añadirlas a la iglesia mediante la
proclamación del Evangelio. No seas un alma de ceniza —salvo
como por medio de fuego— con tus años y tus obras pasto de
las llamas, todo consumido, disuelto en el fuego del juicio de Dios.
La lógica del Espíritu Santo en 2 Pedro 3 es que por
cuanto conocemos el fin del mundo y de sus obras, deberíamos
ser diferentes: santos y piadosos, no terrenos y mundanos.
Está muy bien ir a la playa y hacer un castillo de arena en
plan de diversión, pero no dedicar la vida a jugar con
castillos de arena. Vienen unas pocas olas, y la playa vuelve a
quedar lisa. No se puede siquiera saber dónde estaba el
castillo de arena. Esto es lo que habrá en el futuro para los
que insisten en política cristiana. Son adultos jugando con
castillos de arena: les están dedicando sus vidas. La tierra y
las obras que hay en ella serán quemadas. Las olas del juicio
de Dios se abatirán sobre este planeta, y las obras de
aquellos cristianos que se involucraron (enredaron) en
política quedarán barridas. La playa quedará
lisa, y no se podrá ni saber dónde estaban sus «castillos». ¡Qué día tan triste
será aquel! Que cada uno de nosotros evite tamaño
desengaño. ¡Cuánto mejor dedicar nuestras vidas,
tiempo y dinero que tengamos, a proclamar el evangelio del
Señor Jesucristo, y a hacer discípulos! ¡Escucha
Su voz! Renuncia al sistema del mundo. ¡Atiende a Su
mandamiento!
Así que, hermanos míos amados, sed
firmes y constantes, abundando en la obra del Señor siempre,
sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en
vano» (1 Corintios 15:58).
Recuerda el estribillo que hemos oído en el pasado:
Sólo una vida, pronto pasará.
Sólo lo hecho para Cristo permanecerá.
Que el mundo asuma su responsabilidad humana: no te enredes con
ellos. En cuanto a ti, decídete a emplear tu única vida
para Cristo. Decide estar siempre abundando en la obra del
Señor. Decide asumir tu responsabilidad cristiana de orar, de
proclamar el evangelio y de hacer discípulos. Entonces
podrás tener la certidumbre de que verás la diferencia
en la eternidad entre los que vivieron confesando que eran
extranjeros y peregrinos, y los que trataron de mezclar el
cristianismo con la política. ¡Que Dios te dé
gracia para vivir una vida separada y consagrada, para Aquel que es
Rey de reyes y Señor de señores! ¡A Él sea
la gloria por la eternidad, Amén!
Carlos Knott
Traducción del inglés:
Santiago Escuain
1. Esto, naturalmente, especialmente en los
países donde hay mucha población profesante
evangélica. Sin embargo, el principio, como principio, es
válido también en países como España,
donde la idea es que, según las tendencias del propagandista
político, los evangélicos deberían alinearse con
este o aquel grupo como la mejor defensa de los intereses e ideales
de los creyentes. (Nota del Traductor) Volver al
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