«Digo, pues: ¿Ha
desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera.» Pablo mismo era
prueba de esto, porque era israelita. «No ha desechado Dios a su
pueblo, al cual desde antes conoció.» No es Dios quien ha
rechazado a Su antiguo pueblo: «Dice: Todo el día
extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor». Es
importante ver este aspecto de la verdad —la buena y perfecta
disposición de Dios de que Israel —y más
aún, que todos los hombres— fuesen salvos. Es el hombre
quien es el rebelde, el quebrantador de la ley, y ahora quien rechaza
la misericordia de Dios.
Versículo
3. Pero luego hay
también la otra cara. Cuando Israel se había rebelado
de tal manera contra Dios, Elías dijo que sólo
él había quedado. Dijo: «Señor, a tus
profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo
yo he quedado, y procuran matarme». Aquí tenemos el
profundo y universal rechazo y el odio del hombre contra Dios. Este
es el hombre en el pleno ejercicio de su propia voluntad. Pero,
¿ha dejado Dios a todos los hombres a su propia voluntad y a sus
malvados caminos?
«Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me
he reservado
siete mil hombres, que
no han doblado la rodilla delante de Baal.» Dios no dice que se
han reservado o preservado a sí mismos; no, Él dice
«he reservado». Lo mismo que hemos visto en el
capítulo 9, si Dios no hubiera hecho esto, hubieran sido como
Sodoma y Gomorra.
Versículo
5. «Así
también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido
por gracia.» Sí, nadie podía negar que la
nación, como tal, estaba enloquecida en su aborrecimiento y
rechazo de Cristo. El mismo Saulo era prueba de la furia superlativa
de los israelitas contra Cristo. Pero, lo mismo que en tiempos de
Elías, había entonces una elección de gracia, de
un gratuito e inmerecido favor de Dios. En nuestros días pocos
lo creen de corazón. No es evidente que tanto Israel como
nosotros los gentiles sean tan malos, unos rechazadores tan absolutos
de la gracia de Dios, hasta el punto de que, si no hubiera sido por
Su elección en gracia, nadie se hubiera salvado. Todos,
sí, todos, hubiéramos sido como Sodoma.
La total ruina del hombre y la elección de Dios se mantienen o
caen juntas. No se puede mantener lo uno y rechazar lo otro. Observa
bien, estas escrituras muestran que no hay mala disposición de
parte de Dios, sino que el hombre no admite la gracia de Dios. Cuando
se ve esto, ¡qué preciosa es para el creyente la bendita
verdad de la elección de gracia!
Versículo
6. «Y si por
gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia.
Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es
obra.» Esto es evidente de sí mismo. La salvación
por las obras, de la clase que sea, tiene necesariamente que relegar
el libre favor de Dios. ¿Te encuentras en el libre, pleno y
eterno favor de Dios, o estás tratando de alcanzarlo por
obras?
Versículo
7-10. Israel buscaba el
favor mediante obras, pero «lo que buscaba Israel, no lo ha
alcanzado». Con todo su odio hacia Dios, que se les había
revelado en Cristo, eran al mismo tiempo celadores de la ley y
buscaban la justicia por las obras. La rechazaban del libre favor de
Dios, y nunca la podrían obtener por obras. Fue por esta misma
razón que su ciudad fue destruida y ellos fueron dispersados o
muertos. «Pero los escogidos sí lo han alcanzado»,
esto es, el libre favor de Dios en el que estaban. En cuanto al
resto, los que rechazaban el gratuito e inmerecido favor,
«fueron endurecidos». Y las escrituras del Antiguo
Testamento son citadas de manera abundante para demostrar que esto
sería así. Los profetas predijeron que estos
menospreciadores serían entregados a la ceguera judicial, y
así ha sido durante muchos siglos.
Si un confiado menospreciador de la verdad de la elección de
gracia leyera esto, oh, cuídate que no te entregue
también a ti a la ceguera y al endurecimiento de
corazón. ¿Cuánto tiempo ha estado Dios extendiendo
las manos listo para acogerte? ¿Sigues rechazándole, como
el pretendidamente justo Israel? Dios puede, en justo juicio,
entregarte a endurecimiento del corazón y a las tinieblas que
están cayendo rápidamente.
Pero, ¿acaso el actual rechazo de la gracia de Dios de parte de
Israel y su consiguiente ceguera van a alterar de forma definitiva el
propósito y la promesa de Dios? Tenemos ahora que contemplar
con cuidado el aspecto dispensacional de esta cuestión. Dios
había vuelto la caída de ellos en ocasión para
una gran bendición para los gentiles. Si esto es así,
¿cuanto más grande será la bendición de la
plenitud de ellos? El mundo gentil había sido entregado a una
burda idolatría, como se afirma en el capítulo 1. Pero
ahora, si la exclusión de Israel como nación ha sido
«la reconciliación del mundo», ¿qué
será la recepción de ellos, sino vida de entre los
muertos? El Apóstol no está aquí
refiriéndose al llamamiento o a los privilegios celestiales de
la iglesia, sino a los privilegios terrenales.
Cuando Dios llamó a Abraham a que saliese, y lo separó
de entre las naciones, él vino a ser el olivo de
bendición y de promesa sobre la tierra. Su linaje vino a ser
aquel árbol del privilegio del que él fue la
raíz. No se trata aquí, pues, de ser ramas en Cristo,
sino de ramas del olivo de la promesa y del privilegio. Esto
involucraba también una santidad o separación relativa
del mundo. Algunas de las ramas naturales fueron desgajadas —no
todo Israel, sino algunas—. Para expresar la figura, los
gentiles habían sido injertados en este olivo de
privilegio.
Sin embargo, que no se jacten los gentiles, porque Él dice:
«No sustentas tú a la raíz, sino la raíz a
ti.» Observa esto: fue debido a la incredulidad que fueron
desgajadas. No fue porque Dios quisiera desgajarlas, sino debido a su
incredulidad. El gentil por la fe está en pie. «No te
ensoberbezcas, sino teme.» Hubo juicio, severidad para con
Israel, que cayó por su incredulidad, pero bondad para con los
gentiles —«Si permaneces en esa bondad; pues de otra manera
tú también serás cortado.» Dios puede
también volver a injertar a Israel.
Es totalmente contrario a la naturaleza injertar olivo silvestre en
el bueno. En toda la naturaleza se injerta el buen olivo en el
silvestre. Pero Dios ha tomado al pobre y silvestre gentil y lo ha
injertado en el buen árbol abrahámico del privilegio.
Además, el Apóstol no quiere que ignoren esta verdad
dispensacional, «que ha acontecido a Israel endurecimiento en
parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego
todo Israel será salvo, como está escrito».
Versículos
25-26. Este tiempo de
ausencia de diferencia llegará a su fin. El propósito
de Dios en la reunión de los gentiles se habrá
cumplido. Luego todo Israel será salvo, como está
escrito. Entonces se cumplirán todas las promesas dadas a
ellos. Toda la nación entonces preservada de Israel
será recogida a su propia tierra y nacerá de Dios, como
está escrito. Así es el propósito de Dios.
Aunque ahora son los más acerbos enemigos, Dios ha decretado
que así sea.
Versículo
29. «Porque
irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.» Él
no cambia. Ni una jota ni una tilde de Su palabra
fallarán.
Versículos
30-31. La
traducción literal de estos versículos es importante:
«Por que ciertamente vosotros [también] una vez no
habéis creído en Dios, pero ahora habéis sido
objetos de misericordia, por la incredulidad de éstos;
igualmente éstos ahora no han creído en vuestra
misericordia, a fin de que puedan ser también objeto de
misericordia». Esto es sumamente maravilloso, y es ejemplo del
principio ya dado: Él tendrá misericordia de quien
tenga misericordia. Los gentiles no tenían derecho a la
salvación. Estaban muertos en pecados y en incredulidad. Dios
les mostró una pura misericordia. Israel no estaba dispuesta a
creer tal misericordia y perdió derecho a todos sus
privilegios por su incredulidad, para que Dios pudiera finalmente
salvarlos como nación, pero como objetos de misericordia.
Versículo
32. «Porque Dios
sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de
todos. ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y
de la ciencia de Dios!» No se hallará a nadie en la
iglesia arriba o en el reino futuro de Dios en la tierra que no haya
sido salvo como objeto de misericordia. Así, en ambos casos
reina triunfante el libre favor de Dios.
Concluimos este capítulo con la solemne advertencia de que si
la Cristiandad gentil no permanece en Su bondad, ella será
también cortada. ¿Cuándo ha habido un tiempo en el
que la bondad y el libre favor de Dios fuesen más claramente
rechazados que en la actualidad? Nunca, desde los tiempos de los
apóstoles, ha sido tan predicada la plena y libre gracia de
Dios, y por tanto nunca ha sido tan rechazada. Hace poco tiempo
visitamos una gran población donde se había edificado
un gran auditorio para la predicación del evangelio de la
gracia de Dios. Estaba cerrado. Cerca había un edificio muy
grande ocupado por aquellos que están, como Israel en la
antigüedad, buscando alcanzar la justicia por obras y ritual y
mediante una Misa apenas disimulada. Estaba atestado de gente sentada
y de pie. ¿Soportará esto Dios para siempre? Ciertamente,
el fin está cerca. Las ramas gentiles han de ser cortadas.
Así es como el Espíritu de Dios ha explicado este
período de «no diferencia» en estos tres
capítulos, 9, 10 y 11. Después de su conclusión
vendrá la dispensación del reino de Cristo tal como ha
sido predicho en todos los profetas. En aquel tiempo, todo Israel
será salvo, como objetos de Su misericordia. «A él
sea la gloria por los siglos. Amén.»
Esto concluye la sección doctrinal de esta maravillosa
revelación de la justicia de Dios en Sus tratos con el hombre,
la lectura de la cual no nos aprovechara de nada a no ser que sea
hecha efectiva en nuestras almas por el Espíritu Santo.
¿Ha usado Él de esta manera Su propia Palabra, al ir
pasando por sus maravillosas páginas? ¿Nos hemos
reconocido como pecadores arruinados e impíos? ¿Hemos
aprendido que no hay ni puede haber bien alguno en la carne?
¿Hemos creído a Dios que «levantó de los
muertos a Jesús Señor nuestro, el cual fue entregado
por nuestros delitos» (4:24, 25, RV). ¿Hemos considerado
estos delitos y hemos visto que habían sido transferidos a
nuestro santo Sustituto? ¿Puedo yo decir que Él fue
resucitado para mi justificación? De cierto que en
tal caso estamos justificados por la fe y tenemos paz para con Dios
por medio de nuestro Señor Jesucristo. Ahora bien, al
encontrarnos en este abundante y libre favor de Dios,
¿cómo debería ser nuestro andar? Habiendo sido
liberados y teniendo el Espíritu de vida, ¿cuál
debería ser el fruto? Los capítulos restantes dan la
respuesta a estas preguntas.