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La reunión de los cristianos
la recepción de los creyentes a la mesa del Señor

Santiago Escuain


PREFACIO

Lo que sigue fue escrito en 1995 como aportación a una discusión en una lista de Internet. Originalmente la aportación fue hecha en inglés, y el mismo autor la ha traducido ahora al castellano. Esta era la postura del autor ya entonces en 1995, y también con mucha anterioridad a ello, que no ha variado en todo lo que respecta a los criterios para la aceptación a la mesa del Señor de los creyentes según lo que más abajo se expone. Uno de los motivos de la publicación de este escrito es para dejar constancia de una perspectiva en la que el autor se ha mantenido desde su lectura y estudio de esta cuestión entre mediados y finales de la década de los 70. Se adjunta en otro archivo un apéndice formado de cartas y artículos de John N. Darby, William Kelly y Andrew Miller que sustentan y amplían el criterio aquí expuesto. Dicho archivo se puede consultar pulsando aquí.



De: Santiago Escuain, 100533,3324
A: PB List, INTERNET:pb@cs.dal.ca
Fecha: juev., 16 novi 1995, 11:49
Asunto: Mesa(s)
 
Por favor aceptad esto como de parte de un hermano que ama a sus hermanos en la fe y que ha estado reflexionando acerca de estas cuestiones en España durante los últimos 30 años. No hablo a la ligera, sino delante del Señor.
 
El hermano G------ L------ dice:
 
«Me ha parecido que una de las razones por las que las asambleas pierden a sus jóvenes es que muchos llegan a un punto en su vida y experiencia en la que de repente descubren que existen otros cristianos renacidos sinceros “allá afuera”. 
»¿Cómo pueden ellos equilibrar esto con la enseñanza en que han sido criados de que «nosotros» somos el verdadero remanente, de que nosotros tenemos la verdadera mesa el Señor?»
 
Creo que aquí estamos mezclando dos cuestiones distintas. Cuando uno lee la historia del comienzo del testimonio, no es una historia de exclusividad en el sentido en que se está presentando en la actualidad. Más bien, se trató de una protesta contra el denominacionalismo que dividía a cristianos verdaderamente renacidos en grupos diferentes y rivales, en la fragmentación de la cristiandad. Aquella obra y aquel testimonio era que todos los cristianos son uno, y que deberían reunirse en este sentido y ser gobernados por la Palabra de Dios, y no por tradiciones. Nunca, pero nunca, sugirieron Darby, Kelly, Dennett u otros de los hermanos maestros y predicadores de los primeros tiempos que no hubiera verdaderos cristianos renacidos «allá fuera». Lejos de tal cosa, todos ellos los reconocían como sus hermanos y hermanas por doquiera que fuesen, iban y les enseñaban si se les daba oportunidad, y los aceptaban si visitaban, si eran conocidos como tales cristianos por el testimonio de dos o tres, y estaban en comunión con «sociedades ortodoxas» [es decir, no en comunión a sabiendas en un lugar donde se mantuviesen errores fundamentales relativos a la Persona y a la Obra de Cristo].
 
Naturalmente, el decurso de la historia conllevó decisiones de disciplina, y se suscitaron situaciones en las que hubo la exclusión disciplinaria de los que rechazaban ciertas decisiones. No entraré en ningún detalle, porque esto significaría escribir algunos gruesos volúmenes (y no estoy completamente de acuerdo con las líneas de los libros «oficiales» que he visto, aunque algunos son muy valiosos en muchos puntos; pero en general, y comprensiblemente, son parciales en una o más cuestiones – y yo podría tener mis propios datos que añadir en algunos puntos ...).
 
Esto llevó que allí donde había habido una integración en principio, ahora había división. Esto fue sumamente humillante para los implicados, y se sintió como un juicio de parte del Señor por la mundanidad y la frialdad hacia el Señor. Y creo que tenían razón. La división de Israel fue de parte del Señor como juicio, y lo mismo con las divisiones el la Cristiandad. ... y en aquel movimiento de Dios entre cristianos que los llevó a ver de nuevo el propósito de Dios para Su pueblo. Ahora bien, ésta es la realidad: nosotros –los cristianos– hemos fracasado en todos los puntos. A Dios sea la gloria. Deberíamos humillarnos y reconocer la gloria del Único Fiel y Verdadero Siervo, el Señor Jesucristo. Todos nosotros somos siervos inútiles, guardados solo por la gracia y la misericordia del Señor. Pero no podemos ignorar las divisiones, ni vivir como si nunca hubieran sucedido.
 
Ahora bien, toda pretensión de que los cristianos «allá fuera» en los «sistemas» deben ser de alguna forma evitados va en contra del amor y de la verdad cristianos. Si hay algo que el Señor nos enseña acerca de la unidad del Cuerpo, debemos darla a conocer a nuestros hermanos y hermanas. Si se encuentran en una posición eclesiástica equivocada, o si creemos que lo están, deberíamos comunicar en amor, no argumentar «nuestro sistema», sino para llevarlos adonde el Señor los quisiera tener. Fuera de sistemas ministeriales humanos, fuera del denominacionalismo, fuera de la Independencia, si podemos mostrarles por las Escrituras que el Señor, como la Cabeza, es quien por Su Espíritu da soberanamente Sus Dones a Su Iglesia: Pastores, maestros, Evangelistas, etc., al Un Cuerpo que es la Iglesia: y esto no es «nuestro» círculo, sino todo el Cuerpo de Cristo en la tierra, todos los santos dispersos por todo este mundo en nuestro tiempo. Pero los cristianos somos llamados a expresar esta verdad en la práctica, aunque sea en debilidad y en la vergüenza del fracaso. De esto estoy plenamente convencido.
 
La realidad de la gracia se debe mantener también: A pesar de todo lo que hemos hecho a la casa de Dios sobre la tierra (el terreno del testimonio al Señor, evidenciado exteriormente por el Bautismo Trinitario cristiano como en Mateo 28:19), sabemos que el Señor actúa en gracia hacia Su pueblo, tanto si se encuentran en un terreno Independiente, Congregacionalista, Episcopaliano, Presbiteriano u otros terrenos en la Cristiandad. Y que la gracia es lo único que nos perserva a los cristianos donde estemos. El Señor se manifestó en gracia a los que iban de Jerusalén a Emaús. No esperó hasta que hubieron vuelto a Jerusalén. Y el Señor nos llevará a cada uno de los Suyos a Sus pies traspasados en la Gloria.
 
Así, tal como Darby observó de forma tan acertada:
 
«... supongamos de una persona, conocida como piadosa y sana en la fe, que no ha dejado algún sistema eclesiástico —más aún, que cree que la Escritura favorece un ministerio ordenado, pero que se siente feliz cuando hay oportunidad; supongamos que estamos solo nosotros en el lugar, o que él no está en relación con ningún otro cuerpo en el lugar— posando con algún hermano, o algo así: ¿se le debe excluir porque es de algún sistema acerca del que su conciencia no está iluminada, o más aún, que pueda considerar como más correcto? Es un miembro piadoso del cuerpo, conocido como tal: ¿se le debe excluir? Si se actúa de tal manera, se está haciendo del grado de luz el criterio para la comunión, y la unidad del cuerpo queda negada por la asamblea que le rechaza. El principio de reunión (como miembros de Cristo que andan en piedad) queda abandonado, se hace que la norma sea el acuerdo con nosotros, y la asamblea se convierte en una secta con sus miembros como cualquier otra. Ellos se reúnen sobre la base de sus principios, bautistas u otros— vosotros sobre los vuestros; y si no pertenecen formalmente a vosotros como tales, no les dejáis participar. Con ello desaparece el principio de la reunión de Hermanos, y se establece otra secta —digamos que con más luz, y esto es todo. Puede que dé más problemas, que exija más cuidado en tratar cada caso sobre sus propios méritos, sobre el principio de la unidad de todos los miembros de Cristo, que decir: «No eres de los nuestros, no puedes venir»; pero todo el principio de reunión ha desaparecido. Este camino no es de Dios.» [«Principles of Gathering», Collected Writings, Vol. 31, pp. 381-382.]
 
Como vemos, Darby trata esta cuestión atacando el «exclusivismo». Naturalmente, con esto no acepta una apertura indiscriminada. Como vemos de él mismo y de otros escritores, como Andrew Miller y William Kelly, entre otros, lo que se mantenía era que las conexiones debían ser limpias, que la persona debía pertenecer a «una sociedad ortodoxa» y ser personalmente de buen testimonio, «conocida como tal». Pero ellos «debían» ser aceptados como hermanos, PORQUE ERAN MIEMBROS del MISMO CUERPO. De modo que uno de los rasgos distintivos de «la mesa del Señor» debe ser su inclusión, *en principio, de todos los cristianos. Cualquier exclusión debe fundamentarse en razones que pertenezcan también al carácter de la Mesa del Señor. De nuevo Darby observa:
 
«En todo lo relativo a la fidelidad, Dios me es testigo, no busco relajación; pero Satanás está activo, tratando de desviarnos hacia un lado o el otro —tratando de destruir la amplitud de la unidad del cuerpo, o hacer que signifique relajación en la práctica y en la doctrina. No debemos caer en lo uno al evitar lo otro. La recepción de los verdaderos santos de Dios es lo que da fuerza a la exclusión de los que andan de forma libertina. Si excluyo a todos los que andan piadosamente también, porque no siguen con nosotros, pierde su poder, porque también se excluye a los piadosos.
   »No hay membresía de Hermanos. La membresía de una asamblea es cosa desconocida en la Escritura. Allí lo que tenemos es miembros del cuerpo de Cristo. Si la gente deben ser todos de los tuyos, esto es en la práctica la membresía de tu grupo. Que el Señor os guarde de tal cosa: esto sería sencillamente la posición de los disidentes. ...» [ibid., p. 383).
 
Así que, hermanos, podemos ver que la Una Mesa del Señor no significa sectarismo. Está abierta a todos los Cristianos Normales [en el sentido que Watcham Nee emplearía este término: Cristianos piadosos, los que buscan agradar al Señor y andar con Él]. Ahora bien, la aplicación práctica de esto mismo en cada situación histórica demanda la sabiduría de lo alto, y por ello que los cristianos a la mesa del Señor en cada lugar estén en comunión con el Señor respecto a estas cosas, y en amor con Él y con los Suyos, y en absoluto contemporizando con el mundo ni con la impiedad. Estos son los principios generales.
 
Esto, junto al hecho de que la persencia del Señor según se promete en Mateo 18:20 tiene la intención de ser «oficial», en el sentido de poner Su sello en lo que se hace «en Su Nombre» [ver contexto], es decir, en conformidad con todo lo que significa Su Nombre, todo lo que Él es, nos dice que si hay diferentes grupos de cristianos que se reúnen por separado por haber tomado diferentes decisiones erspecto a algunas cuestiones, sean eclesiológicas o respecto a disciplina, el Señor no puede estar –en este sentido– en medio de todos aprobando a todos, por cuanto estaría dando Su aprobación a los cismas. Naturalmente, Él está con cada critiano, y en Su gracia nos soporta en todas nuestras debilidades y peculiaridades, y actúa con nosotros tocante a nuestros pecados, y nos pastorea en medio de toda esta confusión. Pero no debemos hacer de Él el aprobador de la confusión como si fuese indiferente para Él. Él tiene su Una Mesa, y si debemos ir a la historia para encontrarla, bien, el Señor obra en medio de nuestras vidas, en lo individual y colectivo, y es por medio de estos ejercicios que Él busca probar nuestros corazones y atraernos a Sí mismo.
 
De modo que, por lo que respecta a ir a «otras mesas», no me sentiría libre, por cuanto hay una historia detrás de las divisiones. Pero NO condenaré a mis hermanos allí. ¿Quién soy yo para condenar, un pobre pecador salvado por la gracia, cuando la gracia reina para todos de NOSOTROS, nosotros que TODOS hemos sido salvados por la pura gracia? Todos nosotros que dependemos tan totalmente de la paciencia, gracia y guía de nuestro Señor, que nos ha hecho Uno en Él? Y si hay oportunidad para que cristianos tengan comunión en la mesa del Señor en nuestro lugar, o donde sea que esté establecida, con las condiciones tan acertadamente expresadas por Darby más arriba, tanto mejor. E, incidentalmente, creo que uno de los grandes problemas entre algunos de los «Hermanos» no es que sigan a Darby, sino que han ignorado este don del Señor a Su Iglesia. Su exposición de las Escrituras está siendo descuidada por muchos que profesan adherirse a su ministerio, y en realidad Darby resulta asociado con ideas muy distorsionadas y que él JAMÁS enseñó, como la exclusividad sistemática, etc. No debemos poner a nadie al mismo nivel que la Escritura, pero deberíamos tener cuidado en no menospreciar los dones que el Señor envía a Su Iglesia, reteniendo siempre la realidad de que cada uno es un administrador responsable ante el Señor, y que debe aplicar la prueba de la Escritura a todas las enseñanzas que pretendan proceder de la Escritura.
 
Vuestro hermano por la pura gracia, y deseando la venida del Señor para solucionar todo este embrollo y para llevar al cumplimiento el deseo de Su corazón: una Esposa sin mancha para Sí mismo,

Santiago Escuain


Autor (en inglés) y traducción: Santiago Escuain - © Copyright SEDIN 1995 - 2007 por la traducción, www.sedin.org. Este texto se puede reproducir libremente para fines no comerciales y citando la procedencia y dirección de SEDIN, así como esta nota en su integridad.

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