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EL HOMBRE FÓSIL

Frank W. Cousins


8—GIUSEPPE SERGI ACERCA DEL HOMBRE DEL PLIOCENO EN ITALIA

Traducción de un extracto de la Rivista di Anthropologia, Vol. XVII (Fasc. I-II) Roma, 1912, por Sergi., G.


…………………………

Mi artículo acerca de los restos de Castenedolo fue publicado en 1884, en Archivi per l’Anthropologia, vol. XIV, hace 28 años, cuando el argumento científico acerca de la existencia del hombre en la época del Terciario estaba comenzando, y en el que tomaron parte Cappellini, de Quatrefages, el Abad Bourgeois, Ribeiro, Bellucci, G. De Mortillet y otros en Europa. Fuera de Europa, esta posición fue apoyada por Whitney y Jones con la evidencia del cráneo de Calaveras encontrado en California. Este artículo que trata del descubrimiento por parte de Ragazzoni de los restos de Castenedolo no suscitó comentarios en Italia, pero sí que fue comentado en Francia. Manouvrier, al reseñarlo, expresó dudas acerca de la edad geológica y remitió el descubrimiento a los geólogos. De Quatrefages lo aceptó sin reservas. Topinard lo aceptó al principio, pero posteriormente lo rechazó. Luego todo fue silencio.

En 1889, el Profesor Ragazzoni me envió un cable a Roma para comunicarme otro descubrimiento en un yacimiento de ostras en los alrededores de Castenedolo. El Profesor Issel de Génova y yo nos dirigimos allí y nos vimos frustrados porque el esqueleto casi intacto yacía de espaldas en una fisura de la capa de ostras y presentaba señales de haber sido sepultado. El Profesor Issel escribió un informe exhaustivo, dio una descripción exacta del monte en Castenedolo y expresó con claridad nuestro acuerdo acerca de este nuevo descubrimiento en el Bulletino di Paletnologia Italiana, XV, vol. V., 1889.

Pero en una nota en la última página se puede leer lo siguiente: «Después del estudio que hicimos del terreno el 31 de enero de 1889, mi colega [Sergi] y yo [Issel] hemos llegado de forma independiente a esta conclusión, esto es, la eliminación de la hipótesis de que los restos humanos examinados pertenezcan al Plioceno: Y como un noble ejemplo de integridad científica, el Profesor Sergi desea que esto sea expresado aquí en nombre de ambos, aunque esto no concuerda con la opinión que ya ha expresado.»

Aquí hay desde luego un malentendido, y para esto remito al pasaje anterior que yo he marcado en letra itálica. Parece que el Profesor Issel desea que estas palabras se refieran no sólo a mi opinión del esqueleto descubierto en 1889, para el que quise valerme de su destreza geológica para juzgar el terreno donde se encontró el esqueleto, sino también como expresando opinión acerca de los descubrimientos de 1880, sobre los que escribí el artículo mencionado anteriormente. Hoy declaro que lo uno no invalida lo otro, y por ello afirmo que la declaración de mi ilustre colega es ambigua. Pero me apresuro a decir también que el error del Profesor Ragazzoni al valorar la posición del esqueleto en la capa de ostras me produjo una gran consternación y me hizo dudar acerca de si también se habría equivocado la primera vez. En cualquier caso, este nuevo y falso descubrimiento asestó un golpe decisivo al primero, y a partir de esto ha caído un silencio aun más profundo, como el del sepulcro, sobre el hombre de Castenedolo; y yo no me sentí con ánimos ni con razón para desenterrarlo. Pero también es cosa cierta que en 1889, en Messina, en un volumen publicado para mí por una editorial, que recogía muchos artículos ya publicados, volvió a aparecer el artículo acerca del hombre del Terciario en Lombardía; pero la impresión de esta obra se inició el año anterior al nuevo descubrimiento, que tuvo lugar en enero de 1889. Desde entonces nadie ha hablado más acerca del hombre de Castenedolo.

¿Por qué vuelvo de nuevo al descubrimiento de Castenedolo después de transcurridos 28 años y examino los restos esqueletales que el difunto Profesor Ragazzoni me quiso dar para el Museo de Roma? Estos restos han estado depositados ya durante muchos años en las estanterías del Museo del Colegio de Roma; y se siguen guardando en cajas separadas muestras de las tierras que forman el monte de Castenedolo, catalogadas por el mismo Ragazzoni, que era geólogo y que tenía un amplio conocimiento de los contrafuertes de los Alpes italianos: un precioso regalo que puedo emplear.

El 2 de febrero del presente año (1912) The Times informaba acerca del descubrimiento que hizo el Sr. Moir en octubre de 1911 cerca de Ipswich de un esqueleto humano que fue designado el Pre-Boulder Clay Man, porque hacía referencia a este período geológico, y también reproducía la observación hecha por el Profesor Keith del Real Colegio de Cirujanos de Londres de que este esqueleto presentaba las características del hombre moderno. El esqueleto fue llevado al Colegio para que pudiera ser examinado por el mismo Profesor Keith. Entonces le escribí, porque tengo el placer de conocerlo personalmente, pidiéndole informaciones adicionales acerca del descubrimiento, y algunas fotografías del esqueleto. Él tuvo la bondad de enviarme algunas fotografías y notas con un extracto de su discurso acerca del tema que había presentado ante el dicho Colegio.

Sucedió que el Profesor Keith, impresionado por un esqueleto de tanta antigüedad —más antiguo que el de Galley-Hill y el de Neanderthal, porque percibía los rasgos del hombre moderno en el mismo— recordó los restos de Castenedolo del que había tenido noticia, y me pidió que le hiciese una clarificación acerca de él. Le envié entonces la única copia que tenía de mi antiguo artículo de 1884, donde podría encontrar lo que quería saber. Mantuvimos correspondencia acerca de ésta y otras cuestiones, y en el curso de esta correspondencia me escribió afirmando abiertamente que tenía fe en la autenticidad del descubrimiento de Castenedolo y que estaba comenzando a convencerse de la antigüedad del tipo humano con rasgos modernos. Su carta acerca de esto fue muy explícita, y revela que el doctor Keith admite dos ramas humanas, el tipo moderno, esto es, con características como las del hombre actual, y el tipo Neanderthal. Citaré más adelante el concepto completo que expresa el Profesor Keith, porque es muy importante saber esto, y por encima de todo porque demuestra la manera en que, ante la evidencia de los hechos, las teorías son efímeras y surgen otras nuevas.

En consecuencia, yo ya había trabajado acerca de la misma cuestión para dar a conocer con más claridad y de manera más universal mi idea acerca de la realidad del poligenismo humano y animal.

Así, la restauración del hombre del Terciario descubierto cerca de Brescia fue natural. Keith se refirió a él en su discurso no sólo con convicción sino también como fundamentando sus conceptos acerca de la bien basada hipótesis de que el tipo humano, incluso con rasgos modernos, podía pertenecer al Plioceno. Y no sólo el descubrimiento de Ipswich me llevó a restaurar de nuevo el crédito al hombre de Castenedolo, sino que el examen que efectué el invierno anterior de los tipos humanos fosilizados y las épocas en que habían sido descubiertos, me había llevado a ponerlos en relación con todos los Primates existentes y su origen, y con la distribución geográfica que la paleontología nos presenta hoy por hoy.

Así, me encontré de nuevo frente a frente con la clara y decisiva separación, que además he establecido en mis dos últimos trabajos sobre «Europa e L’uomo», de las dos formas humanas, una inferior, el Neanderthal, y la otra superior con características recientes, el tipo de Galley-Hill, con otras formas secundarias. He admitido orígenes separados para estas dos formas, por cuanto no he podido encontrar indicaciones de descendencia común como había sucedido hasta ahora. Las evidencias que he presentado y clasificado geológica y cronológicamente hablan por sí mismas; y de estas evidencias la más antigua hasta ahora es la procedente de Brescia, porque procede de una formación del Plioceno.

Aunque siguen en vigor los prejuicios científicos y evolucionistas prejuiciados impiden la aceptación de la existencia de una forma humana con características tan superiores como las de los humanos actuales como producto de la época del Terciario,1 aunque hasta hace un año se presentaron objeciones a Riviere respecto al descubrimiento de un esqueleto con características muy recientes en el Musteriense inferior, sin embargo es necesario para los acabados de llegar modificar sus convicciones y aceptar la evidencia de los hechos. Cuando, hace 28 años, escribí mi artículo acerca de este mismo tema, las ideas dominantes eran las mismas que aquellas con las que luchamos ahora, y, cosa extraña, después que tantos nuevos datos hayan salido a luz desde 1884.

Esta persistencia en las mismas ideas se desprende de una idea preconcebida acerca de la evolución orgánica de las formas animales incluyendo al hombre, esto es, que la evolución ha procedido de un único fílum, causando la extinción sin motivo de todas las ramas colaterales que de manera lógica debieran haber producido formas paralelas más o menos divergentes, más o menos convergentes, más o menos morfológicamente desarrolladas.

En lugar de ello, la evolución procedió a lo largo de ramas simultáneas, algunas de las cuales han dado formas elevadas, con respecto a la morfología, otras formas retrasadas; algunas se han extinguido antes de alcanzar rasgos elevados; otras han alcanzado la más elevada evolución; otras han cumplido su evolución en tiempos distintos, mientras que todas las formas han mostrado, tras haber aparecido, una sorprendente resistencia y persistencia, sin la que no tendríamos en la actualidad formas animales que aparecieron en el Eoceno, como lo demuestran claramente los insectívoros.

En los Primates estos hechos son evidentes, cuando pueden ser interpretados de forma apropiada, y si tenemos que limitar las observaciones a los Primates vivientes, incluyendo al hombre, veremos la confirmación de lo que he dicho antes. Cada grupo de Primates, sea catarrino o antropoide, no se compone de elementos absolutamente idénticos, sino al contrario, de elementos diversos, que no se derivan unos de otros, sino que son paralelos, divergentes en algunas características y convergentes en otras. Si recordamos que en la actualidad sólo existen cuatro líneas de antropoides, dos africanas y dos insulares de Asia, tendremos necesariamente que admitir que éstas no proceden una de la otra, sino que todas proceden por separado de formas distintas con rasgos comunes y divergentes; son cuatro fílums distintos.

Así fue con el hombre que hemos encontrado fosilizado en Europa, esto es, tenemos dos ramas, de las que una ha permanecido en un estado inferior de evolución, la del tipo Neanderthal, mientras que la otra ha llegado a una mayor evolución, esto es, la que presenta rasgos modernos como se ve, entre otros, en los esqueletos de Galley Hill,2 Ipswich,3 Egisheim y otros. La una no deriva de la otra, y durante muchos años he estado proponiendo esta interpretación que en la actualidad está admitida también por el doctor Keith después de su descubrimiento del esqueleto de Ipswich. Él declaró, en su conferencia ante el Colegio de Cirujanos, «que tras el primer examen de estos restos sufrí un desagradable desengaño. El descubrimiento de Galley-Hill mostraba que el tipo moderno de hombre era muy antiguo. Pero no estaba preparado para encontrar un hombre de tipo moderno bajo la arcilla calcárea boulder y, sin embargo, por los dientes y por la forma craneana y rasgos principales del esqueleto, el hombre de Ipswich no difiere en estructura del cuerpo humano actual. Todos hemos sido fácilmente convencidos de que la evolución humana es un acontecimiento reciente, y que tiene que haber procedido de una manera ordenada desde una etapa inferior a otra superior. No cabe duda alguna de que el tipo Neanderthal es inferior al tipo humano moderno. Se creía que el tipo Neanderthal había desaparecido y que había sido seguido por el tipo moderno. Pero con frecuencia la experiencia no justifica opiniones apriorísticas. El descubrimiento de Ipswich es contrario a lo que se esperaba. Se esperaba que bajo la arcilla boulder se encontraría un tipo Neanderthal, pero lo que se descubrió fue un tipo moderno».4

El descubrimiento de Ipswich no nos sorprendió, sino que confirmó lo que ya hemos estado manifestando durante algunos años acerca de los dos tipos; nos complace en la actualidad que este hecho sea reconocido por el doctor Keith, que, a diferencia de otros, no ha rechazado el descubrimiento, como sucedió en Riviere en Francia. De hecho, ya antes en la misma conferencia él afirma: «En la actualidad hay dos opiniones acerca de la relación del hombre de Neanderthal con las razas humanas modernas. La mayoría de los antropólogos son de la opinión de que el hombre de Neanderthal fue gradualmente perdiendo sus rasgos simiescos y que se transformó en el hombre moderno. Pero la minoría cree que esta transformación es imposible, y que el hombre de Neanderthal murió sin descendencia. Aunque este conferenciante [Keith] había supuesto antes que esta transformación era posible, la evidencia que ha ido acumulando durante los últimos años le ha llevado a abandonar este concepto».

He transcrito estos dos pasajes del doctor Keith para exponer el cambio de opinión acerca del problema del origen del hombre y de la evolución; pero sólo los hombres carentes de prejuicios pueden hacer tales cambios ante la evidencia de los hechos. Así, es con un mayor entusiasmo que reanudo el examen de los restos de Castenedolo, ya olvidados como evidencia inútil para la historia paleontológica del hombre en Europa. El doctor Keith expresa también su fe en esto debido a ensayos a los que me he referido en mi artículo. Este examen trae a la memoria el de Rutot sobre los cráneos parisinos de Clichy y Grenelle, ya estudiados e incluidos en la obra de de Quatrefages y Hamy, Crania Ethnica, y considerados por parte de G. de Mortillet y otros como carentes de valor al considerarlos no auténticos, y por ello olvidados. Rutot pudo establecer la autenticidad de los mismos. Si los restos de Castenedolo hubieran exhibido rasgos similares a los del tipo Neanderthal, nadie hubiera suscitado dudas sobre el descubrimiento del Profesor Ragazzoni.5

De Quatrefages escribió: «Desde luego, si se hubiera tratado de un caso de un hombre del Cuaternario, el descubrimiento de Castenedolo hubiera sido aceptado sin ninguna objeción. Sólo se podía suscitar oposición sobre la base de la doctrina general, con la que está en contradicción. Pero, por corta que pueda ser, la historia de la paleontología humana ya muestra cómo debemos guardarnos de esta clase de valoraciones. ¡Cuántas mentes, incluso eminentes, se han negado en primera instancia a creer en la existencia del hombre del Cuaternario, basando sus objeciones en razones de la misma naturaleza». De la misma manera, se refutan hechos por medio de teorías; G. de Mortillet perteneció a esta clase de personas, y así actúan en la actualidad muchos antropólogos, a pesar de la experiencia acumulada a lo largo de treinta o más años acerca de teorías de toda clase.

Pero ahora ha llegado el tiempo de que cambien o se ajusten las opiniones; se debería seguir el ejemplo de Keith ante la evidencia del esqueleto de Ipswich, si no queremos seguir en pos de caminos errados en ciencia. En el pequeño libro que va a salir próximamente puedo exponer con claridad que los dos tipos humanos existieron de manera coetánea y que quizá aparecieron de forma simultánea con diferentes grados de rasgos humanos, ambos estables y persistiendo a lo largo de períodos geológicos, pero uno de ellos, el inferior, no alcanzó la época reciente y se extinguió —por los motivos que fueren—, mientras que el otro sigue viviendo en Europa con muy pocos cambios. Esto, mantengo yo, es polifiletismo, como se designa comúnmente, pero es poligenismo en el sentido de que tiene que haber habido también dos progenitores como los dos tipos que se sucedieron. Polifiletismo de progenitores y polifiletismo de descendientes, como en los otros Primates, es la doctrina que más se atiene a los hechos en la evolución orgánica, incluso para los demás tipos animales.

No me parece oportuno repetir la demostración que he hecho acerca de la condición de los estratos de tierra del monte de Castenedolo donde se encontraron los restos humanos; me referí extensamente a esta cuestión en mi artículo de 1884, parafraseando en parte lo que Ragazzoni había escrito y estableciendo en parte lo que oí decirle y lo que yo mismo constaté al visitar el lugar. Pero sí que debo repetir y recordar hoy que el esqueleto hembra preservado casi de manera íntegra no estaba en una posición que indicase una sepultura ordinaria, sino volcado; vi la parte frontal del cráneo con el rostro en el interior de la cavidad posterior, y toda la cabeza incrustada en la arcilla verdosa de la que pacientemente la separé. Las otras partes del esqueleto estaban depositadas de manera semejante, y sigue en mi posesión la columna vertebral con las costillas incrustadas en una masa de arcilla, y los huesos de una mano en la misma arcilla, que es pura, sin mezcla alguna de diferentes elementos que procederían de estratos superiores si se hubiera hecho una excavación para una sepultura. Los fragmentos de un esqueleto macho, por lo que puedo deducir de los pocos huesos, y uno de niño (en el examen que llevé acabo en 1883 me pareció que se trataba de dos bebés debido a dos fragmentos desiguales de mandíbula) estaban dispersados por una pequeña área, pero dispersos y diseminados en el mismo plano. Si los huesos hubieran sido sepultados donde fueron encontrados, los esqueletos habrían estado completos en algunas de las características de cada forma de sepultura. Así, es natural admitir que las otras partes esqueletales se perdieron. Ragazzoni opinaba que se trataba de los restos del naufragio de una familia.

Pero no menos importante es el informe del Profesor Issel, escrito en 1889, acerca del esqueleto descubierto en la capa de ostras, y al que me he referido antes. En esta ocasión el ilustre Profesor Issel dio una descripción del monte de Castenedolo que es de gran utilidad para nuestros propósitos, aunque aparecen en el mismo algunas divergencias con respecto a las ideas de Ragazzoni acerca de las fisuras y de la interrupción de la continuidad de los estratos —divergencias que sin embargo no invalidan la posición ni la relación recíproca de los estratos. Me parece importante transcribir lo que escribió el Profesor Issel acerca de las visicitudes padecidas por la zona de Castenedolo.

«En base de los fósiles enumerados (escribe él), se puede argumentar de manera válida que hacia finales del período del Pleistoceno el mar rompía contra los contrafuertes de los Alpes en Brescia y que penetraba, en pequeñas calas, en forma de fiordos, entre estas montañas.

»Donde se levanta Castenedolo actualmente debió haber existido un plácido lago donde proliferaron primero las ostras y luego corales del tipo Cladocora, en asociación con algunas conchas. Las aguas, más bien someras, eran probablemente no demasiado saladas. Poco después disminuyó el nivel del lago y, vaciándose en este curso torrencial de agua, se produjeron los conglomerados o concreciones que cubren los depósitos fosilíferos.

»La llanura que surgió luego se originó en una arcilla con una elevada concentración de hierro que me parece debida al menos en Castenedolo a la acción química y mecánica de la atmósfera sobre los materiales arenosos recientemente elevados.»

Lo que se desprende de esta descripción es que el mar tuvo que ser bajo, casi encerrado en esta parte, para permitir que los moluscos se detuvieran allí y se multiplicasen en grandes cantidades, como se observa de los grandes depósitos descubiertos; además, el movimiento de las olas tiene que haber sido limitado, depositándose de esta manera los cadáveres humanos en espacios cercanos. Esta descripción del Profesor Issel elimina cualquier duda acerca de los hechos de la presencia de muchos esqueletos en un pequeño espacio, como los que fueron descubiertos por Ragazzoni; pero el mayor apoyo de la autenticidad del descubrimiento se tiene que encontrar en el hecho de los estratos intactos que cubrían los restos humanos, como he manifestado desde el principio.

…………………………

A continuación, el Profesor Sergi ofrece sus conclusiones y una invalorable bibliografía:

…………………………

De Quatrefages me acusa de no comparar el hombre de Castenedolo con ninguna otra raza. Pero una mirada a la calavera que muestra el cráneo de una mujer hace posible reconocer, como ya he dicho, al tipo suavizado de Cannstadt6 y la más estrecha relación con el cráneo hembra de Olmo. Esta semejanza es doblemente interesante. Nos muestra la raza de Cannstadt como la más antigua de las poblaciones humanas hasta ahora descubiertas en Europa. Nos enseña, además, que el hombre de Cannstadt sobrevivió la época del Terciario de la misma manera que los de la Vezere y la Lesse resistieron a los cambios que introdujeron la época actual.

Actualmente es cierto que esta similitud entre el cráneo de Olmo y los nuestros existe, porque, a pesar de que el primero fue deformado póstumamente, está claro por la intensa platicefalia y por la forma de la frente, que es similar al cráneo de Castenedolo. Sin embargo, no puedo estar de acuerdo con el célebre antropólogo francés en que el cráneo de Olmo y también el de Castenedolo pertenezcan al tipo Neanderthal; tampoco el cráneo de Clichy pertenece a este tipo, como el mismo de Quatrefages dijo. Todos estos tres cráneos presentan los rasgos del hombre moderno y pertenecen a la otra rama humana distinta de la rama Neanderthal; el cráneo de Castenedolo más aún que los otros, porque no es difícil encontrar su forma incluso en cráneos recientes. Con respecto al cráneo de Olmo, dudo de que sea hembra, como dice de Quatrefages, porque es demasiado grande y robusto para ser de hembra; las mediciones que nos han dado Cocchi y de Quatrefages no se pueden aceptar; en todo caso, son aproximadas.

Después de todo lo anterior, no queda más que decir sino que los restos de Castenedolo son los más antiguos que conocemos hasta la fecha, y que estos, junto con otros hallados en la época del Cuaternario en diversos períodos, demuestran que el origen del hombre, lo mismo que el de otros Primates, es polifilético o más bien poligenético, en que las diversas ramas se originan de un tronco, dividido él mismo en ramas, pero que cada rama es paralela a las otras, en evolución simultánea e independiente. En Europa, sin embargo, tenemos prueba de que se desarrollaron dos tipos humanos en el Terciario y en el Cuaternario —dos ramas paralelas, una más humana en sus rasgos, por así decirlo, y que ha demostrado una mayor persistencia en permanecer y multiplicarse hasta la actualidad, y la otra inferior en forma, y que se extinguió mediado el Cuaternario.



BIBLIOGRAFÍA DE SERGI

 
Sergi, G. «L’uomo terziario in Lomardia», Archivio per l’Antropologia Firenze, Vol. XIV, 1884.
 
Sergi, G. «Ancora l’uomo terziario en Lombardia», Archivio cit. Vol. XVI, 1886.
 
Sergi, G. Antropologia e scienze antropologiche. Messina, 1889.
 
Manouvrier, L. «Recensioni», en Revue d’Antropologie. Año XIV, 1885.
 
Topinard, P. «L’homme dit pliocène de Brescia», Revue cit. XV, 1886.
 
Kollmann, J. Correspondenz-Blatt, ecc. mayo 1885.
 
De Quatrefages, A. Prefacio a la obra de Cartailhac, Les àges prehistoriques de l’Espagne et du Portugal. París, 1886.
 
–––––––––. Introduction a l’étude des races humaines. París, 1886.
 
Issel, A. «Cenni sulla giacitura dello scheletro umano recentmente scoperto nel pliocene di Castenedolo». Bulletino di Paletnologia Italiana, año XI, 1889.
 
Keith, A. «Certain phases in the Evolution of Man». The British Medical Journal, Londres, 20 de marzo - 6 de abril, 1912.
 
Crania Ethnica, págs. 7, 17, 19.
 
Cocchi, I. «L’Uomo fossile nell’ Italia centrale». Studi paleoetnologici. Milán, 1867.


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1 El énfasis en itálicas no es de Sergi, sino del presente autor.

2 Galley Hill.

Se descubrieron porciones de un cráneo y partes de un esqueleto humano en las gravas del Pleistoceno de Kent en 1888. Los restos no eran desemejantes del hombre de tipo moderno. Keith le asigna una edad de 200.000 años. Ahora se dice que los hallazgos están desacreditados por recientes investigaciones de Oakely et al, véase Bull. of British Museum (Natural History) Geology I, 1949, pág. 27.

3 Ipswich.

La mejor descripción del hallazgo de este esqueleto en 1911 es la que se encuentra en la obra de Sir A. Keith, The Antiquity of Man, págs. 296 y ss.Las piezas halladas del esqueleto fueron el cráneo, ambas manos izquierda y derecha, los dos fémures, una tibia y costillas. La capacidad craneana resultó ser de 1.430 cc. Los rasgos eran del hombre moderno. Es generalmente desacreditado, por cuanto perturba la teoría evolucionista. Estas son las palabras de Keith: «El señor Moir y el escritor son bien conscientes de que el descubrimiento de restos humanos tan cercanos a la superficie, tan carentes de todo rasgo primitivo o de naturaleza simiesca, no podrían llevar a la convicción de un esqueleto encontrado en una profundidad que sitúe su antigüedad más allá de toda discusión.» Véase también el relato de Duckworth, The Britannica Year Book, 1913, pags. 140-150, y Prehistoric Society of East Anglia, Annual Report, 1912.

4 El énfasis en itálicas no es de Sergi, sino del presente autor.

5 El énfasis en itálicas no es de Sergi, sino del presente autor.

6 Para información acerca del tipo Cannstadt, véase Crania Ethnica.



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