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Dr. George Grinnell
H. M. Morris, Ph.D.

GEOLOGÍA
¿ACTUALISMO, O DILUVIALISMO?


3 

Sedimentación y el registro fósil
Consideraciones a la luz de la Ingeniería Hidráulica[1]

 

por Henry M. Morris, Ph. D.,
Doctor en Hidráulica. Catedrático de Ingeniería Hidráulica
y Director del Departamento de Ingeniería Civil
del Instituto Politécnico de Virginia.

Introducción

 
La relación de la ingeniería hidráulica con la controversia creación/Evolución puede, en un principio, parecer muy débil. No obstante, existe una relación muy real y significativa.

La Ingeniería Hidráulica es aquella profesión que se dedica al desarrollo y construcción de sistemas y estructuras que tienen el fin de conseguir un control y utilización óptimos de los recursos hídricos disponibles en la tierra, y está basada en una comprensión exhaustiva de las ciencias llamadas Hidrodogía e Hidráulica.

La Hidrología es la ciencia que trata de las aguas naturales de la tierra y su distribución, especialmente en forma de precipitaciones, corrientes, y agua estancada. La Hidráulica trata de las fuerzas, velocidades y resistencias a la fricción asociadas con el transporte de fluidos.

Una de las funciones más importantes de las aguas naturales de la tierra es la de la erosión, el transporte y la deposición de sedimentos. La mecánica del fenómeno anterior controla la formación y el desarrollo de los sistemas fluviales. Los ríos sirven no tan solo para conducir las aguas al océano, de donde provinieron, sino que también sirven para transportar grandes cantidades de sedimentos erosionados de sus cuencas, depositándolos finalmente a lo largo de su recorrido en las crecidas, o en los deltas que forman en sus desembocaduras. Los sedimentos del delta son gradualmente disgregados por la acción hidráulica de las olas y por las corrientes del litoral, hasta que al final se depositan más o menos permanentemente a lo largo de las plataformas continentales y en las vertientes oceánicas. De esta manera se van rebajando las partes emergidas de la tierra y se llenan los océanos.

Estos procesos de sedimentación son muy importantes, tanto para el geólogo como para el ingeniero hidráulico. La mayoría de los procesos geológicos involucran al agua de una manera u otra, pero el proceso de sedimentación es, con mucho, el más importante, ya que la mayor parte de la superficie terrestre consiste de sedimentos, ya sean sin consolidar, o compactados y endurecidos formando rocas sedimentarias. A fin de poder comprender y explicar las formaciones y fenómenos geológicos, el geólogo debe poseer una comprensión completa de los procesos de sedimentación.

El ingeniero hidráulico tiene una necesidad más inmediata de estos conocimientos, a fin de aplicarlos a la práctica. Se ocupa en evitar, o solucionar, la sedimentación en canales, depósitos y puertos, le concierne la estabilidad de las estructuras construidas a lo largo de los cursos fluviales, la erosión de los terrenos aprovechables, la excavación de taludes y la formación de meandros en ríos aluviales, así como otros problemas, prácticos y costosos, asociados con la hidráulica de la sedimentación, al estar relacionados con el diseño de estructuras y sistemas hidráulicos.[2]

Así, vemos cómo los ingenieros hidráulicos han estado dedicados, en las últimas cuatro décadas, principalmente, a estudios intensivos, analíticos y de laboratorio sobre los procesos de sedimentación. Estos fenómenos son extremadamente complejos, pero se ha aprendido ya mucho sobre ellos, y más se continuará aprendiendo.

Los geólogos, por otra parte, con unas pocas y honrosas excepciones, han continuado favoreciendo el tratamiento cualitativo y descriptivo de la sedimentación, en lugar del cuantitativo y matemático. Debería ponerse en claro, no obstante, que el grado de confianza que puede concederse a sus interpretaciones de los depósitos sedimentarios del pasado depende directamente de su entendimiento de los procesos de sedimentación en el presente. El presente estado del conocimiento de los mecanismos de sedimentación, aun en el de aquellos ingenieros hidráulicos que están desarrollando más actividad en tales estudios, no es, por cierto, el suficiente como para permitirnos depositar demasiada confianza en interpretaciones de los depósitos sedimentarios del pasado que nadie presente, especialmente si no están completamente familiarizados con los modernos estudios en hidráulica de sedimentación.

Ahora bien, el punto de arranque de esta discusión que presentamos aquí sobre la evolución es simplemente que las rocas sedimentarias depositadas en el pasado constituyen el depósito de plantas y animales que vivieron en aquel pasado. Y este registro fósil de la vida en la tierra durante su pasada historia constituye en realidad la única evidencia que se presenta para apoyar la teoría de la evolución orgánica —la única prueba histórica, no circunstancial, que se nos presenta con la pretensión de que realmente nos confirma aquella teoría de la evolución.

La cuestión de cómo se depositaron originalmente los sedimentos fosilíferos es, por tanto, de extrema importancia para la controversia evolución contra creación. ¿Pueden estos sedimentos ser explicados adecuadamente por medio de los procesos de sedimentación de la tierra, tal como ahora está constituida? ¿Fueron depositados muy lentamente, durante largas épocas, o rápida y violentamente? ¿Bajo qué circunstancias, y en qué clase de medio, fueron originalmente erosionados, transportados y redepositados?

Esta cuestión no podrá nunca ser resuelta científicamente en su totalidad, por la sencilla razón de que los sucesos del pasado no son reproducibles. No obstante, el objetivo es conseguir la respuesta más razonable y probable, lo cual requiere, como prerrequisito mínimo, un entendimiento completo de los fenómenos que provocan y acompañan la sedimentación, los medios, y los procesos, tal como actúan presentemente. Y hasta que los paleontólogos no hayan adquirido estos conocimientos, y no hayan demostrado su consistencia con su interpretación evolucionista y actualista del registro fósil, estamos totalmente justificados en nuestro rechazo del concepto de evolución orgánica total.

Los varios puntos de esta introducción se van a discutir con más detalle, y con más documentación, en las siguientes secciones.

El lugar del agua en la interpretación geológica[3]

De todos los factores físicos involucrados en el estudio de la Geología, uno de los más obvios y más ciertos es el de que el agua ha sido el principal agente en la formación de la superficie terrestre. El planeta Tierra, por lo que ahora se conoce, es el único que está equipado con una gran cantidad de agua, y este hecho es profundamente importante para comprender la historia de la Tierra.

Este suministro de agua está íntimamente asociado con casi todas las estructuras y procesos físicos de la Tierra. Aproximadamente un 71% de la superficie terrestre está cubierta por el océano. La vida vegetal y animal está mayormente compuesta de agua; el cuerpo humano, por ejemplo, ¡es agua en más de sus dos terceras partes! La mayoría de los procesos químicos importantes involucran la presencia de agua, así como también los biólogos. No debe de asombrarnos que el apóstol Pedro dijera: «... había cielos de antiguo tiempo, y una tierra consolidada de en medio del agua, y por medio del agua, por la palabra de Dios» (2ª Epístola de Pedro 3:5, Versión Moderna).

También es obvio que hasta el 29% de la superficie terrestre que no está cubierta por las aguas del océano, lo ha estado en el pasado, y que la mayor parte de las rocas superficiales de la corteza terrestre fueron depositadas originalmente por agua en movimiento. Las formaciones rocosas son clasificadas generalmente en ígneas, metamórficas, o sedimentarias, habiéndose formado estas últimas, principalmente, por la deposición de sedimentos transportados por el agua desde un área que sufre su erosión. Es significativo que la mayor parte de las rocas de la superficie son sedimentarias.

«En volumen, las rocas sedimentarias forman un 10 % en relación a las rocas ígneas en la corteza terrestre; pero cuando lo que examinamos son las rocas expuestas en la superficie terrestre, las rocas sedimentarias cubren unas tres cuartas partes de la misma.»[4]

 
Además, muchas de las rocas ígneas de la superficie terrestre cubren rocas sedimentarias, sobre las que fluyeron en estado ígneo después de una erupción a través de fisuras terrestres o chimeneas volcánicas. Similarmente, muchas de las rocas metamórficas presentes en la superficie fueron sedimentarias anteriormente (por ejemplo, el mármol, proveniente de la piedra calcárea por medio de procesos de metamorfización).

Así, es evidente que probablemente toda la superficie terrestre ha estado en alguna ocasión, u ocasiones, completamente sumergida en agua, y que estas aguas han sido muy efectivas en la misma formación de las propias rocas, así como de las características de la fisiografía terrestre.

Desde luego, esto no es sorprendente para quien acepta las Escrituras bíblicas. Según la Revelación, ha habido dos períodos en la historia de la tierra en que ésta ha sido completamente sumergida bajo las aguas. La primera fue inmediatamente después de la creación de los cielos y de la tierra, cuando se dice de la tierra que estaba cubierta por agua (Gn. 1:2-3). La segunda fue cuando la tierra quedó completamente cubierta por las arrasadoras aguas del gran diluvio de Noé (Gn. 6:9). En ambos casos, es evidente que aquellas aguas debieron haber efectuado mucho trabajo geológico en la corteza terrestre (tal como se afirma en la 2ª Epístola de Pedro 3:5-6).*

Pero los geólogos modernos están en contra de aceptar una explicación tan sencilla para la constitución de las rocas sedimentarias de la tierra, especialmente porque involucra una catástrofe de extensión mundial por causas sobrenaturales. En lugar de ello, y por más de cien años, se ha declarado más «científico» el explicar las grandes masas de rocas sedimentarias, en algunos lugares con varios kilómetros de grosor, en términos de procesos ordinarios de sedimentación que están en operación en el mundo presente.

«La literatura bíblica, y otras literaturas antiguas del Medio Oriente están dominadas por una tradición de un Diluvio Universal. Una característica de este punto de vista es una escala de tiempo extremadamente corta para la duración de nuestro planeta —medida en miles de años, en lugar de en miles de millones. Un diluvio durante tal período era suficiente para explicar todas las evidencias de los antiguos mares que cubrieron las tierras actuales... Poco a poco, los pesos muertos de la Edad Media fueron cayendo al irse desarrollando la ciencia de la Geología ... Hacia el final del siglo XIX solamente los fundamentalistas rehusaban aceptar la evidencia abrumadora de que no una sola vez, sino muchas, los mares habían cubierto lo que ahora es tierra seca.»[5]

Sedimentación gradualista contra catastrofista

Así, parecen existir dos posibles tipos de explicaciones para el hecho de que, en esencia, toda la superficie terrestre ha estado, en alguna ocasión u ocasiones en el pasado, bajo el mar. Una es la diluvialista, la otra la actualista, o gradualista.

En la primera, un tremendo cataclismo de agua, precipitándose del espacio y surgiendo de las profundidades de la tierra, produjo una hecatombe de un año de duración, de erosión y deposición de sedimentos que explicaría, al menos, la mayor parte de las formaciones sedimentarias en la corteza terrestre.

En la segunda, los lentísimos procesos de erosión pluvial, denudación, erosión fluvial, deposición en deltas, inmersión y emersión de tierras, y otros progresos geomórficos similares, actuando a lo largo de muchos cientos de millones de años, se han combinado para producir estas formaciones.

En ambos casos, la cantidad de trabajo geológico efectuado es la misma, pero la potencia requerida —el trabajo en relación al tiempo— es vastamente diferente. Es cuestión de si grandes fuerzas actuaron durante un corto período de tiempo, o si pequeñas fuerzas actuaron durante épocas inmensamente largas.

En cualquiera de los dos casos, la inmensa mayor parte del trabajo geológico fue terminado antes del principio de la historia humana registrada en documentos, y por tanto, el asunto no está sujeto a un examen científico. Es completamente imposible demostrar científicamente que el actualismo o el diluvialismo sean la verdadera explicación.

Lo único, y lo mejor, que se puede hacer es examinar los antiguos sedimentos, y compararlos con los procesos modernos de sedimentación, para ver si estos últimos están produciendo depósitos que sean comparables en carácter con aquellos de la columna geológica, y también, en base de lo que conocemos de las leyes de la hidráulica, tratar de estimar el posible tipo y extensión de sedimentación que pudo haber ocurrido en una inundación universal, a fin de poder evaluar las rocas sedimentarias en términos de esta posibilidad.

Es cierto que en algunos casos la evidencia puede mostrarse de tal manera en la naturaleza que, en muchos casos, la decisión sea subjetiva, condicionada por las presuposiciones (aceptación del actualismo a priori, aceptación del catastrofismo a priori, etc.,) pero creemos que, en algunos casos, la evidencia habla muy elocuentemente y persuasivamente de una rápida catástrofe que enterró a los representantes animales y vegetales del mundo antiguo. Estas evidencias —algunas de ellas solamente, pues el espacio en este trabajo es limitado— se presentan en la sección «La necesidad del diluvialismo», de este trabajo. Naturalmente, como se desprende de lo anterior, el punto de vista que aquí exponemos y defendemos es el del diluvialismo. Los depósitos fosilíferos se pueden comprender muy adecuadamente en este contexto, pero no es lo mismo que decir que el diluvialismo puede ser demostrado científicamente (lo que significaría que se debería comprobar experimentalmente). Por la misma razón, se debería reconocer claramente que tampoco se puede demostrar científicamente el actualismo.

Nuestro propósito aquí, pues, es simplemente mostrar que el catastrofismo acuoso provee una explicación posible y razonable para las rocas sedimentarias, que el peso de la evidencia lo favorece, que el actualismo está plagado de dificultades, y que la afirmación actualista de que el diluvialismo es hijo de la ignorancia y de la superstición es más fácil de hacer que de demostrar.

Sedimentación, Paleontología, Evolución

La importancia del estudio de los procesos de sedimentación, en cuanto a que están relacionados con el registro geológico, consiste principalmente en su contribución a la teoría de la evolución. El registro fósil, preservado en las rocas sedimentarias de la corteza terrestre, es, por su misma naturaleza, la más importante de todas las pretendidas pruebas de la evolución. Como Kerkut ha dicho:

«La evidencia más importante para la teoría de la Evolución es la obtenida por medio del estudio de la Paleontología. A pesar de que el estudio de otras ramas de la zoología, tales como la Anatomía o Embriología, le pudieran guiar a uno a la sospecha de que los animales están todos interrelacionados, fue el descubrimiento de varios fósiles y su correcto emplazamiento en sus estratos correspondientes lo que dio la base factual para la moderna visión de la evolución.»[6]

Esto es, las vastas extensiones y los grandes grosores de la Tierra, incluyendo como incluyen unas tres cuartas partes de la superficie de la Tierra, han sido supuestamente depositadas a lo largo de inmensidades de tiempo geológico, conteniendo cada capa de turno los fósiles típicos del período de vida correspondiente a cuando se efectuó aquella deposición. Las rocas más antiguas son las que contienen solamente las formas primitivas de vida, y los fósiles van convirtiéndose en más y más complejos y modernos en los depósitos recientes. Así, a pesar de que cualquier otra evidencia de evolución sea por su misma naturaleza una evidencia circunstancial, y se pueda explicar en términos de relación evolutiva, o en términos de creación directa, se pretende que el registro fósil es la evidencia documental de que hubo una evolución orgánica.

¡Pero al mismo tiempo se datan los estratos rocosos por la antigüedad relativa de los fósiles que contienen!

«Los paleontólogos vertebrados se basaron en el “orden de la evolución” para establecer el criterio con el que determinar la cronología relativa de las faunas. Antes del establecimiento de los métodos físicos de datación, la progresión evolutiva fue el mejor método para la datación de los estratos fosilíferos.»[7]

De esta manera, se supone de principio que las rocas que contienen fósiles simples son antiguas, y que las que contienen sistemas complejos son más recientes. Los sistemas físicos de datación mencionados en la anterior cita no se consideran normativos en absoluto, ya que cualquier datación radiactiva que parezca contradecir la edad geológica previamente determinada sería inmediatamente descartada como errónea.*

«La escala estándar de tiempo está derivada directamente de la columna estándar, y no de ninguna otra fuente, excepto para los detalles del Pleistoceno posterior. Los fósiles de las unidades que forman la columna estándar, y de otras unidades en otras columnas, son todavía nuestra principal guía en la correlación estratigráfica, aunque aceptamos cordialmente la calibración estadística de la columna estándar por medio de los métodos de datación radiométrica.[8]

Vemos así que hay un sistema muy sutil de razonamiento circular involucrado en la interpretación estratigráfica de las rocas sedimentarias de la corteza terrestre. La base para asignar a cada estrato una fecha relativa en relación a todo el conjunto de la columna geológica es totalmente paleontológica, en base de presuponer una progresión evolutiva a lo largo de épocas geológicas.

Pero tenemos, también, que la única evidencia presentable como verdadera de esta evolución progresiva es el registro fósil. Y, de hecho, esto solamente es una parte de la verdad. La datación se efectúa no mediante los conjuntos de fósiles como tales, sino solamente por ciertos «fósiles de zona», que supuestamente son el criterio seguro de las varias etapas específicas en la historia evolutiva.

«El mejor ejemplo de cómo es la correlación paleontológica no estadística y cualitativa lo tenemos en el hecho ya mencionado de que solamente una minoría de los fósiles de la mayor parte de las faunas (¡y esto muchas veces resulta en la extrema minoría de una sola especie fósil, o un solo género!) son fiables como índices de épocas o fósiles-guía. La gran mayoría de los fósiles son, por otra parte, índices de tiempo para su límite más antiguo (paracronológicos), o no tienen ningún valor práctico biocronológico (índices ecostratigráficos). Cualquier espécimen aislado, o cualquier fragmento conocido de los siguientes marcadores, ammonites, belemnites, foraminíferos plantónicos, graptolitos, trilobites, etc., es, consecuentemente, más significativo para la datación y correlación de las unidades rocosas que todo el resto de las faunas fósiles tomadas en su conjunto.»[9]

Así pues, los indicadores más fiables de la evolución y de los diferentes períodos geológicos son, al parecer, un número restringido de organismos marinos simples. Estos se suponen de extensión mundial, por lo cual se pueden utilizar para la correlación mundial, y se les halla en series verticales bastante distinguibles, con las formas más simples y menos especializadas en el fondo, y las formas más complejas y más diferenciadas en los estratos superiores.

Y estos indicadores marinos, desde luego, se hallan todos en rocas estratificadas, que fueron depositadas como sedimentos por agua en movimiento y, con máxima probabilidad, en un medio marino no muy profundo. Esto último lo confirman Krumbein y Sloss de la siguiente manera:

«Tomado como un todo, el medio sublitoral es quizás el más importante desde el punto de vista del análisis estratigráfico. Twenhofel (en 1950) estimó que sobre un 80 % de los sedimentos en la columna geológica fueron depositados en aguas de una profundidad máxima de 200 metros[10]

El doctor Walter Lammerts, en una comunicación personal, llamó mi atención a un ejemplo importante de un fósil específico de zona, y a cómo su distribución se podría interpretar mejor en términos de selección hidrodinámica durante la deposición, en lugar de explicarla mediante la presencia de cada grupo aisladamente en el transcurso de diferentes épocas geológicas. Dice:

«Los fusulínidos, del grupo de los foraminíferos, están considerados como un fósil de zona excelente, indicador del Pensilvánico medio (Pensilvánico = Carbonífero tardío) a diferencia de los schwagerínidos, tales como los géneros Schwagerina, y Parafusulinidae, que son indicativos del Pérmico. Pero estos géneros mencionados son bastante diferentes tanto en estructura de la concha como en tamaño. Si consideramos esto, ¡solo por esta razón ya es de esperar que quedasen segregados en diferentes estratos! Además, bien hubieran podido ocupar diferentes nichos ecológicos, y así haber sido enterrados en diferentes lugares.
    »Muchos de los Foraminíferos son arenáceos y, por lo tanto, no se hallarían, por lo general, mezclados con formas calcáreas. Aunque desafortunadamente los fusulínidos y schwagerínidos parecen extintos, sería muy interesante si se hubieran podido hacer pruebas comparativas de la velocidad con que estos diferentes géneros se hunden en el agua. Es altamente probable, por no decir seguro, que mostrarían diferentes velocidades de deposición, lo cual es la razón obvia de que ahora se encuentren en estratos distintos.»

Lo razonable de esta sugerencia queda ilustrado por el hecho de que la sedimentación es, hoy en día, utilizada como un método muy efectivo para la separación de diferentes tipos de foraminíferos. Joseph Cushman, probablemente la mayor autoridad en Foraminíferos, escribe así:

«Otro método por el que se puede hacer una selección tosca es por medio de la sedimentación. Si se agita el material en un vaso alto, los especímenes más ligeros estarán en suspensión durante un tiempo, el suficiente para poderlos extraer, dejando a los más pesados en el fondo. Etapas sucesivas separarán la mayoría de las piezas calcáreas de entre los foraminíferos más pesados, arenáceos.[11]

La efectividad y significación de la selección hidrodinámica, como mecanismo que pudiera producir conjuntos particulares que pudieran superficialmente parecer índices cronológicos, o fósiles de zona, se discutirá en una próxima sección. Aquí simplemente señalamos el hecho de que estos pocos organismos, que han servido como fósiles de zona a causa de su distribución segregada, están así distribuidos debido a una acción hidráulica, en lugar de tener una significación evolutiva o cronológica.

Como sumario, las bases reales que presenta la teoría de la evolución parecen consistir mayormente en la serie de fósiles de zona marinos hallados en la columna geológica. Estos se hallan en sedimentos estratificados y endurecidos, depositados a poca profundidad en mares epicontinentales poco profundos, con una datación supuesta de unos cientos de millones de años de tiempo geológico, y después elevados en tiempos más recientes para formar, en muchos casos, nuestras presentes regiones montañosas. Los procesos de sedimentación por los cuales se formaron estos grandes depósitos fósiles tienen, por lo tanto, una gran importancia y significación.

Incapacidad del actualismo

Durante alrededor de unos cien años el dogma de la uniformidad ha sido el orgullo y la columna vertebral de la interpretación geológica. Los procesos geológicos actualmente en operación —especialmente los de sedimentación, que son obviamente los más importantes de todos los procesos geológicos, al haber producido las rocas cuyos fósiles forman la base del análisis geológico— se suponen capaces de explicar todos los sedimentos en la columna geológica. En la familiar frase de James Hutton: «El presente es la clave del pasado».

No obstante, el principio del actualismo, o de la uniformidad, demuestra ser completamente inadecuado justo al llegar a este punto crucial de interpretación geológica. Los modernos procesos de sedimentación son en general bien incapaces de explicar las rocas sedimentarias de la columna geológica. Esto es cierto, sea que se piense que el método de deposición sea geosinclinal, deltaico, lacustre, o alguno más que se pueda mencionar.

De hecho, los modernos geólogos están reconociendo más y más que el uniformismo ha fracasado. Desde luego, se mantiene como arma frente a cualquier forma de catastrofismo o creacionismo bíblico, pero se reconoce abiertamente que no es adecuado en absoluto cuando se trata de correlacionar las formaciones geológicas con los procesos modernos y sus ritmos de actividad. En un reciente artículo, por ejemplo, un geólogo de California ha afirmado:

«La doctrina de la uniformidad (o del actualismo) ha sido fuertemente atacada en los últimos tiempos. Una buena cantidad de escritores, no obstante examinar el asunto desde diferentes ángulos, han coincidido en que esta doctrina está compuesta en parte de componentes intrascendentes, absurdos, y en parte de componentes erróneos, y algunos han sugerido que se descartara como presuposición formal y normativa de la ciencia geológica.»[12]

Similarmente, David Kitts, de la Universidad de Oklahoma, ha tomado cuenta de este problema:

«Existe un acuerdo general entre los geólogos en que algún principio de uniformidad es ingrediente fundamental de toda deducción geológica ... A pesar de este acuerdo general sobre la importancia de este principio, los geólogos mantienen diversos puntos de vista en cuanto a su significado. Tan divergentes son estos puntos de vista, de hecho, que uno se siente obligado a concluir en que no ha habido ninguna solución, o ha habido muy pocas, a los problemas que provocaron las famosas controversias entre los «uniformistas» y los «catastrofistas» en el siglo XIX. A pesar de que los problemas no han sido resueltos, la controversia ha finalizado.»[13]

Con esta declaración se admite que, a pesar de que el uniformismo ha demostrado no ser adecuado para dar cuenta de la constitución de los estratos terrestres, y que el catastrofismo no ha sido demostrado falso, no obstante, «la controversia ha finalizado». Naturalmente, esto es a causa de que las fuerzas del naturalismo y del evolucionismo han conseguido un dominio tan universal en el campo académico, y a que cualquier forma de catastrofismo sobrenatural es excluido sistemáticamente de cualquier discusión. Como dice Valentine:

«Se puede utilizar frecuentemente la doctrina del Uniformismo a fin de ilustrar el punto de vista anticatastrofista de la historia, y a fin de iluminar el método práctico de trabajo al consultar a la naturaleza para obtener indicios de su historia.»[14]

O, como lo ha expresado George Gaylord Simpson:

«Es una condición necesaria, y parte de la definición de que solo se deben buscar explicaciones naturales a los fenómenos materiales para que puedan ser consideradas como científicamente sostenibles. Es interesante y significativo que la aceptación general de este principio (o limitación, si se quiere expresarse así) llegó más tarde en las ciencias históricas que en las no históricas. En la geología histórica fue el resultado de la controversia uniformista-catastrofista. En biología histórica fue aún más tardíamente el resultado de la controversia darwiniana, y a duras penas quedó resuelta hasta nuestros propios días (y todavía no está resuelta entre los no-científicos).»[15]

Quisiéramos señalar al lector, de pasada, cómo el profesor Simpson se cura en salud con la gratuita afirmación de que todos los que puedan disentir de su punto de vista naturalista son «no-científicos», lo que entra en la categoría de afirmaciones ligeras que son muy fáciles de soltar, pero muy difíciles de probar, especialmente dado el caso de que ni el diluvialismo (catastrofismo) ni el actualismo (uniformismo) pueden demostrarse falsos «científicamente». Naturalmente, cada uno puede inventarse su propia definición de ciencia, y montarlo todo de manera que automáticamente quede excluida de la bendición científica cualquier forma de explicación teleológica,* y esto es lo que Simpson y otros han hecho. Pero lo que permanece cierto es que el uniformismo ha demostrado ser estéril por lo que a la historia de la geología concierne:

«Es una pena que el uniformismo, una doctrina que tiene un lugar tan importante en la historia de la geología, continúe estando mal descrita en los textos y cursos contemporáneos por la frase “el presente es la clave del pasado”, que es una máxima que no tiene mucho crédito.»[16]

El creacionista bíblico, por su parte, no tiene ninguna objeción a hacer contra el concepto de uniformidad de las leyes naturales, tal como prevalecen en el presente cosmos. El desacuerdo completo surge con la presuposición de que los procesos presentes (que operan dentro del marco de las leyes naturales) deban siempre operar en las mismas magnitudes que en el presente. Esta última suposición es tan atrevida como para llegar a afirmar ¡que las mismas leyes se produjeron a sí mismas, por medio de sí mismas, a lo largo de la pretendida evolución del universo!

La distribución básica entre las leyes de la naturaleza y los procesos que operan dentro del marco de estas leyes ha sido considerada en el artículo «Science versus Scientism in Historial Geology» (La Ciencia contra el Cientificismo en la Geología Histórica[17]). En general, y resumiendo, se puede concluir en que la propia existencia de la ley natural presupone un Creador por medio del cual estas leyes vinieron a existencia. Ya que esto es así, la permanencia e inviolabilidad de tales leyes depende de la voluntad del Creador, y nuestro conocimiento de estas características es dependiente de Su revelación a nosotros con respecto a ellas.

Aun dentro del concepto de la semipermanencia de la ley natural y de los conceptos cósmicos básicos que han sido establecidos y revelados por Dios (Gen. 8: 22), es cierto, no obstante, que las magnitudes del proceso pueden cambiar, y que, de hecho, varían tremendamente. Cada proceso, y las magnitudes en que el proceso opera, dependen de varios parámetros diferentes, y un cambio en las condiciones de uno de ellos puede cambiar materialmente la cantidad de magnitud del proceso.

Por ejemplo (y éste es evidentemente un ejemplo muy pertinente a nuestras actuales consideraciones), la erosión de sedimentos, su transporte, y su deposición, es un proceso que puede tener lugar muy lentamente o muy rápidamente. Es muy grande el número de variables que influyen en la determinación de las velocidades de sedimentación. Una lista incompleta incluiría:

a) Factores hidráulicos, tales como la inclinación del canal, su tamaño y forma; cantidad de agua suministrable, rugosidad del lecho del canal y de sus lados; variabilidad del flujo del agua; temperatura del agua;

b) factores topográficos, tales como forma y tamaño de la cuenca fluvial, inclinación y aspecto del terreno, naturaleza del suelo y de su cubierta vegetal, sistema de afluentes, y condiciones del agua estancada;

c) factores meteorológicos, como frecuencia e intensidad de las lluvias tormentosas, dirección de los movimientos de las masas de aire, duración de las lluvias;

d) factores sedimentarios, tales como el tamaño, la forma, variabilidad, densidad y composición química del sedimento transportado.

Se podrían añadir otras influencias, pero esta lista ya indica cuán fútil sería tratar de establecer ningún tipo de promedio de actividades de sedimentación, y después ¡extropolar este «promedio» a cientos de millones de años de antigüedad, al pasado, para tratar de explicar las inmensas formaciones sedimentarias de la corteza terrestre! No existe ninguna razón a priori por la cual una formación rápida (o catastrófica) de estas capas estratigráficas no pueda constituir una explicación tan adecuada como podría serlo una deposición muy lenta a lo largo de millones de años —lo que por otra parte no milita en contra de la presuposición de uniformidad de la ley natural, que queda incólume.

Mecanismos de sedimentación

En principio sería posible examinar por inducción el carácter de un depósito sedimentario determinado, y a partir de este examen determinar 1) la naturaleza del área de origen desde la cual  fue erosionado el sedimento al principio; 2) la magnitud y el carácter del flujo de agua que lo había transportado, y 3) el carácter y la extensión de la cuenca receptora en la cual fue depositado. En realidad, debido al inmenso número de variables involucradas que han podido contribuir a este fenómeno, es generalmente imposible hacer ninguna de estas extrapolaciones con algún grado de certeza.

Generalmente se considera la sedimentación bajo sus tres etapas de erosión, transporte y deposición. Ya que la primera y la última implican necesariamente unas condiciones no uniformes (sea degradación o agregación), es útil considerar la fase del transporte, en un principio, como un estado de equilibrio o de cuasi-equilibrio. En otras palabras, se supone que el sedimento transportado por el fluido es constante con respecto al tiempo y a la distancia, quedando compensada cualquier erosión localizada por una deposición localizada. Las condiciones de desequilibrio, por tanto, quedan caracterizadas por una erosión neta, o por una deposición neta, de sedimentos.

Son muy numerosos los estudios que se han realizado en instalaciones de laboratorio, y en menor número en ríos, de velocidades de transporte de sedimentos. De ellos se han derivado numerosas fórmulas empíricas, y algunas se han empleado con buen éxito en problemas de ingeniería. Una fórmula típica de este grupo es la siguiente, atribuida a M. L. Albertson y R. L. Grade, de la Colorado State University (Universidad Estatal de Colorado):[18]

                           

En esta fórmula, Gs representa el número total de libras de sedimento transportado por segundo en cualquier punto del canal, W es el ancho del canal, V es la velocidad del fluido en pies por segundo, y n es un «coeficiente de rugosidad» del canal, que da la medida de la resistencia hidráulica al flujo, D es la profundidad del flujo, y d es el diámetro de las partículas sedimentarias, también en pies; k mide el efecto de la temperatura, expresando la «viscosidad cinemática» del agua (función de la temperatura). Valores típicos de k y de n podrían ser, respectivamente, de 10–5 pies cuadrados por segundo, y de 3,5 X 10–2 (el coeficiente n es adimensional), aunque pueden variar en un margen amplia.

La fórmula anterior se puede aplicar solamente a un canal constante, con un flujo a velocidad constante, y para sedimentos compuestos predominantemente de granos de arena de un solo tamaño. Aun con todas estas limitaciones, solo es capaz de dar respuestas aproximadas. Hay muchas fórmulas que intentan distinguir entre la carga de sedimento en suspensión, la carga saltante (rodante y de comportamiento irregular), y la carga del lecho. También, dependiendo de la velocidad y de otros factores, la forma del lecho en dunas puede cambiar materialmente, cambiando así la rugosidad hidráulica, y por lo tanto modificando el flujo.

Además, el problema se complica si cualquiera de los otros factores se transforma en variable. Si hay cambios en la sección transversal del canal, en la velocidad o en la rugosidad, o si el sedimento es de varios tamaños, entonces el cálculo del transporte de los sedimentos de una manera cuantitativamente exacta se transforma en poco menos que imposible, aunque sí se puede determinar si habrá arrastre o deposición.

Y los cálculos aún se vuelven más complejos si las condiciones existentes son de no-equilibrio —esto es, si el material va siendo erosionado o depositado, en lugar de simplemente transportado. Así, queda bien claro que todavía no se ha conseguido ninguna verdadera comprensión de los procesos y actividades de la deposición de sedimentos, ni siquiera en los medios de nuestro tiempo presente. Por consiguiente, la idea de que las rocas sedimentarias de la corteza terrestre pueden ser explicadas en términos de procesos presentes de sedimentación en aplicación de principios uniformitarios no es nada más que una especulación sin base.

La necesidad del catastrofismo

Ya que no tenemos ninguna base científica para la evaluación cuantitativa de los antiguos procesos de sedimentación, es evidente que la cuestión del diluvialismo frente a actualismo en la interpretación de la sedimentación es todavía una cuestión abierta, a pesar de las infundadas afirmaciones en contra (véase referencia nº 13). Si después de ello empezamos a hallar evidencias de que muchas de nuestras formaciones geológicas presentes no hubieran podido ser formadas en absoluto por actividades actuales, lentas, de deposición, la evidencia racional que favorece al catastrofismo queda muy fortalecida.

De hecho, aun los propios fenómenos modernos de sedimentación pueden ser atribuidos a breves e intensos períodos de sedimentación, en lugar de a períodos normales, lentos y uniformes. Más de la mitad de los sedimentos transportados y depositados por los ríos modernos lo son durante períodos de inundaciones en los cuales el río inunda las tierras ribereñas.

Hay un buen número de fenómenos dignos de atención que caracterizan a las rocas sedimentarias de la corteza terrestre, y que parecen ser clara evidencia de deposición catastrófica, y que así muestran la falsedad de la suposición actualista. Entre éstos están incluidos los siguientes:

1. Sepulturas masivas de fósiles. Es muy bien sabido que cuando un organismo viviente muere, especialmente si es uno de los animales mayores, sus restos desaparecen rápidamente, a causa de la eficiencia de los basureros y de los procesos de putrefacción que inmediatamente tienen lugar. A pesar de ello, hallamos que en las rocas sedimentarias de la tierra existen grandes números de plantas y animales enterrados, a menudo en grandes «cementerios» fósiles, donde miles, y hasta millones de organismos se hallan aplastados juntos y enterrados por los sedimentos. Aun después de siglos de haber estado recogiendo grandes cantidades de fósiles por todo el mundo, se siguen hallando nuevas «sepulturas».[19]

2. Fósiles poliestráticos. La estratificación (o secuencia de capas) es una característica de las rocas sedimentarias. Un estrato de sedimentos se forma por deposición bajo condiciones hidráulicas esencialmente continuas y uniformes. Cuando la deposición se detiene por un tiempo antes de que empiece otra deposición, se podrá distinguir el nuevo estrato del antiguo por medio de una línea (en realidad es un plano) de estratificación. También se obtienen diferentes estratos cuando hay un cambio en la velocidad del flujo o de otras características hidráulicas. Las masas sedimentarias tal y como se hallan actualmente están compuestas de muchos estratos, y es en este tipo de estratos donde se hallan la mayoría de fósiles.

No es infrecuente hallar fósiles grandes[20] de animales y plantas —especialmente troncos de árboles que se extienden a través de varios estratos a menudo de 7 metros o más de grosor. Un joven geólogo holandés, N. A. Rupke, ha sugerido que se les llame «polystrate fossils» (fósiles poliestráticos), y ha documentado[21] numerosos ejemplos de este tipo muy dignos de consideración.

Está fuera de toda duda que este tipo de fósil debe haber sido enterrado rápidamente o no hubiera sido preservado intacto mientras los estratos fueran acumulándose gradualmente a su alrededor. Y ya que los estratos que han sepultado estos fósiles poliestráticos no son diferentes en apariencia o en composición a los otros estratos, es probable que tampoco hubiera ninguna diferencia en la rapidez de su deposición.

3. Marcas efímeras. Otra evidencia de deposición muy rápida es la preservación de lo que Rupke[22] denomina «marcas efímeras». Estas constituyen un tipo especial de fósil originalmente formado cono marca transitoria en la superficie de un estrato de sedimentos depositado hacía poco tiempo (y por tanto en estado plástico, blando). Estas incluyen fenómenos como: a) marcas de ondas de agua; b) señales de gotas de lluvia; c) rastros de gusanos, y d) huellas de pájaros y de reptiles.

Es cosa de simple observación que unas estructuras tan frágiles, una vez que han sido formadas, quedan borradas con mucha facilidad por corrientes de aire o por subsiguiente erosión y sedimentación. La única forma por medio de la cual podrían ser preservadas sería por medio de un enterramiento muy rápido (sin erosión subsiguiente), seguido de una litificación anormalmente rápida.

Sería muy difícil, por no decir imposible, mostrar un ejemplo de tales fósiles en proceso de formación en el presente. Se ha sugerido alguna explicación, como, por ejemplo, un enterramiento rápido por medio de corrientes de turbidez. Por ejemplo, Adolf Seilacher, del Geologisches Institut de la Universidad de Frankfurt, lo presenta así:

«Las huellas de los rastros de psamitas del Flysch aparecen solamente en capas delgadas en un grosor particular de cada especie. Esto demuestra una deposición instantánea de las capas individuales, tal como postula la teoría de corrientes de turbidez. La mayoría de los rastros son excavaciones en el fango lavadas y moldeadas por medio de las corrientes túrbidas. Así, una erosión de tipo desacostumbrado debe haber precedido toda sedimentación túrbida.»[23]

Pero el hecho digno de atención es que las «marcas efímeras» de este tipo se hallan en gran abundancia en las antiguas rocas sedimentarias de prácticamente cualquier «edad» geológica, incluyendo las más antiguas. Más aún, aparecen con la misma claridad y frescura cuando se desentierran hoy en día, no importe cuál sea la edad geológica particular que se les suponga, ya sea la Proterozoica, o la Terciaria, o cualquiera de las que se hallan en medio de ellas. Parece ser cierto que solamente alguna clase de sedimentación abrumadoramente catastrófica puede en verdad explicar estas huellas y su preservación.

4. Preservación de las partes blandas. Se conocen muchos casos en los cuales los restos fósiles no consisten en petrificaciones o moldes, o algo por el estilo, sino en los que los verdaderos tejidos blandos del organismo se han preservado. Esto es cierto hasta en los estratos más «antiguos», y a menudo estos fósiles se encuentran agrupados juntos en grandes números.[24] Estos depósitos hablan no solamente de un enterramiento muy rápido por sedimentación, sino que también dan evidencia de que han permanecido inalterables a la erosión, descomposición, etc., ¿durante unos cientos de millones de años que, a la luz de estos hechos, se ven como inaceptables?

5. El fenómeno de la estratificación. No son solamente los fósiles contenidos en los estratos sedimentarios los que demuestran la necesidad de la deposición catastrófica diluvial, sino que los mismos estratos lo indican. Ya se ha visto anteriormente que la mayor parte de la superficie terrestre está cubierta por sedimentes o por rocas sedimentarias, depositadas originalmente en condiciones de agua en flujo. Esto en sí es evidencia directa de que, en el pasado, la tierra estuvo cubierta por aguas impetuosas. Aun más, como ya se ha mencionado anteriormente, incluso bajo condiciones actuales la mayor parte de los depósitos sedimentarios son el resultado de períodos breves e intensos de inundaciones arrasadoras en lugar de ser debidos a una erosión lenta y uniforme.

La evidencia de laboratorio indica que un depósito sedimentario se puede formar bastante rápidamente, como está documentado en los trabajos de Alan Jopling de Harvard, quien hizo una larga serie de estudios relacionados con la sedimentación deltaica en una instalación de laboratorio, y después aplicó los resultados al análisis de un pequeño depósito deltaico, formado supuestamente hace unos 13.000 años. Su conclusión fue la siguiente:

«Se puede concluir, por tanto, que el tiempo necesario para la formación de todo el depósito del delta fue como máximo de algunos días.

    ... Basado en las velocidades computadas del avance del delta y del grosor de las láminas individuales, el tiempo medio para la deposición de una lámina debe haber sido de varios minutos.»[25]

El hecho de que muchas formaciones sedimentarias en la columna estratigráfica consista de gravas o conglomerados, o hasta de rocas, es otro testimonio de una actividad hidráulica de alta intensidad, como también lo es el frecuente fenómeno de la «estratificación cruzada», indicando corrientes con dirección rápidamente cambiante.

6. Valles aluviales. Prácticamente todos los ríos modernos fluyen por valles que transportaron en tiempos pasados mucha más agua de la que transportan hoy en día. Esto es indicado no solamente por la presencia universal de antiguas terrazas ribereñas elevadas sobre las laderas de los valles, sino mucho más significativamente por las vastas cantidades de arenas y gravas descansando más arriba de los actuales planos de inundación, que ahora llenan lo que antiguamente eran los lechos originales.

«Las exploraciones subsuperficiales en valles serpeantes en la Driftless Area de Wisconsin (área llana de Wisconsin), efectuadas por medio de sismógrafos de refracción, revelan grandes canales rellenados de forma similar a los previamente determinados en ríos ingleses, en los que se utilizó la técnica del sondeo. Los canales son asimétricos y llegan a su mayor profundidad en los meandros que forma el valle. En su sección transversal a su probable nivel máximo son unas 25 veces mayores que los presentes cauces.»[26]

Esta clase de fenómenos es prácticamente universal. El valle del Mississippi, por ejemplo, se compone de depósitos aluviales ¡que se extienden a profundidades de 200 m! Todo esto indica que los ríos, en toda la extensión del mundo, y en tiempos muy recientes (probablemente durante y después de los levantamientos continentales que tuvieron lugar al finalizar el año del Gran Diluvio) transportaron tremendas cantidades de agua y sedimentos.

7. Meandros tallados. Otra característica universal de las corrientes aluviales es el fenómeno de la formación de los meandros. Se han efectuado muchos estudios analíticos y experimentales a fin de poder determinar las causas y los mecanismos de la formación de los meandros, pero solamente se ha conseguido un éxito parcial. Es cosa generalmente aceptada, de todas maneras, que la formación de un curso fluvial en meandros requiere unos gradientes de flujo suaves, y que los cauces eran fácilmente erosionables. Si el declive del terreno es muy pronunciado y los lados son resistentes, la erosión tendrá lugar principalmente en el lecho del cauce y la acción del corte será esencialmente vertical, formando un cañón.

Por tanto, son muy dignos de atención los tortuosos diseños que se hallan frecuentemente esculpidos en profundas gargantas de mesetas elevadas y de áreas montañosas. Parecen desafiar cualquier explicación en términos de las actuales características hidráulicas de los ríos, y los geólogos parecen olvidarse de los principios de la hidráulica cuando sugieren soluciones actualistas (como, por ejemplo, ¡meandros superpuestos!).

Estos fenómenos nos indican un evidente origen catastrófico. Si aceptamos que grandes regiones de formaciones sedimentarias horizontales, aún relativamente blandas y erosionables cuando empezaron su elevación después del Diluvio, fueron hendidas por grandes fisuras durante el proceso de elevación, tendremos con esto un modelo realista de condiciones adecuadas para la formación de estas estructuras. Las fisuras iniciales habrían sido rápidamente ensanchadas, hasta dar lugar a nuestras actuales gargantas serpenteantes, conforme se drenaban rápidamente grandes volúmenes de agua de los terrenos en elevación.[27]

Evidencias de una sola época deposicional

Nuestra presentación no es, desde luego, una presentación completa, sino tan solo una lista representativa de evidencias de catastrofismo acuoso. Tampoco tenemos espacio en este artículo para considerar los varios tipos de formaciones que superficialmente puedan parecer demandar actividades de actuación muy lentas. Si se desea profundizar en estas consideraciones, se pueden consultar otros trabajos publicados,[28] y el segundo artículo de esta monografía.

Se puede decir que, en general, el Diluvialismo provee un marco muy adecuado de interpretación para la mayor parte de, y probablemente todas, las características de la columna geológica. El Uniformismo (o Actualismo), por otra parte, aunque es satisfactorio como marco de interpretación para una parte de los datos que poseemos, es completamente inadecuado para dar cuenta de la mayoría de ellos.

Pero todavía queda otra cuestión. Aun si se admite la validez del concepto de catastrofismo acuoso a fin de poder dar cuenta de muchos fenómenos geológicos, como ya muchos geólogos están haciendo hoy en día, todavía se presenta una resistencia casi universal a la idea de una sola época cataclísmica tal y como está presentada en la Biblia. Los geólogos históricos continúan prefiriendo un marco uniformitario y grandes épocas,[29] a pesar de que estén dispuestos a reconocer cualquier número de inundaciones cataclísmicas de gran extensión e intensidad, y otras catástrofes locales, dentro de este marco.

Así que la cuestión pasa a ser si las numerosas evidencias de sedimentación cataclísmica, incluyendo las discutidas en las páginas anteriores, fueron causadas por un gran cataclismo solamente, o por un gran número de catástrofes menores.

Si no fuera por las implicaciones religiosas que existen, si fuera tan solo asunto de buscar una explicación lógica a la evidencia de los datos que poseemos, la aplicación de la «Navaja de Ockham» (el principio que establece la necesidad de no multiplicar innecesariamente las hipótesis) nos guiaría inmediatamente a decidirnos a favor de un solo gran cataclismo.

La insistencia en que han habido un gran número de catástrofes violentas (en todas las partes del mundo a través de todas las inmensas épocas geológicas), afirmando que son suficientes para explicar las muchas evidencias de catastrofismo, y más, sabiendo a) que muchas de éstas catástrofes deben haber sido mucho más grandes de lo que jamás se haya podido observar en nuestro mundo actual y b) que el uniformismo (o actualismo) es completamente inadecuado para incorporarlas dentro de ningún tipo de marco cuantitativo, muestra que existe un fuerte prejuicio religioso[30] en contra del registro bíblico del gran Diluvio y una posición apriorística en favor de la interpretación evolucionista de la historia.[31]

Las varias evidencias que hemos mencionado anteriormente de catastrofismo —los inmensos cementerios fósiles, los fósiles poliestráticos, las marcas efímeras, y otras— se hallan más o menos indiscriminadamente en estratos de toda la columna geológica. No existen evidencias de cambios progresivos en las características del catastrofismo a través de las supuestas eras geológicas, los cuales deberían ser evidentes en respuesta a los consecuentes cambios climatológicos y de regímenes geofísicos que postula la teoría de la evolución de la tierra. Los depósitos sedimentarios de la Era Proterozoica manifiestan en esencia las mismas características físicas que los del Terciario, y que cualesquiera otros, siendo el conjunto de los fósiles la única diferencia significativa que contienen, especialmente los fósiles de zona.

Y, desde luego, los conjuntos fósiles mismos quedan mucho mejor explicados en términos de cataclismo acuoso que no por medio del uniformismo (o actualismo) evolucionista. Se les supone como evidencia de complejidad progresiva y, por lo tanto, de evolución orgánica, pero esta interpretación es desmentida por el hecho de las grandes discontinuidades que existen[32] entre todas las principales categorías taxonómicas, discontinuidades que son básicamente las mismas que las que observamos entre los mismos grupos de plantas y animales en el mundo moderno.

El hecho de que, en general, los fósiles se encuentran segregados en grupos de tamaños y formas similares es exactamente lo que se debe esperar en base de procesos diluviales, ya que el agua turbulenta es un agente de «clasificación» muy efectivo. En sus estudios en las instalaciones de Harvard, como ejemplo, Jopling encontró que, a pesar de que los flujos eran constantes y uniformes, y que los sedimentos transportados habían sido completamente mezclados al empezar el ensayo, el flujo los separaba.

«La segregación ocurre invariablemente aun cuando prevalezcan condiciones uniformes en el proceso del transporte del sedimento, y aunque los diferentes tamaños del sedimento hayan sido mezclados a conciencia al principio. Esta separación ocurre en cualquier lecho de cualquier cauce, sea llano, ondulado, o con irregularidades mayores, y es evidente tanto en dirección transversal como en la longitudinal.»[33]

Esta acción selectora es producida en principio debido a que las fuerzas hidrodinámicas que actúan sobre un objeto sumergido en el seno de un fluido (fuerzas de arrastre y de flotación, etc.), están relacionadas con el tamaño y la forma del objeto. Lo mismo se aplica a objetos que caen verticalmente a través del agua, por lo que los objetos que son más similares en forma (esto es, los más «primitivos») tenderían a depositarse, en un flujo que perdiera velocidad, con más rapidez que los de geometría más compleja, y de esta manera quedar sepultados más profundamente que ellos. Esta tendencia quedaría reforzada por el hecho de que estos organismos más sencillos (conchas, por ejemplo), tienen normalmente una densidad mayor que los organismos más complejos.

Por tanto, sería razonable esperar que la actividad hidráulica del Diluvio universal hubiera tendido a depositar juntamente los organismos de tamaño y forma similares, y que el orden de la deposición fuera el de una complejidad creciente desde el fondo hacia las capas superiores. Además, esto también guarda un paralelismo directo con el hábitat de los organismos. A igualdad de otras condiciones, ya que los organismos más sencillos habitan a menores elevaciones, sería de esperar que hubieran sido sepultados en las menores elevaciones. Y aun más, la movilidad de los animales está bastante relacionada con su complejidad, por lo que los animales más complejos hubieran, en general, escapado a la inundación por un período de tiempo más largo.

Todos estos factores hubieran contribuido a la preservación de los fósiles en los sedimentos Diluvianos exactamente en el orden en que se encuentran, mientras que la interpretación evolucionista acostumbrada es evidentemente inadecuada.

Estos tres factores —el hidráulico, el ecológico y el fisiológico—, actuarían de una manera solamente estadística, no absoluta, por lo que las numerosas observaciones de estratos que están invertidos de su orden usual no han de sorprendernos. En cambio, son un tropiezo para el evolucionista, ya que los fósiles que ocupan un orden estratigráfico fuera de lugar, indicarían una reversión en la evolución, y, por tanto, arruinarían por completo el sistema de cronología de las «eras» geológicas.

Pero es algo ya establecido en el pensamiento evolucionista que no se puede permitir que ningún hecho ponga en cuestión la presuposición básica de la evolución. Consecuentemente, se emplea una mayor multiplicación de hipótesis aún, invocando la posibilidad de grandes movimientos de tierra a fin de poder explicar la manera en que los estratos fosilíferos puedan haber sido colocados en el orden «inverso». Se ha ofrecido en numerosas ocasiones la explicación de vastas fallas horizontales de empuje («thrust faults»), por las cuales vastas cantidades de sedimentos estratificados puedan haber sido elevadas y después trasladadas sobre las regiones adyacentes, a fin de poder —por medio de mecanismos aparentemente plausibles— explicar las muchas áreas en las que hay formaciones «antiguas» que reposan sobre formaciones «modernas». Pero si bien es cierto que hay algún caso en que esta explicación (o la de falla inversa) tiene aplicación debido a evidencias de fragmentación y trituración del material en la línea de contacto, también es cierto que, en los casos más significativos, no hay ninguna evidencia de esta acción de abrasión mecánica debido a un sobrecorrimiento de estratos, sino que, según todas las observaciones hechas, el estrato superior reposa con una concordancia total sobre el inferior.[34]

Es interesante el hecho de que entonces se haya propuesto una explicación a este hecho, basada en otro principio hidráulico, ya que es bien sabido (y ya lo hemos mencionado) que el deslizamiento mecánico ordinario, aún si los planos de deslizamiento estuviesen lubricados, sería imposible a una escala tan grande sin destruir por completo la integridad estructural de las formaciones en movimiento. La explicación aceptada en la actualidad es de que el bloque inversor fue «flotado» a su lugar por medio de presiones anormalmente elevadas de un fluido atrapado en el plano de empuje.

Estas presiones, para que sean efectivas, deberían ser mucho más elevadas que las del agua en condiciones normales, y fueron causadas, supuestamente, por la compresión del agua atrapada en los intersticios sedimentarios cuando los sedimentos fueron formados originalmente. Esto es, mientras los sedimentos originales iban siendo gradualmente comprimidos y litificados, el agua atrapada en los sedimentos, propia a ellos, quedó en alguna manera sellada e impedida de escapar, y fue, a la larga, comprimida de tal manera, como para desarrollar presiones elásticas capaces de levantar y «flotar» la gran masa de roca que descansaba sobre ella.

Esta es desde luego una hipótesis digna de consideración. El «precinto» alrededor de los bloques de empuje (frecuentemente de cientos y miles de kilómetros cuadrados de extensión) tuvo que haber sido bastante elástico, permitiendo grandes movimientos verticales y horizontales del bloque sin permitir ningún escape del agua comprimida durante todo el proceso. En un análisis convincente de esta hipótesis, Platt ha afirmado:

«Evidentemente, un factor muy importante es la calidad del sello (precinto) que se forma en la arcilla, o en la pizarra. No importa lo pequeña que sea la permeabilidad en la capa relativamente impermeable que sella en efecto el agua, proveniente de la sedimentación, bajo la capa rocosa, alguna filtración tiene lugar ... De aquí, si el fluido debe estar disponible para sostener y «flotar» la masa rocosa, el movimiento de empuje debe ser rápido (geológicamente hablando) después de la deposición del último estrato de sedimentos. Si existe el suficiente retardo, el sello de pizarra se transforma en perfecto, pero ... no queda ya ningún líquido para precintar.»[35]

Esta necesidad presentada por Platt, de que el bloque hubiera debido flotar pronto forzosamente, es completamente incompatible con el largo período supuestamente necesario para la compresión y litificación de los sedimentos antes de que el fluido pudiera desarrollar las presiones necesarias. El problema, aún más importante, de cómo el necesario precinto hubiera podido ser mantenido durante el proceso de empuje, no se menciona en absoluto.

Concluimos, por lo tanto, que el concepto de un gran cataclismo hidráulico, acompañado por actividad volcánica y tectónica de gran magnitud, y de extensión mundial, provee un modelo mucho más realista para explicar la formación de los estratos sedimentarios y del registro fósil, así como de muchas características geomórficas, que el que provee la filosofía evolutivo-uniformista, con su multiplicación anticientífica de hipótesis y su manipulación de datos.


[1] Este artículo apareció primero en Creation Research Society Quarterly, y después en la compilación Why Not Creation. © Copyright CRS, 1965. Con permiso. Fue presentado originalmente ante el Congreso de Escuelas Cristianas celebrado en la St. Thomas Episcopal School, Houston, Texas, en los días 15 al 17 de abril de 1967

[2] Comité para el estudio de la sedimentación, «Sediment Transportation Mechanics: Nature of Sedimentation Problems» (Mecanismos de transporte de sedimentos: naturaleza de los problemas de la sedimentación»), Journal of the Hydraulics Division, American Society of Civil Engineers, vol. 91, nº HY2, marzo 1965, pp. 251-266.

[3] Parte de las consideraciones que se dan aquí han sido entresacadas de un artículo del autor titulado «Hidráulica, sedimentación y catastrofismo», aparecido en inglés en Creation Research Society Quarterly, vol. 3, mayo 1966, pp. 51‑52.

[4] James H. ZUMBERGE, Elements of Geology, segunda edición (Nueva York, John Wiley and Sons, 1963), p. 44.

* Los argumentos que suelen presentarse contra el Diluvio son: «Incluso aunque hubiese estado lloviendo cuarenta días y cuarenta noches, lo que sucede casi todos los años en la región de las lluvias monzónicas más fuertes, si no mucho más tiempo todavía, nunca podría haber podido caer agua de la atmósfera en tal cantidad como para inundar parte de la Tierra e incluso la tierra entera hasta la montaña más elevada. Esto ha sido ya recalcado enérgicamente por el geólogo inglés Lyell ...» Richard HENNIG: Grandes enigmas del universo (Plaza y Janés, Barcelona, 1976), pp. 21-22. Vamos a considerarlo juntamente con lo siguiente: «Si el Diluvio cubrió hasta la montaña más alta, ¿adónde fueron a parar las aguas después? ¡Porque en la atmósfera de la tierra no hay suficiente agua como para cubrirlas, ni mucho menos!»

Estas dificultades no se pueden presentar si se tiene conocimiento de lo que realmente implicó el Diluvio.. No fue una lluvia normal, ni siquiera «monzónica». Según implica el relato bíblico del Diluvio (Génesis, capítulos 6, 7, 8; Salmo 104:5-9; 2ª Pedro 3:3-6, entre otros pasajes), el orden terrestre actual, la división en continentes (Génesis 10:25) del antiguo continente único, la formación de altas montañas (Sal. 104:5-9, considerar atentamente la implicación del versículo 9: El levantamiento de montañas fue posterior al Diluvio como consecuencia de la inestabilidad isostática de la corteza terrestre en aquel período), todo esto muestra que el mundo sufrió grandes cambios como consecuencia de aquel cataclismo. Se afirma que el Diluvio no pudo haber cubierto el Everest. Naturalmente que no: pero lo que la Biblia implica en el Salmo 104:8 es que el Everest, lo mismo que todas las otras características geomórficas actuales, son posteriores al Diluvio, y consecuencia de una catástrofe que convulsionó la corteza terrestre, de la cual la precipitación de agua de los cielos no fue el único factor. También el fondo marino sufrió convulsiones, y reservas subterráneas de agua que proyectaron el agua contenida en ellas a gran presión sobre la superficie terrestre. Es inútil tratar de analizar el Diluvio a la luz de la Tierra en que vivimos, puesto que el orden en que vivimos es completamente nuevo, muy diferente de aquel que nos revela la Biblia como anterior al Diluvio.

A la pregunta tocante a la procedencia de las aguas existe la siguiente respuesta bíblica: Cuando Dios creó la Tierra, dice la Biblia que Dios separó las aguas de las aguas., siendo la atmósfera (la expansión, según el nombre que recibe en la Biblia, en el original) el espacio que existía entre ellas. Ahora bien, interpretar las aguas que estaban sobre la expansión como la cubierta actual de nubes es no comprender la declaración bíblica, pues fueron estas aguas las que se precipitaron para destruir la tierra, y las que han permanecido en la tierra hasta hoy. Es lógico, entonces, concluir en que los océanos antidiluvianos eran más pequeños que los actuales; que la destrucción que las aguas «superiores» y subterráneas provocaron en aquel mundo, combinadas con fuertes actividades volcánicas y tectónicas, la destrucción irreconocible del mundo anterior.

Esto queda sólidamente apoyado por el siguiente hecho:

«Las plataformas continentales mismas son evidencia de un nivel primitivo inferior del mar, ya que sus bordes marcan el verdadero limite entre las masas continentales y las cuencas oceánicas. Las plataformas continentales se extienden hasta unas 750 millas, con una anchura promedio de 42 millas, y descienden gradualmente hasta una profundidad máxima de unos 100 metros hasta 500, con una profundidad media de unos 143 metros. Más allá de la plataforma, las laderas continentales descienden hasta el fondo oceánico. Como ya hemos señalado, la evidencia apoya el punto de vista de que hubo una elevación continental (o un descenso de la cuenca oceánica, o ambas cosas) a causa de una gran falla a lo largo de la ladera continental..» (Ver F. P. SHEPARD: Submarine Geology, Nueva York, Harper's, 1948). Esto queda muy de acuerdo con el Salmo 104:59. Otra autoridad oceanográfica dice:

«Así, podemos caracterizar a las cuencas oceánicas como sobrellenadas —el agua llena no solamente las cuencas oceánicas, sino que se extiende sobre los márgenes bajos de los continentes.È

Resumamos, entonces, que no hay problema en cuanto a la procedencia del agua (de una capa de agua, probablemente en estado de vapor transparente, envolviendo a la tierra más allá de la atmósfera, y que quedó definitivamente precipitada sobre la tierra en el Diluvio, así como por el levantamiento de los fondos oceánicos y la rotura de la corteza terrestre dejando escapar grandes cantidades de agua subterránea a grandes presiones, juntamente con magmas y fenómenos violentos de volcanismo y tectonismo.

Tampoco hay problema en cuanto a dónde fueron a parar estas aguas después del Diluvio. Para describir esto, habiendo ya presentado las anteriores consideraciones, presentaremos la siguiente cita bíblica:

«El fundó la tierra sobre sus cimientos; no será jamás removida. Con el abismo, como con vestido, la cubriste; sobre los montes estaban las aguas. A tu reprensión huyeron; al sonido de Tu trueno se apresuraron; subieron los montes, descendieron los valles al lugar que Tú les fundaste. Les pusiste término, el cual no traspasarán, ni volverán a cubrir la tierra ... (Salmo 104:5-9). A la luz de todas estas consideraciones, es muy de lamentar la ignorancia del texto bíblico por parte de aquellos que pretenden ser sus críticos. (N. del T.)

[5] Malcolm C. MCKENNA, «The Undersea History of America» (La historia de América bajo los mares), Science Digest, vol. 57, abril 1965, pp. 90-91.

[6] G. A. KERKUT, Implications of Evolution (Oxford: Pergamon Press, 1960), p. 134.

[7] J. F. EVERNDEN, D. E. SAVAGE, G. H. CURTIS, y G. T. JAMES, «K/A Dates, and the Cenozoic Mammalian Cronology of North America» (La datación por el método potasio-argón y la cronología de los mamíferos cenozoicos en Norteamérica), American Journal of Science, vol. 262, febrero 1964, p. 166.

* Como ejemplo claro de esta afirmación, cito lo siguiente:

«El cráneo 1430 descubierto por Leakey [Richard] en tanzania fue localizado en un estrato del que se tomó una muestra rocosa para su datación por métodos radiactivos. El profesor E. T. Hall, responsable de la medición, declaró recientemente que “la primera muestra rocosa dio la ‘imposible’ edad de 220 millones de años.” Esta fecha fue rechazada simplemente porque no cuadraba con las ideas evolucionistas sobre el origen del hombre y su cronología. Se analizó otra muestra rocosa. Esta dio la edad más aceptable de 2,6 millones de años. Este ejemplo ilustra a la vez la ineficacia del método potasio-argón y también la manera sospechosa en que los evolucionistas interpretan los datos.» De Bone of Contention, por Sylvia BAKER, M. Sc., Evangelical Press, Herts., Inglaterra, 1976. Recomendamos examinar nuestra monografía número 3, Crítica de las dataciones radiométricas, por H. S. SLUSHER, D. Sc. (N. del T.)

[8] A. O. WOODFORD, «Correlation by Fossils» (Correlación por fósiles»), in The Fabric of Geology, Ed. C. C. Albritton, Sr. (Reading, Mass.: Addison-Wesley, 1963), p. 109.

[9] J. A. JELETZKY, «Is lt Possible to Qualify Biochronological Correlation (¿Es posible acotar las correlaciones biocronológicas?»), Journal of Paleontology, vol. 39, enero 1965, p. 138.

[10] W. C. KRUMBEIN y L. L. SLOSS, Estratigrafía y sedimentación, traducción de la segunda edición inglesa (Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana, 1969. México).

[11] Joseph A. CUSHMAN, Foraminifera, Their Classification and Economic Use, 4ª edición (Cambridge: Harvard University Press, 1950), p. 27.

[12] James W. VALENTINE, «The Present Is the Key to the Present» («El presente es la clave del presente»), Journal of Geological Education, vol. XIV, abril 1966, p. 59.

[13] David B. Kitts, «The Theory of Geology» («La teoría de la Geología») en The Fabric of Geology (1963), p. 62.

[14] James W. VALENTINE, op. cit., p. 60.

[15]  George G. SIMPSON, «Historical Science», en The Fabric of Geology (1963), p. 32. Nota del Traductor: Simpson es aquí muy tendencioso. la definición de Ciencia es: «Ciencia, lo cual significa “conocimiento”, es el cuerpo organizado de observación y experimentación de los procesos presentes. En Biología, este método involucraría descripciones cuidadosas del mundo vegetal y animal, y de los complejos procesos que comprenden el fenómeno de la vida.

»Pero, a la mayoría de nosotros, no nos complace simplemente el saber las cosas tal como son ahora. Estamos intensamente interesados en cómo llegaron a ser como son en la actualidad. Así, pues, la mayoría de nosotros no se preocupa solamente de conocer científicamente las características del mundo biológico presente, sino que también deseamos saber cuándo empezaron a existir los organismos vivos. Pero no confundamos términos. El estudio de las características y procesos del mundo biológico presente sí es ciencia. Pero la discusión de los orígenes no es —hablando estrictamente— ciencia. Se la podría llamar una “filosofía de los orígenes”, pero no conocimiento científico, debido a que los orígenes no están sometidos a verificación experimental. Deberfamos ser muy cuidadosos a fin de saber distinguir entre (a) los hechos ciertos de la Biología, y (b) la “filosofía de orígenes” por medio de la cual un biólogo particular interprete estos hechos.»

* «Teleológica» (no confundir con «Teológica»), de teleología, que significa «finalismo», por el que todos los seres están destinados a un fin concreto específico, y, en general, por el que el universo obedece a un fin determinado, como concepto opuesto a la existencia casual, sin ningún objeto ni destino.

[16] James W. VALENTINE, op. cit., p. 60.

[17] Henry M. MORRIS, «Science Versus Scientism in Historical Geology» (Ciencia contra cientificismo en la Geología histórica.), Creation Research Society Quarterly, vol. 2, julio 1965, pp. 19-28. Podemos suministrar copias de este articulo. Solicítelo a info@sedin.org, o escribir, pidiendo información, a SEDIN, Apdo. 2002 - 08200 SABADELL (Barcelona), España.

[18] Para un estudio del desarrollo de esta ecuación, así como de otros métodos utilizados en el cálculo de sedimentación, consultar Applied Hydraulics in Engineering, por Henry M. Morris (Nueva York, Ronald Press, 1963), pp. 321-336. Es un libro de texto estándar para cursos universitarios de ingeniería hidráulica, y para estudios de posgrado, utilizado actualmente en 75 institutos superiores y universidades.

[19] Un ejemplo reciente de esto es el descrito de la siguiente manera por W. W. Dalquest y S. H. Mamay: «Los restos de 400 o más anfibios pérmicos fueron hallados en una serie de cauces de aluvión, concentrados en un área de unos 50 pies cuadrados (6 m2) ... Los restos consisten mayormente o totalmente de formas poco ágiles, de extremidades débiles, que probablemente no podían andar por la tierra.. En «A Remarkable Concentration of Permian Amphibian Remains in Haskell County, Texas» («Una concentración de anfibios permianos digna de atención en Haskell County, Texas»), Journal of Geology, vol. 71, septiembre 1963, p. 641.

[20] N. A. Rupke, «Prolegomena to a Study of Cataclysmical Sedimentation» («Prólogo al estudio de la sedimentación cataclísmica»), Creation Research Society Annual, vol. 3, mayo 1966, nº 1, pp. 16-37. Otro ejemplo, no descrito por Rupke, es mencionado por F. M. BROADHURST en un artículo titulado «Soma Aspects of the Paleoecology of Non-Marine Faunas and Rates of Sedimentation in the Lancashire Coal Measures» (.Algunos aspectos de la paleoecologia de faunas no marinas y actividades de sedimentación en los yacimientos de carbón de Lancashire»), American Journal of Science, vol. 262, verano 1964, pp. 865-866. Dice:

«En 1959 Broadhurst y Magraw describieron un árbol fosilizado, en posición de crecimiento, en los yacimientos de carbón de Blackrod cerca de Wigann en Lancashire. Este árbol quedó preservado en forma de molde, y la evidencia disponible mostraba que el molde tenia como mínimo una altura de 38 pies (unos 12,5 m). El árbol original tuvo que haber sido enterrado por los sedimentos que quedaron compactados antes de que el árbol quedara mayormente descompuesto, de manera que la cavidad que dejó el tronco al quedar totalmente descompuesto fue ocupada por nuevos sedimentos que rellenaron el molde así formado. Esto implica una actividad rápida de sedimentación alrededor del árbol ... Es cosa cierta que los árboles en posición de crecimiento no son cosa rara en Lancashire (Teichmüller, 1956, llega a la misma conclusión, concerniente a árboles similares en los yacimientos de carbón en Rhin-Westfalia), y que en todos estos casos tiene que haber existido una actividad rápida de sedimentación.»

[21] RUPKE, op. cit., pp. 21‑25.

[22] Ibid., pp. 25-29.

[23] A. SEILACHER, «Paleontological Studies on Turbidite Sedimentation and Erosion» (Estudios Paleontológicos sobre sedimentación y erosión túrbida.), Journal of Geology, vol. 70, marzo 1962, p. 227.

[24] Ver The Genesis Flood, por John C. WHITCOMB, Jr., y Henry M. MORRIS (Nutley, N. J.: Presbyterian and Reformed Pub. Co., 1961), pp. 159, 160, para la consideración de varios ejemplos de este fenómeno. Hay edición española, El Diluvio del Génesis (CLIE, Terrassa, España, 1982).

[25] Alan V. JOPLING, «Some Principles and Techniques Used in Reconstructing the Hydraulic Parameters of a Paleo-Flow Regime» («Algunos principios y técnicas utilizados en la reconstrucción de los parámetros hidráulicos de las antiguas corrientes fluviales»), Journal of Sedimentary Petrology, vol. 36, marco 1960, p. 34.

[26] G. H. DRURY, «Results of Seismic Explorations of Meandering Valleys» («Resultados de exploraciones sísmicas de valles tortuosos»), American Journal of Science, vol. 260, noviembre 1962, p. 691.

[27] Véase Salmo 104:5-9.

[28] Ver The Genesis Flood, pp. 405‑421. Hay edición española, El Diluvio del Génesis (CLIE, Terrassa, España 1982).

[29] Los métodos radiactivos tienen unas bases muy discutibles. Ver referencia al pie de la página 64, referente a la datación del cráneo 1430 de Leakey.

[30] Si el «teísmo» es un concepto religioso, el «a-teísmo» lo es también por pura consecuencia lógica. En realidad, ésta es una esfera que el hombre no puede dejar nunca, y cuyas decisiones afectarán sus conclusiones. Naturalmente, hay una evidencias a examinar.

[31] Ver la monografía nº 1, Creación, evolución y el registro fósil.

[32] Ver la monografía nº 1, Creación, evolución y el registro fósil.

[33] Alan V. JOPLING, «Laboratory Study of Sorting Processes Related to Flow Separation» (.Estudio en laboratorio de procesos relacionados con la separación por corrientes de un fluido), Journal of Geophysical Research, vol. 69, agosto 1964, p. 3.413.

[34] Hay una gran cantidad de documentación de casos en que formaciones más «antiguas» reposan sobre formaciones más «modernas» sin ninguna evidencia de desplazamientos de formaciones por levantamiento y empuje lateral, sino, por el contrario, reposando la una sobre la otra de una manera totalmente concordante.

[35] Lucien B. PLATT, «Fluid Pressure in Thrust Faulting, A Corollary» («La presión de los fluidos en sobrecorrimientos, resultado de un estudio»), American Journal of Science, vol. 260, febrero 1962, p. 107.


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INSTITUTE FOR CREATION RESEARCH, de San Diego, California, dirigido por los Drs. Henry M. Morris y Duane T. Gish.

CREATION RESEARCH SOCIETY, de Ann Arbor, Michigan, y el Managing Editor, Dr. John N. Moore.

BIBLE-SCIENCE ASSOCIATION, de Minneapolis, Minnessota, dirigida por el Rev. Walter Lang.

Dr. JOHN C. WHITCOMB, Profesor de Antiguo Testamento en el Grace Theological Seminary de Winona Lake, Indiana, y a la editorial Presbyterian & Reformed Pub. Co.

Mr. R. G. ELMENDORF, ingeniero de Bairdford, Pennsylvania.

SPIRITUAL COUNTERFEITS PROJECT, y la BERKELEY CHRISTIAN COALITION de Berkeley, California.

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© 1977 SEDIN, Apartado 2002 - Cassà de la Selva (Barcelona), ESPAÑA para la versión española

© 2003 SEDIN, Apartado 2002 - Cassà de la Selva (Barcelona), ESPAÑA para la versión electrónica

Compilado por SEDIN, con permiso de Institute for Creation Research; Creation Research Society; Presbyterian and Reformed Publishing Co.

Traducción del inglés: Santiago Escuain
© Santiago Escuain 1977, por la traducción
© Copyright SEDIN 2003 para el formato electrónico -  www.sedin.org. Este texto se puede reproducir libremente para fines no comerciales y citando la procedencia y dirección de SEDIN, así como esta nota en su integridad.

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