LA ESPERANZA ACTUAL
DE LA IGLESIALA ESPERANZA ACTUAL DE LA IGLESIA
Y PROFECÍAS QUE ESTABLECEN LA VERDAD
DEL REGRESO PERSONAL DEL SALVADOR
* * * *
Once Conferencias pronunciadas en 1840 en la ciudad de Ginebra por
John Nelson Darby
DÉCIMA CONFERENCIA
(Isaías 1)
La restauración y
bendición terrenal dadas
a Israel
Algunos pasajes de la Escritura acerca del destino de los
judíos, que no pude citar en nuestra última
conferencia, especialmente algunos que se encuentran en los Profetas
Menores, servirán para poner fin a la profecía
histórica que trata de este pueblo; y digo histórica
porque la profecía es la historia que nos da Dios acerca del
futuro.
Quisiera recordaros de nuevo una circunstancia de gran importancia
al hablar de los judíos; se trata de que su historia es
especialmente la manifestación de la gloria del Señor.
Si nos preguntáramos, ¿qué interés tiene
esta historia para nosotros?, estaríamos con ello diciendo:
¿De qué sirve que sepa lo que mi Padre está por
hacer con mis hermanos, y la manifestación de Su
carácter en Sus acciones? Cuando vemos cuánto espacio
ocupa este tema dentro de la Palabra de Dios, debemos por ello mismo
quedar convencidos de que estas cuestiones son extremadamente
importantes para nuestro Dios, si no lo son para nosotros. Es en este
pueblo, mediante los caminos de Dios para con ellos, que se revela de
manera plena el carácter de Jehová, que las naciones
conocerán a Jehová, y que nosotros aprenderemos
también a conocerle.
Una misma persona puede ser rey de un país y padre de
familia; y ésta es la diferencia entre lo que Dios es para con
la Iglesia y para con los judíos. Para con la Iglesia,
Él tiene el carácter de Padre; para con los
judíos, Él tiene el carácter de Jehová,
el Eterno y Fiel. Su fidelidad, inmutabilidad, omnipotencia, gobierno
de toda la tierra, todo ello queda revelado en la historia de Israel;
es por esto que esta historia nos da a conocer el carácter de
Jehová.
Salmo 126: «Cuando Jehová hiciere volver la cautividad
de Sión, ... entonces dirán entre las naciones: Grandes
cosas ha hecho Jehová con éstos.»
Veamos el mismo tema, en Ezequiel 39:6, 7: «Y enviaré
fuego sobre Magog, y sobre los que moran con seguridad en las costas;
y sabrán que yo soy Jehová. Y haré notorio mi
santo nombre en medio de mi pueblo Israel, y nunca más
dejaré profanar mi santo nombre; y sabrán las naciones
que yo soy Jehová, el Santo en Israel.»
Versículo 28: «Y sabrán que yo soy
Jehová su Dios, cuando después de haberlos llevado al
cautiverio entre las naciones, los reúna sobre su tierra, sin
dejar allí a ninguno de ellos.» Ésta es la manera
por la que Jehová se da a conocer. El Padre se revela a
nuestras almas por el Evangelio, por el Espíritu de
adopción; pero Jehová se da a conocer por Sus juicios,
por el ejercicio de Su poder sobre la tierra.
He dicho que el Padre se da a conocer por el Evangelio, por cuanto
el Evangelio es un sistema de pura gracia, un sistema que nos
enseña a actuar según el principio de la gracia; no se
trata ya de «ojo por ojo, diente por diente», que es lo que
demanda la justicia, la ley del talión; se trata más
bien de un principio según el que debo «ser perfecto,
como mi Padre es perfecto». Pero en el gobierno de Jehová
no será así. Indudablemente, Jehová
bendecirá a las naciones; pero el carácter de Su
reinado es que «el juicio será vuelto a la justicia»
(Sal 94:15). Cuando tuvo lugar la primera venida de Jesucristo, el
juicio estaba en manos de Pilato, y la justicia en Jesús; pero
cuando vuelva Jesús, el juicio será vuelto a la
justicia. Mientras tanto, el pueblo de Cristo, los hijos de Dios,
tienen que seguir el ejemplo del Salvador, esto es, no esperar que el
juicio sea según el rigor de la justicia, sino ser apacibles y
humildes en medio de todas las injurias que padecen de parte de los
hombres. Unidos a Cristo, quedan indemnes ante todos los males por el
poder de aquel entrañable amor que los conforta, por las
consolaciones que provienen de la presencia de Su Espíritu, y,
además, por las esperanzas de una gloria celestial. Por otro
lado, Jehová consolará a Su pueblo mediante una
acción directa de Su justicia en favor de ellos,
restableciéndolo en la gloria terrenal.
Así, los judíos son el pueblo por medio de y en el
cual Dios establece Su nombre de Jehová, y Su carácter
de juicio y de justicia. En la Iglesia vemos al pueblo en el que,
como en Su familia, el Padre manifiesta Su carácter de
bondad y de amor. ¿Qué sucederá con los
judíos en el tiempo postrero? Esto es lo que ya hemos
considerado en Jeremías 30 a 33, y en Ezequiel 36 a 39, donde
vemos una serie de promesas y revelaciones acerca de esto.
Profecías de la restauración de
Israel
Os citaré algunos otros pasajes acerca de esta misma
cuestión, siguiendo el orden de los profetas en la Biblia.
Daniel 12:1 ... Aquí tenemos la presencia de Aquel que
actuará en favor del pueblo de Daniel, esto es, el pueblo
judío.
Deseo hacer unas observaciones sobre algunos rasgos de esta
profecía. Primero, Dios, en Su poder, por el ministerio de
Miguel, estará de pie en favor de los hijos del pueblo de
Daniel, y será un tiempo de angustia como jamás
habrá sido. Esto es lo que nos explica lo que leemos en Mateo
24 y en Marcos 13:19.
La resurrección (v. 2) se aplica a los judíos.
Encontraremos exactamente las mismas expresiones en Isaías 26,
«Tus muertos vivirán...», y en Ezequiel 37:12.
Tenemos una resurrección figurada del pueblo sepultado, como
nación, entre los gentiles.
De los que son levantados se dice que algunos «[serán
levantados] para vergüenza y confusión perpetua.»
Esto es lo que les sucederá a los judíos. De los
sacados de entre las naciones, algunos gozarán de la vida
eterna, pero otros serán objeto de vergüenza y
confusión eterna (Is 66:24). En una palabra, lo que
aquí tenemos es, por una parte, que Dios estará en pie
por Su pueblo durante un tiempo de angustia; por otra parte, tenemos
la liberación de un residuo. Éste es el resumen del
capítulo 12 de Daniel.
En Oseas 2:14, y hasta el final del capítulo, vemos que el
Señor recibirá a Israel, introduciéndolo en su
país, tras haberlo humillado, pero también tras haber
hablado a su corazón; que transformará a la
nación tal como era en los tiempos de su juventud; que
Jehová hará pacto con ella, la bendecirá en
todas maneras en esta tierra, y la desposará consigo. Y,
además, hay una cadena ininterrumpida de bendiciones, desde
Jehová mismo hasta los bienes terrenales derramados en
abundancia sobre Israel, que es simiente de Dios (este es el
significado del término Jezreel); es por esto que
añade: «Y la sembraré para mí en la
tierra.» Porque Israel vendrá a ser el instrumento de
bendición para la tierra, como vida entre los muertos. Ahora
todo está estorbado por el pecado; las maldades espirituales
están en lugares celestiales, y hay todo tipo de desgracia,
todo ello acompañado indudablemente de muchas bendiciones,
fruto de las misericordias de Dios. Dios hace que todas las cosas
obren para bien para los que le aman; pero en aquel tiempo
habrá plenitud de bendiciones terrenales.
Oseas 3:4, 5: «Porque muchos días estarán los
hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin
estatua, sin efod y sin terafines. Después volverán los
hijos de Israel, y buscarán a Jehová su Dios, y a David
su rey; y temerán a Jehová y a su bondad en el fin de
los días.» No tendrán ni verdadero Dios ni falsos
dioses; pero, después de esto, buscarán a Jehová
y a David, esto es, al Bienamado: a Cristo.
Joel 3:16-18, 20, 21. Después de haber hablado de las
naciones cuando Su pueblo regrese de su cautividad (vv. 1-15), en
unos versículos que tratan del juicio ejecutado sobre los
gentiles, Dios nos habla en este pasaje de los judíos.
Jerusalén será purificada; Jehová morará
en Sión; él será el refugio de Su pueblo y la
fortaleza de los hijos de Israel. Esto es lo que sucederá
cuando el juicio de Dios caiga sobre las naciones.
Amós 9:14, 15: «Y traeré del cautiverio a mi
pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades asoladas, y las
habitarán; plantarán viñas, y beberán el
vino de ellas, y harán huertos, y comerán el fruto de
ellos. Pues los plantaré sobre su tierra». Esto
todavía no ha sido cumplido.
Lo que precede a estos versículos se cita en el
capítulo 15 de Hechos, no para demostrar que la
profecía fue cumplida en aquel entonces, sino que Dios
había siempre determinado sacar para Sí un pueblo de
entre los gentiles. Es decir, que el lenguaje de los profetas
concordaba con lo que Simón Pedro había relatado acerca
de lo que Dios había hecho entonces. No es el cumplimiento de
una profecía, sino el establecimiento de un principio, por
boca de los profetas y por medio de Simón Pedro.
Miqueas 4:1-8. Esto todavía no se ha cumplido tampoco.
Vemos aquí una topografía de Jerusalén, y la
restauración de su primer dominio.
Miqueas 5:4, 7 y 8. El nombre de Cristo será engrandecido
hasta los fines de la tierra; Israel es la lluvia de la
bendición divina por todo lugar, y vencedor en todo lo que se
le opone.
Con respecto a Miqueas, es digno de señalar, recordando el
principio ya establecido, la manera en que el espíritu de la
profecía menciona (7:19, 20) las promesas hechas
incondicionalmente a los padres.
Sofonías 3:12, hasta el final. ¡Qué lenguaje
encontramos aquí! Se dice que Dios «callará de
amor». Está emocionado hasta tal punto que
«calla». Y ¿quiénes son el objeto de Su amor?
Veamos el versículo 13: «El remanente de Israel no
hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se
hallará lengua engañosa; porque ellos serán
apacentados, y dormirán, y no habrá quien los
atemorice.» Jehová está en medio de ellos, y nadie
podrá atemorizarlos.
Zacarías 1:15, 17-21. Vemos aquí también las
cuatro monarquías, que han dispersado a Israel, disipadas
ellas mismas por el poder y los juicios de Dios.
Zacarías 9:9, hasta el final: «Alégrate mucho,
hija de Sión; da voces de júbilo, hija de
Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti...».
Se puede decir que esto ya se ha cumplido, pero sólo en
parte. Se debe destacar que cuando el Espíritu Santo cita este
pasaje de Zacarías (Jn 12;15), omite estas palabras: «
justo y salvador [salvo él, margen; BAS, dotado de
salvación]». Jesús, efectivamente, no tuvo
cuidado de Sí mismo. Cuando le estaban diciendo,
ridiculizándole: «Si eres Hijo de Dios, desciende de la
cruz», no hizo nada; no se sustrajo al padecimiento; en lugar de
vindicarse a Sí mismo, vino a ser nuestro garante.
Zacarías 10:6 y hasta el final. ¿Cuando ha sido que
Israel ha sido como si el Señor no los hubiera desechado?
Aún no se ha cumplido.
Sólo un remanente será
preservado
Pasemos ahora a ver que el pueblo de Israel será restaurado
a su tierra, pero que sólo un remanente será
preservado.
Zacarías 12. El versículo 2 menciona un tiempo de
guerra, de todas las naciones contra Israel; pero Dios
fortalecerá extraordinariamente a Israel, y las naciones
serán destruidas, y será derramado espíritu de
gracia y de oración sobre el residuo de Israel, que
contemplará transido de dolor al Mesías que
traspasaron.
Paso a Isaías 18, donde la profecía presenta algunas
dificultades en cuanto a la traducción; pero su gran objeto es
demasiado evidente para poder ser oscurecido por ninguna
traducción. Los ríos de Cus son el Nilo y el
Éufrates. Los enemigos de Israel estaban, dentro del
período bíblico de su historia, junto a estos dos
ríos. En esta profecía se hace un llamamiento a un
país más allá de estos ríos, un
país alejado que no estaba aún en relación con
Israel en el tiempo de la profecía; así, el profeta
tiene a la vista un país que tenía que existir
más tarde.
Versículo 3. Dios llama a todos los moradores de la tierra
habitable a que tomen conocimiento de lo que va a acontecer. Todas
las naciones se ocupan de Israel; son llamadas, de parte de Dios, a
que den atención a lo que sucede con respecto a
Jerusalén; todas se encuentran interesadas en la suerte de
esta ciudad; el mundo es invitado a asistir a los juicios que
tendrán lugar. Mientras espera, Dios descansa y deja hacer a
las naciones (v. 4). Israel comienza a volver a su tierra.
Ésta es una descripción de Israel regresando a Judea
ayudada por alguna nación alejada de este pueblo, y que no es
ni Babilonia ni Egipto, ni otras naciones que se ocupaban de Israel
en tiempos antiguos. No digo que sea Inglaterra, ni Francia ni Rusia.
Los israelias vuelven a su país, pero Dios no se ocupa de
ello; Israel está abandonada a las naciones; y cuando todo
anuncia que va a florecer y a prosperar de nuevo, sucede que las
ramas son podadas, cortadas y quitadas, todo el verano y todo el
invierno, dejados para las aves de los montes y las bestias de la
tierra, designaciones todas ellas de los gentiles. Sin embargo, en
este tiempo será llevado a Jehová un presente de este
pueblo, y de parte de este pueblo, a la morada de Jehová de
los ejércitos, en el monte de Sión.
El regreso de las dos tribus y de las diez
tribus
Salmo 126:4: «Haz volver nuestra cautividad, oh
Jehová.» Sión y Judá serán los
primeros en regresar. Los cautivos de Sión ya habrán
vuelto cuando esta oración sea ofrecida a Dios (v. 1), pero
serán sólo la prenda de lo que Dios hará
restaurando a todo Israel.
Debo decir unas palabras acerca de esta dispersión de
Israel y de Judá y de su restauración. Los primeros en
ser devueltos a la tierra son los judíos, que rechazaron a
Jesús, que son culpables de la muerte de Jesús.
Sabéis que las diez tribus como tales nunca se hicieron
culpables de este crimen. Hay una diferencia notable dentro de la
nación: las diez tribus fueron dispersadas antes de la
aparición de las cuatro monarquías; fueron los asirios
los que llevaron a las diez tribus al cautiverio, antes que Babilonia
existiera como imperio. Wolf nos habla de una circunstancia acerca de
un grupo judío, que vive en medio de los árabes, y que
él ha visitado recientemente. Estos judíos se denominan
descendientes de un grupo que no quiso volver a Judea con Esdras,
porque sabía que los que volverían con Esdras
darían muerte al Mesías, y se quedaron donde estaban.
Tanto si esta tradición es falsa como si es verdadera, su
misma existencia es digna de mención. Una cosa es segura, que
los judíos, habiendo rechazado a Cristo, serán
sujetados al Anticristo, y concertarán un pacto con el Seol y
la muerte (Is 28), pero su pacto destruirá todas sus
esperanzas. Unidos al Anticristo, sufrirán las consecuencias
de este pacto, y al final serán destruidos. Dos terceras
partes de los moradores de todo el país serán cortadas;
ello dentro del mismo país de Israel, después de su
regreso (Zac 13:8, 9).
Si leéis Ezequiel 20:32-38, veréis que es muy
diferente el caso de las otras diez tribus. En lugar de dos terceras
partes destruidas en el país, los rebeldes no entran en
absoluto en la tierra. Dios hace con ellos lo que hizo con Israel
tras su salida de Egipto: Los destruye sin que lleguen a ver la
tierra.
Así, hay dos categorías de judíos, por
así decirlo, en este regreso del pueblo; primero tenemos la
nación judía propiamente dicha, es decir, Judá y
los que acompañan a Judá en su rechazamiento del
verdadero Cristo; se unirán al Anticristo, y dos terceras
partes serán destruidas en el país. En segundo lugar,
los rebeldes de las diez tribus serán también
destruidos, pero en el desierto, antes de entrar en la tierra.
Mateo 23:37-39. Este juicio, que Jesús mismo predijo contra
este pueblo, nos hace comprender la certidumbre de la venida del
Señor para restaurar Israel y reinar en medio de él.
«¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los
profetas, ... He aquí vuestra casa os es dejada desierta...
hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre
del Señor!»
Israel verá a Jesús, pero sólo cuando esta
palabra del Salmo 118:26 salga de su boca. Este Salmo presenta una
imagen feliz del gozo de Israel, en aquel tiempo, y es de este mismo
Salmo que el Señor pronuncia el juicio que ha de recaer sobre
los gobernantes judíos, por haberle rechazado: «La piedra
que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del
ángulo.» También de este Salmo procede aquel
gozoso saludo que Dios puso en boca de los pequeños que
aclamaban al Salvador en el templo, precursores de aquellos que, en
el tiempo del que estamos hablando, recibirán corazones de
niños, y reconocerán al Señor que sus padres
rechazaron. Este Salmo es el que celebra el gozo y la
bendición de Israel, que se deben a la fidelidad de
Jehová, señalando el pecado de esta nación, por
el rechazamiento de la «piedra» que debía constituir
el fundamento de Dios en Sión, pero que, por la infidelidad de
esta nación, vino a ser piedra de tropiezo y de juicio.
Además de estas dos clases de israelitas que
volverán bajo la conducción providencial de Dios, pero
por su propia voluntad, el Señor reunirá de entre los
gentiles, después de Su aparición, a los elegidos de la
nación judía que todavía estarán entre
ellos, y este regreso irá acompañado de grandes
bendiciones (véase Mt 24:31; cp. Is 27:12, 13; 11:10-12).
Quiero añadir aquí dos principios muy sencillos y
claros, que distinguen a todas las bendiciones anteriores (como, por
ejemplo, el regreso de Babilonia) del cumplimiento de las
profecías que acabamos de examinar:
Estos dos principios son:
- Que las bendiciones se desprenden de la presencia de Cristo,
hijo de David;
- Que son consecuencia del nuevo pacto.
Ni la primera ni la segunda de estas condiciones se cumplió
al regreso de Babilonia, ni hasta el día de hoy.
El Evangelio no trata de las bendiciones terrenales de los
judíos, que es el tema de estas profecías.
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Traducido de la quinta edición
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por Santiago Escuain
Publicado por
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