LA ESPERANZA ACTUAL
DE LA IGLESIALA ESPERANZA ACTUAL DE LA IGLESIA
Y PROFECÍAS QUE ESTABLECEN LA VERDAD
DEL REGRESO PERSONAL DEL SALVADOR
* * * *
Once Conferencias pronunciadas en 1840 en la ciudad de Ginebra por
John Nelson Darby
SEGUNDA CONFERENCIA
(Efesios 1)
La Iglesia y su gloria.
De los tres objetos que indiqué en nuestra primera
conferencia como tema de nuestro estudio, el primero que
consideraremos es el de la Iglesia y su gloria. Nos introduce, como
hemos dicho, a lo que pertenece al Padre, el carácter bajo el
que Dios se nos ha revelado, y de donde derivan para la Iglesia los
frutos de la gracia y de todas las circunstancias de su estado en la
gloria, como se derivaban para Israel del nombre de Jehová. Y
ahora podemos agregar otro principio destacado en la Epístola
a los Efesios, y estrechamente relacionado con nuestro tema
principal: que el Padre ha dado la Iglesia a Cristo como Su Esposa,
de manera que ella participará plenamente en toda Su gloria.
Al adoptarnos como hijos suyos, el Padre nos ha asociado a los
derechos y a la gloria del Hijo, el primogénito entre muchos
hermanos. Como Esposa de Jesús, nos gozamos en todos los
privilegios que le pertenecen, en virtud de Su incomparable amor.
El Padre ama al Hijo, y ha puesto todas las cosas en Su mano. He
aquí el primer gran principio que deseo presentar. Y de la
manera en que el Hijo ha glorificado al Padre, así el Padre
glorifica al Hijo.
Un segundo principio es que nosotros participaremos de la gloria
del Hijo, como está dicho (Juan 17:22): «Y yo les he dado
la gloria que me diste». Y ello para que el mundo sepa que el
Padre nos ama como ama al mismo Jesús. Al vernos en la misma
gloria, el mundo quedará convencido de que nosotros somos
objeto del mismo amor; y la gloria que tendremos en el día
postrero será simplemente la manifestación de esta
preciosa y asombrosa verdad.
Así, la esperanza de la Iglesia no es sólo la de ser
salva, la de escapar de la ira de Dios, sino la de tener la gloria
del mismo Hijo. Lo que constituye la consumación de su gozo es
ser amada por el Padre y por Jesús; y, después, como
consecuencia de este amor, ser glorificada. Además, le plugo
al Padre comunicar el pleno conocimiento de estas riquezas, y de
darnos las arras por la presencia del Espíritu Santo en todos
los salvados.
Antes de desarrollar estas ideas mediante otros testimonios de la
palabra de Dios, ideas que no hemos derivado más que de esa
fuente, hagamos algunas observaciones acerca del capítulo que
hemos leído.
Ya desde las primeras líneas, Dios se nos presenta como
Padre, y en las relaciones ya indicadas.
Él es «nuestro Padre» (v. 2), y «el
Padre de nuestro Señor Jesucristo».
Hasta el versículo 8 inclusive, el apóstol expone la
salvación. Dios nos ha « predestinado para ser
adoptados hijos suyos ... para alabanza de la gloria de su
gracia»; y esta salvación está efectuada de
una manera real: «Tenemos redención por su sangre».
En los versículos 8-10 vemos que esta gracia de la
salvación nos introduce por su poder real, por el
Espíritu Santo, en el conocimiento del determinado
propósito de Dios en cuanto a la gloria de Cristo: esto es una
prueba conmovedora, como hemos dicho ya, del amor de Dios, que nos
trata como amigos, y que tranquiliza nuestra alma de una manera
inefable, al permitirnos ver a dónde llegarán todos los
esfuerzos y toda la agitación de los hombres de este mundo. He
aquí el determinado propósito de Dios: Dios
reunirá todas las cosas en Cristo, así las que
están en los cielos, como las que están en la tierra.
La participación de la iglesia en la
gloria
A continuación tenemos, desde el versículo 11,
nuestra participación, todavía futura, en la gloria
así dispuesta; y además se nos da el sello del
Espíritu mientras esperamos esta gloria. «En él
asimismo tuvimos herencia ... a fin de que seamos para alabanza de su
gloria.» Antes del versículo 8 se trataba de «la
alabanza de la gloria de su gracia»; ahora se trata de «la
alabanza de su gloria» (v. 12); y luego, «habiendo
creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu
Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia, hasta
la redención de la posesión adquirida, para
alabanza de su gloria» (v. 14). El resto del capítulo es
una oración del apóstol para que los fieles comprendan
su esperanza, y el poder de la resurrección y de la
exaltación de Cristo, con quien está unida la Iglesia,
y que este poder de Él actúa en ellos.
Esta posición de la Iglesia rescatada, que goza de la
redención, y que espera asimismo la redención de la
herencia, tiene su tipo perfecto en Israel. Este pueblo, rescatado de
Egipto, no entró en el acto en Canaán, sino en el
desierto, mientras que la tierra de Canaán seguía en
poder de los cananeos. La redención de Israel había
sido consumada, pero no la redención de la herencia. Los
herederos habían sido redimidos, pero la herencia no
había sido aún libertada de manos de los enemigos.
«Y estas cosas», dice el apóstol, «les
acontecieron [a los israelitas] como ejemplo, y están escritas
para amonestarnos a nosotros [a la Iglesia], a quienes han alcanzado
los fines de los siglos» (1 Co 10:11).
Cristo espera el momento en el que tomará
la Iglesia para Sí, para que todo le sea sujetado, sujetado no
sólo por derecho, sino también de hecho, en aquel
momento solemne en el que Jehová pondrá a todos Sus
enemigos por escabel de Sus pies. Y hasta que no llegue este
momento, guardado en secreto en la profundidad de los consejos
divinos,(1) Él se ha sentado a la diestra de
la Majestad en las alturas.
Cristo tomará la herencia de todas las cosas como hombre, a
fin de que la Iglesia, redimida por Su sangre, pueda heredar todas
las cosas con Él, coheredera purificada de una herencia que
Él mismo habrá purificado.
Recordemos, pues, estos dos principios:
- Cristo, en los consejos de Dios, posee todas las cosas.
- En su calidad de Esposa de Cristo, la Iglesia participa en
todo lo que Él tiene, en todo lo que Él es, excepto
Su eterna divinidad, aunque, en cierto sentido, somos hechos
partícipes de la naturaleza divina (2 P 1:4).
Cristo es heredero de todo
Pasemos a los pasajes que desarrollan los pensamientos que hemos
estando contemplando. Se nos dice que todas las cosas son para
Cristo. Él ha sido constituido «heredero de todo»
(He 1:2). Todas las cosas son de derecho suyas, por cuanto Él
es el Creador (Col 1:15-18). Observemos en este pasaje dos
primacías de Cristo: Él, desde el principio, es llamado
«primogénito [esto es, cabeza] de toda la
creación», luego, «primogénito de entre los
muertos», cabeza de la Iglesia que es Su cuerpo. Ésta es
una distinción que arroja mucha luz sobre nuestro tema. Todas
las cosas han sido creados por Él y también para
Él. Y también las poseerá como hombre, el
segundo Adán, a quien Dios ha querido, en Sus consejos,
sujetar todas las cosas.
Esto es lo que leemos en el Salmo 8, y que es aplicado a Cristo
por Pablo (He 2:6), y que es de hecho la piedra angular de la
doctrina del apóstol acerca de esta cuestión. Él
cita tres veces este salmo en sus epístolas, en los pasajes
que presentan la idea principal de la sujeción de todas las
cosas al Hombre Cristo, bajo tres aspectos distintos, cada uno de
ellos importante para nosotros.
- Según Hebreos 2:6, la profecía no está
aún cumplida, pero la Iglesia tiene, en el cumplimiento
parcial de lo anunciado en este pasaje, la prenda de su
cumplimiento total. Todas las cosas no han sido todavía
sujetadas a Jesús; pero, mientras tanto, Jesús ya ha
sido coronado de gloria y honra, lo que es una cierta prenda de
que lo restante se cumplirá a su tiempo. Bajo la actual
dispensación, cuyo objeto es el recogimiento de los
coherederos, no le están sujetas todas las cosas; pero
Él está glorificado, y los fieles reconocen Sus
derechos. Tenemos entonces en Hebreos 2:1 la aplicación del
pasaje citado del Salmo 8:5, 6, y se nos advierte de que
todavía no se ha dado la sujeción de todas las cosas
al segundo Adán.
- En Efesios 1:20-23 vemos igualmente a Jesús exaltado,
elevado soberanamente a la diestra de la Majestad en las alturas,
y también se pone ante nosotros la sujeción de todas
las cosas a Sus pies, pero como teniendo por efecto la
introducción de la Iglesia dentro de esta misma gloria.
Jesús nos es presentado dentro de esta gloria como cabeza
de la Iglesia, que es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo
llena en todo; ésta es otra verdad en la que hemos
insistido.
- Luego se nos muestra, en Corintios 15, la glorificación
de Jesús y la sujeción de todas las cosas a
Él, aunque desde otra perspectiva, es decir, como teniendo
que darse en la resurrección, en base de cuya potencia
Jesús ha sido declarado el postrer Adán, y como un
reino que Él poseerá como hombre, y que
deberá entregar a Dios Padre. Luego Él mismo, como
postrer Adán, se sujetará a Aquel que le
sujetó todas las cosas -- en lugar de reinar como Hombre,
como lo habrá estado haciendo hasta entonces, sobre todas
las cosas: todas, naturalmente, menos sobre Aquel que las ha
sujetado a Él.
Vemos pues que se trata de una sujeción de todas las cosas
a Cristo que es aún futura, de un dominio que
compartirá con la Iglesia en tanto que ella es Su cuerpo, y
que tendrá lugar, como consecuencia, cuando tenga lugar la
resurrección de este mismo cuerpo, de la Iglesia; se trata, en
fin, de un poder que Él entregará a Dios Padre, en el
tiempo decretado, para que Dios sea todo en todos.
Cristo, glorificado ahora personalmente, mientras espera el
recogimiento de Su Iglesia, está sentado en el trono de Dios,
esperando hasta que quede completada, hasta que llegue el momento en
que Él sea investido de Su poder regio, y que Jehová
ponga a Sus enemigos por estrado de Sus pies.
De los pasajes citados surge una distinción sumamente
importante, y será necesario destacarla: Además de la
reconciliación de la Iglesia tenemos la reconciliación
de todas las cosas. Ya habrá sido entrevista en la lectura de
la Escritura con la que hemos comenzado nuestra reunión. Hemos
visto que el determinado propósito de Dios es reunir todas las
cosas en Cristo; que la reconciliación de la Iglesia nos es
presentada, en los versículos que preceden al versículo
8, como una cosa ya cumplida, y su gloria como una cosa futura, de la
que sólo tenemos por ahora las arras por la presencia del
Espíritu Santo en nosotros después de haber
creído. Pero vemos, en el capítulo 8 de la
epístola a los Romanos, que la liberación de la
creación tiene que tener lugar en la época de la
manifestación de los hijos de Dios. En cuanto a nuestro tiempo
presente, o sea, mientras Cristo está sentado a la diestra de
Dios, todo está en un estado de desdicha; toda la
creación permanece encadenada en corrupción. Es cierto
que estamos redimidos, y también que ya se ha dado el precio
de la redención por la creación, y además que
hemos recibido las primicias del Espíritu Santo como las arras
de la gloria; pero todo esto en espera de que el Dios Fuerte ejercite
Su poder, y que reine y sea el poseedor de hecho, como lo es de
derecho, de los cielos y de la tierra. Unidos por nuestros cuerpos a
la creación caída, así como por el
Espíritu lo somos a Cristo, tenemos, de un lado, la
certidumbre de ser hijos aceptados, hechos aptos en el Amado, y el
gozo de la herencia en esperanza por el Espíritu, que es las
arras; pero, por otro lado, por el mismo Espíritu, emitimos
los suspiros y los gemidos de la creación, de cuyas miserias
participamos por este cuerpo mortal. Todo está en desorden,
pero conocemos a Aquel que nos ha rescatado, y que nos ha hecho
herederos de todas las cosas, que nos ha iniciado en el amor del
Padre. Nos regocijamos de estos privilegios, pero, comprendiendo
asimismo la bendición que se extenderá sobre la
herencia cuando Cristo la venga a tomar y nosotros aparezcamos en
gloria, sintiendo al mismo tiempo el triste estado en que se
encuentra actualmente esta herencia, servimos, por el
Espíritu, de canal para estos gemidos que suben ante el trono
del Dios de misericordia.
El pasaje ya citado en parte de la
epístola a los Colosenses constata esta distinción de
manera muy clara. Se dice, en el versículo 20: «Y por
medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así
las que están en la tierra como las que están en los
cielos, haciendo la paz mediante la sangre de la cruz. Y a vosotros
[los fieles] también ... ahora os ha reconciliado en su cuerpo
de carne, por medio de la muerte.» La Iglesia está ya
reconciliada. Las cosas de los cielos y de la tierra serán
reconciliadas posteriormente, según la eficacia de Su sangre
ya derramada.(2) El orden de las ceremonias en el
gran Día de la Expiación expresaba
tipológicamente esta reconciliación, pero con una
especial relación, cuando se trata de los detalles, con la
parte que los judíos tendrán en estas bendiciones.
Vemos claramente en Colosenses 1:16 cuáles son las cosas
que quedan comprendidas dentro de esta reconciliación:
«Todas las cosas fueron creadas por él y para
él». Todas las cosas que Él ha creado como Dios
las herederará como restaurador de todas las cosas. Si
hubiera, por así decirlo, tan sólo una brizna de hierba
que no quedara sujeta al poder de Cristo en bendición,
Satanás habría conquistado alguna cosa perteneciente a
Cristo, a Sus derechos y a Su herencia. Y ahora será el juicio
el que vindicará todo el legítimo derecho de Cristo.
Además, Cristo, cuando venga, será la fuente de gozo
para todas las inteligencias creadas, gozo reflejado y exaltado por
la bendición que se extenderá a toda la
creación, por cuanto el gozo de ver la dicha de otros, y
también la procedente de la liberación de toda la
creación de la esclavitud de la corrupción, es una
parte divina de nuestro regocijo; participaremos de esta dicha con el
Dios de toda bondad.
La posición celestial de la Iglesia
En cuanto a nosotros, será en los «lugares
celestiales» que hallaremos nuestro lugar. Las bendiciones
espirituales en los lugares celestiales que ya incluso ahora
disfrutamos en esperanza, aunque estorbados de muchas maneras,
serán desde aquel día, para nosotros, cosas
naturales, esto es: nuestro estado permanente y normal, si puedo
decirlo así. Pero la tierra no dejará de sentir los
efectos de esto mismo. Los poderes espirituales de maldad en lugares
celestiales (Ef 6:12) serán reemplazados por Cristo y Su
Iglesia, dejando de ser las causas continuas y fecundas de las
desdichas de un mundo sujeto a su poder por el pecado. Bien al
contrario, la Iglesia, con Cristo, reflejando la gloria de la que
participará, y gozando de la presencia de Aquel que es para
ella la fuente y la plenitud, resplandecerá sobre el mundo en
bendición; y las naciones que hayan sido salvas
caminarán bajo su luz. Y ella, «ayuda
idónea», semejante a Él en su gloria, llena de los
pensamientos de su Esposo, y gozando de Su amor, será el
instrumento libre y digno de Sus bendiciones, así como
también la demostración vibrante de la eficacia de las
mismas. Por cuanto Dios ha hecho estas cosas «para mostrar en
los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su
bondad para con nosotros en Cristo Jesús». La tierra
gozará de los frutos de la victoria y de la fidelidad del
postrer Adán, y será el magnífico testimonio a
la vista de los principados y de las potestades, como es ahora, por
el caos provocado por el pecado, testimonio de la debilidad, de la
ruina y de la iniquidad del primer Adán. Y, sin duda alguna,
el gozo más excelente, el gozo supremo, será la
comunión del Esposo y del Padre; pero ser testimonio de Su
bondad, y tener parte y ser instrumento de ella para con un mundo
caído es desde luego gustar de los gozos divinos; por cuanto
Dios es amor.
Queridos amigos, es esta tierra en la que moramos la que Dios ha
querido tomar para hacer de ella el escenario de la
manifestación de Su carácter y de Sus obras de gracia.
Es en esta tierra que el pecado entró y se arraigó;
aquí es que Satanás ha exhibido su energía para
el mal; aquí es que el Hijo de Dios fue humillado, donde
murió y resucitó; es sobre esta tierra que el pecado y
la gracia han surtido todos sus efectos; es sobre esta tierra donde
el pecado abundó, y donde la gracia ha sobreabundado. Si
Cristo está ahora escondido en el cielo, es sobre esta tierra
que será revelado; es sobre ella que los ángeles han
llegado a comprender mejor las profundidades del amor de Dios; sobre
ella que aprenderán los resultados de este amor, cuando se
manifiesten gloriosamente. Sobre esta tierra donde el Hijo del Hombre
fue humillado, el Hijo del Hombre será glorificado. Si esta
tierra es por ella misma poca cosa, lo que Dios ha hecho y lo que
Dios hará no son poca cosa para Él. Para nosotros (esto
es, la Iglesia), los lugares celestiales son la ciudad donde
moraremos, por cuanto nosotros somos los coherederos (y no la
herencia); nosotros somos herederos de Dios y coherederos de Cristo,
pero la herencia es necesaria para la gloria de Cristo, así
como los coherederos son el objeto de Su amor más
entrañable, Sus hermanos, Su esposa.
Así, queridos amigos, os he expuesto, reconozco que de
manera breve y débil, el destino de la Iglesia. Sólo el
Espíritu puede hacernos sentir toda la dulzura de la
comunión del amor de Dios, y la excelencia de la gloria que
nos ha sido dada. Pero, al menos, os he señalado suficientes
pasajes de la Palabra para llevaros a comprender -con la ayuda del
Espíritu Santo, la cual impetro para todos vosotros como para
mí mismo- los pensamientos que quería compartiros esta
tarde. El resultado evidente es que estamos viviendo durante el
tiempo en el que los herederos están siendo recogidos, y que
hay una dispensación venidera cuya instauración veremos
cuando vuelva el Salvador: aquella en la que los herederos
gozarán de la herencia de todas las cosas; en la que todas las
cosas quedarán sometidas a Cristo y a Su Iglesia unida a
Él y revelada con Él. Lo que seguirá a
continuación no es ahora nuestro objeto: me estoy refiriendo
al último período, en el que Dios será todo en
todos, y donde Cristo mismo, como Hombre, quedará sujeto a
Dios, y cabeza de una familia eternamente bendecida, en la
comunión del Dios que la ha amado, y que tendrá Su
tabernáculo en medio de ella: Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo, eternamente bendito. Amén.
Es ocupándose de estos temas que por el Espíritu la
llenan de esperanza que la Iglesia será separada del mundo y
se revestirá del carácter que le es propio como la
novia comprometida de Cristo, a quien le debe todos sus afectos y
todos sus pensamientos.
NOTAS
1. Es por esto que me parece que se dice, en
Marcos 13, que el Hijo mismo no sabe el día ni la hora, por
cuanto Él mismo era el objeto del decreto de Jehová.
Él recibirá todas las cosas de manos de Dios en calidad
de Hombre y Siervo, así como ahora Dios lo ha exaltado hasta
lo sumo. Hablando como profeta, Cristo anunció Su venida como
el terrible juicio que sobrevendrá sobre la nación
incrédula; pero el consejo de Dios en cuanto a este juicio, o
al menos en cuanto al tiempo en que llegará, queda contenido
en estas palabras: «Siéntate a mi diestra, hasta que
...» Cristo, como Siervo en Su humillación, se
sujetó (como siempre, y ésta era Su perfección)
a la voluntad de Su Padre, y a recibir el reino cuando fuera la
voluntad del Padre. Se tiene que observar que el Salmo 110 y Marcos
13 se corresponden perfectamente con el mismo tema. Los enemigos son
los judíos que le han rechazado (Lc 19:27).
Vuelve al texto
2. Es necesario observar que aquí se trata
de cosas, no en absoluto de pecadores que permanecen en su
incredulidad. Vuelve al texto
De
vuelta al índice general
De
vuelta a la página principal
Traducido de la quinta edición
francesa
por Santiago Escuain
Publicado por
Verdades Bíblicas
Apartado 1469
LIMA 100 - PERÚ
|
|
Casilla 1360
COCHABAMBA - BOLIVIA
|
P.O. Box 649
ADDISON, IL 60101 EE. UU
© Copyright SEDIN 1999 para la presentación
electrónica. Se concede permiso para la reproducción de
este artículo bajo la condición de mantener su total
integridad, incluyendo esta nota de copyright y su permiso, y las
direcciones de la editorial Verdades Bíblicas y de SEDIN.
SEDIN
Servicio Evangélico - Documentación -
Información
Apartado 2002
08200 SABADELL
(Barcelona) ESPAÑA |
Índice:
Índice de
boletines
Índice
de línea
sobre línea
Página
principal
Índice
general castellano
Libros recomendados
orígenes
vida
cristiana
bibliografía
general
Coordinadora
Creacionista
Museo de
Máquinas Moleculares
Temas de
actualidad
Documentos en
PDF
(clasificados por temas)
Baje este documento en Formato PDF maquetado y listo para su impresión
- pulse aquí.
|