SEDIN
Servicio Evangélico de Documentación e Información
línea sobre línea

||||||||||   Apartado 2002 - 08200 SABADELL (Barcelona) ESPAÑA | SPAIN   ||||||||


EL ORDEN DE DIOS
para los cristianos que se reúnen
para el Culto y el Ministerio

La respuesta bíblica al orden eclesiástico tradicional

Por Bruce Anstey



VIIª Sección

Conclusiones

¿A qué denominación se unirían
Pedro, Pablo y Juan?

Vamos a plantear toda la cuestión de la organización denominacional (y no denominacional) de la iglesia de otra manera. Supongamos por un momento que pudiéramos transportar a Pedro, Pablo y Juan y a algunos de los otros de la iglesia primitiva a nuestros tiempos. Supongamos que los hemos traído de una de sus reuniones donde han estado reunidos al Nombre del Señor Jesús solamente (Mt. 18:20); donde han estado partiendo el pan en memoria del Señor como acto regular cada domingo (el día del Señor; Hch. 20:7); no conociendo nada más que la libertad del Espíritu para conducir a quien Él quiera para que hable en la asamblea en el culto y en el ministerio (1 Co. 14:23-32); donde mantienen la disciplina escrituraria (1 Co. 5:9-13; 1 Ti. 5:20; 2 Ts. 3:6, 14-15; 1 Ts. 5:14; Gá. 6:1, etc.); donde intentan mantener la verdad en la práctica de que «hay un cuerpo» en cuestiones de recepción y de disciplina (Ef. 4:3-4), etc. De todo esto, los traemos a una de las calles de una de las principales ciudades en América del Norte, donde ven a la Cristiandad en la mayor plenitud de la confusión; con las numerosas sectas y divisiones, las doctrinas falsas y erróneas, los edificios lujosos y ornamentados tomados prestados del judaísmo, los clérigos que interfieren en la sencillez del orden divino del culto y del ministerio, a las mujeres predicando desde los púlpitos, a las mujeres con las cabezas descubiertas, los coros con sus vestimentas, las orquestas, los famosos atletas del mundo testificando acerca de sus conversiones, los conciertos de música rock, personas inmorales en puestos de responsabilidad en la iglesia, etc. Nos detenemos con calma y hacemos esta pregunta: «¿A qué denominación cree usted que se unirán?» No se precisa de mucho discernimiento para concluir que no se unirían a ninguna de ellas.

Para hacer esta pregunta más personal, si usted estuviese andando con los apóstoles por las calles de una de esas ciudades, habiendo conocido algo de la verdad del orden de Dios para la operación de la iglesia según las Escrituras, al ver la confusión que ellos contemplan al mirar con ellos estas diversas llamadas iglesias, «¿A qué denominación se uniría usted?»

¿Deberíamos comenzar una comunión cristiana en base de esos principios bíblicos?

Después de haber aprendido alguno de esos principios que tienen que ver con la iglesia y su orden tal como se halla en la Escritura, alguien podría preguntar: «Por cuanto no deberíamos unirnos a una denominación debido a su orden de hechura humana, ¿deberíamos entonces comenzar una comunión cristiana que siguiese el verdadero orden escriturario?» Nuestra respuesta es que no, porque pensamos que sería un acto de independencia. Hay otro principio involucrado en la congregación de los cristianos que se reúnen según la pauta de Dios en las Escrituras. Los cristianos deben reunirse sobre la base de la verdad del «un cuerpo» (Ef. 4:4). Para estar sobre la base de la verdad del «un cuerpo», un grupo de cristianos necesitan estar en comunión con otras asambleas de creyentes similarmente reunidos con los cuales puedan expresar esta verdad de una forma práctica en cuestiones de recepción, disciplina, cartas de recomendación, etc. Unos pocos cristianos que quieran reunirse en el Nombre del Señor, aislados de sus hermanos en general, no pueden practicar esta verdad por sí mismos. La constitución de una comunión de cristianos sin tener esto presente es en realidad la adopción de un terreno de independencia.

El propósito de Dios es que el Señor Jesús congregase «en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» para que hubiese «un solo rebaño, y un solo pastor» (Jn. 11:51-53; 10:16). Esto significa que Dios desea que Su pueblo sea encontrado congregado en una unidad visible sobre la tierra. Mateo 18:20 también indica esto. Dice: «Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» El tiempo verbal en voz pasiva («están congregados») indica que un poder superior al de ellos los ha congregado al Nombre del Señor Jesucristo. Este poder es el del Espíritu Santo. Él es el divino Congregador. Observemos: no sólo el Espíritu congrega a creyentes al Nombre de nuestro Señor Jesucristo, sino que Él los «congrega» a Su Nombre. Esto tiene referencia a la unidad práctica; por otras Escrituras llegamos a saber que esta unidad práctica no sólo existe en aquella localidad en la que se reúnen aquellos creyentes, sino también con otros creyentes en otras asambleas similarmente reunidos sobre la misma base (1 Co. 1:2; 4:17; 5:3; 10:16-17; 11:16; 14:33-34; 16:1). Las decisiones vinculantes que se toman en una asamblea deben ser reconocidas y aceptadas en las otras asambleas; de modo que la verdad del «un cuerpo» sea expresada en la práctica en la tierra. Si una asamblea local toma una decisión vinculante excluyendo a alguien de la comunión, el cuerpo en conjunto actúa en comunión con aquella asamblea local e inflige el «castigo» (2 Co. 2:6, V.M.); de modo que la persona «quitada» o excluida es considerada como «fuera» en todas partes; no sólo en la localidad donde reside (1 Co. 5:13, «vosotros», la asamblea local en Corinto; 2 Co. 2:10, «vosotros», la asamblea local en Corinto, 2 Co. 2:6; la expresión «muchos» se refiere al cuerpo en general como en 2 Co. 9:2). Esto muestra que una decisión vinculante adoptada en una asamblea local se toma en realidad en nombre del cuerpo en general. Ésta es una de las maneras en que la iglesia debe actuar solícita «en guardar la unidad del Espíritu» y dar expresión a la verdad de que hay «un cuerpo» (Ef. 4:3).

En la Escritura encontramos que cuando el Espíritu de Dios comenzó a obrar en algunos, tuvo buen cuidado en unirlos con otros sobre el mismo terreno, de modo que se guardase la «unidad del Espíritu» en la expresión de la verdad del «un cuerpo». Dice de los santos de Tesalónica: «Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser seguidores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea» (1 Ts. 2:14. (N. del T.: el término traducido «imitadores» en las versiones castellanas significa realmente «seguidores». Comparar el mismo término en 1 P. 3:13: «¿Y quién es aquel que os podrá dañar, si vosotros seguís el bien?»)). Los Tesalonicenses seguían en pos de las asambleas de Judea, hasta la participación de los sufrimientos del evangelio. No se trataba de que las asambleas en Judea fuesen más importantes o más espirituales que los tesalonicenses; se trata sencillamente de que el Espíritu había comenzado Su obra de congregar almas a Cristo primero en Judea. Según otros iban siendo salvos, eran vinculados en la comunión práctica con aquello que el Espíritu de Dios ya había comenzado.

Este principio se manifiesta en Hechos 8:4-24. Muchos en Samaria habían llegado a creer en el Señor Jesús por medio de la predicación de Felipe, pero el Espíritu de Dios no los reconoció como estando en el terreno del «un cuerpo» hasta que tuvieron comunión práctica con aquellos a los que Él ya había congregado al nombre del Señor Jesús en Jerusalén. Buscando guardar «la unidad del Espíritu», dos representantes descendieron de Jerusalén e impusieron las manos sobre los de Samaria (una expresión de comunión práctica Gá. 2:9), con lo que el Espíritu de Dios se identificó con ellos. C. H. Brown lo expresa así: «Dios no permitió que los samaritanos recibiesen reconocimiento oficial como pertenecientes a la iglesia (o asamblea) hasta que lo recibieron de esos emisarios que llegaron de Jerusalén.» El Espíritu de Dios tuvo gran cuidado en vincular a esos creyentes con los de Jerusalén para que hubiese una expresión práctica del «un cuerpo» en la tierra.

Cuando el Apóstol Pablo se encontró con un grupo de creyentes en Éfeso que desconocían acerca de otros con los que Dios había estado obrando, descubrió que el Espíritu de Dios no los había reconocido como pertenecientes al terreno divino de la asamblea (Hch. 19:1-6). No fueron reconocidos como perteneciendo al terreno del «un cuerpo» hasta que hubo una comunión práctica (la imposición de manos) con aquellos que el Espíritu ya había reunido. Con referencia a este grupo de creyentes, dice C. H. Brown: «Necesitaban algo. Tenían que ser introducidos en la misma unidad que ya existía. No podían ser reconocidos como ocupando un terreno diferente al resto. Pablo no podía decirles: "Vosotros no estáis sobre el mismo terreno que los de Antioquía o Jerusalén, pero tenéis mucho de la verdad, y voy a unirme a vosotros". ¡No! Va a cuidarse que sean llevados al mismo terreno que el resto. Fueron introducidos al mismo terreno que había sido constituido antes que ellos oyeran de ello.» Una vez más vemos el cuidado y la sabiduría de Dios en el mantenimiento de la «unidad del Espíritu», de modo que hubiese una expresión práctica de la verdad del «un cuerpo».

Esto se ilustra de manera típica en Esdras 710. Dios había iniciado una obra nueva al volver a Su pueblo de Babilonia al centro divinamente designado de aquel tiempo, que era Jerusalén (1 R. 11:32; 14:21). Unos 42.000 volvieron bajo Zorobabel y Josué (Esd. 13). Unos 68 años después, otros fueron movidos de manera similar a volver a Jerusalén (Esd. 78). Cuando volvieron, descubrieron que Dios había estado obrando de manera similar con otros mucho antes que ellos fuesen movidos acerca de tales cosas. No encontraron un grupo perfecto de judíos allí (Esd. 9), pero sabían que era el único lugar legítimo donde el pueblo de Dios debía adorar, de modo que se identificaron con el testimonio que ya existía en Jerusalén. No hubo ni un pensamiento de establecer un nuevo testimonio aparte del que ya existía allí.

Creemos que esto nos da una respuesta a la pregunta de si los creyentes deberían dar comienzo a un círculo cristiano de comunión. Por cuanto el objetivo de Dios es reunir a Sus santos en la tierra en uno al Nombre de nuestro Señor Jesucristo sobre el terreno de la verdad del «un cuerpo», no creemos que el Espíritu Santo conduciría a los creyentes a salir para practicar esas verdades sobre una base de independencia.

El Espíritu de Dios comenzó una obra en el testimonio cristiano en las primeras décadas del siglo diecinueve, reuniendo creyentes de las denominaciones al Nombre del Señor Jesús. Creemos que sigue obrando en la actualidad con cristianos a este fin. Él está dispuesto y es poderoso para conducir a aquellos a los que ha mostrado la verdad a la comunión con aquello que Él ya ha comenzado. Creemos que el Espíritu de Dios no se sentiría satisfecho hasta que haya llevado a buen fin Su obra no sólo en cuanto a mostrar a los creyentes la manera escrituraria de reunirse, sino también en cuanto a la asociación práctica con aquellos que Él ya ha reunido, de modo que también ellos estén sobre el terreno del «un cuerpo».

Si un grupo de cristianos bajo tal convicción está en un lugar donde no hay una reunión de cristianos sobre la base de la verdad del «un cuerpo», no por ello deberían ponerse sobre un terreno independiente. Necesitan entrar en contacto con los que están sobre este terreno, para que la mesa del Señor pueda quedar establecida en aquella localidad. Con ello se guardará la «unidad del Espíritu». En base de los principios escriturarios dados más arriba, creemos que ésta es la manera en que se deberían establecer nuevas reuniones. Cuando la mesa del Señor es establecida en una nueva localidad, debe serlo en comunión con otras asambleas ya sobre el terreno del «un cuerpo».

¿Una secta más?

Quizá alguien podría decir: «Si hiciésemos todo lo que usted nos dice y comenzásemos a reunirnos con los que se reúnen sobre una base escrituraria, ¿no estaríamos sencillamente uniéndonos a otra división o secta de la iglesia?» La sencilla respuesta a esto es que la obediencia a la Palabra de Dios nunca puede ser cisma. Es lo que los cristianos debieran haber estado haciendo siempre. Si los cristianos se reúnen en obediencia a la Palabra de Dios y en conformidad a la verdad del un cuerpo, nunca podrán constituir una secta; incluso si hubiese sólo dos o tres que adoptasen este terreno.

«¿Puedes venir a nuestra iglesia?»

A veces nos encontramos con personas que nos preguntan: «¿Querrás venir a nuestra iglesia?» Es difícil negarse a su invitación, sabiendo que lo hacen con buena intención, y especialmente cuando no comprenden la fuerza de nuestra convicción. Cuando respondemos «No, no creemos que sería la voluntad del Señor», a menudo se sienten ofendidos. A veces contestan: «¿Cómo es que a vosotros no os importa que vengamos a vuestras reuniones, pero rehusáis cuando os pedimos que vengáis a las nuestras? ¡No estáis mostrando amor a otros miembros del cuerpo de Cristo!» Por nuestra parte, tenemos claro que es antiescriturario abandonar el terreno escriturario para adoptar el orden de hechura humana en las llamadas iglesias. Así, no es la falta de amor a las almas en esas denominaciones lo que nos impide acompañarlas en sus servicios, sino el temor a pecar.

A veces se nos acusa de fanatismo y exclusivismo. Nos preguntamos si jamás esas personas han ponderado lo que significa cada una de esas palabras. Con respecto al fanatismo, W. Kelly dijo que es «la adhesión irrazonable, sin una sólida justificación divina, a la propia doctrina o práctica, en desafío abierto a todos los demás.» Preguntamos entonces: «¿Es fanatismo abandonar las propias asociaciones con las iglesias denominacionales para ir con aquellos que desean reunirse para el culto y el ministerio en conformidad a la Palabra de Dios?» Si en verdad esas denominaciones están marcadas por la confusión y el apartamiento de la Palabra de Dios que hemos descrito en las anteriores secciones de este libro, si en verdad la Escritura no permite a las personas que abrazan o promueven tales cosas estar en comunión a la mesa del Señor, ¿cómo podría entonces nadie esperar que seamos tan inconsecuentes como para ir a esas llamadas iglesias de las que nos hemos separado?

W. Kelly dijo también: «Desde luego que es un fanático, o peor, quien quisiera apremiarme, o esperar que me uniese a él, en contra de mi convicción positiva de que al hacerlo pecaría contra Dios. El pecado es un hombre que está haciendo su propia voluntad, o la voluntad de otro, en lugar de la voluntad de Dios. Si uno me pide que me aparte de aquello que yo sé que es la voluntad de Dios, es evidente que pecaría si accediese.»

Esto me recuerda el viejo profeta de Bet-el (1 R. 13). ¡Dicho viejo profeta intentó que el profeta que había subido de Judá, enviado por el Señor para clamar en contra del culto antiescriturario de Bet-el, tuviese comunión con él en el mismo lugar contra el que había clamado! Este viejo profeta hizo esto para tranquilizar su conciencia, porque entonces podría decir que había habido otros profetas allí con él. Cuando el profeta de Judá accedió a sus deseos, un león se encontró con él por el camino y le dio muerte. Esto lo tomamos como una advertencia. «Porque si vuelvo a edificar las mismas cosas que destruí, me constituyo transgresor» (Gá. 2:18).

Conclusiones

Como ha visto el lector, hemos presentado un orden para los cristianos que se reúnen para el culto y el ministerio diferente del tradicionalmente aceptado en las llamadas iglesias. ¿Qué más es necesario decir con respecto a las diferencias entre el sistema de hechura humana en la Cristiandad y el orden de Dios en la Palabra de Dios? Hemos tratado de demostrar en base de la Palabra de Dios que el orden en las iglesias denominacionales en general, sencillamente, no es escriturario. Hemos dejado evidente que hay una sencillo modelo en la Palabra de Dios para los cristianos que se reúnen con este propósito. Y esta fe y obediencia de nuestra parte son necesarias para practicar estas verdades escriturarias. Si nos llamamos cristianos y afirmamos que la Biblia es la guía del cristiano, entonces, ¿por qué no guiarnos con la Biblia cuando se trata de la cuestión de la reunión de los cristianos para el culto y el ministerio?

Si un cristiano desea mantenerse en un sistema de orden eclesiástico de hechura humana, y si quiere usar la Palabra de Dios para respaldar dicho sistema, tendrá que introducir cosas extrañas en las claras declaraciones de la Escritura. Por ejemplo, tendrá que inferir que el tabernáculo del Antiguo Testamento es el modelo del culto cristiano; que cubrirse la cabeza era sólo para las mujeres en la iglesia local en Corinto; que las mujeres predicaban en reuniones públicas de la iglesia; que se imponían las manos en los que eran ordenados, etc.

En cambio, aquellos que aceptan de manera sencilla las cosas de la Escritura tal como Dios las ha dado tendrán la tranquila confianza de que están cumpliendo la voluntad de Dios. Esto se debe a que hay una paz que procede de hacer la voluntad de Dios que es conocida sólo por aquellos que andan en ella. Volver al simple cristianismo bíblico sin todas las añadiduras de la Cristiandad moderna es ciertamente un privilegio.

Hemos observado, sin embargo, que muchas veces hay animosidad de parte de los que rechazan el orden de Dios. Y esta animosidad se dirige generalmente contra los que quieren practicar el sencillo modelo que se da en la Palabra de Dios. Escoger permanecer en un sistema de culto de hechura humana en la Cristiandad es una cosa, pero no se puede acusar con razón a alguien por querer estar entre cristianos que desean practicar el orden de Dios. A fin de cuentas, ¡sólo están haciendo lo que está en la Palabra de Dios!

Un llamamiento

Queda finalizado nuestro examen y exposición del carácter antiescriturario del orden eclesiástico tradicional, y presentado el orden de Dios para los cristianos que se congregan para el culto y el ministerio; nuestra oración y esperanza es que el lector no entienda mal nuestro propósito en este libro. No hemos tratado de criticar las diversas denominaciones eclesiales de la Cristiandad por amor a la crítica, sino para señalar con fidelidad, y esperamos que con amor, el error de todo el sistema.

Esperamos que a través de las muchas cosas en que hemos incidido pueda haber traslucido el amor genuino e interés que sentimos por toda la familia de Dios. Desde el comienzo, nuestro deseo ha sido dar a conocer la verdad, para que todo el pueblo de Dios pueda conocer y practicar el verdadero cristianismo bíblico, si sus corazones están dispuestos a ello.

Llamamos ahora al lector a prestar atención a la verdad aquí recopilada. Nuestra oración es que cada cristiano que lea este material tenga la espiritualidad y madurez para ver y reconocer la verdad según ha sido presentada. Quiera Dios darnos la gracia para hacer Su voluntad.

© B. Anstey — 2(a) Edición - 1994


fletxa De vuelta al índice doctrinal

 De vuelta al índice de temas actuales

 De vuelta a la página principal



© Bruce Anstey 1994
© de la traducción, SEDIN 1998

Traducción: © Copyright Santiago Escuain 1998
© Copyright SEDIN 2006 para esta presentación electrónica, www.sedin.org. Este texto se puede reproducir libremente para fines no comerciales y citando la procedencia y dirección de SEDIN, así como esta nota en su integridad.

SEDIN
Servicio Evangélico - Documentación - Información
Apartado 2002
08200 SABADELL
(Barcelona) ESPAÑA

Índice:

Índice de boletines

Índice de línea sobre línea

Página principal

Índice general castellano

Libros recomendados

   
orígenes

   
vida cristiana

   
bibliografía general

Coordinadora Creacionista

Museo de Máquinas Moleculares

Temas de actualidad

Documentos en PDF
(clasificados por temas)



Baje este documento en Formato PDF maquetado y listo para su impresión
- pulse aquí.

Senyera catalana
Union Jack
drapeau
Flagge

 

|||  Índice: |||  Índice de boletines  |||  Página principal  |||  Índice general castellano  |||
|||  
General English Index  |||  Coordinadora Creacionista  |||  Museo de Máquinas Moleculares  |||
|||  Libros recomendados  |||  
orígenes  |||  vida cristiana  |||  bibliografía general  |||
|||  
Temas de actualidad  |||  Documentos en PDF (clasificados por temas)  |||


Senyera catalana     Union Jack     drapeau     Flagge