Una y otra vez se pueden leer frases como éstas:
«La evolución ya no es considerada como una
hipótesis, salvo para aquellos cuyas creencias actúan
como una barrera mental frente a lo evidente. Tanto para el ateo como
para el católico practicante ... la Evolución es un
hecho, sin cuya aceptación queda sin sentido el mundo de lo
viviente...» (Contraportada de La Evolución de lo
viviente, de Pierre P. Grassé, H. Blume Ediciones, Madrid
1977). De manera similar, Stephen Jay Gould, profesor de
Geología de la Universidad de Harvard, mantiene en
público su postura de que «La evolución es un
hecho, como que las manzanas caen de los árboles».
Sin embargo, un enfoque más honrado y riguroso del
estado de la cuestión de los orígenes fue el que se hizo
patente cuando en 1981 el Museo de Historia Natural de South
Kensington, Inglaterra, inauguró una nueva exhibición
sobre Darwinismo. Lo primero que un visitante podía ver era este
texto:
¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué
hay tantas clases diferentes de seres vivientes?
Una idea es que todos los seres vivientes que vemos en la
actualidad han Evolucionado desde un antecesor distante mediante un
proceso de cambios graduales.
¿Cómo pudo tener lugar la evolución?
¿Cómo pudo una especie cambiar a otra?
La exhibición en esta sala contempla una posible
explicación: la explicación primero ideada por Charles
Darwin.
Algo más adelante en el local hay un cartel que admite
lo siguiente:
Otra explicación es que Dios creó todos los
seres vivientes, perfectos e inmutables.
La revista Nature dio respuesta a esta mentalidad
abierta en un editorial titulado «La Muerte de Darwin en South
Kensington» (Nature, 26
de febrero de 1981). Cita la frase del último folleto del Museo,
donde se dice, «Si la teoría de la evolución es
cierta ...», como evidencia de «la podredumbre en el
Museo». El editorial proseguía diciendo (Anónimo,
1981):
La nueva política de exhibiciones, que es la
principal
interacción del Museo con el mundo exterior, se está
llevando con algún grado de aislamiento del personal de
distinguidos biólogos del Museo, la mayor parte de los cuales
preferirían perder la mano derecha antes que comenzar una
oración con la frase «Si la teoría de la
evolución es cierta, ...» (pág. 735).
El editor de Nature publicó posteriormente una
carta (Ball, et al., 1981), firmada por 22 miembros del cuerpo de
distinguidos biólogos del Museo:
Señor: Como biólogos que trabajamos en el
Museo Británico nos sentimos atónitos al leer su
editorial «La Muerte de Darwin en South Kensington» (Nature,
26 de febrero, pág. 735). ¿Cómo es que una revista
como la suya, dedicada a la ciencia y a su práctica, puede
abogar por que una teoría sea presentada como un hecho?
Ésta es una actitud de prejuicio, no de ciencia, y como
científicos nuestra preocupación básica es
mantener una mente abierta ante lo ignoto. ¿O es que
podría ser de alguna otra manera?
Usted sugiere que la mayoría de nosotros
preferiríamos perder la mano derecha antes que comenzar una
oración con la frase «Si la teoría de la
evolución es cierta ...». ¿Acaso tenemos que
aceptar que la evolución es un hecho, que está demostrada
hasta los límites del rigor científico? Si esto es lo que
se debe inferir, entonces manifestamos nuestro más rotundo
desacuerdo. No tenemos una prueba absoluta de la teoría de la
evolución. Lo que tenemos es una evidencia circunstancial
abrumadora en su favor, y por ahora no tenemos una mejor alternativa.
Pero la teoría de la evolución sería abandonada
mañana si apareciera una teoría mejor. (pág. 82)
Antes de esto (en 1979) el doctor Colin Patterson,
paleontólogo senior,
Conservador del departamento de paleoictiología del Museo
Británico
de Historia Natural, había escrito una carta, reproducida en el número anterior de esta
revista Génesis, pág. 15, en la que, con
referencia a su libro Evolution, daba respuesta a una pregunta
acerca de las formas de transición en el registro fósil.
Esta carta es sumamente clara y reveladora en el sentido de que no hay
ninguna prueba sólida en favor de una conexión
fósil entre los diferentes y distintos grupos de vida.
Con posterioridad a este intercambio de cartas en Nature,
y en una conferencia dada en el Museo Americano de Historia Natural
ante más de mil científicos, el mismo doctor Colin
Patterson, hizo una serie de manifestaciones acerca del estado de la
evidencia sobre los orígenes que dista mucho de la
apreciación de que haya «una evidencia circunstancial
abrumadora». Estas manifestaciones tuvieron lugar en el Museo
Americano de Historia Natural y por otras vías, manifestaciones
que quedaron reflejadas en Génesis, vol. 1, n(o) 1,
págs. 11-14.
«¿Cómo es que
una revista como la suya, dedicada a la ciencia y a su práctica,
puede abogar por que una teoría sea presentada como un hecho?
Ésta es una actitud de prejuicio, no de ciencia . . .»
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