EL HOMBRE FÓSIL
Frank W.
Cousins
8—GIUSEPPE SERGI ACERCA DEL HOMBRE DEL PLIOCENO EN
ITALIA
Traducción de un extracto de la Rivista di Anthropologia,
Vol. XVII (Fasc. I-II) Roma, 1912, por Sergi., G.
…………………………
Mi artículo acerca de los restos de Castenedolo fue
publicado en 1884, en Archivi per
l’Anthropologia, vol. XIV, hace 28 años, cuando el
argumento científico acerca de la existencia del hombre en la época del
Terciario estaba comenzando, y en el que tomaron parte Cappellini, de
Quatrefages, el Abad Bourgeois, Ribeiro, Bellucci, G. De Mortillet y otros en
Europa. Fuera de Europa, esta posición fue apoyada por Whitney y Jones con la
evidencia del cráneo de Calaveras encontrado en California. Este artículo que
trata del descubrimiento por parte de Ragazzoni de los restos de Castenedolo no
suscitó comentarios en Italia, pero sí que fue comentado en Francia. Manouvrier,
al reseñarlo, expresó dudas acerca de la edad geológica y remitió el
descubrimiento a los geólogos. De Quatrefages lo aceptó sin reservas. Topinard
lo aceptó al principio, pero posteriormente lo rechazó. Luego todo fue
silencio.
En 1889, el Profesor Ragazzoni me envió un cable a Roma para
comunicarme otro descubrimiento en un yacimiento de ostras en los alrededores de
Castenedolo. El Profesor Issel de Génova y yo nos dirigimos allí y nos vimos
frustrados porque el esqueleto casi intacto yacía de espaldas en una fisura de
la capa de ostras y presentaba señales de haber sido sepultado. El Profesor
Issel escribió un informe exhaustivo, dio una descripción exacta del monte en
Castenedolo y expresó con claridad nuestro acuerdo acerca de este nuevo
descubrimiento en el Bulletino di Paletnologia
Italiana, XV, vol. V., 1889.
Pero en una nota en la última página se puede leer lo
siguiente: «Después del estudio que hicimos del terreno el 31 de enero de 1889,
mi colega [Sergi] y yo [Issel] hemos llegado de forma independiente a esta
conclusión, esto es,
la eliminación de la hipótesis de que los restos
humanos examinados pertenezcan al Plioceno: Y como
un noble ejemplo de integridad científica, el Profesor Sergi desea que esto sea
expresado aquí en nombre de ambos, aunque esto no concuerda con la opinión que
ya ha expresado.»
Aquí hay desde luego un malentendido, y
para esto remito al pasaje anterior que yo he marcado en letra itálica. Parece
que el Profesor Issel desea que estas palabras se refieran no sólo a mi opinión
del esqueleto descubierto en 1889, para el que quise valerme de su destreza
geológica para juzgar el terreno donde se encontró el esqueleto, sino también
como expresando opinión acerca de los descubrimientos de 1880, sobre los que
escribí el artículo mencionado anteriormente. Hoy
declaro que lo uno no invalida lo otro, y por ello afirmo que la declaración de
mi ilustre colega es ambigua. Pero me apresuro a
decir también que el error del Profesor Ragazzoni al valorar la posición del
esqueleto en la capa de ostras me produjo una gran consternación y me hizo dudar
acerca de si también se habría equivocado la primera vez. En cualquier caso,
este nuevo y falso descubrimiento asestó un golpe decisivo al primero, y a
partir de esto ha caído un silencio aun más profundo, como el del sepulcro,
sobre el hombre de Castenedolo; y yo no me sentí con ánimos ni con razón para
desenterrarlo. Pero también es cosa cierta que en 1889, en Messina, en un
volumen publicado para mí por una editorial, que recogía muchos artículos ya
publicados, volvió a aparecer el artículo acerca del hombre del Terciario en
Lombardía; pero la impresión de esta obra se inició el año anterior al nuevo
descubrimiento, que tuvo lugar en enero de 1889. Desde entonces nadie ha hablado
más acerca del hombre de Castenedolo.
¿Por qué vuelvo de nuevo al descubrimiento de Castenedolo
después de transcurridos 28 años y examino los restos esqueletales que el
difunto Profesor Ragazzoni me quiso dar para el Museo de Roma? Estos restos han
estado depositados ya durante muchos años en las estanterías del Museo del
Colegio de Roma; y se siguen guardando en cajas separadas muestras de las
tierras que forman el monte de Castenedolo, catalogadas por el mismo Ragazzoni,
que era geólogo y que tenía un amplio conocimiento de los contrafuertes de los
Alpes italianos: un precioso regalo que puedo emplear.
El 2 de febrero del presente año (1912) The Times informaba acerca del
descubrimiento que hizo el Sr. Moir en octubre de 1911 cerca de Ipswich de un
esqueleto humano que fue designado el Pre-Boulder
Clay Man, porque hacía referencia a este período
geológico, y también reproducía la observación hecha por el Profesor Keith del
Real Colegio de Cirujanos de Londres de que este esqueleto presentaba las
características del hombre moderno. El esqueleto fue llevado al Colegio para que
pudiera ser examinado por el mismo Profesor Keith. Entonces le escribí, porque
tengo el placer de conocerlo personalmente, pidiéndole informaciones adicionales
acerca del descubrimiento, y algunas fotografías del esqueleto. Él tuvo la
bondad de enviarme algunas fotografías y notas con un extracto de su discurso
acerca del tema que había presentado ante el dicho Colegio.
Sucedió que el Profesor Keith, impresionado por un esqueleto
de tanta antigüedad —más antiguo que el de Galley-Hill y el de Neanderthal,
porque percibía los rasgos del hombre moderno en el mismo— recordó los restos de
Castenedolo del que había tenido noticia, y me pidió que le hiciese una
clarificación acerca de él. Le envié entonces la única copia que tenía de mi
antiguo artículo de 1884, donde podría encontrar lo que quería saber. Mantuvimos
correspondencia acerca de ésta y otras cuestiones, y en el curso de esta
correspondencia me escribió afirmando abiertamente que tenía fe en la
autenticidad del descubrimiento de Castenedolo y que estaba comenzando a
convencerse de la antigüedad del tipo humano con rasgos modernos. Su carta
acerca de esto fue muy explícita, y revela que el doctor Keith admite dos ramas
humanas, el tipo moderno, esto es, con características como las del hombre
actual, y el tipo Neanderthal. Citaré más adelante el concepto completo que
expresa el Profesor Keith, porque es muy importante saber esto, y por encima de
todo porque demuestra la manera en que, ante la evidencia de los hechos, las
teorías son efímeras y surgen otras nuevas.
En consecuencia, yo ya había trabajado acerca de la misma
cuestión para dar a conocer con más claridad y de manera más universal mi idea
acerca de la realidad del poligenismo humano y animal.
Así, la restauración del hombre del Terciario descubierto
cerca de Brescia fue natural. Keith se refirió a él en su discurso no sólo con
convicción sino también como fundamentando sus conceptos acerca de la bien
basada hipótesis de que el tipo humano, incluso con rasgos modernos, podía
pertenecer al Plioceno. Y no sólo el descubrimiento de Ipswich me llevó a
restaurar de nuevo el crédito al hombre de Castenedolo, sino que el examen que
efectué el invierno anterior de los tipos humanos fosilizados y las épocas en
que habían sido descubiertos, me había llevado a ponerlos en relación con todos
los Primates existentes y su origen, y con la distribución geográfica que la
paleontología nos presenta hoy por hoy.
Así, me encontré de nuevo frente a frente con la clara y
decisiva separación, que además he establecido en mis dos últimos trabajos sobre
«Europa e L’uomo», de las
dos formas humanas, una inferior, el Neanderthal, y la otra superior con
características recientes, el tipo de Galley-Hill, con otras formas secundarias.
He admitido orígenes separados para estas dos formas, por cuanto no he podido
encontrar indicaciones de descendencia común como había sucedido hasta ahora.
Las evidencias que he presentado y clasificado geológica y cronológicamente
hablan por sí mismas; y de estas evidencias la más antigua hasta ahora es la
procedente de Brescia, porque procede de una formación del Plioceno.
Aunque siguen en vigor los prejuicios científicos y
evolucionistas prejuiciados impiden la aceptación de
la existencia de una forma humana con características tan superiores como las de
los humanos actuales como producto de la época del Terciario, aunque hasta hace un
año se presentaron objeciones a Riviere respecto al descubrimiento de un
esqueleto con características muy recientes en el Musteriense inferior, sin
embargo es necesario para los acabados de llegar modificar sus convicciones y
aceptar la evidencia de los hechos. Cuando, hace 28 años, escribí mi artículo
acerca de este mismo tema, las ideas dominantes eran las mismas que aquellas con
las que luchamos ahora, y, cosa extraña, después que tantos nuevos datos hayan
salido a luz desde 1884.
Esta persistencia en las mismas ideas se desprende de una
idea preconcebida acerca de la evolución orgánica de las formas animales
incluyendo al hombre, esto es, que la evolución ha procedido de un único fílum,
causando la extinción sin motivo de todas las ramas colaterales que de manera
lógica debieran haber producido formas paralelas más o menos divergentes, más o
menos convergentes, más o menos morfológicamente desarrolladas.
En lugar de ello, la evolución procedió a lo largo de ramas
simultáneas, algunas de las cuales han dado formas elevadas, con respecto a la
morfología, otras formas retrasadas; algunas se han extinguido antes de alcanzar
rasgos elevados; otras han alcanzado la más elevada evolución; otras han
cumplido su evolución en tiempos distintos, mientras que todas las formas han
mostrado, tras haber aparecido, una sorprendente resistencia y persistencia, sin
la que no tendríamos en la actualidad formas animales que aparecieron en el
Eoceno, como lo demuestran claramente los insectívoros.
En los Primates estos hechos son evidentes, cuando pueden
ser interpretados de forma apropiada, y si tenemos que limitar las observaciones
a los Primates vivientes, incluyendo al hombre, veremos la confirmación de lo
que he dicho antes. Cada grupo de Primates, sea catarrino o antropoide, no se
compone de elementos absolutamente idénticos, sino al contrario, de elementos
diversos, que no se derivan unos de otros, sino que son paralelos, divergentes
en algunas características y convergentes en otras. Si recordamos que en la
actualidad sólo existen cuatro líneas de antropoides, dos africanas y dos
insulares de Asia, tendremos necesariamente que admitir que éstas no proceden
una de la otra, sino que todas proceden por separado de formas distintas con
rasgos comunes y divergentes; son cuatro fílums distintos.
Así fue con el hombre que hemos encontrado fosilizado en
Europa, esto es, tenemos dos ramas, de las que una ha permanecido en un estado
inferior de evolución, la del tipo Neanderthal, mientras que la otra ha llegado
a una mayor evolución, esto es, la que presenta rasgos modernos como se ve,
entre otros, en los esqueletos de Galley Hill,
Ipswich,
Egisheim y otros. La una no deriva de la otra, y durante muchos años he estado
proponiendo esta interpretación que en la actualidad está admitida también por
el doctor Keith después de su descubrimiento del esqueleto de Ipswich. Él
declaró, en su conferencia ante el Colegio de Cirujanos, «que tras el primer
examen de estos restos sufrí un desagradable desengaño. El descubrimiento de
Galley-Hill mostraba que el tipo moderno de hombre era muy antiguo. Pero no
estaba preparado para encontrar un hombre de tipo moderno bajo la arcilla
calcárea boulder y, sin
embargo, por los dientes y por la forma craneana y rasgos principales del
esqueleto, el hombre de Ipswich no difiere en estructura del cuerpo humano
actual. Todos hemos sido fácilmente convencidos de
que la evolución humana es un acontecimiento reciente, y que tiene que haber
procedido de una manera ordenada desde una etapa inferior a otra superior. No
cabe duda alguna de que el tipo Neanderthal es inferior al tipo humano moderno.
Se creía que el tipo Neanderthal había desaparecido y que había sido seguido por
el tipo moderno. Pero con frecuencia la experiencia no justifica opiniones
apriorísticas. El descubrimiento de Ipswich es contrario a lo que se esperaba.
Se esperaba que bajo la arcilla boulder se encontraría un tipo Neanderthal, pero
lo que se descubrió fue un tipo moderno».
El descubrimiento de Ipswich no nos sorprendió, sino que
confirmó lo que ya hemos estado manifestando durante algunos años acerca de los
dos tipos; nos complace en la actualidad que este hecho sea reconocido por el
doctor Keith, que, a diferencia de otros, no ha rechazado el descubrimiento,
como sucedió en Riviere en Francia. De hecho, ya antes en la misma conferencia
él afirma: «En la actualidad hay dos opiniones acerca de la relación del hombre
de Neanderthal con las razas humanas modernas. La mayoría de los antropólogos
son de la opinión de que el hombre de Neanderthal fue gradualmente perdiendo sus
rasgos simiescos y que se transformó en el hombre moderno. Pero la minoría cree
que esta transformación es imposible, y que el hombre de Neanderthal murió sin
descendencia. Aunque este conferenciante [Keith] había supuesto antes que esta
transformación era posible, la evidencia que ha ido acumulando durante los
últimos años le ha llevado a abandonar este concepto».
He transcrito estos dos pasajes del doctor Keith para
exponer el cambio de opinión acerca del problema del origen del hombre y de la
evolución; pero sólo los hombres carentes de prejuicios pueden hacer tales
cambios ante la evidencia de los hechos. Así, es con un mayor entusiasmo que
reanudo el examen de los restos de Castenedolo, ya olvidados como evidencia
inútil para la historia paleontológica del hombre en Europa. El doctor Keith
expresa también su fe en esto debido a ensayos a los que me he referido en mi
artículo. Este examen trae a la memoria el de Rutot sobre los cráneos parisinos
de Clichy y Grenelle, ya estudiados e incluidos en la obra de de Quatrefages y
Hamy, Crania Ethnica, y
considerados por parte de G. de Mortillet y otros como carentes de valor al
considerarlos no auténticos, y por ello olvidados. Rutot pudo establecer la autenticidad de los mismos. Si los restos de
Castenedolo hubieran exhibido rasgos similares a los del tipo Neanderthal, nadie
hubiera suscitado dudas sobre el descubrimiento del Profesor
Ragazzoni.
De Quatrefages escribió: «Desde luego, si se hubiera tratado
de un caso de un hombre del Cuaternario, el descubrimiento de Castenedolo
hubiera sido aceptado sin ninguna objeción. Sólo se podía suscitar oposición
sobre la base de la doctrina general, con la que está en contradicción. Pero,
por corta que pueda ser, la historia de la paleontología humana ya muestra cómo
debemos guardarnos de esta clase de valoraciones. ¡Cuántas mentes, incluso
eminentes, se han negado en primera instancia a creer en la existencia del
hombre del Cuaternario, basando sus objeciones en razones de la misma
naturaleza». De la misma manera, se refutan hechos por medio de teorías; G. de
Mortillet perteneció a esta clase de personas, y así actúan en la actualidad
muchos antropólogos, a pesar de la experiencia acumulada a lo largo de treinta o
más años acerca de teorías de toda clase.
Pero ahora ha llegado el tiempo de que cambien o se ajusten
las opiniones; se debería seguir el ejemplo de Keith ante la evidencia del
esqueleto de Ipswich, si no queremos seguir en pos de caminos errados en
ciencia. En el pequeño libro que va a salir próximamente puedo exponer con
claridad que los dos tipos humanos existieron de manera coetánea y que quizá
aparecieron de forma simultánea con diferentes grados de rasgos humanos, ambos
estables y persistiendo a lo largo de períodos geológicos, pero uno de ellos, el
inferior, no alcanzó la época reciente y se extinguió —por los motivos que
fueren—, mientras que el otro sigue viviendo en Europa con muy pocos cambios.
Esto, mantengo yo, es polifiletismo, como se designa comúnmente, pero es
poligenismo en el sentido de que tiene que haber habido también dos progenitores
como los dos tipos que se sucedieron. Polifiletismo de progenitores y
polifiletismo de descendientes, como en los otros Primates, es la doctrina que
más se atiene a los hechos en la evolución orgánica, incluso para los demás
tipos animales.
No me parece oportuno repetir la demostración que he hecho
acerca de la condición de los estratos de tierra del monte de Castenedolo donde
se encontraron los restos humanos; me referí extensamente a esta cuestión en mi
artículo de 1884, parafraseando en parte lo que Ragazzoni había escrito y
estableciendo en parte lo que oí decirle y lo que yo mismo constaté al visitar
el lugar. Pero sí que debo repetir y recordar hoy que el esqueleto hembra
preservado casi de manera íntegra no estaba en una posición que indicase una
sepultura ordinaria, sino volcado; vi la parte frontal del cráneo con el rostro
en el interior de la cavidad posterior, y toda la cabeza incrustada en la
arcilla verdosa de la que pacientemente la separé. Las otras partes del
esqueleto estaban depositadas de manera semejante, y sigue en mi posesión la
columna vertebral con las costillas incrustadas en una masa de arcilla, y los
huesos de una mano en la misma arcilla, que es pura, sin mezcla alguna de
diferentes elementos que procederían de estratos superiores si se hubiera hecho
una excavación para una sepultura. Los fragmentos de un esqueleto macho, por lo
que puedo deducir de los pocos huesos, y uno de niño (en el examen que llevé
acabo en 1883 me pareció que se trataba de dos bebés debido a dos fragmentos
desiguales de mandíbula) estaban dispersados por una pequeña área, pero
dispersos y diseminados en el mismo plano. Si los huesos hubieran sido
sepultados donde fueron encontrados, los esqueletos habrían estado completos en
algunas de las características de cada forma de sepultura. Así, es natural
admitir que las otras partes esqueletales se perdieron. Ragazzoni opinaba que se
trataba de los restos del naufragio de una familia.
Pero no menos importante es el informe del Profesor Issel,
escrito en 1889, acerca del esqueleto descubierto en la capa de ostras, y al que
me he referido antes. En esta ocasión el ilustre Profesor Issel dio una
descripción del monte de Castenedolo que es de gran utilidad para nuestros
propósitos, aunque aparecen en el mismo algunas divergencias con respecto a las
ideas de Ragazzoni acerca de las fisuras y de la interrupción de la continuidad
de los estratos —divergencias que sin embargo no invalidan la posición ni la
relación recíproca de los estratos. Me parece importante transcribir lo que
escribió el Profesor Issel acerca de las visicitudes padecidas por la zona de
Castenedolo.
«En base de los fósiles enumerados (escribe él), se puede
argumentar de manera válida que hacia finales del período del Pleistoceno el mar
rompía contra los contrafuertes de los Alpes en Brescia y que penetraba, en
pequeñas calas, en forma de fiordos, entre estas montañas.
»Donde se levanta Castenedolo actualmente debió haber
existido un plácido lago donde proliferaron primero las ostras y luego corales
del tipo Cladocora, en
asociación con algunas conchas. Las aguas, más bien someras, eran probablemente
no demasiado saladas. Poco después disminuyó el nivel del lago y, vaciándose en
este curso torrencial de agua, se produjeron los conglomerados o concreciones
que cubren los depósitos fosilíferos.
»La llanura que surgió luego se originó en una arcilla con
una elevada concentración de hierro que me parece debida al menos en Castenedolo
a la acción química y mecánica de la atmósfera sobre los materiales arenosos
recientemente elevados.»
Lo que se desprende de esta descripción es que el mar tuvo
que ser bajo, casi encerrado en esta parte, para permitir que los moluscos se
detuvieran allí y se multiplicasen en grandes cantidades, como se observa de los
grandes depósitos descubiertos; además, el movimiento de las olas tiene que
haber sido limitado, depositándose de esta manera los cadáveres humanos en
espacios cercanos. Esta descripción del Profesor Issel elimina cualquier duda
acerca de los hechos de la presencia de muchos esqueletos en un pequeño espacio,
como los que fueron descubiertos por Ragazzoni; pero el mayor apoyo de la
autenticidad del descubrimiento se tiene que encontrar en el hecho de los
estratos intactos que cubrían los restos humanos, como he manifestado desde el
principio.
…………………………
A continuación, el Profesor Sergi ofrece sus conclusiones y
una invalorable bibliografía:
…………………………
De Quatrefages me acusa de no comparar el hombre de
Castenedolo con ninguna otra raza. Pero una mirada a la calavera que muestra el
cráneo de una mujer hace posible reconocer, como ya he dicho, al tipo suavizado
de Cannstadt y
la más estrecha relación con el cráneo hembra de Olmo. Esta semejanza es
doblemente interesante. Nos muestra la raza de Cannstadt como la más antigua de
las poblaciones humanas hasta ahora descubiertas en Europa. Nos enseña, además,
que el hombre de Cannstadt sobrevivió la época del Terciario de la misma manera
que los de la Vezere y la Lesse resistieron a los cambios que introdujeron la
época actual.
Actualmente es cierto que esta similitud entre el cráneo de
Olmo y los nuestros existe, porque, a pesar de que el primero fue deformado
póstumamente, está claro por la intensa platicefalia y por la forma de la
frente, que es similar al cráneo de Castenedolo. Sin embargo, no puedo estar de
acuerdo con el célebre antropólogo francés en que el cráneo de Olmo y también el
de Castenedolo pertenezcan al tipo Neanderthal; tampoco el cráneo de Clichy
pertenece a este tipo, como el mismo de Quatrefages dijo. Todos estos tres
cráneos presentan los rasgos del hombre moderno y pertenecen a la otra rama
humana distinta de la rama Neanderthal; el cráneo de Castenedolo más aún que los
otros, porque no es difícil encontrar su forma incluso en cráneos recientes. Con
respecto al cráneo de Olmo, dudo de que sea hembra, como dice de Quatrefages,
porque es demasiado grande y robusto para ser de hembra; las mediciones que nos
han dado Cocchi y de Quatrefages no se pueden aceptar; en todo caso, son
aproximadas.
Después de todo lo anterior, no queda más que decir sino que
los restos de Castenedolo son los más antiguos que conocemos hasta la fecha, y
que estos, junto con otros hallados en la época del Cuaternario en diversos
períodos, demuestran que el origen del hombre, lo mismo que el de otros
Primates, es polifilético o más bien poligenético, en que las diversas ramas se
originan de un tronco, dividido él mismo en ramas, pero que cada rama es
paralela a las otras, en evolución simultánea e independiente. En Europa, sin
embargo, tenemos prueba de que se desarrollaron dos tipos humanos en el
Terciario y en el Cuaternario —dos ramas paralelas, una más humana en sus
rasgos, por así decirlo, y que ha demostrado una mayor persistencia en
permanecer y multiplicarse hasta la actualidad, y la otra inferior en forma, y
que se extinguió mediado el Cuaternario.
BIBLIOGRAFÍA DE SERGI
- Sergi, G. «L’uomo terziario in Lomardia», Archivio per l’Antropologia Firenze, Vol.
XIV, 1884.
-
- Sergi, G. «Ancora l’uomo terziario en Lombardia»,
Archivio cit. Vol. XVI,
1886.
-
- Sergi, G. Antropologia e scienze
antropologiche. Messina, 1889.
-
- Manouvrier, L. «Recensioni», en Revue d’Antropologie. Año XIV,
1885.
-
- Topinard, P. «L’homme dit pliocène de Brescia»,
Revue cit. XV,
1886.
-
- Kollmann, J. Correspondenz-Blatt, ecc. mayo
1885.
-
- De Quatrefages, A. Prefacio a la obra de Cartailhac,
Les àges prehistoriques de l’Espagne et du
Portugal. París, 1886.
-
- –––––––––. Introduction a l’étude des races humaines. París, 1886.
-
- Issel, A. «Cenni sulla giacitura dello scheletro umano
recentmente scoperto nel pliocene di Castenedolo». Bulletino di Paletnologia Italiana, año
XI, 1889.
-
- Keith, A. «Certain phases in the Evolution of Man».
The British Medical Journal, Londres, 20 de marzo - 6 de abril, 1912.
-
- Crania Ethnica, págs. 7, 17,
19.
-
- Cocchi, I. «L’Uomo fossile nell’ Italia centrale».
Studi paleoetnologici.
Milán, 1867.
SEDIN
Servicio Evangélico - Documentación -
Información
Apartat 2002
08200 SABADELL
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