EL HOMBRE FÓSIL
Frank W. Cousins
-
- Hay toda la diferencia del mundo entre que pongamos la
verdad en primer lugar o en el segundo.
Whateley
- El mayor extravío de la mente humana es creer algo
porque uno desee que sea así.
Pasteur
En Memoria de Isobel
y
para Joan
AGRADECIMIENTOS
En una reconsideración crítica de una idea que pretende un
amplio apoyo, es importante expresar el reconocimiento debido a la gentileza de
todos los implicados. He recibido una generosa ayuda de muchas partes. Si alguno
de estos reconocimientos está incorrectamente adscrito o hay alguna omisión,
presento mis excusas.
Deseo expresar en especial mi agradecimiento a los
siguientes por el permiso para publicar fotografías y diagramas:
-
Los Administradores del Museo Británico
La Rationalist Press Association,
Limited Penguin Books, Ltd.
The Peabody Museum, Harvard
Le Musée de l’Homme, París
Rijksmuseum van Natuurlijke Historie, Leiden
Dr. Kenneth P. Oakley
Dr. L. S. B. Leakey
Camera Press, Limited
Deseo expresar mi reconocimiento al doctor A. Baroni por
obtener una fotografía del Cráneo de Olmo; al profesor Brongersma por haberme
dado de su tiempo para poder examinar los restos del Pithecanthropus durante una fugaz visita
a Leiden y por unas fotografías especiales; al Dr. Oakley por clarificar muchos
puntos oscuros siempre con cortesía y una gran erudición; a la Srta. M. Watson y
a la Sra. P. Larmar por traducir los artículos de Sergi del italiano; al Sr. A.
G. Tilney y a la Srta. V. Desbottes por su continuo aliento y su inestimable
ayuda.
Los puntos de vista aquí expresados son los míos, y acepto
toda la responsabilidad por los errores que puedan aparecer.
ÍNDICE
EL HOMBRE FÓSIL (UNA NUEVA VALORACIÓN DE LA
EVIDENCIA)
CON UNA CONSIDERACIÓN ACERCA DEL HOMBRE EN EL
TERCIARIO
LOS HOMBRES
FÓSILES
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN
La reimpresión de la primera edición me ha ofrecido la
oportunidad de incorporar las correcciones que se observan y de eliminar
diversos defectos.
He añadido lo que creo que constituye una importante
reflexión en el capítulo «El problema biológico y genético», cosa muy necesaria
para ampliar y clarificar la discusión. Aparece en las páginas 21-23 (del
cuaderno maquetado en formato PDF). También he añadido un Apéndice para tratar
acerca de los descubrimientos fósiles relevantes durante el período de redacción
del libro y la fecha presente. El Apéndice es de particular importancia en que
trata, entre otras cosas, acerca del debut del Homo
erectus, una construcción intelectual que tiene
amplias implicaciones acerca de la validez del alegato en favor del
transformismo en el hombre y en sus pretendidos precursores.
Sigue pareciendo que se le ha ocurrido a bien pocos que el
actual sistema de pensamiento biológico puede ser totalmente carente de base,
pero el sistema está ahí, exige datos, y tiene que ser alimentado con ellos. El
Apéndice actualiza la lista de datos.
Quisiera agradecer al doctor C. E. A. Turner y al Sr. R. H.
Stevens su lectura de las galeradas y por muchas y útiles sugerencias acerca de
la presentación del material.
F.W.C.
Westminster
Mayo de
1971
PREFACIO A LA PRIMERA
EDICIÓN
Los académicos que se adhieren a la teoría de la evolución
no muestran reticencia alguna en pretender que el hombre —el más elevado de los
animales— es un producto de la evolución. Cuando Darwin escribió El Linaje del Hombre (The Descent of Man,
1871), apenas si había algún dato paleontológico disponible que diera apoyo a la
teoría del pretendido origen animal del hombre. La audacia de esta
pretensión es sorprendente, pero muestra un bienvenido cambio de ambiente de
libertades en contraste a la tempestad suscitada a mediados del siglo
XVII, cuando se recuerda que
el mero hecho de opinar que hubiera hombres antes de Adán costó a Isaac de la
Peyrere un arresto, la confiscación y quema de sus obras, y ser forzado a formar
una retractación en Roma. Dos siglos después surgieron obras que, sin basarse
prácticamente en evidencia alguna, no sólo afirmaron una inmensa antigüedad para
el hombre, sino que le impusieron una ascendencia animal. Es cosa bien sabida
que estas obras han sido causa de controversia, pero sus autores fueron y siguen
siendo objeto de aclamación; ello hasta el punto que se ha llegado a decir que
la obra de Darwin ha sido para la biología lo que la de Copérnico para la
astronomía física. Esta pretensión es extravagante y carente de fundamento. Se
puede demostrar no sólo que Darwin fue culpable de una sorprendente carencia de
objetividad científica,sino que él, más que ninguna otra persona, indujo inconscientemente a
otros a tratar de descubrir las «evidencias» para sustentar una hipótesis que
hasta el día de hoy no está demostrada y que en muchos aspectos es
científicamente insostenible.
Se debería resistir con firmeza la supresión de cualquier
hipótesis, por extravagante o ridícula que pueda resultar. Pero uno no puede
dejar de maravillarse, en una era de educación universal, ante la amplia y
acrítica aceptación de una hipótesis que, cuando se contrasta con los datos,
prácticamente no muestra concordancia alguna con ellos. Esta aceptación no puede
surgir de un amor a la verdad, sino más bien de un amor a una filosofía, cuyo
marco es tan rígido que lleva a la aceptación en abierto desafío a los hechos.
Ello es todavía más chocante cuando uno descubre la amplia aceptación de una
hipótesis que vive intelectualmente sólo mediante la sutil distorsión y
manipulación de la evidencia que ha sido presentada para apoyarla.
Al preparar esta breve obra, ha sido un placer tratar de
restaurar el equilibro de la balanza hacia la horizontal. Es mi esperanza que
sirva para inculcar en el lector una actitud más crítica hacia la forma en que
los biólogos y antropólogos ejercen su actividad.
F. W. C.
Saltdean
Mayo de
1965
1—LA EVIDENCIA
«Usted no debe decirnos lo que dijo el soldado ni
ninguna otra persona, señor», respondió el Juez: «Esto no es
evidencia.»El Club Pickwick,
cap. 34
La primera evidencia presentada respecto a la antigüedad del
hombre fueron los muy polémicos artefactos descubiertos en las antiguas gravas
del río Somme. Estos artefactos consistían en pedernales hallados cerca de
Abbeville por Jacques Boucher de Crèvecoeur de Perthes en 1846. Pocos años
después, inició la publicación de su monumental obra (3 vols.), Antiquités celtiques et antédiluviennes,
obra en la que fue el primero en tratar de establecer la existencia del hombre
en el Pleistoceno o primera etapa del Cuaternario. Sus puntos de vista tuvieron
poco éxito, en parte porque con anterioridad había propuesto teorías tocantes a
la antigüedad del hombre sin ningunos hechos con que apoyarlas.
Los primeros restos fosilizados del hombre (los cráneos de
Engis) los descubrió el Dr. Schmerling en 1833 en las cavernas osíferas que
bordean el valle del Mosa. Aquel año, Schmerling publicó su artículo
Recherches sur les Ossements fossiles découverts dans
les Cavernes de la Province de Liège. En 1857 el Dr.
Fuhlrott descubrió el cráneo fósil de un hombre en una cueva cerca de
Düsseldorf, en un lugar que desde entonces ha adquirido fama universal como la
cueva de Neanderthal.
En 1859 tuvo lugar un cambio de énfasis debido a dos
acontecimientos no relacionados entre sí. En la Royal Society en Londres, John
Prestwick dio su apoyo a la tesis de Boucher de Perthes respecto a los
artefactos de Abbeville, y Charles Darwin presentó su capital obra
El Origen de las Especies. Es cosa saludable recordar que para este tiempo la evidencia de la
antigüedad del hombre era sumamente endeble y que no existía ninguna evidencia de
ascendencia alguna. Es dudoso que Darwin mismo hiciera uso alguno de esta
endeble evidencia. En realidad, su obra capital quedó acabada antes que fuese
generalmente disponible. Los cráneos humanos de Engis habían quedado algo
postergados por el descubrimiento del de Neanderthal. Todos estos cráneos son
dolicocéfalos.
El más famoso de los cráneos de Engis es de aspecto más noble que el del
Neanderthal, que presenta una bóveda deprimida. Sin duda alguna el cráneo de
Neanderthal fue empleado para dar peso a la audaz pretensión de T. H. Huxley
que, no sintiendo necesidad alguna de evidencia, creía que el hombre procedía de
los simios. El cráneo de Neanderthal fue por ello aclamado como evidencia que
estrechaba el intervalo entre los simios y el hombre.
Actualmente el cráneo de Engis se incluye dentro de la
controvertida especie de Homo
neanderthalensis. Su parcial eclipse, en mi opinión,
se debe a que no es tan útil para la teoría de la evolución como aparentemente
lo han sido posteriores cráneos fósiles. En aquella época, c. 1860, ninguno de
los diestros paleontólogos o antropólogos que investigaron la cuestión se
preocupaban del problema de determinar una relación genealógica entre los
antiguos dueños de aquellos cráneos recientemente descubiertos y los hombres
vivientes. Todos limitaban sus actividades a ejercicios craneométricos en los
que comparaban cráneo y cráneo, pero no investigaron ni una vez el fondo de la
cuestión, esto es, si los cráneos pertenecían a la una y misma especie de
hombre. Para la resolución real de este problema era esencial conseguir un
testimonio humano, porque los problemas genealógicos de esta naturaleza nunca se
pueden resolver mediante mediciones craneométricas. Quizá lo sabían —y si lo
sabían, mantuvieron la pretensión, y escribieron mucho acerca de craneometría,
un material que puede ser todavía examinado con interés, siempre que no se
precise de una respuesta al problema central del origen del hombre, y siempre
que el lector guste de discusiones académicas acerca de los restos no
relacionados de diversos animales.
En 1871 Darwin añadió su contribución con El Linaje del Hombre (The Descent of
Man), pero con todo (como ya hemos observado) sin ningún dato paleontológico
cierto que pudiera guiarle.
Más adelante, en 1894, Dubois, al que guiaba un apasionado
deseo de descubrir la evidencia que confirmase la teoría, descubrió en Trinil,
Java, la cubierta craneana que ha sido desde entonces conocida como
Pithecanthropus erectus.
De manera esporádica a lo largo de los tres cuartos de siglo
que siguieron, han seguido saliendo a la luz restos fósiles del hombre. Los
restos, con frecuencia sumamente fragmentarios, todos ellos agrupados bajo el
término genérico «Hombre», son dispuestos por algunos taxonomistas en tres
subfamilias o géneros:
Australopitecinos
Pitecantropinos
Homininos
La clasificación misma está abierta a graves críticas. El
Homo habilis, un ejemplo reciente,
es agrupado con los Australopitecinos. El Homo
neanderthalensis, en mi opinión, podría ser agrupado
dentro del Homo sapiens. La elección depende
en gran parte de los prejuicios personales, no de nada objetivo y riguroso. Toda
la cuestión de la taxonomía en zoología precisa de una revisión
radical.
Los zoólogos difieren entre ellos hasta tal punto que se
puede excusar a los legos si encuentran una imagen confusa. En los escritos de
Abel, Heberer, Gregory, Schlosser y Simpson se encuentran tantos sistemas de
clasificación como autores. Von Koenigswald propone la siguiente
clasificación sin la esperanza de finalidad ni de aceptación general:
Superfamilia: |
Hominoidea |
|
Familia: |
Parapithecidae |
|
Familia: |
Pongidae |
|
|
Subfamilias: |
Hylobatinae |
|
|
Proconsulinae |
|
|
Ponginae |
|
|
Gigantopithecinae |
Familia: |
Hominidae |
|
|
Subfamilias: |
Australopithecinae |
|
|
Homininae |
El hombre propiamente dicho, el Homo sapiens, queda clasificado como
perteneciente a:
Orden: |
Primates |
Suborden: |
Anthropoidea |
Tribu: |
Catarrhina |
Superfamilia: |
Hominoidea |
Familia: |
Hominidae |
Género: |
Homo |
Especie: |
sapiens
|
Según Oakley, está tomando ventaja
el concepto de que sólo hay dos géneros válidos en los Hominidae:
Australopithecus y
Homo. Los Pitecantropinos
son, según la nueva taxonomía, todos ellos variedades de una sola especie de
Homo erectus. Todos los
restantes Homininos serían considerados como variedades de una sola especie,
Homo sapiens,
p.e.:
- Homo sapiens sapiens,
- Homo sapiens neanderthalensis.
La lista que sigue da una amplia idea de la evidencia sobre
la que se basa el origen del hombre desde la perspectiva
antropológica.
Restos de seres considerados como semejantes al hombre y
asignados a un género distinto al de Homo (de depósitos del
Cuaternario).
- AUSTRALOPITECINOS
1.
Paranthropus robustus
Descubierto en 1938, Broom.
23 dientes y los fragmentos de
unos 70 individuos.
2.
Australopithecus prometheus
Descubierto en 1947, Dart.
Parte de un cráneo, 28 dientes y
unos pocos huesos esqueletales.
Véase Amer. Journ.
of Phys. Anthrop., vols. VI, VII, 1948,
1959.
3.
Australopithecus africanus
Entregado a Dart por Miss J. Salmons, dinamitado de la mina en
Taungs.
Véase Nature
115 (1925), págs.
195-199.
4.
Plesianathropus transvaalensis
Descubierto en 1936, Broom.
Fragmentos de un cráneo, 141
dientes y unos pocos huesos esqueletales.
Véase Ann. Transvaal Museum, XIX, 1939, pág.
303.
5.
Paranthropus crassidens
Descubierto en 1949, Broom.
Fragmentos de cráneos, 273 dientes
permanentes, 38 dientes de leche y una mandíbula.
6.
Telanthropus capensis
Descubierto c. 1950, Broom y Robinson.
Partes de dos
mandíbulas y 7 dientes.
Véase Amer. J. Phys.
Anthrop. VIII, 1950, p. 405.
7.
Australopithecus (Zinjanthropus)
boisei
Descubierto en 19959, Leakey.
400
fragmentos de cráneo y algunos dientes.
Véase Tobias, P. V. Olduvai Gorge. Vol. II. The Cranium and
Maxillary Dentition of Australopithecus
boisei, 1967.
8.
Pre Zinjanthropus
(Homo habilis)
Descubierto en 1960, 1963, Leakey.
Partes de dos cráneos y
diversos restos esqueletales.
Véase Nature, 1964, 4 de abril, págs.
7-9.
PITECANTROPINOS
9.
Meganthropus paleojavanicus
Descubierto en 1941, von Koenigswald.
Dos maxilares inferiores
y cuatro dientes.
10. Homo heidelbergensis (Paleoanthropus heidelbergensis)
Descubierto en 1908, Schoetensack.
Un maxilar
inferior.
Véase Schoetensack O. Der Unterkiefer
des Homo heidelbergensis aus den Sanden von Mauer, bei Heidelberg,
Leipzig, 1908.
11. Homo modjokertensis (Pithecanthropus modjokertensis)
Descubierto en 1936, von Koenigswald.
Cráneo de un
niño.
Véase: Von Koenigswald, G. H. R. Ein
Fossiler Hominid aus dem Altpleistozän Ostjavas (De
Ingenieur in Nederlandsch-Indie, No. 8, 1936).
-
- 12. Pithecanthropus I, Ia, II, III, IV,
V
-
- I Pithecanthropus
erectus, 1891 Trinil
-
- Una cubierta craneana y un fémur.
-
- Ia Pithecanthropus
erectus, 1890
-
- La mandíbula de Kedoeng Broboes [Kedung Brubus]
-
- II, III Pithecanthropus
erectus, 1937, 1938 Sangiran
-
- Fragmentos de cráneo descubiertos
-
- por von Koenigswald.
-
- IV Pithecanthropus
robustus, 1936 Sangiran
-
- Fragmentos de cráneo designados
-
- robustus por
Weindenreich.
-
- V Pithecanthropus
dubius, 1948 Sangiran
-
- Pequeños fragmentos mandibulares.
- Véase: Dubois, E. Pithecanthropus erectus, eine menschenähnliche Übergangsform aus
Java (Batavia, 1894).
- Véase: von Koenigswald. Meeting
Prehistoric Man; trad. M. M. Bullock, Londres
1956.
-
- 13. Sinanthropus o Pithecanthropus pekinensis
Descubierto
entre 1921-1926, Andersson y Zdansky.
1928,
Bohlin.
1921-1926: dos dientes; 1927, un tercer diente; 1928, dos
mandíbulas.
Véase: Palaeontologia
Sinica, Series D, vol. VII; Sección I, 1927. Los
fósiles se perdieron en misteriosas circunstancias.
-
- 14. Pithecanthropus lantianensis (Sinanthropus
lantianensis)
Descubierto en 1964 en Lantian
Skensi, en un depósito del Pleistoceno.
Véase Nature, 1965, 13 de febrero, pág.
649.
-
- 15. Atlanthropus mauritanicus
Descubierto
en 1954, Arambourg.
Tres maxilares inferiores, dientes sueltos, un
parietal.
Véase; Comptes Rendus Acad. Sci.,
3 y 10 oct., 1955.
Restos de criaturas pertenecientes al género Homo pero no
adscritos a la especie Homo sapiens (de depósitos del
Cuaternario).
- 16. Homo neanderthalensis
Los restos
cubren una amplia gama, y sólo se da una lista de los más
importantes:
Swanscombe, Inglaterra, 1935 (Homo
steinheimensis).
Fontéchevade, Francia,
1947.
Steinheim, Alemania, 1933 (Homo
steinheimensis).
Liége Engis,
1830 Bélgica.
Spy,
1886 ”
La Chapelle aux Saints,
1908 Francia.
La Ferrassie, 1909 ”
Le Moustier, 1908 ”
La Quina,
1908 ”
Neanderthal, 1856, Alemania.
Gibraltar, 1848.
Saccopastore,
1929, Italia.
Roma, 1935 ”
Circeo, 1950 ”
También se han encontrado
restos en España, Suiza, Checoeslovaquia, Grecia, Hungría, Turquía, URSS, Israel
y China.
-
- 17. Homo javanthropus (Hombre de Solo).
Homo soloensis.
Descubierto en 1931.
Once cráneos gravemente dañados, dos
tibias.
-
- 18. Homo africanthropus
Descubierto en
1932, 1935.
-
- 19. Homo rhodesiensis
Descubierto en 1921,
Broken Hill; cráneo, mandíbula y huesos.
1953,
Hombre de Saldanha; 24 fragmentos de un cráneo.
Restos de Homo sapiens. De depósitos del
Terciario.
-
- 20. 1863 Olmo Italia Parte
de un cráneo
-
- 1860-1880 Castenedolo Italia Parte de dos cráneos,
-
- restos esqueletales y
restos de un niño.
-
- 1886 Calaveras EE. UU. Parte de un cráneo.
Restos de Homo sapiens. De depósitos del
Cuaternario.
Los restos son variados, y se han descubierto en Bélgica,
Checoeslovaquia, Inglaterra, Francia, Alemania, Hungría, Italia, Rumania,
España, Suiza, URSS, Yugoslavia, Líbano, Israel, China, Borneo, Marruecos,
Argelia, Túnez, Libia, Sahara, Egipto, Kenia, Tanzania, Transvaal y Provincia
del Cabo.
En base de esta reseña se podrá observar que los restos de
los Australopitecinos y de los Pitecantropinos son sumamente fragmentarios. No
hay un solo esqueleto o cráneo completos para su examen. Los restos de
Homo son también escasos e incompletos.
Por tanto, la evidencia es penosamente insuficiente para
servir de apoyo a un análisis riguroso. Veremos, más adelante, que lo que pasa
por análisis antropológico es a menudo poco riguroso. Lo cierto es que se puede
dar una gran falta de precisión y que con no poca frecuencia se puedan dar
análisis interesados.
EL HOMBRE FÓSIL
Una nueva valoración de la evidencia
con una consideración de
EL HOMBRE EN EL TERCIARIO
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Título original:
FOSSIL MAN
A Reappraisal of the Evidence
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
© Frank W. Cousins, 1971
Publicado originalmente por Evolution Protest Movement,
1966.
Reimpreso, corregido y revisado, 1971
Traducción del inglés: Santiago Escuain
Copyright © Santiago Escuain, 2001,
para la
traducción al castellano
Todos los derechos reservados.
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