El
lector
apreciará en ocasiones brusquedad y
ausencias de
concordancia en el texto. Es un reflejo de la
transcripción. Se
debe
recordar que es el registro de una presentación oral, y
de un
intercambio oral posterior, no un trabajo redactado. Las
características del
discurso escrito y del lenguaje hablado son muy
distintas, incluyendo
este
último con frecuencia interrupciones, digresiones,
vacilaciones,
etc.
Todo esto
queda reflejado en el texto, sin que por ello desmerezca
su importante
contenido.
Introducción
Por la tarde del jueves 5 de
noviembre de
1981, el
paleontólogo Colin Patterson presentó una ponencia
ante
el Grupo de
Discusión
de Sistemática en el Museo Americano de Historia
Natural,
situado en el
lado
occidental del Parque Central de la Ciudad de Nueva
York. Lo que sigue
es la
primera transcripción cotejada de dicha ponencia,
hecha de la
cinta de
audio
original, y comparada con los recuerdos de un testigo
de la ponencia de
1981.
Desafortunadamente, esta no es la
primera
transcripción de
la ponencia de Patterson. Poco después que Patterson
hablase en
Nueva
York,
apareció una transcripción truncada e inexacta de sus
observaciones,
que llegó
a la atención del público y que fue el centro de la
consiguiente
controversia
(Bethell, 1985). Uno de los redactores, Paul Nelson,
vio esta
transcripción el
21 de enero de 1982, cuando era estudiante en la
Universidad de
Pittsburgh. La
transcripción llevaba el sello del «Fiscal General de
Arkansas» en la
esquina
superior derecha de la primera página, con una
anotación
escrita a
mano:
«Interesante — Llamar a Patterson sobre el pleito». A
través de la
parte superior
de la primera página, la transcripción llevaba
también esta nota:
«Aviso: No
está aprobado para su publicación impresa hasta que
sea
cotejado por
Colin
Patterson», advertencia que naturalmente no hizo nada
para
impedir la
inmediata
circulación pública del material. En algún momento
en noviembre o
diciembre de
1981, la transcripción fue enviada a Steve Clark,
Fiscal General
de
Arkansas,
que estaba defendiendo a su estado contra un pleito
presentado por la
Unión
para las Libertades Civiles Americanas en el Tribunal
del Distrito
Oriental de
Arkansas, respecto a la Ley 590, que ordenaba el
«trato
equilibrado» de
las
teorías de la evolución y creación en la
enseñanza de ciencias en las
escuelas
públicas de Arkansas. Hilton Hinderliter, profesor
adjunto de
física en
la Universidad Estatal de Pennsylvania, que había sido
citado
como
testigo del estado (pero que
nunca fue llamado a testificar durante el juicio), se
llevó de
vuelta
la
transcripción a Pennsylvania, donde la dio a Nelson.
Casi veinte años después del
acontecimiento, es
imposible
determinar quién realizó la transcripción
truncada. (Sin embargo, no
fue Wayne
Fair [véase más abajo], que grabó la cinta de la
que se realizó la
transcripción que sigue.) La transcripción llevaba
indicadas elipsis
donde se
había omitido material, contenía multitud de errores
ortográficos y de
otras
clases, y omitía totalmente el período de preguntas y
respuestas que,
como
revela la cinta de audio, duró casi tanto como la
ponencia
misma. Por
defecto,
esta transcripción inexacta pasó a ser el documento
originario de todas
las
transcripciones no autorizadas que circulan en la
actualidad. Dichas
transcripciones deberían quedar retiradas a un buen
merecido
olvido.
El
científico
Colin Patterson nació en
Hammersmith,
en el oeste
de
Londres, el 13 de octubre de 1933, y murió debido a un
fallo
cardíaco
el 9 de
marzo de 1998. Se educó en la escuela de Tonbridge y,
después del
servicio
militar, estudió en el Imperial College, en Londres,
donde se
graduó en
1957 en
zoología (parasitología). Desde 1957 hasta 1962,
Patterson dio clases
de
biología en la Facultad de Medicina del Hospital Guy,
y durante
este
período
recibió su doctorado (Ph.D.) de la Universidad de
Londres. En
1962
comenzó a
trabajar en el Departamento de Paleontología del Museo
Británico de
Historia
Natural, y siguió allí hasta su jubilación en
1993. Entre los
galardones que
recibió están la Medalla Científica de la Sociedad
Zoológica de Londres
(1972) y la Medalla de Oro de la Sociedad Linneana
(concedida a
título
póstumo en 1998). Patterson fue elegido miembro de la
Real
Sociedad en
1993.
Patterson llegó a su mayoría
de edad como
científico en un
tiempo en el que la teoría evolucionista y la práctica
de
la
sistemática
biológica estaban entrando en una crisis. Las
dimensiones de
esta
crisis son de
demasiado alcance para delinearla aquí; lo cierto es
que su
discusión
ocuparía
todo un libro. Se recomienda al lector que consulte la
obra de David L.
Hull, Science
as a Process (1988), y, más recientemente, la de
Henry Gee, In
Search of Deep Time: Beyond the Fossil Record to a
New History of Life
(1999). Estos libros exponen el surgimiento del
cladismo como
filosofía
y
método sistemáticos, un giro en el pensamiento y la
práctica de la
ciencia en
el que Colin Patterson fue una figura clave. En tanto
que este giro
—que sigue
en marcha— no puede tratarse de forma adecuada en esta
breve
introducción, unas
pocas observaciones podrán servir de ayuda para dar un
trasfondo
al
lector.
Podríamos comenzar con los inicios
de
la carrera
científica
de Patterson a mediados de la década de 1960, con su
mentor,
Errol
White
(1901-1985). White, que era miembro de la Real
Sociedad y Conservador
de Paleontología en el Museo Británico de Historia
Natural,
dirigió la tesis doctoral de Patterson sobre los peces
del
Mesozoico, y
también
dispuso su publicación (Patterson, 1964). En 1966,
como
presidente de
la Sociedad Linneana, White pronunció un discurso, «A
little on
Lungfishes [Unas breves
consideraciones sobre los peces pulmonados]» (White
1966), cuya
conclusión
merece ser citada extensamente —porque el discurso
encarna (de manera
resumida)
tanto una actitud acerca de cómo se debería entender
la
historia de la
vida,
que Patterson fue sacudiéndose al ir madurando, como
un
escepticismo
acerca de
la situación de la teoría evolucionista, que Patterson
llegó a hacer
suyo.
En su discurso, White describe las
problemáticas
características de los peces pulmonados, en relación
con
el registro
fósil.
Luego concluye así:
Pero, sean cuales sean
las ideas
que las
autoridades
puedan
tener acerca de este tema, los peces pulmonados, lo
mismo que cualquier
otro
grupo principal de peces que conozco, tienen sus
orígenes
firmemente
basados en nada, una cuestión de acalorada
disputa entre
los
expertos, cada
uno de
los cuales está firmemente convencido de que todos los
demás están
equivocados.
Y esto me trae a la verdadera cuestión de este
discurso —lo que
yo podría describir como un dilema imaginario mío; a
menudo he pensado
en lo
poco que me gustaría tener que demostrar la evolución
orgánica ante un
tribunal
de justicia. En mi experiencia sobre los peces
fósiles, aunque
uno
puede ver
con facilidad la tendencia general de la evolución,
cuando se
trata de
identificar las vinculaciones, tanto al nivel de
género como al
de un
grupo más
elevado, de manera invariable los eslabones están
ausentes del
todo o
son
defectuosos, es decir, siempre con uno o más
caracteres
desfasados
—incluso los
ictiostégidos, que a pesar de toda su posición
intermedia
superficialmente
evidente entre los peces ripidistios y los anfibios,
son demasiado
avanzados
con respecto a algunos caracteres, como la parte
posterior de la
cabeza, para
ser ancestros de los verdaderos anfibios. A pesar de
la actividad de
los
laboratorios, todavía está por encontrarse la prueba
directa de la
derivación
bajo circunstancias naturales de una forma a otra. Una
reciente y
admirable
reseña en el Times Literary Supplement (Anon.
1965) de
un
vistoso libro
ilustrado sobre la evolución sirvió de brusco
recordatorio de que la
Evolución
sigue siendo una teoría que nunca ha sido demostrada
mediante
experimentación, además
de servir de correctivo para una descuidada forma de
pensar y de hablar
sobre
Darwinismo, a la vez que el sucesor de Stensiö en
Estocolmo, Erik
Jarvik
(1965:80, fig. 28) proporcionó un resumen de la
situación
reconfortante
por su
sinceridad. Todos vosotros estáis más que bien
familiarizados con el
árbol
evolutivo comúnmente publicado, con una complejidad de
ramitas
que
representan
a cada grupo, a menudo conectado en la base para
constituir un buen y
sólido
tronco de origen común. Bien, echemos un vistazo al
diagrama de
Jarvik
del
árbol genealógico de los vertebrados inferiores —las
ramitas están ahí,
desde
luego, pero parecen más una valla de estacas de
avellano que un
árbol,
porque
no hay ni un grupo con un origen común demostrado.
Esta es una
situación que una
cantidad de personas ha visto con claridad durante
largo tiempo, pero
pocos la
han descrito de una manera tan contundente antes de
ahora. Es desde
luego bueno
recordar que el dogma de la evolución orgánica que
creemos tan
sinceramente
sigue siendo una teoría que generalmente concuerda con
los
hechos tal
como los
conocemos. Lo que sabemos de cierto es por la
evidencia de la
geología,
que nos
dice que los restos de los seres orgánicos de las
rocas
más antiguas a
las más
recientes forman una sucesión, sumamente imperfecta,
en la que
la
imagen
general es la de seres, tanto animales como plantas,
con un aspecto
crecientemente moderno. Lo expreso así para evitar el
termino
«superiores» que
se usa tan comúnmente, porque es subjetivo y, en
nuestro
subconsciente
tenemos
siempre, me parece, la imagen de una pirámide con
nosotros
mismos, el Homo
sapiens, sentados en la cima; pero mucho del
desarrollo es
meramente hacia
los lados, en lugar de hacia arriba, hacia una simple
diversificación,
y
posiblemente sin propósito. Seguimos sin saber por qué
algunos grupos
como los dipnoos,
y cosa más enigmática quizá los celacantos con su
medio ambiente tan
diverso,
sobrevivieron sin grandes cambios durante 300 millones
de años,
mientras que
los emparentados ripidistios evolucionaron rápidamente
hasta
extinguirse.
Seguimos sin conocer los mecanismos de la evolución a
pesar de
las
confiadas
pretensiones que se manifiestan en algunos sectores,
ni es probable que
consigamos mucho progreso adicional en todo ello
mediante los
métodos
clásicos
de la paleontología o de la biología; y desde luego no
adelantaremos en
todo
esto desgañitándonos a saltos con el grito de
«Darwin es Dios y yo,
Fulano-de-tal, soy su profeta» —las recientes
investigaciones de
estudiosos
como Dean y Hinshelwood (1964) ya sugieren la
posibilidad de unas
incipientes
grietas en las paredes aparentemente monolíticas del
Jericó
neodarwinista.
(1966, p. 8)
¿Cómo llega alguien a conocer
acerca del origen de
cualquier
grupo de organismos? Por medio de sus fósiles. Esta
perspectiva,
que
pasó a
rechazar, fue captada de forma sucinta por Patterson
en uno de sus
artículos
clásicos (Patterson 1981):
Después de todo, la
evolución es una teoría acerca
de
la
historia de la vida; las relaciones evolutivas son
relaciones
históricas; los
fósiles son la única evidencia concreta de la historia
de
la vida; por
ello,
los fósiles han de ser los árbitros de las relaciones
evolutivas.
(1981, p.
195)
Así, allí donde faltan
fósiles, o donde la
interpretación
de los mismos es ambigua —como White argumenta que es
el caso de los
peces— el
origen del grupo en cuestión ha de ser por tanto
incierto, o
desconocido.
Sin embargo, al descubrir la obra del taxónomo
alemán Willi
Hennig (1966), mediante la lectura en 1967 una
monografía del
entomólogo sueco
Lars Brundin (1966), Patterson comenzó a replantearse
tanto la
pretendida
primacía de los datos fósiles en la sistemática,
como también (y de
forma más
radical) el peso de la teoría de la evolución en
general
sobre nuestra
comprensión de las relaciones biológicas. Quizá la
sistemática no
debería
presuponer ninguna teoría de evolución, sino más
bien mantenerse
independiente
de tales teorías. Tal como Patterson expresó este
punto,
en un breve
artículo
vigorosamente argumentado en 1980:
… con el desarrollo de
la
teoría de la cladística, se
ha puesto
en claro que más y más del marco evolucionista no es
esencial, y que se
puede
dejar a un lado. El principal síntoma de este cambio
es la
significación que se
asigna a los nodos en los cladogramas. En el libro de
Hennig, como en
todo el
trabajo pionero en cladística, los nodos se consideran
como
representativos de
especies ancestrales. Se ha descubierto que esta
suposición es
innecesaria, e
incluso engañosa, y se puede desechar. Platnick (1980)
se
refiere a la
nueva
teoría como «cladismo transformado» y la
transformación es un
alejamiento de la
dependencia de la teoría evolucionista. Y Gareth
Nelson, que es
el
principal
responsable de la transformación, lo expresó así
en una carta que me
envió este
verano: «En cierto modo, creo que estamos
sencillamente
descubrimiento
la
sistemática pre-evolucionista; o, si no
redescubriéndola,
desarrollándola». …
En mi
opinión, el resultado más
importante de la
cladística es
que un método simple, incluso ingenuo, de descubrir
los grupos
de la
sistemática —lo que se solía designar como el sistema
natural— nos ha
llevado a
algunos de nosotros a la conciencia de que muchas de
las explicaciones
que se
dan en la actualidad de la naturaleza, en términos de
neodarwinismo, o
de la
teoría sintética, pueden ser retórica
vacía. (1980, p. 239)
Como bien lo explican Hull
(1988) y
Gee (1999), no
era de
esperar que los neodarwinistas se tomasen esta clase
de disidencia a la
ligera. Y, como ya se ha observado, el escepticismo de
Patterson acerca
del papel de la
teoría evolucionista en la sistemática se cruzó
con las controversias
políticas
en los Estados Unidos acerca de la enseñanza de la
evolución en las
escuelas
públicas. En las semanas posteriores a la ponencia
presentada en
noviembre por
Patterson, por ejemplo, las páginas de la revista Science
iban
repletas de reportajes del escritor científico Roger
Lewin
acerca
del desarrollo del juicio en Arkansas respecto del
«trato
equilibrado»,
la
vista del cual se celebraba ante el Juez William
Overton en el Tribunal
Federal
en Little Rock.
Fue en esta atmósfera cargada que
Patterson
encendió la
antorcha de su ponencia de noviembre de 1981. Había un
magnetófono en
marcha;
la deflagración fue inevitable. Es bien improbable que
Patterson
tuviera conciencia
de los problemas que se iban a suscitar con sus
observaciones; de
hecho,
algunos han especulado si su primer ataque de corazón
a
principios de
la década
de los 1980 fue causado por el estrés de tener que
responder a
preguntas acerca
de sus opiniones tocantes a la evolución.
Sin embargo, lo que aparece de
manera
inequívoca
en la
transcripción es la actividad de un vivaz intelecto
cubriendo de
forma
penetrante unos profundos problemas en la sistemática
biológica. El
paso del
tiempo no ha restado fuerza a la ponencia de
Patterson. Muchas de sus
observaciones (p. ej., acerca de la dificultad para
determinar
homologías
moleculares) se pueden considerar como proféticas.
Para detalles biográficos acerca de
la vida y
carrera
científica de Colin Patterson, se recomienda al lector
la
lectura de
«Colin
Patterson (1933-1998): A Celebration of his Life»,
Special Issue
No. 2
de The
Linnean (London: Academic Press, 2000), 96 pp.
Los colegas de
Patterson Bobb
Schaeffer y Brian Gardiner prepararon una bibliografía
anotada
de sus
obras
(véase Schaeffer y Gardiner 1996).
La
ponencia
El Grupo de Discusión de
Sistemática se reunía por
la tarde de
cada primer jueves de mes a lo largo del año
académico,
de septiembre a
mayo.
El grupo se reunía en ocasiones adicionales cuando
había
alguna ocasión
que lo
justificase. Durante el verano, Donn Rosen, un
conservador de peces en
el Museo
Americano, preparaba (probablemente consultando con
otros) la
programación para
el siguiente año. Dicha programación se enviaba a una
lista de personas
interesadas en la región de la Ciudad de Nueva York, y
estaba
también
disponible en una programación de acontecimientos
publicada por
el
Museo,
mediante folletos producidos para el público, y
también
mediante envíos
a
miembros del Museo. Poco antes de cada reunión se
enviaba un
recordatorio. Sin
embargo, para muchos era suficiente con recordar que
se trataba del
primer
jueves de mes, porque asistían siempre, fuesen cuales
fuesen el
orador
o el
tema.
Las reuniones solían ser
polémicas. Según un
asistente
regular a estas discusiones, las grabadoras se usaban
de vez en cuando,
sin
objeciones. La hora de reunión era las 7 de la tarde.
El Museo
cerraba
las puertas hacia las 6 de la tarde. Pero cualquier
persona, cualquier
miembro del público o reportero de los medios de
comunicaciones,
podía
acceder
simplemente presentándose en el «Primer Piso de
Roosevelt», lo que
significa la
planta baja de la Entrada del Parque Central, y
anunciando al personal
de
seguridad que «iba a la reunión». Esta
práctica de admisión informal se
daba
también en el caso de otras «sociedades» que se
reunían con regularidad
en el
Museo: La Sociedad Linneana de Nueva York, la Sociedad
de
Microscopía
de Nueva
York, y otras.
Existía el acuerdo, y se
cumplía, de que la
reunión habría
acabado y los asistentes debían estar fuera del Museo,
para las
9 de la
noche. La razón de este acuerdo era la necesidad de
programar
horas de
servicio para personal
extra de seguridad, principalmente para el
funcionamiento de los
ascensores,
que para aquella época eran de funcionamiento manual,
y
también para
dirigir a
los asistentes a la sala de reunión y para atender a
otras
cuestiones
derivadas
de la presencia de personas en el interior del Museo.
En resumen, las reuniones del Grupo
de
Discusión
de
Sistemática estaban abiertas al público interesado.
Notas acerca
del cotejo
La cinta de audio original de la
que se
realizó la
siguiente
transcripción la grabó Wayne Frair, que en 1981 era
profesor de
Biología en The
King’s College, Briarcliff Manor, New York. El doctor
Frair,
taxonomista de
tortugas, asistía con regularidad a las reuniones del
Grupo de
Discusión de
Sistemática. Durante la presentación de Patterson
estuvo
sentado en la
primera
fila de la sala, directamente enfrente de Colin
Patterson, y puso su
grabadora
a plena vista tanto de Patterson como de Donn Rosen,
el moderador.
En cuatro momentos, aparecen
interrupciones
menores en la
cinta original. Dichas interrupciones quedan indicadas
por «[interrupción
en
cinta]» en la transcripción. Siempre que es
posible,
se identifican
los participantes por su nombre. En esta tarea, los
redactores han
recibido una gran
ayuda de parte de un testigo de la ponencia de 1981
(no Wayne Frair)
que desea
permanecer en el anonimato. Este testigo conocía
personalmente a
casi
todos los
oradores en la presentación. Dicho testigo ha
escuchado la cinta
original
varias veces, cotejándola con la transcripción, y ha
ayudado a los
redactores
con numerosas correcciones.
En ocasiones, el ruido del
micrófono,
las
interrupciones, o
la distancia del participante al micrófono han hecho
imposible
una
transcripción exacta. Estos puntos se marcan con «[ininteligible]»
en la transcripción. Después de considerarlo, los
redactores han
decidido no incluir figuras o
ilustraciones, con la excepción de un diagrama de
Ernst Mayr de
1981,
para el
que estaba disponible el original publicado. A
diferencia de la cinta
de audio
de la ponencia y de las fuentes publicadas a las que
hace referencia
Patterson,
los dibujos de la pizarra no han sobrevivido. Aunque
se podría
hacer
una
reconstrucción de los dibujos mediante las
descripciones de
Patterson,
las
figuras resultantes serían solo conjeturas.
Paul
A.
Nelson y
William W. Kvasnikoff
Centro
para la
Renovación de la Ciencia y de la Cultura
Instituto
Discovery
www.discovery.org/crsc
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Evolutionists. Harper’s
Magazine 270 (febrero):49-61.
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