LAS CULTURAS PRIMITIVAS: UN REEXAMEN DEL PROBLEMA DE SU ORIGEN HISTÓRICO

Artículo 32       ARTHUR C. CUSTANCE, M.A., Ph.D.

Miembro de la Afiliación Científica Americana

Miembro de la Asociación Americana de Antropología

Miembro del Real Instituto de Antropología

 

Ottawa, 1960 / Rev. 1975

 
Traducción del inglés: Santiago Escuain

Pórtico

Índice


Ilustración de una cacería


Introducción


U

N AMIGO MÍO estaba una vez cenando con una célebre personalidad extranjera. Durante la conversación, mi amigo comentó acerca del espléndido panorama desde la ventana del comedor, y observó a su invitado que cuando el sol se levantaba sobre el río Hudson, creaba un caleidoscopio siempre cambiante de reflejos de colores al paso de los barcos de muchas naciones que navegaban por el río. El gran hombre protestó: «Pero, dat iss der vest, nod der east! [¡Pero esto es el oeste, no el este!]». Su anfitrión se apresuró a asegurarle que debía haberse desorientado, y que estaba cometiendo un error. Sin embargo, la discusión llegó a un punto que parecía que nada menos que una brújula sobre la mesa podría convencer al anciano caballero de su error. De modo que buscaron una brújula, la cual confirmó la observación realizada por el anfitrión que había observado la salida del sol muchísimas veces desde aquella ventana. El anciano caballero hizo una larga pausa, y luego dijo: «Entonces ... der kompass iss wronk! [Entonces, ¡la brújula está mal!]». Como lo dijo con un tono de completa convicción, sobraba cualquier discusión adicional sobre este tema, y se dejó de hablar del asunto.

Esta historia parece tan absurda que es casi increíble, pero sucedió de verdad. Es una espléndida ilustración de hasta qué punto una idea preconcebida puede impedir la aceptación de una verdad cuando esta verdad es contraria a las expectativas. En las mentes de los antropólogos, la idea preconcebida acerca de la naturaleza del hombre cuando apareció al principio en escena como un ser poco distinto de los simios ha conducido asimismo a un completo rechazo de los primeros capítulos de Génesis como la brújula del pasado. Porque Génesis describe al primer hombre como muy distinto de los animales, y sus primeros esfuerzos por erigir una civilización como cualquier cosa menos primitiva. Pero esto es lo completamente opuesto a lo que se cree en la actualidad acerca de los primeros seres humanos. Se ponen del lado del anciano caballero de nuestra historia, y sencillamente dicen, con toda convicción: «Der kompass iss wronk! — ¡La brújula está mal!» Pero, cuando se comprende correctamente, el relato del Génesis explica muchas de las anomalías de la prehistoria.

Me parece muy inquietante que no pocos antropólogos cristianos, al publicar sus puntos de vista, ya no consideran necesario realizar ningún verdadero intento por cuadrar lo que dicen como antropólogos con su teología como creyentes cristianos. En su deseo de estar al día, ningún cristiano puede permitirse abrazar las ortodoxias en boga solo porque sean las aceptadas por las autoridades. No hay garantía de que lo que está actualmente en boga sea más cierto que aquello que le precedió, y de hecho se demostrará más adelante que lo opuesto puede ser precisamente el caso, y que viejas creencias pueden volver a aparecer bajo una nueva luz y recibir un mayor respeto. Por mi parte, creo que es más prudente y seguro hacer de las Escrituras la piedra de toque de la verdad, también en el campo de la antropología —y esperar.

A lo largo de los últimos cien años, el péndulo de la opinión ha tendido a oscilar de uno a otro extremo. Al principio, todo el mundo estaba convencido de que la Caída del hombre era tan absoluta que no era posible ningún progreso y que todo debía estar en un estado de degeneración. Cuando se rechazó esta aciaga imagen, tomó su lugar una filosofía de progreso que dio origen, hacia finales del siglo 19, a una época de enorme optimismo cuya clave era la evolución progresiva. La degeneración pasó a ser una palabra políticamente incorrecta. Pero dos devastadoras guerras mundiales atemperaron estas filosofías tan visionarias y nos obligaron a todos a reconsiderar el curso de la historia humana. ¿Se trataba, a fin de cuentas, de un registro de progresión desde lo primitivo a la civilización, de lo simple a lo complejo, de la superstición a una adoración pura, del salvajismo a un estado de refinamiento? Unos pocos que sugirieron que quizá deberíamos reexaminar las culturas primitivas con el propósito de comprender cómo se originaron consideraron que no era prudente proponer directamente que eran degeneradas, porque el clima de opinión era contrario a cualquier concepto que reflejase en modo alguno la idea de una Caída del hombre. Con el apoyo enérgico de la teología liberal para el rechazo de este aspecto particular de la fe cristiana, se oyeron menos voces eruditas defendiendo el punto de vista tradicional. Simultáneamente, se volvió menos peligroso para los autores no cristianos admitir la posibilidad de la degeneración, y en consecuencia han tendido a ello con frecuencia.

Cuando Lyell formuló su principio de que para explicar los fenómenos de la geología se debía evitar recurrir a fuerzas que no se conocían en el presente, intentaba con ello desalentar a los catastrofistas que frecuentemente introducían fuerzas que eran tan excepcionales que en la práctica eran sobrenaturales. La creencia general es que la ciencia de la geología se benefició mucho al seguir el consejo de Lyell.

Al tratar acerca del período antiguo de la prehistoria humana, la escala temporal y el fondo son geológicos, y los antropólogos quedaron fácilmente persuadidos de que este mismo principio general debía aplicarse también a su campo de estudio. Sin embargo, a la vez que aceptaban el rechazo de Lyell de todo recurso a fuerzas sobrenaturales, no siguieron su regla de explicar el pasado solo en términos del «presente» conocido. Si lo hubieran hecho, nunca hubieran podido aceptar que la evolución cultural sucedió de la forma que dicen.

Además, era evidente que el Principio de Lyell no se podía aplicar a la cuestión de los orígenes —por ejemplo, al origen del Universo. Tampoco puede aplicarse al origen de la civilización. A llegar a este punto, no tenemos esta guía para la interpretación del pasado. En cierto modo, por tanto, no fue la razón, sino el prejuicio lo que llevó a rechazar la historia bíblica. Pero quizá haya llegado ya el momento para reexaminar toda esta cuestión.

Las referencias al pie podrán parecer excesivamente numerosas. Mi propósito es extender el alcance del texto hasta cierto punto proporcionando una lista adicional de referencias bibliográficas en las que se puede encontrar información adicional de interés.

Dicha información está a veces relacionada sólo indirectamente con el asunto que nos ocupa, pero en todo caso es valiosa, y contribuye en otras formas a algunas de las implicaciones más amplias de este artículo.

 
cenefa

 

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Capítulo 1

 

El cambiante clima de opinión

 

D

URANTE EL siglo diecinueve, en parte como resultado del desarrollo de medios más rápidos de desplazamiento, en parte como resultado del establecimiento del Imperio Británico, lo que posibilitó viajar de forma segura por muchas partes del mundo que hasta entonces se habían considerado inaccesibles, y en parte como resultado de un extraordinario aumento de la actividad misionera, las formas de vida de los pueblos primitivos llegaron a formar parte del interés popular hasta un grado sin precedentes. La revista The Journal of the Royal Anthropological Institute publicó recientemente un artículo titulado «Anthropology and the Missionary [Antropología y los misioneros]», que rendía tributo al gran servicio realizado por los primeros misioneros para el conocimiento de las culturas primitivas.[1] Hombres como Livingstone en África, por ejemplo, reciben mención destacada. Pero la lista es sorprendentemente larga. Y se reconoce la calidad académica de los escritos de estos pioneros.

El surgimiento de grandes casas editoriales que aceleraron enormemente la diseminación de esta clase de literatura sirvió también de ayuda para exponer ante el mundo civilizado de Europa y América la inesperada diversidad de modos de vida, y el atraso cultural (desde una perspectiva materialista) de una enorme porción de la población del mundo.

Fue durante la última mitad del siglo diecinueve que académicos genuinamente cristianos se constituyeron en sociedades para presentar comunicaciones al público, en un intento de exponer cómo los rápidos avances de los conocimientos en esta y otras áreas se relacionaban con las Escrituras, y de forma particular con el Antiguo Testamento. La presuposición era siempre que la Biblia era veraz y que cuando los resultados de estas jóvenes ciencias no armonizaban con ella, la falta no estaba en las Escrituras, sino en las ciencias. Este enfoque aparece claramente en los primeros artículos de la publicación Transactions of the Victoria Institute en Londres,[2] de la publicación Exeter Hall Papers publicados por la entonces recién fundada YMCA,[3] y los tratados Present Day Tracts, entre cuyos autores figuraban algunas de las mayores autoridades coetáneas.[4] Estos artículos trataban acerca de geología, astronomía, arqueología y temas similares —y no pocos de ellos trataban acerca del origen de la civilización y de cómo se habían originado las culturas primitivas.

Para comprender los acontecimientos subsiguientes, es importante darse cuenta de que inicialmente no se pensaba en absoluto que estas culturas primitivas fuesen etapas representativas de aquellas por las que había progresado la civilización de Occidente. La historia bíblica de la infancia de la humanidad comenzaba con la creación de un ser completamente humano y sumamente inteligente, Adán, a lo que siguió el rápido surgimiento de la vida en ciudades, y la aparición casi inmediata de actividades y de técnicas que evidenciaban una división del trabajo que solo podía ser soportada por una civilización avanzada —y todo esto era entonces visto por la mayoría de la gente como normal en el principio de la historia humana. No se contemplaban etapas primitivas para el hombre como un todo durante este proceso. Cuando, por primera vez, se llamó la atención del público a puntas de flecha de piedra y a los fósiles asociados con las mismas, no se consideraron como manifestaciones del hombre en su proceso ascendente, sino como reliquias del hombre bajo condenación.[5] La existencia de los pueblos primitivos se interpretaba unánimemente como prueba de la Caída del hombre. Muy pocos consideraban esto como indicios de la evolución del hombre. Tan firme era la creencia en la idea de Adán como un ser inmensamente superior y en que la civilización antigua reflejaba algo de esta superioridad, y en que las civilizaciones cristianas de la época habían preservado hasta cierto punto esta superioridad, que todas las demás formas culturales eran contempladas como decadentes, y los pueblos primitivos como los más degenerados de todos. Sencillamente, no se concebía la idea de ninguna clase de progreso aparte de la influencia cristiana.

Pero había otra perspectiva totalmente diferente acerca de la historia que comenzaba a encontrar favor en Inglaterra y en otros lugares, como resultado de la Revolución Industrial y de los grandes avances que se realizaban en tecnología, avances que parecían totalmente independientes de una influencia cristiana. Esta perspectiva adoptó la forma de una filosofía de espíritu darwinista, aunque no le debía nada a Darwin. Algunos de los conceptos más generativos de este planteamiento particular de la historia, como por ejemplo el de la supervivencia de los más aptos, fueron tomados de Spencer y de otros que compartían su punto de vista. El famoso poema de Tennyson, In Memoriam, que describe a la naturaleza como ensangrentada en sus comillos y garras, se publicó en realidad diez años antes de la publicación de El Origen de las Especies. Lo que es más importante en el contexto de este presente artículo es que, durante la segunda mitad del siglo diecinueve, los antropólogos sociales que escribieron acerca de los pueblos primitivos en general también habían quedado enormemente influidos por la filosofía progresista de Spencer. Y éstos, con total independencia del darwinismo, estaban muy ocupados en ordenar y clasificar estas culturas primitivas en pulcras secuencias evolutivas. Así, como lo observó Melville Herskovits:[6]

Para comprender el evolucionismo cultural, es esencial considerarlo como más que un mero reflejo de la teoría de la evolución biológica, de la que se suele creer que se deriva. Teggart, el estudioso de la historia de las ideas, ha observado que cuando apareció la obra de Darwin El Origen de las Especies en 1859, era ya «demasiado tarde para que ejerciese ningún efecto sobre el extraordinario desarrollo de los estudios etnológicos de la segunda mitad del siglo diecinueve». Las obras que iniciaron este nuevo planteamiento, como las contribuciones de los alemanes Waitz, Bastian y Bachhofen, o de los académicos ingleses Maine, McLennan y Tylor, aparecieron entre 1859 y 1865. Esto significa que su planificación y redacción tuvo lugar durante el mismo tiempo en que Darwin estaba realizando sus investigaciones y organizando y redactando sus conclusiones. Además, Teggart expone que el evolucionismo cultural y el biológico diferían en ciertas cuestiones teóricas importantes. Observa él que «Tylor, en 1873, y McLennan, en 1876 ..., rechazaban cualquier dependencia de Darwin y mantenían su adhesión a una tradición anterior de desarrollo o evolución. De hecho, en etnología el concepto de evolución es distinto del tipo de estudio evolucionista que se describe en los escritos de Darwin».

 

Cuando Maine y McLennan comenzaron a publicar sus puntos de vista, no abrigaban la menor duda acerca de la corrección de ordenar los materiales culturales de modo que exhibiesen un progreso evolutivo. Las cosas siempre habían mejorado en el pasado, y por ello seguirían haciéndolo en el futuro. La ciencia estaba meramente acelerando un proceso natural, realizando más y más milagros, mientras que la iglesia, lamentablemente, parecía poder realizar menos y menos. Se podía construir un cielo muy tangible aquí mismo en la tierra, y el atractivo de un cielo espiritual futuro en otro mundo fue perdiendo fuerza paulatinamente. La moralidad basada en la relación del hombre con Dios fue progresivamente sustituida por una ética basada en las relaciones humanas. El hombre podía ser bueno sin ser en absoluto cristiano. Acerca de este nuevo espíritu, Melvin Rader escribió:[7]

En los albores de la ciencia moderna existía una enorme confianza en que sus usos serían benéficos. El gran vidente medieval, Roger Bacon (uno de los primeros «modernos») estaba animado por un profundo entusiasmo acerca del nuevo mundo que la ciencia podría crear. Revelaría el pasado, el presente y el futuro, y aseguraría la inmensa mejora y la indefinida prolongación de la vida. De forma parecida, pensadores del Renacimiento como Giordano Bruno, Leonardo da Vinci y Tomasso Companella, precursores de la moderna revolución científica y tecnológica, se sentían embriagados por su infinita promesa. Un optimismo como este encontró amplia expresión en la obra de Francis Bacon, que creía que la ciencia ensancharía los límites del imperio humano hasta hacerle posible todas las cosas, y, al escribir La Nueva Atlántida, imaginó lleno de júbilo la Utopía que creía que se alcanzaría con el progreso científico.

 

En sus etapas iniciales de avance, este clima intelectual era completamente favorable para el lanzamiento de una obra como El Origen de las Especies. Era casi inevitable, porque como lo observó acertadamente Calverton:[8]

La simultaneidad misma con la que Darwin y Wallace llegaron a la teoría de la selección natural y a la supervivencia de los más aptos fue una magnífica demostración de la intensa actividad de la idea en aquel tiempo. Cada fuerza en el ambiente, en el ámbito económico, y en el social, concurrían para el éxito de la doctrina.

 

Como ya hemos observado, en sus etapas iniciales la antropología se desarrolló de forma completamente independiente del darwinismo. Pero no transcurrió mucho tiempo hasta que se reconoció que sus conclusiones daban un respaldo adicional a los argumentos de Darwin acerca del origen de la humanidad. La literatura de esta nueva disciplina consiguió pronto la aceptación entusiasta del gran público, debido a su gran armonía con el espíritu de aquella generación. Pero esta popularidad iba finalmente a resultar en un impedimento. Porque la antropología comenzó a conseguir su consideración como ciencia principalmente debido al prejuicio evolucionista en el que se fundaba, de manera muy semejante por el que la geología y la zoología se consideraban ciencias —porque se adherían a la perspectiva de que todo debía explicarse en términos totalmente naturalistas, sin recurrir en absoluto a lo sobrenatural. El impedimento residía en que de hecho comenzaron a aplicarse principios evolutivos de forma indiscriminada donde nunca se hubieran debido aplicar, y cuando el error se hizo evidente para los mismos antropólogos, no se atrevieron a pronunciarse abiertamente contra esta tendencia por temor a ser tildados de anticientíficos.

La falta de valentía de parte de aquellos que podían ver lo que estaba sucediendo impulsó a estudiantes jóvenes a ser adoctrinados en una perspectiva totalmente prejuiciada de los datos. Así, en palabras de Abrahm Kardiner:[9]

El estudio del «hombre primitivo» ofrecía unas grandes esperanzas de que proporcionaría una valiosa información acerca de la evolución cultural humana. En cierta medida —pequeña—, esta esperanza quedó satisfecha. Pero cuando una nueva área de investigación es el subproducto de una hipótesis progenitora, es natural que sus primeros esfuerzos se dirijan a respaldar a su progenitora.

El estudio del hombre primitivo quedó por ello prejuiciado desde su mismo comienzo. Los grandes nombres de Edward B. Tylor, James Frazer, Lucien Levy-Bruhl y Emile Durkheim estuvieron asociados con estos primeros esfuerzos. Estaban decididos a exponer la evolución cultural demostrando que las formas arcaicas y simples de pensamiento y de organización social cambiaron a formas más complejas e integradas.

La falacia de este primer planteamiento no residía solo en que coloreaba las conclusiones que se extraían de los datos observados, sino también que dictaba qué datos se podían considerar como relevantes. Ahí es donde la teoría de la evolución cultural causó su mayor daño. Porque estos evolucionistas no estaban estudiando la adaptación del hombre primitivo a su ambiente. Fueron de salto en salto, pasando de una cultura a otra, recogiendo lo que querían de cada una de ellas, para ajustarlo todo a su plan maestro.

 

Mientras tanto, esta filosofía humanista era reforzada en su atractivo popular por las prodigiosas labores de los Altos Críticos, que tuvieron un gran éxito en proporcionar a las personas reflexivas más y más excusas para rechazar la autoridad de las Escrituras declarándolas esencialmente mitológicas. No cabía duda que todo tendía a evolucionar, y la Biblia estaba errada en su énfasis en la tendencia natural del hombre a degenerar. En el campo contrario, una formación formidable de eruditos cristianos estaban insistiendo con la misma seguridad que la evidencia procedente de la arqueología y de la etnología contradecían directamente cualquier pretendido progreso universal. Se afirmaba que no cabía duda alguna de que todo tendía a degenerar, y que la Biblia señalaba la definitiva y total corrupción de todo lo que pertenecía a las culturas del mundo. Quizá ambos puntos de vista hayan errado al exagerar un solo lado de la cuestión. No todo degenera —ni tampoco todo evoluciona a algo más avanzado.

Como veremos, se ha dado un cambio de opinión incluso entre los antropólogos no cristianos, y las secuencias evolutivas artificiales iniciales creadas por Maine y Tylor y otros han quedado mayoritariamente repudiadas en su forma original, aunque se siguen usando todavía y con frecuencia con fines pedagógicos. Sin embargo, se debe observar que cuando las autoridades modernas expresan su no creencia en la «Evolución», no significan con ello que tengan dudas de que el hombre desciende de animales, sino solo que rechazan el tipo de evolucionismo cultural que, por usar las palabras de Wallis, «dominaron las conclusiones» de los primeros antropólogos sociales. Esta observación es importante, porque los escritores cristianos que no estén familiarizados con estos antecedentes citan a veces a las autoridades modernas como si hubiesen rechazado la teoría de la evolución del hombre en su integridad. Esto es un error. Estos escritores se refieren solo a la evolución cultural, no a la biológica. Pero este cambio de opinión ha tenido lugar en tiempos recientes. Y este cambio ha sucedido en parte debido a que los inmensos tiempos prehistóricos ya no se podían ajustar en el antiguo esquema, y debido en parte a métodos más refinados de datación. Como lo dijo Wilson Wallis hace unos años en un discurso ante la Asociación Americana en 1947, los antropólogos están aceptando unas ciertas presuposiciones fundamentales cuando tratan acerca del hombre prehistórico.[10] Citando sus palabras: «Cuanto más retrocedemos a la oscuridad de la prehistoria, tanto más clara se hace nuestra visión. De ahí que cosas que no se podrían inferir si los datos tuviesen que ver con el hombre contemporáneo se pueden inferir gracias a esta iluminación en la penumbra cada vez más oscura de las edades remotas». Naturalmente, el secreto es que cuando no hay posibilidad de refutación, uno puede permitirse afirmar con absoluto aplomo que está en lo cierto. De hecho, esta tendencia a aprovecharse de la escasez de datos ha recibido una dura reprensión por parte de personajes como Harry L. Shapiro, del Museo Americano de Historia Natural, que observa lo siguiente:[11]

No cabe duda de que la lucha competitiva para lograr la atención hacia las ideas de uno mismo puede motivar la forma en que se presentan, y es incuestionable que muchos de nosotros en nuestro celo podemos hablar con una convicción sincera aunque quizá injustificada: pero esto no excusa a la antropología ni a los antropólogos de las consecuencias de lo que permitimos que se mantenga como nuestro evangelio antropológico. ... [Lo que necesitamos es] desarrollar una actitud rigurosamente crítica hacia las especulaciones y los razonamientos incorporados en las obras de antropología. Esto es tanto más esencial cuanto que la antropología, como las demás ciencias sociales, carece de los procedimientos experimentales que ejercen un profundo y saludable control en el crecimiento de las ciencias experimentales. En las mismas, una afirmación puede ser inmediatamente comprobada bajo un control similar en cientos de laboratorios. ... En cambio, nuestras investigaciones no se prestan fácilmente a esta clase de pruebas. ... Es por esta razón que considero esencial para la salud de la antropología que seamos sumamente críticos al proceder a la evaluación de las teorías y de las investigaciones que se publican como representativas de la antropología.

Pero también se observa una asombrosa ausencia de un análisis de las presuposiciones y premisas fundamentales de nuevas líneas de investigación que, como una nueva moda de prendas femeninas, parece ejercer una especie de tiranía que nadie se atreve a desafiar.

Mi sugerencia es que estas críticas son deseables, y conozco a diversos antropólogos que no vacilan en privado o en sus aulas en ofrecer comentarios críticos —pero que se mantienen extrañamente silenciosos en prensa.

 

Es posible que estuviera pensando en Wallis, que, en el mismo contexto y en otra ocasión, también había escrito:[12]

Desde la época de Darwin, la idea de la evolución ha dominado mayoritariamente las ambiciones y ha determinado las conclusiones de la antropología física, a veces en perjuicio de la verdad.

 

Estas autocríticas son relativamente recientes. Pero incluso cuando la antropología era una ciencia moderna disociada de toda referencia a las declaraciones bíblicas, había destacadas excepciones a la regla general de que las autoridades más sobresalientes estaban entregadas a la idea de la evolución. De hecho, el mismo E. B. Tylor, que puede ser propiamente designado como el padre de la antropología, y que se adhería con firmeza a la perspectiva progresista de la cultura que parecía estar demandada por la evolución, no ignoraba sin embargo la realidad de que la degeneración cultural era algo muy real. Así, en su clásica obra escribió con una aguda percepción:[13]

No sigue de tales argumentos como los anteriores que la civilización esté siempre en movimiento, o que el movimiento sea siempre progreso. Al contrario, la historia enseña que permanece estacionaria durante largos períodos y que a menudo retrocede.

Para comprender tal decadencia de la cultura se debe recordar que las artes más sublimes y que los ordenamientos más elaborados de la sociedad no siempre prevalecen, y de hecho pueden ser demasiado perfectos para mantenerse, porque los pueblos han de tener aquello que se ajusta a sus circunstancias.

Hay una instructiva lección para aprender, de un inglés en Singapur, que observó sorprendido dos curiosos negocios que prosperaban allí. Uno era comprar viejos barcos ingleses, abatir su arboladura, y aparejarlos como juncos. ¡El otro era comprar mosquetones ingleses de percusión y transformarlos en viejos fusiles de chispa! A primera vista esto parece una completa estupidez, pero cuando se reflexiona, se ve lo razonable que es. Era tan difícil conseguir que los marineros orientales se adaptasen a naves de aparejo europeo que parecía mejor proporcionarles las naves más simples a las que estaban acostumbrados; y por lo que se refiere a los fusiles, los cazadores en la cálida y húmeda selva estaban mejor equipados con fusiles de chispa que si tenían que llevar y mantener unas existencias de cápsulas de fulminantes. En ambos casos, lo que necesitaban no eran los productos más refinados de la civilización, sino algo más apropiado a su situación y más fácil de usar.

Ahora bien, esta misma regla es aplicable al asimilar nuevas civilizaciones y al mantener las antiguas. Cuando la vida de un pueblo se ve alterada por una migración a un nuevo país, o por guerra o perturbaciones en el propio país, o por una mezcla con una raza en circunstancias inferiores, la cultura de sus padres puede llegar a no ser ya necesaria o posible, y por esto decae.

Esta degeneración se observa entre los descendientes de los portugueses en las Indias Orientales, que se han mezclado por matrimonio con la población nativa y que han perdido la marcha de la civilización, de modo que los europeos recién llegados los ven haraganeando en sus pobres chabolas en medio de unos lujuriantes frutos y flores tropicales, como si fuesen puestos por ejemplo de cómo el hombre decae en las culturas en las que no existe la necesidad del esfuerzo.

Otra frecuente causa de pérdida de civilización es cuando pueblos anteriormente más prósperos son arruinados o echados de sus asentamientos como sucedió con los indios shoshonee, que  se refugiaron de sus enemigos los pies negros en los lugares agrestes de las Montañas Rocosas por donde vagan en la actualidad. Se les designa como «indios cavadores [diggers]», por las raíces silvestres que excavan como parte de su mísero sustento. No solo el estado de degradación de estos proscritos, sino la pérdida de artes particulares por parte de otros pueblos, se pueden explicar a menudo por la pérdida de cultura bajo condiciones desfavorables. Por ejemplo, los habitantes de las Islas de los Mares del Sur, aunque no eran un pueblo muy atrasado cuando los visitó el capitán Cook, usaban solo hachas y cuchillos de piedra, siendo tan desconocedores del metal ¡que plantaron los primeros clavos de hierro que consiguieron de los marineros ingleses con la esperanza de conseguir una nueva cosecha! Quizá sus antecesores fuesen un pueblo asiático que conociese bien los metales, pero que por emigración a islas alejadas de los continentes, y separados de sus parientes, perdieron su uso, y retrocedieron a la Edad de Piedra.

 

Aquí tenemos una autoridad eminente que escribía en un momento en que el concepto del progreso dominaba el pensamiento de todos y que exigía que toda la historia fuese interpretada de modo que le diera su apoyo, y que sin embargo llamaba la atención a la realidad de que hay circunstancias en las que la retrogresión y no la evolución es casi inevitable. En realidad, uno de los grandes protagonistas cristianos de aquella época, Sir William Dawson, enunció el principio de que si la humanidad gozó de una elevada civilización al principio mismo, podríamos esperar con frecuencia una civilización decaída al final debido a su brillo inicial, porque cuanto más refinada es una cultura, tanto más sensible es al desequilibrio y a la descomposición. Cuando una cultura así se desmoronase, se hundiría probablemente tanto más profundo como había estado elevada, y cuanto más avanzadas sus etapas tempranas, más degradadas las tardías. Una dama de alcurnia que llegase a ser la mujer de un pionero podría encontrarse en mayores aprietos debido a su refinamiento que su lavandera, pero el descubrimiento posterior de sus burdos trabajos no servirían de indicación en absoluto de si era una persona primitiva o cultivada. Acostumbrada a la seda, no podría tejer para sí misma la más burda tela de arpillera; acostumbrada a los cubiertos de plata, sólo se podría fabricar las cucharas de madera más burdas; y sin paleta ni pinturas, difícilmente podría exhibir sus talentos artísticos exquisitamente cultivados excepto de la forma más rudimentaria. Si posteriormente llegásemos a descubrir estos indicios de su presencia, ¿deberíamos por ello llegar a la conclusión de que era miembro de una tribu con un grado inferior de civilización? En palabras de Dawson:[14]

Igualmente se podría decir que una dama finamente educada es una «bárbara total» porque no puede ahora edificar su casa ni hacer sus propios zapatos. Sin duda alguna, en un trabajo así sería mucho más incapaz que la esposa del más tosco salvaje, pero no se puede concluir por esta causa que se trata de un ser inferior.

 

A nosotros nos parece actualmente que esta conclusión es cosa casi evidente en sí misma; pero en los tiempos en que Dawson escribía, apenas si nadie prestó atención a sus argumentos. Pero, inevitablemente, la artificialidad de las reconstrucciones evolutivas de la historia cultural se hizo evidente incluso para aquellos que no dudaban en absoluto que el hombre comenzó su existencia como poco más que un simio. En la actualidad el sentido de la opinión ha comenzado a cambiar y las autoridades modernas a menudo se esfuerzan en mostrar los puntos débiles de algunas de estas tempranas posturas. Me parece que una razón de esto es que ya no tenemos ninguna escuela de pensamiento cristiana reconocida y autorizada que mantenga el punto de vista bíblico de la superioridad temprana del hombre y de su posterior degeneración. Por ello, los antropólogos sociales actuales ya no tienen temor de ser acusados de un prejuicio cristiano cuando contemplan con mejor disposición la posibilidad de una retrogresión cultural. Ya no se piensa que estas francas admisiones proporcionan ninguna ayuda al enemigo.

Ilustraré este argumento con algunos extractos procedentes de la literatura más reciente. Citando de nuevo a Herskovits:[15]

Cada exponente de la evolución cultural proporcionaba un patrón hipotético de la progresión que él concebía como el que había marcado el desarrollo de la humanidad, de modo que se han publicado muchos ejemplos de secuencias no lineales. Algunas de estas progresiones se limitaban a un solo aspecto de la cultura, como ya se ha indicado. Además, no todos los investigadores mostraban la misma insistencia acerca de la inevitabilidad de las etapas de desarrollo que bosquejaban. Según nos vamos apartando de la época de máximo auge de las hipótesis evolutivas, encontramos un mayor grado de reserva y de flexibilidad. Pero siempre se describe alguna secuencia en estas obras posteriores, aparte de las excepciones que se puedan observar en las mismas.

De entre las secuencias evolutivas formuladas en las obras clásicas de esta escuela, ninguna es más específica que la que aparece en la obra de Morgan, Ancient Society. Morgan distinguía tres períodos principales en el desarrollo socio-cultural humano: salvajismo, barbarie y civilización. Estos primeros dos se dividían en los períodos antiguo, medio y posterior, marcados por condiciones de la sociedad a las que se aplicaban las designaciones de inferior, media y alta de salvajismo o de barbarie.  

 

Herskovits pasa luego a ilustrar cómo Morgan reestructuró la historia para validar su interpretación. Comenzando con los muy primitivos australianos con descendencia a través de la mujer, trazó luego una línea que llevaba a los indios americanos con un cambio desde la descendencia mediante las mujeres a la descendencia por los varones. La secuencia se desplazó luego a las tribus griegas en el período protohistórico, con la descendencia firmemente establecida en la línea masculina, pero sin monogamia estricta. La última entrada en esta escala ascendente estaba naturalmente representada por la moderna civilización con la descendencia por la línea masculina y con una adhesión estricta a la monogamia. Esta era solamente una de las secuencias de Morgan y estaba construida para demostrar cómo aquello que él consideraba como una organización familiar muy inconexa había evolucionado a otra muy estrecha. Acerca de esta serie, Herskovits hace el siguiente comentario:[16]

Pero esta serie, desde el punto de vista de un planteamiento histórico, es totalmente ficticia, porque sólo los dos últimos puntos de la misma están relacionados históricamente. En términos cronológicamente reales, la serie debería presentarse de esta manera:


Tribus griegas

           |

Civilización moderna — Amerindios — Aborígenes australianos

Cuando se disponen de esta manera, se ve en el acto que no se trata de una serie en manera alguna, sino más bien de una comparación de datos existentes en un plano determinado, que se han arreglado siguiendo un sistema de desarrollo previamente determinado.

 

Aquí tenemos una ilustración de un principio que se aplica de una manera general al desarrollo del arte, de la religión, de la elaboración de herramientas, etc. Así, la prehistoria europea se dividió limpiamente en una serie de edades, el paleolítico, el mesolítico y el neolítico. El hecho de que los indios americanos estuviesen todavía viviendo en la antigua edad de piedra (el paleolítico) cuando Europa estaba pasando por una Revolución Industrial no pareció en aquel momento plantear ningún desafío a este pequeño y limpio sistema. Sir Willian Dawson escribió su obra Fossil Men and Their Modern Representatives [Los hombres fósiles y sus modernos representantes] como protesta contra esta ceguera, pero a pesar de que escribió con autoridad y elocuencia y sin agresividad, parece que nadie prestó demasiada atención a su obra.[17] Sin embargo, y como ya hemos dicho, la corriente de opinión está cambiando de dirección.

Un simposio reciente en Chicago en el que expertos de diferentes países presentaron comunicaciones que cubrían todo el campo de la antropología, incluía una comunicación de Hallam L. Movius titulada «Old World Prehistory: Paleolithic [Historia del Viejo Mundo: El Paleolítico]». Y Movius comenzaba así:[18]

Durante los últimos veinticinco años, nuestro conocimiento del período paleolítico se ha extendido mucho más allá de los límites de Europa Occidental. El resultado no ha sido el establecimiento de una imagen tan coherente de los primeros intentos del hombre para desarrollar una cultura material como la que se esperaba al principio. Porque, cuando examinamos el desconcertante conjunto de yacimientos de la primitiva Edad de Piedra que están constantemente aumentando gracias a nuevos descubrimientos, apenas si podemos disponerlos en nada que se parezca remotamente al sistema ordenado general concebido por los investigadores pioneros.

 

Todo esto parece muy evidente en la actualidad. Ruth Benedict resaltaba esto con las siguientes palabras:[19]

Los primeros antropólogos intentaron clasificar todos los rasgos de las diferentes culturas en una secuencia evolutiva desde las formas más antiguas hasta su desarrollo final en la civilización occidental. Pero no hay base para suponer que al tratar acerca de la religión australiana en lugar de la nuestra propia estemos desvelando la religión primordial, ni que al considerar la organización social de los iroqueses estemos regresando a los hábitos de apareamiento de los primeros antecesores humanos.

Debido a que estamos obligados a creer que la raza humana es una sola especie, sigue de ello que el hombre en todas partes tiene una historia igualmente larga detrás de sí. Algunas tribus primitivas se pueden haber mantenido relativamente más cerca de unas formas primordiales de conducta que el hombre civilizado, pero esto solo puede ser relativo, y nuestras suposiciones pueden tanto ser erróneas como correctas. No tenemos justificación para identificar alguna costumbre primitiva coetánea con el tipo original de conducta humana.

 

Pero la misma Ruth Benedict casi cayó en la trampa de afirmar que el hombre antiguo tiene que haber sido de algún modo como los primitivos modernos. O, por decirlo de una manera algo diferente, que nuestros coetáneos primitivos son en realidad nuestros antecesores coetáneos. Sin embargo, tiene que haber existido una diferencia fundamental entre el hombre antiguo y los pueblos primitivos porque, al menos en el Oriente Medio, la cultura, aunque comenzando de una forma relativamente simple, avanzó muy rápidamente en complejidad, mientras que los pueblos atrasados actuales no parecen ya tener la capacidad de elevarse por sí mismos.

El contacto de los pueblos atrasados con civilizaciones superiores conlleva a veces un gran adelanto, pero casi con la misma frecuencia conlleva su extinción. Al examinar la cuestión de cómo surgió la civilización al principio, Lord Raglan tenía esto que decir:[20]

El término «razas atrasadas», que se aplica casi universalmente a los salvajes ..., implica que se encuentran ahora en la etapa en que nosotros estábamos hace unos cuantos miles de años, y que, si se les dejase en paz, llegarían a su tiempo a algo parecido a la etapa en que ahora nos encontramos.

No existe un solo dato para apoyar esta teoría. Todos los datos disponibles sugieren que ninguna sociedad salvaje, dejada a sí misma, ha realizado nunca el menor progreso. El único cambio que tiene lugar en sociedades aisladas es para empeorar.

 

Esta ausencia de secuencia evolutiva es también aplicable al campo de la historia religiosa del hombre. Así, E. O. James afirmaba, en una comunicación leída ante el Real Instituto de Antropología:[21]

Así, es imposible mantener un desarrollo evolutivo unilateral del pensamiento y de la práctica de la religión de la manera sugerida por la clasificación racionalista de Tylor y Frazer siguiendo la línea de la «Ley de las Tres Etapas» enunciada por Comte. Sin embargo, ni la especulación Euhemeriana de que la idea de Dios surgió del culto a los antepasados, avivada por Herbert Spencer, ni la evolución Frazeriana del monoteísmo a partir del politeísmo y del animismo como resultado de un proceso de unificación de ideas, pueden conciliarse con la indistinta figura de un Ser Supremo tribal que ahora se sabe que era un rasgo constante del concepto primordial acerca de la Deidad.

Principalmente como resultado de las persistentes investigaciones de Peter Wilhelm Schmidt, que seguía las directrices de Andrew Lang que en 1895 llamó por primera vez la atención a los Excelsos Dioses de las Razas Inferiores en su obra Making of Religion, ha quedado ahora clarificado que, aparte de cualquier influencia de los misioneros o de cualesquiera otros contactos con culturas superiores, el reconocimiento de un Padre universal es un elemento fundamental en la religión de pueblos tan simples como los pigmeos, los fueguinos, los aborígenes australianos, los californianos y los andamaneses. Esto no se puede describir como monoteísmo en el sentido estricto del término, porque no hay sugerencia de una sola Deidad omnipotente como el origen y la fuente de toda existencia; o ni siquiera como monoteísmo, en tanto que el Padre universal no es el dios único de su pueblo como lo era Jehová en el Israel pre-exílico. Sin embargo, la creencia en Seres Supremos impide una clara interpretación evolutiva de la idea de Dios estratificada tan claramente como la secuencia geológica lo está en las rocas.

 

De forma parecida, Goldenweiser observó cuán engañosa llegó a ser la teoría de la evolución cuando se aplicó a otras instituciones y actividades humanas. Advertía que «habiendo quedado impregnados casi de manera fatal con la semilla del pensamiento evolucionista, somos propensos a pensar acerca de todo en la historia de la cultura como una serie de transformaciones».[22] Luego procedió a exponer hasta qué punto este tipo de pensamiento puede ser engañoso. Por ejemplo, decía él:[23]

Tampoco es cierto, al contrario de lo que habían supuesto algunos científicos sociales, que los primitivos estuviesen adheridos a la propiedad comunitaria o de grupo en lugar de a la propiedad individual de los bienes. La realidad que se constata no apoya en absoluto este concepto apriorístico que debe ser considerado como uno de los inventos ad hoc de los evolucionistas que buscaban algo menos específico que la propiedad individual de la que esta se pudiera derivar, y que encontraron esto en la propiedad comunitaria.

 

Incluso por lo que hace a la antigua historia del arte, la evolución ha resultado fallida. Se suponía al principio que las representaciones pictóricas precederían naturalmente al uso de símbolos, por cuanto éstos son de un orden conceptual más avanzado. Pero esto tampoco ha quedado apoyado por los datos de la prehistoria.[24] Como hemos observado en otro artículo de la serie El Pórtico,[25] la teoría evolucionista aplicada al origen del lenguaje resultó ser una barrera para cualquier avance en la comprensión del problema, y ha quedado descartada desde entonces. Hasta este momento no se ha encontrado ninguna alternativa «satisfactoria». Darwin mismo comentó acerca del efecto estimulante de las teorías equivocadas en comparación con el efecto esterilizador de las observaciones erradas.[26] Pero una teoría falsa puede ser muy útil a pesar de su falsedad a condición solo que no sea cristalizada como dogma y presentada como un hecho. Las teorías son esenciales para el progreso del entendimiento en ciencia porque sirven para estructurar los experimentos e inspiran el planteamiento de preguntas relevantes. Cuando los hechos no respaldan la teoría, ésta puede ser modificada y seguir sirviendo como inspiración para investigaciones adicionales. Pero cuando una teoría provisional se presenta como si fuese una realidad factual, deja de ser útil para inspirar preguntas, sino que más bien pasa a predeterminar las respuestas. A mi parecer, esta es la situación actual de la teoría evolucionista. Se presenta como un «hecho», y desafiarla significa incurrir en el riesgo de la excomunión. También en los tiempos del Medioevo la excomunión era una de las penas por desafiar el sistema establecido. En aquel tiempo la prueba de si cualquier nueva teoría era cierta o falsa era, como observa John Randall, si ajustaba armónicamente con los sistemas de creencia ortodoxa, y no si se podía verificar mediante experimento.[27] Y esta es precisamente la situación actual; el dogma eclesiástico ha sido reemplazado por el dogma biológico,[28] y, como «dogma», ha resultado en detrimento de la verdad.

Uno de los resultados inesperados de la investigación arqueológica fue la validación muy frecuente de historiadores clásicos como Herodoto[29] y otros, y ocasionalmente confirmaciones totalmente insólitas de tradiciones específicas que se habían considerado en el pasado como totalmente fantasiosas. Una buena ilustración de esto fue el redescubrimiento de Troya. Pero la arqueología en general en la región del Oriente Medio ha tendido a fortalecer enormemente nuestra confianza en mucho que había sido considerado como el deseo más bien natural de cualquier nación de glorificar su propia historia antigua. Melvin Kyle recapitulaba la situación de esta manera:[30]

La arqueología, tanto en el campo de la historia bíblica como en el de la clásica, ha comenzado sin presuposiciones, y ha procedido de forma uniforme a respaldar la fiabilidad de los antiguos documentos. La realidad que subyace a las historias homéricas, al relato del palacio derruido y del esplendor del rey Minos y de la historia de Menes, el primer rey en Egipto, todo ello anteriormente considerado como legendario o mítico, ha tomado ahora su puesto en la historia sobria. Herodoto, Estrabón y Josefo, tan a menudos acusados de inexactitudes, han resultado estar en lo cierto una y otra vez. En el campo de la historia bíblica, ni una sola declaración de hecho ha quedado realmente desacreditada.

 

Algunos de estos descubrimientos han sido realmente singulares. Nadie se tomó en serio la historia del Vellocino de Oro hasta que se descubrió que el emplazamiento tradicional de este fabuloso vellón había sido en tiempos antiguos el escenario de mucha actividad de minería de oro. Aparentemente, los nativos lavaban con batea el oro de los ríos locales, y tenían la costumbre de usar pieles de ovejas con la lana todavía intacta como tamices. Estos vellocinos quedaban pesadamente cargados de oro, que se recuperaba luego quemándolos.[31] Parece muy probable que uno de estos vellocinos cayese en poder de algún viajero sin que alcanzase a comprender su propósito u origen, y que el trofeo llegase finalmente a la Cólquida, donde fácilmente llegaría a ser la base de la narración clásica. De esta misma era heroica surgieron las historias de Néstor y de Telémaco. Néstor ha vuelto a la vida, y con su resurrección, mucho de lo que era mítico ha resultado ser historia. Incluso se puede haber redescubierto la bañera en la que Telémaco fue refrescado por la hija más joven de Néstor, quizá la primera «Orden del Baño».[32] Cuando Layard recuperó para nosotros gran parte del pasado de Asiria, sus fabulosos reyes y conquistadores también recuperaron sus puestos como caracteres históricos.

Cuando se estaban formando estas primeras sociedades cristianas, a las que ya se ha hecho referencia, apareció una gran cantidad de artículos que trataban acerca de las tradiciones de pueblos antiguos y de la relación de los mismos con la historia bíblica. Apareció una cantidad de obras muy eruditas de una naturaleza más extensa tratando acerca de esta misma cuestión, incluyendo las de Lord Arundell de Wardour,[33] François Lenorman,[34] y, naturalmente, Alexander Hislop con su célebre obra The Two Babylons.[35] Este interés general en las tradiciones del Oriente Medio se extendió posteriormente a un interés en las tradiciones de los pueblos de otras regiones del mundo, como se refleja en la obra de Charles F. Keary[36] y, naturalmente, de forma más extensa en los escritos de Sir James Frazer,[37] cuya vasta erudición y extraordinaria elocuencia literaria le granjearon una fama mundial. Se puede observar, de pasada, que Frazer no tenía deseo alguno de respaldar la veracidad de las Escrituras, ni tampoco sus escritos reflejan ningún profundo espíritu de reverencia. El avivamiento del interés en la tradición que suscitó su monumental obra estaba evidentemente muy extendido y se extendía mucho más allá del círculo de los lectores cristianos. Escribiendo en aquel tiempo acerca de esta oleada de renovado interés, el gran erudito orientalista George Rawlinson observó la significación de esta creciente verificación de las tradiciones hasta el punto en que se relacionan con el origen de la civilización y con la condición del hombre antiguo. Decía él:[38]

No se puede negar que las tradiciones míticas de casi todas las naciones sitúan al comienzo de la historia humana un tiempo de felicidad y de perfección, una «edad dorada» que no tiene rasgos de salvajismo ni de barbarie, pero sí muchos de civilización y de refinamiento. En el Zendavesta, Yima-khshaeta (Jemshid), el primer rey ario, después de reinar por un tiempo en el original Aryanem vaejo, se retiró con sus súbditos a un lugar retirado, donde él y ellos siguen gozando de una felicidad sin interrupción. En este lugar no había «ni prepotencia ni mezquindad, ni estupidez ni violencia, ni pobreza ni engaño, ni debilidad ni deformidad, ni dientes agrandados ni cuerpos desproporcionados». Los habitantes no padecían contaminaciones del espíritu del mal. Sus ganados eran de la mayor, mejor y más hermosa raza; su alimento de ambrosía, y nunca les faltaba. Los chinos se refieren a un «primer cielo» y a una edad de inocencia, cuando «toda la creación gozaba de todo lo bueno, y todos los seres eran perfectos en su clase». Las tradiciones mexicanas se refieren a «la edad dorada de Tezeuco», y la historia peruana comienza con los «dos hijos del sol» que establecieron una comunidad civilizada en las riberas del lago Titicaca. Y naturalmente los griegos también se referían a un hermoso pasado. Esta es la voz que nos llega de todos lados desde la tierra oscura y de penumbra, donde el mito y la historia parecen encontrarse y entremezclarse de manera inseparable.

 

Naturalmente, Rawlinson se está refiriendo mayormente a pueblos que nosotros conocemos solo como civilizados. Sin embargo, los pueblos primitivos preservan también muchas tradiciones relacionadas con sus propios orígenes e historia pasada, y casi invariablemente contemplan el pasado como muy diferente de su actual situación. Como veremos más adelante, algunos de ellos preservan tradiciones de técnicas como el trabajo de la cerámica, la construcción de canoas, la tejeduría, e incluso del fuego, que ya no pueden realizar. En un caso se daba el recuerdo de términos apropiados solo para una cultura que conllevaba un rey y su corte, pero estos términos ya no se aplicaban a nada existente en su cultura.[39] El conflicto de culturas en el valle del Indo cuando una avanzada civilización inicial fue prácticamente aniquilada por las hordas invasoras de arios bárbaros originó una literatura épica, el Rig Veda, escrita por los últimos para conmemorar su victoria. El cuidado tomado posteriormente en preservar esta narración de forma exacta ilustra la importancia que se daba a las tradiciones relacionadas con los primeros pasos hacia el establecimiento nacional realizados por cualquier pueblo. En relación con esto, Stuart Piggott escribe:[40]

Me parece que estamos justificados aceptando el Rig Veda, sobre la base de la arqueología, como un documento genuino de aquel período, preservado intacto por el constante temor a las consecuencias si la palabra mágica se alteraba en lo más mínimo.

 

Es curioso que la tradición, preservada de boca en boca cuando no existe la literatura, puede haber quedado preservada aun más perfectamente, quizá debido a que la ausencia de escritura hace más necesario ejercitar la memoria. Como ejemplo, muchas de las tradiciones de los indios iroqueses en Norteamérica fueron puestas por escrito por los primeros misioneros en las «Relaciones Jesuitas» durante la primera mitad del siglo 17. Franz Boas, investigando esta misma cuestión unos 300 años después, descubrió que los descendientes de estos mismos indios habían preservado las mismas tradiciones palabra por palabra, a pesar de todos los cambios culturales que habían tenido lugar durante el tiempo transcurrido. Lo cierto es que los pueblos en circunstancias precarias tienden a aferrarse más tenazmente a aquellos recuerdos que puedan tener de un pasado feliz. Como lo expresa W. J. Perry:[41]

Al considerar la tradición nativa, se debe recordar siempre que los relatos de los comienzos de su cultura se encuentran generalmente entre las posesiones más apreciadas de cualquier comunidad. A menudo, cuando los jóvenes son iniciados en la tribu cuando están a punto de pasar a ser hombres, se les enseña las tradiciones, y se les manda que las preserven como secretos celosamente guardados, para guardarlos del conocimiento de las mujeres, de los niños y de los no iniciados. Entre muchos pueblos, el conocimiento de su árbol genealógico forma parte esencial de la instrucción de un miembro del grupo gobernante. Así es como los pueblos del mundo valoran sus tradiciones.

 

En su History of Science, George Sarton observaba el hecho de que algunos de los filósofos griegos sentían grandes reservas acerca de que fuese deseable enseñar a nadie a escribir. Dice él:[42]

Esto se debía a que las tradiciones mnemónicas daban tan gran satisfacción que muchos pueblos, incluyendo algunos muy instruidos, no sentían la necesidad de escribir. Por ejemplo, estas tradiciones debieron ser muy poderosas en la Edad de Oro del helenismo; de otro modo, apenas si se comprendería la diatriba de Sócrates en Fedro en contra el arte de la escritura.

 

Se consideraba que la ayuda a la memoria que procedía de historias escritas iba en perjuicio de los poderes de la memoria. Nosotros mismos estamos tan acostumbrados a mantener registros escritos que nunca dejamos de maravillarnos ante las hazañas de memorística que se encuentran entre pueblos carentes de escritura. Donde hay dificultades para obtener la Biblia, no es infrecuente encontrar cristianos nativos que han memorizado enormes secciones de la misma y que la recitan con toda exactitud. Es cosa curiosa que los Altos Críticos argumentasen en contra de la fiabilidad de los primeros capítulos de la Biblia sobre la base de que, al suponerse que no fueron puestos por escrito hasta los tiempos de Esdras, y porque la escritura ni se había conocido antes de Moisés, la naturaleza muy detallada de estos antiguos relatos militaba muy en contra de la posibilidad de su transmisión a lo largo de tantos siglos sin error. Por ello, se trataba de inventos. ¡Cosa paradójica, los antropólogos y otros estaban simultáneamente observando que la preservación mediante la tradición oral era tanto más exacta cuando menos medios tuviese la cultura para mantener registros escritos!

Los llamados mitos del Génesis, que habían sido descartados de esta manera como carentes de importancia histórica, están resultando uno tras otro hechos reales que aparecen en registros históricos. Es cierto que estas validaciones no se han aplicado aún mucho más allá de Abraham, y que los períodos anteriores siguen careciendo en gran parte del soporte de la arqueología, pero las confirmaciones ya disponibles son tan extraordinarias que la confianza en las porciones más tempranas de las Escrituras queda sumamente fortalecida.

Mientras que no se puede suponer que Adán tuvo al principio los conocimientos técnicos que le capacitarían para proceder en el acto a la creación de una elevada civilización, hay declaraciones en el registro de Génesis, que consideraremos más adelante, que implican claramente un desarrollo sumamente rápido de la cultura de lo simple a lo complejo. El Diluvio supuso una interrupción muy importante en estos desarrollos. Pero Noé y su familia reanudaron el proceso de modo que, al cabo de muy pocos siglos, floreció una civilización avanzada en diversos centros, incluyendo Asia Menor, Egipto, Palestina, el valle del Indo, y Mesopotamia.

Pero la Escritura registra un acontecimiento que trastornó esta antigua civilización y que llevó a la dispersión forzada del hombre, en la época de la edificación de la Torre de Babel, en unas circunstancias que muchos de los que migraron fueron perdiendo un elemento tras otro de la cultura básica, descendiendo más y más en la escala de la civilización (excepto en unos pocos casos notables) al irse apartando más y más de su centro original. En el siguiente capítulo exploraremos mediante la arqueología algunos de los datos que respaldan la conclusión general de que la tendencia de la cultura no es normalmente hacia una mejora, sino hacia la degeneración. Esto no significa que ninguna cultura evolucione en el sentido comúnmente aceptado del término, sino más bien que no hay ninguna ley de evolución que garantice que cada generación sucesiva mejorará inevitablemente las técnicas de sus antecesores de manera que, por ejemplo, una tosca industria de manufactura de herramientas llega a ser automáticamente superior, que la superstición llega a ser una fe religiosa elevada, que los gruñidos se transforman en habla articulada, que los garabatos pasan a ser bellas artes, que una manada promiscua pasa  ser una familia monógama. Luego, en el otro capítulo daremos diversos ejemplos del desmoronamiento de culturas enteras bajo condiciones que probablemente son paralelas a las que predominaron en estos tiempos antiguos. Y, finalmente, consideraremos algunos de los factores que pueden explicar el origen extraordinariamente rápido de la civilización en el mismo comienzo de la historia humana.

 

 

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Capítulo 2

 

El apogeo al principio

 

E

L PROPÓSITO de este capítulo es establecer dos puntos. Primero, en aquella región del mundo de la que todas las civilizaciones existentes han derivado su inspiración y que podría ser designada apropiadamente, por ello, la Cuna Cultural de la Humanidad, el tiempo que transcurrió desde el establecimiento de los primeros asentamientos humanos hasta la edificación de las primeras ciudades fue extraordinariamente breve. Segundo, cuando las nuevas técnicas y artes y conocimientos hacen su primera aparición, con frecuencia están en su mayor apogeo, y el curso de su subsiguiente desarrollo es de decadencia, no de evolución.

Pasemos a desarrollar estos dos puntos en cierta extensión. Primero, la rapidez con la que la civilización se desarrolló después del Diluvio, de lo que hay evidencia arqueológica, tiene que haber sido en paralelo con una rapidez parecida de desarrollo desde Adán hasta Noé. Durante este antiguo período, aunque todavía hay carencia de datos arqueológicos, hubo unas circunstancias especiales que explican la aceleración, y se considerarán en el último capítulo. Mi propia impresión es que cuando tuvo lugar el Diluvio, la humanidad no se había alejado demasiado del «hogar» tradicional de la raza. Con la destrucción de todo lo que precedió, excepto por aquellos elementos de aquella cultura que fueron llevados más allá del Diluvio por Noé y sus hijos, tuvo lugar un nuevo comienzo. Pero si se puede usar una analogía, el nuevo comienzo no representó los primeros pasos vacilantes de un niño, sino más bien los pasos de un adulto que acaba de salir de una operación que tenía el propósito de eliminar una dolencia que solo hubiera convertido en desastroso cualquier progreso adicional de la civilización. Es esta circunstancia la que me parece que explica la transición extraordinariamente rápida desde Sialk y otros asentamientos del Altiplano Iraní a las avanzadas culturas de Elam, el valle del Indo, Mesopotamia, Palestina y Egipto.

En segundo lugar, con respecto a las pruebas de degeneración cultural, se tiene que admitir en primer lugar que no hay duda alguna de que se da progreso cultural. A lo largo de los últimos 75 años se han hecho tantos adelantos en los medios de comunicación y de transporte, en medicina y en nuestro control del medio en general, que sería una insensatez negarlo. Estos adelantos no han sido todos para mejor, pero esto se debe fundamentalmente al corazón del hombre, no a su cabeza. Pero se nos ha bombardeado de tal manera con el concepto de progreso evolutivo, que el proceso inverso ha quedado casi olvidado. De ahí que en los capítulos que siguen el énfasis recae en la degeneración, no porque queramos negar una tendencia general en la dirección opuesta, sino porque este énfasis es necesario para conseguir una perspectiva equilibrada de la historia. El ensimismamiento casi exclusivo de eruditos cristianos anteriores con las pruebas de degeneración llevó a una reacción que preparó el camino para la filosofía evolucionista, que fue aceptada no meramente con una mente abierta, sino con una sensación de alivio y de optimismo sin límites. Quizá sea ya el momento de reconsiderar la situación.

Aunque para muchos los diagramas son un estorbo más que una ayuda, para aquellos que los encuentran esclarecedores se han dibujado las dos gráficas de la Figura 3 que aparecen más abajo, para resumir la sustancia de los párrafos anteriores.

La Gráfica I en la Figura 3 se propone representar la perspectiva de la historia que se acepta actualmente. El primer hombre comenzó a un nivel animal (A) pero con algún factor que le capacitó para elevarse gradualmente hasta que alcanzó (B) después de un intervalo de quizá 500.000 años. Este punto marca lo que algunos arqueólogos y prehistoriadores han designado como la Revolución del Neolítico.[43] Se trata esencialmente del instante en el tiempo en que se cree que el hombre estableció los primeros asentamientos permanentes al conseguir domesticar algunos animales y cereales, con lo que llegó a ser por primera vez productor de alimentos. Antes, el hombre había sido un cazador nómada. Desde este momento, tuvo lugar una evolución cultural continuada, que ocupó quizá 10.000 años hasta nuestro tiempo presente.

En la Gráfica II de la Figura 3 tenemos una situación completamente diferente, aunque el resultado final es muy parecido. En (G) tenemos la creación de Adán ya muy por encima del nivel animal. Comenzó con unas determinadas instrucciones de su Creador, desde luego en un lenguaje que está en la raíz de la cultura, y quizá en la manufactura de ropa y en la cuestión de la adoración. Estos legados, y probablemente otros, le pertenecieron desde el mismo principio, y (G) comienza, por tanto, claramente por encima de la línea animal. Desde aquí a (H), que marca el tiempo del Diluvio, hubo un ascenso muy rápido. El lapso de tiempo es de muy pocos miles de años, lo que contrasta fuertemente con la línea AB en la Gráfica I. En H se perdió mucha de la tecnología acumulada en el mundo antediluviano; pero permaneció mucho para un nuevo comienzo. Esto se representa comenzando la siguiente curva a una poca distancia después de H, en K.

De K a J hay una subida constante, pero no es una curva suave. Está constituida más bien por una serie de bruscas subidas seguidas de una caída, donde cada nueva subida comienza en algún punto en la línea de caída del arco anterior. Esta es la imagen que nos proporciona la historia; es el patrón de acontecimientos que fue percibido claramente por primera vez por Vico,[44] y que posteriormente ha fascinado a la mayoría de los filósofos de la historia, incluyendo a Toynbee,[45] Spengler[46] y otros.[47] Cada civilización parece tener un nacimiento seguido de un rápido desarrollo a una Edad de Oro y luego una larga decadencia. En algún punto del período de declive, otra cultura toma el relevo y eleva el nivel cumulativo de desarrollo cultural a un nivel ligeramente superior que el anterior, solo para pasar a un estado de posterior decadencia como todos sus predecesores. En cierto sentido hay evolución, pero lleva consigo la consecuencia inevitable de dejar detrás de sí en el mundo los restos decadentes de cada civilización —algunas de las cuales prosiguieron su declive hasta que fueron redescubiertas siglos después por el hombre blanco al emprender la ocupación de lo que había creído previamente que eran regiones no habitadas del mundo. Los pueblos atrasados que encontró por todas las regiones marginales no eran los representantes del hombre prehistórico intentando elevarse a sí mismos a una etapa cultural superior, sino los tristes recordatorios de la realidad de que ninguna civilización, por consumada que haya llegado a ser, tiene una capacidad interna para mantenerse en contra de la decadencia final. En algunos casos, el proceso de decadencia llevó al hombre a un nivel cultural tan bajo que se acercó más que nunca a la línea animal. Es un pensamiento espantoso, pero que debemos afrontar, que las personas aisladas que se encuentran ocasionalmente como niños ferales pueden incluso haber llegado a cruzar esta línea.[48] La historia, bien lejos de estar caracterizada por el progreso desde el salvaje al bárbaro y al civilizado, está de hecho caracterizada con mayor frecuencia por la regresión de civilizado a bárbaro (aunque en ocasiones un bárbaro refinado) y al salvaje.

 

Gráfica de los opuestos puntos de vista materialista y bíblico

 

En estas dos gráficas, por tanto, vemos dos perspectivas de la historia del hombre en contraste, la primera que presenta una larga, lenta e ininterrumpida ascensión desde el animal hasta casi al superhombre; la otra muestra el efecto de tres grandes realidades, esto es, que el hombre fue creado con una inmensa superioridad sobre los animales; en segundo lugar, que su ingenio pronto demostró ser demasiado peligroso y tuvo que ser frenado mediante el Diluvio; y tercero, que aquel ingenio que aun mantiene está constantemente sometido a los efectos degenerantes del pecado, de modo que sus grandes logros nunca son permanentes, aunque su efecto cumulativo dé la impresión de un progreso ascendente continuado.

La imagen del crecimiento de la civilización basada en la investigación prehistórica en Europa muestra un progreso sumamente extendido y muy gradual desde toscos útiles de piedra, la ausencia de cereales o de animales domesticados, ninguna cerámica y ningunos asentamientos —pasando a herramientas y armas más refinadas de piedra y de metal, cerámica, cereales, animales domesticados, y asentamientos más o menos permanentes. Se dice que este proceso llevó 500.000 años.

En cambio, como ya se ha observado antes, la arqueología ha revelado en el Oriente Medio —pero no en ningún otro lugar— una tendencia de los pueblos a comenzar a congregarse casi inmediatamente en números cada vez mayores, al principio en campamentos (en M'lefaat), pronto después en aldeas (Jarmo, Sialk, Tell Halaf, etc.), luego en villas (Susa, Jericó, etc.), y finalmente en ciudades (Al Ubeid, y en el valle del Indo, y en Egipto), con un proceso que llevó solo unos siglos.

La diferencia en la pauta entre Europa y el Oriente Medio es significativa, porque, como lo han observado varias autoridades,[49] el concepto de «ciudad» no es indoeuropeo, sino que se originó con los pueblos no indoeuropeos. De hecho, ni los indoeuropeos ni los semitas tenían una palabra concreta para «ciudad», y en ambos casos usaban un término prestado de otra lengua.[50]

La palabra inglesa «borough», como la española «burgo» y su forma más antigua «burg», derivan todas ellas de una raíz más antigua que aparece en la antigüedad clásica  en la forma «perg-» (como en Pérgamo, por ejemplo), que se refleja también en el término griego para «torre», que es purgos. De hecho, las palabras inglesas «town» [ciudad] y «tower» [torre], que derivan de la misma raíz, indican la asociación entre ambas ideas. Esta asociación es muy antigua, y aparece en el caso de Babel, en Génesis 11:4. La forma raíz «perg» ha sido cuidadosamente seguida por Eisler hasta la palabra más antigua «uruk», el nombre de una ciudad antigua muy célebre. Este nombre se encuentra a su vez en cuneiforme con una grafía alternativa «unuk». Es curioso que en tanto que los nombres de todas las ciudades en cuneiforme se identifican como tales ciudades mediante el uso de un pequeño signo determinativo que precede al nombre, unuk constituye una excepción única. Debió haber existido una razón muy buena para ello, y sugiero que la razón se encuentra en Génesis 4:17. De Caín, representante tan solo de la segunda generación de Homo sapiens, se dice que edificó la primera ciudad y que la nombró por su hijo Enoc. Al ser la primera ciudad, su nombre llegó a ser virtualmente idéntico con el concepto de «ciudad», y cuando después del diluvio se edificó una nueva Unuk, nunca pareció necesario identificarla con un signo determinativo especial. No es diferente de la manera en la que la gente del campo habla de ir «a la ciudad», sin sentir la necesidad de ser más específicos. Todos saben a qué ciudad se refieren.

El propósito de introducir este asunto aquí es que indica, a mi parecer, que cuando Noé y su familia comenzaron a repoblar el Medio Oriente, era solo de esperar que procediesen en un espacio muy corto de tiempo a refundar aldeas o ciudades, porque la vida urbana había sido normal para los hombres desde la época de Caín. Aquellos que han vivido en el campo y que nunca han conocido la vida urbana no proceden automáticamente a reunirse en grandes agregaciones. Por ello, no es algo «natural» que las ciudades apareciesen tan rápidamente, sino que resultaron de las circunstancias en las que se estaba haciendo un nuevo comienzo, y esto constituye prueba, desde luego, en favor de la historia que se registra en los primeros capítulos de Génesis. Constituye un singular testimonio de la verdad de lo que de otro modo pudiera haber sido considerado como una observación muy intrascendente en Génesis 4:17, que al resultar de esta manera ser una realidad revela lo breve que fue realmente el intervalo de tiempo entre la aparición del primer hombre y la construcción de la primera ciudad. Esto es desde luego muy diferente de la descripción que se nos da en los libros de texto de prehistoria que, naturalmente, se basan en el análisis de los indicios procedentes de Europa. Quizá lo que tuvo lugar en Europa se tenga que explicar de una forma completamente diferente. Este es, en parte, el tema del Capítulo 3. Por ahora podemos decir con una total certidumbre que la rapidez con la que se desarrolló la civilización en el Oriente Medio según se pone de manifiesto por los restos arqueológicos concuerda extraordinariamente bien con lo que se afirma en Génesis, pero que está casi diametralmente opuesto a lo que sería de esperar si fuese cierta la evolución humana.

Pero podemos ir incluso más allá y decir no solo que la civilización apareció repentinamente, sino que en muchas maneras sus primeras etapas de desarrollo tendieron a ser las más sofisticadas. Una de las sorpresas de las primeras exploraciones arqueológicas del Oriente Medio fue el descubrimiento de que, en la misma región donde se suponía que el hombre había iniciado lo que Crawford ha designado como «la conquista de la cultura»,[51] no se encontraba ninguna etapa verdaderamente primitiva ni siquiera en emplazamientos como Sialk y Jarmo, y que en los niveles más inferiores en Jericó y en Tell Halaf hay pruebas de los rudimentos de la vida civilizada aunque naturalmente a un nivel simple. Pero la domesticación de animales, el cultivo del trigo y la destreza en la fabricación de armas y de herramientas aparece ya de entrada. Naturalmente, se presuponen unos largos períodos antecedentes de desarrollo desde una forma de vida nómada de recolección de alimentos hasta la vida en comunidad de estos antiguos asentamientos, pero no existen datos que apoyen tal presuposición. Ya en 1899, A. H. Sayce, a pesar de que no sabía nada de los posteriores hallazgos en el Altiplano Iraní en el norte de Asiria, sigue estando en lo cierto en lo fundamental de lo que dijo,[52]

La historia del Antiguo Oriente no contiene registro alguno del desarrollo de la cultura a partir del salvajismo. Nos habla desde luego de degeneración y de decadencia con el paso del tiempo, pero no conoce ningún período de comienzo de la civilización. Por lo que la arqueología puede enseñarnos acerca de los constructores de las ciudades de Babilonia, los inventores de los caracteres cuneiformes no tenían detrás de ellos un pasado bárbaro.

 

Cuando se publicaron estas palabras, otros seguían afirmando con toda confianza que posteriores excavaciones cambiarían la situación, y que al final se haría evidente que esta gran oleada cultural que marca el comienzo del período verdaderamente histórico tuvo un desarrollo perfectamente «normal» (por lo que se significaba un desarrollo evolutivo) a partir de una etapa primitiva como la que presentan los grupos marginales. Para este desarrollo era necesario postular miles de años, porque en las otras áreas donde se conocían las Edades de Piedra se consideraba que el progreso desde los niveles más bajos hasta un estadio avanzado de civilización habría tomado literalmente cientos de miles de años. En cambio, mientras que lugares como Jarmo y otros revelan ciertamente una etapa inicial simple, el tiempo que se precisó para alcanzar un apogeo de éxito cultural puede medirse en siglos, no en milenios, y mucho menos en cientos de miles de años. Es evidente que en el centro estaba sucediendo algo diferente.

Pasemos a considerar las regiones una por una, y veamos qué tienen que decir las autoridades acerca de las mismas. Por cuanto todos estamos familiarizados con Egipto (no debido a ninguna prioridad cronológica), comencemos con una reseña de los datos procedentes del valle del Nilo. P. J. Wiseman decía a este respecto:[53]

No se ha descubierto nada tan sorprendente mediante las recientes excavaciones que la brusquedad con la que apareció la civilización en el mundo. En lugar del desarrollo infinitamente lento que se esperaba, ha resultado evidente que el arte, y podemos decir que la ciencia, apareció de forma explosiva en el mundo. Por ejemplo, H. G. Wells reconoció que el edificio de piedra más antiguo del mundo es la Pirámide de Sakkara. Pero, como observó el Dr. Breasted: «Desde el más antiguo fragmento de construcción con piedra hasta la construcción de la Gran Pirámide transcurrió menos de un siglo y medio».

Escribiendo acerca de esta pirámide, Sir Flinders Petrie dijo que «la exactitud de la construcción demuestra un elevado propósito y una gran pericia e instrucción. En la pirámide más antigua, la precisión de toda la masa es de tal calibre que el error sería excedido por el de una medida de metal en un día suave o frío; el error de nivel es inferior al que se pueda apreciar a simple vista. Parece inevitable concluir que el 3000 a.C. fue el apogeo del arte egipcio».

Refiriéndose a este repentino desarrollo, el Dr. Hall dice: «Es fácil decir que este extraordinario estallido de pericia arquitectónica demuestra un largo aprendizaje anterior y un largo período de desarrollo: pero en este caso no disponemos de este largo período».

Delante de estos datos, el lento progreso del hombre antiguo es una suposición dudosa, y no se puede mantener la idea de que transcurrió un período desmesuradamente prolongado antes que apareciese la civilización.

 

G. A. Reisner afirma que la calidad «del arte del Imperio Antiguo de Egipto ... raras veces ha sido alcanzada por el arte de cualquier otro período o región; pero los especímenes auténticos no son frecuentes, y la percepción popular está generalmente formada por ejemplos inferiores de edades posteriores.»[54]

Vere Gordon Childe observaba, refiriéndose a la cerámica egipcia antigua:[55]

Las vasijas de cerámica, especialmente las destinadas a uso funerario, exhiben una perfección de técnica que nunca se superó en el valle del Nilo. Los especímenes más refinados son extremadamente delgados, y están decorados con diseños en toda su superficie antes de su cocción, quizá con un peine de puntas romas, para producir un exquisito efecto de ondulaciones que debe ser visto para ser apreciado de forma real.

Walter Emery decía, acerca de los sepulcros de los primeros faraones:[56]

Se exploró sepulcro tras sepulcro (desde 1935 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial), y cada uno de ellos revelaba que la civilización durante el período de la Primera Dinastía era mucho más avanzada de lo que habíamos supuesto ... demostrando que existió una cultura sumamente desarrollada en Egipto hacia el 3000 a.C. ...

Los contenidos esparcidos de sus sepulcros demuestran que tenían un lenguaje escrito bien desarrollado, que conocían como preparar el papiro, y un gran talento para la manufactura de vasijas de piedra, con un diseño tan bello que no ha sido superado ni en el presente. También fabricaban una variedad casi ilimitada de herramientas de piedra y de cobre, desde sierras hasta las agujas más finas. Sus objetos decorativos de madera, marfil y oro son magistrales, y su fabricación de cuero, tejidos y cuerdas seguían unas elevadas normas. Por encima de todo, tenían una gran capacidad artística.

Esta avanzada civilización aparece repentinamente en los primeros años del tercer milenio a.C.; parece tener poco o ningún antecedente en el valle del Nilo. ...

La monumental arquitectura de la Primera Dinastía ha sido equiparada a la del período de Jamdet Nasr en Mesopotamia, y me parece que la semejanza es indiscutible.

 

Este período de Jamdet Nasr ha sido datado por Meek alrededor del 3500 a.C.[57], y es el último de los tres períodos predinásticos de Mesopotamia, del que el primero fue el período de Al Ubeid, al que se hace referencia más adelante.

R. E. Bewberry observa que «los aspectos esenciales del sistema de escritura egipcia estaban totalmente desarrollados al principio de la primera dinastía. Debe haber sido la acumulación de muchas eras previas, pero no se han encontrado trazas algunas de las primeras etapas de su evolución en tierra egipcia».[58] Vere Gordon Childe lo dice así:[59]

En el Nilo y en Mesopotamia la luz clara de la historia escrita ilumina nuestro camino por cinco siglos enteros, y desde aquella altura contemplamos más abajo en su fin último el gobierno ordenado, la vida urbana, la escritura y el arte consciente. Los más grandes momentos —aquella revolución en la que el hombre dejó de ser un parásito ... han pasado antes que se levante el telón.

 

W. J. Perry, citando a de Morgan,[60] decía que «Aquello que aparece en una fecha tan antigua en Egipto es la perfección de la técnica. El egipcio aparece, desde el tiempo de los más antiguos faraones, como un artesano paciente, cuidadoso; su mente y su mano poseen una precisión incomparable ... una maestría que nunca ha sido superada en ningún país».

Naturalmente, los arqueólogos han excavado algunos antiguos restos que parecen ser más simples y más como los restos paleolíticos de Europa, pero incluso en estos sitios se encuentra cerámica, y de esta cerámica W. E. Taylor, de la Universidad de Toronto, nos asegura que «aunque pueda parecer tosca, se trata en realidad de una artesanía nunca superada. Las herramientas de sílex desprendidas y trabajadas con tanto esmero ¡son las más refinadas que jamás se hayan descubierto en ningún otro lugar!»[61] Puede parecer extraño referirse a su cerámica como tosca y sin embargo nunca superada, pero la realidad es que Egipto no disponía de una fuente de barro para una buena cerámica, y por ello sus mejores esfuerzos no fueron comparables con la cerámica de otras civilizaciones antiguas. Sin embargo, lo mejor que jamás hicieron lo hicieron en el mismo principio.

Moviéndonos de Egipto hacia el norte, hacia la Cuna de la Humanidad, llegamos a Palestina y luego a Siria. Es prácticamente seguro que los que entraron en Egipto llegaron o bien alrededor del Creciente Fértil procedentes de Mesopotamia siguiendo la ruta natural que siguió Abraham, y se asentaron en el Delta del Nilo hacia el mar, y luego posteriormente colonizaron el Nilo Superior y Etiopía, o bien a través de la Arabia meridional hacia el Cuerno de África y desparramándose a través del continente africano.

Aunque no es usual buscar el origen de la cultura en Palestina, valdrá la pena de pasada observar un comentario de M. G. Kyle con respecto a los tiempos pre-israelitas, cuando el país estaba ocupado por los cananeos y los filisteos, y otras tribus mencionadas en los primeros capítulos de Génesis. Decía él:[62]

Siempre que ha sido posible realizar una comparación entre Palestina y Egipto, se ha comprobado que la civilización cananea, por lo que se refiere a la artesanía, al arte, a la ingeniería, a la arquitectura y a la educación, solo ha sufrido a causa de los límites impuestos por el clima, los materiales y la situación. Por lo que se refiere a genio y a realización práctica, es igual a la de Egipto, y solo fue eclipsada, antes de la época grecorromana, por la breve gloria del período de Salomón.

 

Al norte se encontraba Siria. Las recientes excavaciones en Ras Shamra y más especialmente en Tell Halaf han puesto al descubierto mucho de la riqueza y cultura de los períodos más antiguos. Esto es particularmente cierto, y para nuestros propósitos cierto de una manera significativa, del período más antiguo en Tell Halaf. T. J. Meek, discurriendo acerca de los logros conseguidos por el pueblo que ocupaba el emplazamiento al comienzo mismo, observaba:[63]

Tell Halaf ha revelado la cerámica hecha a mano más maravillosa que nunca se haya encontrado. Aunque los estratos más inferiores aquí sean probablemente representativos de la cultura más antigua hasta ahora sacada a luz de forma terminante, es sin embargo ya claramente calcolítica. Por diversas indicaciones sabemos que se usaba metal, aunque no de forma muy extendida. En este período se hace patente una gran destreza en el trabajo de la obsidiana para hacer cuchillos y raspadores. ... La cerámica de Tell Halaf se hacía a mano, era increíblemente delgada, no más gruesa que el grosor de dos naipes, y demuestra una increíble comprensión de la forma y de los efectos decorativos del color y del diseño. La cerámica se cocía a alta temperatura en hornos cerrados que permitían una cocción indirecta con temperaturas controladas. El resultado del intenso calor era la fusión y el vitrificado de los silicatos en la pintura, de modo que se convertía en un verdadero vidriado que daba a la superficie un acabado porcelanoso muy diferente del lustre de las vajillas decoradas tan comunes en períodos posteriores.

Desde criterios técnicos y artísticos, la cerámica de Tell Halaf es la más refinada cerámica hecha a mano en la antigüedad, y es testimonio de la elevada cultura de sus artesanos.

    <>Mallowan dijo del uso del metal en este temprano período: «Se debería hacer notar que en uno de los más antiguos estratos en los que aparece cerámica de Tell Halaf se ha encontrado un collar de cuentas de cobre».[64]

La gente que acudió a Tell Halaf y que con ello dio origen a la civilización de Siria y Palestina llegó evidentemente desde dos direcciones. Algunos parece que llegaron del norte, de Anatolia, y quizá algunos desde Mesopotamia directamente al este, esto es, desde el norte de Babilonia. Así, tenemos que buscar más hacia el este para las raíces que estamos buscando.

Cuando pasamos a la planicie de Mesopotamia, la historia es exactamente similar a la historia de Egipto. La grandeza de Egipto es monumental. La grandeza de la civilización sumeria es de una naturaleza diferente. A pesar de que no tenían piedra con la que erigir memoriales de su cultura como Egipto erigió los suyos, sin embargo, al iniciarse las investigaciones, se hizo más y más evidente que no solo la civilización sumeria estaba a la par con la de Egipto en todos los respectos, sino que además era anterior. La cultura más antigua de la larga serie que culminó en las grandes ciudades como Nínive y Babilonia se conoce como la Cultura de Al Ubeid. De este pueblo escribió Vere Gordon Childe:[65]

Los autores de la cultura de Al Ubeid no pueden haber procedido del fondo de un pantano, pero la cultura misma no da señal alguna de haberse desarrollado localmente a partir de un precursor anterior del mesolítico.


C. J. Gadd observó:[66]

Los sumerios poseyeron la tierra desde tan atrás en el tiempo como cualquier cosa que se pueda contemplar o incluso apenas entrever, y ya se ha observado que sus propias leyendas que profesan retrotraerse a la creación del mundo y de los hombres se centran en no otra tierra que su hogar histórico. ... Pero las formas de los pedernales más antiguos no son los de una pura edad de piedra, ni se ha encontrado prueba alguna en Irak de una población tan primitiva que no conociese el metal.

 

Y luego añadía, más adelante:[67]

Obras de arte que nos dejan atónitos por su belleza (y no menos en la misma Ur) han resultado ser reliquias no de las eras posteriores, sino de la más antigua. Nada sino la buena fortuna de que fuesen descubiertas por una excavación reglada pudo evitar una torpe asignación de una falsa edad. ... El oro es el material de sus posesiones y símbolo de su opulencia. En los días de su apogeo y en su lujosa corte, las artes productivas se elevaron a una perfección y a una hermosura en sus productos que nunca se volvió a ver. Los artículos elaborados eran desde luego de una clase parecida a la de eras posteriores, pero estuvieron marcados en este antiguo período por una riqueza y un esplendor más bien de suntuosidad egipcia que de la supuesta sobriedad de las Tierras Entre Ríos. Estos depósitos dejan asombrado al observador por su profusión de oro; también hay un derroche de plata, lo que muestra que no se le daba ningún valor.

    

Sir Leonard Woolley[68] llegó a la conclusión de que «hasta donde sabemos, el cuarto milenio antes de Cristo vio el arte sumerio en su apogeo». Y Childe también observó el mismo fenómeno,[69] «Estos (recientes descubrimientos) son suficientes para demostrar que, más aun que en Egipto, la civilización había alcanzado un nivel muy avanzado hacia el final del cuarto milenio a.C., y que no fue superada durante toda la era pre-sargónida». Y Wiseman observó:[70]

Este descubrimiento es lo opuesto a lo que se esperaba. Se esperaba que cuanto más antiguo el período tanto más primitivo lo encontrarían los excavadores, hasta que cesasen las trazas de civilización y apareciese el hombre aborigen. Ni en Babilonia ni en Egipto, las tierras con los asentamientos humanos más antiguos conocidos, ha sido el caso. En relación con esto, el Dr. Hall escribe en su obra History of the Near East: «Cuando la civilización aparece, ya está completamente desarrollada». Y, posteriormente, «la cultura sumeria surge ya totalmente hecha». Y el Dr. L. W. King, en su libro Sumer and Akhad afirma: «Aunque los más antiguos asentamientos sumerios en el sur de Babilonia deben ser asignados a un pasado relativamente remoto, la raza que los fundó parece en aquel tiempo haber accedido ya a un avanzado nivel de cultura».

Pero no es posible empujar el asentamiento humano en la llanura de Mesopotamia muchos milenios en el pasado, por la muy sencilla y concluyente razón de que la tierra más meridional de Mesopotamia tiene que haberse formado aproximadamente dentro de los últimos 10.000 años. Sabemos que debido a la peculiar naturaleza de los ríos que arrastran aluvión y lo depositan en la entrada del Golfo Pérsico, la tierra ha sido formada gradualmente a lo largo de los últimos pocos miles de años, y se sigue añadiendo a la tierra por este medio. Ur de los Caldeos estuvo en el pasado en la orilla del Golfo Pérsico, y ahora se encuentra a unos ciento setenta kilómetros del mismo.

 

J. L. Myers indicó que la línea de la costa ha estado avanzando rápidamente dentro de los tiempos históricos. Eridu, por ejemplo, que fue un puerto principal de la antigua Babilonia, se encuentra ahora a más de 200 kilómetros del mar.[71] Si prosigue el actual ritmo de avance, de algo más de un kilómetro y medio en treinta años, Eridu pudo haber comenzado a quedar rodeada de aluvión alrededor del 1800 a.C.

En una conferencia en la Universidad de Toronto, T. J. Meek afirmó que «la cultura sumeria surge a la vista ya lista, y no hay conocimiento de los sumerios como salvajes; cuando los encontramos en el cuarto milenio a.C., ya están sumamente civilizados. Ya están usando metales y viven en ciudades grandes y prósperas».[72] Los ciudadanos estampaban su correspondencia con sellos cilíndricos que hacían rodar sobre la arcilla blanda. Estos sellos se tallaban de forma exquisita en los tiempos más antiguos con figuras animales representando movimiento. Los últimos sellos, incluso los de solo pocos siglos después, son muy inferiores desde un punto de vista artístico. La inspiración perteneció a las edades más antiguas, no a las posteriores.[73] Cuando se compara con sus actuales descendientes, si el tamaño del cerebro significa alguna cosa, según Sir Arthur Keith incluso en esto eran superiores.[74]

Ahora bien, el registro del Génesis nos dice que los que se asentaron al principio en Mesopotamia entraron en la tierra «cuando salieron de oriente». Esto implica que no se originaron allí; y por cuanto esta nota de información histórica se nos da un cierto tiempo después que el arca tocó tierra, y después que los hombres hubieran comenzado a extenderse hasta cierto punto, parece cosa cierta que esta gente había descendido al lado oriental de los Montes Zagros hacia el emplazamiento de Susa. Aquí fundaron un asentamiento antes de proseguir hacia el oeste y «encontrar» allí una llanura, la planicie de Mesopotamia. Así, Susa está en una relación paterna o al menos anterior a la cultura de Al Ubaid, exactamente como lo demuestran las excavaciones. En teoría deberíamos estar un paso más cerca del origen cuando llegamos a Susa.

Sin embargo, aquí también se repite la historia. H. G. Spearing escribió acerca de Susa:[75]

Los más antiguos colonizadores en Susa estaban bien civilizados antes de partir del país de su origen y llegar aquí. Porque en su necrópolis fuera de las murallas de la ciudad se encuentran las hachas de bronce de los hombres y los espejos y las agujas y las vasijas de ungüento de las mujeres; también quedan restos de delicados tejidos exquisitamente elaborados en un telar. ...

La cerámica es maravillosamente delgada y dura, con un grosor no mayor que el de un par de tarjetas postales, y suena como porcelana, aunque no es tan transparente. Las formas son sencillas y elegantes; se producían con una rueda de alfarero rudimentaria que se usaba con una destreza que parece como la experiencia heredada de muchas generaciones de artesanos.

Casi todos los cuencos y vasijas estaban muy decorados, bien en el interior, bien en el exterior, con extraños diseños, muchos de los cuales no se parecen en absoluto a otros diseños hallados en otras partes del mundo, de modo que no tenemos ninguna pista acerca de dónde estos alfareros aprendieron su técnica, aunque podemos tener la plena seguridad de que la llevaron consigo desde algún centro de civilización donde pasó por un largo período de desarrollo.

 

¡Cuán inevitable parece ser siempre esta conclusión!

¿Dónde buscaremos entonces el origen del pueblo que creó esta cerámica? Parece que no podemos buscar más hacia el este, aunque en esta dirección se encuentra la civilización del valle del Indo. Pero esta cultura debe su origen a un pueblo que procedió manifiestamente del oeste, y que compartía muchos aspectos de los creadores de la cultura de Sumer. Sin embargo, los niveles más antiguos en dos yacimientos, Changu Daru y Harappa en el valle del Indo, son extraordinariamente reminiscentes de los más antiguos niveles en Tell Halaf en Siria, y en sintonía con el hecho de que los colonos de Tell Halaf llegaron allí desde el norte y este hacia Ararat, está claro que la gente del valle del Indo llegó desde algún lugar en la misma dirección. Así, Ernest Mackay dice:[76] «Parece que no hay dudas de que ... hemos de buscar en el Altiplano Iraní para la región desde la que la civilización fue llevada a la India».

En su reportaje para el Illustrated London News, Mackay llama la atención a los descubrimientos en los más antiguos niveles en Changu Daru,[77] y describe la forma extraordinaria en que la ciudad estaba dispuesta en manzanas, con sistemas de desagüe y alcantarillado subterráneo. Algunos de los tubos de drenaje aparecen en ilustraciones en su artículo, y observa acerca de los mismos que «son de un diseño totalmente moderno ... algunos de ellos con machihembrados que ajustan mutuamente, y algunos con formas cónicas de modo que el extremo más pequeño ajusta en el extremo mayor del siguiente».

Hace referencia al descubrimiento de un acopio de cuentas para collares:[78]

Algunas de las cuentas hechas de esteatita eran insólitamente pequeñas; una cantidad de las mismas estaba guardada para seguridad en un jarro pequeño, y cuando se alinearon cabían 34 por pulgada (2,5 cm). Sus orificios eran tan diminutos que solo se hubieran podido ensartar en un cabello, y es difícil comprender cómo se elaboraron y horadaron estas cuentas. ...

En cuanto a Mohenjo Daro (otro yacimiento del valle del Indo), prácticamente cada casa tenía su baño y letrina, de donde el agua se vertía a los desagües en la calle, y así era llevada bien al exterior de la ciudad. De hecho, el sistema de drenaje estaba planeado de forma notable, de modo que cada calle estaba dotada de dos o más desagües, construidos, al igual que las casas, de ladrillo cocido. Varios de los tubos de desagüe, algunos de los cuales se encontraron in situ, demuestran que este antiguo pueblo tenía unos expertos ingenieros sanitarios; además, las caídas estaban dispuestas de modo que hubiera el mínimo posible de salpicaduras, y cuando se tenía que girar un recodo, los ladrillos estaban cuidadosamente redondeados para reducir la fricción. Los tubos de desagüe son de diseño totalmente moderno; excepto por el hecho de que están hechos de cerámica porosa, servirían para el mismo propósito en la actualidad.

 

En realidad, cualquiera que haya tenido experiencia con un sistema de vaciado de tanque séptico sabrá que en realidad esta porosidad era una gran ventaja, porque una buena cantidad del contenido del sistema se purga a través de las paredes de la tubería hacia la tierra alrededor, lo que alivia la carga en el extremo de vaciado.

También se encontraron algunos notables sellos-amuletos en los niveles inferiores, con ilustraciones de elefantes, bueyes y del buey Urus de un solo cuerno. Estos sellos están tallados de una forma muy refinada, con unas reproducciones casi perfectas de los animales que representan, mostrando unas proporciones y una musculatura absolutamente perfectas. Los instrumentos y armas de cobre y de bronce aparecen en abundancia por todas partes.

Estas instalaciones sanitarias y estos equipamientos domésticos contrastan acusadamente con las actuales aldeas orientales cuyos habitantes tienen la desagradable costumbre de echar todos los residuos a la calle para que se los lleve la lluvia. Pero, ¿de dónde vino esta gente? El Dr. Mackay dice que hemos de buscarlos en el Altiplano Iraní. Cualquiera que fuese su origen, parece que entraron ya civilizados en el valle del Indo. Es asombroso encontrar en dos de los yacimientos más antiguos, Harappa y Changu Daru, pruebas de tal gusto y destreza en arte, junto con un extraordinario conocimiento de ingeniería.

En Mohenjo Daru, otro yacimiento en el mismo complejo, se encontró una figura de un bailarín varón y el torso desnudo de una figura femenina que, según Childe,[79] están «modelados con una vivacidad de actitud, y la musculatura y los contornos de los cuerpos delineados con una atención y realismo, como no se encuentran en ninguna otra parte antes de la época griega clásica. De hecho, tan moderno llega a ser el tratamiento que las esculturas se han atribuido a la era greco-bactriana». Su gusto artístico no estaba menos desarrollado que su tecnología.

Pero, si estos colonos llegaron de la región del altiplano, ¿no deberíamos encontrar sus restos allí? Parece que el yacimiento de Sialk es una aldea de esta clase. La excavación de este yacimiento fue emprendida por una expedición francesa del Museo del Louvre, que comenzó sus trabajos en 1933 y laboró continuamente hasta 1938, y luego hubo trabajos adicionales en la región desde la Segunda Guerra Mundial. Al cargo de la expedición estaba R. Ghirshman, que ha publicado sus trabajos en numerosas revistas, y que recientemente ha publicado un libro muy extenso titulado Iran.[80]

En este libro y en anteriores artículos expuso algunos de sus resultados como sigue. El yacimiento está bastante cerca de la famosa ciudad de Kashan, conocida por sus alfombras, y no lejos al sur de Teherán, la capital de Irán. Fue ocupada por primera vez en el quinto milenio a.C., fecha en la que los datos demuestran que el clima de la región estaba cambiando de muy húmedo a otro árido. La parte central del Altiplano Iraní había aparentemente escapado de la glaciación que había cubierto el resto de Europa, pero había estado experimentando una gran pluviosidad, y esto había llevado a la formación de «un inmenso lago o mar interior» en el que confluían muchos ríos que procedían de las altas montañas. Al secarse este grande pero poco profundo mar interior, dejó en su lugar muchas ciénagas que se convirtieron luego en praderas y sabanas. La caza era abundante, y el hombre «penetró primero para cazar y luego para asentarse de forma permanente». Para entonces ya había domesticado algunas especies, como el buey y la cabra.

Ghirshman descubrió también que los ocupantes eran muy artísticos. En sus propias palabras:[81]

Nunca antes en las exploraciones sistemáticas que han sacado a la luz los restos de civilizaciones extintas se han encontrado tales objetos tallados de hueso o de piedra en esta región. Las excavaciones de Sialk han revelado ahora la existencia de una maravillosa técnica de talla de hueso, que había ya realizado unos progresos dignos de atención en el período que estamos ahora considerando. Entre los restos de viviendas, descubrimos recientemente una serie completa de empuñaduras de sílex, empuñaduras que estaban acabadas con una cabeza de animal o con una talla de una figura humana. ...

La figurilla que decora la empuñadura de una de estas herramientas se puede considerar como la talla de una figura humana más antigua jamás descubierta en Asia Occidental. La estatuilla, que quizá representa a un jefe o a un sacerdote, lleva un bonete en la cabeza; alrededor de las caderas lleva un taparrabos, cuya parte superior está arrollada por debajo formando una especie de cinto. Los brazos de la figura están cruzados, y el torso está ligeramente inclinado hacia adelante.

No es posible creer que una técnica capaz de crear un objeto como esta estatuilla estuviera en su fase inicial. El artista manifiesta su conciencia tanto de las proporciones como del planteamiento técnico. La manera en que se trata la actitud del hombre, sus músculos, su vestimenta, revelan una estrecha observación, así como mucha práctica y destreza. ...

 

Los habitantes pronto domesticaron también cerdos, perros y el caballo, siendo esta la primera evidencia de la existencia del caballo en Irán en un período tan remoto. Vere Gordon Childe llamó la atención al sorprendente hecho de que en los niveles más antiguos los habitantes estaban también hilando y tejiendo para fabricar telas, aunque las fibras que usaban todavía no se han identificado de forma segura.[82] Ghirshman también se refiere a los más antiguos documentos conservados en forma de unas simples tabletas que evidentemente se tenían que relacionar con las más antiguas tabletas encontradas por una expedición francesa en los niveles más inferiores de Susa —estableciendo así lo que para él es una vinculación ancestral directa de norte a sur.

Así, parece que Sialk repesenta un asentamiento de la gente que, viajando más hacia el sur, se estableció en Susa poco tiempo después. Pero Ghirshman iría un paso más allá, porque él considera que el pueblo de Sialk está relacionado también con la civilización indoeuropea y con la de los frigios en Asia Menor, un pueblo de raza indoeuropea estrechamente relacionado con los ilirios que inmigraron allí desde Tracia, «lo que nos da derecho a considerar a los habitantes de Sialk como pertenecientes también a la misma familia indoeuropea».[83] Era solo de esperar que hubiera evidencia en esta época tan temprana de la estrecha asociación de todos los tres hijos de Noé. Parece casi como si entonces seguían todavía juntos, aunque indudablemente sus familias habían aumentado mucho en número. Pero poco después comenzaron a dividirse. Los hijos de Jafet se dirigieron hacia el norte y se establecieron en Asia Menor y hacia Europa. Los hijos de Cam se dirigieron al sur, y, penetrando en el valle del Indo, se establecieron allí. Pero también por vía de Susa dieron la vuelta hacia Mesopotamia, llegando a su extremo meridional poco después para establecer la cultura de Al Ubeid. Quizá los hijos de Sem se dirigieron hacia occidente y luego descendieron hacia el norte de Siria, asentándose en Tell Halaf, volviéndose luego de nuevo hacia el este y hacia el norte de Mesopotamia, donde en tiempos de Nimrod cayeron bajo el dominio de los sumerios del sur.

Al referirse a Sialk, Childe tiene cuidado en observar cuán rápidamente el pueblo que ocupó el lugar avanzó en su civilización. Escribe él:[84]

La cultura más antigua descubierta en Sialk se puede emparejar con las de otros yacimientos en el altiplano y al norte hasta Anau en el oasis de Merv en el Turkestán ruso [¿la ruta seguida por los hijos de Jafet?]. En Sialk se puede observar una segunda fase en las aldeas construidas sobre las ruinas de las ya descritas. Las casas ya no están construidas simplemente de barro prensado, sino de ladrillo secados al sol. La recolección de comida es menos importante en la economía comunitaria; se han añadido caballos a los animales domesticados. Se transportan conchas a través de los montes desde el Golfo Pérsico. El cobre es más común, pero sigue siendo tratado como una clase superior de piedra, y se trabaja martillándolo en frío. Se hacen herramientas con hueso, piedra y sílex locales, así como un poco de obsidiana importada. Pero se encuentran hornos especiales para cocer objetos de cerámica.

Luego con Sialk III la aldea se trasladó a un nuevo emplazamiento cercano al antiguo e irrigado por el mismo manantial. Los utensilios siguen estando hechos localmente de materiales disponibles. Pero el cobre se trabaja de forma inteligente por fundición para hacer hachas y otros artículos que debían ser todavía objetos de lujo. El oro y la plata son de importación, y el lapislázuli del norte de Afganistán. Aparecen alfareros que hacen vasijas de manera rápida con una rueda rápida, en lugar de modelarlas a mano. Y los hombres usan sellos para marcar sus propiedades. Finalmente, Sialk IV es una colonia de elamitas conocedores de la escritura. ...

 

En otras palabras, la vida al mismo comienzo en estos lugares fue necesariamente simple, pero parece que no solo había pericia técnica sino también artística, y por ello cultivada. Y se desarrolló con extremada rapidez.

Desde Sialk es ahora costumbre retroceder a los niveles inferiores en Jarmo y otros yacimientos en el Kurdistán irakí que parecen representar una etapa anterior, una etapa sin cerámica (aproximadamente coetánea con y similar a los niveles más inferiores de Jericó, incluso siendo ya una ciudad fortificada para esta época).[85] Pero, ¿podemos estar realmente seguros de que estos yacimientos son anteriores meramente porque no haya evidencia de cerámica? ¿No será esta una interpretación prejuiciada? En realidad no hay una razón absoluta para situar estas culturas en un estadio más «temprano» que el argumento de que han de ser más tempranas meramente porque parecen más simples. La supuesta ley de desarrollo evolutivo puede demandar esta interpretación, pero por sí mismos los datos son bien neutrales, hasta que se descubra algo que establezca la prioridad de una forma fehaciente.

Cuando Noé y su familia salieron del arca en algún lugar de esta región, desde luego debieron tener conocimiento de los metales, porque para aquel entonces el trabajo del metal ya tenía siglos de antigüedad (Génesis 4:22).

Ahora bien, se argumenta que los yacimientos sin cerámica en esta área han de ser más antiguos. El criterio es la ausencia de cerámica. Sin embargo se sabe por otros lugares, especialmente en Grecia,[86] que el uso de metales puede preceder al uso de la cerámica, donde las vasijas de cerámica se basan posteriormente en prototipos de metal. En estos yacimientos, aunque han desaparecido los originales metálicos, tienen que haber existido para dar paso a aquellos que son manifiestamente sustitutos. Sigue de esto que en aquellos períodos en los que las vasijas se hacían comúnmente de metal, puede haberse dado una ausencia de cerámica, y esta ausencia sería prueba no de un nivel inferior de tecnología, sino más bien de un nivel más avanzado. De modo que la razón por la que Jarmo y los niveles inferiores de Jericó se consideran como más primitivos, esto es, la ausencia de cerámica, puede ser totalmente falsa. En realidad, cuando la cerámica aparece por fin en estos yacimientos, adopta una forma que podría ser fácilmente el resultado de una inspiración derivada del uso de vasijas de metal. El hecho de que no se encuentren vasijas de metal en estos niveles inferiores no es tan significativo, por la simple razón de que estas vasijas no se romperían fácilmente, y no se descartarían. El punto de esta discusión es sencillamente que aquellos yacimientos que se consideran como antecedentes por razón de su cultura inferior pueden realmente ser posteriores; puede que se trate en realidad de asentamientos establecidos por las primeras migraciones procedentes de la agrupación principal en el altiplano.

Así, aunque se supone que Jarmo y la antigua Jericó son más antiguas que Sialk, no creo que esto esté demostrado. Quizá lo fuesen, pero la suposición se basa, como se ha dicho ya, en el nivel inferior de desarrollo cultural según se valora por lo que los habitantes dejaron tras sí. La datación para Jarmo establecida por Braidwood no es, en todo caso, tan antigua. Da la cifra de 6000 a.C., pero añade que es probable que esta fecha se pueda reducir cuando se evalúen los indicios de forma más completa.[87] Kenyon data Jericó en 8000 a.C.,[88] pero Zeuner, que fue el principal responsable de las investigaciones sobre las que se basan las cifras, afirma «con toda contundencia» que es necesario ser cautos antes de aceptar estas dataciones radiocarbónicas.[89]

Así, esta es la situación. En algún lugar en el Altiplano Iraní se asentó un pequeño grupo de gente que necesitaron poco tiempo para desarrollarse suficientemente para crear el posterior complejo cultural que caracteriza a los niveles superiores en Sialk. Desde allí, o desde algunos lugares parecidos en unas etapas de desarrollo paralelas, salieron emigrantes hacia el oeste, para asentarse en Tell Halaf, por ejemplo. Otros se dirigieron al sur, dividiéndose en dos grupos, uno de ellos rodeando el extremo más bajo de los montes Zagros, llegando finalmente a la planicie de Mesopotamia desde el sur, y el otro volviéndose hacia el este, estableciéndose finalmente en el valle del Indo.

Desde Mesopotamia y desde el norte de Siria, por lo que parece, unos espíritus más aventureros siguieron viajando hasta que llegaron al Bajo y al Alto Egipto; y todo esto se realizó en un tiempo extraordinariamente corto.[90]

Esta es desde luego una gran simplificación, porque algunos de los colonos en la baja Mesopotamia viajaron posteriormente alrededor del límite meridional de Arabia y entraron en África por el Cuerno. Y la rama jafética de la familia de Noé se fue extendiendo muy posiblemente a un ritmo más reposado hacia el norte (adentrándose en el Cáucaso) y hacia el oeste (hacia Asia Menor y prosiguiendo hacia Grecia y Europa), volviendo solo mucho más tarde hacia el sur y el este a Persia y adentrándose en el valle del Indo. Pero aunque esta reconstrucción sea de una simplicidad artificial, el factor tiempo probablemente no varía en un margen apreciable. La tendencia ha sido, con una cierta consistencia, a reducir más que a extender la cronología global.[91]

Todos los movimientos iniciales parecen haber tenido lugar dentro de un período de 1.000 a 1.500 años, lo que muestra la rapidez de la transición al nivel cultural de Al Ubeid, por ejemplo. Y mientras que Al Ubeid se encuentra al principio de la civilización sumeria, en el espacio de pocos cientos de años los sumerios habían conseguido un nivel de pericia técnica mayor que la de muchas partes de Europa justo antes de la Revolución Industrial.

Uno se enfrenta inevitablemente con la pregunta de qué había estado sucediendo en el resto del mundo, que el progreso hubiera sido tan fantásticamente lento, si realmente se había necesitado de entre un cuarto de millón a medio millón de años para alcanzar los niveles más inferiores en Sialk. Es casi imposible concebir un período tan largo con tan poco progreso, especialmente cuando uno sabe que según Zeuner el arte de las cavernas europeas atribuido al Hombre de Cro-Magnon estuvo en proceso de desarrollo hace unos 72.000 años.[92] De hecho, Zeuner admitió su propio asombro ante la lentitud de desarrollo en algunos casos. Así, refiriéndose a las culturas durante el Último Interglacial, escribía:[93]

El rasgo interesante de esta evolución de las industrias de las hachas es la poca entidad de cambio que se observa, a pesar del gran lapso de tiempo que se cubre. Juzgando por las pautas de, digamos el Paleolítico superior, los ritmos evolutivos de las «industrias» de Crag y del Abbevillense, cubriendo alrededor de 60 mil años cada uno, son lentos; pero más lento fue el del Achelense, que duró 300 mil años, de los que alrededor de 200 mil años parecen haber estado ocupados por la «etapa media». Este conservadurismo del Achelense es uno de los fenómenos más sorprendentes de la cronología del Paleolítico.

 

Cosa extraña, ciertamente. Observemos la secuencia: durante quizá un cuarto de millón de años hubo hombres inteligentes, prácticamente muy parecidos a nosotros en muchos respectos, que apenas si avanzaron su cultura en absoluto. Luego apareció un asentamiento en el Altiplano Iraní cerca del lugar tradicional donde el Arca tocó tierra, y que en el espacio de un período de quizá 1.500 años se desarrolló culturalmente en las planicies de Mesopotamia, lo que a su vez, en un lapso de mil años, dio origen a una serie de culturas avanzadas que apenas si han sido igualadas hasta tiempos relativamente modernos.[94] Y, finalmente, después de este repentino estallido de actividad que duró posiblemente otros 1.500 años, aproximadamente, y que dio lugar a algunos de los logros culturales en Babilonia, Egipto y el valle del Indo, los más refinados que se hayan visto en el Oriente Medio, el proceso se fue deteniendo hasta que muchos de los centros más prósperos entraron en decadencia y desaparecieron, y mucha parte de la India, África y Europa permanecieron en un estado de semibarbarie hasta bien entrados los tiempos de Roma, y en algunos casos hasta muy posteriormente. Así, la secuencia adopta la forma de un tiempo increíblemente largo casi sin crecimiento; un salto repentino que llevó al cabo de muy pocos siglos a una cultura extraordinariamente avanzada; una disminución gradual de este ritmo, y una decadencia, seguido ello solo mucho más adelante por la recuperación de técnicas perdidas y por el desarrollo de otras nuevas, lo que llevó finalmente a la creación de nuestro mundo moderno. ¿Qué fue lo que operó durante aquel corto período de tiempo que aceleró de tal manera el proceso de desarrollo cultural y que produjo unos resultados tan pasmosos? ¿No será el largo período previo de lento «progreso» meramente un producto de la imaginación que surge de una interpretación errada de los datos? ¿No será posible explicar el hombre paleolítico de alguna otra forma? ¿Pudiera ser que fuese el descendiente y no el antecesor del pueblo que creó tan rápidamente las culturas de la tradicional Cuna de la Civilización?

Me parece que así es. El repentino ascenso de una cultura avanzada en el Oriente Medio se explica más directamente por referencia a ciertas declaraciones explícitas que aparecen en los primeros capítulos de Génesis, y a ciertas implicaciones razonables basadas en las mismas. Además, estoy convencido que solo se puede explicar la extraordinaria lentitud del primitivo desarrollo cultural en Europa y otros lugares revisando dichas culturas a la luz de lo que sabemos actualmente de la historia de las sociedades primitivas desde que el Hombre Blanco entabló contacto con ellas por primera vez y comenzó a registrar sus observaciones acerca de las mismas.

 

 

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Capítulo 3

 

Degeneración cultural

 

E

N LOS ALREDEDORES del 3000 a.C., la situación cultural de la humanidad parece haber sido algo así: Una extraordinaria y avanzada civilización representada en diversas regiones del Oriente Medio, más particularmente en Mesopotamia, Egipto y el valle del Indo, estaba rodeada de una cantidad de asentamientos descendientes establecidos como colonias que reflejaban algo de pero no toda la civilización central que era antecesora de las mismas. Al irnos apartarnos del centro, la luz se va desvaneciendo. Aquí y allá, unas circunstancias cuya naturaleza no está totalmente clara permitían que la luz brillase más intensamente, en época muy temprana en China[95], y considerablemente más tarde en Centroamérica. Sin embargo, parece haber sido regla general que el nivel cultural era inferior al desplazarse más lejos de la fuente original de inspiración. Cualquier pueblo que migrase, bien voluntariamente, bien bajo presión, a tal distancia que quedase más allá de la corriente de las influencias del núcleo central y que dejase de gozar del estímulo de contactos culturales continuados, descendía más y más en la escala, perdiendo un elemento tras otro, hasta llegar a aquella situación con respecto a la cultura como la que puede alcanzar el cuerpo con respecto a una enfermedad, cuando sus energías quedan tan reducidas que lo incapacitan para restaurarse a la salud sin ayuda externa. Lamentablemente, así como unos reconstituyentes inadecuados pueden destruir al enfermo extenuado, así el contacto con el Hombre Blanco y su civilización inmensamente más compleja ha tendido a destruir las culturas más primitivas, incluso cuando nos esforzamos sinceramente en mejorar las condiciones de las mismas. No pocos pueblos han demostrado haber llegado a una situación tan baja que la pena de encontrarse con una civilización más avanzada ha sido la de su total extinción; entonaron su canto del cisne y desaparecieron. Si un pueblo primitivo así representaba en cualquier manera al hombre antiguo, se plantea la pregunta de si se hubiera podido dar jamás una evolución cultural a la vista de que no parece haber ninguna capacidad de autosuperación.

Las sociedades que más sufrieron debido a los contactos culturales con el Hombre Blanco han tendido a ser las más «degradadas», y su degeneración era invariablemente resultado de la extrema dureza de su medio. Sin embargo, esta misma dureza ha refrenado el deseo de las civilizaciones más avanzadas de desposeer a los habitantes aborígenes hasta tiempos muy recientes, y este factor los ha salvado de la extinción. Es difícil en primer lugar comprender por qué nadie fuese a decidir asentarse en ciertas partes del mundo donde el medio es tan desfavorable. Los esquimales en el ártico, los ona y yaganes en Tierra del Fuego, los semang de la Península Malaya, los bosquimanos del desierto de Kalahari, o los pigmeos de Ituri en los cálidos y húmedos bosques del Congo —estos seguramente no hubieran escogido estos hábitats a no ser que alguna circunstancia hubiera obligado a ello a sus antecesores, acostumbrándose después sus descendientes a los mismos y aceptándolos como normales. En muchos de estos casos el margen de supervivencia es tan pequeño que una vez se ha establecido una pauta segura de vida, estas sociedades no pueden permitirse la más ligera desviación.[96]

La cultura se vuelve «monolítica», y cualquier cambio tiende a ser calamitoso a no ser que proceda de su interior. Goldenweiser se refiere a esto como involución cultural,[97] que ocurre sin conflicto, en contraste con evolución, que depende de un conflicto. Por esta razón se temen los contactos con otras culturas, y se evitan en todo lo posible. Parece probable que esta característica de todos los pueblos primitivos ha existido siempre. Este conservadurismo es un firme obstáculo frente a cualquier clase de evolución progresiva como proceso automático resultante de la Lucha por la Existencia, porque esta clase de cambio ha sido casi siempre perjudicial para la cultura. La involución puede tener lugar de forma silenciosa. Lo cierto es que esto solo se permite cuando se cumple esta condición. Así, el concepto evolucionista de la Lucha por la Supervivencia, por sí mismo, no beneficia a una sociedad primitiva. Sus recursos son demasiado exiguos.

En cambio, se puede demostrar que la regresión cultural ha sucedido muchas veces a lo largo de la historia. Para resumir esta situación, podemos ver que el progreso ha tenido solo lugar en la corriente principal, en aquellas culturas que derivaron su inspiración y que la renovaban periódicamente apoyándose en el estallido inicial de desarrollo que ha sido el tema de la primera mitad de este artículo. En el momento en que cualquier cultura rompió el contacto, su historia a partir de entonces tendió a caracterizarse por la pérdida de los viejos elementos y no por la ganancia de otros nuevos. En algunos se consiguieron ganancias, pero casi siempre por involución. Además, una vez se había dado la ruptura y se mantenía durante un cierto tiempo la falta de contacto, la renovación del contacto tendía a ser perjudicial en lugar de benéfica. No tenemos ningún caso en la historia de ninguna cultura que hubiera estado aislada de esta forma que después gozase de un desarrollo progresivo continuado hacia un nivel más avanzado. Si admitimos la perspectiva bíblica de la existencia de una civilización avanzada al mismo comienzo, resultante de las circunstancias de la creación original del hombre y de una dotación especial, seguido ello del cataclismo del Diluvio y de la dispersión del hombre poco después mientras todavía gozaba de un avanzado nivel de civilización, la posterior historia cultural de la humanidad es coherente. La perspectiva evolucionista del hombre comenzando como un animal y educándose lentamente a sí mismo para cosas mejores y más avanzadas hasta que después de medio millón de años llegó a la etapa neolítica, desde la que fue mejorando rápidamente su suerte y pronto llegó a una civilización avanzada, puede parecer razonable, pero no está verdaderamente respaldada por los datos.

Ahora bien, estos dos puntos de vista alternativos siempre han existido, aunque en la actualidad ningún antropólogo de reputación estaría dispuesto a admitir que mantiene el primero. Pero E. B. Tylor, aunque estaba totalmente convencido de la segunda alternativa, admitía sin embargo que la perspectiva bíblica era al menos posible. Observemos, sin embargo, la forma curiosa en que aparece esta admisión. Citando sus propias palabras:[98]

La tesis que me aventuro a mantener, dentro de sus límites, es sencillamente esta, que el estado de salvajismo representa en cierta medida una condición temprana de la humanidad, de la que la cultura avanzada se ha desarrollado o evolucionado gradualmente, mediante procesos todavía operativos como en la antigüedad, con el resultado de que se demuestra que, en general, el progreso ha prevalecido de lejos sobre la recaída.

En base de esta proposición, la tendencia principal de la sociedad humana durante su largo período de existencia ha sido pasar de una etapa de salvajismo a otra de civilización.

 

Pero proseguía:

Esta teoría progresista de la civilización se puede contrastar con su rival, la teoría de la degeneración. ... Esta teoría ha recibido la sanción de gran erudición y talento. Prácticamente se ha resuelto en dos presuposiciones, la primera que la historia de la cultura comenzó con la aparición en la tierra de una raza semicivilizada de humanos, y la segunda, que desde esta etapa la cultura ha procedido en dos vías, en retrogresión para producir salvajes, y en avance para producir a los humanos civilizados. La idea de que la condición original del hombre fue de una cultura más o menos avanzada debe recibir una cierta importancia debido a su considerable arraigo en la opinión pública. Pero por lo que se refiere a datos relevantes, no parece tener ninguna base etnológica.

 

A pesar del tenor de su conclusión final aquí, pasa luego a decir que los modernos primitivos, aunque a su parecer son representantes del Hombre Paleolítico, son realmente un testimonio muy deficiente en favor de la teoría progresista porque nunca parecen dar muestras de ningún progreso ellos mismos. Comenta que Niebuhr, al atacar a los progresistas del siglo 18, fue uno de los primeros en argumentar «que no se puede presentar un solo ejemplo de un pueblo realmente salvaje que haya llegado a la civilización de forma independiente».

Whately[99] asumió esta observación, que luego forma el núcleo de su célebre conferencia «Sobre el origen de la civilización». «Las realidades son tozudas», dijo, «y que no se puede presentar ningún caso autentificado de ningunos salvajes que jamás salieran sin ayuda de su estado no es una teoría, sino una declaración que jamás ha sido refutada sobre una base de hecho». Tylor tenía poca paciencia con este punto de vista;[100] sin embargo, tuvo la sinceridad de admitir que había casos conocidos de degeneración dentro del período histórico. De hecho, en otra obra dedicó un considerable espacio a casos adicionales, y a algunos de los factores que son causa de esta degeneración. Para sus sucesores de mentalidad más estrictamente evolucionista, estas admisiones daban demasiada ayuda al enemigo, y por consiguiente se hizo poca o ninguna alusión a las mismas en la literatura «oficial» hasta que, como ya hemos observado, surgió gradualmente una revuelta entre los antropólogos contra esta insistencia dogmática en el sentido de que todo en el pasado cultural del hombre ha de tener una historia evolutiva. Hay otro hecho que un mejor conocimiento de los pueblos primitivos actuales ha sacado claramente a la luz y que también se enfrenta al punto de vista de que el hombre primitivo comenzó con una inteligencia poco mayor que la de un animal, y que solo después de cientos de miles de años evolucionó hasta llegar a ser un ser superior y más cultivado. Se trata del descubrimiento de que, a pesar de todas las apariencias en contra, los pueblos primitivos actuales son en todos los aspectos tan inteligentes como nosotros y en muchos casos mucho más sabios. Es costumbre suponer que el hombre primitivo mostró tanta lentitud en mejorar su suerte porque al principio era poco más inteligente que los demás primates, cuyo mundo compartía. No fue hasta que hubo pasado un período inmenso de tiempo que adquirió suficiente inteligencia para asentarse en un lugar y realizar un serio intento para controlar su medio con la domesticación de plantas y animales, y sustituyendo su vida nómada por una vida sedentaria. Pero sabemos ahora que los más inferiores de todos los pueblos primitivos de tiempos recientes son en todo punto tan educables como nosotros mismos, y que la diferencia reside en el medio, en la instrucción y en la oportunidad.

En un artículo-reseña de las ideas de Darwin acerca del desarrollo del cerebro humano, Loren Eiseley observaba que el mismo Wallace admitió hace mucho tiempo que los hombres con culturas simples poseen las mismas capacidades intelectuales básicas que los darwinistas mantenían que solo podían desarrollarse mediante una lucha competitiva. Y se concebía que esta lucha había sido grande y muy extendida, pero, como observaba Eiseley:[101]

La selección natural solo hubiera podido dotar al salvaje con un cerebro poco superior al de los simios, mientras que en realidad posee uno solo poco inferior al del promedio de nuestras sociedades eruditas. ...

Wallace insistía en que las capacidades artísticas, matemáticas y musicales no se podían explicar sobre la base de la selección natural y de la lucha por la existencia.

 

En una línea parecida, Franz Boas aconsejaba cautela:[102]

Por analogía, asociamos los rasgos mentales inferiores con rasgos brutos. En nuestra forma de hablar ingenua y diaria, los rasgos brutos y la brutalidad están estrechamente relacionados. Pero aquí debemos distinguir entre el desarrollo anatómico y muscular del rostro, el tronco y las extremidades debido a hábitos de vida. ... También somos propensos a realizar inferencias respecto a la capacidad mental en base de una frente achatada, una mandíbula pesada, dientes grandes y pesados, quizá incluso de una longitud desmesurada de los brazos o de un desarrollo excepcional de la pilosidad.

Resulta que ni los logros culturales ni la apariencia externa son una base segura para juzgar la aptitud mental de las razas.

 

En uno de los tratados de Oxford sobre Asuntos Mundiales, Sir Alfred Zimmern argumenta de forma interesante que lo contrario también es cierto, esto es, que en nuestra propia cultura «cada bebé que nace ... es un bebé de la Edad de Piedra».[103] El sentido de esto es que realmente las potencialidades humanas nunca han cambiado, ni para bien ni para mal. A pesar de todas las apariencias en contra, tú y yo no estamos en absoluto más dotados por la naturaleza que un recién nacido en una sociedad primitiva coetánea. Zimmern estaba tratando de destacar el hecho de que un europeo moderno (y tenía en mente a los nazis) puede ser por naturaleza tan salvaje como cualquier «salvaje». Una «cultura» más avanzada no denota una inteligencia superior. Tampoco, por la misma razón, una cultura inferior denota una inteligencia inferior. Muchos escritores recientes han resaltado este extremo. Así, Nicholson, en una reciente reseña de una obra de Oscar Lewis, Five Families: Mexican Case Studies in the Culture of Poverty [Cinco familias: Estudios de casos mexicanos en la cultura de la pobreza], concluía en base de las pruebas:[104]

El progreso desde la pobreza a las riquezas es un progreso desde una percepción religiosa profunda a otra superficial, de lectura más seria a menos seria, de problemas terrenales a problemas de una sexualidad patológica, y de una especie de contentamiento básico basado en todo el trabajo de un día a una actitud quejosa resultante de placeres artificiales y de valores distorsionados.

 Esta tendencia debería inducir a la reflexión a los que siguen creyendo que la tendencia de una economía subdesarrollada a otra desarrollada es necesariamente deseable por sí misma.

 

Además, parte del interés suscitado en esta cuestión se ha debido a que la Segunda Guerra Mundial desveló cuán absolutamente inhumano puede ser el hombre «civilizado», y tanto más inhumano cuanto mejor educado. E. J. Holmyard observaba acerca de este punto en un editorial:[105]

Que el hombre promedio de 1946 esté mucho mejor informado que sus predecesores de incluso hace un siglo debe desde luego atribuirse a los mejores métodos para la diseminación del conocimiento, no a una capacidad mejorada de asimilarlo. Y difícilmente se podrá contradecir que una de las principales razones de nuestros actuales problemas es esta amplia extensión de conocimiento a una gente cuyas mentes no están suficientemente cultivadas para poderlo usar de forma apropiada.

 

Debemos actuar con cautela acerca de nuestra evaluación de las culturas inferiores cuando tenemos información solo acerca de la sencillez de sus armas y útiles. Existen abundantes pruebas de que sus hijos son académicos de primera clase, y a veces superiores, cuando se les da la oportunidad.[106] Lo mismo ha de ser aplicable al Hombre Antiguo. Como Kenneth Oakley observó recientemente:[107]

No tenemos razón alguna para inferir que todos los hombres del Paleolítico Inferior tuviesen cerebros cualitativamente inferiores a los del hombre medio de la actualidad. La simplicidad de su cultura se puede explicar por la extremada dispersión de la población y su carencia de acumulación de conocimientos. Un supuesto indicador de la mente de Homo sapiens es el impulso artístico, pero los indicios arqueológicos sugieren que este rasgo se manifestó casi en el albor de la manufactura de herramientas.

 

De hecho, es instructivo volvernos las tornas sobre nosotros mismos y aprender lo que los pueblos primitivos han pensado en ocasiones acerca del Hombre Blanco —cuando se les podía persuadir a expresar su opinión a pesar de la reserva debida a su natural cortesía. Consideremos, por ejemplo, la contestación dada a la Comisión de Virginia en 1744 cuando esta digna Corporación ofreció educar a seis jóvenes indios en la Escuela Superior de William and Mary.[108]

Varios de nuestros jóvenes fueron educados formalmente en escuelas superiores de las Provincias del Norte: fueron instruidos en todas vuestras ciencias; pero cuando volvieron a nosotros, eran malos corredores, ignoraban todos los medios para vivir en los bosques, eran incapaces de soportar el frío o el hambre, no sabían como edificar una cabaña, atrapar un ciervo o matar a un enemigo, hablaban nuestra lengua de forma imperfecta, y por ello no eran aptos como cazadores, guerreros o consejeros; no eran buenos para nada.

Sin embargo, no nos sentimos menos agradecidos por vuestro amable ofrecimiento, aunque declinamos aceptarlo; y para manifestaros nuestro sentimiento de gratitud, si los caballeros de Virginia nos envían una docena de sus hijos, nos cuidaremos de su educación, los instruiremos en todos nuestros conocimientos, y haremos hombres de ellos.

 

No se dice, en la fuente de la que obtuve esta interesante cita, si ningunos jóvenes de Virginia aprovecharon esta oferta de recibir una educación apropiada. Sí que nos demuestra, sin embargo, que podemos estar tan centrados en nuestra cultura que dejamos de ver en una sociedad primitiva ningunos de los verdaderos valores que subsisten en ella y cuán ausentes pueden estar en la nuestra propia. Contemplamos a esta gente como niños crecidos que juegan unos juegos más bien tontos, que se encolerizan con facilidad y que son generalmente de conducta inmadura. Así, nos puede caer como una sorpresa la lectura de la siguiente valoración del Hombre Blanco comunicada a Rasmussen por un esquimal:[109]

Se cree comúnmente que los Hombres Blancos tienen una mente muy como la de niños pequeños. Por ello, se debe siempre ceder ante ellos. Se encolerizan con facilidad, y cuando no pueden conseguir lo que quieren son temperamentales, y como los niños, tienen las más extrañas ideas y caprichos.

 

En su libro Ishi, a Biography of the Last Wild Indian in North America [Ishi, una biografía del último indio salvaje en Norteamérica], la Sra. Theodora Kroeber escribe una evaluación muy sensible de un hombre verdaderamente «primitivo» que sobrevivió solo por accidente hasta el mundo moderno. Ella y su marido (A. L. Kroeber) entablaron una gran relación con este extraordinario y amable hombre, y como resultado pudieron discernir sus verdaderas impresiones del Hombre Blanco que llegó a él como un total extraño, como él para ellos. Consideraba al Hombre Blanco como «afortunado, inventivo, y muy, muy inteligente; pero infantil y falto de una deseable reserva y de una verdadera comprensión de la naturaleza». Poco antes de morir (en 1916) reafirmó su punto de vista acerca de nosotros como ciertamente sofisticados pero «todavía solo niños — listos, pero no sabios».[110] Y este hombre era representante de un pueblo que nosotros considerábamos de entrada como supersticiosos salvajes carentes de instrucción, condición esta que supuestamente había caracterizado a nuestros propios antepasados prehistóricos.

Y para recordar la historia, los antiguos britanos, cuando fueron contactados por primera vez por los romanos, fueron considerados de una forma muy parecida a como nosotros hemos considerado a nuestros coetáneos primitivos. Cicerón escribió a Roma:[111]

No os consigáis esclavos de [Gran] Bretaña, porque son tan estúpidos y tan incapaces de recibir instrucción que no son aptos para formar parte de la Familia de Atenas.

 

Esta podría ser otra manera de considerar el antiguo grito de guerra: «Los británicos jamás, jamás, jamás esclavos serán». Mucho más recientemente el nativo africano ha comenzado a cobrar confianza suficiente, y palabras, para expresar su sincero punto de vista acerca del Hombre Blanco. Nunca ha dejado de admirar nuestra tecnología, pero sus sentimientos acerca de nuestra conducta cultural son algo diferentes. Por cuanto la declaración original que tengo aquí en mente es más bien larga, podrá ser suficiente con el siguiente resumen. El escritor era un africano nativo visitando Europa y América.[112] Se sentía realmente escandalizado por la forma en que no solo se permitía a los niños, sino que casi se les alentaba a ser irrespetuosos con sus mayores. «Las mujeres blancas», dice, «parecen estar parloteando como pájaros todo el tiempo. Sus palabras ... no se deben tomar en serio.» Observaba que el Hombre Blanco se excita mucho y habla con exageración de cosas que él mismo no consideraría como particularmente significativas. Se sienten tan incómodos unos con otros, que creía que era por temor al silencio que no dejaban de hablar nunca. Nosotros consideramos a los pueblos nativos como carentes de individualismo, pero este caballero africano se sintió sorprendido de lo grande que era nuestro temor a que se nos considerase «diferentes». También observaba que «los hombres parecen aun más misteriosos. A nosotros nos puede parecer que incluso juegan el papel de niños en la casa. Se les cuida con mucha solicitud y se les dice lo que les ha de gustar, comer, vestir y hacer». Se sentía asombrado del temor a la vejez, que para él era el prerrequisito para un juicio maduro. En todo esto era también un sabio, porque dijo: «Sabemos que una interpretación así no es exacta, y que no deberíamos atribuir demasiada importancia a nuestras primeras impresiones generales». En esta observación tenía también en mente advertir al visitante europeo en contra de juicios prematuros de las formas nativas en base de un conocimiento insuficiente.

Estas cosas deberían servir para corregir unas preconcepciones bastante comunes acerca de los pueblos de culturas «inferiores» en general. Si son tan sabios e inteligentes como nosotros, y si representan al hombre prehistórico en cualquier manera, entonces el hombre prehistórico no era menos plenamente humano, sabio e inteligente que nosotros. Entonces, si es así, ¿por qué tardó tanto en desarrollar una civilización? O, para plantear la cuestión de una forma ligeramente diferente, ¿por qué nunca se ha observado a sus correspondientes modernos que se elevasen, excepto por contacto con una civilización más avanzada? La causa de este último fenómeno ha quedado identificada provisionalmente: esto es, que las sociedades primitivas existentes o recientemente extintas han llegado a su condición por degeneración, y cuando se da esta condición no queda capacidad para la autorrecuperación. Entonces, ¿no sería lógico suponer que las culturas del paleolítico eran también fragmentaciones degeneradas que resultaron de la ruptura inicial con la avanzada civilización en el Oriente Medio? Estas culturas prehistóricas nunca exhibieron ningún desarrollo progresivo, excepto el que resultó de la posterior infiltración de fragmentos posteriores procedentes del núcleo de la civilización. Naturalmente, este panorama parece ir en contra de toda la evidencia de la cronología. Para muchos, esta dificultad puede parecer insuperable. Dejaremos este aspecto del problema por el momento, y nos limitaremos a observar que una reconstrucción como la propuesta de la prehistoria en Europa, África y Asia —así como en el Nuevo Mundo— se ajusta de una manera extraordinaria con las pruebas culturales disponibles. Además, si la fragmentación inicial y la dispersión de la humanidad dieron como resultado sucesivas oleadas migratorias, inevitablemente algunos grupos humanos quedarían arrinconados en las regiones más marginales, donde es cosa casi cierta que individuos o familias aisladas podrían derivar aun más lejos y morir en su aislamiento, bajo circunstancias que les dejaría poco o nada por encima de las bestias que compartiesen su medio. Sería de suponer que unas circunstancias tan opresivas no solo quebrantarían el espíritu humano, sino que también degradarían físicamente la forma humana, y que por esta razón se encontrarían los restos fósiles más primitivos —como desde luego sucede invariablemente— no cerca del núcleo de donde se originó el hombre, sino en los bordes donde en su final degradación exhaló su último suspiro.[113] Esto podría explicar el hecho por otra parte anómalo de que los tipos fósiles más primitivos, como el Sinanthropus, podían todavía producir armas de sílex «a veces de refinada artesanía».[114] En el momento que éste moría, a miles de kilómetros de distancia sus parientes no tan distantes estaban avanzando hacia la creación de algunas de las civilizaciones más extraordinarias que jamás conoció el mundo antiguo.

¿Hasta donde puede descender el hombre de nivel cuando las circunstancias le llevan a desarraigarse de las influencias estabilizadoras de la corriente principal de la cultura? ¿Y cuánto tiempo puede llegar a tomar este proceso? Las artes exóticas pueden perderse con gran rapidez, pero, ¿es probable que un pueblo que hubiera poseído una amplia variedad de artes útiles fuese jamás a abandonarlas o a olvidar las técnicas de su fabricación?

En cierto modo, el Nuevo Mundo presenta un panorama mucho más claro que el Viejo de lo que puede realmente suceder, porque en comparación con los períodos totales de tiempo involucrados en Europa según la actual interpretación, el lapso de tiempo aquí es mucho más breve, incluso si admitimos las cifras máximas que se asignan a los restos humanos y a los artefactos (esto es, hasta alrededor de 25.000 años). Todo el intervalo es desde luego inferior a una décima del involucrado en Europa según esta valoración, y podría llegar a ser no más que una vigésima, si la época del Paleolítico en el Viejo Mundo duró 500.000 años. En realidad, es mucho menos que 25.000 años, porque la decadencia de la Cultura del Nuevo Mundo es un acontecimiento de alrededor de los últimos 2.000 a 2.500 años como máximo (o menos).

Además, la colonización del Nuevo Mundo por parte del Hombre Blanco fue acompañada por el eclipse gradual o por la degradación de una cantidad de pueblos aborígenes y estos acontecimientos fueron registrados por testigos oculares en su momento. Esto es estrictamente una cuestión histórica en muchos de los casos. No nos es necesario suponer lo que pudiera suceder si esta clase de dislocación tuviese lugar a gran escala —lo sabemos de forma fehaciente. A veces se trató del desplazamiento de un pueblo que en la práctica estaba al nivel de la Edad de Piedra por parte de otros que estaban mucho más avanzados  —siendo este un fenómeno que puede haber sucedido, aunque de forma menos espectacular, en el caso del hombre prehistórico en Europa, si tuviésemos los datos disponibles. La ahora generalmente reconocida «coetaneidad de culturas», que antes se consideraban siempre como sucesivas, puede tener relación con esto. Dawson[115] comunica un caso en el que se descubrieron hombres del Paleolítico con flechas neolíticas en los huesos.

En otros casos se trató de la destrucción cataclísmica de civilizaciones avanzadas, como en Centroamérica, por ejemplo, principalmente por duplicidad, pero también gracias a armas superiores. Esto también ha sucedido más de una vez en la historia y puede explicar la desaparición de algunas civilizaciones africanas, como la que estaba detrás de las ruinas de Zimbabwe.[116] En la isla de Yezo,[117] ahora habitada solo por los primitivos Ainu, existen numerosos vestigios de grandes ciudades, carreteras, canales y minas diestramente explotadas, y otras trazas de ciudades y castillos devorados por los bosques, evidencias de una civilización avanzada que puede haber sido destruida cuando las culturas del valle del Indo fueron «destruidas» por los «bárbaros» arios.[118]

Prosiguiendo hasta el presente uno puede ir viendo la gradual extinción de los pueblos primitivos en el Nuevo Mundo como los de Tierra del Fuego en el extremo sur, de nuevo y principalmente debido a la presencia del Hombre Blanco y a la introducción de enfermedades contra las que los nativos no tenían defensas naturales. ¿Quién sabe si el hombre de Neanderthal no desapareció de Europa (si realmente desapareció) por alguna razón parecida? La reducción de población de una tribu en esta situación puede ser fenomenal, incluso sin ninguna actividad bélica. Dice Lincoln Barnett que los alacalufes, un pueblo fabricante de canoas en los Canales Occidentales, ascendían a 10.000 en la época de la visita de Darwin; ahora apenas si quedan 100.[119] Los onas, una tribu de tierra adentro del archipiélago, fueron masacrados por pastores de ovejas que buscaban tierras para sus rebaños; en la actualidad solo 7 de una población original de 4.000 siguen vivos. Matanzas como estas, según parece, tuvieron lugar en los tiempos prehistóricos. Los habitantes prehistóricos de la Cueva Superior en Choukoutien [actualmente «Zhoukoudian»] en China, cuyos restos fósiles se descubrieron en 1929, parecen haber llegado a un fin parecido.[120]

Al norte, los esquimales son singulares en muchas maneras porque, aunque han sido considerados como modernos representantes de la antigua edad de piedra, han demostrado ser sumamente adaptables a nuevas influencias culturales. Siempre han sido extraordinariamente inventivos y con una mentalidad mecánica, y de hecho los maestros del Hombre Blanco cuando llegó el momento de su primera introducción al medio ártico.[121] Son posiblemente representantes del grupo humano que entró primero en el Nuevo Mundo, probablemente a través del Estrecho de Bering desde Siberia a Alaska. Estos primeros colonos fueron se supone los fabricantes de las bien conocidas cabezas de lanza o de flecha de Folsom, Yuma y otras clases bien conocidas. La sola observación de estas armas impresiona por la destreza que se aplicaba a su fabricación. El trabajo de estos artesanos lleva la impronta del genio: diseño sencillo, forma hermosa, perfección de elaboración. Está bien claro que los hombres que las fabricaron no estaban experimentando ni estaban sencillamente interesados en hacer «alguna clase de argumento». Estas no son meras armas, sino obras de arte —como algunos de rifles más antiguos—, acabadas con atención al detalle, lo que dice mucho acerca de la clase de gente que las hizo. Kenneth Macgowan dice de un estilo determinado: «La punta de Yuma es seguramente el trabajo más refinado de sílex labrado a martillo encontrado en el Nuevo Mundo, y solo es igualado por las posteriores (¡sic!) dagas neolíticas de Egipto y de Escandinavia».[122]

El asentamiento después y a través de todo el Nuevo Mundo puede haber sido muy rápido, porque esta particular industria de fabricación de herramientas se encuentra desde Alaska hasta los Estados del Sur. De hecho, Macgowan sugiere que se puede haber necesitado mucho menos tiempo para algunas de estas etapas de este movimiento migratorio de lo que se suele suponer, incluso observando que pudo haberse precisado de tan poco como 20 años para realizar la migración desde Harbin, en Manchuria, hasta la isla de Vancouver.[123]

En este momento de entrada inicial en el Nuevo Mundo, se establecieron muy pronto asentamientos bien organizados pero pequeños, y desde aquí el hombre fue desplazándose adentro y a través del continente. En el valle del Mississippi y en el Sudoeste pronto aparecieron asentamientos mayores, y, allí donde persistieron, colonias compartiendo una gran cantidad de rasgos culturales surgieron como setas de forma tan explosiva como lo habían hecho las originales culturas del Oriente Medio. No sabemos cómo sucedió que los mayas, aztecas, incas y otros llegaron finalmente a un nivel tan avanzado, pero Raglan sugiere una combinación de un medio favorable, recursos naturales fácilmente disponibles, y constantes contactos con otras culturas nativas.[124] Naturalmente, es posible que hubiera también influencias a través del Pacífico; pero esta cuestión dista de estar resuelta todavía.

Lo que sí sabemos, sin embargo, es que gradualmente se invirtió la dirección del desarrollo, y que los niveles culturales comenzaron a degenerar en todas partes excepto quizá en el núcleo mismo. Quizá el retroceso continuado de la gran capa de hielo al norte provocó cambios en el clima y tornó la tierra menos fértil y más árida. La decadencia fue naturalmente muy acelerada por la llegada del Hombre Blanco, pero, y este es un extremo importante, parece que las tribus amerindias de cultura inferior ya habían comenzado a degenerar en tiempos precolombinos. Entre los numerosos monumentos de estas sociedades aborígenes menos conocidas están los enormes trabajos de terraplenado de los constructores de túmulos, uno de los cuales es realmente la pirámide más grande del mundo.[125] Se ha descubierto un recinto que ocupa un área de 10 kilómetros cuadrados. Tylor menciona sus campos cultivados, su cerámica y sus útiles de piedra, y a modo de comparación dice: «Si cualquiera de las tribus cazadoras nómadas salvajes que se encuentran en la actualidad viviendo cerca de estos enormes terraplenes de los Constructores de Túmulos son descendientes de esta raza algo avanzada, entonces ha tenido lugar una considerable degradación».[126]

Por alguna razón, ninguna de las culturas americanas originales pudo mantenerse a un nivel avanzado. Los cambios de clima y las migraciones inducidas por un aumento en la población,[127] o debido a enfermedades introducidas por recién llegados, y por lo que parece ser una tendencia «natural» a que se pierdan más técnicas que las que se inventan de nuevo —todo esto, y otros factores, condujeron a una caída gradual de los niveles culturales por todo el continente. Esta pauta generalizada de acontecimientos queda resumida por W. J. Perry, que escribió:[128]

Encontramos en la región del norte de México y Arizona, que abunda en ruinas de los asentamientos de un pueblo que había instalado unos grandes sistemas de irrigación a lo largo de los lados de los cañones, que las tribus indias actuales no son en manera alguna, desde un criterio cultural, los iguales de sus predecesores. A través de esta región, así como en México y en Centroamérica, hay numerosas tribus que viven entre las enormes ruinas de un pasado desvanecido del que ellas mismas tienen bien poco conocimiento.

Se encuentra que hay una regla invariable de que, con el paso del tiempo, el nivel cultural en todas las regiones de América del Norte va cayendo constantemente. Se van perdiendo los elementos culturales uno tras otro.

 

Es cierto que lo anterior fue originalmente escrito en 1926, y es cierto también que Perry era un «difusionista», con unos puntos de vista más bien exagerados acerca de la importancia de la civilización egipcia para el mundo, pero desde que él escribió esto, la investigación arqueológica del Nuevo Mundo ha tendido solo a confirmar sus impresiones de una decadencia continua.

Roland B. Dixon resalta el hecho de que esta decadencia había ya comenzado antes de la llegada del Hombre Blanco, es decir, en tiempos precolombinos. Había alguna agitación que llevaba al desarraigo de las viejas culturas y que estaba causando amplios movimientos de tribus enteras. Y observa lo siguiente:[129]

Las tribus semiagrícolas y sedentarias de las tierras boscosas de los grupos algonquino y siouiano abandonaron su antigua región, y se desplazaron hacia el oeste a las llanuras, perdieron la agricultura, la elaboración de cerámica y su modo semisedentario de vida, y se convirtieron en nómadas cazadores de búfalos.

 

Y añade que unas amplias perturbaciones en el centro hicieron sentir sus repercusiones incluso en el extremo mismo de América del Sur. Como dice:[130] «Los yaganes parecen haberse acumulado en este ambiente inclemente y duro y allí haber retrocedido algo y perdido algunos de sus rasgos culturales, como el arco, que habían poseído en el pasado». Considerando que Tierra del Fuego tiene abundancia de árboles, surge la pregunta de cómo es posible que un pueblo perdiese el arte de hacer arcos, pero la pérdida de la cerámica parece igualmente sorprendente. La cerámica se encuentra en todas partes entre los iroqueses y otros yacimientos en Ontario, el Estado de Nueva York, etc., y sin embargo también se perdió su técnica aquí lo mismo que se había perdido entre los indios de las llanuras a los que se refiere Dixon. Esto hubiera parecido una cosa de lo más extraña, porque las vasijas de cerámica son, de entre todas las cosas, las posesiones más comunes tanto de los «ricos» como de los pobres, pero es evidente que esto es lo que ha sucedido en algunas ocasiones, y esto solo demuestra con qué facilidad se pierde incluso la más útil de las técnicas, cuando una sociedad queda trastornada y se ve obligada a desplazarse a un nuevo hábitat. Humphrey Johnson lo dice así:[131]

Los antropólogos de la última mitad del siglo 19, tan obsesionados con la idea de la evolución de la cultura, estaban demasiado dispuestos a denunciar como reaccionarios a los que creían que se había dado una degeneración paralela. Esta actitud era todavía dominante cuando comenzó el siglo 20, y ya en época tan tardía como 1911 Sir E. B. Tylor podía escribir, «Si los australianos o neozelandeses, por ejemplo, hubieran poseído alguna vez el arte de la alfarería, difícilmente lo hubieran podido olvidar». Pero solo había pasado un año cuando el Dr. W. H. Rivers, uno de los etnólogos más autorizados de su tiempo, en un discurso ante la Asociación Británica, se expresó en un sentido totalmente opuesto. «En muchas partes de Oceanía», afirmó, «hay pruebas de que objetos tan útiles como la canoa, la alfarería y el arco, habían estado presentes allí donde ahora se desconocen o existen solo en una forma degenerada. ... Algunas de las teorías ampliamente aceptadas de la antropología que dependen de una suposición que descansa en la aplicación de nuestras normas utilitarias de conducta a culturas sumamente diferentes de la nuestra, han resultado carentes de justificación».

 

En otra parte del mundo, los bosquimanos de la región del Cabo, igual que los indios norteamericanos y que los polinesios, perdieron el arte de la cerámica cuando fueron expulsados hacia el sur por los bantúes.[132] Originalmente, los bosquimanos fueron artistas sobremanera refinados.[133] En la actualidad su producción artística es virtualmente nula.

De los polinesios, Dixon escribió como sigue:[134]

No existen indicios algunos en ninguna parte de Polinesia de que jamás se trabajase la alfarería, pero los antecesores del pueblo polinesio en su anterior asentamiento en Indonesia probablemente poseían esta técnica, y no se puede ver ninguna razón adecuada de por qué se tuvo que abandonar la fabricación de estos artículos tan útiles. Pero desde luego la técnica se perdió, y de forma tan plena que no permanece ni siquiera una tradición de la misma.

 

Fuese cual fuese la causa de su abandono por los bosquimanos, es probable que en el caso de Polinesia las islas volcánicas no proporcionasen un material idóneo para la alfarería, como señaló recientemente el príncipe John Loewenstein.[135] Los indios de las llanuras quizá se volvieron demasiado nómadas para poder dedicar el tiempo necesario para construir los necesarios hornos, etc.

Aquí vemos, entonces, la pérdida de los elementos culturales que parecen de gran valor e importancia —el arco (que aumentaba enormemente el alcance efectivo del hombre para atacar a sus enemigos o para la caza), y la cerámica, que es a la vez barata en términos de materias primas, muy útil para almacenar agua y otros productos, y para cocinar, etc., así como un medio para que el hombre exprese sus impulsos artísticos. En cada caso, la pérdida se debió a una dislocación de la cultura, que resultó en la pérdida de las técnicas originales o en la ausencia de unos materiales apropiados en el nuevo hábitat.

En ocasiones el aislamiento es suficiente por sí para provocar la decadencia y la completa y definitiva desaparición de casi cada arte por el que se pueda distinguir entre el hombre y los animales. Los tasmanios gozaban de uno de los más excelentes climas templados del mundo, y la vida animal era abundante. Su isla está bien irrigada, es fértil y está sobradamente provista de madera. Sin embargo se trataba del pueblo más degenerado conocido por el hombre moderno. ¿Por qué? George Murdock[136] dijo, «No son ni el clima ni la topografía; el aislamiento es el responsable de esta situación». La pesca era abundante, pero perdieron totalmente el arte de pescar, y desconocen las redes y los anzuelos. Sollas dijo:[137]

Los primitivos antecesores de esta raza pueden haber estado ampliamente distribuidos por el Viejo Mundo: desplazados casi en todas partes por razas superiores, finalmente quedaron encerrados en Australia y Tasmania, y desde Australia fueron finalmente expulsados y en parte quizá absorbidos o exterminados por los actuales aborígenes de aquel continente, que se vieron impedidos de seguirlos a Tasmania porque entonces el Estrecho de Bass era suficientemente ancho para constituir una barrera insuperable para su avance.

 

Tan completa fue la ruptura que perdieron completamente el arco y las flechas, así como el bumerang.

Al contrario de lo que se ha popularizado, los tasmanios seguían teniendo fuego. Pero hay al menos una tribu, los pigmeos el río Epilu de África central que, aunque usan el fuego, no lo hacen por sí mismos. Lo «compran» a vecinos.[138] Si llegasen a quedar tan aislados como los tasmanios, parece probable que lo perderían completamente, porque parecen muy mal dispuestos o carentes de interés en aprender a prepararlo por sí mismos. Sea cual sea la razón de esto, la dependencia de otros se da ahí incluso para un elemento tan fundamental de la civilización como hacer fuego, y la separación de la fuente de suministro les privaría completamente del fuego. Para volver a mi analogía original de un hombre muy enfermo, es como si el paciente no hubiera perdido solo la capacidad de recobrarse, sino incluso la voluntad para ello, porque según la comunicación de Montagú parece como que ni siquiera desean aprender cómo hacer el fuego.

En muchos casos la pérdida no es brusca, sino gradual. La técnica degenera hasta que el producto deja de ser útil y con el tiempo queda descartado. Sencillamente, no existe ninguna «tendencia natural» para la mejora de las técnicas con el tiempo. Parece que las cosas siempre mejoran, que lo nuevo es mejor que lo antiguo, pero esto suele ser cierto solo en aquellas culturas que han mantenido una vinculación vital con la corriente principal original. Los ejemplos de degeneración de rasgos culturales que se podrían dar son legión. En Gran Bretaña, después que apareciese la cerámica al principio, fue luego decayendo constantemente.[139] La cerámica neolítica más temprana en Europa contrasta acusadamente, tanto en riqueza de forma y de técnica, con los logros inferiores de los tiempos neolíticos posteriores.[140] En Tesalia, la cerámica más temprana es muy superior a la de generaciones posteriores.[141]

Otras técnicas tienden a seguir el mismo patrón. Los antiguos tejedores navajos eran mucho más diestros que sus descendientes, y sus técnicas eran mucho más complejas y diversas.[142] El arte de la orfebrería se perdió entre las tribus indias de Centroamérica.[143] Schliemann descubrió que la edad de bronce en Hissarlik (Troya) estaba a un nivel por debajo de la Edad de Piedra, lo que invertía el orden «normal» de la evolución cultural,[144] del mismo modo en que la avanzadísima civilización minoica se degradó al nivel del neolítico después de la descomposición de la cultura por alguna razón todavía sin descubrir.[145] Una de las primeras hachas de piedra del mundo, un objeto realmente hermoso, se encontró en uno de los niveles más inferiores de Troya.[146] La cultura de los poblados lacustres de Suiza durante la Edad de Piedra degeneró con el paso del tiempo.[147] Los restos más antiguos de la cultura esquimal en Alaska son a menudo superiores que sus logros presentes, excepto allí donde el contacto con el Hombre Blanco ha inspirado o inducido nuevas técnicas.[148] Como ya se ha hecho notar, las puntas más refinadas en el Mundo Nuevo se elaboraron al principio, no al final, así como en Egipto algunas de las armas de sílex eran incomparables y nunca después llegaron a tal perfección técnica. La degradación de la civilización está ampliamente ilustrada en las gigantescas ruinas en Java y Camboya.[149] En Abisinia y en el Sudán anglo-egipcio se encuentran indicios por todas partes de una avanzada civilización extinta con unas inmensas estructuras de piedra acerca de las que los actuales habitantes no saben nada.[150] En el nordeste de Kenia abundan pozos y mojones que nunca fueron construidos por los actuales nativos.[151] En el centro oeste de Angola se encuentran aldeas bien fortificadas que están mucho más allá de las capacidades de los actuales nativos.[152] El Transvaal cuenta la misma historia, y lo mismo sucede con la región costera del África del Oeste, especialmente cerca de Gambia.[153] En Nigeria, en el país de los bauchi,[154] hay numerosos puentes de piedra y ciudades amuralladas, pero los actuales habitantes ya no edifican con piedra. En Uganda, Tanganyika y otros lugares existen ruinas de sistemas de cultivo en terrazas abandonados probablemente al menos hace 800 años y mucho más allá de las capacidades de los actuales habitantes de estas regiones.[155] Dentro de la región de terrazas en Kenia existe lo que parecen ser líneas de antiguas carreteras cuidadosamente niveladas, pero los africanos actuales nunca construyen carreteras excepto bajo la influencia del Hombre Blanco y usando sus máquinas.[156]

Por lo que se refiere a las creencias y prácticas religiosas, predomina la misma triste historia. Según Rivers,[157] una de las tribus más primitivas de la India, los toda, llegaron probablemente a aquel país con unas creencias religiosas bien definidas que desde entonces han llegado a serles completamente sin sentido. Entre los indios cavadores (o «diggers») de California,[158] quedaron preservados hasta recientemente antiguos fragmentos de una fe religiosa más elevada sin ningún conocimiento de su significado original, incluyendo poner zapatos a los pies de los muertos, una práctica que ya no podían explicar. Thomas Bridges observó que los yaganes tenían una palabra para «muerte» que significa «ir arriba o volar», pero para 1870 no tenían un concepto consciente del más allá.[159] En Sudáfrica se comunicó en 1873 que algunas tribus parecían no tener ninguna creencia religiosa en absoluto, y sin embargo algunos de los hombres más ancianos usaban la palabra «Morimo», que aparentemente había sido empleada por sus antecesores para referirse al Gran Espíritu.[160] Pero estos mismos ancianos no le asignaban ninguna idea concreta en absoluto. Aquí tenemos cuatro culturas primitivas, los toda de la India, los indios cavadores de California, los yaganes del extremo meridional de Sudamérica, y ciertos pueblos primitivos no designados de Sudáfrica (muy posiblemente los bosquimanos), todos los cuales habían degenerado en sus creencias religiosas hasta casi el punto de carecer de toda religión.

Ahora bien, Perry creía que la colonización del Nuevo Mundo fue meramente un aspecto de una migración muy general desde el Centro Cultural original de la humanidad, lo que llevó a su tiempo a la población inicial de todos los rincones del globo al irse expandiendo las poblaciones del Oriente Medio:[161]

Este movimiento tomó 3.000 años, más o menos, para cubrir el viaje, pero se puede ir siguiendo con bastante exactitud a lo largo de miles de kilómetros. ... La distribución de la cultura puede haber sido evidentemente el resultado de un gran proceso de crecimiento desde el centro, con el efecto de que el estímulo fue desvaneciéndose progresivamente al hacerse más remoto el foco original. ...

El hecho demostrable de que la degradación de la cultura, y no su avance, es la regla en tantas de las regiones periféricas del mundo hace más probable que nunca que la civilización comenzó en un lugar. ...

El trasplante involucra dislocación, los artesanos apropiados no están ahí, no tienen la destreza o el conocimiento necesarios, y el producto es inferior. Incluso en el país de origen el producto no se mantiene siempre al nivel original. Los egipcios sólo hicieron sus maravillosas vasijas de piedra en su plena perfección durante unos pocos siglos; el oficio estaba destinado a languidecer. La cerámica pintada de Susa pronto degeneró y finalmente desapareció. Se podrían citar innumerables ejemplos de este proceso.

 

Así, se hace eco con más fuerza de la desganada admisión de Tylor que se ha citado más arriba, y recalca una vez más que esta degeneración tiende siempre a acompañar a las migraciones, especialmente cuando tiene lugar bajo presión desde atrás e incluso más particularmente cuando el nuevo medio es más riguroso que el antiguo. La historia está llena de ejemplos de esto. George Rawlinson, por ejemplo, observó:[162]

En tanto que el progreso es el proceso más ordinario, o en todo caso el que más llama la atención cuando se hace un examen general, no hay falta de indicaciones de que el proceso se invierte ocasionalmente. Herodoto nos habla de los gelonios, un pueblo helénico que, tras ser expulsado de las ciudades de la costa septentrional del Euxino, se retiró al interior y allí vivía en chozas de madera y hablaba una lengua medio griega y medio escita. Para la época de Mela, este pueblo se había vuelto totalmente bárbaro y empleaba las pieles de los que habían muerto en batalla como cubiertas para ellos mismos y para sus caballos. Una degradación gradual del pueblo greco-bactriano se hace evidente en la serie de sus monedas existentes y que ha sido cuidadosamente publicada por el difunto H. H. Wilson y por el Mayor Cunningham. Los modernos coptos son los muy degradados descendientes de los antiguos egipcios, y los rumanos de Valaquia han descendido mucho desde el nivel de los colonizadores dacios de Trajano.

 

De modo parecido, el Dr. W. Cooke, escribiendo hace algunos años acerca de cómo el alejamiento respecto de los centros de civilización puede llevar a un pueblo muy rápidamente a un estado de barbarie, ilustró su argumento con la siguiente referencia:[163]

Se cree que los groenlandeses empleaban metales ya en una época temprana, pero después de dejar de tener relación con los europeos durante unos 300 años, quedaron limitados al uso de útiles de hueso, madera y piedra. Sir John Lubbock dice de los australianos que en una caverna en la costa occidental de aquel país aparecen representaciones gráficas aproximadamente correctas de tiburones, marsopas, tortugas, lagartos, canoas, etc., y sin embargo los actuales nativos del país son incapaces no solo de producir imitaciones parecidas, sino incluso de aceptar las más vívidas representaciones artísticas como obra de hombres, y atribuyen los dibujos en la caverna a la acción de demonios.

 

En 1787, la nave The Bounty partió, al mando del capitán Bligh, rumbo a la isla de Tahití en los Mares del Sur, para transplantar árboles frutales a islas deshabitadas del mismo grupo para hacerlas más habitables, y así añadir a los dominios del rey. Después de una travesía de diez meses, la nave llegó a su destino, y se dedicaron otros seis meses a recoger árboles del pan jóvenes. Los marineros, durante este tiempo, habían formado fuertes lazos con las muchachas nativas, y, al recibir orden de embarcar, se amotinaron, y enviaron al capitán y a algunos de sus hombres a la deriva en una barca abierta, y volvieron a la isla. Pero el capitán Bligh sobrevivió a esta prueba y llegó finalmente a Inglaterra, de donde se envió una expedición de castigo que capturó a catorce de los amotinados. Pero nueve de ellos se habían trasladado a otra isla, donde constituyeron otra colonia. Allí, en palabras de la Enciclopedia Británica, degeneraron tan rápidamente y se volvieron tan feroces que convirtieron la vida de la colonia en un infierno sobre la tierra. Peleas, orgías y asesinatos se convirtieron en cosas cotidianas. Finalmente, todos los hombres nativos y todos los blancos excepto uno fueron asesinados o se extinguieron. Alexander Smith se quedó solo con una multitud de mujeres nativas y de niños mestizos. Tan rápidamente se pueden perder las influencias culturales de una sociedad.

En el siglo 17, los holandeses ocuparon Formosa durante 38 años hasta que fueron expulsados de la isla por el pirata Coxinga, que a su vez tuvo que cederla a los chinos.[164] Se dice que durante su estancia los holandeses «civilizaron» a las tribus aborígenes, pero cuando abandonaron la isla, éstas volvieron a un salvajismo peor que antes, incluso hundiéndose en el canibalismo, pareciéndose desde entonces a los dyaks de Borneo y a los malayopolinesios. Esta es una notable ilustración de lo que se expone en 2 Pedro 2:22. Algunos de entre ellos habían incluso aprendido a leer y a escribir, pero perdieron completamente este arte en unos cien años. Los escritos y contratos que quedaron atrás fueron conservados como tesoros, aunque eran totalmente incomprensibles para sus dueños.[165]

Evidentemente, la piratería contribuyó de forma significativa al proceso de degeneración al perturbar culturas largo tiempo establecidas. Según Tylor, los muy primitivos orang samba,[166] que no tienen ni agricultura ni barcos (aunque viven cerca del mar), explican de sí mismos la sorprendente historia de que descienden de malayos náufragos procedentes del país de los bugis, pero que fueron tan acosados por los piratas que abandonaron la civilización y la cultura, y que decidieron no comer aves de corral porque revelan su presencia con sus cacareos. De modo que no plantan nada, sino que comen frutos y verduras silvestres, y toda clase de animales menos aves. «Esto», observa Tylor, «si tiene un verdadero fundamento, es un interesante caso de degeneración».

Esta misma autoridad registra otro llamativo ejemplo de degeneración en tiempos recientes:[167]

La degradación de los indios cheyenne es cuestión de historia. Perseguidos por sus enemigos los sioux, y desalojados finalmente hasta de su pueblo fortificado, el corazón de la tribu quedó destrozado. Habían quedado reducidos en número, ya no osaron establecerse en un asentamiento permanente, abandonaron el cultivo de la tierra, y se convirtieron en una tribu de cazadores errantes, con caballos como su única posesión valiosa, que cada año intercambiaban por suministros de maíz, alubias, calabazas y mercancías europeas, y luego se volvían a las profundidades de las praderas. Viajando por las Montañas Rocosas, Lord Milton y el Dr. Cheadle dieron con un grupo periférico de la raza de los shuswap sin caballos ni perros, acogidos al refugio de unas toscas cubiertas inclinadas de cortezas o esteras, y que año tras año iba cayendo en una peor condición, y en rápido proceso de extinción; este es otro ejemplo de la degeneración que sin duda a llevado a la decadencia o a la extinción de muchos pueblos salvajes.

 

¿Hasta qué punto puede degenerar el hombre? ¿Hasta dónde podrían llegar algunas de estas tribus? ¿Cuánto tiempo puede tomar este proceso? En algunos de los casos más recientes, con testimonio histórico, fue cuestión de solo una o dos generaciones. ¿Es probable que se pierdan unas técnicas útiles? Así parece; desde luego, en algunos casos casi lo único que ha quedado para distinguir entre el hombre y los animales inferiores ha sido la retención de la capacidad del habla, porque no se ha conocido nunca a ninguna tribu que careciese de un medio pleno y suficiente de comunicación verbal.

Si se hace una última pregunta: ¿En qué circunstancias es más probable que se dé este proceso de degeneración?, la respuesta parece bien clara: emigración, bajo presión, a un medio desconocido, por parte de un pueblo que antes conoció una civilización avanzada. Cada uno de estos factores forma un componente específico en el panorama global. Cada uno de estos factores estuvo casi inevitablemente operativo si la antigua historia de la humanidad es como se registra en las Escrituras.

Desde luego, y ante la evidencia, es difícil ver cómo la civilización hubiera podido jamás evolucionar si el hombre antiguo era en la práctica como nuestros coetáneos primitivos; situado en un medio que no era menos hostil y que puede haber sido mucho más frío. Si el hombre no fue dotado originalmente con unos medios especiales de un orden elevado por su Creador, ¿hubiera podido jamás sobrevivir?

 

 

*   *   *   *   *

 

Capítulo 4

 

Algunas consideraciones, algunas causas,
algunas conclusiones

 

L

OS ESTUDIOSOS de los tiempos prehistóricos que se ocupan en reconstrucciones imaginativas del origen del hombre y de su estado original en un tiempo en que habría estado poco apartado de los animales, nunca desaprovechan la ocasión para destacar la idea de que su situación debe haber sido precaria en extremo. En comparación con las otras criaturas que competían con él por la posesión de la tierra, se le describe como un animal bastante desvalido. Sin una cubierta natural ni instintos fiables, con un largo período de una impotencia casi total en la infancia, y con una tasa de crecimiento demográfico muy por debajo del de las demás especies, era, como decía Kipling de Mowgli, «verdaderamente una rana desnuda».

Incluso si se concede que su superior inteligencia compensaba hasta cierto punto las otras deficiencias físicas en esta lucha desigual, sus energías deben haber estado tan totalmente ocupadas con los problemas de la supervivencia inmediata, que no pudo haber tenido más energía libre para la creación de la cultura que la que hayan tenido sus supuestos equivalentes modernos entre los pueblos primitivos inferiores. Grahame Clark expresaba esta limitación con intensidad:[168]

La característica básica del salvajismo es la dependencia de fuentes silvestres de alimento con todas las desventajas que esto comporta. La idea de que los salvajes gozan de alguna ventaja sobre el hombre civilizado al consumir solo alimentos «naturales» está muy alejada de la verdad, cuando en realidad lo que encontramos entre ellos es un «predominio extremado de desnutrición, enfermedades por avitaminosis, y una indefensión general ante las infecciones» (A. I. Richards, «Land, Labour, and Diet in Northern Rhodesia», Londres, 1939, p.l), por no mencionar una poca capacidad energética en promedio. El constante temor a la inanición hace que la mayor parte del esfuerzo económico sea el de la búsqueda de alimentos, lo que constituye la principal ocupación de cada miembro activo de la comunidad. Esta preocupación por la base de la subsistencia en combinación con una baja tasa de vitalidad, es por sí misma suficiente para establecer unos estrechos márgenes a las posibilidades de logros culturales bajo un estado de salvajismo. ...

La baja situación cultural de las sociedades salvajes tiene su mejor ilustración considerando la cantidad de energía que tienen disponible. ... Si tomamos un hombre-fuerza como el equivalente a una décima de un caballo-fuerza, y descontando a los niños, los ancianos y los enfermos, llegamos a un caballo-fuerza como una buena medida para la energía máxima de los grupos sociales más grandes que normalmente se encuentran bajo condiciones de salvajismo. ...

Es necesario recordar que ni siquiera esta mísera cantidad de energía se aplicaba de forma adecuada entre hombres sometidos en mayor o menor grado a la desnutrición e incapaces de un trabajo largo y sostenido.

 

Aunque se trata de cifras hipotéticas, creo que al menos son de la magnitud adecuada. En trabajos experimentales, mis propios resultados son que un trabajo de un dieciseisavo de caballo-fuerza realizado durante aproximadamente una hora exige que un hombre esté en buena forma. La cifra de una décima de caballo-fuerza que menciona Clark está, en todo caso, en el límite superior. Pero consideremos el hogar medio tal como lo conocemos. Puede haber al menos un pequeño motor eléctrico de un octavo de caballo y probablemente de un cuarto de caballo en una batidora o en una enceradora de suelos, y empleamos esto «para ahorrarnos el trabajo que comporta», auque tenemos todo el alimento y el reposo que pudiéramos desear. En otras palabras, con todas las ventajas de la vida moderna desde un punto de vista mecánico, seguimos encontrando el trabajo del batido de una mezcla o de montar nata una carga suficiente como para justificar el uso de una fuente de energía, y además, en el Nuevo Mundo al menos, una enceradora de suelos ha llegado a ser casi una «necesidad». Y después de todo esto, puede que nos encontremos sin las fuerzas necesarias para coser un botón. Sin embargo, por alguna razón nos imaginamos que una gente que tiene que estar buscando comida quizá durante el 75% de su tiempo tendrá toda clase de energía libre para edificar una civilización mediante la mejora continua de sus propias circunstancias, ¡y esto sin el estímulo (o la provocación) del ejemplo «de como viven los vecinos»!

Lyell formuló el principio de que al tratar de explicar los fenómenos geológicos no deberíamos apelar a la acción de fuerzas que no se pueda demostrar que están operativas en el presente. Si estas reglas se aplicasen a la prehistoria, encontraríamos difícil hallar nada dentro del período histórico para apoyar las actuales reconstrucciones de los orígenes de la civilización. Se tiene que concluir por tanto que tales reconstrucciones son solo productos de la imaginación; conceptos filosóficos, no científicos. Pero prácticamente nadie piensa que haya realmente ninguna dificultad para hacer cuadrar las actuales teorías con los hechos conocidos. Sir Francis Galton, en su justamente célebre obra Hereditary Genius, no vaciló en absoluto al afirmar lo siguiente:[169]

Mi punto de vista está corroborado por la conclusión a que se ha llegado al final de muchas líneas independientes de investigación etnológica —que la raza humana fueron salvajes absolutos al comienzo, y que, tras un sinnúmero de años de barbarie, el hombre ha llegado solo muy recientemente a encontrar su camino en las sendas de la moralidad y de la civilización.

  <>Y son bien pocos los que le contradecirían en la actualidad. El énfasis se hace recaer en la superioridad del cerebro humano, aunque la manera en que se originó no está del nada clara. Pero se mantiene que en esto, y solo en esto, reside el secreto de la aparición de la cultura, este fenómeno de la actividad humana que es singularmente suya y que está enteramente ausente entre los animales. C. E. M. Joad argumentaba que esta superioridad intelectual era más que simplemente un mayor ingenio.[170] También incluía el sentido moral y artístico del hombre; lo primero es importante debido a que la larga infancia del hombre, que tanta ventaja le da al extender su período de educabilidad y flexibilidad, constituía una gran ganancia solo debido a que el hombre era también capaz de estar bien dispuesto a hacer los necesarios sacrificios para que sus hijos avanzasen incluso más allá que él durante este período de aprendizaje. Los animales permiten que sus jóvenes aprendan hasta su nivel de aprendizaje, pero no más allá de este punto si pueden impedirlo. Tan pronto como una prole animal exhibe señales de haber llegado a la superioridad sobre los padres, éstos procurarán, si es posible, que el proceso se detenga ahí. Por diversas razones, el hombre tiene la capacidad de sacrificar sus propios intereses y con ello hace posible un progreso de esta clase. Su sentido artístico lo llevó a desarrollar finalmente formas simbólicas de comunicación y abrió el camino para la introducción de la escritura, este gran extensor del conocimiento y estimulante del avance cultural.

Pero, por cierto que todo esto pueda ser, no resuelve realmente nada, porque prácticamente todas las autoridades están también de acuerdo en que el cerebro humano evolucionó mediante etapas muy pequeñas y que por ello al principio, cuando la prueba hubiera sido más intensa, la superioridad hubiera sido también sumamente pequeña. Todo hubiera podido funcionar muy razonablemente tras haber pasado el primer período crítico, pero, ¿cómo sobrevivió el hombre a este período? De algún modo tuvieron que haber existido un primer hombre y una primera mujer de la especie Homo sapiens. Si evolucionaron, estos dos, ¿cómo eran cuando llegaron por primera vez a la escena como recién nacidos?

Naturalmente, es posible que alguna clase de criatura semihombre y semisimia hubiera podido alejarse de su familia inmediata y de sus influencias «paternas», y que después hubiera proseguido su evolución en solitario, estableciendo así una nueva especie, el Homo sapiens. Pero este es desde luego un acontecimiento muy hipotético e improbable. Bien aparte del hecho de que la especiación comporta un cambio cromosómico y que un cambio de esta naturaleza tuvo que darse al mismo tiempo en al menos dos de tales seres, también hay otras dificultades graves que deben resolverse en otra dirección. Supongamos que nació un hijo de alguna familia de primates, el cerebro del cual era como el de un hombre, pero cuyo cuerpo era también esencialmente humano (porque se hace crecientemente evidente en la actualidad que un cerebro humano en un cuerpo animal sería un monstruo y no un hombre). ¿Qué posibilidades de supervivencia tendría un ser tan extraño en un ambiente así? ¿Debemos imaginar que la familia de simios va a realizar el esfuerzo supremo de mantener con vida a este nuevo niño humano a pesar de que se le ha de calentar, alimentar y guardar por un período de tiempo mucho más largo que su propia generación de «hermanos y hermanas» que han permanecido simios? Y, habiendo sobrevivido a esta circunstancia excepcional y habiendo sido criado por la extraordinaria «paciencia» de todo el resto de la banda, ¿tuvo luego la suerte de encontrar que otro grupo de primates en algún lugar cercano habían producido, de forma muy conveniente para él, un hijo hembra igualmente excepcional con quien pudiese aparearse y así propagar una nueva especie, la raza humana? Es probable que una reconstrucción así impacte a la mayoría de evolucionistas como completamente absurda. Sin embargo, la ruptura tuvo que tener lugar en algún momento, y que yo sepa nadie ha tratado de visualizar de manera seria cuáles hubieran sido los primeros pasos. El efecto de las mutaciones es repentino, y si el cerebro cualitativamente diferente del hombre surgió de repente, una situación nueva como la que se acaba de presentar parece ineludible en algún punto de la línea.[171] El niño que pensase repentinamente en dotarse de armas pensaría también seguramente en usarlas contra su propia familia cuando escasease la comida. Un niño así sería desde luego una invitación al desastre, y hubiera tenido necesidad no solo de una mente inventiva capaz de idear una nueva forma de aumentar su propia capacidad de lucha sino también de un ingenio superior para sobrevivir a la reacción inmediata de una multitud de coetáneos suyos. Es un error suponer que si el hombre tuvo precisamente la clase correcta de cerebro al principio, que esto hubiera compensado por sus otras deficiencias físicas. Quizá hubiera podido, tras un período de aprendizaje. Pero la cuestión es si hubiera podido sobrevivir mientras aprendía. Su cerebro le hacía educable de una manera singular, pero no podemos buscar a su primer maestro entre los animales.

Si se da por supuesta la disponibilidad inmediata de un cuerpo de conocimiento y de un fondo de sabiduría y experiencia, el hombre está maravillosamente dotado para hacer el mejor uso de todo ello. Pero al principio no existía todo este fondo. ¿Cómo surgió? Como ya hemos observado, los pueblos primitivos no nos ilustran mucho, porque no son progresivos. Estos pueblos puede que no sean como nuestros supuestos antecesores paleolíticos, pero la razón por las que se les niega este privilegio no es porque sean «primitivos» (que es lo que también se supone que eran nuestros distantes antecesores), sino debido a que se ha descubierto que son tan inteligentes y tan plenamente humanos como el resto de nosotros, lo que se supone que nuestros más antiguos antecesores no fueron. Pero si ellos eran menos inteligentes que nuestros primitivos contemporáneos y si éstos en la actualidad no exhiben ningunas tendencias progresivas, ¿qué probabilidad existe de que aquéllos hubieran creado o hubieran podido crear la cultura para empezar? Un niño superdotado solo tiene ventaja en presencia de un maestro superior. Sin un maestro idóneo, un niño así está en desventaja, como lo sabemos por los pocos casos autentificados de niños abandonados por sus padres y que sin embargo, y por alguna extraña circunstancia, sobrevivieron a la experiencia y fueron posteriormente «capturados» como niños ferales. Estos casos demuestran de forma concluyente que ser humano no significa automáticamente crear una cultura apropiada a la posición humana. Toda conducta cultural es aprendida, y en ausencia de este aprendizaje —en ausencia de un maestro—, el ser humano se transforma en algo casi inferior a un animal. Ruth Benedict observa lo siguiente:[172]

Ni un solo artículo de la organización social tribal, de su lenguaje, de su religión local, es transportado por su célula germinal. En Europa, en otros países, cuando ocasionalmente se descubrieron niños que habían sido abandonados y que se habían mantenido en bosques alejados de los seres humanos, éstos eran tan parecidos que Linneo los clasificó como una especie diferente, Homo ferus, y supuso que era una especie de gnomo con el que el hombre raras veces coincidía.

No podía concebir que estos brutos sumidos en la imbecilidad habían nacido como humanos, siendo unos seres que no manifestaban interés alguno en lo que sucedía a su alrededor, con órganos del habla y del oído que apenas si podían ser instruidos para ningún servicio, que resistían un clima gélido con meros harapos y que sacaban patatas del agua hirviendo sin sentir dolor. Pero no hay duda alguna de que eran niños abandonados durante su infancia, y que todo lo que ellos habían sufrido era una falta de asociación con su especie, que es el único medio por el que las facultades humanas son avivadas y reciben forma.

 

Pero esta es exactamente la situación en que debió encontrarse el primer niño en nacer como ser humano de unos progenitores animales.


Cuando se comprende correctamente, este hecho por sí solo descalifica de toda seria consideración cualquier otra perspectiva de los orígenes humanos que no sea la bíblica. ¿Como puede nadie imaginar algún proceso evolutivo que accidentalmente haga surgir un ser tan distinto de sus padres que casi con toda certidumbre sería expulsado del grupo en el momento en que su singularidad fuese reconocida por el resto de la familia, y que fuese a encontrar fácilmente una pareja con la que crear un nuevo orden de la sociedad a un nivel humano, ... cuando aquellos niños ferales que han sido autentificados apenas si podían ser considerados como humanos, y aparecían en muchos respectos menos dotados para la supervivencia precisamente porque eran seres humanos y no animales?

Hace años, James Reddie planteó esta cuestión elocuentemente:[173]

Lo que estoy diciendo es que toda la naturaleza tiene una hermosura, perfección e idoneidad propia que se exhibe en cada elemento, y en cada planta y animal, excepto en el hombre; somos conducidos por analogía a argumentar que así como la hormiga, la abeja, la araña, el castor, el elefante, el perro, tienen cada uno de ellos sus peculiares y maravillosos instintos e inteligencia adaptados a su naturaleza y puesto en la creación, igualmente el hombre —cuando fue creado originalmente— hubiera asimismo salido perfecto de las manos del Creador con una inteligencia y una razón iluminada adaptadas a su puesto superior en la creación. Si no, tendríamos un solecismo en la naturaleza: en otras palabras, es innatural e irracional llegar a una conclusión tan extraña.

 

Reddie prosigue observando que el hombre es ahora un solecismo, y solo debido a que la misma cualidad que constituye su superioridad en la creación es, en su estado actual, la causa de la mayoría de sus inquietudes. En otras palabras, el hombre cumple su papel superior sólo si está dispuesto a escuchar a un Maestro superior. Por naturaleza ya no tiene más derecho a su posición superior, siendo que se trata de un potencial y no de una realidad. En el mismo comienzo era algo enteramente real, pero debido a su condición caída ha tendido continuamente a perderla por degeneración. Al principio el Creador le dio una instrucción suficiente para proporcionarle el empuje inicial para que casi inmediatamente emprendiera pasos hacia la consecución del dominio que le había sido encomendado sobre la tierra. Que su cerebro hubiera sido fácilmente capaz de recibir tales instrucciones a pesar de la simplicidad que debe haber caracterizado su cultura al principio lo admiten algunas de las mejores autoridades. Los hombres prehistóricos más antiguos no eran esencialmente nada diferentes de nosotros a este respecto. Robert Briffault lo expresa de esta manera:[174]

Se puede dudar de si el moderno individuo civilizado difiere mucho por lo que respecta a las capacidades heredadas de sus antecesores de la Edad de Piedra; la diferencia entre el salvajismo y la civilización no es orgánica (es decir, es circunstancial). El aumento en nuestro conocimiento de los tipos antiguos de hombre ha acentuado en algunos respectos, en lugar de atenuar, la brusquedad de la transición de animal a humano: los restos humanos más antiguos y las herramientas asociadas con él indican una capacidad cerebral que no es marcadamente inferior, si es que es inferior, a la de las razas actuales.

 

De forma parecida, Goldenweiser observó: «Hablando en general, no existe tal cosa como una mente primitiva; el hombre primitivo es potencialmente como el hombre moderno o como cualquier otra clase de hombre».[175]

Alguien puede exclamar: «¡Pero no querrá usted decir que el hombre prehistórico deba ser explicado de esta manera! ¿Qué hay del factor tiempo? Usted postula unos pocos miles de años para todo esto, mientras que “sabemos” que el hombre tiene una antigüedad de al menos medio millón de años». Ahora bien, ¿lo sabemos de verdad? No es todavía el momento para decir con total certidumbre que los métodos radiactivos de datación son completamente válidos. ¿Estamos seguros de que existieron las mismas condiciones atmosféricas antes del Diluvio? Podría significar toda la diferencia del mundo si la respuesta fuese que no.

Supongamos, por seguir el argumento, que hubiera habido muy poca conversión de nitrógeno a C-14 en la atmósfera superior antes del Diluvio, debido bien a algún cambio en el campo magnético de la tierra o a un porcentaje muy aumentado de dióxido de carbono en la atmósfera de la tierra, llevando a una reducción de la proporción relativa de dióxido de carbono radiactivo. Actualmente, la proporción de dióxido de carbono en la atmósfera es de alrededor de 0,04%, pero antes del Diluvio es fácil que hubiera sido considerablemente mayor. O supongamos que la atmósfera hubiera quedado de algún modo protegida contra el bombardeo de neutrones. El resultado final es el mismo en cada caso, y tendríamos la siguiente situación: un organismo que muriese un año antes del Diluvio hubiera podido contener una cantidad muy pequeña de carbono radiactivo. Con el uso de los métodos de medición del C-14, se consideraría la muestra como de gran antigüedad, digamos que 30.000 años. En cambio, un organismo que muriese dos años después, es decir, un año después que la atmósfera hubiera quedado algo modificada como efecto secundario del Diluvio, podría resultar por datación radiocarbónica como de solo 4.500 años. Así, los dos objetos, separados en realidad por solo dos años, estarían separados por el método de datación de C-14 por 25.000 años.

Naturalmente, la datación radiocarbónica no es el único método que se emplea para establecer la cronología de la prehistoria; pero el contaje de anillos de árboles tiene un límite de entre 2.000 a 3.000 años, y el contaje de varvas, aunque a veces se considera útil hasta 10.000 años, es puesto en cuestión por algunas autoridades muy competentes que limitarían su utilidad a poco más que la mitad de este período. Estos tres son en la práctica los únicos métodos «absolutos» de datación del pasado, y bien puede ser que estén limitados en su validez o posibilidades a los tiempos postdiluvianos.

Además de estos tres métodos, tenemos solo unos medios relativos basados en la asociación de flora y fauna, etc., que van vinculados a cambios climáticos relacionados con los períodos glaciales e interglaciales. Las dataciones basadas en la recesión de las Cataratas del Niágara, la erosión de lechos de ríos o la sedimentación en deltas han resultado más bien indeterminadas. Lyell dio 30.000 años para la recesión de las Cataratas del Niágara, que se cree que comenzó cuando el hielo se retiró al norte de la Escarpadura del Niágara. Esta cifra ha servido para establecer aproximadamente el tiempo transcurrido desde el último gran avance de la capa de hielo sobre Norteamérica. Pero estudios más recientes han reducido esto a 10.000 e incluso a 8.000 años. Estas revisiones de fechas en sentido descendente son muy frecuentes, como exponemos en otro artículo de Doorway Papers.[176] Y algunas de estas revisiones son verdaderamente extraordinarias.[177]

Puede que se objete que tal sugerencia se enfrenta tan directamente con todo lo que se ha enseñado durante los últimos cincuenta años que no hay la menor posibilidad de que se le preste atención de forma objetiva. La teoría de la evolución ha sido aceptada de forma tan amplia y ha resultado tan útil en la ordenación y sistematización del conocimiento moderno, especialmente en las ciencias de la vida, que unos pocos fragmentos de pruebas contrarias no la minarán, por muy graves que puedan ser las objeciones. Sin embargo, frente a todo esto, la realidad histórica se levanta claramente en contra de su postulado fundamental de un desarrollo progresivo continuo, y al final se encontrará necesario abandonarlo, así como los antropólogos sociales lo han abandonado como clave de la historia del arte, del lenguaje, de la religión y de muchas instituciones humanas. La alternativa, que es la historia bíblica, es mucho más consecuente con los hallazgos de la arqueología, así como con lo que sabemos por medio de acontecimientos históricos más recientes.

Ahora bien, como ya hemos visto, hay dos cosas que resaltan de una lectura incluso somera de los primeros capítulos de Génesis. La primera es el desarrollo extremadamente rápido de la civilización. La segunda es el desarrollo extremadamente rápido de la maldad. Se señala de manera destacada a dos personajes que fueron coetáneos, por cuanto ambos pertenecían a la séptima generación desde Adán: uno de ellos era Lamec, y el otro era Enoc. En los breves comunicados que nos han sido preservados acerca de estos dos hombres, tenemos por una parte un retrato de un hombre despiadado y vengativo que amenazaba con asesinar a quien osara enfrentarse a él, y por otra parte a un hombre cuya piedad era tan destacable que Dios se lo llevó consigo sin dejarle sufrir la muerte. El primero nos ha dejado un registro de una actitud vengativa que evidentemente llegó a ser proverbial entre los hombres, y el otro un registro de piedad que fue recordado con asombro 3.000 años después en el Nuevo Testamento. En ambos casos tenemos la sensación de que los avances, para bien o para mal, fueron a un ritmo muy rápido.

Cuando, mil años después de Enoc, la tierra había llegado a estar tan llena de violencia y de corrupción que la maldad del hombre no conocía freno, solo quedó un patriarca cuyo corazón siguiera siendo recto para con el Señor, y cuya familia pareciese digna de salvación. El cataclismo del Diluvio, que destruyó a toda la raza probablemente aun concentrada en una región relativamente limitada, redujo a toda la familia humana a ocho personas solamente; y tenemos aquí una circunstancia única en la historia. Aquí nos encontramos con una pequeña sociedad de individuos cultivados y con conocimientos técnicos, herederos de una gran proporción de todo lo que se había conseguido durante los anteriores dos o tres mil años, comenzando de nuevo bajo condiciones que pudieron ser ideales en muchos respectos. Por una parte habían quedado eliminados todos los peligros inmediatos debidos a fieras y a vecinos hostiles.[178] Bien aprovisionados de materiales, y probablemente de alimento, este pequeño grupo, con la experiencia del pasado para guiarlos, pudieron realizar progresos de forma muy rápida, especialmente con la estructura del arca a mano para proporcionarles muchos materiales de construcción ya listos. Pero la población del primer asentamiento iría creciendo con el tiempo hasta el punto en el que, por diversas razones, comenzasen a deshacerse los vínculos de su estrecha asociación. Posiblemente Noé y su mujer quedasen como una especie de núcleo central, pero es de suponer que cada uno de los tres hijos, Sem, Cam y Jafet, comenzaron a extenderse en direcciones diferentes.[179] Lo que sucedió después ha sido por implicación el tema de este artículo. Los fenómenos que resultaron con el curso del tiempo a partir de esta circunstancia inicial son de una naturaleza muy específica, y se pueden resumir de la siguiente manera:

 

(1) En el Oriente Medio, el progreso desde la primera evidencia de asentamientos hasta el surgimiento de ciudades fue extremadamente rápido.

(2) Un círculo de culturas ligeramente inferiores pero evidentemente derivadas rodearon el núcleo central al cabo de pocos siglos al ir aumentando la presión demográfica.

(3) Hubo una pérdida gradual de elementos culturales compartidos al irse ampliando el círculo, hasta que se perdió casi completamente el contacto con las áreas más marginales en las que surgieron culturas muy inferiores. En las zonas periféricas más extremas cesaron todos los contactos culturales.

(4) Los más primitivos de todos los restos fósiles son los que aparecen en los bordes más extremos de este patrón radial con restos menos primitivos un poco más cerca del centro, y formas de transición con las modernas dentro de la región misma de Oriente Medio (como en los descubrimientos en Skuhl y Shanidar).

(5) Los tipos humanos modernos (Fontechévade y Swanscombe) antedataron en algunos casos a tipos más primitivos en Europa, donde los emigrantes que habían dejado más recientemente la región central llegaron a puntos distantes vagando al acaso, pero sin instalarse, y murieron dejando el territorio a colonos anteriores que ya estaban allí.

(6) Las culturas primitivas que perdieron contacto con la corriente principal degeneraron ininterrumpidamente pero nunca hasta el punto de perder la capacidad del habla y un lenguaje bien desarrollado.

(7) Donde se dio un aislamiento absoluto de individuos adultos, es posible que se experimentase una degeneración física extrema, que explicaría algunos restos fósiles excepcionalmente primitivos (Pithecanthropus, Sinanthropus, etc.). En tiempos más recientes en los que ha ocurrido un aislamiento completo durante la infancia (ferales), se han perdido todos los elementos culturales, incluyendo el lenguaje.

(8) Ocasionalmente, las viejas culturas restablecieron un contacto vital con la corriente principal y alcanzaron un importante avivamiento hacia un nivel mucho más avanzado (China, por ejemplo). En raras ocasiones, se estableció una cultura en un medio sumamente favorable, rodeada de sociedades de menor entidad que se desarrollaban de forma independiente, y debido a esta posición central surgió una civilización avanzada (como, por ejemplo, en Centroamérica).

(9) Las culturas avanzadas son susceptibles de una total descomposición, como en el caso de la civilización minoica, lo que demuestra que la civilización es una planta de crecimiento delicado y que se marchita fácilmente.

(10) El contacto de las culturas avanzadas con las inferiores puede llegar a ser perjudicial para estas últimas. Una circunstancia en particular, que se considerará más adelante, puede prevenir estos efectos negativos.

Es muy difícil explicar todo lo antedicho excepto mediante la perspectiva bíblica del origen del hombre y de la historia más temprana. Hay un aspecto de los tiempos antediluvianos que ha sido frecuentemente comentado y que se considera como algo totalmente excepcional —la extraordinaria rapidez con la que se desarrolló la civilización en las primeras tres o cuatro generaciones, considerando que no existían precedentes y que cada elemento cultural se tuvo que diseñar a partir de cero. Hay diversos factores que pueden explicar esto, siempre que permitamos que el registro bíblico hable por sí mismo. Estos factores son:

 

(1) Las grandes edades que alcanzaban los hombres.

(2) La benignidad del clima.

(3) La uniformidad del lenguaje.

(4) La concentración de la población.

(5) La naturaleza de la dotación original del hombre por parte de su Creador.

 

Examinemos estos puntos con brevedad. Existe la tendencia por parte de muchos a dudar de que los hombres realmente llegasen a vivir tantos años. La prueba de que el registro que encontramos no ha sido manipulado sino que da una historia sobria es el tema de otro artículo de Doorway Papers.[180] Esta prueba, a mi modo de ver, es enteramente satisfactoria. Consideremos qué significaría para la mayoría de nosotros si pudiésemos alargar el período de investigación y aprendizaje de una vida normal por un factor de diez o de quince. Incluso tal como están las cosas, la mayoría de nosotros nos sentimos impresionados con nuestros colegas mayores que tienen una ventaja sobre nosotros de tan solo diez años. ¿Y si tuviesen una ventaja sobre nosotros de 900 años? Además, la comunicación toma tiempo, y muchos de nosotros no tenemos suficiente ni con semanas para poder mantenernos al día con lo que se está realizando en otros lugares incluso en nuestro limitado campo de especialidad. Supongamos solo por un momento que tuviésemos tiempo para conversar con Leonardo da Vinci o con Isaac Newton o con algunos de los «grandes» de hace unos pocos cientos de años, no meramente acerca de lo que estuvieron haciendo durante unos breves años, sino de lo que han estado haciendo todo este tiempo. Esta situación es tan ajena a nuestra experiencia que es hasta difícil concebir sus implicaciones. Pero desde luego no hay duda alguna de que si todos viviesen durante algunos siglos, el efecto cumulativo de la capacidad inventiva y de la curiosidad humanas sería fantástica —tanto para bien como para mal. La longevidad debió haber contribuido enormemente al proceso de acelerar el desarrollo de la civilización incluso en aquellas pocas primeras generaciones. El hecho de que las Escrituras no solo registran que los hombres vivieron hasta una edad muy avanzada, sino que también dentro de dos generaciones de Adán la vida urbana y el arte y la tecnología ya se habían desarrollado de manera considerable, es evidencia de su fiabilidad, porque se encuentra la explicación más lógica de lo uno en términos de lo otro. Y si cualquiera de ambas cosas fue cierta, es más que probable que la otra también lo fuese.

El segundo factor es quizá menos seguro, es decir, la uniformidad de clima. No sabemos si dicha uniformidad existió de forma efectiva. Pero me parece que es la manera más lógica de interpretar los acontecimientos relacionados con el Diluvio, y de forma más particular lo que puede quizá haber sido la primera aparición de un arco iris, como significando que la lluvia tal como la entendemos no había caído antes desde la creación de Adán. Se ha sugerido que la atmósfera era en cierta manera diferente, y que el hombre puede haber vivido protegido de ciertas formas de radiación cósmica en una especie de invernadero que no era opresivo sino que contribuyó a su longevidad.

El tercer factor es la uniformidad del lenguaje, que se puede dar por supuesta debido a que la confusión de las lenguas no ocurrió hasta después del Diluvio. La circunstancia misma del juicio que acaeció en Babel es una indicación suficiente de cómo la uniformidad del lenguaje pudo contribuir a la aceleración de los esfuerzos cooperativos del hombre, porque fue este mismo factor el que evidentemente hacía factible esta empresa, y que fue por la eliminación de dicho factor que dicha empresa fue abandonada. Una de las pesadillas de nuestra propia civilización tan sumamente tecnificada es la maldición de la especialización que ha llevado al surgimiento de jergas técnicas que constituyen otros tantos lenguajes diferentes que un hombre instruido en otro ramo del saber apenas puede comprender, ni hacerse él comprender por una persona instruida en otra disciplina. De hecho, William Temple sugiere que Dios tiene una mano en esto, y que lo ha provocado a fin de poder otra vez impedir al hombre conseguir una suficiente unidad de propósito para intentar levantar una segunda «Torre de Babel».[181] Es interesante encontrar que Dante interpretó los acontecimientos en la construcción de la Torre de Babel como siendo justamente esto[182] —la rápida aparición de jergas técnicas que dificultó la comunicación entre artesanos.

El cuarto factor es la concentración de la población, lo que permitía el máximo intercambio de ideas con el mínimo retardo posible. Este es de nuevo uno de los factores críticos en nuestra propia generación porque, a pesar de nuestros rápidos medios de comunicación, las distancias siguen siendo suficientemente grandes para estorbar los intercambios verbales inmediatos que son el fruto del contacto personal. Este es uno de los enormes beneficios de las conferencias científicas donde se consigue casi tanto en una conversación personal delante de una taza de café como con la presentación formal de comunicaciones. Como ya hemos visto, el aislamiento conduce casi inevitablemente al estancamiento. Sir Flinders Petrie resaltó la importancia de los contactos entre culturas cuando desarrollaba su punto de vista cíclico de la historia, al atribuir cada renacimiento a nuevos contactos entre culturas.[183] Ernest Kretschmer llegó a la conclusión, con respecto a la cuestión de cuál había sido la participación de la raza escandinava en la cultura occidental, de que sus contribuciones más destacables se desarrollaron solo en aquellas regiones en las que estuvieron expuestos a una intensa mezcla con otras razas.[184] Fenton Turck atribuía la vitalidad inicial de la civilización americana a que la población formó una amalgama de pueblos procedentes de muchas tradiciones culturales.[185] Una amalgamación de esta clase significa compartir nuevas ideas que en caso contrario hubieran permanecido propiedad sólo de sus originadores. Cuando las ideas se unen, hay una tendencia no solo al surgimiento de una especie de «híbrido», sino al surgimiento de ideas totalmente nuevas que no estaban latentes en ninguna de las ideas originales cuando se consideran por sí solas. El proceso tiende a ser multiplicativo más que aditivo. Podemos suponer que cuando la población original seguía estando agrupada, especialmente al considerar la longevidad, que el cúmulo total de ideas resultantes de una gama inmensamente extendida de experiencia se combinaría en maneras que no se conocen actualmente.

Y tenemos por fin la cuestión de la dotación original del hombre. Este es un tema que realmente exige (y que recibe en otros artículos de Doorway Papers),[186] un desarrollo mucho más pleno que el que se puede dar en este punto. Es mi convicción que el hombre tiene tres clases de capacidades: inventivas, filosóficas y espirituales, y que en el tiempo del Diluvio Dios distribuyó estas tres capacidades en medidas especiales respectivamente entre los tres hijos de Noé. Sem fue hecho responsable del bienestar espiritual de la humanidad, Cam del bienestar físico de la humanidad, y Jafet del bienestar intelectual de la humanidad. Cuando las mezclas raciales o los contactos culturales han reunido estas tres contribuciones de una forma equilibrada, el resultado ha sido siempre un gran avance de la civilización. Pero cuando alguna de estas tres contribuciones ha sido objeto de descuido o enfatizada en exceso, la civilización que ha resultado de la amalgama ha comenzado el proceso de decadencia.

Creo que en Adán y en sus descendientes, hasta que el Diluvio puso fin al mundo antiguo, estas tres capacidades estaban mayormente combinadas en cada persona de forma individual, aunque naturalmente no siempre exactamente en la misma medida, así como no cada uno actualmente tiene el mismo nivel de inteligencia. Pero cada hombre llevaba consigo un triple potencial que después del Diluvio quedó sumamente reducido y que con la mayor frecuencia quedaba limitado a una capacidad principalmente en una dirección. En otro artículo se ha examinado con mucha atención la tesis de que la ciencia surge solo allí donde la filosofía (la contribución de Jafet) se vincula con la tecnología (la contribución de Cam), así como la teología solo surge donde la filosofía se vincula con la percepción espiritual basada en la revelación (que fue la contribución específica de Sem). En general, los que son muy inventivos e inclinados a la mecánica raras veces tienen una mentalidad filosófica, y los filósofos tienden a ser más bien poco prácticos. Cuando estas dos capacidades aparecen reunidas en un hombre, tenemos al científico. Lamentablemente, las personas de mentalidad científica tienden a ser algo indiferentes a las cosas espirituales que son cuestiones de fe. Y por cuanto el hombre es primordialmente un ser espiritual, la ciencia ha mostrado frecuentemente la tendencia a ser unilateral e inadecuada, a veces más bien fútil, y frecuentemente peligrosa porque alienta a una actitud escéptica. Pero consideremos lo que sucedería si cada hombre tuviese en sí una gran capacidad inventiva y pudiera extender la aplicación de su propia capacidad inventiva de una forma tan vasta como los científicos han extendido recientemente la tecnología básica de los previos 6.000 años de civilización. El progreso de los últimos 100 años se hubiera podido acumular en los primeros siglos de la historia humana, y el nieto de Adán hubiera podido ver el desarrollo de la vida urbana, la construcción de edificios muy grandes, la aparición de las artes incluyendo toda clase de música, el uso extendido de los metales, y el establecimiento de ganaderos y agricultores a gran escala —como es evidente que hicieron los hijos de Caín (Génesis 4:17-22).

Pero, como siempre parece haber sido el caso, la capacidad espiritual del hombre tendía a sufrir debido a la falta de uso, o incluso por su abuso, y el mal en el hombre se fortaleció muy rápidamente en un grado extraordinario por el ejercicio de sus otras capacidades, hasta que el Señor miró desde el cielo y vio que era demasiado peligroso que el hombre fuese dotado tan plenamente a nivel individual. Después del Diluvio, lo que había estado combinado en Adán quedó en adelante dividido entre Sem, Cam y Jafet. Pero, durante los tiempos antediluvianos, parece que la capacidad individual era tan superior que los procesos civilizadores estuvieron todos enormemente acelerados.

Por sí mismos, los representantes de cualquiera de estas tres ramas de la raza han sufrido siempre de estancamiento o degeneración cultural. La asociación es esencial para el progreso, y es esta asociación lo que marca la corriente principal como tal. Aislado, el hombre sigue siendo una criatura especial de Dios, pero su capacidad queda enormemente reducida. Sin embargo, incluso al llegar a lo más bajo, permanece siendo un ser humano, diferente de los animales. De los pocos casos de niños ferales que pudieran constituir casi una excepción a esto, conocemos demasiado poco para estar seguros. Pero sí sabemos que los pueblos más aislados y sumamente primitivos son totalmente capaces de responder a la educación. Sabemos algo más todavía, que a no ser que esta educación tenga un componente espiritual muy claro capaz de conducir a una plena certidumbre de fe, el proceso educativo es solo parcialmente eficaz, y que podría ser incluso perjudicial en grado sumo.

Cuando los holandeses fueron expulsados de Formosa y no pudieron proseguir más adelante con la educación de los nativos, estos nativos retrocedieron a una clase más profunda de barbarie que la que habían conocido con anterioridad. Uno de los habitantes de Tierra de Fuego, llamado Jeremy Button, que había sido llevado por el capitán Fitzroy y educado en Inglaterra, fue posteriormente, en el viaje en que participó Darwin, devuelto a su propio pueblo sin ninguna evidencia de conversión, y más tarde se volvió aun más bárbaro que ellos.[187] Pero cuando unos misioneros con una vital fe bíblica —que durante esta Edad de la Gracia se encuentran en la comunidad mundial durante un tiempo en lugar de Sem (Génesis 9:27)— emprenden contribuir de forma activa en la educación de estos pueblos y tienen éxito en comunicarles aquella fe, su condición cambia para mejor de una forma extraordinaria y permanente, como el mismo Darwin estuvo bien dispuesto a reconocer en el caso de los habitantes de Tierra de Fuego.[188] Es cierto que con el misionero entran también otras influencias no tan felices de la cultura occidental, y no pocas de sus enfermedades, de modo que al final estas culturas no siempre se han beneficiado como un todo. La educación sin este componente espiritual exhibe sorprendentes limitaciones. Por otra parte, Herman Merivale,[189] que fue Profesor de Historia en Oxford, después de un cuidadoso estudio de los efectos de la colonización y de la educación de los pueblos nativos, llegó a la conclusión de que la historia no podía señalar ningún intento eficaz para introducir la civilización a «tribus salvajes en las colonias, excepto a través de la acción de misioneros religiosos».

Así, parece que solo en tanto que la luz de la verdadera fe espiritual, cuya base es la Palabra de Dios, forme un elemento esencial de una cultura, puede llegar esta cultura a pretender formar parte de la corriente principal; y que solo así puede esperar guardarse del odioso proceso de degeneración, o llegar a recuperarse del mismo. La corriente principal solo es «principal» en tanto que la fe cristiana esté contribuyendo a su corriente de una manera vital. Esto puede que no siempre redunde en su avance, y en realidad quizá nunca lo hace de forma específica, pero sí que impide su degeneración. En este sentido, la Iglesia de Dios, hasta allí donde mantiene esta verdadera fe, tiene las cualidades conservantes y la función de la «sal» (Mateo 5:13).

Si podemos retroceder una vez más a nuestras reflexiones iniciales, veremos que no hay ni una evolución cultural automática, ni una degeneración cultural automática. El factor decisivo es si se ha mantenido un contacto vital con la corriente principal, que solo lo es en razón de que representa un mosaico de ilustración espiritual, intelectual y tecnológica sostenido así por Sem, Jafet y Cam. Esta circunstancia no surgió por una evolución al azar, sino por la actividad creadora directa de Dios en el principio; y las avanzadas civilizaciones que se han desvanecido, y los pueblos primitivos —vivientes y extintos, e incluso los niños ferales— dan todos ellos testimonio de que en ausencia de cualquiera de estos componentes esenciales de una sociedad verdaderamente humana, en contraste a los animales, el hombre ha de sufrir una degeneración inevitable. La civilización es un fenómeno que surgió al mismo comienzo sólo porque el hombre no evolucionó sino porque fue creado por Dios con la necesaria dotación, una dotación que incluso en su estado caído todavía puede, en la paciencia de Dios, encontrar expresión en formas sumamente singulares.




Referencias

[1] Rosenstiel, Annette, «Anthropology and the Missionary», Journal of the Royal Anthropological Institute, vol. 89, Secc. 1, Ene.-Jun., 1959, p. 107-115.

[2] Por ejemplo, el primer volumen de Transactions of the Victoria Institute, publicado en 1866, contenía artículos sobre las relaciones existentes entre las Escrituras y la ciencia, acerca de la diferencia de esfera de acción entre las Escrituras y la ciencia, acerca de las diversas teorías de la condición pasada y presente del hombre, acerca del origen del lenguaje, sobre los milagros, sobre las lecciones que se desprenden de la geología en relación con Dios, sobre la mutua utilidad de la teología y de las ciencias naturales, y de las relaciones pasadas y presentes de la ciencia geológica en relación con las Sagradas Escrituras. En los años que fueron siguiendo se publicaron artículos con títulos como «Algunos usos de la historia sagrada primitiva»; «El origen común de las razas americanas y del viejo mundo»; «Sobre la verdadera antropología»; y «El lugar del hombre en la creación». Estos artículos fueron escritos, en muchos casos, por destacadas personalidades de Inglaterra y del continente europeo.

[3] La revista The Exeter Hall Papers, publicada en Londres por Nisbet, fue incluso anterior, y vio la luz de 1845 a 1865, y se dirigía a un público más general, por lo que no tenía un tono tan académico, aunque trataba acerca de las mismas cuestiones básicas. Es un reflejo de la seriedad de los miembros de YMCA en aquellos días que estos artículos trataban de cuestiones tan serias como «La civilización patriarcal», «Las declaraciones bíblicas, en armonía con los descubrimientos científicos», «La historia natural de la creación», «Evidencias geológicas de la existencia de la Deidad», «El origen común de la raza humana», «Dios en la ciencia», y similares.

[4] The Present Day Tracts fue una serie de eruditas comunicaciones en 13 volúmenes, publicados por The Religious Tract Society desde 1883 en adelante. También allí se trataba acerca de problemas como «La edad y el origen del hombre considerado geológicamente», «La paternidad mosaica y la credibilidad del Pentateuco», «La filosofía del Sr. Herbert Spencer», «Puntos de contacto entre la Revelación y las ciencias naturales», «Análisis de la ética de la evolución», y similares.

[5] Wendt, Herbert, I Looked For Adam, Weidenfeld and Nicolson, Londres, 1955, p.15 ss. [En castellano, Tras las huellas de Adán,]

[6] Herskovits, Melville J., Man and His Works, Knopf, Nueva York. 1950. p. 464.

[7] Rader, Melvin, «Technology and Community», Scientific Monthly, junio de 1949, p. 502.

[8] Calverton, V. F., «Modern Anthropology and the Theory of Cultural Compulsives», en The Making of Man, Modern Library, Nueva York, 1931, p. 2, y las aseveraciones en itálicas en la p. 27.

[9] 9. Kardiner, Abram, en una reseña de «Posthumous Essays by Bronislau Malinowski», en Scientific American, Junio de 1918, p. 58. Una excelente ilustración de cómo operaba este prejuicio se encontrará, con referencia a los eolitos, en H. V. Vallois y M. Boule, Fossil Men, Dryden, Nueva York 1957, p. 101.

[10] Wallis, Wilson, «Pre-Suppositions in Anthropological Interpretations», American Anthropologist, vol. 50, 1948, p. 560.

[11] Shapiro, Harry L., «The Responsibility of the Anthropologist», Science, vol. 109, l949, p. 323, 326.

[12] Wallis, Wilson, «The Structure of Prehistoric Man», en The Making of Man, Modern Library, Nueva York, 1931, p. 75.

[13] Tylor, E. B., Anthropology, Hill and Co., Nueva York, 1904, pp. 14, 15.

[14] Dawson, Sir J. William, The Story of the Earth and Man, Hodder and Houghton, Londres, 1903, p. 390.

[15] Herskovits, Melville, Man and His Works, Knopf, Nueva York, 1950, p. 467.

[16] Ibid., p. 476.

[17] Dawson, Sir J. William, Fossil Men and Their Modern Representatives, Hodder and Stoughton, Londres, 1883, viii y 354 pp., índice e ilustraciones.

[18] Movius, Hallam L. Jr., «Old World Prehistory: Paleolithic», en Anthropology Today, Chicago, 1953, p. 163.

[19] Benedict, Ruth, Patterns of Culture, Mentor Books, Nueva York, 1951, pp. 6 y 17. Véase también, acerca de esta cuestión, Herskovits, ref. 6, p. 618; Goldenweiser, Alexander, Anthropology, Crofts, Nueva York, 1945 p. 507; Shapiro, H. L., Race Mixture, UNESCO, París, 1953, pp. 31, 32; también Lowie, R. H. Social Organization, Rinehart, Nueva York, 1948, pp. 122 ss.; Evans-Pritchard, Social Anthropology Cohen West, Londres, 1951, p. 24.

[20] Raglan, Lord, How Come Civilization? Methuen, Londres, 1939, pp. 28.

[21] James, E. O., «Reality and Religion», Journal of the Royal Anthropological Institute, vol. 80, 1950, p. 28.

[22] Goldenweiser, A., Anthropology, Crofts, Nueva York, 1945, p. 134.

[23]  Ibid., p. 47.

[24] Ibid., p. 166.

[25] Custance, A. C., «¿Quién enseñó a hablar a Adán?», en línea en http://www.sedin.org/doorway/01-Adan.html; en el original inglés en Part VI en Genesis and Early Man, vol. 2 en la serie de artículos The Doorway Papers.

[26] White, Andrew D., A History of the Warfare of Science With Theology, Braziller, Nueva York, 1955, p. 43.

[27] Randall, John H. Jr., The Making of the Modern Mind, Houghton Mifflin, Nueva York, 1940, p.98. Carl C. Lindegren sñalaba que «la secuencia cronológica con que se realizan los descubrimientos científicos tiene una relación directa con la manera en que se interpretan». Como consecuencia de esto, dice: «Los datos que confirmen una teoría bien establecida se aceptan generalmente sin evaluación crítica» (Science, 6 de julio de 1956, p. 27). Véase también, acerca de esto, a P. G. Fothergill, Historical Aspects of Organic Evolution, Hollis and Carter Londres, 1952, p. 116.

[28] Durante el Simposio Internacional sobre Antropología celebrado en Nueva York bajo la presidencia de A. L. Kroeber en 1952, hubo una extraordinaria libertad de discusión y crítica acerca de la tendencia de algunas autoridades de volverse emocionalmente dogmáticas cuando las perspectivas ortodoxas se desafiaban en cualquier forma. Por ejemplo, véanse las observaciones hechas por M. Bates relativas a la actitud prepotente de Dobzhansky, tal como aparece en An Appraisal of Anthropology Today, de la recopilación de Sol Tax et al, University of Chicago, 1953, pp. 271, 272.

[29] La revista The Illustrated Londres News (10 de diciembre de 1927, p. 1058) contenía un artículo de Margaret Taylor sobre la singular pintura sobre roca en el sur de Rhodesia (la actual Zimbabwe —N. del T.), ¡que representa a toda una orquesta lista para comenzar la ejecución de una pieza! Se cree que las circunstancias que rodean esta pintura confirman una afirmación de Herodoto que fue completamente desacreditada porque decía que hacia el 600 a.C., el Faraón Necao navegó alrededor de África. Esto se consideraba algo sumamente improbable. Pero parece que esto puede realmente haber sucedido, al haber pertenecido esta orquesta al rey egipcio.

[30] 30. Kyle, Melvin G., «The Antiquity of Man According to the Genesis Account», Transactions of the Victoria Institute, Londres, vol. 57, 1925, p. 127.

[31] Simpich, Frederick, «Men and Gold», National Geographic Magazine, Apr., 1933, p. 482.

[32] Blegen, Carl W., «King Nestor's Palace», Scientific American, mayo de 1958, p. 111 y una foto de la bañera, p. 1131.

[33] Arundell, Lord, of Wardour, Tradition: Principally with Reference to Mythology and the Law of Nations, Burns, Oates and Co., Londres, 1872, xxix and 431 pp., index.

[34] Lenormant, Francois, The Beginnings of History According to the Bible and the Traditions of Oriental People, Scribners, Nueva York, 1891, xxx and 588 pp., with appendices.

[35] Hislop, Alexander, The Two Babylons, Partridge, Londres, 1903, 3rd edition, xxiv and 320 pp., index and illustrations.

[36] Keary, Charles F., Outlines of Primitive Belief Among the Indo-European Races, Scribners, Nueva York, 1882, xxi and 534 p., index.

[37] Frazer, Sir James G., The Golden Bough: The Magic Art and the Evolution of Kings, 2 vol. edition, Macmillan, Nueva York, 1935.

[38] Rawlinson, George, The Origin of Nations, Scribner, Nueva York, 1878, pp.10-11.

[39] En su deriva al este por el Pacífico, los polinesios perdieron los tejidos, la cerámica, la metalurgia y abandonaron el uso del arco. Véase Roland Dixon, Building of Cultures, Scribner, Nueva York, 1928, p.280. Para ña referencia a la pérdida de las palabras relacionadas con la vida cortesana, véase Rich Taylor, New Zealand and Its Inhabitants, sin fecha, p. 6, citado por Lord Arundell, ref. 33, p. 122.

[40] Piggott, Stuart, Prehistoric India, Penguin Books, Ing., 1950, p. 256.

[41] Perry, W. J., The Growth of Civilization, Penguin Books, Ing., 1937, p. 137.

[42]  Sarton, George, A History of Science, Harvard, 1952, pp.111 y 116.

[43] Me parece que el originador de este término fue V. Gordon Childe. Lo usa, por ejemplo, en su obra Man Makes Himself, Watts, Londres, 1948, Cap. 5, pp. 66 y ss.

[44] Giovanni, Battista Vico (1668-1744) fue un filósofo italiano cuya principal obra fue publicada en Francia por Michelet en 1827 bajo el título de Principes de la Philosophie d'Histoire.

[45] Toynbee, Arnold, A Study of History, Oxford University Press, 1946-1957, donde se presentan el surgimiento y la caída de 19 civilizaciones de tal manera que se sugiere que la historia se repite según lo que es casi una ley espiritual. Karl Marx creía que el factor determinante era el económico, y Ellsworth que era un factor climático.

[46] Spengler, Oswald, Decline of the West, Allen and Unwin, Londres, 1926.

[47] Para un análisis de los puntos de vista de Vico, véase R. G. Collingwood, «Oswald Spengler and the Theory of Historical Cycles», Antiquity, Sept., 1927, pp. 311-325; y también «The Theory of Historical Cycles», Dic. de 1927, pp. 435-446.  A. L. Kroeber tiene diversas contribuciones valiosas acerca del tema del Determinismo Cultural y de los Ciclos Históricos Estas tendencias deterministas en la cultura él las designa como lo «superorgánico», American Anthropologist, vol. 19, 1917, p.162-213. Este concepto lo fue desarrollando en muchas de sus obras posteriores.

[48] Hay posiblemente cuatro o cinco casos bien autentificados en tiempos relativamente recientes. Referencias a los mismos aparecen en Susanne Langer, Philosophy in a New Key, Mentor Books, Nueva York, 1952, p. 87. También en las obras de Ernst Cassirer: véase «¿Quién enseñó a hablar a Adán?», artículo en línea en castellano: http://www.sedin.org/doorway/01-Adan.html; del original inglés: “Who Taught Adam to Speak?” Part VI in Genesis and Early Man, vol. 2 in The Doorway Papers Series, en línea en http://www.custance.org/Library/Volume2/Part_VI/WhoTaughtAdamtoSpeak.html.

[49] Acerca de esto vease Stuart Piggott, Prehistoric India, Penguin Books, Ing., 1950, p. 263; H. J. Fleure, The Races of Mankind, Benn, Londres, 1930, p. 68; A. H. Sayce, «The Aryan Problem», Antiquity, June, 1927, p. 214.

[50] Véase Robert Eisler, «Loan Words in Semitic Languages Meaning “Town”», Antiquity, Dec., 1939, pp. 449 y ss.

[51] Crawford, M. D. C., The Conquest of Culture, Fairchild, Nueva York, 1948, xii y 449 pp., índice. Un resumen muy útil de logros técnicos, pero sin documentación.

[52] Sayce, A. H., Early Israel and the Surrounding Nations, Londres, 1899, p. 270.

[53] Wiseman, P. J., New Discoveries in Babylon About Genesis, Marshall, Morgan and Scott, Londres, 2ª edición, revisada, sin fecha, pp. 28, 31, 33.

[54] Reisner, G. A., The History of the Giza Necropolis, reseña en Antiquity, marzo de 1938, p. 104.

[55] Childe, Vere Gordon, New Light on the Most Ancient East, Kegan Paul, Londres, 1935, p. 67.

[56] Emery, Walter B., «The Tombs of the First Pharaohs», Scientific American, July, 1957, pp. 107, 112, 116.

[57] Meek, T. J., «Magic Spades in Mesopotamia», University of Toronto Quarterly, vol. 7, no. 2, enero de 1938, p. 235-237.

[58] Bewberry, R. E., citado por C. Urquhart, The Bible Triumphant, Pickering, Londres, 1935, p. 36.

[59] Childe, V. G., New Light on the Most Ancient East, Kegan Paul, Londres, 1935, p. 2.

[60] Perry, W. J., The Growth of Civilization, Penguin Books, Inglaterra, 1957, p. 54.

[61] W. E. Taylor en una conferencia pronunciada ante el Departamento de Estudios Orientales de la Universidad de Toronto, primavera de 1936.

[62] Kyle, M. G., «Recent Testimony of Archaeology to the Scriptures», en The Fundamentals, Biola Press, Los Angeles, 1917, p. 329.

[63] Meek, T. J., «Mesopotamian Studies», en The Haverford Symposium on Archaeology and the Bible, 1938, p. 161.

[64] Mallowan, M. E. L., The Excavations at Tell Chagar Bazar and an Archaeological Survey of the Habur Region, 1934-35, Oxford, 1936, reseña en Antiquity, Dec., 1937, p. 502.

[65] Childe, V. G., ref. 55, p. 145.

[66] Gadd, C. J., The History and Monuments of Ur, Chatto and Windus, Londres, 1929, p. 24 and p. 17.

[67] Ibid., p. 27.

[68] Woolley, Sir Leonard, The Sumerians, Clarendon Press, Oxford, 1928, p. 44.

[69] Childe, V. G., New Light on the Most Ancient East, Kegan Paul, Londres, 1935, p. 19.

[70] Wiseman, P. J., New Discoveries in Babylon About Genesis, Marshall, Morgan and Scott, Londres, 2ª edición, revisada, sin fecha, pp. 28 y 29.

[71] Myers, J. L., Dawn of History, Williams and Norgate, Londres, sin fecha, p. 85.

[72] Meek, T. J., en una conferencia ante el Departamento de Estudios Orientales, Universidad de Toronto, otoño de 1936.

[73] Frankfort, Henri, en un artículo sobre Khafaje en la revista Illustrated Londres News, Nov. 13, 1937, pp. 840, 841, da algunas tofografías de estos sellos.

[74] Keith, Sir Arthur, «Physical Anthropology», Science Progress, Oct., 1936, p. 333.

[75] Spearing, H. G., «Susa, The Eternal City of the East», en Wonders of the Past, vol. 3, Putnam, Nueva York, 1924, p. 583.

[76] Mackay, Ernest, «Great New Discoveries of Indian Culture in Prehistoric Sind», Illustrated Londres News, Nov. 14, 1936, Plate I.

[77] Ibid., p. 860, Fig. II.

[78] Ibid., pp. 860 y 894.

[79] Childe, Vere Gordon, «India and the West Before Darius», Antiquity, marzo de 1939, p. 10.

[80] Ghirshman, R., Iran, Penguin Books, Ing., 1954, 368 pp., Índice, ilustraciones.

[81] Ghirshman, R., «At Sialk: Prehistoric Iran», Asia, Nov., 1938, p. 646.

[82] Childe, Vere Gordon, What Happened In History, Penguin Books, Ing., 1946, p. 64.

[83] V. G. Childe también se refiere a los indicios de la existencia de un pueblo jafético que habitó en tiempos antiguos en las tierras altas desde los montes Zagros hacia occidente (New Light on the Most Ancient East, Kegan Paul, Londres, 1935, p. 18).

[84] V. G. Childe, What Happened In History, Penguin Books, Ing., 1946, p. 64.

[85] Para un útil resumen de estas asociaciones y correlaciones en el tiempo, véase Seton Lloyd, Early Anatolia, Penguin Books, Ing., 956, pp. 54.

[86] Unas excelentes ilustraciones de esta cerámica se encuentran en E. J. Forsdyke, «Marvels of the Potter's Art», en Wonders of the Past, vol. 2, Putnam, Nueva York, 1924, Lámina en p. 426. Estas formas aparecen frecuentemente en antiguos yacimientos heládicos como en Asea, Gournia, Korakou, Vasiliki, etc. ¡Incluso los remaches se reproducen en ocasiones en los objetos de cerámica!

[87] Braidwood, Robert J., «From Cave to Village», Scientific American, Oct., 1952, pp. 62 ss. Este es un excelente resumen con útiles ilustraciones y presentaciones gráficas de los hallazgos tal como él lo considera. Para los no iniciados, la cosa queda claramente resuelta. Pero Miss Kenyon discrepa.

[88] Kenyon, Kathleen M., «Ancient Jericho», Scientific American, Abr., 1954, pp. 76. En su artículo, «Some Observations on the Beginnings of Settlement in the Near East», Journal of the Royal Anthropological Institute, Ene.- Jun. 1959, pp. 35 ss., explica por qué cree que Jericó es más antigua que Jarmo y critica la interpretación de Braidwood de los datos arqueológicos de Jarmo —lo que demuestra la dificultad de estar seguros acerca de las secuencias en esta era tan temprana.

[89] Kenyon, Kathleen, Journal of the Royal Anthropological Institute, Ene.- Jun. 1959, p. 41.

[90] Una valoración fascinante y concisa de los indicios de estas antiguas migraciones es la que da M. E. L. Mallowan en «Mesopotamian Trilogy», Antiquity, Jun. 1939, pp. 159-170.

[91] Al considerar una de las comunicaciones presentadas en el Simposio Antropológico (ref. 29), Grahame Clark hizo esta observación acerca de las nuevas técnicas de datación: «Parecen sugerir que los artistas de la cueva Magdaleniense, lejos de acabar en 18.000 a.C., probablemente acabaron más probablemente en 8.000 a.C., y que lejos de comenzar tan temprano como 50.000 a.C., comenzaron alrededor del 15.000 a.C., o quizá incluso más posteriormente. Concluyo haciendo una pregunta que espero que Hallam Movius (véase ref. 18) recogerá. Si la única fecha en el sistema de Zeuner-Milankovitch (sobre el que se basa la ref. 92) que podemos comprobar mediante C-14 resulta tan errónea y tan enormemente exagerada como vemos, ¿qué confianza deberíamos depositar en la datación de eras más antiguas para las fases tempranas del período glacial? Tan solo planteo la pregunta. No conozco la respuesta» (Appraisal of Anthropology Today, Chicago, 1953, p. 78). Con respecto a esto, véase también Oakley, Man, Oct., 1951, p. 142. Esta misma autoridad dijo posteriormente (p. 37), «La datación mediante C-14 parece sugerir que los avances del Paleolítico Superior llegaron más tardíamente de lo que suponíamos, y esto solo hace que acentuar la impresión de una enorme aceleración en el desarrollo y diferenciación de las culturas».

     A. L. Kroeber (p. 39) apoyó resueltamente las palabras de Clark, resaltando el cambio de opinión acerca de la cronología tanto del Viejo como del Nuevo Mundo. En la revista Illustrated Londres News del 14 de septiembre de 1935, Henry Frankfort sugiere que «los períodos más tempranos de la civilización en Mesopotamia están más estrechamente relacionados y se extienden a lo largo de un período más corto de tiempo de lo que se ha dado en suponer en general».

[92] Zeuner, F. E.. Dating the Past, Methuen, 1958, p. 299, fig. 81.

[93] Ibid., pp. 285 y 288.

[94] Ahora tenemos un nuevo «giro» en la interpretación de los datos. El hecho de que no haya una fase paleolítica en el Oriente Medio no puede aceptarse, naturalmente, como significando que el hombre estuviese civilizado casi tan pronto como apareció. Esto no sería «pensamiento evolucionista». De modo que se tiene que suponer que la ausencia de la fase previa se debe a que el Oriente Medio nunca fue la Cuna de la Humanidad —nunca fue un centro de dispersión de los homínidos. El hecho de que todas las líneas migratorias conduzcan allá se pasa simplemente por alto, y los datos se reinterpretan completamente para respaldar las actuales presuposiciones. Véase F. Clark Howell, «The Villafranchian and Human Origins», Science, vol. 130, 1959, p. 833, col. c.

[95] Un número de autoridades han sugerido que la civilización china descendió más bien directamente de la civilización sumeria temprana. Su escritura puede haber estado relacionada (S. L. Caiger, Bible and Spade, Oxford, 1936, p. 2). Aparentemente, había algunas estrechas semejanzas entre la música sumeria y la música china muy antigua (M. E. L. Mallowan citando a F. W. Galpin, The Music of the Sumerians, Cambridge, 1937, en Antiquity, junio de 1939, p. 169). W. J. Perry hace referencia en su Growth of Civilization (Pelican Books, Ing., 1937, p. 125) a algunos paralelismos arquitectónicos muy sorprendentes. Lord Raglan (Journal of the Royal Anthropological Institute, Julio-Dic. 1957, p. 144) argumenta que la civilización china progresó solo mientras se mantuvo el contacto con el mundo exterior. Carl Whitin Bishop, en su artículo «The Beginnings of Civilization in Eastern Asia» (Smithsonian Institute Annual Report, 1940, pp. 431-446), trata de forma interesante la cuestión de si centros de cultura como Sumer y China hubieran podido surgir de forma completamente independiente. Argumenta él que la gran cantidad de elementos comunes en estas antiguas civilizaciones, lo que él describe como «homogeneidad en los aspectos fundamentales» (p. 433) no se puede atribuir sencillamente al hecho de que las mentes de los hombres operan de forma muy parecida en todas partes. Parece haber pocas dudas acerca de la relación existente entre ellas. Joseph Needham resalta que mientras que el Sinanthropus parece antedatar los comienzos de la civilización china por un período inmenso de tiempo, hay un completo vacío entre esto y la primera clara evidencia de un asentamiento a gran escala en 2.500 a.C. Observemos esta fecha —no está muy alejada de la fecha tradicional del Diluvio. Más adelante dice: «Luego, repentinamente, alrededor de 2.500 a.C., la tierra aparentemente vacía comienza a soportar una población numerosa y activa. Hay restos de cientos, hasta de miles, de poblados habitados por un pueblo con una economía agrícola además de pastoral, familiarizados con la carpintería, los tejidos y la cerámica» (Science and Civilization in China, Cambridge, 1954, vol. l, p. 80). Incidentalmente, esta misma aparición «repentina» de civilización también es de aplicación al Japón (Ingram Bryan, The History of Japan, Benn, Londres, 1928, p. 9). Las culturas de Centroamérica son desde luego muy posteriores.

[96] Radcliffe-Brown, A. R., Andaman Islanders, Cambridge, 1922, ilustra este extremo de forma categórica para este pueblo determinado cuya cultura es ciertamente tan baja, demostrando que no permiten la introducción de los artículos incluso de la mayor utilidad (como trampas, p. 37) a causa del temor que sienten acerca de cambiar el más pequeño aspecto de su cultura. El autor insiste una y otra vez en este conservadurismo (véase p. 302).

[97] Goldenweiser, A., Anthropology, Crofts, Nueva York, 1945, p. 414, pie de página 4.

[98] Tylor, Edward B., Primitive Culture, vol. 1, Murray, Londres, 2ª edición, 1891, p. 32 y 35.

[99] Whately, Arzobispo de Dublín, «On the Origin of Civilization», Exeter Hall Papers, 1854-55, Nisbet, Londres, p. 23. Todo este ensayo es digno de lectura a pesar de su fecha.

[100] Tylor, E. B., Anthropology, New Science Library, Hill, Nueva York, 1904, p. 14 y ss.

[101] Eiseley, Loren C., «Was Darwin Wrong About the Human Brain?» Harpers, Nov., 1955, p. 67.

[102] Boas, Franz, The Mind of Primitive Man, Macmillan, Nueva York, 2ª edición, 1939, pp. 16, 17.

[103] Zimmern, Sir Alfred, The Prospects of Civilization, Oxford Pamphlets on World Affairs, No.1, Oxford, 1940, p. 23.

[104] Nicholson. I., Book reviews, Discovery, Londres, Dec., 1959, p. 540.

[105] Holmyard, E. J., «The Future of Man», Endeavour, Imperial Chemical Industry, Londres, Ene. 1946, p. 2.

[106] Se encontrará toda una serie de «experimentos» así citados por T. Mildred Creed en Nineteenth Century, vol. 7, 1905, p. 89 ss. Véase también Nature (Inglaterra), vol. 40, 1889, p. 634. El interés en aquel entonces era muy superior al que existe ahora, porque se trataba de algo tan inesperado.

[107] Oakley, Kenneth, «The Evolution of Human Skill», en A History of Technology, vol. 1, dirigida por Singer, Holmyard y Hall, Oxford, 1957, p. 27.

[108] Citado de Wallbank and Taylor, Civilization — Past and Present, vol. 1, Scott Firesman, Chicago, 1942, pp. 499 y 500.

[109] Dicho por un esquimal llamado Kuvdluitsoq y citado en «The Seal Eskimos», por Knud Rasmussen, en A Reader in General Anthropology, obra dirigida por C. S. Coon, Holt, Nueva York, 1948, p. 119.

[110] Kroeber, Theodora, Ishi. A Biography of the Last Wild Indian in North America, University of California Press, Los Angeles, 1971, pp. 229 y 237.

[111] Cicerón, citado por Kenneth Walker en Meaning and Purpose, Penguin Books, Inglaterra, 1950, p. 147.

[112] Perspectiva africana: comunicada bajo el título «Different People — Different Ways», en South African Pioneer, SAGM (South African General Mission), Abr.- Jun. 1955, p. 15.

[113] Este punto se explora más extensamente en «La supuesta evolución del cráneo humano [The Supposed Evolution of the Human Skull», Part IV en Genesis and Early Man, vol. 2 en The Doorway Papers Series.

[114] Las herramientas del Sinanthropus: sobre esta cuesión, véase Marcellin Boule y Henri V. Vallois, Fossil Men, Dryden, Nueva York, 1957, p. 145, nota al pie 45.

[115] Dawson, J. W., Fossil Men and Their Modern Representatives, Hodder and Stoughton, Londres, 1883, pp. 109, 123.

[116] Pollock, David, «Zimbabwe: Mystery of Mashonaland», en Wonders of the Past, vol. 3, Putnam, Nueva York, pp. 601-605; una comunicación sumamente interesante.

[117] Allen, F. A., «On the Evolution of Savages by Degradation», Transactions of the Victoria Institute, Londres, vol. 19, 1885–86, p. 133.

[118] Childe, V. G., «India and the West Before Darius», Antiquity, 1939 p. 15: «Los arios ... resultan ser los destructores, no los creadores de la civilización de la India».

[119] Barnett, Lincoln, «Darwin's World of Nature: Part IV. Uttermost Region of the Earth», Life, 1 de junio de 1959, p. 68.

[120] Es evidente que las siete personas en la Cueva Superior en Choukoutien, China, sufrieron muertes violentas (Antiquity, Notes and News, junio de 1939, p. 243).

[121] Ackerknecht, E. H., «The Eskimo's Fight Against Hunger and Cold», Ciba Symposia, vol.10, no. 1, Jul.-Ago. 1948, p. 894, observa que el Hombre Blanco solo sobrevivió en el ártico al principio porque aceptó el consejo de los esquimales acerca de casi cada rasgo del diseño de sus equipos y ropas originales.

[122] Macgowan, Kenneth, Early Man in the New World, Macmillan, Nueva York, 1950, p. 116.

[123] Ibid., p.3. Durante su migración, parece que este pueblo creó unas notables culturas en Siberia, que fueron posteriormente abandonadas. Las ruinas de estos asentamientos fueron observadas hace mucho tiempo por Allen en su artículo (ref. 117), p. 132, y apareció en los periódicos una referencia más reciente a estas «ciudades» con un palacio con calefacción central que cubría 150 metros cuadrados (Hamilton Spectator, Canadá, 28 enero 1947). Los rusos han publicado ahora un informe oficial titulado «Ancient Population of Siberia and Its Culture», reseñado en Science, vol. 30, 1959, p. 1467.

[124] Raglan, Lord, «Some Aspects of Diffusion», Journal of the Royal Anthropological Institute, Jul.-Dic. 1957, p. 147.

[125] Conocido ahora como el Túmulo de Monk o de Cahokia, cerca de St. Louis, Missouri.

[126] Tylor, E. B., Primitive Culture, vol. 1, p. 56.

[127] Cunningham Geikie se refiere a una declaración de un almirante Osborn que observó que una tribu que andaba errante bordeando el extremo septentrional de la costa de Siberia había recientemente expulsado a otra tribu a través del mar helado a una isla que se encontraba tan al norte que solo se podían sus cumbres desde los cabos siberianos. Esto era totalmente el resultado de un efecto en cadena, debido a un aumento de población en tierra firme (Hours With The Bible, vol. 1, Alden, Nueva York, 1886, p. 184).

[128] Perry, W. J., The Growth of Civilization, Penguin Books, Inglaterra, 1937, p. 186 y p. 123.

[129] Dixon, Roland B., The Building of Cultures, Scribners, Nueva York, 1928, p. 280.

[130] Ibid.

[131] Johnson, Humphrey J. T., The Bible and the Early History of Mankind, edición revisada, Londres, 1947, pp. 70s. Una publicación R. C.

[132] Wendt, Herbert, I Looked For Adam, Weidenfeld and Nicolson, Londres, 1955, p. 393; Rivers, W. H., The Disappearance of Useful Arts, British Association Report, 1912, pp. 598, 599; Raglan, Lord, Home Came Civilization; Methuen, Londres, 1939, p. 35.

[133] Adam, Leonard, Primitive Art, Penguin Books, Inglaterra, 1949, p. 97.

[134] Dixon, R. B., The Building of Cultures, Scribners, Nueva York, 1928, p. 147.

[135] Lowenstein, Prince John, «Who First Settled Polynesia», The Listener, BBC, Londres, 34 abr. 1959, p. 712.

[136] Murdock, George P., Our Primitive Contemporaries, Macmillan, Nueva York, 1951. p. 1.

[137] Sollas, W. J., «The Tasmanians», en The Making of Man, dirigido por Calverton, Modern Library, Random House, Nueva York, 1931, p. 87.

[138] Montagu, Ashley, Man: His First Million Years, Mentor Books, Nueva York, 1958, p. 159.

[139] Scott, Sir Lindsay, «Pottery», en A History of Technology, vol.1, obra dirigida por Singer et al, Oxford, 1954, p. 377.

[140] MacCurdy, George G., en una reseña de Le Neolithique Lacustre Ancien, en American Journal of Archaeology, Jul.-Sept. 1935, p. 413.

[141] Hanson, Hazel D., Early Civilizations in Thessaly, Johns Hopkins Press, Baltimore, 1933, pp. 44 y 72.

[142] Stirling, Matthew, «Indian Tribes of Pueblo Land», National Geogographic Magazine, Nov., 1940, p. 571.

[143] Dawson, Sir J. W., Fossil Men and Their Modern Representatives, Hodder and Stoughton, Londres, 1883, p. 147.

[144] Schliemann, Heinrich, comunicación de Frank S. de Hass en Buried Cities Recovered, Bradley Garretson, Filadelfia, 1884, pp. 509, 510. La interpretación que Schliemann hizo de estos niveles puede haber estado equivocada, pero la inversión respecto al orden que se esperaba nunca se ha puesto en duda.

[145] Acerca de este extremo, véase la reseña de S. Casson de la obra de J. S. Pendlebury, The Archaeology of Crete, en Antiquity, Dic. 1939, pp. 482 ss., y en el mismo número, «The Volcanic Destruction of Minoan Crete», por Sp. Marinatos, pp. 425-439. También, Pendlebury, Palace of Minos: Knossos, Parrish, Londres, 1954, p. 36.

[146] Aparece en una hermosa fotografía que ilustra una nota, «Battle Axes From Troy», Antiquity, Sept. 1933, p. 337.

[147] Comunicado en Science, vol. 90, 1939, p. 10. Su cerámica más temprana era «un producto magnífico»; su cerámica posterior — y su economía en general— fue muy inferior.

[148] Hrdlicka, Ales, «Where Asia and America Meet», en Asia, Jun. 1939, pp. 354 ss.; Rainey, Froelich G., «Discovery of Alaska's Oldest Arctic Town», National Geographic Magazine, Sept. 1942, pp. 319 ss.

[149] Smith, Sir G. Elliot, In the Beginning, Watts, Londres, 1946, p. 21.

[150] Evans-Pritchard, E., «Megalithic Grave-Monuments in the Anglo-Egyptian Sudan and Other Parts of East Africa», Antiquity, June, 1935, pp. 151–160.

[151] Watson, C. B. G., en Man, Royal Anthropological Institute, 1927, p. 30.

[152] Hambly, W. D., Source Book For African Ethnology, Publicaciones nos.394 y 396, Museo Field, Anthropology Series, Chicago, vol. XXVI, Sección 1, p. 154.

[153] Lowe, C. van Riet, Journal of the Royal Anthropological Institute, 1927, p. 227.

[154] Justice, J. N., en Man, Royal Anthropological Institute, 1922, p. 3.

[155] Wilson, G. E. H., en Man, Royal Anthropological Institute, 1932, p. 45.

[156] Huntingford, G. W. B., en Man, Royal Anthropological Institute, 1932, p. 45.

[157] Rivers, W. H. R., citado por G. P. Murdock, Our Primitive Contemporaries, Macmillan, Nueva York, 1951, p. 133.

[158] Coon, C. S, A Reader in General Anthropology, Holt, Nueva York, 1948, p. 77.

[159] Ibid., p. 98.

[160] Dicho por un Mr. C. Graham, en la discusión de James Reddie «On Civilization: Moral and Material», Transactions of the Victoria Institute, Londres, vol. 6, 187–273, p. 35.

[161] Perry, W. J., The Growth of Civilization, Penguin Books, Inglaterra, 1937 p. 123.

[162] Rawlinson, George, The Origin of Nations, Scribners, Nueva York, 1878, p. 4.

[163] Cooke, W., The Alleged Antiquity of Man, Hamilton Adams, 1872, p. 99.

[164] «Formosa and Its Pirate Chief», en Times, Londres, Feb. 9, 1885.

[165] Allen, F. A., «On the Evolution of Savages by Degradation», Transactions of the Victoria Institute, Londres, vol. 19, 1885–86, p. 140.

[166] Tylor, E. B., Primitive Culture, Murray, Londres, 2ª edition, 1891, vol. 1, p. 52.

[167] Ibid., p.47.

[168] Clark, Grahame, From Savagery to Civilization, Cobbett Press, Londres, 1946, p. 28.

[169] Galton, Sir Francis, Hereditary Genius, Watts, London, 1950 reprint, p. 337.

[170] Joad, C. E. M., For Civilization, Macmillan War Pamphlets, no.7, 1940, p. 3 especialmente y pp. 4-7.

[171] Se está generalmente de acuerdo en que la posesión del lenguaje, este «Vehículo de la Cultura», que es la obra peculiar del hombre, fue resultado de una «mutación afortunada». Sobre esto véase A. L. Kroeber, Anthropology, Harcourt Brace, Nueva York, 1948, p. 71; y Ernst Cassirer, Essay on Man, Yale, New Haven, 1948, p. 30.

[172] Benedict, Ruth, Patterns of Culture, Mentor Books, Nueva York, 1951, p. 11.

[173] Reddie, James, «On Civilization: Moral and Material», Transactions of the Victoria Institute, Londres, vol. 6, 1872-73, p. 23 y 24.

[174] Briffault, Robert, «The Evolution of the Human Species», en The Making of Man, obra dirigida por Calverton, Modern Library, Nueva York, 1931, p. 763.

[175] Goldenweiser, A., Anthropology, Crofts, Nueva York, 1945, p. 407.

[176] «Los restos fósiles del hombre primitivo, y el registro del Génesis», Artículo de El Pórtico en Línea; del original «Fossil Remains of Early Man and the Record of Genesis», Secc. I en Genesis and Early Man, vol. 2 en The Doorway Papers Series.

[177] 177. Por ejemplo Kenneth Macgowan (Early Man in the New World, p. 187) expone una serie de casos así, incluyendo una reducción de una fecha desde el 4.000 a.C  ¡a una cifra d.C.! Menciona a una autoridad que ahora argumenta que el hombre entró en el Nuevo Mundo no como un primitivo del paleolítico hace 25.000 años, sino como un hombre bastante civilizado ¡al comienzo de la era cristiana! A. L. Kroeber cree que los cronólogos han sido excesivamente libres con los años (Anthropology, 1948, p. 654). Dice: «Uno puede creer en ello (en el sistema de datación de Milankovitch-Zeuner): pero no de forma necesaria» (p. 655, pie de página 9).

[178] Esta podría parecer una cuestión menor, pero en realidad puede que no fuese nada inconsiderable. Fue este peligro el que subyacía aparentemente a las palabras en Deuteronomio 7:22.

[179] La temprana existencia de estos tres grupos como comunidades diferenciadas ha quedado recientemente corroborada para el área del Oriente Medio (cf. V. G. Childe, What Happened in History, Penguin Books, Ing. 1946, p. 81).

[180] Custance, A. C., «Longevity in Antiquity and Its Bearing on Chronology», Part I en The Virgin Birth and the Incarnation, vol. 5 en The Doorway Papers Series.

[181] Temple, Arzobispo William, «Babel and Pentecost», en The Church Looks Forward, Macmillan., Londres, 1944, pp. 174 ss.

[182] Sobre Dante, véase Alexander Gode, «The Case for Interlingua», Scientific Monthly, Ago. 1953, p. 83.

[183] Petrie, Sir Flinders, Revolutions of Civilization, Harper, Londres, 1911, p. 114. Se manifiesta totalmente comprometido con la perspectiva de que en cada caso fue resultado de la infiltración de un nuevo pueblo. J. C. Curry mantenía que este estímulo con mucha frecuencia a una infiltración aria («Climate and Migrations», Antiquity, Sept., 1928, p. 301), y esta opinión no se debía a ningún sentimiento de supremacía racial por su parte.

[184] Kretschmer, Ernst, citado por Franz von Weidenreich, Apes, Giants and Man, Chicago, 1948, p. 90.

[185] Turck, Fenton B., «The American Explosion», Scientific Monthly, Sept., 1952, p. 191.

[186] Custance, A. C., «The Part Played by Shem, Ham, and Japheth in Subsequent World History», Part I en Noah's Three Sons, vol. 1 en The Doorway Papers Series.

[187] Jeremy Button acabó muchos años después como el instigador de la posterior matanza de una pequeña congregación de nativos que se habían convertido al cristianismo, y que estaban en compañía del misionero blanco en un acto de culto en un edificio de iglesia medio terminado (Lincoln Barnett, Life, 1 de junio, 1959, p. 87).

[188] Charles Darwin, según su biografía escrita por su hijo Sir Francis Darwin, en años posteriores escribió personalmente al Almirante Sir James Sullivan pidiendo permiso para se admitido como miembro honorario de la Misión a los Fueguinos, la South American Missionary Society, de la que él mismo había antes «profetizado que obtendría un rotundo fracaso», pero que había tenido «un éxito absolutamente maravilloso». James Orr, en su obra God's Image in Man, Eerdmans, Grand Rapids, 1948, reimpr., p. 164, comunica un caso igualmente digno de mención de lo que un verdadero esfuerzo misionero puede efectuar en último término en una sociedad totalmente primitiva.

[189] Merivale, Herman, Colonization and the Colonies, p. 294, citado en Transactions of the Victoria Institute, vol. 19, 1885, p. 128.

Título: Las culturas primitivas: Un reexamen del problema de su origen histórico
Título original: Primitive Cultures: A Second Look at the Problem of their Historical Origin
Autor: Arthur C. Custance, Ph. D.
Fuente: Evolution or Creation?, vol. 2 of the Doorway Papers, 1977, Sección II. — www.custance.org
Copyright © 1988 Evelyn White. All rights reserved

Copyright © 2008 Santiago Escuain para la traducción. Se reservan todos los derechos.


Traducción del inglés: Santiago Escuain

© Copyright 2008, SEDIN - todos los derechos reservados.

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