Reduccionismo:
C. S. Lewis sobre el concepto «Naturaleza»
... Mi argumento podrá quedar más claro para algunos si se expresa de una
manera diferente. «Naturaleza» es una palabra de diversos
significados, los cuales se pueden comprender mejor si consideramos sus varios
antónimos. Lo Natural es lo opuesto a lo Artificial, a lo Civil, a lo Humano, a
lo Espiritual, y a lo Sobrenatural. Lo Artificial no nos atañe ahora. Pero si
tomamos el resto de la lista de opuestos, creo que podemos tener una vaga idea
de lo que los hombres entienden por Naturaleza y qué es lo que oponen a ella. La
Naturaleza parece ser lo espacial y temporal, en contraste a lo que no lo es
tanto o no lo es en absoluto. Parece ser el ámbito de la cantidad en contraste
al ámbito de la calidad; de los objetos en contraste a la consciencia; de lo
limitado, frente a lo que es total o parcialmente autónomo; de lo que desconoce
valores frente a aquello que tiene y percibe valores; de las causas eficientes
(o, en algunos sistemas modernos, sin causalidad en absoluto) frente a las
causas finales. Ahora bien, considero yo que cuando comprendemos algo
analíticamente y luego lo dominamos y lo empleamos para nuestra conveniencia, lo
reducimos al nivel de «Naturaleza» en el sentido de que
suspendemos nuestro juicio de valor acerca de ello, que ignoramos su causa final
(si hay alguna), y lo tratamos en términos de cantidad. Esta represión de
elementos en lo que de otra manera sería nuestra reacción total ante ello es a
veces muy clara e incluso penosa: tenemos que vencer algo antes de poder cortar
un cadáver de un hombre o un animal vivo en un aula de disección. Estos objetos
se resisten al movimiento de la mente mediante el que los arrojamos al
mundo de la mera Naturaleza. ... Pero no es ésta toda la historia. No son los
más grandes científicos modernos los que creen de cierto que cuando el objeto es
desnudado de todas sus propiedades cualitativas y reducido a una mera cantidad
es totalmente real. Los cientifiquillos y los irreflexivos acientíficos
seguidores de la ciencia puede que lo crean. Las grandes mentes saben muy bien
que el objeto, cuando se trata de esta manera, es una abstracción artificial;
saben que se ha perdido algo de su realidad.
Desde este punto de vista, la conquista de la Naturaleza aparece bajo una
nueva luz. Reducimos las cosas a mera Naturaleza a fin de poderlas «conquistar». Siempre estamos conquistando la Naturaleza,
porque «Naturaleza» es lo que le estamos dando a lo que
hemos, hasta cierto punto, conquistado. El precio de la conquista es tratar
aquella cosa como mera Naturaleza. Cada conquista sobre la Naturaleza aumenta su
ámbito. Las estrellas no se transforman en Naturaleza hasta que las podemos
medir y pesar; el alma no se transforma en Naturaleza hasta que podemos
psicoanalizarla. El arrebatamiento de los poderes de la Naturaleza es
también la rendición de las cosas a la Naturaleza. En tanto que el
proceso no llegue al paso final bien podremos considerar que las ganancias son
superiores a las pérdidas. Pero tan pronto tomamos el paso final de reducir
nuestra propia especie al nivel de mera Naturaleza, todo el proceso enloquece,
porque esta vez el ser que quería ganar y el ser sacrificado son el mismo. Éste
es uno de los muchos casos donde llevar un principio a lo que parece su
conclusión lógica lleva al absurdo. Es como el famoso irlandés que descubrió que
un cierto tipo de estufa reducía su consumo de leña a la mitad, y por ello llegó
a la conclusión de que dos estufas de la misma clase le posibilitarían calentar
la casa sin ninguna leña. Es la propuesta del brujo: da tu alma, y recibe poder
a cambio. Pero una vez hemos entregado nuestras almas, esto es, nuestro mismo
yo, este poder que así nos ha sido conferido deja de pertencernos. Seremos de
hecho los esclavos y marionetas de aquello a lo que hemos dado nuestras almas.
Está dentro del poder del Hombre tratarse a sí mismo como un mero «objeto
natural», y sus propios juicios de valor como materia prima para que la
manipulación científica los altere a voluntad. La objeción contra hacer esto no
reside en el hecho de que este punto de vista (como el primer día de uno en un
aula de disección) sea penoso y chocante hasta que uno se acostumbra. La
verdadera objeción es que si el hombre decide considerarse como materia prima,
materia prima es lo que será: no materia prima para ser manipulado por sí mismo,
como se imaginaba complacido, sino por el mero apetito, esto es, por la mera
Naturaleza, en la persona de sus deshumanizados Condicionadores». ...
C. S. Lewis, The Abolition of Man (La Abolición del
Hombre), Collins (Londres, 1978), págs. 42-44. Hay edición castellana:
Ediciones Encuentro, Madrid 1990.
Traducción del
inglés: Santiago Escuain
© Santiago Escuain 1997, por la traducción
©
Copyright SEDIN 1997 para el formato electrónico - www.sedin.org. Este texto se
puede reproducir libremente para fines no comerciales y citando la procedencia y
dirección de SEDIN, así como esta nota en su integridad.
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Nota: Debido a que éste trabajo fue reimprimido en
Génesis, Vol. 1, No. 2, también figura en el siguiente
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