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C. Stanley

Romanos

CAPÍTULO 11



«Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera.» Pablo mismo era prueba de esto, porque era israelita. «No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció.» No es Dios quien ha rechazado a Su antiguo pueblo: «Dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor». Es importante ver este aspecto de la verdad —la buena y perfecta disposición de Dios de que Israel —y más aún, que todos los hombres— fuesen salvos. Es el hombre quien es el rebelde, el quebrantador de la ley, y ahora quien rechaza la misericordia de Dios.

Versículo 3. Pero luego hay también la otra cara. Cuando Israel se había rebelado de tal manera contra Dios, Elías dijo que sólo él había quedado. Dijo: «Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme». Aquí tenemos el profundo y universal rechazo y el odio del hombre contra Dios. Este es el hombre en el pleno ejercicio de su propia voluntad. Pero, ¿ha dejado Dios a todos los hombres a su propia voluntad y a sus malvados caminos?

«Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal.» Dios no dice que se han reservado o preservado a sí mismos; no, Él dice «he reservado». Lo mismo que hemos visto en el capítulo 9, si Dios no hubiera hecho esto, hubieran sido como Sodoma y Gomorra.

Versículo 5. «Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia.» Sí, nadie podía negar que la nación, como tal, estaba enloquecida en su aborrecimiento y rechazo de Cristo. El mismo Saulo era prueba de la furia superlativa de los israelitas contra Cristo. Pero, lo mismo que en tiempos de Elías, había entonces una elección de gracia, de un gratuito e inmerecido favor de Dios. En nuestros días pocos lo creen de corazón. No es evidente que tanto Israel como nosotros los gentiles sean tan malos, unos rechazadores tan absolutos de la gracia de Dios, hasta el punto de que, si no hubiera sido por Su elección en gracia, nadie se hubiera salvado. Todos, sí, todos, hubiéramos sido como Sodoma.

La total ruina del hombre y la elección de Dios se mantienen o caen juntas. No se puede mantener lo uno y rechazar lo otro. Observa bien, estas escrituras muestran que no hay mala disposición de parte de Dios, sino que el hombre no admite la gracia de Dios. Cuando se ve esto, ¡qué preciosa es para el creyente la bendita verdad de la elección de gracia!

Versículo 6. «Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra.» Esto es evidente de sí mismo. La salvación por las obras, de la clase que sea, tiene necesariamente que relegar el libre favor de Dios. ¿Te encuentras en el libre, pleno y eterno favor de Dios, o estás tratando de alcanzarlo por obras?

Versículo 7-10. Israel buscaba el favor mediante obras, pero «lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado». Con todo su odio hacia Dios, que se les había revelado en Cristo, eran al mismo tiempo celadores de la ley y buscaban la justicia por las obras. La rechazaban del libre favor de Dios, y nunca la podrían obtener por obras. Fue por esta misma razón que su ciudad fue destruida y ellos fueron dispersados o muertos. «Pero los escogidos sí lo han alcanzado», esto es, el libre favor de Dios en el que estaban. En cuanto al resto, los que rechazaban el gratuito e inmerecido favor, «fueron endurecidos». Y las escrituras del Antiguo Testamento son citadas de manera abundante para demostrar que esto sería así. Los profetas predijeron que estos menospreciadores serían entregados a la ceguera judicial, y así ha sido durante muchos siglos.

Si un confiado menospreciador de la verdad de la elección de gracia leyera esto, oh, cuídate que no te entregue también a ti a la ceguera y al endurecimiento de corazón. ¿Cuánto tiempo ha estado Dios extendiendo las manos listo para acogerte? ¿Sigues rechazándole, como el pretendidamente justo Israel? Dios puede, en justo juicio, entregarte a endurecimiento del corazón y a las tinieblas que están cayendo rápidamente.

Pero, ¿acaso el actual rechazo de la gracia de Dios de parte de Israel y su consiguiente ceguera van a alterar de forma definitiva el propósito y la promesa de Dios? Tenemos ahora que contemplar con cuidado el aspecto dispensacional de esta cuestión. Dios había vuelto la caída de ellos en ocasión para una gran bendición para los gentiles. Si esto es así, ¿cuanto más grande será la bendición de la plenitud de ellos? El mundo gentil había sido entregado a una burda idolatría, como se afirma en el capítulo 1. Pero ahora, si la exclusión de Israel como nación ha sido «la reconciliación del mundo», ¿qué será la recepción de ellos, sino vida de entre los muertos? El Apóstol no está aquí refiriéndose al llamamiento o a los privilegios celestiales de la iglesia, sino a los privilegios terrenales.

Cuando Dios llamó a Abraham a que saliese, y lo separó de entre las naciones, él vino a ser el olivo de bendición y de promesa sobre la tierra. Su linaje vino a ser aquel árbol del privilegio del que él fue la raíz. No se trata aquí, pues, de ser ramas en Cristo, sino de ramas del olivo de la promesa y del privilegio. Esto involucraba también una santidad o separación relativa del mundo. Algunas de las ramas naturales fueron desgajadas —no todo Israel, sino algunas—. Para expresar la figura, los gentiles habían sido injertados en este olivo de privilegio.

Sin embargo, que no se jacten los gentiles, porque Él dice: «No sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti.» Observa esto: fue debido a la incredulidad que fueron desgajadas. No fue porque Dios quisiera desgajarlas, sino debido a su incredulidad. El gentil por la fe está en pie. «No te ensoberbezcas, sino teme.» Hubo juicio, severidad para con Israel, que cayó por su incredulidad, pero bondad para con los gentiles —«Si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.» Dios puede también volver a injertar a Israel.

Es totalmente contrario a la naturaleza injertar olivo silvestre en el bueno. En toda la naturaleza se injerta el buen olivo en el silvestre. Pero Dios ha tomado al pobre y silvestre gentil y lo ha injertado en el buen árbol abrahámico del privilegio. Además, el Apóstol no quiere que ignoren esta verdad dispensacional, «que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito».

Versículos 25-26. Este tiempo de ausencia de diferencia llegará a su fin. El propósito de Dios en la reunión de los gentiles se habrá cumplido. Luego todo Israel será salvo, como está escrito. Entonces se cumplirán todas las promesas dadas a ellos. Toda la nación entonces preservada de Israel será recogida a su propia tierra y nacerá de Dios, como está escrito. Así es el propósito de Dios. Aunque ahora son los más acerbos enemigos, Dios ha decretado que así sea.

Versículo 29. «Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.» Él no cambia. Ni una jota ni una tilde de Su palabra fallarán.

Versículos 30-31. La traducción literal de estos versículos es importante: «Por que ciertamente vosotros [también] una vez no habéis creído en Dios, pero ahora habéis sido objetos de misericordia, por la incredulidad de éstos; igualmente éstos ahora no han creído en vuestra misericordia, a fin de que puedan ser también objeto de misericordia». Esto es sumamente maravilloso, y es ejemplo del principio ya dado: Él tendrá misericordia de quien tenga misericordia. Los gentiles no tenían derecho a la salvación. Estaban muertos en pecados y en incredulidad. Dios les mostró una pura misericordia. Israel no estaba dispuesta a creer tal misericordia y perdió derecho a todos sus privilegios por su incredulidad, para que Dios pudiera finalmente salvarlos como nación, pero como objetos de misericordia.

Versículo 32. «Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!» No se hallará a nadie en la iglesia arriba o en el reino futuro de Dios en la tierra que no haya sido salvo como objeto de misericordia. Así, en ambos casos reina triunfante el libre favor de Dios.

Concluimos este capítulo con la solemne advertencia de que si la Cristiandad gentil no permanece en Su bondad, ella será también cortada. ¿Cuándo ha habido un tiempo en el que la bondad y el libre favor de Dios fuesen más claramente rechazados que en la actualidad? Nunca, desde los tiempos de los apóstoles, ha sido tan predicada la plena y libre gracia de Dios, y por tanto nunca ha sido tan rechazada. Hace poco tiempo visitamos una gran población donde se había edificado un gran auditorio para la predicación del evangelio de la gracia de Dios. Estaba cerrado. Cerca había un edificio muy grande ocupado por aquellos que están, como Israel en la antigüedad, buscando alcanzar la justicia por obras y ritual y mediante una Misa apenas disimulada. Estaba atestado de gente sentada y de pie. ¿Soportará esto Dios para siempre? Ciertamente, el fin está cerca. Las ramas gentiles han de ser cortadas. Así es como el Espíritu de Dios ha explicado este período de «no diferencia» en estos tres capítulos, 9, 10 y 11. Después de su conclusión vendrá la dispensación del reino de Cristo tal como ha sido predicho en todos los profetas. En aquel tiempo, todo Israel será salvo, como objetos de Su misericordia. «A él sea la gloria por los siglos. Amén.»

Esto concluye la sección doctrinal de esta maravillosa revelación de la justicia de Dios en Sus tratos con el hombre, la lectura de la cual no nos aprovechara de nada a no ser que sea hecha efectiva en nuestras almas por el Espíritu Santo. ¿Ha usado Él de esta manera Su propia Palabra, al ir pasando por sus maravillosas páginas? ¿Nos hemos reconocido como pecadores arruinados e impíos? ¿Hemos aprendido que no hay ni puede haber bien alguno en la carne? ¿Hemos creído a Dios que «levantó de los muertos a Jesús Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestros delitos» (4:24, 25, RV). ¿Hemos considerado estos delitos y hemos visto que habían sido transferidos a nuestro santo Sustituto? ¿Puedo yo decir que Él fue resucitado para mi justificación? De cierto que en tal caso estamos justificados por la fe y tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Ahora bien, al encontrarnos en este abundante y libre favor de Dios, ¿cómo debería ser nuestro andar? Habiendo sido liberados y teniendo el Espíritu de vida, ¿cuál debería ser el fruto? Los capítulos restantes dan la respuesta a estas preguntas.


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Traducción: Santiago Escuain - © Copyright 2002.
© Copyright SEDIN 2006 para esta presentación electrónica, www.sedin.org. Este texto se puede reproducir libremente para fines no comerciales y citando la procedencia y dirección de SEDIN, así como esta nota en su integridad.

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