¿Me pueden decir algo
acerca de la Evolución?

 
Discusión del Evolucionismo en su papel de antiteoría y anticonocimiento.
Transcripción de la Ponencia de

Colin Patterson de noviembre de 1981 en el

Museo Americano de Historia Natural,

Ciudad de Nueva York
 

5 de Noviembre de 1981



Índice


Introducción y Prefacio

Ponencia

Turno de preguntas








Nota: Para obtener el original inglés, incluyendo la cinta de audio, puede pinchar AQUÍ:


Transcripción de la Ponencia de Colin Patterson - ¿Me pueden decir algo acerca de la Evolución?
Título original: Can You Tell Me Anything about Evolution?
- Transcripción y cotejo en inglés por Paul A. Nelson y William Kvaniskoff
© Copyright 2000, Access Research Network - Todos los derechos reservados
PO Box 38069
Colorado Springs
Colorado 80937-8069

Traducción del inglés: Santiago Escuain
© Copyright 2005, SEDIN - Todos los derechos reservados
SEDIN-Servicio Evangélico
Apartat 2002
08200 SABADELL
(Barcelona) ESPAÑA
Se puede reproducir para usos no comerciales manteniendo esta nota de Copyright y la procedencia.

Observaciones del Traductor


El lector apreciará en ocasiones brusquedad y ausencias de concordancia en el texto. Es un reflejo de la transcripción. Se debe recordar que es el registro de una presentación oral, y de un intercambio oral posterior, no un trabajo redactado. Las características del discurso escrito y del lenguaje hablado son muy distintas, incluyendo este último con frecuencia interrupciones, digresiones, vacilaciones, etc. Todo esto queda reflejado en el texto, sin que por ello desmerezca su importante contenido.


Introducción


Por la tarde del jueves 5 de noviembre de 1981, el paleontólogo Colin Patterson presentó una ponencia ante el Grupo de Discusión de Sistemática en el Museo Americano de Historia Natural, situado en el lado occidental del Parque Central de la Ciudad de Nueva York. Lo que sigue es la primera transcripción cotejada de dicha ponencia, hecha de la cinta de audio original, y comparada con los recuerdos de un testigo de la ponencia de 1981.

 

Desafortunadamente, esta no es la primera transcripción de la ponencia de Patterson. Poco después que Patterson hablase en Nueva York, apareció una transcripción truncada e inexacta de sus observaciones, que llegó a la atención del público y que fue el centro de la consiguiente controversia (Bethell, 1985). Uno de los redactores, Paul Nelson, vio esta transcripción el 21 de enero de 1982, cuando era estudiante en la Universidad de Pittsburgh. La transcripción llevaba el sello del «Fiscal General de Arkansas» en la esquina superior derecha de la primera página, con una anotación escrita a mano: «Interesante — Llamar a Patterson sobre el pleito». A través de la parte superior de la primera página, la transcripción llevaba también esta nota: «Aviso: No está aprobado para su publicación impresa hasta que sea cotejado por Colin Patterson», advertencia que naturalmente no hizo nada para impedir la inmediata circulación pública del material. En algún momento en noviembre o diciembre de 1981, la transcripción fue enviada a Steve Clark, Fiscal General de Arkansas, que estaba defendiendo a su estado contra un pleito presentado por la Unión para las Libertades Civiles Americanas en el Tribunal del Distrito Oriental de Arkansas, respecto a la Ley 590, que ordenaba el «trato equilibrado» de las teorías de la evolución y creación en la enseñanza de ciencias en las escuelas públicas de Arkansas. Hilton Hinderliter, profesor adjunto de física en la Universidad Estatal de Pennsylvania, que había sido citado como testigo del estado (pero que nunca fue llamado a testificar durante el juicio), se llevó de vuelta la transcripción a Pennsylvania, donde la dio a Nelson.

 

Casi veinte años después del acontecimiento, es imposible determinar quién realizó la transcripción truncada. (Sin embargo, no fue Wayne Fair [véase más abajo], que grabó la cinta de la que se realizó la transcripción que sigue.) La transcripción llevaba indicadas elipsis donde se había omitido material, contenía multitud de errores ortográficos y de otras clases, y omitía totalmente el período de preguntas y respuestas que, como revela la cinta de audio, duró casi tanto como la ponencia misma. Por defecto, esta transcripción inexacta pasó a ser el documento originario de todas las transcripciones no autorizadas que circulan en la actualidad. Dichas transcripciones deberían quedar retiradas a un buen merecido olvido.

 

El científico

 

Colin Patterson nació en Hammersmith, en el oeste de Londres, el 13 de octubre de 1933, y murió debido a un fallo cardíaco el 9 de marzo de 1998. Se educó en la escuela de Tonbridge y, después del servicio militar, estudió en el Imperial College, en Londres, donde se graduó en 1957 en zoología (parasitología). Desde 1957 hasta 1962, Patterson dio clases de biología en la Facultad de Medicina del Hospital Guy, y durante este período recibió su doctorado (Ph.D.) de la Universidad de Londres. En 1962 comenzó a trabajar en el Departamento de Paleontología del Museo Británico de Historia Natural, y siguió allí hasta su jubilación en 1993. Entre los galardones que recibió están la Medalla Científica de la Sociedad Zoológica de Londres (1972) y la Medalla de Oro de la Sociedad Linneana (concedida a título póstumo en 1998). Patterson fue elegido miembro de la Real Sociedad en 1993.

 

Patterson llegó a su mayoría de edad como científico en un tiempo en el que la teoría evolucionista y la práctica de la sistemática biológica estaban entrando en una crisis. Las dimensiones de esta crisis son de demasiado alcance para delinearla aquí; lo cierto es que su discusión ocuparía todo un libro. Se recomienda al lector que consulte la obra de David L. Hull, Science as a Process (1988), y, más recientemente, la de Henry Gee, In Search of Deep Time: Beyond the Fossil Record to a New History of Life (1999). Estos libros exponen el surgimiento del cladismo como filosofía y método sistemáticos, un giro en el pensamiento y la práctica de la ciencia en el que Colin Patterson fue una figura clave. En tanto que este giro —que sigue en marcha— no puede tratarse de forma adecuada en esta breve introducción, unas pocas observaciones podrán servir de ayuda para dar un trasfondo al lector.

 

Podríamos comenzar con los inicios de la carrera científica de Patterson a mediados de la década de 1960, con su mentor, Errol White (1901-1985). White, que era miembro de la Real Sociedad y Conservador de Paleontología en el Museo Británico de Historia Natural, dirigió la tesis doctoral de Patterson sobre los peces del Mesozoico, y también dispuso su publicación (Patterson, 1964). En 1966, como presidente de la Sociedad Linneana, White pronunció un discurso, «A little on Lungfishes [Unas breves consideraciones sobre los peces pulmonados]» (White 1966), cuya conclusión merece ser citada extensamente —porque el discurso encarna (de manera resumida) tanto una actitud acerca de cómo se debería entender la historia de la vida, que Patterson fue sacudiéndose al ir madurando, como un escepticismo acerca de la situación de la teoría evolucionista, que Patterson llegó a hacer suyo.

 

En su discurso, White describe las problemáticas características de los peces pulmonados, en relación con el registro fósil. Luego concluye así:

Pero, sean cuales sean las ideas que las autoridades puedan tener acerca de este tema, los peces pulmonados, lo mismo que cualquier otro grupo principal de peces que conozco, tienen sus orígenes firmemente basados en nada, una cuestión de acalorada disputa entre los expertos, cada uno de los cuales está firmemente convencido de que todos los demás están equivocados.

Y esto me trae a la verdadera cuestión de este discurso —lo que yo podría describir como un dilema imaginario mío; a menudo he pensado en lo poco que me gustaría tener que demostrar la evolución orgánica ante un tribunal de justicia. En mi experiencia sobre los peces fósiles, aunque uno puede ver con facilidad la tendencia general de la evolución, cuando se trata de identificar las vinculaciones, tanto al nivel de género como al de un grupo más elevado, de manera invariable los eslabones están ausentes del todo o son defectuosos, es decir, siempre con uno o más caracteres desfasados —incluso los ictiostégidos, que a pesar de toda su posición intermedia superficialmente evidente entre los peces ripidistios y los anfibios, son demasiado avanzados con respecto a algunos caracteres, como la parte posterior de la cabeza, para ser ancestros de los verdaderos anfibios. A pesar de la actividad de los laboratorios, todavía está por encontrarse la prueba directa de la derivación bajo circunstancias naturales de una forma a otra. Una reciente y admirable reseña en el Times Literary Supplement (Anon. 1965) de un vistoso libro ilustrado sobre la evolución sirvió de brusco recordatorio de que la Evolución sigue siendo una teoría que nunca ha sido demostrada mediante experimentación, además de servir de correctivo para una descuidada forma de pensar y de hablar sobre Darwinismo, a la vez que el sucesor de Stensiö en Estocolmo, Erik Jarvik (1965:80, fig. 28) proporcionó un resumen de la situación reconfortante por su sinceridad. Todos vosotros estáis más que bien familiarizados con el árbol evolutivo comúnmente publicado, con una complejidad de ramitas que representan a cada grupo, a menudo conectado en la base para constituir un buen y sólido tronco de origen común. Bien, echemos un vistazo al diagrama de Jarvik del árbol genealógico de los vertebrados inferiores —las ramitas están ahí, desde luego, pero parecen más una valla de estacas de avellano que un árbol, porque no hay ni un grupo con un origen común demostrado. Esta es una situación que una cantidad de personas ha visto con claridad durante largo tiempo, pero pocos la han descrito de una manera tan contundente antes de ahora. Es desde luego bueno recordar que el dogma de la evolución orgánica que creemos tan sinceramente sigue siendo una teoría que generalmente concuerda con los hechos tal como los conocemos. Lo que sabemos de cierto es por la evidencia de la geología, que nos dice que los restos de los seres orgánicos de las rocas más antiguas a las más recientes forman una sucesión, sumamente imperfecta, en la que la imagen general es la de seres, tanto animales como plantas, con un aspecto crecientemente moderno. Lo expreso así para evitar el termino «superiores» que se usa tan comúnmente, porque es subjetivo y, en nuestro subconsciente tenemos siempre, me parece, la imagen de una pirámide con nosotros mismos, el Homo sapiens, sentados en la cima; pero mucho del desarrollo es meramente hacia los lados, en lugar de hacia arriba, hacia una simple diversificación, y posiblemente sin propósito. Seguimos sin saber por qué algunos grupos como los dipnoos, y cosa más enigmática quizá los celacantos con su medio ambiente tan diverso, sobrevivieron sin grandes cambios durante 300 millones de años, mientras que los emparentados ripidistios evolucionaron rápidamente hasta extinguirse. Seguimos sin conocer los mecanismos de la evolución a pesar de las confiadas pretensiones que se manifiestan en algunos sectores, ni es probable que consigamos mucho progreso adicional en todo ello mediante los métodos clásicos de la paleontología o de la biología; y desde luego no adelantaremos en todo esto desgañitándonos a saltos con el grito de «Darwin es Dios y yo, Fulano-de-tal, soy su profeta» —las recientes investigaciones de estudiosos como Dean y Hinshelwood (1964) ya sugieren la posibilidad de unas incipientes grietas en las paredes aparentemente monolíticas del Jericó neodarwinista. (1966, p. 8)

¿Cómo llega alguien a conocer acerca del origen de cualquier grupo de organismos? Por medio de sus fósiles. Esta perspectiva, que pasó a rechazar, fue captada de forma sucinta por Patterson en uno de sus artículos clásicos (Patterson 1981):

Después de todo, la evolución es una teoría acerca de la historia de la vida; las relaciones evolutivas son relaciones históricas; los fósiles son la única evidencia concreta de la historia de la vida; por ello, los fósiles han de ser los árbitros de las relaciones evolutivas. (1981, p. 195)

Así, allí donde faltan fósiles, o donde la interpretación de los mismos es ambigua —como White argumenta que es el caso de los peces— el origen del grupo en cuestión ha de ser por tanto incierto, o desconocido.

Sin embargo, al descubrir la obra del taxónomo alemán Willi Hennig (1966), mediante la lectura en 1967 una monografía del entomólogo sueco Lars Brundin (1966), Patterson comenzó a replantearse tanto la pretendida primacía de los datos fósiles en la sistemática, como también (y de forma más radical) el peso de la teoría de la evolución en general sobre nuestra comprensión de las relaciones biológicas. Quizá la sistemática no debería presuponer ninguna teoría de evolución, sino más bien mantenerse independiente de tales teorías. Tal como Patterson expresó este punto, en un breve artículo vigorosamente argumentado en 1980:

… con el desarrollo de la teoría de la cladística, se ha puesto en claro que más y más del marco evolucionista no es esencial, y que se puede dejar a un lado. El principal síntoma de este cambio es la significación que se asigna a los nodos en los cladogramas. En el libro de Hennig, como en todo el trabajo pionero en cladística, los nodos se consideran como representativos de especies ancestrales. Se ha descubierto que esta suposición es innecesaria, e incluso engañosa, y se puede desechar. Platnick (1980) se refiere a la nueva teoría como «cladismo transformado» y la transformación es un alejamiento de la dependencia de la teoría evolucionista. Y Gareth Nelson, que es el principal responsable de la transformación, lo expresó así en una carta que me envió este verano: «En cierto modo, creo que estamos sencillamente descubrimiento la sistemática pre-evolucionista; o, si no redescubriéndola, desarrollándola». …

En mi opinión, el resultado más importante de la cladística es que un método simple, incluso ingenuo, de descubrir los grupos de la sistemática —lo que se solía designar como el sistema natural— nos ha llevado a algunos de nosotros a la conciencia de que muchas de las explicaciones que se dan en la actualidad de la naturaleza, en términos de neodarwinismo, o de la teoría sintética, pueden ser retórica vacía. (1980, p. 239)

 Como bien lo explican Hull (1988) y Gee (1999), no era de esperar que los neodarwinistas se tomasen esta clase de disidencia a la ligera. Y, como ya se ha observado, el escepticismo de Patterson acerca del papel de la teoría evolucionista en la sistemática se cruzó con las controversias políticas en los Estados Unidos acerca de la enseñanza de la evolución en las escuelas públicas. En las semanas posteriores a la ponencia presentada en noviembre por Patterson, por ejemplo, las páginas de la revista Science iban repletas de reportajes del escritor científico Roger Lewin acerca del desarrollo del juicio en Arkansas respecto del «trato equilibrado», la vista del cual se celebraba ante el Juez William Overton en el Tribunal Federal en Little Rock.

 

Fue en esta atmósfera cargada que Patterson encendió la antorcha de su ponencia de noviembre de 1981. Había un magnetófono en marcha; la deflagración fue inevitable. Es bien improbable que Patterson tuviera conciencia de los problemas que se iban a suscitar con sus observaciones; de hecho, algunos han especulado si su primer ataque de corazón a principios de la década de los 1980 fue causado por el estrés de tener que responder a preguntas acerca de sus opiniones tocantes a la evolución.

 

Sin embargo, lo que aparece de manera inequívoca en la transcripción es la actividad de un vivaz intelecto cubriendo de forma penetrante unos profundos problemas en la sistemática biológica. El paso del tiempo no ha restado fuerza a la ponencia de Patterson. Muchas de sus observaciones (p. ej., acerca de la dificultad para determinar homologías moleculares) se pueden considerar como proféticas.

 

Para detalles biográficos acerca de la vida y carrera científica de Colin Patterson, se recomienda al lector la lectura de «Colin Patterson (1933-1998): A Celebration of his Life», Special Issue No. 2 de The Linnean (London: Academic Press, 2000), 96 pp. Los colegas de Patterson Bobb Schaeffer y Brian Gardiner prepararon una bibliografía anotada de sus obras (véase Schaeffer y Gardiner 1996).

 

La ponencia

 

El Grupo de Discusión de Sistemática se reunía por la tarde de cada primer jueves de mes a lo largo del año académico, de septiembre a mayo. El grupo se reunía en ocasiones adicionales cuando había alguna ocasión que lo justificase. Durante el verano, Donn Rosen, un conservador de peces en el Museo Americano, preparaba (probablemente consultando con otros) la programación para el siguiente año. Dicha programación se enviaba a una lista de personas interesadas en la región de la Ciudad de Nueva York, y estaba también disponible en una programación de acontecimientos publicada por el Museo, mediante folletos producidos para el público, y también mediante envíos a miembros del Museo. Poco antes de cada reunión se enviaba un recordatorio. Sin embargo, para muchos era suficiente con recordar que se trataba del primer jueves de mes, porque asistían siempre, fuesen cuales fuesen el orador o el tema.

 

Las reuniones solían ser polémicas. Según un asistente regular a estas discusiones, las grabadoras se usaban de vez en cuando, sin objeciones. La hora de reunión era las 7 de la tarde. El Museo cerraba las puertas hacia las 6 de la tarde. Pero cualquier persona, cualquier miembro del público o reportero de los medios de comunicaciones, podía acceder simplemente presentándose en el «Primer Piso de Roosevelt», lo que significa la planta baja de la Entrada del Parque Central, y anunciando al personal de seguridad que «iba a la reunión». Esta práctica de admisión informal se daba también en el caso de otras «sociedades» que se reunían con regularidad en el Museo: La Sociedad Linneana de Nueva York, la Sociedad de Microscopía de Nueva York, y otras.

 

Existía el acuerdo, y se cumplía, de que la reunión habría acabado y los asistentes debían estar fuera del Museo, para las 9 de la noche. La razón de este acuerdo era la necesidad de programar horas de servicio para personal extra de seguridad, principalmente para el funcionamiento de los ascensores, que para aquella época eran de funcionamiento manual, y también para dirigir a los asistentes a la sala de reunión y para atender a otras cuestiones derivadas de la presencia de personas en el interior del Museo.

 

En resumen, las reuniones del Grupo de Discusión de Sistemática estaban abiertas al público interesado.


Notas acerca del cotejo

 

La cinta de audio original de la que se realizó la siguiente transcripción la grabó Wayne Frair, que en 1981 era profesor de Biología en The King’s College, Briarcliff Manor, New York. El doctor Frair, taxonomista de tortugas, asistía con regularidad a las reuniones del Grupo de Discusión de Sistemática. Durante la presentación de Patterson estuvo sentado en la primera fila de la sala, directamente enfrente de Colin Patterson, y puso su grabadora a plena vista tanto de Patterson como de Donn Rosen, el moderador.

 

En cuatro momentos, aparecen interrupciones menores en la cinta original. Dichas interrupciones quedan indicadas por «[interrupción en cinta]» en la transcripción. Siempre que es posible, se identifican los participantes por su nombre. En esta tarea, los redactores han recibido una gran ayuda de parte de un testigo de la ponencia de 1981 (no Wayne Frair) que desea permanecer en el anonimato. Este testigo conocía personalmente a casi todos los oradores en la presentación. Dicho testigo ha escuchado la cinta original varias veces, cotejándola con la transcripción, y ha ayudado a los redactores con numerosas correcciones.

 

En ocasiones, el ruido del micrófono, las interrupciones, o la distancia del participante al micrófono han hecho imposible una transcripción exacta. Estos puntos se marcan con «[ininteligible]» en la transcripción. Después de considerarlo, los redactores han decidido no incluir figuras o ilustraciones, con la excepción de un diagrama de Ernst Mayr de 1981, para el que estaba disponible el original publicado. A diferencia de la cinta de audio de la ponencia y de las fuentes publicadas a las que hace referencia Patterson, los dibujos de la pizarra no han sobrevivido. Aunque se podría hacer una reconstrucción de los dibujos mediante las descripciones de Patterson, las figuras resultantes serían solo conjeturas.

 

Paul A. Nelson y William W. Kvasnikoff
Centro para la Renovación de la Ciencia y de la Cultura

Instituto Discovery

www.discovery.org/crsc



 



Referencias

 

Bethell, Tom. 1985. Agnostic Evolutionists. Harper’s Magazine 270 (febrero):49-61.

 

Brundin, Lars. 1966. Transantartic relationships and their significance, as evidenced by chironomid midges. K. Svenska Vet. Akad. Handl. (4)11:1-472.

 

Gee, Henry. 1999. In Search of Deep Time: Beyond the Fossil Record to a New History of Life. New York: The Free Press.

 

Hull, David. 1988. Science as a Process. Chicago: University of Chicago Press.

 

Patterson, Colin. 1964. A review of Mesozoic acanthopterygian fishes, with special reference to those of the English Chalk. Philosophical Transactions of the Royal Society of London, Series B 247:213-482.

 

Patterson, Colin. 1980. Cladistics. The Biologist 27:234-240.

 

Patterson, Colin. 1981. Significance of Fossils in Determining Evolutionary Relationships. Annual Review of Ecology and Systematics 12:195-223.

 

Schaeffer, Bobb and Gardiner, Brian. 1996. An Annotated Bibliography of the Work of Colin Patterson. En M. L. J. Stiassny, L. R. Parenti, y D. G. Johnson, eds., Interrelationships of Fishes. New York: Academic Press, pp. 1-7.

 

White, Errol. 1966. Presidential Address: A little on Lung-fishes. Proceedings of the Linnean Society of London 177-1-11.



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