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||||||||||   Apartado 2002 - 08200 SABADELL (Barcelona) ESPAÑA | SPAIN   ||||||||

EL HOMBRE FÓSIL

Frank W. Cousins

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Hay toda la diferencia del mundo entre que pongamos la verdad en primer lugar o en el segundo.

Whateley

El mayor extravío de la mente humana es creer algo porque uno desee que sea así.

Pasteur



En Memoria de Isobel
y
para Joan


AGRADECIMIENTOS

En una reconsideración crítica de una idea que pretende un amplio apoyo, es importante expresar el reconocimiento debido a la gentileza de todos los implicados. He recibido una generosa ayuda de muchas partes. Si alguno de estos reconocimientos está incorrectamente adscrito o hay alguna omisión, presento mis excusas.

Deseo expresar en especial mi agradecimiento a los siguientes por el permiso para publicar fotografías y diagramas:

Los Administradores del Museo Británico
La Rationalist Press Association,
Limited Penguin Books, Ltd.
The Peabody Museum, Harvard
Le Musée de l’Homme, París
Rijksmuseum van Natuurlijke Historie, Leiden
Dr. Kenneth P. Oakley
Dr. L. S. B. Leakey
Camera Press, Limited

Deseo expresar mi reconocimiento al doctor A. Baroni por obtener una fotografía del Cráneo de Olmo; al profesor Brongersma por haberme dado de su tiempo para poder examinar los restos del Pithecanthropus durante una fugaz visita a Leiden y por unas fotografías especiales; al Dr. Oakley por clarificar muchos puntos oscuros siempre con cortesía y una gran erudición; a la Srta. M. Watson y a la Sra. P. Larmar por traducir los artículos de Sergi del italiano; al Sr. A. G. Tilney y a la Srta. V. Desbottes por su continuo aliento y su inestimable ayuda.

Los puntos de vista aquí expresados son los míos, y acepto toda la responsabilidad por los errores que puedan aparecer.

F. W. C.


ÍNDICE

EL HOMBRE FÓSIL (UNA NUEVA VALORACIÓN DE LA EVIDENCIA)

CON UNA CONSIDERACIÓN ACERCA DEL HOMBRE EN EL TERCIARIO

         Reconocimientos

         Índice

         Prefacio a la Segunda Edición

         Prefacio a la Primera Edición

  1     La evidencia

  2     El problema biológico y genético

  3     El argumento etnológico

  4     La comparación de cráneos fósiles no es prueba de evolución

  5     Apresuramientos deshonestos y fraudes

  6     La omisión de evidencias vitales

  7     La evidencia del Hombre en el Terciario

  8     Giuseppe Sergi acerca del Hombre del Plioceno en Italia

  9     Giuseppe Sergi acerca del Hombre Fósil de Olmo

10     Una comparación de los cráneos de Homo Sapiens del Terciario y del Cuaternario

11     Sistemas para la datación del hombre fósil

12     Recapitulación

13     Atlas de cráneos + glosario

         Apéndice I (1965 - 1971)

         Apéndice II (1971 - 1982) A: 22 descubrimientos dignos de reseña

         Apéndice II (1971 - 1982) B: EPÍLOGO y BIBLIOGRAFÍA


LOS HOMBRES FÓSILES

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PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN

La reimpresión de la primera edición me ha ofrecido la oportunidad de incorporar las correcciones que se observan y de eliminar diversos defectos.

He añadido lo que creo que constituye una importante reflexión en el capítulo «El problema biológico y genético», cosa muy necesaria para ampliar y clarificar la discusión. Aparece en las páginas 21-23 (del cuaderno maquetado en formato PDF). También he añadido un Apéndice para tratar acerca de los descubrimientos fósiles relevantes durante el período de redacción del libro y la fecha presente. El Apéndice es de particular importancia en que trata, entre otras cosas, acerca del debut del Homo erectus, una construcción intelectual que tiene amplias implicaciones acerca de la validez del alegato en favor del transformismo en el hombre y en sus pretendidos precursores.

Sigue pareciendo que se le ha ocurrido a bien pocos que el actual sistema de pensamiento biológico puede ser totalmente carente de base, pero el sistema está ahí, exige datos, y tiene que ser alimentado con ellos. El Apéndice actualiza la lista de datos.

Quisiera agradecer al doctor C. E. A. Turner y al Sr. R. H. Stevens su lectura de las galeradas y por muchas y útiles sugerencias acerca de la presentación del material.

F.W.C.
Westminster
Mayo de 1971


PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN

Los académicos que se adhieren a la teoría de la evolución no muestran reticencia alguna en pretender que el hombre —el más elevado de los animales— es un producto de la evolución. Cuando Darwin escribió El Linaje del Hombre (The Descent of Man, 1871), apenas si había algún dato paleontológico disponible que diera apoyo a la teoría del pretendido origen animal del hombre.1 La audacia de esta pretensión es sorprendente, pero muestra un bienvenido cambio de ambiente de libertades en contraste a la tempestad suscitada a mediados del siglo XVII,2 cuando se recuerda que el mero hecho de opinar que hubiera hombres antes de Adán costó a Isaac de la Peyrere un arresto, la confiscación y quema de sus obras, y ser forzado a formar una retractación en Roma. Dos siglos después surgieron obras que, sin basarse prácticamente en evidencia alguna, no sólo afirmaron una inmensa antigüedad para el hombre, sino que le impusieron una ascendencia animal. Es cosa bien sabida que estas obras han sido causa de controversia, pero sus autores fueron y siguen siendo objeto de aclamación; ello hasta el punto que se ha llegado a decir que la obra de Darwin ha sido para la biología lo que la de Copérnico para la astronomía física. Esta pretensión es extravagante y carente de fundamento. Se puede demostrar no sólo que Darwin fue culpable de una sorprendente carencia de objetividad científica,3sino que él, más que ninguna otra persona, indujo inconscientemente a otros a tratar de descubrir las «evidencias» para sustentar una hipótesis que hasta el día de hoy no está demostrada y que en muchos aspectos es científicamente insostenible.

Se debería resistir con firmeza la supresión de cualquier hipótesis, por extravagante o ridícula que pueda resultar. Pero uno no puede dejar de maravillarse, en una era de educación universal, ante la amplia y acrítica aceptación de una hipótesis que, cuando se contrasta con los datos, prácticamente no muestra concordancia alguna con ellos. Esta aceptación no puede surgir de un amor a la verdad, sino más bien de un amor a una filosofía, cuyo marco es tan rígido que lleva a la aceptación en abierto desafío a los hechos. Ello es todavía más chocante cuando uno descubre la amplia aceptación de una hipótesis que vive intelectualmente sólo mediante la sutil distorsión y manipulación de la evidencia que ha sido presentada para apoyarla.

Al preparar esta breve obra, ha sido un placer tratar de restaurar el equilibro de la balanza hacia la horizontal. Es mi esperanza que sirva para inculcar en el lector una actitud más crítica hacia la forma en que los biólogos y antropólogos ejercen su actividad.

F. W. C.
Saltdean
Mayo de 1965


1—LA EVIDENCIA

«Usted no debe decirnos lo que dijo el soldado ni ninguna otra persona, señor», respondió el Juez: «Esto no es evidencia.»

El Club Pickwick, cap. 34

La primera evidencia presentada respecto a la antigüedad del hombre fueron los muy polémicos artefactos descubiertos en las antiguas gravas del río Somme. Estos artefactos consistían en pedernales hallados cerca de Abbeville por Jacques Boucher de Crèvecoeur de Perthes en 1846. Pocos años después, inició la publicación de su monumental obra (3 vols.), Antiquités celtiques et antédiluviennes, obra en la que fue el primero en tratar de establecer la existencia del hombre en el Pleistoceno o primera etapa del Cuaternario. Sus puntos de vista tuvieron poco éxito, en parte porque con anterioridad había propuesto teorías tocantes a la antigüedad del hombre sin ningunos hechos con que apoyarlas.

Los primeros restos fosilizados del hombre (los cráneos de Engis) los descubrió el Dr. Schmerling en 1833 en las cavernas osíferas que bordean el valle del Mosa. Aquel año, Schmerling publicó su artículo Recherches sur les Ossements fossiles découverts dans les Cavernes de la Province de Liège. En 1857 el Dr. Fuhlrott descubrió el cráneo fósil de un hombre en una cueva cerca de Düsseldorf, en un lugar que desde entonces ha adquirido fama universal como la cueva de Neanderthal.

En 1859 tuvo lugar un cambio de énfasis debido a dos acontecimientos no relacionados entre sí. En la Royal Society en Londres, John Prestwick dio su apoyo a la tesis de Boucher de Perthes respecto a los artefactos de Abbeville, y Charles Darwin presentó su capital obra El Origen de las Especies. Es cosa saludable recordar que para este tiempo la evidencia de la antigüedad del hombre era sumamente endeble y que no existía ninguna evidencia de ascendencia alguna. Es dudoso que Darwin mismo hiciera uso alguno de esta endeble evidencia. En realidad, su obra capital quedó acabada antes que fuese generalmente disponible. Los cráneos humanos de Engis habían quedado algo postergados por el descubrimiento del de Neanderthal. Todos estos cráneos son dolicocéfalos.4 El más famoso de los cráneos de Engis es de aspecto más noble que el del Neanderthal, que presenta una bóveda deprimida. Sin duda alguna el cráneo de Neanderthal fue empleado para dar peso a la audaz pretensión de T. H. Huxley que, no sintiendo necesidad alguna de evidencia, creía que el hombre procedía de los simios. El cráneo de Neanderthal fue por ello aclamado como evidencia que estrechaba el intervalo entre los simios y el hombre.

Actualmente el cráneo de Engis se incluye dentro de la controvertida especie de Homo neanderthalensis. Su parcial eclipse, en mi opinión, se debe a que no es tan útil para la teoría de la evolución como aparentemente lo han sido posteriores cráneos fósiles. En aquella época, c. 1860, ninguno de los diestros paleontólogos o antropólogos que investigaron la cuestión se preocupaban del problema de determinar una relación genealógica entre los antiguos dueños de aquellos cráneos recientemente descubiertos y los hombres vivientes. Todos limitaban sus actividades a ejercicios craneométricos en los que comparaban cráneo y cráneo, pero no investigaron ni una vez el fondo de la cuestión, esto es, si los cráneos pertenecían a la una y misma especie de hombre. Para la resolución real de este problema era esencial conseguir un testimonio humano, porque los problemas genealógicos de esta naturaleza nunca se pueden resolver mediante mediciones craneométricas. Quizá lo sabían —y si lo sabían, mantuvieron la pretensión, y escribieron mucho acerca de craneometría, un material que puede ser todavía examinado con interés, siempre que no se precise de una respuesta al problema central del origen del hombre, y siempre que el lector guste de discusiones académicas acerca de los restos no relacionados de diversos animales.5

En 1871 Darwin añadió su contribución con El Linaje del Hombre (The Descent of Man), pero con todo (como ya hemos observado) sin ningún dato paleontológico cierto que pudiera guiarle.

Más adelante, en 1894, Dubois, al que guiaba un apasionado deseo de descubrir la evidencia que confirmase la teoría, descubrió en Trinil, Java, la cubierta craneana que ha sido desde entonces conocida como Pithecanthropus erectus.

De manera esporádica a lo largo de los tres cuartos de siglo que siguieron, han seguido saliendo a la luz restos fósiles del hombre. Los restos, con frecuencia sumamente fragmentarios, todos ellos agrupados bajo el término genérico «Hombre», son dispuestos por algunos taxonomistas en tres subfamilias o géneros:

Australopitecinos

Pitecantropinos

Homininos

La clasificación misma está abierta a graves críticas. El Homo habilis,6 un ejemplo reciente, es agrupado con los Australopitecinos. El Homo neanderthalensis, en mi opinión, podría ser agrupado dentro del Homo sapiens.7 La elección depende en gran parte de los prejuicios personales, no de nada objetivo y riguroso. Toda la cuestión de la taxonomía en zoología precisa de una revisión radical.8

Los zoólogos difieren entre ellos hasta tal punto que se puede excusar a los legos si encuentran una imagen confusa. En los escritos de Abel, Heberer, Gregory, Schlosser y Simpson se encuentran tantos sistemas de clasificación como autores. Von Koenigswald9 propone la siguiente clasificación sin la esperanza de finalidad ni de aceptación general:

Superfamilia:

Hominoidea


Familia:

Parapithecidae


Familia:

Pongidae



Subfamilias:

Hylobatinae



Proconsulinae



Ponginae



Gigantopithecinae

Familia:

Hominidae



Subfamilias:

Australopithecinae



Homininae

El hombre propiamente dicho, el Homo sapiens, queda clasificado como perteneciente a:

Orden:

Primates

Suborden:

Anthropoidea

Tribu:

Catarrhina

Superfamilia:

Hominoidea

Familia:

Hominidae

Género:

Homo

Especie:

sapiens

Según Oakley,10 está tomando ventaja el concepto de que sólo hay dos géneros válidos en los Hominidae: Australopithecus y Homo. Los Pitecantropinos son, según la nueva taxonomía, todos ellos variedades de una sola especie de Homo erectus.11 Todos los restantes Homininos serían considerados como variedades de una sola especie, Homo sapiens, p.e.:

Homo sapiens sapiens,
Homo sapiens neanderthalensis.

La lista que sigue da una amplia idea de la evidencia sobre la que se basa el origen del hombre desde la perspectiva antropológica.

Restos de seres considerados como semejantes al hombre y asignados a un género distinto al de Homo (de depósitos del Cuaternario).

AUSTRALOPITECINOS

  1. Paranthropus robustus
Descubierto en 1938, Broom.
23 dientes y los fragmentos de unos 70 individuos.

  2. Australopithecus prometheus
Descubierto en 1947, Dart.
Parte de un cráneo, 28 dientes y unos pocos huesos esqueletales.
Véase Amer. Journ. of Phys. Anthrop., vols. VI, VII, 1948, 1959.

  3. Australopithecus africanus
Entregado a Dart por Miss J. Salmons, dinamitado de la mina en Taungs.
Véase Nature 115 (1925), págs. 195-199.

  4. Plesianathropus transvaalensis
Descubierto en 1936, Broom.
Fragmentos de un cráneo, 141 dientes y unos pocos huesos esqueletales.
Véase Ann. Transvaal Museum, XIX, 1939, pág. 303.

  5. Paranthropus crassidens
Descubierto en 1949, Broom.
Fragmentos de cráneos, 273 dientes permanentes, 38 dientes de leche y una mandíbula.

  6. Telanthropus capensis
Descubierto c. 1950, Broom y Robinson.
Partes de dos mandíbulas y 7 dientes.
Véase Amer. J. Phys. Anthrop. VIII, 1950, p. 405.

  7. Australopithecus (Zinjanthropus) boisei
Descubierto en 19959, Leakey.
400 fragmentos de cráneo y algunos dientes.
Véase Tobias, P. V. Olduvai Gorge. Vol. II. The Cranium and Maxillary Dentition of Australopithecus boisei, 1967.

  8. Pre Zinjanthropus
(Homo habilis)
Descubierto en 1960, 1963, Leakey.
Partes de dos cráneos y diversos restos esqueletales.
Véase Nature, 1964, 4 de abril, págs. 7-9.

PITECANTROPINOS

  9. Meganthropus paleojavanicus
Descubierto en 1941, von Koenigswald.
Dos maxilares inferiores y cuatro dientes.

10. Homo heidelbergensis (Paleoanthropus heidelbergensis)
Descubierto en 1908, Schoetensack.
Un maxilar inferior.
Véase Schoetensack O. Der Unterkiefer des Homo heidelbergensis aus den Sanden von Mauer, bei Heidelberg, Leipzig, 1908.

11. Homo modjokertensis (Pithecanthropus modjokertensis)
Descubierto en 1936, von Koenigswald.
Cráneo de un niño.
Véase: Von Koenigswald, G. H. R. Ein Fossiler Hominid aus dem Altpleistozän Ostjavas (De Ingenieur in Nederlandsch-Indie, No. 8, 1936).

 
12. Pithecanthropus I, Ia, II, III, IV, V
 
I Pithecanthropus erectus, 1891 Trinil
 
Una cubierta craneana y un fémur.
 
Ia Pithecanthropus erectus, 1890
 
La mandíbula de Kedoeng Broboes [Kedung Brubus]
 
II, III Pithecanthropus erectus, 1937, 1938 Sangiran
 
Fragmentos de cráneo descubiertos
 
por von Koenigswald.
 
IV Pithecanthropus robustus, 1936 Sangiran
 
Fragmentos de cráneo designados
 
robustus por Weindenreich.
 
V Pithecanthropus dubius, 1948 Sangiran
 
Pequeños fragmentos mandibulares.
Véase: Dubois, E. Pithecanthropus erectus, eine menschenähnliche Übergangsform aus Java (Batavia, 1894).
Véase: von Koenigswald. Meeting Prehistoric Man; trad. M. M. Bullock, Londres 1956.
 
13. Sinanthropus o Pithecanthropus pekinensis
Descubierto entre 1921-1926, Andersson y Zdansky.
                          1928, Bohlin.
1921-1926: dos dientes; 1927, un tercer diente; 1928, dos mandíbulas.
Véase: Palaeontologia Sinica, Series D, vol. VII; Sección I, 1927. Los fósiles se perdieron en misteriosas circunstancias.
 
14. Pithecanthropus lantianensis (Sinanthropus lantianensis)
Descubierto en 1964 en Lantian Skensi, en un depósito del Pleistoceno.
Véase Nature, 1965, 13 de febrero, pág. 649.
 
15. Atlanthropus mauritanicus
Descubierto en 1954, Arambourg.
Tres maxilares inferiores, dientes sueltos, un parietal.
Véase; Comptes Rendus Acad. Sci., 3 y 10 oct., 1955.

Restos de criaturas pertenecientes al género Homo pero no adscritos a la especie Homo sapiens (de depósitos del Cuaternario).

16. Homo neanderthalensis
Los restos cubren una amplia gama, y sólo se da una lista de los más importantes:
Swanscombe, Inglaterra, 1935 (Homo steinheimensis).
Fontéchevade, Francia, 1947.
Steinheim, Alemania, 1933 (Homo steinheimensis).
Liége Engis, 1830   Bélgica.
Spy, 1886                    ”
La Chapelle aux Saints, 1908   Francia.
La Ferrassie, 1909  ”
Le Moustier, 1908  ”
La Quina, 1908  ”
Neanderthal, 1856, Alemania.
Gibraltar, 1848.
Saccopastore, 1929,   Italia.
Roma, 1935  ”
Circeo, 1950  ”
También se han encontrado restos en España, Suiza, Checoeslovaquia, Grecia, Hungría, Turquía, URSS, Israel y China.
 
17. Homo javanthropus (Hombre de Solo). Homo soloensis.
Descubierto en 1931.
Once cráneos gravemente dañados, dos tibias.
 
18. Homo africanthropus
Descubierto en 1932, 1935.
 
19. Homo rhodesiensis
Descubierto en 1921, Broken Hill; cráneo, mandíbula y huesos.
                      1953, Hombre de Saldanha; 24 fragmentos de un cráneo.

Restos de Homo sapiens. De depósitos del Terciario.

 
20. 1863 Olmo Italia Parte de un cráneo
 
1860-1880 Castenedolo Italia Parte de dos cráneos,
 
restos esqueletales y
restos de un niño.
 
1886 Calaveras EE. UU. Parte de un cráneo.

Restos de Homo sapiens. De depósitos del Cuaternario.12

Los restos son variados, y se han descubierto en Bélgica, Checoeslovaquia, Inglaterra, Francia, Alemania, Hungría, Italia, Rumania, España, Suiza, URSS, Yugoslavia, Líbano, Israel, China, Borneo, Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Sahara, Egipto, Kenia, Tanzania, Transvaal y Provincia del Cabo.

En base de esta reseña se podrá observar que los restos de los Australopitecinos y de los Pitecantropinos son sumamente fragmentarios. No hay un solo esqueleto o cráneo completos para su examen. Los restos de Homo son también escasos e incompletos.

Por tanto, la evidencia es penosamente insuficiente para servir de apoyo a un análisis riguroso. Veremos, más adelante, que lo que pasa por análisis antropológico es a menudo poco riguroso. Lo cierto es que se puede dar una gran falta de precisión y que con no poca frecuencia se puedan dar análisis interesados.

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1 Boule, M. y Vallois, H. Fossil Men, 1957. Véase pág. 2 de la Introducción por el Dr. K. P. Oakley del Museo Británico de Historia Natural.

2 La Peyrere: Men Before Adam, a discourse on Romans, V. 12-14, Londres 1656.

3 More, l. T.: The Dogma of Evolution cita la siguiente crítica de Darwinprocedente de Les Mondes: «Lo que ha cerrado las puertas de la Academia al Sr. Darwin es que la “ciencia” de aquellos libros suyos que más fama le han procurado no es ciencia, sino una masa de asertos y de hipótesis absolutamente gratuitas que a menudo son falacias». Véase también Himmelfarb, Gertrude: Darwin and the Darwinian Revolution. Londres 1959.

4 Dolicocefálico: De cabeza larga, aplicado a cráneos cuya anchura es inferior a cuatro quintas partes (o, según Broca, a tres cuartas partes) de la longitud. En oposición a braquicefálico, en el que la anchura es al menos cuatro quintas partes de la longitud.

5 Huxley, T. H. Evidence as to Man’s Place in Nature, 1863, Capítulo III.

6 Oakley, K. P. y campbell, B. G. Newly Described Olduvai Hominid. Carta a la revista Nature, 202, p. 732, 1964.

7 La cabeza del Marqués de Lafayette era similar a la del Homo neanderthalensis. Un experto en el Museo Británico me comunicó en una conversación que había tomado el té recientemente (en 1965) con un «hombre de Neanderthal» que era un tirador experto en Bisley.

8 Blackwelder, R. E. Animal Taxonomy of the New Semantics, Survey of Biological Progress, Vol. 4, 1962.

Mayr, E. Theory of Biological Classifications. Nature 220, 545 (1968).

9 Von Koenigswald, G. H. R. The Evolution of Man, 1962, p. 30.

10 Oakley, K. P. Frameworks for Dating Fossil Man, 1966.

11 Véase en Apéndice.

12 El estudioso que desee información adicional puede consultar Frameworks for dating Fossil Man, K. P. Oakley, segunda edición, 1966, especialmente las tablas en las páginas 311 a 327.


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Frank W. Cousins

EL HOMBRE FÓSIL

Una nueva valoración de la evidencia

con una consideración de

EL HOMBRE EN EL TERCIARIO

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Título original:

FOSSIL MAN

A Reappraisal of the Evidence

||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

© Frank W. Cousins, 1971

Publicado originalmente por Evolution Protest Movement, 1966.

Reimpreso, corregido y revisado, 1971
Traducción del inglés: Santiago Escuain
Copyright © Santiago Escuain, 2001,
para la traducción al castellano

Todos los derechos reservados.
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