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«LOS HERMANOS»
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EL ORIGEN DEL TÍTULO—
«LOS HERMANOS DE PLYMOUTH»
Entre las muchas reuniones que surgieron por todo el país
en aquellos primeros tiempos, una en Plymouth se mostró como
la más destacada. «Hacia el año 1831,»
escribe el Sr. Darby en una carta a un amigo, «acudí a
Oxford, donde se abrieron muchas puertas, y donde encontré al
Sr. Wigram y al Sr. Jarratt. Posteriormente, al visitar al Sr. F.
Newman conocí al Sr. Newton, que me pidió que fuese a
Plymouth, lo que hice. Al llegar entré en contacto con el
Capitán Hall, que estaba ya predicando por las aldeas.
Teníamos reuniones de lectura, y antes de mucho tiempo
comenzamos a partir el pan. Aunque el Sr. Wigram comenzó la
obra en Londres, venía mucho por Plymouth.»
El primer local de reunión de ellos se llamaba
«Providence Chapel», y como rehusaban darse a sí
mismos ningún nombre, en la ciudad se les llamaba «la
gente de Providence». Cuando los hermanos comenzaron a predicar
el evangelio al aire libre y en las aldeas alrededor, se
suscitó no poca curiosidad por saber quiénes eran;
había algo nuevo en su predicación y en su manera de
llevar a cabo la obra. Pero como no pertenecían a ninguna de
las denominaciones, eran designados como «hermanos de
Plymouth». Esto llevó de manera natural a la
designación de «Los Hermanos de Plymouth», que se
les ha aplicado desde entonces, a veces con el ánimo de
ridiculizarlos. «Uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos
vosotros sois hermanos»; este es el título que el
Señor mismo da a Sus discípulos (Mt. 23:8). Al aumentar
el número de ellos, compraron la capilla, que fue
considerablemente ampliada.
Pronto se manifestó una intensa oposición contra el
nuevo movimiento, especialmente por parte del clero y ministros de
todas las denominaciones. Y no es sorprendente: el terreno que estos
cristianos ocupaban era visto como un testimonio en pie contra todo
su estado y práctica, y muchos se sintieron movidos a decir
cosas duras y falsas con vistas a neutralizar la bendita obra que
Dios estaba haciendo por medio de ellos. Pero estos esfuerzos del
enemigo —como generalmente lo son— fueron usados por el
Señor para aumentar el interés general en los nuevos
predicadores, y para atraer a muchos a sus diversas reuniones. La
bendición de Dios reposaba evidentemente en sus labores en
aquel tiempo; muchos fueron llevados a separarse de las diversas
denominaciones de la época, y a reunirse en torno al nuevo
centro, el Nombre del Señor Jesús; aunque por parte de
algunos hubiera poca comprensión o ejercicio de conciencia, en
comparación con los que originalmente tomaron este terreno.
Pero se sentían insatisfechos con lo que había estado
siguiendo hasta entonces, y anhelaban algo mejor.
Entre los Hermanos se manifestaba una gran vivacidad, sencillez,
devoción, amor y unión; y estos rasgos de
espiritualidad han ejercido siempre una gran atracción sobre
algunas mentes; y, naturalmente, muchos de los que se unieron a ellos
tenían pensamientos muy poco definidos respecto a la
naturaleza del paso que tomaban. Pero todo era nuevo: Cristo era
reconocido como su único centro, y el Espíritu Santo
como su único maestro. Así, se dieron a la
enseñanza de la Palabra de Dios, y experimentaron la dulzura
de la comunión cristiana, y encontraron que la Biblia
—como ellos decían— era un libro nuevo. Es indudable
que en aquellos días se estaba dando una clara y bendita obra
del Espíritu de Dios, cuya influencia se dejó sentir no
sólo por todo el país, sino también en el
continente europeo y en tierras distantes.
No era cosa insólita en aquellos tiempos encontrar valiosas
joyas en la caja de la colecta, que pronto se convertían en
dinero, y se daban a los diáconos para los pobres. Pero esta
sosegada manera de librarse de pequeñas joyas no
satisfacía a los devotos espíritus en Plymouth.
Abandonaron todo lo que era considerado mundano en la vestimenta, los
libros y los muebles. Estas ofrendas voluntarias fueron recogidas, y
cuando parecía que iba a terminar esta época de
donaciones, la acumulación fue tan grande que fue necesario
venderlo todo mediante subasta.
Muchos querrán saber cuáles fueron los motivos que
llevaron a la joven comunidad —con una antigüedad de apenas
nueve años— a hacer tal entrega de sus bienes terrenales.
Como cuando se escribió este libro todavía quedaban
vivos algunos de los que entonces estaban en comunión, el
autor hizo todas las posibles indagaciones en cuanto al origen y
propósito de este notable ejemplo de consagración. La
siguiente cita procede de la última carta recibida, y dada
sobre el testimonio de más de un testigo: «Respecto a la
cantidad de bienes, joyas, libros, muebles, etc., donados y vendidos
durante los tiempos tempranos en Plymouth, no hubo ningún
llamamiento en particular, ninguna necesidad especial por la cual
esto se hiciera. Tuvo lugar de una manera totalmente sencilla y
libre, como por un deseo de expresar entonces la indiferencia ante el
mundo, su separación para el Señor y su espera de que
Él viniese del cielo.»
No sería una falta de caridad, a pesar de este testimonio,
creer que algunos de los que así se despojaron a sí
mismos pueden haber meramente seguido a otros, o haber actuado bajo
el sentimiento general, y luego haber lamentado haberlo hecho; pero
por todo lo que podemos saber, el movimiento en general parece haber
sido la santa acción del Espíritu más que el
entusiasmo o las simpatías naturales. Aunque no tenemos deseo
de exagerar este ejemplo de indiferencia al mundo más
allá de lo que debería sugerir la prudencia cristiana,
sin embargo deseamos hablar de ello como una ilustración del
poder del Espíritu cuando el corazón se separa a Cristo
y espera a Su venida del cielo. Hay, sin duda, un número de
casos individuales de un carácter similar que ocurren
constantemente, sólo que con menos formalidad y publicidad. Lo
que hizo el caso de Plymouth tan notable fue el movimiento
simultáneo de toda la congregación, y ello en la forma
más abierta y positiva.
Es penoso, sumamente penoso, reflexionar acerca
de que una escena de tanta y maravillosa vivacidad, sencillez y
devoción genuina, fuese plagada y desolada por las sutiles
añagazas de Satanás, a través de un descaminado
pero influyente maestro. El Espíritu de Dios había
obrado maravillosamente en Plymouth, y había producido los
más maravillosos frutos de Sus operaciones llenas de gracia;
pero el gran enemigo tenía su maligna mirada puesta sobre
aquellos que estaban dando un testimonio tan brillante de la verdad y
de la iglesia de Dios, y encontró, dentro de sus propias
puertas, un instrumento bien dispuesto para emprender su obra de
desolación. «Parece ahora,» dice uno que pasó
por el período de cribado y prueba de 1845-1848, «que
casi desde el principio había elementos de mal introducidos
por el enemigo, que se fueron manifestando de forma muy lenta y
gradualmente durante un tiempo, pero que al final asumieron una
claridad y obraron con una energía que no dejaron lugar a
dudas acerca de su origen y tendencia.»[1]
Tal como sucedió al principio, cuando se predicaba el reino de
los cielos, que los hombres se durmieron y el enemigo sembró
cizaña allí donde se había sembrado la buena
semilla, así sucedió en Plymouth. En medio mismo de los
Hermanos, y mediante uno de sus principales dirigentes, el enemigo
estaba trabajando calladamente. Hubo algunos que observaron que el
Sr. Newton, un hombre de carácter serio y de gran influencia
sobre una cierta clase, y uno de los primeros obreros en Plymouth,
comenzaba a aislarse, casi desde el principio, de los otros hermanos.
«Celebraba reuniones de lectura, y no permitía que los
hermanos obreros estuvieran presentes, diciendo que era malo para los
que recibían la enseñanza ver que la autoridad de los
maestros fuese cuestionada, porque esto sacudía la confianza
en ellos.» Este fue el comienzo, la introducción solapada
del clericalismo, que gradualmente fue creciendo hasta constituir un
sistema definido. Pero no parece que nadie, en aquel tiempo,
sospechase que ningún mal grave fuese a surgir de ello, y
durante años no se levantó ninguna voz para detener su
avance. «Me dolía este infeliz rasgo de
aislamiento,» dice el Sr. Darby, «y gusto de actuar en
solitario, y de tener a sus seguidores para sí mismo; pero yo
no abrigaba sospechas algunas de que hubiera ningún
propósito ulterior, lo soporté como una falta como las
que todos tenemos, y admití la perfecta libertad individual
sin ningún tipo de imposiciones. Yo mismo no hubiera querido
actuar así sin mis hermanos. Hubiera preferido que mis puntos
de vista fuesen corregidos por ellos cuando lo necesitase, y yo
aprender los de ellos; pero ahí estaba esta situación,
y por mi parte no me inmiscuí. En la reunión de
Clifton, el Sr. Newton, refiriéndose al ministerio y a
cuestiones relacionadas con el mismo, me dijo que sus principios
habían cambiado. Le contesté que los míos no
habían cambiado, que creía que los había
recibido de la enseñanza del Señor, y que con Su gracia
los mantendría hasta el final. ...
»En cuanto a la enseñanza que oí
del Sr. Newton en Ebrington Street, el único objeto constante
parecía ser enseñar de manera diferente a lo que los
otros hermanos habían enseñado, fuese lo que fuese, de
modo que desplazaba su enseñanza. En algunos casos esto se
hacía tan patente que llamó la atención de otros
además de la mía.»[2]
Aquellos que han seguido con atención el
origen y los primeros tiempos de los Hermanos no tendrán
dificultad en distinguir la astucia de Satanás en el sistema
así introducido por el Sr. Newton. «Aquello que
caracterizó el testimonio de los Hermanos desde el principio
era la venida del Señor como la esperanza actual de la
iglesia, y la presencia del Espíritu Santo como aquello que
llevaba a la unidad y animaba y dirigía a los hijos de Dios; y
ellos reconocían su dependencia de esta presencia y actividad.
Lo que señalaba la enseñanza de ellos era la
condición distintiva de los santos de la actual
dispensación, al tener el Espíritu habitando en ellos,
y estar resucitados con Cristo, mientras que las grandes verdades del
evangelio las mantenían en común con otros verdaderos
cristianos, sólo que con la luz más clara que Dios
mismo y estas otras verdades les daban. Se insistía mucho en
el carácter distintivamente celestial de la
iglesia.»[3]
Pasamos ahora a los detalles del sistema del Sr. Newton, y
aquí será preferible citar de los escritos de uno que
antes que el mal se hiciese público ya conocía algo de
sus operaciones secretas detrás de los bastidores. En el
siguiente párrafo, su autor, el Sr. William Trotter, se
refiere probablemente a la apariencia de las cosas desde alrededor
del año 1841 hasta 1845, cuando el número de los que
estaban en comunión había alcanzado casi el millar,
incluyendo Devonport y Stonehouse.
«Tal era el curso seguido por el Sr. Newton, que tuvo como
resultado que todos los demás obreros que habían estado
activos allí abandonasen Plymouth para trabajar en otras
partes. El Sr. Darby se fue al extranjero, el Capitán Hall a
Hereford, el Sr. Wigram a Londres, y el Sr. Newton se quedó
casi solo en Plymouth. Un amado hermano, el Sr. Harris, que al
principio no estuvo identificado con el movimiento, se asoció
en la obra con el Sr. Newton, y con los que estaban identificados con
él. Su presencia, durante varios años, fue la
única esperanza que los Hermanos en los demás lugares
tenían de que pudiera enderezarse el rumbo del Sr. Newton. Sin
embargo, en un período muy temprano del problema presente se
separó de su asociación con el Sr. Newton. El sistema
así introducido, y disfrazado de la manera más capciosa
por un tiempo, iba dirigido a minar toda la verdad mediante la que
Dios había actuado en las almas de los Hermanos, y para
establecer de nuevo en una forma distinta todo aquello a lo que se
había renunciado.
»Se negó la venida del Señor como objeto de la
esperanza o expectativa actual, y se puso en su lugar la expectativa
de una cadena de acontecimientos, muchos de los cuales no estaban
predichos en la Escritura, y que sólo existían en la
imaginación del Sr. Newton. Se negó la verdadera unidad
de la iglesia como un cuerpo habitado y gobernado por el
Espíritu Santo; y en lugar de ello se afirmó la
doctrina de una clase de iglesias independientes —tan
independientes, por cierto, que cuando tuvo lugar la división
en Plymouth, y hermanos piadosos y experimentados de Exeter, Londres
y otros lugares acudieron para ayudar con sus oraciones y consejo, el
Sr. Newton y su partido los rechazaron de la forma más
perentoria; y ello sobre la base de que no eran de Plymouth y de que
no tenían derecho a interferir. En lugar del gobierno presente
y soberano del Espíritu Santo en la iglesia se impuso la
autoridad de maestros, y la autoridad pretendida para ellos y
por parte de ellos era tan absoluta que cuando se acusó
al Sr. Newton de faltar a la verdad, y unos y otros intentaron que la
acusación fuese investigada ante todo el cuerpo de hermanos,
esto fue firmemente rechazado sobre la base de que él no
podía ser juzgado más que por aquellos que junto con
él eran allí los maestros y gobernantes, y por cuanto
ellos le habían absuelto, no había ninguna
posible apelación ni remedio.
»Además de esto, había la
constante y sistemática absorción de todo el ministerio
de la Palabra, o incluso de la participación audible en la
adoración pública, que quedaba a manos de una o dos
personas, con la efectiva exclusión por un medio u otro de
todos los demás. Había también el intento
infatigable y celoso por formar un partido que se distinguiese por
los puntos de vista del Sr. Newton acerca de profecía y de
orden eclesiástico, al que se asignaba la designación
de «la verdad», y se hallaron medios para mantener alejados
de Plymouth a todos los hermanos que se supiese que sus puntos de
vista eran adversos a éstos. Estos eran los rasgos distintivos
del sistema que fue silenciosamente desarrollándose en
Plymouth, y yo fui muy consciente de su existencia y de la
preocupación que muchos hermanos sentían desde el
tiempo en que me familiaricé con los Hermanos hará como
seis o siete años.»[4]
La primera cuestión que parece que se suscitó en
Plymouth respecto a la enseñanza del Sr. Newton fue sobre la
base de su tendencia sectaria. Al principio no se le
acusó de nada de mayor gravedad. Varios de los hermanos
líderes intentaron entrevistarse con él en diferentes
ocasiones, y presentaron protestas, pero él les
respondió con la mayor violencia verbal, y
«declaró que estábamos destruyendo los fundamentos
del cristianismo; que él estaba justificado en lo que estaba
haciendo contra nosotros, y que así
proseguiría».
Un tiempo después, el Sr. Newton accedió a recibir a
unos pocos de los hermanos para indagar si se había
introducido sectarismo en la reunión. Puede que hubiera unos
dieciocho en total. El Sr. Darby, que había sido apremiado a
regresar a Plymouth, estaba presente. Le pidieron que expusiera
cuáles eran sus objeciones a Ebrington Street. Él
respondió: «Por lo que respecta a una indagación
acerca del sectarismo, cualquiera podía indagar tan bien como
él; que él no iba a entrar en la cuestión
profética como cosa doctrinal; que para él se trataba
de una cuestión moral; que a lo que objetaba en la
ocasión presente era al sectarismo.
»El Sr. Newton comenzó a hablar muy
encolerizado, diciendo que abandonaba todas las formalidades, que
efectivamente trataba de hacer de Plymouth un foco, y que su objeto
era tener allí unión en testimonio contra los
demás hermanos, y que esperaba tener al menos Devonshire y
Somersetshire bajo su influencia con este propósito; que no
era la primera vez que el Sr. Darby había torcido y arruinado
sus planes.» Después de esta declaración del mismo
Sr. Newton, no hubo ya más necesidad de indagar acerca de su
sectarismo. Varios de los hermanos presentes se expresaron en este
sentido, y el Sr. Darby se dirigió a ellos con estas palabras:
«Si esto es lo que Plymouth había de ser; si era
así, él no acudiría el siguiente
domingo».[5]
Habiendo trabajado varios meses el Sr. Darby dentro de la
congregación en Plymouth, «y empleando aquellos medios
que podía para despertar las conciencias de los Hermanos, se
vio obligado a separarse de la asamblea». El Sr. Newton y sus
amigos, en su intento de hacer frente a las acusaciones de que eran
objeto, actuaron de una manera tan antiescrituraria y faltando de tal
manera a la verdad, que muchos de sus antiguos amigos se separaron de
ellos. Algo más de cien de ellos se separaron de la
comunión en Ebrington Street y comenzaron a partir el pan
primero en una casa privada, y posteriormente en Raleigh Street;
así se consumó la división en Plymouth.
Hermanos de todas partes del país, al saber de estos
acontecimientos, emprendieron camino a Plymouth; muchos de ellos se
inclinaban por el Sr. Newton, y casi todos ellos pensaban que el Sr.
Darby había actuado de manera precipitada y prematura. Pero no
habían estado en el lugar y conocían poco el verdadero
estado de cosas allí. Cuando se habló de una
reunión para investigar las acusaciones, el Sr. Newton
objetó enérgicamente a ninguna interferencia de parte
de los hermanos que procedían de cierta distancia, y
sólo quiso consentir una investigación sobre el
principio de arbitraje, con él designando a cuatro amigos y
que el Sr. Darby designase a cuatro de los suyos. El Sr. Darby
objetó de manera absoluta al principio mundano de arbitraje.
Esto, creía él, significaría quitar aquel asunto
de las manos de Dios y de Su iglesia, y además le
convertiría en cabeza de un partido. Se ofreció al
mismo tiempo a encontrarse con el Sr. Newton ante toda la asamblea,
o, si se prefería, ante un número de los hermanos
más serios y experimentados. El Sr. Newton no quiso acceder a
nada de esto, y no admitía comparecer ante otro tribunal
excepto el de la arbitración que él proponía.
Muchos de los hermanos que habían acudido a Plymouth con la
piadosa intención de intentar sanar la rotura, al descubrir
que las cosas eran mucho peores de lo que ellos habían llegado
a concebir, se separaron del Sr. Newton y de su partido, y la
división se extendió a otras partes del
país.
Se convocaron reuniones en Londres y otras ciudades
principales para humillación en común y oración.
Se publicaron muchos opúsculos de ambos lados; muchas
amistades queridas se rompieron, y personas y familias soportaron
mucha tristeza y pruebas durante más de dos años,
cuando esta triste historia adoptó un nuevo y aún
más grave aspecto. Ya no se trataba meramente de un ataque
sobre la constitución eclesial, sino sobre los mismos
fundamentos del cristianismo mediante falsas doctrinas tocantes al
mismo bendito Señor Jesús.[6]
1. The whole case of Plymouth and Bethesda [Todo el caso de Plymouth y Bethesda], por William Trotter. Publicado posteriormente con el título «The Origin of (so called) Open Brethrenism» [El origen de los Hermanos Abiertos (según su designación común)]. Volver al texto
2. Para detalles extensos y minuciosos, véase «Narrative of Facts», de J. N. Darby, Collected Writings, vol. 20. Volver al texto
3. Narrative of Facts, antigua edición, pág. 19. Volver al texto
4. The whole case of Plymouth and Bethesda [Todo el caso de Plymouth y Bethesda], por William Trotter. Publicado posteriormente con el título «The Origin of (so called) Open Brethrenism» [El origen de los Hermanos Abiertos (según su designación común)]. Volver al texto
5. Narrative of Facts, antigua edición, pág. 45. Volver al texto
6. Para entrar en detalles, véase The whole case of Plymouth and Bethesda [Todo el caso de Plymouth y Bethesda], por William Trotter. Volver al texto
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