El Bote Salvavidas
Hace pocos días estaba navegando por la desembocadura del Clyde cuando fui
testigo de una escena que jamás olvidaré.
Nuestro vapor colisionó con una pequeña embarcación de pesca, chocando contra
su costado, por lo que comenzó a anegarse. A bordo de la embarcación pequeña
había dos pescadores. Uno de ellos era un anciano, y su sombrero había caído al
agua a consecuencia del choque. Su gris cabellera flotaba al viento, y extendió
las manos hacia el vapor, pidiendo socorro de la manera más patética; mientras,
su compañero intentaba con todas sus fuerzas achicar el agua que estaba anegando
y hundiendo su pequeña embarcación. Fue realmente una escena solemne. Dos almas
inmortales estaban temblando al mismo borde de la eternidad. No se podía perder
un solo momento. Tan rápidos como el pensamiento, los marineros de a bordo
arriaron el bote salvavidas, y remaron rápidamente hacia los náufragos, mientras
que todos en cubierta lo observábamos conteniendo el aliento. Nunca había visto
yo nada tan solemne o interesante. Cada segundo parecía una hora mientras los
marineros bogaban hacia la barca que zozobraba. Felizmente, llegaron a ella
justo en el momento en que se hundía, y subieron a los dos pobres pescadores a
bordo.
¡Ah!, pensé entonces, ¡qué ilustración de Cristo tenemos en aquel bote
salvavidas! El Dios de toda gracia vio a los pobres pecadores a punto de
hundirse, pero no bajo las aguas de la desembocadura del Clyde, sino bajo las
eternas crecidas del lago de fuego. Allí estaban, debatiéndose en vano,
esforzándose en la rota barca de su propia justicia. Las aguas de la muerte
estaban rápidamente subiendo a su alrededor, y nada de lo que pudieran hacer les
valía para nada. La muerte y el juicio les miraban a la cara. ¿Qué podrían
hacer? El amor redentor arrió desde el trono de Dios un bote salvavidas
perfecto, a fin de salvar a pecadores perdidos. Este bote salvavidas es Jesús.
Él, en la energía del amor divino, descendió desde el seno de Dios hasta el
mismo centro de la ruina humana; tomó el puesto del pecador en la cruz; llevó la
maldición del pecador; murió la muerte del pecador; pagó la redención del
pecador; aseguró la salvación del pecador. Todo lo hizo para que todos los que
crean en Su nombre sean eternamente salvos.
Los marineros arriaron el bote salvavidas y remaron hacia los náufragos
simplemente porque se estaban ahogando. Si no se hubieran encontrado en aquella
condición, no hubieran tenido necesidad del bote salvavidas. Sólo los que se
están ahogando necesitan un salvavidas. Sólo ellos conocen esta necesidad. Lo
que llevó a los marineros a ir en busca de ellos fue su condición perdida.
Así fue con aquellos pobres pescadores, y así es con nosotros. De nada sirve
argumentar o razonar. Estamos perdidos, arruinados, llenos de culpa, sin
remedio. No hemos de esperar para saber si estamos perdidos. Ya lo estamos, y
Cristo ha muerto para salvarnos. En Él hay plena salvación para los perdidos,
los culpables, los sin remedio. Esperar para llegar a ser mejores es ponernos
fuera del alcance de la misión de Cristo, «porque el Hijo del Hombre vino
a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10).
No fueron los esfuerzos ni los trabajos de los náufragos los que les
salvaron, ni en todo ni en parte. Fue el bote salvavidas lo que los salvó, y
nada más. Sus esfuerzos sólo demostraban que se estaban ahogando; ni los
salvaron ni sirvieron de ayuda para ello. El esfuerzo por achicar el agua
demostraba que la barca estaba rota. No tuvieron que hacerlo en el bote
salvavidas. Cuando se encontraron en éste, navegaron serenos y agradecidos sobre
las mismas olas que poco antes amenazaban con tragarlos.
Así fue con los pescadores, y así es con nosotros. Nuestra barca está rota,
no puede mantener fuera las aguas de la muerte y del juicio. Podemos debatirnos,
llorar, orar, esforzarnos; pero mientras tanto nos encontramos en una barca
rota, que se hunde. Nuestra condición es mala y no podemos mejorarla. Tenemos
que subir al bote salvavidas. Cristo ha llevado a cabo una salvación plena,
perfecta y eterna para los perdidos pecadores. «Porque por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por
obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8, 9).
Cuando los pescadores subieron al bote salvavidas, sabían que estaban en él.
No esperaban, deseaban u oraban estar en él. Sabían que estaban en él, y se
regocijaban de estar en él. Se sentían seguros de que habían pasado de una barca
rota a una barca íntegra. Por ello, si alguien les hubiera preguntado si tenían
tranquilidad ahora en cuanto a su condición, habrían dicho «sí» en
el acto.
Así fue con los pescadores, y así es con nosotros. Nuestros sentimientos no
tienen nada que ver con la base de nuestra salvación y paz. CRISTO LO HA HECHO
TODO. Él ha consumado la obra. Él ha quitado el pecado mediante Su preciosa
sangre. Él ha dado satisfacción a las demandas de Dios con respecto al pecado, y
ha manifestado Su perfecto amor al pecador. El Señor Jesús dijo: «El que
oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a
condenación, mas ha pasado de muerte a vida» (Juan 5:24)
Lector, no puedo terminar este artículo sin hacerte un llamamiento solemne,
oportuno, pero afectuoso a tu corazón y conciencia, en presencia de Dios.
Permite que te pregunte cómo está tu preciosa alma en este momento. ¿Estás en el
bote salvavidas o no? ¿En qué estado te encuentras? ¿En qué estado? No te
engañes a ti mismo. Recuerda, no se puede estar medio dentro y medio fuera. O
estás dentro del todo, o fuera del todo. Si estás en Cristo, estás tan a salvo
como Él mismo; pero si estás a una distancia aunque sea del espesor de un
cabello, no tienes vida en ti. Si preguntas: ¿Cuál es el significado de estar en
Cristo?, la respuesta es muy sencilla. ¿Cuál es el significado de estar en el
bote salvavidas? Deja tus propios esfuerzos, y descansa en lo que Cristo ha
hecho. Cree lo que Dios dice porque Él lo dice. «Cree en el Señor
Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa» (Hechos 16:31). Cristo es el
verdadero bote salvavidas que puede llevar a salvo al creyente por encima de las
tormentosas olas del tiempo, y conducirlo al puerto del eterno reposo y
gloria.
¡Que Dios conceda a mi querido lector que se alegre en aquel perfecto bote
salvavidas!
«Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto
que está cercano.»
Isaías 55:6
Esparce las buenas nuevas del
evangelio.
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Nombre original de fichero: El bote salvavidas.rtf - preparado el martes,
7 octubre 1997, 10:53
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