En la actualidad hay una falacia muy extendida en el debate
Creación/Evolución, una falacia básica, y que se debe a un giro fundamental dado
por los proponentes del Evolucionismo acerca de la base para su creencia en el
evolucionismo.
En el siglo pasado, los evolucionistas, bajo la influencia de una formación
clásica en la obra de los filósofos naturalistas griegos, habían adoptado una
visión totalmente naturalista de la realidad, y querían explicar no sólo los
hechos de la vida mediante el método científico, sino también su origen, y
determinar la verdad científica acerca del origen y desarrollo de la vida
eliminando de entrada todo lo sobrenatural. Todo debía explicarse sobre
una base de causa y efecto mecanicista impersonal. Esto contrastaba de entrada
con la postura creacionista, no naturalista. Los creacionistas apelan
racionalmente a la teleología, a las evidencias de designio y
propósito personales bien patentes en la creación y que nos hablan del poder y
deidad del Creador, con independencia de la revelación particular acerca de la
Creación que se halla en Génesis, la cual revelación particular, en la que se
revela de manera específica la acción de Dios, sí que debe ser aceptada
por la sola fe como Revelación divina.
De este modo, aquellos cuyos presupuestos filosóficos negaban la acción
divina en creación o supervisión divina personal del universo, esto es, los
antisobrenaturalistas o naturalistas, tomaron los hechos
observables, que eran la existencia misma de la vida, de las diferentes
categorías de formas vivientes —y de variación dentro de todas estas categorías—
e intentaron explicar estos hechos y su origen mediante la
hipótesis de una evolución, de una descendencia común de todos los seres
actualmente vivos por un desarrollo ascendiente a partir de unas formas
primordiales de vida aparecidas en el remoto pasado por causas materiales,
reacciones químicas en un océano primitivo, una atmósfera primitiva, etc.
Esta hipótesis predecía la existencia de una serie gradual de
descendencia en el pasado, y de un parentesco entre todas las especies vivas. Se
tenía la esperanza de que la evidencia histórica, mediante excavaciones y
el estudio del registro fósil, daría apoyo a este intento de explicación
de las características de la vida y de la variación, como debidas
hipotéticamente a una descendencia común.
Se propuso un mecanismo hipotético para explicar la descendencia común y el
acopio de nuevas características en el curso del desarrollo de la vida: una
variación gradual y radial en todos los sentidos, y una selección de las
características más favorables mediante la selección natural en el curso
de la historia de la vida, mediante la que, en el curso de la lucha por la vida,
quedaban eliminados los individuos con características desfavorables, y se
preservaban y reproducían los individuos con características más favorables. Se
emprendió el estudio de las causas y naturaleza de esta
variación.
Así, había (a) unos hechos, la existencia misma de la vida, de las
diferentes categorías de formas vivientes, y de variación dentro de todas estas
categorías; (b) una hipótesis, que intentaba explicar estos hechos
mediante una supuesta evolución; (c) se proponía un mecanismo, el de
variación indefinida y selección natural; (d) se hacía una
predicción, el cumplimiento de la cual daría apoyo a esta tesis: el
descubrimiento de cadenas de transición en el abundante registro fósil, que
revelaría una continuidad de la historia de la vida.
La realidad fue que el estudio exhaustivo del registro fósil frustró estas
esperanzas. La continuidad no ha quedado establecida por el registro fósil. En
realidad, el estudio del registro fósil ha mostrado una enorme diversidad de
vida mucho más rica en el pasado que en el presente, pero siempre en categorías
distintivas y concretas; no cadenas ni formas de transición, con la aparente
excepción de uno o dos casos de los que se han hecho afirmaciones apresuradas, y
que en base de rigurosos análisis deben ser descartados. Como ejemplos de ello
podemos citar el Archaeopteryx y la serie del caballo, aunque
desde luego sigan siendo presentadas al público por popularizadores
propagandistas del evolucionismo.
Por otra parte, el estudio de los mecanismos de variación ha llevado al
conocimiento de su verdadera naturaleza: se trata (1) de oscilaciones genéticas
en el seno de un grupo de vida determinado, que están limitadas por el fondo de
información genética de que dispone aquel grupo, que tiene una mayor o menor
plasticidad morfológica en base de su potencial de variación en el conjunto de
la población interfértil; (2) de mutaciones, que siempre provocan la aparición
de formas o bien neutras o aberrantes, en base de la modificación accidental
de la información genética del organismo que las sufre, y que no dan lugar a
un aumento, sino a una destrucción de la información genética (ejemplos de
mutaciones son la diabetes, el albinismo, la hemofilia, la anemia falciforme,
cegueras o sorderas congénitas, etc.).
Esto condujo a un cambio fundamental, y falaz, en la manera de presentar la
cuestión. Al no poder confirmar la hipótesis de la evolución mediante
hechos, como lo hubiera sido el descubrimiento de series de conexión en
el registro fósil, o el descubrimiento de una variación y acopio de información
genética indefinida en cuanto al mecanismo, u otros criterios factuales,
los partidarios de esta tesis han cambiado el planteamiento. Afirman que la
evolución misma es un hecho indiscutible. Que se puede discutir acerca de
cómo tuvo lugar, pero que no tienen dudas algunas acerca de que sí tuvo
lugar. Vienen a decir: la vida existe, luego ha tenido que haber una evolución.
Si no, no estaríamos aquí.
Es decir, cometen la falacia de confundir una explicación hipotética
acerca de unos hechos con los hechos mismos. Y de pasar silenciosamente
por alto la otra posible explicación, la de la Creación obrada por un Dios
soberano y omnipotente, y con un propósito y fin definidos.
Como bien dice el evolucionista von Weizsäcker:
«No es por sus conclusiones, sino por su punto de
partida metodológico por lo que la ciencia moderna excluye la creación directa.
Nuestra metodología no sería honesta si negase este hecho. No poseemos pruebas
positivas del origen de la vida ni de la primitiva ascendencia del hombre, tal
vez ni siquiera de la evolución misma, si queremos ser pedantes.*
Todavía no entendemos demasiado bien las causas de la evolución, pero
tenemos muy pocas dudas en cuanto al hecho de la evolución; ... ¿Cuáles son las
razones para esta creencia general? En la última lección las formulé
negativamente; no sabemos cómo podría la vida, en su forma actual, haber venido
a la existencia por otro camino. Esta formulación deja silenciosamente a un lado
cualquier posible origen sobrenatural de la vida; así es la fe en la ciencia de
nuestro tiempo, que todos compartimos.*
La hipótesis evolutiva se planteó como intento de explicación para
excluir una acción creadora soberana en el origen y desarrollo de la vida. Los
hechos eran la existencia de la vida y de diversas categorías y formas de
vida (vegetal, animal, humana) con una variación que se observaba dentro
de los grupos. La transformación de una hipótesis en un hecho no
es nada más que un malabarismo falaz, inaceptable en la discusión acerca de los
orígenes, una cortina de humo para ocultar la esterilidad del planteamiento
evolucionista, que pretende eliminar al Creador de su creación y asumir una
respetabilidad científica que le niegan los hechos.
NOTA
* [Weizsäcker, Carl F. von: La importancia de la
Ciencia, Ed. Labor, Nueva Colección Labor n(o) 27, págs. 125, 131.
Énfasis añadido. Vuelve al texto
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