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EL ORIGEN DEL
HOMBRE
por HENRY M.
Morris, Ph. D. - Editor
La cuestión de
los orígenes llega a su punto crítico cuando trata del problema del origen del
hombre. ¿Es el hombre simplemente el producto de un proceso evolutivo
naturalista, o es una creación especial, preparado por el Creador para ejercer
dominio sobre la creación? El modelo evolucionista presenta al hombre como
evolucionando lentamente a partir de un antecesor no humano, mientras que el
modelo creacionista requiere que el hombre haya sido creado directamente como
tal hombre, con un cuerpo y un cerebro completamente humano desde el
principio.
La historia
evolutiva que se enseña comúnmente en los centros educativos sugiere que el
hombre y los simios fueron ambos derivados a partir de un antecesor común
desconocido que existió en algún sitio hace de unos 30 a 70 millones de años. La
línea conduciendo al hombre pasó a través de varias etapas culminando en el
verdadero hombre hace de unos tres millones a un millón de años. Desde aquel
momento, la evolución física del hombre cedió su puesto a la evolución cultural
y social.
En apoyo de
esta idea, los evolucionistas señalan un número de fósiles de hominoides
(término que incluye tanto a los simios como a los hombres) y de homínidos
(término que se aplica a la línea de individuos que conduce al hombre, pero que
todavía son subhumanos) que presuntamente muestran varias etapas de la evolución
prehumana. Los creacionistas, por otra, parte, insisten en que ésos son tan solo
fósiles o de simios o de hombres. No de animales intermedios entre los simios y
los hombres.
Esta es el
área más sensible en el estudio de los orígenes. Los «hombres de las cavernas»
son, para la mayor parte de la gente, algo sinónimo con toda la idea de la
evolución. A los niños se les enseña, casi desde el primer grado, sobre estos
antiquísimos hombres que vivían en cavernas y como finalmente, en tiempos muy
antiguos, algunos individuos desconocidos de entre ellos descubrieron el fuego o
inventaron la rueda. Aun cuando estas ideas no lleven la etiqueta de «evolución»
al ser enseñadas, el efecto neto es condicionarlos en la etapa más temprana, con
lo que más tarde aceptan la historia de la evolución humana total.
Pero
examinemos la evidencia en este punto tan vital, el del origen del
hombre.
A continuación
presentaremos y discutiremos cada uno de los más importantes tipos de fósiles en
el orden de su supuesta aparición evolutiva.
1. Antecesor común al
hombre y al simio
No se indica
ningún nombre para este animal, ya que jamás se ha hallado ninguno de ellos, y
ya que es una presuposición puramente evolucionista el que haya existido en
absoluto. El modelo creacionista predice que este «eslabón perdido» jamás ha
existido.
2.
Ramapithecus
El sufijo
«pithecus» significa «simio», y se ha publicado un considerable número de
fósiles de «pitecos» extinguidos, de los cuales algunos han sido considerados
como posibles antepasados del hombre. Entre éstos se hallan el Dryopithecus,
Oreopithecus, Limnopithecus, Kenyapithecus y otros, a todos los cuales se
les asigna una edad de más o menos 14 millones de años.
La mayor parte
de los antropólogos evolucionistas consideran que el Ramapithecus es el
más importante de este grupo. Este fósil fue hallado en la India en 1932 y
consiste en varios dientes y fragmentos de mandíbula. Algunos evolucionistas
consideran esta forma como homínida debido a que, a pesar de ser simiesca, tanto
los dientes incisivos como los caninos son más pequeños que en los simios
modernos. No obstante, el Dr. Robert Eckhardt, de la Pennsylvania State
University, en un estudio exhaustivo de todo este grupo de fósiles,
declaró:
«Parece que hay muy
poca evidencia en base de estos cálculos de tamaños de dientes, cuanto menos,
para poder sugerir a causa de ello que son varias las especies representadas en
los fósiles dryopitecinos del Mioceno Posterior, y del Plioceno primitivo del
Viejo Mundo. Tampoco hay ninguna evidencia concluyente de la existencia de
ninguna especie homínida durante este intervalo de tiempo, a no ser que
entendamos por la designación «homínido» a cualquier simio individual que
resulte tener dientes pequeños y una cara resultante pequeña. Los hominoides
fósiles tal como el Ramaphitecus pueden bien ser los antecesores de la
línea homínida en el sentido de que fueran miembros individuales en una línea
filética evolutiva a partir de la cual divergieron más tarde los homínidos. Pero
ellos mismos parecen haber sido simios morfológicamente, ecológicamente y por
sus hábitos».
Con toda
probabilidad, pues, estos diferentes fósiles son meramente de diferentes
individuos de la misma clase básica de simios extintos. Con toda certidumbre no
pueden ser considerados como antepasados de los hombres. Sus peculiares dientes
están con toda probabilidad condicionados por su dieta particular; no, por
cierto, por ninguna conexión con el hombre.
3.
Australopithecus
Este nombre
(que significa «Simio Austral») ha sido asignado a un considerable número de
diferentes fósiles, hallados mayormente en África Oriental por Louis Leakey y
otros. Además de aquéllos designados con el nombre de Australopitecos, hay otros
asignados a este grupo como el Zinianthropus, Paranthropus, Plesianthropus,
Telanthropus y Homo Habilis.
Se considera
que el Australopithecus vivió hace de unos dos a tres millones de años,
que caminaba erguido y que utilizaba herramientas rudimentarias. No obstante, el
tamaño del cerebro era solamente de unos 500 c.c., el mismo que el de algunos
simios. Los dientes eran similares a los del Ramapithecus.
Durante muchos
años los antropólogos han estado divididos y confundidos en cuanto a los
Australopitecos, algunos convencidos de que fueron antepasados del
hombre, y otros convencidos de que se trata de una «vía muerta» evolutiva. No
obstante, parece que el asunto ha sido ya decidido a causa de los últimos
hallazgos de Richard Leakey, hijo de Louis Leakey, que ha continuado la obra de
su padre. Los hallazgos de varias series, la mayor parte completas, de restos
del Australopithecus ha exigido varios cambios significativos en la
interpretación de su significado.
«Había sido difícil
hallar fósiles de las extremidades del Australopithecus, pero ahora
Leakey posee una muestra extensa. De ellos se saca la consecuencia de que el
Australophitecus poseía largos brazos y piernas cortas. Probablemente
andaba de una manera no erguida, al revés de lo que muchos arqueólogos creen en
el presente».
En otras
palabras, el Australopithecus tenía no solo un cerebro de simio, sino
también toda la apariencia de un simio y andaba como ellos. Él, lo mismo que el
Ramapithecus, es indudablemente un simio extinguido, tan solo.
La razón de
que poseyera estos dientes tan peculiares, lo mismo que en el caso del
Ramapithecus, era probablemente a causa de su habitat y de la dieta
resultante. En relación a esto podemos decir que, hoy en día, existe en Etiopía
una especie de simios, un babuino, Theropithecus galada, que tiene unas
características dentarias y mandibulares muy parecidas a las del Ramapithecus
y del Australopithecus. Las características «homínidas» de los dientes y de
la mandíbula de este babuino están, en toda apariencia, relacionadas con su
habitat y dieta; ¡no son en absoluto indicativas de ninguna convergencia hacia
la situación humana!
4. Homo
erectus
Son varios los
hombres fósiles que están a grupados bajo el nombre genérico de Homo erectus,
incluyendo a los bastante notorios Hombre de Java, Hombre de Pekín, Hombre
de Heidelberg, y Meganthropus. Se cree que vivieron hace unos 500.000 años, que
andaban erguidos, que sus cerebros medían unos 1.000 c.c., y que habían
desarrollado una cultura rudimentaria que se componía de utensilios y armas
simples.
No obstante,
la evidencia que apoya toda esta historia es equívoca, por decir poco. El Hombre
de Java fue más tarde rechazado por su propio descubridor, y los huesos del
Hombre de Pekín desaparecieron durante la Segunda Guerra Mundial, no siendo
conseguibles en la actualidad para su examen. El Hombre de Heidelberg consistd
tan solo en una gran mandíbula y el Meganthropus consiste en tan solo dos
mandíbulas inferiores y cuatro dientes, y hay muchos que lo han clasificado con
los Australopitecos.
No obstante,
se han hallado otros fósiles, según todas las apariencias pertenecientes a este
tipo general, en otras partes del mundo. Bien podría ser que el Homo erectus
fuera un verdadero hombre, pero algo degenerado en tamaño y en cultura,
posiblemente a causa de aislamiento y de la resultante consanguinidad, de una
dieta insuficiente y de un medio ambiente hostil. En cualquier caso, los últimos
descubrimientos relacionados con el Homo erectus y sus restos parecen
eliminarlo como posible antepasado del hombre moderno:
«Cráneos que
fueron sepultados hace unos escasos 10.000 años sugieren que, en un tiempo
cuando en las otras partes del Viejo Mundo la especie sucesora Homo sapiens
estaba pasando de la caza y recolección a la agricultura, individuos del
tipo Homo erectus persistían en Australia».
Estos cráneos
Homo erectus, hallados en Australia, muestran que el hombre moderno había
estado en existencia ya mucho antes, eliminando al Homo erectus como
posible antepasado; lo más posible es que sea un descendiente
decadente.
Algunos pueden
poner en duda la verdadera condición humana del Homo erectus basándose en
lo pequeño de su cerebro (900–1.100 c.c.), pero no hay razón para esta objeción,
puesto que este tamaño está claramente dentro del rango de tamaños de cerebro
del hombre moderno, aunque en el extremo bajo de la clasificación. Además, no
hay una correlación necesaria del tamaño del cerebro con la
inteligencia:
«De hecho, el
aumento del volumen del cerebro nos dice poca cosa por sí mismo, ya qué nos
revela meros cambios en la organización interna del cerebro a una variedad de
niveles».
5. Hombre de
Neanderthal
El más famoso de todos los pretendidos «eslabones perdidos» es el
Homo neanderthalensis, presentado durante más de cien años como un ser
encorvado, de apariencia embrutecida, con pronunciadas arcadas supraorbitales, y
practicando los hábitos más crudos. Son muchos los restos esqueletales
disponibles hoy en día, y ya no hay más ninguna duda de que el Hombre de
Neanderthal era verdaderamente humano, Homo sapiens, no más diferente del
hombre moderno que las diferencias hoy día existentes entre las varias tribus
del hombre moderno. Su capacidad cerebral era ciertamente humana, como
Dobzhansky ha señalado:
«La capacidad craneal de la raza Neanderthal de Homo sapiens
era, en promedio, igual o aun mayor que la del hombre moderno. La capacidad
craneal y el tamaño del cerebro, no obstante, no son criterios confiables
para determinar la inteligencia o las habilidades intelectuales de ninguna
clase.»
Por lo que se refiere a la estructura encorvada del Neanderthal, la
mayor parte de los antropólogos creen hoy en día que era debido a enfermedad,
posiblemente artritis o raquitismo.
«El hombre de Neanderthal puede haber tenido su apariencia debido a
que sufría raquitismo, y no porque estuviese relacionado de cerca con los
grandes simios, sugiere un artículo en la publicación británica NATURE .
Concluyentemente, la dieta del hombre de Neanderthal careció de vitamina D
durante los 35.000 años que transcurrió en la tierra».
Se conoce que el Neanderthal cultivaba flores, fabricaba elegantes
herramientas, pintaba figuras, y practicaba cierta clase de religión, enterrando
a sus muertos. Existe ahora además cierta evidencia de que el hombre de
Neanderthal, o algunos de sus predecesores, tenían una forma de
escritura.
«La comunicación por medio de signos inscritos puede hallarse en
tiempo tan remoto como 135.000 años atrás en la historia humana. Alexander
Marshack, del Museo de Harvard Peabody, se pronunció en este sentido
recientemente, después de un intenso estudio microscópico de una costilla de
buey de una antigüedad de unos 135.000 años cubierta con inscripciones
simbólicas. Los resultados de sus hallazgos son que esto es una muestra de
«preescritura», que hay una concluyente semejanza de estilo cognoscitivo entre
ésta y aquella posterior en 75.000 años y ... establece una tradición de
inscripciones que se extiende a lo largo de miles de años».
6. El Hombre
Moderno
Contrariamente a la opinión común, existe mucha evidencia de que el
hombre moderno existió coetáneamente con todos estos dudosos hipotéticos
antecesores.
«El año pasado Leakey y sus colaboradores hallaron tres mandíbulas,
huesos de piernas y más de 400 herramientas de piedra elaboradas por el hombre.
Los especímenes fueron atribuidos al género Homo y fueron datados en 2,6
millones de años.
»Además, Leakey describió la forma completa de la cavidad
craneal como claramente dirigiéndonos al hombre moderno, faltándole las
pronunciadas arcadas supraorbitales y los gruesos huesos característicos del
Homo erectus.
»Además de la aun no nombrada calavera, la expedición
desenterró partes de los huesos de las piernas de otros dos individuos. Estos
fósiles muestran sorprendentemente que la locomoción bípeda, singularmente
humana, ya se había desarrollado hace tanto como 2,5 millones de años».
Aquí, según todas las apariencias, tenemos buena evidencia de que
el hombre moderno –moderno anatómicamente, al menos– vivía con anterioridad al
Neanderthal, al Homo erectus, ¡y hasta con anterioridad al
Australopithecus! De esta manera, colocamos al hombre bien dentro de la
Era Pliocénica y, para todo propósito práctico, eliminamos completamente su
imaginaria línea de descendencia.
En un reciente artículo de divulgación. Ronald Schiller ha señalado
la confusión presente entre los antropólogos:
«El origen del hombre ya no es conceptuado más como una cadena en
la que faltan algunos eslabones, sino como una enredada vid cuyos pámpanos se
enredan unos con otros conforme las especies se cruzan para crear nuevas
variedades, la mayor parte de las cuales se extinguieron... Podría ser que no
hayamos descendido de ninguno de los tipos humanos previamente conocidos, sino
que hayamos descendido de una línea propia directa».
Ahora que se empieza a reconocer que el origen del hombre es más
primitivo (hablando geológicamente, en términos del sistema de tiempo geológico
«ortodoxo») de lo que se pensaba previamente, quizás los antropólogos
considerarán seriamente los muchos otros fósiles de hombre moderno que habían
sido previamente señalados en estratos más primitivos, pero que habían sido
ignorados o aparentemente refutados.
Por ejemplo, tenemos las calaveras de Castenedolo y Olmo, halladas
en Italia en 1860 y 1863 respectivamente. Ambas fueron identificadas como
modernas, y no obstante habían sido halladas en estratos del Plioceno no
removidos. El cráneo de Calaveras fue descubierto en California en 1886,
también en depósitos del Plioceno, y también era un cráneo moderno completamente
desarrollado. Todos estos fueron bien documentados en su día, pero vinieron a
ser más o menos ignorados y olvidados. Se ha informado también de muchos otros,
pero ha sido difícil obtener de éstos documentación que fuera convincente. En
todo caso, parece que el asunto debe ser reabierto.
En estas anteriores consideraciones hemos tomado como buenas las
diversas edades asignadas a los diferentes fósiles de homínidos y de humanos.
Han sido obtenidas mayormente por el método Potasio-Argón y otros métodos
actualistas, que tienen su lugar en el marco estándar de tiempo
geológico.
Existen varios estudios críticos sobre estos métodos, en los que se
muestran las fuertes razones para descartarlos completamente, a pesar de su
popularidad entre medios científicos. De estas críticas, que por ser demasiado
extensas para el espacio del que disponemos no reproducimos aquí, remitiendo al
lector a la anterior referencia [10], concluimos que es evidente que el modelo
creacionista interpretaría todos estos fósiles anteriores en un contexto
cataclísmico–postcataclísmico, dentro del período de los últimos 10.000 años,
aproximadamente. Pero de todas maneras, nuestro propósito ha sido mostrar que no
hay ninguna evidencia que apoye el supuesto origen evolutivo del hombre desde un
antepasado simiesco.
Aún en términos de la cronología standard, y aceptando la evidencia
fósil tal como nos es presentada desde el punto de vista evolucionista, hemos
mostrado que no hay evidencia objetiva de que el hombre evolucionara a partir de
un simio, o de cualquier otra clase de ascendencia animal. En todo lo que está
relacionado con la verdadera evidencia fósil, el hombre siempre ha sido un
hombre, y el simio siempre ha sido un simio. No hay formas intermedias o de
transición que conduzcan al hombre, así como tampoco hay formas transicionales
entre las otras formas básicas de animales en el registro
fósil.
Esta, naturalmente, era la explícita predicción del modelo
Creacionista con respecto al origen del hombre.
R. B.
Eckhardt, “population Genetics and Human Origins”, Scientific American, Vol.
226 (Jan. 1972), p. 101.
“Australopithecus a Long-Armed, Short-Legged Knukle-Walker”,
Science News, Vol. 100 (Nov. 27, 1971), p. 357.
“Last
Adam”, Scientific American, Vol. 227 (Oct., 1972), p.
48.
D. R.
Pilbeam, “Review of The Brain in Hominid Evolution ” (New York: Columbia
University Press, 1971), págs. 170; Science (March 10, 1972), p.
1101.
T.
Dobzhansky, “Changing Man”, Science, Vol. 155 (Jan. 27, 1967), p.
410.
“Neanderthal padecía raquitismo”, Science Digest, Vol. 69
(Feb. 1971), p. 35. (La referencia a NATURE es a un artículo
de Francis Ivanhoe en el número del 8 de Agosto, 1970).
“Use of
Symbols Antedates Neanderthal Man”, Science Digest, Vol. 73 (March,
1973), p. 22.
“Leakey's Skull Changes our Pedigree and Lengthens our Past”,
Science News, Vol. 102 (Nov. 18, 1972), p. 324.
R.
Schiller, “New Findings on the Origin of Man”, Reader's Digest (August, 1973),
pp. 89-90. Octubre 1973, pág. 59 en la edición
británica de Reader's Digest.
H. S.
Slusher, Las Dataciones Radiométricas–Crítica (SEDIN / CLIE, Terrassa
1980); T. G. Barnes, Origen y De stino del Campo Magnético de la Tierra
(SEDIN / CLIE, Terrassa 1981).