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||||||||||   Apartado 2002 - 08200 SABADELL (Barcelona) ESPAÑA | SPAIN   ||||||||

EL HOMBRE FÓSIL

Frank W. Cousins


4 — Homo erectus

Se ha expresado recientemente1 que la multiplicidad de designaciones para algunos de los fósiles de los restos de hombre y de pretendidos hombres-simios es conducente a confusión en la presentación de la Teoría de la Evolución. Esto queda expresado de la manera más clara al público lego en un artículo del Profesor W. W. Howells en Scientific American 215 de 1 de mayo de 1966 bajo el título «Homo erectus».

Howells recuerda el registro que da Bernard G. Campbell de los muchos nombres exóticos dados a la mandíbula de Mauer:

Palaeanthropus heidelbergensis,
Pseudo-homo heidelbergensis,
Protanthropus heidelbergensis,
Praehomo heidelbergensis,
Praehomo europaeus,
Anthropus heidelbergensis,
Maueranthropus heidelbergensis,
Europanthropus heidelbergensis,
Euranthropus.

Nadie pondrá en duda el oscurantismo de estas grandilocuentes prácticas al dar nombre a una simple mandíbula. Sin embargo, y por un brillante non sequitur, Howells hace pasar este problema tan fácil de remediar por una cosa bien diferente, y lo emplea como su base para defender el agrupamiento de una cantidad de fósiles distintivos y bien conocidos en una especie ficticia, a pesar de que nadie puede hablar de manera autorizada acerca de la interfertilidad de los miembros de una especie sólo representada por fósiles.

Howells cita a E. Mayor de Harvard como un protagonista principal de este plan, porque éste, como especialista en «la base evolutiva de la clasificación biológica» no admite que el hombre de Java y de Pekín ocupen un género distinto al del hombre moderno. A esto añadiría yo que, habiendo leído la clásica obra de E. Mayr Animal Species and Evolution (The Belkrap Press, Harvard 1965), veo que en la página 632 él dice: «La etapa de Homo erectus está caracterizada por un esqueleto que, hasta donde sepamos, no difiere respecto al del hombre moderno en ningún punto esencial. Las principales diferencias respecto al hombre moderno son un cráneo y una dentición más macizos y un cerebro más pequeño, que puede caer dentro del margen del hombre moderno». Veremos más adelante que lo que no tenemos para el Homo erectus es precisamente el esqueleto.

En cierta manera comparto la predilección de Mayr por el orden, pero pongo en tela de juicio la profesión a la que él aspira. ¿Qué es, en conciencia, una «base evolutiva de la clasificación biológica»? Lo clasificamos todo en base de las semejanzas, y las semejanzas son sólo evidencia de semejanza constitucional. No puede tener peso alguno acerca de la semejanza evolutiva. Esto significa prejuzgar la cuestión del modo más indecoroso. Una vez esté en marcha el juego del Homo erectus, las reglas no son muy restrictivas, y el resultado, en lo académico, es que ahora se nos pide que reconozcamos a los siguientes candidatos para la elección a diez subespecies del Homo erectus, cada una de las cuales recibe una posición jerárquica en un orden que es llamado no meramente progreso, sino progreso evolutivo. Mediante estas artimañas verbales se cautiva a los incautos. Los candidatos son viejos amigos, y serán reconocidos por cualquiera que tenga la más mínima familiaridad con la historia del hombre fósil.

Grado inferior (1)

Homo erectus habilis


Homo erectus capensis


Homo erectus lantianensis


Homo erectus modjokertensis



Grado medio (2)

Homo erectus erectus


Homo erectus pekinensis



Grado alto (3)

Homo erectus leakeyi


Homo erectus mauritanicus


Homo erectus heidelbergensis



Grado superior (4)

Homo erectus soloensis

Howells tiene después la audacia (y este no es un término demasiado fuerte) de proponer un quinto grado alto donde introducir el hueso occipital de Homo sapiens de Vertesszöllös, simplemente con el fin de sugerir, sospecho, que Homo erectus heidelbergensis —el hombre que dejó su mandíbula en Heidelberg— es el posible antepasado del hombre que dejó su hueso occipital en Vertesszöllös; pero los huesos muertos no nos cuentan historias acerca de los hábitos sexuales de sus propietarios, de modo que las semejanzas o discrepancias y las relaciones (evolutivas) deben ser dejadas para el observador directo que esté dispuesto a registrar las disimilitudes morfológicas sin forzar los huesos en ninguna hipótesis, a no ser que haya alguna evidencia en favor de la misma.

Es del mayor interés para todos los estudiosos del origen del hombre que observen lo que está involucrado aquí. Durante mucho tiempo se nos ha pedido que aceptemos estos bien conocidos fósiles como especies distintas que se iban transformando gradualmente en etapas más y más avanzadas hacia el hombre. Repentinamente, sin nuevas evidencias de ninguna clase, todos ellos son refundidos en una sola especie y por ello, por definición, capaces también de interfertilidad. Durante un cierto tiempo se está sosteniendo que sólo hay dos géneros válidos en los Hominidae, Australopithecus y Homo, con dos especies dentro de Homo, esto es, Homo erectus y Homo sapiens, donde Homo erectus absorbía a todos los Pitecantropinos. Este nuevo agrupamiento académico no tiene más validez que el antiguo. Es ordenado; es razonable; le gusta al Profesor Howells. Pero no hay base científica alguna para esta manipulación, siendo subjetivas las razones para la inclusión de algunos cráneos y la exclusión de otros.

Mantengo con toda firmeza que se puede desechar la categoría de Homo erectus y encontrar más satisfacción, orden y lógica en una especie de Homo, es decir, el Homo sapiens. Si se acepta esto, entonces el Transformismo en los Hominidae es letra muerta. Los Australopitecinos pueden ser dejados en un género separado, porque no hay evidencia alguna de diversos géneros interfértiles, y que su vinculación con el hombre es demasiado endeble para que pueda sostenerse. Sin embargo, no deberían perderse de vista las claras admisiones de incompetencia en el pasado y el deseo de los actuales antropólogos de reparar los disparates del pasado. Y es comprensible que no puedan llevarse a sí mismos a un paso de inmolarse intelectualmente ante el actual caos en el neodarwinismo.

Algunos autores actuales ya están exponiendo que hay buenas razones para desechar la categoría de Homo erectus en favor de la de Homo sapiens. Pilbeam y Simons (American Scientist, 53 2.237) dicen, en una frase de conclusiones de un artículo que trata acerca de problemas de la clasificación de los homínidos: «El Homo erectus descubierto por todo el mundo antiguo durante mucho del Pleistoceno medio (de 500.000 a 600.000 años en adelante) es apenas distinguible taxonómicamente del Homo sapiens». Buettner-Janusch (Origin of Man, 1966), al dar una relación de descubrimientos comunicados de pitecantropinos, dice: «Todos ellos se consideran pertenecientes al taxón Homo erectus, aunque son Homo sapiens». Estos autores consideran que no hay buenas razones para no incluirlos como parte de la especie Homo sapiens. La causa que he defendido durante largo tiempo no carece de expectativas.

Para completar la lista de cráneos que he dado en el cuerpo de la obra, desearía aquí hacer referencia al cráneo del Hombre Lantiano (Sinanthropus lantianensis, alias Pithecanthropus lantiensis, alias Homo erectus lantianensis). Este cráneo fue descubierto en Pequín en 1964, en una roca extraída a principios de dicho año en la comarca de Lantian, provincia de Shensi. Todos mis intentos de establecer contacto con el Profesor Chow Min-Chen en el Instituto de Paleontología Vertebrada en Pequín han resultado infructuosos. Me veo obligado, por ello, a remitirme a dos informes, uno de Chow Min-Chen en Nature Nº 4972, 13 de febrero de 1965, y el otro de Woo Ju-Kang en Current Anthropology, 7, Nº 1, febrero de 1966. Por gentileza del Sr. Sol Tax, editor de Current Anthropology, puedo reproducir las fotografías del hombre Lantiano que figuran aquí. Añado también la tabla comparativa (pág. ***[ENG XII]) proporcionada por Woo Ju-Kang. Esto complementa la escueta noticia de este descubrimiento registrado como apartado 14, pág. ***[ENG. 17] en el cuerpo de esta obra, perteneciente a su primera edición.


Cubierta craneana: Norma verticalis



Cubierta craneana: Norma facialis.



Hueso maxilar superior

Hombre Lantiano, Sinanthropus lantianensis, Pithecanthropus lantianensis, Homo erectus lantianensis, ¿Homo sapiens?

descubierto en el Monte Kungwangling, Provincia de Shensi, districto
Lantian, China, 1964. Capacidad estimada: 780 cc.



TABLA I

Mediciones e índices del hueso frontal del cráneo Lantiano comparado con el de otros Pitecantropinos



Tipo


Sinanthropus pekinensis


Pithecanthropus

Sinanthropus
lantianensis

Cráneo Nº

II

III

X

XI

XII

Gama

I

II

I

Pars glabellarist:
   1 arco sagital, n-sg
   2 cuerda. n-sg


28
22


25
22


28
25


26
21


32
28


25—32
21—28


(26)
(19)




37
33

Pars cerebralis:
   3 Arco sagital, sg-b
   4 Cuerda, ag-b


93
  82,5


88
83


96
94


97
  89,5


91
88


  88—97
82,5—94


85


73 ?


  88 ?

86

Índice de curvatura:

   5 Glaberlar, 2/1
   6 Encefálico, 4/3


78,7
88,8


88,0
94,3


89,3
98,0


81,0
92,3


87,6
96,7


78,7—89,3
88,8—98,0



98,4



97,2


89,0
97,7

La ausencia de esqueletos del Homo erectus a que he hecho referencia con anterioridad queda expuesta en la tabla que sigue y que he preparado, basada principalmente en la obra del Profesor von Koenigswald.

Es evidente que el Homo erectus es una abstracción, pero hay pocas dudas acerca de que ahora ha de constituir una piedra angular del argumento evolucionista, y que antes que haya transcurrido largo tiempo su insólito nacimiento habrá quedado cubierto de un torrente de palabras y diagramas. Su fecha de nacimiento debería quedar registrada aquí como c. 1965.


1 Será suficiente con decir que el término Homo erectus no es empleado por el Profesor G. H. R. von Koenigswald en su obra The Evolution of Man, University of Michigan Press 1962, ni es favorecido por el doctor Oakley en su erudita obra Framework for Dating Fossil Man, 2ª Edición, 1966.



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