La literatura creacionista es en gran medida una reformulación moderna del
más antiguo y empleado de los argumentos para la existencia de Dios: el
argumento del designio. Al contemplar la asombrosa complejidad y el orden del
universo, los creacionistas mantienen que el designio es evidencia de un
Diseñador. Que el propósito es evidencia de un Plan. Que el orden es evidencia
de una Inteligencia.
Al poner la selección natural en lugar del designio, Darwin demolió el
argumento en base del designio -esto según los evolucionistas. Las maravillosas
estructuras orgánicas, tan claramente adaptadas para los propósitos de la vida,
se pueden ahora explicar mediante la selección natural en lugar de mediante un
propósito inteligente.
El actual resurgir del interés en el creacionismo ha conllevado un resurgir
del debate acerca de la validez del argumento basado en el designio. La revista
Creation/Evolution [revista dirigida por evolucionistas con el propósito
de refutar los argumentos creacionistas] contenía una formulación contemporánea
del argumento del designio presentada por Norman Geisler del Seminario Teológico
de Dallas junto con respuestas de evolucionistas [véase Número XIII, Vol. 4, nº 3).
Filósofo por formación, Geisler ha estado interesado durante largo tiempo en
la apologética (la defensa racional de la fe cristiana), en particular en
relación con las cuestiones suscitadas por la ciencia.
En el número mencionado de la revista trimestral Creation/Evolution,
el artículo de cinco páginas de Geisler es seguido por quince páginas de crítica
de dos evolucionistas, Frederick Edwords y William Thwaites. Hemos contactado
con Geisler mediante una entrevista telefónica para entrevistarlo y conseguir
sus precisiones.
Para nuestros lectores que no habrán leído el mencionado artículo de Geisler,
se puede sumarizar de la siguiente manera: En el mundo podemos ver dos clases de
orden. Algunas cosas pueden ser explicadas totalmente por la acción de las leyes
naturales conocidas. Las piedras redondeadas, por ejemplo, pueden ser formadas
por las leyes de la acción del agua y de la erosión. Otras formas, como los
cuatro rostros humanos en el monte Rushmore, son extrañas a todo lo que jamás se
haya visto producido por causas naturales. De inmediato reconocemos que son
resultado de la actividad humana, es decir, de inteligencia, plan y
designio.

Los rostros
del Monte Rushmore:
¿por azar o por designio?
El ejemplo más evidente de la segunda clase de orden es la información. Si
encontramos un mensaje -si por ejemplo descubrimos nuestro nombre escrito en la
arena en una playa- no concluimos que ha sido producido por causas naturales,
por la acción de las olas. En toda nuestra experiencia, la información es sólo
producida por seres inteligentes.
Ahora bien, la esencia de la vida es información: todos los procesos de la
vida están controlados por el mensaje codificado dentro de la molécula del ADN.
Si la información exige una fuente inteligente, ¿no debemos llegar a la
conclusión de que el origen de la vida exige un Creador inteligente?
La siguiente entrevista la llevó a cabo la redactora investigadora Nancy
Pearcey.
¿PUEDE LA SELECCIÓN REEMPLAZAR LA INTELIGENCIA?
N.P.: El principal argumento de su artículo es que tenemos una
experiencia uniforme en contra de que la complejidad se forma en base de causas
naturales. En cambio, la evolución atribuye tanto el origen como el desarrollo
de la vida a la interacción del azar y de causas naturales. Así, en base de la
norma de nuestra experiencia consecuente, la evolución no puede ser cierta.
Tanto Edwords como Thwaites, evolucionistas ambos, objetan a la premisa
inicial que usted presenta. Ellos argumentan que para saber si la vida surgió de
causas naturales, hemos de buscar y ver si hay alguna causa natural «a la
altura de las circunstancias». Y sí que la hay: la evolución, o,
específicamente, la selección natural. ¿Es la selección natural un mecanismo
adecuado para explicar la vida?
El ejemplo más evidente de la segunda
clase de orden es la información. Si encontramos un mensaje -si por ejemplo
descubrimos nuestro nombre escrito en la arena en una playa- no concluimos que
ha sido producido por causas naturales, por la acción de las olas. En toda
nuestra experiencia, la información es sólo producida por seres
inteligentes.
Ahora bien, la esencia de la vida es
información ...
GEISLER: En absoluto. No podemos hablar de selección natural con
respecto al surgimiento de la primera forma de vida en un estanque con
reactivos químicos -¡porque no había aún formas vivas que poder seleccionar!
Incluso el dogmático evolucionista Dobzhansky reconoce que la selección natural
no es aplicable al origen de la primera vida.
N.P.: Edwords y Thwaites se oponen a su limitación de la selección
natural a un principio de conservación, pero no de creación. Usted
dice que sólo actúa como un filtro para eliminar a los débiles y mal adaptados,
y que sirve para mantener la fuerza y el vigor de la población, pero que
no conduce a formas novedosas de organismos.
Ellos argumentan que la selección natural es creativa. ¿Qué responde usted a
ello?
GEISLER: Lo que hacen es emplear la selección natural como un término
mágico en lugar de dar una explicación. El mero hecho de emplear un
término específico y de dotarle de unos poderes de designio no significa que en
realidad pueda cumplir aquella tarea.
Que me muestren dónde la selección natural haya jamás creado un tipo de
organismo genuinamente nuevo, o siquiera un órgano nuevo y funcional. Tienen que
dar ejemplos -y eso no lo hacen.
Todo lo que vemos son viejos organismos adaptándose para sobrevivir. Yo
considero que esto es una capacidad que Dios ha incluido en los organismos.
Nadie niega que existe una selección natural, y que opera a este nivel. Lo que
negamos es que pueda ser puesta en lugar de una previsión inteligente para
producir nuevas formas de vida.
N.P.: Edwords parece creer que si podemos señalar cualquier
cambio en los seres vivientes, ello es prueba de evolución. Los ejemplos que
cita son casos de «microevolución», como las mutaciones o la
aparición de nuevas variedades de virus y de bacterias.
GEISLER: Las nuevas variedades de virus o de bacterias no son creadas
ex-nihilo. Tampoco varían de tipo respecto a sus predecesores. De modo
que no se trata de ejemplos de evolución.
N.P.: Edwords argumenta que al afirmar que la selección natural no
produce «una forma de vida enteramente nueva», usted se mete en
una cuestión meramente semántica de la definición de especie. Los cambios
pequeños se acumulan con el tiempo para producir la evolución a gran escala,
según el darwinismo. De modo que tenemos un continuo ininterrumpido entre los
cambios pequeños y observados -que usted reconoce- y los grandes cambios que
llevarían a las nuevas formas de vida -que usted dice que no tuvieron lugar. ¿Se
trata de una distinción meramente semántica?
GEISLER: Todo el punto de mi artículo es que la base para la creación
es el principio de la uniformidad: lo que observamos con regularidad en el
presente es la clave para comprender el pasado. Pero nunca observamos nada
que se asemeje a grandes cambios ocurriendo en el presente.
La ciencia está edificada sobre el principio de la uniformidad. No me refiero
al actualismo -se trata de algo diferente- sino que observamos de
manera uniforme ciertas clases de causas para ciertas clases de efectos.
Los evolucionistas tienen que exhibir que en el presente experimentamos
macrocambios, o que podríamos explicarlos mediante extrapolación de
procesos científicos conocidos. Y no han mostrado lo uno ni lo otro.
El principio de la uniformidad es nuestro amigo
N.P.: Usted hace una
distinción entre el orden que se halla en un ser vivo y el que
se encuentra en un cristal. Este último, dice usted, es orden
«redundante» -¿qué quiere decir con eso?
GEISLER: La principal diferencia reside en la información. La pauta de
orden de un cristal no comunica información compleja: la pauta química de una
molécula de ADN sí la comunica.
Cuando vemos información
-incluso en una oración tan sencilla como «Beba
Fanta»- inmediatamente suponemos que su fuente es un ser
inteligente. Nadie supone que esta pauta fuese producida por un proceso
al azar.
Un cristal posee una pauta, del mismo modo que un cristal de nieve
tiene una pauta. Pero se trata de la misma pauta redundante, una y otra vez,
como las olas del mar. Uno puede incluso conseguir una pauta en el aceite cuando
se calienta sobre un mechero de Bunsen. Pero ninguna de estas cosas comunica
información de alto nivel.
Como contraste, la cantidad de información en la primera célula viviente
llenaría un volumen entero de la Encyclopedia Britannica. Carl Sagan dice
que si detectamos una sola señal organizada del espacio exterior, nos dirá que
hay seres muy inteligentes ahí fuera. Si un mensaje del espacio conduce a una
conclusión así, entonces con toda certeza la inmensa cantidad de información en
la primera célula viviente debería implicar un ser inteligente.
Los procesos naturales producen sólo pautas redundantes. Siempre que se
comunica información de gran nivel, siempre se debe a un ser inteligente. Esta
es nuestra experiencia uniforme -el principio de la uniformidad.
N.P.: Hablemos del empleo que usted hace de la uniformidad. El
argumento tradicional en base del designio supone una analogía entre los
artefactos humanos y el universo: si se precisa de inteligencia para explicar el
origen de un artefacto, entonces se precisa de ella también para explicar el
origen del universo, porque ambas cosas exhiben la misma clase de orden.
Usted moderniza el argumento tradicional, poniendo por analogía el principio
de la uniformidad: el origen de la información en el pasado ha de ser como su
origen en la experiencia presente. Ahora bien, históricamente se ha empleado
este principio para sustentar el naturalismo, encerrándonos a considerar
sólo las leyes y procesos naturales en acción en el presente. Pero usted lo
emplea de una forma más amplia, permitiendo que conduzca a lo
sobrenatural.
¿Es este un uso válido del principio de la uniformidad, o está usted
empleando el naturalismo para sustentar el sobrenaturalismo, como alega Edwords,
e incurre en contradicción?
GEISLER: No creo que hayan contestado a la esencia de mi argumento,
que es que la ciencia está edificada sobre la uniformidad. La experiencia
uniforme nos dice que siempre se precisa de un ser inteligente para comunicar
información compleja; la primera vida conllevaba una información compleja; por
ello, ha de venir de un ser inteligente.
N.P.: Usted volvía contra los evolucionistas un principio que ellos
han empleado contra el creacionismo, mostrando que la uniformidad no tiene por
que ser equivalente a naturalismo.
GEISLER: Sí, les estaba mostrando que el principio científico que
ellos emplean para eliminar lo sobrenatural lo que hace en realidad es eliminar
la evolución.
EVOLUCIÓN POR SUERTE
N.P.: Edwords ridiculiza el argumento del designio estableciendo un
paralelismo evidentemente ridículo. Usted argumenta:
Las formas de vida y los artefactos exhiben ambos orden, y por ello los dos
son productos de un designio inteligente.
Edwords parodia:
Las formas de vida y los artefactos tienen ambos color, y por ello ambos son
productos de ... ¿qué ... un pintor?
GEISLER: Aquí tenemos un ejemplo de la falacia de enfatizar las
cualidades accidentales. Es como la historia del tipo que bebió agua y vino,
agua y whisky, agua y vodka, y llegó a la conclusión de que el
agua le estaba emborrachando.
N.P.: ¿El color es una cualidad superficial, mientras que el orden es
una cualidad esencial, estructural?
GEISLER: Cierto. Lo que digo es: mostradme una cosa que comunique
información compleja y que, en toda vuestra experiencia, no procediese de un ser
inteligente.
Si usted entra en mi cocina y ve el cereal con letras del alfabeto derramado
sobre la mesa, y se leyese su nombre y dirección, ¿supondría acaso que el gato
hizo caer la caja? Nunca en toda su experiencia ha visto usted esta clase
de información producida por un derramamiento -ni por ningún otro
acontecimiento al azar, como soplando las letras con un ventilador. Eso siempre
las desordena.
Se dice que la ciencia está edificada sobre la uniformidad. Pero los
evolucionistas necesariamente han de argumentar su postura admitiendo que
la evolución es sumamente improbable -las probabilidades están en contra- y que
sin embargo sucedió. Julian Huxley, en Evolution in Action, da la
ilustración del caballo: la probabilidad de que evolucionase es de un uno contra
un uno seguido por un millón de ceros (mil quinientas páginas de ceros): no
obstante, mantiene él, sucedió.
Claro, podría suceder a pesar de la improbabilidad, del mismo modo que
si yo lanzo tres dados, la probabilidad de conseguir tres «6» es
una entre 216, pero podría suceder a la primera tirada. Sin embargo, si
es así como sucedió la evolución, entonces tendrán que decir que la ciencia no
está edificada sobre la regularidad y la uniformidad: ¡está edificada sobre la
suerte!
Una razón por la que escribí aquel artículo era forzarlos a reconocer o
bien que tenemos una base para el creacionismo, o que ellos no están
haciendo ciencia. Para apoyar la evolución, tienen que decir que aunque las
cosas no ocurren regularmente de esta manera, podría, por un desorbitado azar,
haber ocurrido de esta manera en el origen de la vida -a pesar de todo lo que
hay en contra.
Mi respuesta a esto es:
¿Desde cuándo la ciencia está edificada sobre un
«desorbitado azar»? ¡Creía que estaba
edificada sobre el principio de la uniformidad!
LA EXPERIENCIA UNIFORME
N.P.: Edwords y Thwaites
atacan ambos el argumento del designio en el punto de la
analogía entre los objetos de hechura humana y los naturales. La
analogía se quiebra, argumentan ellos, porque a veces no podemos
distinguir si un objeto es de hechura humana o si es natural. Una
piedra lisa, por ejemplo, podría haber sido formada por el
viento y las olas, o podría ser una herramienta primitiva de una
cultura de la edad de piedra. De modo que no siempre podemos
«concluir inmediatamente», como usted dice, que algo sea
consecuencia de la inteligencia.
GEISLER: Esta objeción es un ardid lógico para apartar la atención del
asunto principal. El punto en cuestión no gira alrededor de los casos dudosos en
los que no lo sabemos, sino que gira alrededor de los casos claros que
sí sabemos.
No hay duda alguna acerca de que la hipotética primera célula viviente tenía
suficiente información para llenar un volumen de la Encyclopedia
Britannica. No es como contemplar una mancha de tinta de Rorschach y
preguntarse si es la luna o mi madre. Decir que el caso ambiguo nos libera del
caso claro es una manera muy pobre de argumentar.
N.P.: Tal como se dice, las malas causas llevan a malas leyes. Pero lo
que ellos quieren, me parece, es reformular el argumento de David Hume, del
siglo dieciocho, contra el designio. Él cuestionaba que podamos hacer una
analogía entre los artefactos y el mundo.
GEISLER: Sí, esto es lo que ellos están diciendo. Pero siempre
razonamos desde la analogía -o uniformidad- a las causas no vistas. Cuando vemos
la huella de un caballo en la arena, ¿cómo sabemos que la hizo un caballo?
Porque toda la anterior experiencia nos dice que son los caballos los que dejan
huellas de caballo. Mi argumento es que toda la experiencia previa nos dice que
sólo los seres inteligentes dejan información compleja.
Hume dijo que no puedes saber que un reloj lo haya hecho un relojero si no
has tenido la previa experiencia de ver a un relojero haciendo relojes. Mi
argumento es que sí tenemos experiencia previa de ver a seres
inteligentes produciendo información compleja. Lo vemos cada vez que escribimos
una oración; lo oímos cada vez que hablamos. De modo que toda la experiencia
anterior me dice que cuando llego a una oración que no he visto que nadie
escribiese, ha de haber un ser inteligente detrás de ella.
... siempre razonamos desde la
analogía -o uniformidad- a las causas no vistas. Cuando vemos la huella de un
caballo en la arena, ¿cómo sabemos que la hizo un caballo? Porque toda la
anterior experiencia nos dice que son los caballos los que dejan huellas de
caballo. Mi argumento es que toda la experiencia previa nos dice que sólo los
seres inteligentes dejan información compleja.
N.P.: Los escritores de Creation/Evolution ponen esto del revés
-como lo hizo Hume- y argumentan que uno tiene experiencia de humanos
haciendo cosas, pero que uno no tiene experiencia de la creación de la vida. De
modo que no se tiene una «experiencia uniforme» a la que
apelar.
GEISLER: No, y ellos tampoco tienen ninguna experiencia de la
evolución de la vida.
Nadie tiene una experiencia de seres extraterrestres, y sin embargo ellos han
emprendido el proyecto SETI (Search for Extra-Terrestrial Life [Búsqueda de Vida
Extraterrestre]). Si ellos llegan a detectar un solo mensaje de radio -aunque no
vean a este ser, aunque nadie haya visto uno antes- ¿qué supondrán? ¿Supondrán
que hay seres inteligentes ahí fuera?
Es la misma clase de argumento para el origen de la vida. Si uno puede
inferir la existencia de un ser inteligente en base de un solo mensaje recibido
por medio del radiotelescopio, ¿por qué entonces no se puede inferir la
existencia de un ser inteligente en base una primera célula con todo un volumen
lleno de información?
Mi ilustración en el artículo es el Monte Rushmore. Incluso si uno jamás
hubiese visto una talla de roca así, ni a nadie tallando roca, sabría sin
embargo que un ser inteligente es su autor. Uno no tiene que ver al Creador para
saber que la vida es una creación.
«DIOS PODRÍA HABERLO HECHO MEJOR»
N.P.: ¿Cómo trata usted el argumento del designio frente al problema
del mal? Darwin rechazó el designio porque pensaba que significaba que el mal en
el mundo había de formar parte del plan de Dios. Y en este caso, ¿cómo podría
Dios ser bueno?
Thwaites suscita la misma cuestión, citando incluso a Darwin:
Me parece que hay demasiada miseria en el mundo. No puedo convencerme de que
un Dios benéfico y omnipotente hubiera podido crear a propósito las
Ichneumonidae con la expresa intención de que se alimentasen de los
cuerpos vivos de orugas, ni que un gato jugase con los ratones. No creyendo
esto, no veo necesidad de creer que el ojo fuese diseñado de manera
expresa.
¿Cómo se enfrenta uno a esta objeción?
GEISLER: El argumento del designio no pretende ser toda la teología
cristiana. Dentro del marco científico como tal, todo lo que pretende mostrar es
que tiene que haber un Creador inteligente de la vida, nada más que esto. Para
tratar el problema del mal, es preciso ir más allá del ámbito de este
argumento científico.
En mi artículo dejé claro que es posible que la creación sea imperfecta y que
el argumento del designio siga vigente. Refiriéndome a la ilustración del Monte
Rushmore, escribí:
Tampoco ... invalidaría nuestra conclusión de una fuente inteligente que tras
un examen más atento de los rostros resultasen estar hechos de manera
imperfecta. No es necesaria que una representación sea perfecta para demostrar
que sea por designio.
Argumentar en base de la imperfección es decir que si una oración tiene una
palabra con faltas de ortografía, no puede haber sido escrita por un ser
inteligente. Todo lo que mi argumento quería mostrar era la creación por
un ser inteligente -no quería mostrar por sí mismo que este Ser sea
absolutamente perfecto e idéntico al Dios de la Biblia, y todas las otras
doctrinas teológicas derivadas de la revelación.
El argumento del designio ... todo lo
que pretende mostrar es que tiene que haber un Creador inteligente de la vida,
nada más que esto.
N.P.: Una objeción final suscitada por Thwaites contra el designio es
una variación del argumento de la imperfección, esta vez dirigido no al mal ni
al sufrimiento sino a un supuesto diseño deficiente. Las estructuras
orgánicas no siempre parecen haber sido diseñadas de forma expresa para las
funciones para las que sirven. Este argumento está comenzando a surgir aquí y
allá, especialmente en los escritos de Stephen J. Gould. (Él, a su vez,
aparentemente lo derivó de Simpson -véase capítulo XII, «The Opportunism
of Evolution», en The Meaning of Evolution.)
Thwaites cita la obra de Gould El pulgar del panda, donde Gould señala
que el «pulgar» del panda es aparentemente un hueso de la muñeca,
reelaborado de una manera ad hoc para que funcione de forma similar a un
pulgar. Si hubo un Creador, la estructura y la función deberían concordar
perfectamente; pero en este caso, algo que es normalmente una muñeca ha sido
expropiado para servir a otra función.
El mismo Darwin empleó este argumento. Gould escribe:
Darwin incluso escribió todo un libro acerca de las orquídeas para argumentar
que las estructuras que evolucionaron para asegurar la fertilización mediante
insectos están construidas de manera chapucera en base de partes disponibles
empleadas por las antepasadas para otros propósitos. Las orquídeas son máquinas
de Rube Goldberg; un ingeniero perfecto desde luego habría producido algo
mejor (Ever Since Darwin, pág. 91).
GEISLER:
¿Cómo sabemos que una estructura tiene sólo una
función «apropiada», que el pulgar del panda
tenía el «propósito» de ser un hueso de la
muñeca? Las sillas fueron diseñadas para sentarse en
ellas, pero cuando tengo que cambiar una bombilla, son también
realmente útiles para subirse a ellas.
¿Por qué una cosa ha de tener un solo propósito? A mí me parecería una señal
de inteligencia (o en los animales, de capacidad de adaptar lo que Dios ha
producido en ellos) ser capaz de emplear cosas para diversos
propósitos.
N.P.: Este argumento parece descansar sobre una asunción de
omnisciencia: que yo conozco el propósito «apropiado» para
esta estructura, de modo que lo que tengo ante mí es evidentemente una mera
reelaboración ad hoc de la misma. Por ejemplo, ¿cuál de las muchas
modificaciones del esqueleto de los vertebrados es la «apropiada»?
Y sin embargo, este es el ejemplo que emplea Gould. Aquí tenemos otra
cita:
La evolución se encuentra expuesta a las imperfecciones que registran
una historia de descendencia. ¿Por qué iba una rata a correr, un murciélago a
volar, una marsopa a nadar, y yo a escribir este ensayo con estructuras
constituidas por los mismos huesos, excepto que todos las hayamos heredado de un
antepasado común? Un ingeniero, comenzando de cero, podría diseñar mejores
miembros en cada caso. (Discover, mayo de 1981, énfasis
añadido).
GEISLER: ¿Cómo se sabe que algo es «imperfecto»? Cuando
se dice que algo es imperfecto, lo que se implica es que se conoce la
norma de la perfección.
Decir que porque tú no veas ningún propósito ni designio en la forma
en que está hecha esta estructura, que por ello no tiene ninguno, es una muestra
de gran presunción. Si tú no ves ningún propósito, todo lo que ello significa es
que tú no lo ves, no que no esté ahí. Es un argumento de la ignorancia.
N.P.: Observe que él también supone que un Creador habría comenzado de
cero en cada caso. No debería haber similaridades, ni un plan común adaptado
para diferentes funciones. Por ello, cuando halla similaridades, las
considera como prueba de que no hubo Creador. Este es simplemente el antiguo
argumento de la similaridad revestido de un nuevo lenguaje.
CÓMO FUNCIONA: NO CÓMO SE ORIGINA
N.P.: Tengo una pregunta personal. ¿Cómo es que usted, con su
instrucción filosófica, y no científica, llegó a involucrarse en este debate
acerca de los orígenes?
GEISLER: Siempre he estado interesado en la apologética cristiana,
incluyendo los aspectos científicos de la apologética. Lo que ha avivado mi
interés en los últimos diez años, sin embargo, es que podía ver que los temas no
eran puramente científicos. Eran también filosóficos. Los evolucionistas están
empleando argumentos filosóficos y tenemos que responderles filosóficamente.
Hay dos principios que, si son comprendidos, hacen posible entender toda la
literatura anti-creacionista. El primero es que los evolucionistas dan el
naturalismo por supuesto. Todos ellos dicen: no es una causa natural, por tanto,
no es ciencia. Esto es una petición de principio: suponen de entrada que sólo
las causas naturales son científicas.
En segundo lugar, confunden la diferencia entre ciencia de los orígenes y la
ciencia operativa. Los evolucionistas, como argumenta Wilder-Smith en Man's
Origin, Man's Destiny, no comprenden que los principios por los que un motor
funciona no originarán el motor. El Principio de
Originación es una creación inteligente; el principio de operación es la
ley natural. Las leyes naturales explican la operación de las cosas en la
naturaleza, pero no explican el origen de las mismas.
El principio que traté que quedase patente en el artículo en
Creation/Evolution es el Principio de Originación. Allí donde uno ve
información completa -incluso si se trata de algo singular como los rostros en
el Monte Rushmore, o si se trata de algo que uno ve sólo una vez- sabe en base
de la experiencia uniforme que tiene que deberse a una originación
inteligente.
Ahora bien, las leyes por las que la naturaleza opera en consecuencia,
incluyendo las que se dan sobre el Monte Rushmore, han sido exactamente las
mismas desde que los rostros fueron tallados -es decir, la Segunda Ley de la
Termodinámica está en operación, y los rostros se están erosionando debido al
viento, la lluvia y otros meteoros. Pero estas mismas fuerzas jamás hubiesen
podido formar los rostros.
N.P.: Muchas gracias, doctor Geisler, por el tiempo que nos ha
dedicado. Querría hacer saber a nuestros lectores que también está por
publicarse un artículo suyo defendiendo la perspectiva creacionista en la
revista Journal of the American Scientific Affiliation. También esperamos
ver su próximo libro, escrito en colaboración con el doctor Charles Thaxton,
sobre la historia de la controversia creación/evolución.
GEISLER: Quizá deberíamos incluir una nota en el sentido de que habéis
enviado una respuesta a Creation/Evolution, y aunque no sé si la
publicarán, valdrá la pena esperar y ver.
Fuente: Bible-Science
Newsletter, marzo 1985, pags. 1ss.
El doctor Norman Geisler enseña en el Seminario Teológico de Dallas, es un
orador popular, y actuó como testigo por la creación en el juicio de la ley de
Arkansas pidiendo un trato equilibrado sobre los orígenes. Su propio relato del
juicio se encuentra en su libro, Creator in the Courtroom [El creador en
la sala de vistas].
Sus otros libros incluyen The Philosophy of Religion (Zondervan,
1974), Christian Apologetics (Baker Book House, 1976) y Biblical
Errancy: An Analysis of its Philosophical Roots (Zondervan, 1981). Es el
editor de Inerrancy (Zondervan, 1979).
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