EL HOMBRE FÓSIL
Frank W.
Cousins
6—LA OMISIÓN DE EVIDENCIAS VITALES
«Si estos descubrimientos se ajustasen a nuestras
expectativas, si estuvieran en armonía con las teorías que nos hemos formado con
respecto a la fecha de la evolución del hombre, nadie soñaría siquiera en dudar
de ellos, y mucho menos en rechazarlos.»—Sir Arthur
Keith, acerca de cráneos fósiles en The Antiquity of
Man, 1925, pág. 473.
Más grave aún intelectualmente que la construcción de series
artificiales y que las falsas comparaciones es la omisión.
Una buena ilustración de la distorsión de un argumento
mediante la retención de valiosas o vitales evidencias aparece en una reciente
obra de G. H. R. von Koenigswald. En su obra nos dice «que
los restos humanos conocidos de mayor antigüedad son los fósiles del
Pithecanthropus, puesto
que, a pesar de prometedores informes, el Terciario no ha producido todavía
fósiles que tengan nada que ver con la evolución del hombre moderno.» Esta es
una declaración elíptica, porque la verdad es que el Terciario ha producido los
restos del Hombre Moderno
en sí, esto es, los cráneos de Castenedolo, Olmo y Calaveras, todos ellos
ignorados por von Koenigswald. Pero la verdad es que si hubiera presentado esta
perturbadora evidencia en su libro, no podría haber en buena lógica presentado
su Capítulo IV, «Hacia el Hombre», porque el hombre ya ha llegado. Enfrentado
ante una debacle así, la evidencia ha de ser algo particularmente irritante. No
es asombroso que sea ignorada.
Von Koenigswald está en buena compañía, porque Le Gros
Clark también ignora la misma
evidencia del Terciario en una obra de divulgación de gran difusión dirigida a
jóvenes. Y lo cierto es que esta grave falta se da en todas las obras acerca de
la evolución del hombre, excepto en las más eruditas y extensas.
Desde los días de Sir Arthur Keith ningún antropólogo ha
tratado acerca de la cuestión de los restos del hombre en el Terciario con
objetividad y franqueza. Uno busca en vano en la famosa Encyclopaedia Britannica tratando de
encontrar una solitaria referencia a Castenedolo u Olmo. Carleton
Coon descuida esta evidencia
en sus dos célebres obras acerca de las razas del hombre, igual que Sir Gavin de
Beer en su Atlas of Evolution, repleto por otra
parte de los retratos totalmente especulativos de restos del Proconsul, y de los
«hombres» de Java, Pekín y Neanderthal.
A todo esto se añade la decepción de tener que registrar que
no se encuentra referencia alguna a estos importantes cráneos fósiles en el
erudito e ingenioso libro de W. Howells, ahora ofrecido a una amplia audiencia
en la colección Pelikan Books, Mankind in the
Making. (A882, 1967).
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