Santiago Escuain
Metodologías
La metodología con la que nos aproximamos al conocimiento de lo que nos
envuelve tiene en cuenta la Revelación como base y marco. Esta metodología no
busca «demostrar» que la Biblia es cierta por medio de la ciencia.
Y es que «... la ciencia se ocupa de fenómenos, y sólo de fenómenos, y de
descubrir los hechos y las leyes de los gobiernan; pero todo lo que hace es
investigar la operación actual uniforme, allá donde existe, de aquello que
existe antes que surja la indagación. ... La ciencia puede descubrir las leyes
de lo que existe, pero allá tiene que detenerse: no tiene leyes para su
existencia. ...» [Darby, J. N., «Science and Scripture», en
The Collected Writings of J. N. Darby, Vol. 31, págs. 139-141.] Cuando
abandonamos este verdadero ámbito de la ciencia, entramos en el de la filosofía
y especulación humanas, que a causa del pecado, de la actitud contraria del
hombre frente a Dios, se enfrentan a la revelación divina. Es necesario admitir
que el moderno contexto científico-filosófico no se basa en un criterio bien
fundamentado, sino en unas actitudes más que discutibles. Como lo admite el
astrofísico evolucionista von Weizsäcker:
No es por sus conclusiones, sino por su punto de partida metodológico
por lo que la ciencia moderna excluye la creación directa. Nuestra
metodología no sería honesta si negase este hecho. No poseemos pruebas
positivas del origen inorgánico de la vida ni de la primitiva ascendencia del
hombre, tal vez ni siquiera de la evolución misma, si queremos ser pedantes.
[Weizsäcker, Carl F. von: La importancia de la ciencia, Ed. Labor
(Barcelona, 1973), pág. 125. Énfasis añadido.]
Sabemos que Dios se ha revelado por evidencias y criterios independientes y
distintos del método científico. Dios ha hablado y se ha manifestado a lo largo
de la historia, y finalmente se ha revelado a Sí mismo en Cristo. Él nos da la
explicación del origen y destino del hombre, de la entrada y causa del pecado, y
el por qué de la muerte y de los males que han caído sobre la humanidad. Él ha
obrado la redención. Él nos ha dado a conocer la verdad sobre Él mismo y sobre
nosotros, sobre el origen de todas las cosas, y su consumación. Así, la
aceptación de la Revelación no depende de metodologías humanas; es la respuesta
del corazón del hombre que se arrepiente y se vuelve al Dios revelado. Y la
Revelación constituye a partir de entonces el marco de referencia desde el que
contempla toda la realidad que le envuelve, (a) como realidad creada por Dios,
(b) como realidad caída por causa del pecado del hombre, (c) como realidad en el
seno de la cual ha entrado Dios en Cristo para obrar la redención, (d) como
realidad que tiene un destino final designado por Dios.
Por consiguiente, el creyente acepta como marco interpretativo
normativo la historia que se desarrolla desde Génesis hasta Apocalipsis. Al
observar la realidad que existe a su alrededor, sabe que las evidencias de
belleza y designio se deben al Dios que nos ha hablado y nos ha revelado que Él
es el Creador. Al observar el mal y la corrupción y la muerte que le envuelven,
sabe que se deben, como Dios se lo ha dicho, a la entrada del pecado en el mundo
por la caída del hombre.
En palabras de Tertuliano: «Nosotros, que conocemos el verdadero
origen del hombre, sabemos que la muerte no procede de la naturaleza, sino del
pecado.» Al observar las enormes y cataclísmicas capas sedimentarias y
volcánicas que forman la corteza de la tierra, nuestra mente es llevada a los
grandes cataclismos del diluvio (Gn 6-8) y de la división de la tierra en
tiempos de Peleg (Gn 10). Y en todo momento podemos desentrañar las falacias de
aquellos sistemas de interpretación de la realidad edificados sobre la premisa
de la autonomía de la razón del hombre y sobre la negación a priori de
Dios y de Su acción soberana en la Historia, en Creación, Providencia y Juicio.
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