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||||||||||   Apartado 2002 - 08200 SABADELL (Barcelona) ESPAÑA | SPAIN   ||||||||


EL ORDEN DE DIOS
para los cristianos que se reúnen
para el Culto y el Ministerio

La respuesta bíblica al orden eclesiástico tradicional

Por Bruce Anstey


PRÓLOGO

Este libro tiene como objeto exponer con fidelidad, y esperamos que en amor, la falta de justificación escrituraria del orden tradicionalmente aceptado de gobierno y práctica de la iglesia que durante tanto tiempo ha prevalecido en los círculos cristianos. Al mismo tiempo, hemos querido presentar los principios bíblicos del orden de Dios para el funcionamiento de una asamblea cristiana. No es intención nuestra atacar ninguna de las denominaciones de la Cristiandad, ni a los cristianos asociados con las mismas, aunque el lector pudiera considerar al principio que ello sea así.

Este autor no pretende ninguna originalidad en la verdad que aquí se recopila. Esas cosas han sido enseñadas y publicadas por los hermanos durante más de ciento cincuenta años. En esta publicación hemos tratado sencillamente de presentar estas verdades ante el contexto actual.

Esperamos que este libro redunde para gloria y honra de nuestro Señor Jesucristo, y para la bendición de los hijos de Dios.

Las referencias bíblicas usadas en este libro proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1977, excepto en aquellos casos en que se indique expresamente.

Tabla de abreviaturas de otras versiones:

  • RV: Reina-Valera 1909
  • RVR: Reina-Valera 1960
  • BAS: Biblia de las Américas
  • V.M.: Versión Moderna
  • JND: De la versión francesa de John N. Darby

Otras abreviaturas:

  • Gr.: Griego

ÍNDICE

Prefacio

Introducción

El denominacionalismo: ¿Orden divino o humano?

  • ¿Podemos hacer todo lo que la Escritura no prohíba?

La ruina del testimonio cristiano

  • El «Un Cuerpo» frente a las muchas denominaciones y divisiones
  • Terminología convencional frente a terminología escrituraria
  • El prerrequisito imprescindible para aprender la verdad - un buen estado del alma
  • No somos llamados a restaurar la ruina del testimonio cristiano

Llamamiento a la separación

  • ¿Por qué separarse?
  • Un remanente de judíos salidos de Babilonia
  • Seis excusas
    • 1) No deberíamos juzgar a otros cristianos
    • 2) Separarse demuestra falta de amor
    • 3) Nuestra iglesia está creciendo
    • 4) Dios está usando las denominaciones
    • 5) Puedo hacer mucho bien quedándome donde estoy
    • 6) No deberíamos dejar de congregarnos
  • La separación no es aislamiento
  • ¡Más luz!

«Entonces, ¿A dónde debería ir?»

  • La Iglesia no aparece en el Antiguo Testamento
  • El Antiguo Testamento es un libro de tipos y figuras para el cristiano
  • El judaísmo no es un modelo para el culto cristiano
  • El verdadero cristianismo está «fuera del campamento»
  • La adoración cristiana es «en espíritu y en verdad»
  • Sacrificios espirituales
  • Vino nuevo en odres nuevos
  • El cristianismo es de carácter celestial
  • Los cristianos deben reunirse en el Nombre del Señor Jesucristo
  • La práctica de la reunión de los cristianos
  • Tres cosas tangibles peculiares del cristianismo

«¿Quién debe dirigir a la congregación?»

  • El sacerdocio de todos los creyentes
  • La diferencia entre sacerdocio y don
  • Dones
  • La diferencia entre capacidad y don
  • ¿Qué es el ministerio?
  • El ministerio en la iglesia
  • ¿Significa esto que usted no cree en tener un pastor?
  • Títulos lisonjeros
  • La elección de un «pastor»
  • El Señor de la cosecha dirige los dones
  • Los siervos de Dios no deberían ser asalariados
  • ¿Cómo se debería mantener económicamente a los siervos del Señor?
  • Recapitulación de los principales errores del sistema clerical
  • ¿Qué piensan los «pastores» acerca de todo eso?

La administración local en la iglesia

  • La diferencia entre don y cargo
  • Ancianos, supervisores [obispos] y guías
  • Diáconos
  • La elección de ancianos
  • Inexistencia de apóstoles en la actualidad para designar ancianos
  • Tres requisitos para el apostolado
  • ¿Significa esto que usted no cree en tener ancianos?
  • La ordenación
  • Pero en la Biblia los obreros eran ordenados.
  • La imposición de manos
  • Colecta frente a diezmo
  • La disciplina en la iglesia
  • Recepción
  • ¿Quién debería estar a la Mesa del Señor?
  • Testimonios personales
  • La prueba de la profesión de una persona
  • ¡Demasiado exclusivos!
  • «Pruébese cada uno a sí mismo»
  • La responsabilidad individual
  • Cartas de recomendación

La esfera de las hermanas en el ministerio en la iglesia

  • ¡Pero la Biblia dice que las mujeres deben orar y profetizar!
  • ¡Pero en la Iglesia no debemos contemplar la distinción entre varón y mujer!
  • ¡Pero esas cosas sólo son de aplicación en Corinto!
  • ¡Pero no queremos ahuyentar a la gente del cristianismo!
  • ¡Eso es porque Pablo era un anticuado!
  • La cubierta de la cabeza
  • Las cubiertas de la cabeza son una antigua costumbre cultural
  • ¡Pero el cabello de la mujer es su cubierta!

Conclusiones

  • ¿A qué denominación se unirían Pedro, Pablo y Juan?
  • ¿Deberíamos comenzar una comunión cristiana en base de esos principios bíblicos?
  • ¿Se trata simplemente de otra denominación?
  • ¿Puedes venir a nuestra iglesia?
  • Conclusión.

Un llamamiento


PREFACIO

El objeto de este libro es exaltar al Señor Jesucristo y establecer la realidad de la supremacía de la Palabra de Dios sobre todas las ideas y tradiciones humanas. Esperamos que no sólo redunde para la gloria y honra de nuestro Señor Jesucristo, sino que sea también para bendición de los hijos de Dios.

A lo largo de este libro ha sido nuestra intención exponer los principios bíblicos del orden de Dios para el funcionamiento de una asamblea cristiana. Al mismo tiempo hemos señalado con amor, y esperamos que con fidelidad, la falta de justificación escrituraria del orden tradicionalmente aceptado y actualmente practicado en las denominaciones de la esfera cristiana. Con ello no ha sido nuestro propósito criticar los diversos grupos eclesiásticos por mero deseo de crítica, aunque inicialmente pueda alguien pensarlo así; tampoco ha sido nuestro propósito criticar a aquellos que están asociados con las diversas denominaciones. Al señalar estas cosas, nuestra intención ha sido contrastar dicho orden no escriturario con el orden escriturario de Dios, de modo que todos puedan conocer el sencillo plan de Dios para la reunión de los cristianos para el culto y el ministerio.

Este autor no pretende ninguna originalidad en la exposición de la verdad aquí recopilada. Esas cosas han sido enseñadas y publicadas por los hermanos durante más de ciento cincuenta años. En esta obra hemos tratado sencillamente de presentar estas verdades ante el contexto actual.

Las referencias bíblicas usadas en este libro proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1977, excepto en aquellos casos en que se indique expresamente.


El Orden de Dios - Introducción

Todos los cristianos han examinado la Palabra de Dios (la Biblia), en mayor o menor grado, para encontrar el camino de la salvación. ¡Pero parece que muy pocos de ellos, después de haber sido salvados, han escudriñado la Palabra de Dios para llegar a conocer cómo querría el Señor que se reúnan como Su pueblo para el culto y el ministerio! Aunque todos creen que hay sólo un camino para la salvación, muchos consideran que cada uno es dejado a sí mismo para escoger cómo debería adorar. Sin embargo, la mente del Señor acerca de cómo Él quiere que los cristianos se reúnan para el culto y el ministerio está claramente revelada en la Biblia.

Por cuanto debemos estar preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que nos demande razón de la esperanza que hay en nosotros (1 P. 3:15), deberíamos poder dar una respuesta procedente de la Palabra de Dios acerca de por qué celebramos el culto de la manera que lo hacemos. Este autor emplaza al lector a que justifique mediante las Escrituras el orden de cosas que se practican actualmente en las denominaciones eclesiásticas actuales. Al mismo tiempo, emprende establecer el orden de Dios para la congregación de los cristianos para el culto y el ministerio tal como se encuentra en las Escrituras.

El denominacionalismo:
¿Orden divino, o humano?

Todos los cristianos han examinado la Palabra de Dios (la Biblia), en mayor o menor grado, para encontrar el camino de la salvación, ¡pero parece que muy pocos de ellos, después de haber sido salvados, han escudriñado la Palabra de Dios para llegar a conocer cómo querría el Señor que se reúnan como Su pueblo para el culto y el ministerio! Aunque todos creen que hay sólo un camino para la salvación, muchos consideran que cada uno es dejado a sí mismo para escoger cómo debiera adorar. Sin embargo, la mente del Señor acerca de cómo Él quiere que los cristianos se reúnan para el culto y el ministerio está claramente revelada en la Biblia.

Por cuanto debemos estar preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que nos demande razón de la esperanza que hay en nosotros (1 P. 3:15), deberíamos poder dar una respuesta procedente de la Palabra de Dios acerca de por qué celebramos el culto de la manera que lo hacemos. ¿Podemos, entonces, justificar mediante las Escrituras la manera en que nos reunimos con otros cristianos para el culto? ¿O estamos simplemente siguiendo tradiciones humanas? Proponemos las siguientes preguntas como un reto que planteamos a todos los cristianos: ¿en base de qué autoridad bíblica se reúnen con otros cristianos de la manera en que lo hacen?

Debido a la naturaleza de este estudio,
pedimos que no se siga sin leer las referencias bíblicas que se citan.

1) ¿Qué autoridad escrituraria tienen los cristianos para establecer las llamadas iglesias denominacionales o no denominacionales? La Escritura censura el establecimiento de sectas y divisiones en el seno del pueblo del Señor (1 Co. 1:10; 3:3; 11:18-19).

2) ¿Qué autoridad tienen los cristianos de parte de Dios para designar a sus iglesias con nombres como Presbiteriana, Bautista, Pentecostal, Anglicana, etc.? La Biblia nos dice que el único nombre en el que los cristianos deben reunirse es el Nombre del Señor Jesucristo (Mt. 18:20).

3) ¿Qué autoridad tienen los cristianos para designar a sus llamadas iglesias por los nombres de destacados y dotados hombres en la iglesia, como «luteranos» (Martín Lutero), Menonitas (Menno Simons), Wesleyanos-Metodistas (John Wesley)? La Escritura censura la constitución de una comunión de cristianos en torno a un líder en la iglesia (1 Co. 1:12-13; 3:3-9).

4) ¿Qué autoridad hay de parte de Dios para establecer esas iglesias siguiendo líneas de distinción nacional, como «Hermanos Menonitas Chinos», «Iglesia Ortodoxa Griega», «Iglesia Católica Ucraniana», «Iglesia Bautista Filipina», «Iglesia Alemana de Dios», etc.? En la iglesia de Dios, en la Biblia, no existen distinciones nacionales ni sociales (Co. 3:1).

5) ¿Qué autoridad tienen los cristianos para imitar para sus lugares de culto la forma del tabernáculo y del templo correspondientes al orden judaico de cosas en el Antiguo Testamento? Esos edificios eclesiales tienen a menudo un mobiliario adornado de oro y otros materiales preciosos. Algunos de ellos se construyen con la entrada mirando al este, como era el caso del tabernáculo y del templo. Muchos de estos edificios de iglesia tienen un altar. Otros tienen partes especiales del edificio acotadas como más sagradas que otras partes. ¿Hay alguna instrucción de las Escrituras dirigida a los cristianos para que tomen prestadas cosas así del judaísmo?

6) ¿Hay alguna base en la Palabra de Dios para designar a estos edificios con el nombre de «iglesia»? La definición bíblica de la «iglesia» es la de una compañía de personas (creyentes) llamados fuera de los judíos y de los gentiles, unidos a Cristo, la Cabeza de ellos en el cielo, por el Espíritu de Dios que mora en ellos (Hch. 11:22; 15:14; 20:28; Ro. 16:5; 1 Co. 1:2; Ef. 5:25).

7) ¿Hay alguna base en la Palabra de Dios para establecer a un hombre en la iglesia (a menudo llamado Ministro o Pastor) para «dirigir» el culto? La Escritura enseña que el Espíritu de Dios ha sido enviado al mundo con el propósito de dirigir el culto cristiano. La Biblia indica que es Él (el Espíritu de Dios) quien debe presidir en la asamblea de los santos y dirigir como Él decida (Fil. 3:3; Jn. 4:24; 16:13-15).

9) ¿Qué autoridad escrituraria existe para tener servicios de adoración predefinidos en esas iglesias? A menudo se entregan programas describiendo el orden en el que tendrá lugar el culto de aquel día en particular.

10) ¿Qué autoridad da la Escritura para llamar «culto» a los servicios que se dan en esas iglesias, cuando generalmente consisten en escuchar música y que un hombre dé un sermón?

11) ¿Qué autoridad tienen de la Escritura para justificar el uso de instrumentos musicales para ayudar en el culto cristiano? La adoración cristiana es lo que produce el Espíritu de Dios en el corazón, no con medios mecánicos con el uso de manos de hombres (Hch. 17:24-25).

12) ¿Qué autoridad dan las Escrituras para repetir oraciones prescritas de devocionarios en los servicios de la iglesia? La Biblia dice que no deberíamos usar de vanas repeticiones en nuestras oraciones, sino que deberíamos orar con nuestras propias palabras expresadas de corazón (Mt. 6:6-8; Stg. 5:16; Sal. 62:8).

13) ¿Qué justificación tienen para recitar los Salmos de David en sus llamados servicios de culto, cuando los Salmos expresan sentimientos que no pertenecen a la experiencia cristiana?

14) ¿Por qué la mayoría de las iglesias tienen la Cena del Señor una vez al mes o cada tres meses, cuando la Escritura dice que después que la iglesia fue establecida, los creyentes partían el pan cada día del Señor (Domingo)? (Hch. 20:7.)

15) ¿Qué justificación hay en la Escritura en el Nuevo Testamento para tener un coro de cantantes entrenados para ayudar al culto cristiano?

16) ¿Qué justificación hay en la Escritura para la utilización de ropajes y vestimentas especiales en los servicios del culto cristiano? Los coros generalmente van vestidos de túnicas; y frecuentemente el Ministro también.

17) ¿Qué justificación hay para que las mujeres oren y profeticen con las cabezas descubiertas, cuando la Escritura dice que deberían ir cubiertas? (1 Co. 11:1-16).

18) ¿Qué justificación escrituraria hay para permitir sólo a ciertas personas (el Pastor o Ministro) el ministerio de la Palabra de Dios? ¿Por qué no hay libertad en esas iglesias para que el ministerio se dé según la conducción del Espíritu? La Biblia enseña que cuando los cristianos se reúnen en asamblea todos (los hermanos) deben tener la libertad de ministrar según el Señor les conduzca por el Espíritu (1 Co. 12:6, 11; 14:24, 26, 31).

19) ¿Qué autoridad escrituraria existe para la idea de que una persona ha de ser ordenada para actuar en el ministerio? No aparece en la Biblia ningún pastor, ni maestro, o evangelista, profeta o sacerdote que fuese ordenado para predicar o enseñar. ¡La Escritura enseña que la misma posesión de un don espiritual es la justificación para su uso por parte de su receptor! (1 P. 4:10-11).

20) ¿Qué autoridad escrituraria existe para la idea de que hay en la actualidad hombres en la tierra que tienen potestad para ordenar a otros? ¿De dónde han recibido esta potestad?

21) ¿Hay alguna justificación para designar a alguien como «Pastor» (esto es, «Pastor Fulano de Tal»), cuando en la Escritura este don nunca fue dado a nadie como un título?

22) ¿Qué autoridad escrituraria existe para constituir a un hombre como Pastor de una iglesia local cuando la Escritura nunca se refiere al don de pastor como un cargo local? (Ef. 4:11).

23) ¿Qué autoridad hay en la Escritura para que los llamados Ministros se arroguen el título de «Reverendo» o incluso, como en el caso de algunos clérigos, el de «Padre»? La Escritura dice que no deberíamos llamar a nadie «Padre» en un sentido religioso. Otros adoptan el título de «Doctor» (que significa «maestro» o «instructor» en latín), cuando la Escritura también dice que no debiéramos hacer tal cosa (Mt. 23:8-10).

24) ¿Qué autoridad escrituraria existe para que las mujeres en estas iglesias prediquen, cuando la Biblia enseña que el papel de las hermanas no es el de asumir un papel público en la iglesia, ni en administración ni en enseñanza? (1 Co. 14:34-38; 1 Ti. 2:11-12).

25) ¿Es escrituraria la práctica de que la iglesia escoja a su «Pastor» o «Ministro»? El procedimiento usual es invitar al candidato a «Pastor» a la iglesia, donde tendrá la oportunidad de demostrar su valía dando algunos sermones. Si su predicación es considerada aceptable, entonces la iglesia (generalmente a través de la junta de diáconos) lo escogerá para que sea su «Pastor» local. ¿Es esto un procedimiento conforme a la Palabra de Dios?

26) ¿Qué autoridad escrituraria hay para que las iglesias escojan a sus ancianos? En la Biblia no aparece una sola iglesia (local) que escogiese a sus ancianos.

27) ¿Qué autoridad tienen en base de la Escritura las iglesias para celebrar días señalados y festividades cristianas como el Viernes Santo, Todos Santos, Cuaresma, Navidad, etc.? La Escritura dice que el cristianismo no tiene que ver con días y tiempos especiales (Gá. 4:10; Col. 2:16).

28) ¿Qué autoridad escrituraria tienen estos ministros en los púlpitos de esas iglesias para enseñar doctrinas como Teología del Pacto, Amilenarismo, Seguridad Condicional, Purgatorio, Absolución, Observancia de la ley, etc.?

29) ¿Da la Escritura alguna autoridad para celebrar reuniones «de testimonio», en las que una persona se levanta y explica a la audiencia cómo fue salvado, a menudo detallando su pasada vida de pecados?

30) ¿Qué justificación da el Nuevo Testamento para tomar diezmos (el 10 por ciento de los ingresos) de los asistentes, cuando el diezmo es claramente una ley mosaica para Israel? (Lv. 27:32, 34; Nm. 18:21-24).

31) ¿Qué justificación escrituraria tienen para los esfuerzos de recolección de fondo y para pedir donaciones a audiencias mixtas de creyentes e inconversos en esas iglesias? La Biblia indica que los siervos del Señor no tomaron «nada» de los inconversos de este mundo entre los que predicaban el evangelio (3 Jn. 7).

32) ¿Son acaso los seminarios y las escuelas bíblicas el camino de Dios para preparar a un siervo para el ministerio? ¿Está justificado por las Escrituras la emisión y recepción de diplomas y grados (p. ej., Doctor en Teología)? La Biblia dice que no deberíamos darnos títulos lisonjeros unos a otros (Job 32:21-22; Mt. 23:7-12).

33) ¿Hay alguna justificación en la Palabra de Dios para que esas iglesias envíen Ministros y Pastores a un lugar determinado para llevar a cabo un servicio para el Señor? A veces oímos comentarios como: «El Pastor Fulano de Tal fue enviado por tal y cual organización.» La Escritura muestra que es Cristo, la Cabeza de la iglesia, el que envía a Sus siervos mediante la conducción del Espíritu a la obra, y que la iglesia debe sencillamente reconocerlo dando al siervo la mano derecha de comunión (Mt. 9:38; Hch. 13:1-4; Gá. 2:7-9).

34) ¿Dónde en las Escrituras se da el concepto de la iglesia como organización para la enseñanza? A menudo oímos a las personas decir: «Nuestra iglesia enseña que ...» En la Biblia, en cambio, no vemos a la iglesia enseñando, sino a la iglesia enseñada por aquellos que habían sido suscitados por el Señor (Hch. 11:26, Ro. 12:7; Ap. 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22; 1 Ts. 5:27).

«Podemos hacer todo lo que la Escritura no prohíba»

Muchos cristianos responden a esas cosas razonando que si las Escrituras no tratan o prohíben algo de manera específica, en tal caso Dios no lo considera de importancia. Por cuanto según ellos la Biblia no trata de la cuestión de cómo los cristianos deben reunirse para el culto y el ministerio, concluyen que es algo que debería dejarse al gusto y a discreción de cada uno. Consiguientemente, no ven nada malo en introducir en el cristianismo cosas que no están en la Biblia.

Ahora bien, esta suposición no es correcta, sencillamente, porque la Biblia que trata la cuestión de cómo los cristianos deben reunirse para el culto y el ministerio. El orden tradicional de gobierno de la iglesia en las denominaciones en la Cristiandad no sólo no se encuentra en la Palabra de Dios, ¡sino que mucho de ello entra en clara contradicción con la Palabra de Dios!

En segundo lugar, no es un principio racional ni sano proceder a razonar desde una perspectiva negativa (desde lo que no está en la Biblia) para dilucidar la mente de Dios acerca de un tema (2 Ti. 1:7). Se trata de un principio falso, y desde luego es poner las cosas del revés. En esencia, lo que se está diciendo es: «Para el culto y el ministerio podemos hacer cualquier cosa que no esté mencionada en la Biblia!» Nosotros preguntamos: «¿Es de esta manera que Dios trata las cuestiones en la Escritura?» Si aplicásemos este principio a otros temas bíblicos, prácticamente no habría fin en lo que podríamos hacerles significar. Ello nos trae a la mente los días de los jueces, cuando «cada uno hacía lo que bien le parecía» (Jue. 17:6; 21:25; Dt. 12:8; Pr. 21:2). T. B. Baines ha dicho con razón: «O bien Dios ha establecido un orden para la asamblea, o bien ha dejado al albedrío humano el hacerlo. Si Él ha establecido un orden, es claramente obligatorio para todos, y cada alejamiento de este orden es un acto de desobediencia.»

Si buscásemos sinceramente hacer Su voluntad, ¿no sería más lógico volver a la Palabra de Dios y comenzar de cero, por así decirlo, diciendo: «No haremos nada más que aquello que esté en la Palabra de Dios para la reunión de los cristianos para el culto y el ministerio? Esto es lo que trataremos de hacer en el resto de este libro.

La ruina del testimonio cristiano

Volviendo a la Palabra de Dios, vemos que casi cada escritor del Nuevo Testamento ha predicho que sobrevendrían el alejamiento y la ruina en el testimonio cristiano. Por ello, en realidad no debería sorprendernos ver un alejamiento del orden de Dios de una magnitud tan enorme en la constitución de esas iglesias.

Las «segundas» epístolas tratan de manera particular acerca de esta cuestión. Cada epístola contempla algún aspecto de la fe cristiana que se abandona.

  1. La Segunda Epístola a los Efesios (Ap. 2:1-7): el abandono del primer amor.
  2. La Segunda Epístola a los Tesalonicenses: el abandono de la esperanza bienaventurada (la venida del Señor —el arrebatamiento).
  3. La Segunda Epístola de Juan: el abandono de la doctrina de Cristo.
  4. La Segunda Epístola de Pedro: el abandono de la piedad práctica.
  5. La Segunda Epístola a Timoteo: el abandono del orden en la casa de Dios (esto está particularmente relacionado con la cuestión que estamos considerando).
  6. La Segunda Epístola a los Corintios: el abandono de la autoridad apostólica tal como la encontramos en la Escritura.
El testimonio de Pablo

El Apóstol Pablo advirtió que habría un gran apartamiento de la Palabra de Dios en el cuerpo cristiano profesante. Dijo así: «Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos» (Hch. 28:29-30). Pablo dijo también que en los postreros tiempos algunos «apostatarán de la fe» (del cuerpo de la verdad cristiana) y comenzarán a enseñar cosas que no son conforme a la verdad (1 Ti. 4:1-3). Se refirió a aquellos que «naufragaron en cuanto a la fe» (1 Ti. 1:19-20), a aquellos que «se desviaron de la fe» (1 Ti. 6:10), a aquellos que «trastornan la fe» de otros mediante sus enseñanzas erróneas (2 Ti. 2:18), y a aquellos que llegarían a ser «descalificados en cuanto a la fe» (2 Ti. 3:8). Dijo que llegaría el tiempo en que muchos en el cuerpo cristiano profesante «no sufrirán la sana doctrina, sino que ... apartarán de la verdad el oído, y se volverán a las fábulas», careciendo de base en la Palabra de Dios (2 Ti. 4:2-4). Dijo que la moralidad en el testimonio cristiano degeneraría al nivel de cosas en el mundo pagano (2 Ti. 3:1-5; cp. Ro. 1:28-32). Se refirió a impostores que surgirían pretendiendo tener un conocimiento de la verdad; que imitarían los poderes milagrosos de Dios en un intento de resistir a la verdad (2 Ti. 3:7-8). Dijo también que las cosas no irían a mejor, sino que «los malos hombres e impostores» en el testimonio cristiano (porque éste es el contexto del capítulo) irían «de mal en peor» (2 Ti. 3:13). Una mirada global al testimonio cristiano nos hace ver que todo esto tiene su triste cumplimiento en nuestros días.

El testimonio de Mateo

El Apóstol Mateo indica el mismo apartamiento en las parábolas del reino de los cielos. En esas parábolas, el Señor Jesús dijo que vendría un enemigo (Satanás) que sembraría cizaña entre el trigo. Esto indica que habría una introducción de profesantes falsos y sin vida dentro del reino de los cielos. El resultado sería una mezcla de creyentes (el trigo) y de falsos profesantes (la cizaña) en el reino que no se resolvería hasta el fin del siglo (Mt. 13:24-30, 38-41).

El Señor Jesús se refirió también a que surgiría un inmenso sistema de cosas sobre la sencillez original del cristianismo, y que al final no se parecería a lo que era al principio. Usó la figura de la semilla de mostaza plantada en la tierra, y su crecimiento desproporcionado hasta llegar a ser un árbol enorme donde anidarían las aves del cielo. El árbol es símbolo de dominio y de poder (Dn. 4:9-27, 34). De este modo el Señor indicó que el cuerpo cristiano profesante llegaría a ser una gran entidad en este mundo con una gran apariencia externa. Las aves son símbolo de espíritus malvados y de personas asimismo malvadas (Mt. 13:4, 19; Ap. 18:2) que contenderían por poseer puestos de honor dentro de todo esto. Si jamás hemos tenido la oportunidad de oír el ruido procedente de un árbol lleno de pájaros, comprenderíamos qué buena imagen es ésta de la confusión existente en el testimonio cristiano. Todos los pájaros gorjean a la vez; todos aparentemente con algo que decir, pero todas sus voces están en conflicto. ¿Acaso no es esto precisamente lo que oímos cuando miramos y escuchamos los miles de voces de las diversas denominadas iglesias de la Cristiandad? (Mt. 13:31-32).

El Señor Jesús prosiguió contando acerca de la mujer que escondió levadura en tres medidas de harina (Mt. 13:33). Esto se refiere a otro aspecto de la ruina que se ha introducido en el cuerpo cristiano profesante. Si las aves en el enorme árbol son una ilustración de la gran profesión externa que iba a desarrollarse, la levadura en la harina habla de la gran corrupción interior que también iba a desarrollarse. En la Escritura, la levadura es un tipo de maldad (Mt. 16:6; Mr. 8:15; 1 Co. 5:6-8; Gá. 5:7-10). La harina es tipo de Cristo, Aquel que es «el pan de vida». Él es el alimento espiritual de los hijos de Dios (Jn. 6:33-35, 51-58). De ese modo, el Señor indicó que la iglesia (la mujer) corrompería el alimento de los hijos de Dios mediante la introducción de falsa doctrina, mezclándola con la verdad de Su persona. ¿Y no es esto cierto en la actualidad? Se han asociado muchas enseñanzas malvadas y erróneas con Cristo en el vasto cuerpo profesante de la Cristiandad.

De este modo, esas tres parábolas en el evangelio de Mateo indican que habría la introducción de personas malas (Mt. 13:24-30), de espíritus malos (Mt. 13:31-32; 1 Ti. 4:1) y de malas doctrinas (Mt. 13:33).

Algunas de las otras similitudes del reino en el evangelio de Mateo indican también que se caería en este fracaso (como en Mt. 25:1-13: «cabecearon todas y se durmieron»).

El testimonio de Pedro

El Apóstol Pedro se refirió también a las malas enseñanzas que surgirían en el testimonio cristiano. Dijo que se levantarían falsos maestros entre los santos de Dios, y que introducirían «herejías destructoras» que muchos seguirían, y ello hasta el punto que designarían como malvado el camino de la verdad (2 P. 2:1-3; 3:16). Una «herejía» o «secta», por definición, es la constitución de una división dentro de la iglesia que se separa en la práctica de otros y que constituye su comunión alrededor de una perspectiva particular. La mas sutil de todas las herejías es la que se desarrolla alrededor de alguna parte de la verdad con exclusión de otras verdades. Puede haber muchos verdaderos creyentes conectados con tales herejías. En contraste a ésas, las «herejías destructoras» como aquellas a las que se refiere Pedro son sectas que levantan la causa de doctrinas que condenan el alma.

Al contemplar la inmensidad de la Cristiandad profesante, ¿no podemos apreciar las numerosas divisiones y sectas en la iglesia? ¡Se nos dice que existen en la actualidad más de mil quinientas denominaciones y círculos de comunión no denominacionales! Es con gratitud que podemos decir que la mayoría de esos grupos eclesiales no son herejías «destructoras», pero sin embargo se trata de divisiones externas en la iglesia que son de carácter sectario. Por herejía no se designa la enseñanza de falsas doctrinas, ¡sino la constitución de sectas! Y recordemos que la Escritura dice que debemos rechazar las herejías porque son una obra de la carne: de la naturaleza pecaminosa caída (Tit. 3:10-11; 1 Co. 11:19; Gá. 5:20). Es cierto que a menudo las doctrinas falsas están relacionadas con la constitución de sectas, y a eso se debe probablemente que muchos cristianos relacionen la herejía con enseñanzas blasfemas.

El testimonio de Juan

En tanto que el apóstol Pablo advierte acerca de aquellos que «retroceden» de la revelación de la verdad cristiana (He. 10:38-39), el Apóstol Juan advierte que habría los que «pasarían adelante» y no se mantendrían en ella (2 Jn. 9, cp. V.M.). Juan se refirió a este apartamiento del testimonio cristiano como resultado de la obra de maestros anticristianos. Dijo él: «Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros» (1 Jn. 2:19). El «nosotros» aquí y en muchos otros lugares en la epístola de Juan hace referencia a los apóstoles. Esta defección de la doctrina de los apóstoles era realmente el abandono de la misma. ¿Acaso no podemos ver que mucho de lo que ha sido erigido dentro del testimonio cristiano es esencialmente aquello que está fuera de la enseñanza del apóstol? ¿Hay acaso justificación en base de la enseñanza del apóstol para esas muchas cosas que abrazan esas iglesias? Eso nos recuerda la palabra del Señor a los fariseos cuando dijo que estaban «enseñando doctrinas que son preceptos de hombres». También dijo: «¡Qué bien dejáis a un lado el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!» (Mr. 7:7, 9).

El testimonio de Judas

Judas también nos anuncia que ciertos hombres iban a entrar encubiertamente entre los cristianos, para convertir «en libertinaje la gracia de nuestro Dios» (Jud. 4). Describe el carácter de aquellos que corromperían el cuerpo profesante cristiano como aquellos que «han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro al error de Balaam, y perecieron en la rebelión de Coré» (Jud. 11). Ésas son tres ajustadas descripciones de la clase de error eclesiástico dominante en la Cristiandad hoy.

Primero hay «el camino de Caín» que describe el esfuerzo por presentar a Dios las propias obras para ser aceptos ante Dios. Caín era un hombre religioso en cuanto que ofreció sacrificio, pero presentó la obra de sus propias manos a Dios para ser aceptado, y en consecuencia fue rechazado (Gn. 4:1-5). Su ofrenda no tenía sangre, la cual señalaba en sentido figurado al sacrificio final y el derramamiento de sangre del Señor Jesucristo, sin el cual nadie puede recibir bendición de Dios. En la actualidad se está predicando desde los púlpitos de muchas iglesias un evangelio sin sangre (que en realidad no es evangelio en absoluto) por el cual muchas personas han sido llevadas a creer que pueden presentar sus buenas obras a Dios para ser aceptados y alcanzar la salvación, aunque la Biblia indica claramente que la salvación es «no a base de obras» (Ef. 2:8-9; Tit. 3:5; Ro. 4:4-8).

Segundo, hay «el error de Balaam», que habla de la disposición a enseñar cosas que Dios no ha autorizado a cambio de dinero y de honores. Balaam se presentó a sí mismo a Balac y a los moabitas como profeta, y se mostró dispuesto a profetizar para ellos para perjuicio del pueblo de Dios (Nm. 2224). Muchos en la cristiandad (aunque quizá sin la intención de dañar a nadie del pueblo de Dios) están también enseñando doctrinas dañinas que no se encuentran en la Escritura y están buscando altos honores en la iglesia.

Tercero, hay «la rebelión de Coré», que es la organización de un grupo de hombres para desafiar el orden divino del sacerdocio. Coré y sus hombres querían una posición por encima del pueblo de Dios que Dios no les había dado. En el cuerpo profesante cristiano también se ha dado una similar organización de una clase especial de hombres para presidir sobre la grey de Dios, clase conocida como clero. Y se refieren libremente a la grey de Dios como siendo su grey. Esta clase de organización puede que sea introducida con buenas intenciones, y puede que haya muchos que ocupen actualmente esos puestos con motivos igualmente buenos, pero sigue siendo un sistema de cosas que carece de fundamento en la Palabra de Dios.

El testimonio del Señor

Por último, el Señor expresa Su propia condena de un grupo de personas que iba a surgir en la iglesia, llamado los nicolaítas (Ap. 2:6, 15). Esas personas introdujeron la impureza en el testimonio cristiano, y por el significado del nombre muchos maestros bíblicos han llegado a la conclusión de que bien pudiera haberse tratado de las primeras semillas del clericalismo. Nico significa «gobernar», y laitas proviene del término laos que significa «el pueblo». Los nicolaítas eran un partido que aparentemente buscaban por algún medio «gobernar al pueblo», y por ello bien podrían haber sido el comienzo del sistema clero/laicos. Podríamos añadir también que el Señor aborrece «las obras» y «la doctrina» de los nicolaítas (Ap. 2:6, 15).

De modo que tenemos un abundante testimonio procedente de los escritores del Nuevo Testamento acerca de la realidad de que iba a haber una gran defección de la sencillez de la fe cristiana (2 Co. 11:3-4), y de que se erigiría un sistema de cosas carente de fundamento en la Palabra de Dios. Es cierto que algunas de las iglesias tienen más de este orden clerical que otras. Pero tanto si se trata de San Pedro en Roma o de la más pequeña capilla evangélica, la mayoría de ellas, si no todas, tienen sus principios básicos entretejidos en la trama de su gobierno eclesiástico. El creyente instruido en la mente de Dios no puede dejar de admitir que aquello que pasa como la iglesia de Dios delante de los hombres tiene poco o ningún parecido con la iglesia de Dios como es presentada en la Palabra de Dios.

El «Un Cuerpo» frente a las muchas denominaciones y divisiones

Quizá la más triste de todas esas evidencias de apartamiento sea la multitud de sectas y divisiones. La clara enseñanza de la Escritura es que Dios aborrece las divisiones, porque los cismas y las herejías (formación de partidos) son una de las obras de la carne (Gá. 5:20). ¡Cuán grande es la contradicción a la voluntad del Señor toda esta presencia de numerosas sectas y divisiones en el testimonio cristiano! Mientras Él estaba en la tierra, oró que todos fuesen uno. Dijo: «Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por medio de la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste» (Jn. 17:20-21). ¡Él estaba dispuesto a morir «para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos»! (Jn. 11:51-52). También dijo que después de morir buscaría recoger a Sus ovejas juntas en «un solo rebaño», para que tuviesen «un solo Pastor», Él mismo (Jn. 10:15-16). A pesar de los deseos del Señor acerca de Su pueblo de que expresasen una unidad cohesiva y práctica sobre la tierra, están todos esparcidos en diferentes sectas, cada una de ellas con sus creencias y prácticas peculiares. ¿Cómo puede esto recibir la aprobación del Señor?

En la primera aparición de división en la iglesia, el apóstol Pablo fue llevado por el Espíritu a escribir: «Os exhorto, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. ... cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo?» (1 Co. 1:10-13; 12:25). ¡Aquí, en el lenguaje más llano posible, Dios ruega a todos los creyentes, por la gloria del Nombre del Señor Jesús, que no haya divisiones! Sin embargo, cuando contemplamos el cuerpo cristiano profesante en la actualidad, ¡vemos que ha tenido lugar aquello que la Escritura reprende! ¡Cuántos miles de cristianos están diciendo: «Yo soy de Roma», «yo soy de Lutero» (luterano), «yo soy de Wesley» (metodista), «yo soy de Menno Simons» (menonita), etc.! Si al Espíritu le contristaba oír a los cristianos decir «yo soy de Pablo» y «yo soy de Apolos», ¿acaso le agrada ahora al Espíritu oírles decir «yo soy de Lutero», «yo soy de Wesley», «yo soy anglicano», etc.? Si fue denunciado como carnalidad en aquellos tempranos días de la iglesia, ¿podría ahora designarse como espiritualidad? (1 Co. 3:1-5). Esas muchas denominaciones han desechado el orden divino para el gobierno de la iglesia y han establecido su propio gobierno, redondeado con sus propios credos y reglamentos eclesiales. Pero, con ello, han creado una triste división en la iglesia.

Preguntamos: «¿Habrá esas divisiones sectarias en el cielo?» Todos los cristianos están de acuerdo, unánimes, en que allá no existirán. Todos los cristianos allí estarán congregados alrededor del Señor Jesús con perfecta unidad. Entonces, ¿a qué se debe que los cristianos acceden a reunirse para el culto en la tierra en divisiones sectarias, cuando en el cielo no existe tal cosa? Recordemos que el Señor enseñó a los discípulos a orar: «Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mt. 6:10).

El apóstol Pablo dice que la primera responsabilidad que tenemos como cristianos andando «como es digno de la vocación con que fuisteis llamados» es que lo hagamos «solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz». Luego sigue explicando el por qué, al especificar que hay «un cuerpo» (Ef. 4:1-4). Eso significa que como cristianos deberíamos tratar de expresar de una manera práctica la verdad de que somos un cuerpo. El mundo debería ver una unidad visible en la iglesia. En contraste con ello, lo que ven es el testimonio cristiano hecho mil pedazos. Oímos a los cristianos que hablan de las diferentes denominaciones como «su cuerpo» y «nuestro cuerpo», ¡como si hubiera muchos cuerpos!

Una ilustración empleada por Charles Stanley describe idóneamente la confusión que existe en el testimonio cristiano. Supongamos que el Gobierno de la Nación nombra a un capitán general para una de las regiones militares y que por un período determinado el ejército allí queda plenamente bajo su mando. El ejército allí podría ser designado de manera apropiada como «el ejército de la Nación». Pero si este ejército dejase a un lado al capitán general y designa a otro de su propia elección, o el ejército se divide en diversas facciones y cada facción designa a su propio comandante: aunque cada soldado siga siendo miembro de la Nación, ¿sería apropiado designar a este ejército dividido en facciones como «el ejército de la Nación»? Por su rebelión contra la autoridad del capitán general designado legítimamente por el gobierno de la Nación, ¿no estarían todas las facciones en condición de amotinadas? ¿No sería una deslealtad unirse a las filas de cualquiera de esas facciones amotinadas? Ahora bien, si aplicamos esto a la iglesia, podemos ver con facilidad que esto es precisamente lo que ha sucedido en la constitución de las iglesias denominacionales y no denominacionales. Durante un tiempo, la iglesia primitiva permaneció bajo la autoridad del Espíritu Santo enviado desde el cielo para gobernar a la iglesia, así como el ejército de la Nación reconoció por un tiempo la autoridad del capitán general designado legítimamente. Cuando se dio el apartamiento de la Palabra de Dios en la iglesia, entraron las divisiones; y se aplicaron medidas humanas para guiar a esas divisiones. Sin duda alguna, esos inventos humanos fueron introducidos con buenas intenciones, pero sin la autoridad de la Palabra de Dios. Al multiplicarse las sectas dentro del cuerpo profesante cristiano, se establecieron autoridades humanas (con sus credos y reglamentos eclesiásticos) dentro de las diversas denominaciones para dirigir los asuntos de las mismas. En la actualidad, todo eso ha crecido hasta formar un inmenso sistema, y muy poco de ello tiene fundamentación en la Palabra de Dios.

¿Podemos sorprendernos acaso de que los inconversos de este mundo contemplen la iglesia y sacudan la cabeza? Si se les pregunta por qué no creen el evangelio, a menudo señalan el estado de confusión y división de la cristiandad con todas sus voces en conflicto como su excusa para rechazar a Cristo. ¡Qué triste testimonio hemos dado ante este mundo! Desde luego, deberíamos inclinar las cabezas y confesar al Señor que hemos pecado, igual que en la antigüedad Daniel reconoció que tenía parte en la ruina y en el fracaso del testimonio de Israel (Dn. 9:1-19; Ez. 9:1-15; Neh. 9:4-38).

Terminología convencional frente a terminología escrituraria

Mucha de la confusión que existe en el testimonio cristiano procede de la terminología que los teólogos han aplicado a las sencillas verdades de la Biblia. F. B. Hole dijo una vez que la teología moderna ha tomado muchos de los términos de la Escritura y los ha vaciado de su significado escriturario; luego, ha asignado a esos términos significados de invención humana para apoyar su sistema de teología. Cuando comparamos esas ideas con la Palabra de Dios, veremos qué alejamiento ha habido de la verdad por medio de esas cosas.

Uno de los ejemplos más evidentes de cómo la terminología convencional ha dado un nuevo significado a un término escriturario es «la iglesia». La mayoría de los cristianos usan este término para referirse a un edificio al que van los cristianos cuando se reúnen para el culto. Cuando se reúnen en el edificio, dicen: «Vamos a la iglesia.» Sin embargo, la Biblia nunca emplea la palabra de esta manera. La Biblia habla de la iglesia (Gr.: ekklesia) como una compañía de redimidos que han sido «llamados afuera» de los judíos y de los gentiles mediante su creencia en el evangelio. Esas personas componen el cuerpo y la esposa de Cristo, y un día reinarán con Él sobre el mundo. La Biblia muestra claramente que la iglesia no es un edificio material, porque dice que Cristo la amó y se dio a sí mismo a la muerte por ella (Ef. 5:25-26). Desde luego, no lo habría hecho por un mero edificio hecho con manos de hombres. La Palabra de Dios nos dice también que la iglesia se encontraba frecuentemente en casa de alguna persona (Ro. 16:5; 1 Co. 16:19; Col. 4:15; Flm. 2). Dice que la iglesia tenía oídos para recibir instrucción (Hch. 11:22, 26); capacidad de discernimiento para conocer la mente del Señor (Hch. 15:22); y podía orar (Hch. 12:5), ser saludada (Ro. 16:5) y ser perseguida (Hch. 8:1; 1 Co. 15:9). Es muy evidente por esas referencias que la iglesia es una compañía de personas salvadas por la gracia de Dios. Un «Ministro» de una denominación local preguntó a una mujer negra de las Pequeñas Antillas que había aprendido algo de la verdad de la iglesia por qué «no iba más a la iglesia». Ella contestó: «La única iglesia de la que leo en la Biblia es la que cayo poniendo los brazos alrededor del cuello de Pablo y le besó. Si eso cayese sobre mí (dijo, señalando al edificio al lado del camino), ¡me mataría!»

Los cristianos usan también erróneamente este término para describir a una secta en la iglesia. Hablan de ser miembros de una iglesia, cuando en realidad están refiriéndose a su condición de miembros de una secta denominacional (o no denominacional) de la iglesia. La verdad es que la Escritura no conoce otra membresía que la del cuerpo de Cristo. Cada creyente en el Señor Jesucristo es miembro de ese cuerpo (1 Co. 12:12, 27).

También oímos de cristianos refiriéndose a personas «uniéndose a una iglesia», cuando en realidad quieren decir unirse a una secta en la iglesia. A. H. Rule dijo: «La iglesia no es una asociación voluntaria a la que pueden unirse las personas voluntariamente y luego dejarla, como es el caso de las sectas.» La Biblia no nos enseña que debamos «unirnos» a una iglesia. Hay sólo una iglesia en la Biblia: a la misma el Señor (no nosotros) une a las personas cuando creen en Él para salvación (Hch. 2:47; 5:14; 11:24; 1 Co. 6:17). Un hermano que tenía conocimiento de esta verdad respondió, cuando le preguntaron a qué iglesia pertenecía: «¡Yo pertenezco a la iglesia a la que nadie puede unirse!» La persona que preguntaba quedó naturalmente asombrada, y le preguntó: «¿Y cómo consiguen ustedes nuevos miembros?» Él respondió: «Oh, el Señor los une cuando son salvos, pero no pueden unirse voluntariamente.» A lo que podemos y deberíamos «unirnos» es a la comunión de los santos, pero no podemos unirnos a la iglesia (Hch. 9:26).

Habrá alguna ocasión en la que alguien preguntará: «¿Quién es la cabeza de vuestra iglesia?» suponiendo que mencionaremos el nombre de algún llamado «Ministro». Sin embargo, la Cabeza de la iglesia de la que habla la Biblia está en el cielo (Col. 1:18).

También hemos oído a gente decir: «Nuestra iglesia enseña que ...» Sin embargo, la Palabra de Dios desconoce en concepto de que la iglesia enseñe. Esto es puramente una idea humana. Si los hombres constituyen una organización con ciertas doctrinas y credos que se formulan como la norma de su secta, no se equivocarían en un cierto sentido al decir que aquella organización enseña. ¡Pero una organización no es la iglesia! La Biblia nos enseña que la iglesia no enseña, ¡sino más bien que recibe enseñanza! Y esta enseñanza la recibe de aquellas personas dotadas que suscita Cristo, la Cabeza ascendida de la iglesia (Hch. 11:26).

Otro ejemplo de la confusa terminología que existe en la Cristiandad lo encontramos en el uso que se hace de la palabra «santo». La mayoría de los cristianos piensan que un santo es una persona que vive o ha vivido una vida ejemplar. Pero la Biblia usa este término para designar a los corintios: a creyentes que estaban señalados por la división y la carnalidad (1 Co. 14); asociados con males morales (1 Co. 5); y había entre ellos algunos que mantenían una falsa doctrina que minaba la base misma del cristianismo (1 Co. 15). En todo el Nuevo Testamento no encontramos un grupo de cristianos que anduviese peor, excepto quizá los gálatas. Sin embargo, y a pesar de todos esos fracasos, la Palabra de Dios ¡llama «santos» a los corintios! (1 Co. 1:2). Por todo esto queda claro que la Biblia tiene una diferente definición para «santo» que la que la gente usa comúnmente en la actualidad.

W. Kelly dijo que en las mentes de la mayoría de la gente un santo es algo más que un cristiano, mientras que en realidad ¡un cristiano es más que un santo! Dijo también: «Muchos considerarían extraña mi doctrina, porque consideran que todos los nacionales de estos países son cristianos y a muy pocos en la tierra como santos —quizá a ninguno hasta que llegue al cielo. Pero para mí es más que evidente —nada más cierto— que un cristiano es un santo, ¡y mucho más!»

La verdad es que todos los cristianos son santos, pero que no todos los santos son cristianos. Un santo es un «santificado». Llega a serlo por el nuevo nacimiento. Ser santificado es ser «apartado» por Dios. Los santificados han sido separados de la masa de la humanidad que se precipita a la destrucción, al recibir una nueva vida (el nuevo nacimiento) de parte de Dios. Consiguientemente, al nacer de nuevo se encuentran entre los que están de camino al cielo. Santificada es lo que es posicionalmente toda persona que posee una nueva vida delante de Dios, con independencia de como pueda andar de forma práctica en su vida.

Todos los creyentes desde el principio del tiempo son santos. Pero los santos de los tiempos del Antiguo Testamento no eran cristianos. Los creyentes desde Pentecostés hasta el arrebatamiento son los únicos que son designados cristianos en la Biblia. La Escritura no se refiere a Abraham, a Job, a Moisés y a otros santos del Antiguo Testamento como cristianos. Es un término específico que describe a los creyentes hoy. Un cristiano es alguien que cree en la obra consumada de Cristo en la cruz. Ha sido sellado con el Espíritu de Dios que mora en él, mediante el cual ha quedado inseparablemente unido a Cristo, la Cabeza de la iglesia. El lugar y la bendición del cristiano como parte del cuerpo y de la esposa de Cristo es algo distintivamente diferente (al ser celestial) y mucho más grande que aquello que tuvieron los santos de Dios en los tiempos del Antiguo Testamento. Asimismo, aquellos que se volverán al Señor en el venidero período de tribulación de siete años después del arrebatamiento (cuando la iglesia estará en el cielo) no son designados como cristianos, aunque son santos de Dios.

El espacio no nos permite enumerar todos los varios términos que los cristianos usan hoy de manera errónea. Sin embargo, examinaremos algunos de ellos al ir prosiguiendo con nuestro tema.

El prerrequisito imprescindible para aprender la verdad
- un buen estado del alma

Puede que preguntemos: «¿Por qué tantos cristianos simplemente han aceptado todo este estado de cosas que ha surgido por invención humana en la Cristiandad, y se han perdido el orden de Dios establecido en la Biblia para el verdadero culto cristiano?» La respuesta es que hay un requisito preliminar para comprender la verdad. Este prerrequisito importante se encuentra en un estado de alma. Los puntos que siguen son absolutamente necesarios si queremos poseer un estado de alma apto para asimilar la verdad de la Escritura:

1) Una buena disposición a hacer
la voluntad de Dios

La Biblia afirma que «El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta» (Jn. 7:17). La mayoría de los cristianos, si no todos, quieren conocer la voluntad de Dios para sus vidas. Pero eso no es lo que dice este versículo. Este versículo se refiere a la disposición a hacer la voluntad de Dios, no sólo de conocerla. Muchos cristianos se pasan la vida sin saber cuál es la voluntad de Dios para ellos. Sigue de natural que no conocen Su voluntad acerca de cómo los cristianos deberían reunirse para el culto y el ministerio. La razón para ello es que querer conocer no es suficiente. El conocimiento de la voluntad de Dios se revela a aquellos que están dispuestos a hacer Su voluntad, cueste lo que cueste. Cuando nos comprometemos a hacer la voluntad de Dios, Él nos la da a conocer.

2) Un corazón recto para reconocer
la verdad cuando ésta es expuesta.

La Palabra de Dios dice: «Resplandeció en las tinieblas una luz para los rectos» (Sal. 112:4). Puede que no nos guste la verdad cuando nos es presentada, pero si tenemos un corazón sincero, reconoceremos que es la verdad. Si la verdad nos disgusta, ello sólo demuestra que no vamos en la buena dirección, porque la verdad no duele, excepto cuando debe doler.

3) El ejercicio de alma para aplicarse
a aprender la verdad

Se dice que «Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla. ... Y publiqué ayuno allí junto al río Ahava, para afligirnos delante de nuestro Dios, para solicitar de él camino derecho para nosotros, y para nuestros niños, y para todos nuestros bienes» (Esd. 7:10; 8:21, RVR). Debemos hacer lo mismo. Debe haber diligencia en la búsqueda de la verdad escudriñando la Palabra de Dios (Hch. 17:11). En el libro de Apocalipsis, el apóstol Juan tuvo que «tomar» el «librito» que contenía la verdad de los designios de Dios acerca de Cristo y de Su heredad en la tierra, si lo quería. Lo había pedido, pero el ángel le contestó que ello no era suficiente: «Toma, y cómetelo entero» (Ap. 10:9). Esto nos muestra que la verdad no se da de manera automática a aquellos que meramente la piden, sino más bien a aquellos que tienen la energía espiritual para «tomarla». Sencillamente, desear no es suficiente. «El alma del perezoso desea mucho, y nada alcanza» (Pr. 13:4). Se precisa de diligencia. Pablo dijo a Timoteo: «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza rectamente la palabra de verdad» (2 Ti. 2:15). También se refirió a «las palabras de la fe y de la buena doctrina» que Timoteo necesitaba seguir «estrictamente» (1 Ti. 4:6, cp. V.M.). Y añade: «Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen» (1 Ti. 4:15-16). Por lo general, en la actualidad hay una triste falta de estudio personal de las Escrituras. Algunos cristianos sólo reciben alimento espiritual para sus almas mediante el llamado pastor de su iglesia o por lo que oyen por radio. No es probable que esos ministros digan a sus oyentes la verdad acerca de esta cuestión. Por tanto, no hay para sorprenderse de que muchos cristianos no conozcan el orden para la reunión de los cristianos para el culto y el ministerio.

4) Pasando el tiempo en la presencia del Señor
en comunión con Él.

La Palabra de Dios dice: «Tu camino, oh Dios, está en el santuario» (Sal. 77:13, JND). Por cuanto Su camino está «en el santuario», si queremos discernir cuál es, tendremos que estar allá con Él. Estar en Su santuario significa vivir en Su presencia en compañerismo y comunión con Él. La mente del Señor en cuanto a esas cosas nos será revelada cuando estemos en el secreto de Su presencia. «En tu luz veremos la luz» (Sal. 36:9). No hay nada que pueda suplir la comunión con el Señor. Este magno privilegio de comunión con Él nos pertenece para gozar de él en todo momento, porque tenemos libre acceso a Su presencia mediante la oración. «Dichoso el hombre que me escucha, velando a mis puertas cada día, aguardando a los postes de mis puertas» (Pr. 8:34).

Nuestra única conclusión acerca de por qué tantos cristianos simplemente aceptan todo el orden de cosas existente en la profesión cristiana sin cuestionar nada es que debe faltar alguno o cada uno de estos importantes puntos. Nos preguntamos si la situación actual es como en los días de Jeremías, cuando dijo: «los profetas profetizaban al servicio de la mentira, y los sacerdotes dirigían a su arbitrio; y mi pueblo gustaba de esto» (Jer. 5:31).

Paul Wilson solía decir que si tenemos alguna dificultad en nuestra comprensión de algún pasaje de las Escrituras, ello se debe a una o todas de las siguientes tres causas:

  1. No hemos leído el pasaje con atención.
  2. Tenemos una idea preconcebida (o una enseñanza previa) acerca de esta cuestión que nos estorba de ver el verdadero sentido.
  3. Nuestra voluntad está actuando de manera activa, y no queremos la verdad.
No somos llamados a restaurar
la ruina del testimonio cristiano

Muchos creyentes rectos y preocupados han preguntado: «¿Qué puedo hacer para ayudar a restaurar las cosas en el testimonio cristiano? ¿Quizá debería presentar esas cosas a mi Pastor para que podamos tener una iglesia más escrituraria?» Para la respuesta a esas cuestiones debemos volver de nuevo a la Palabra de Dios. Las Escrituras indican que la condición caída del testimonio cristiano no será restaurada, sino que será juzgada por Dios. En Romanos 11 el apóstol Pablo se refiere al olivo cuyas ramas fueron «desgajadas», ilustrando de manera figurada cómo Israel iba a ser echado a un lado nacionalmente del puesto de privilegio que ocupaban delante de Dios. Esto tuvo lugar porque rehusaron todo testimonio de Dios en Cristo y al Espíritu Santo. El apóstol se refiere luego a las ramas de un olivo silvestre injertadas en la raíz del olivo. Luego usa eso para ilustrar cómo Dios iba a introducir a los gentiles a una posición de bendición mediante el evangelio. Los que profesan el Nombre de Cristo están ahora en este puesto de privilegio y asociación con Él. Éste es el puesto que ocupa la Cristiandad por la gracia de Dios. Pero el apóstol advirtió que si la Cristiandad (las ramas del olivo silvestre) no permanecía en la bondad de Dios, sería cortada de este puesto de privilegio. Como hemos visto, la Cristiandad ha fracasado en todos los aspectos de su responsabilidad, y espera el juicio, lo cual sucederá después que el Señor llame a los verdaderos creyentes fuera de todo ello en Su venida (el arrebatamiento). Así, vemos que el fin de la Cristiandad es el juicio, no la restauración. Un tipo de esto en la Escritura es que Vastí (la reina gentil —la Cristiandad) es echada a un lado, mientras que Ester (la judía) es introducida para tomar su lugar (Est. 12).

Las cartas del Señor a las siete iglesias en Asia dan proféticamente las etapas sucesivas de decadencia por las que iba a pasar la iglesia profesante. En ninguna parte de esas cartas indica el Señor que el testimonio cristiano fuese a ser restaurado, sino más bien que sería escupido de Su boca al final (Ap. 3:16). Tampoco hay ninguna insinuación en ninguna de las epístolas que habría ninguna restauración del testimonio cristiano.

Más aun, en Mateo 13:28-30 tenemos la propia palabra del Señor de que deberíamos desistir de tratar de remediar la condición caída del testimonio cristiano. Cuando el enemigo hubo sembrado cizaña entre el trigo, los siervos del padre de familia le dijeron: «¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?» Preguntaron si debían tratar de remediar la situación; pero el padre de familia respondió: «No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntas las dos cosas hasta la siega.» La «siega» es el fin del siglo (Mt. 13:39). Está claro, entonces, que no somos llamados a corregir los errores de la Cristiandad, sino a dejarlo todo para la venida del Señor. Comparar también con Segunda Crónicas 11:1-4. Ahora bien, si Dios dice que el testimonio cristiano no será restaurado, entonces será una tarea estéril por nuestra parte tratar de remediar la confusión. ¿Nos pediría Él que hiciésemos algo que Su Palabra nos dice que no se puede hacer? Al contrario, el Señor ha dicho: «No os impongo otra carga; no obstante, lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga» (Ap. 2:24-25).

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Traducción: © Copyright Santiago Escuain 1998
© Copyright SEDIN 2006 para esta presentación electrónica, www.sedin.org. Este texto se puede reproducir libremente para fines no comerciales y citando la procedencia y dirección de SEDIN, así como esta nota en su integridad.


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