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«LOS HERMANOS»
(Según su designación común)
Su Origen, Desarrollo y Testimonio

UN BREVE BOSQUEJO

Andrew Miller


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CAPÍTULO 3

EL ORIGEN DEL TÍTULO—
«LOS HERMANOS DE PLYMOUTH»

Entre las muchas reuniones que surgieron por todo el país en aquellos primeros tiempos, una en Plymouth se mostró como la más destacada. «Hacia el año 1831,» escribe el Sr. Darby en una carta a un amigo, «acudí a Oxford, donde se abrieron muchas puertas, y donde encontré al Sr. Wigram y al Sr. Jarratt. Posteriormente, al visitar al Sr. F. Newman conocí al Sr. Newton, que me pidió que fuese a Plymouth, lo que hice. Al llegar entré en contacto con el Capitán Hall, que estaba ya predicando por las aldeas. Teníamos reuniones de lectura, y antes de mucho tiempo comenzamos a partir el pan. Aunque el Sr. Wigram comenzó la obra en Londres, venía mucho por Plymouth.»

El primer local de reunión de ellos se llamaba «Providence Chapel», y como rehusaban darse a sí mismos ningún nombre, en la ciudad se les llamaba «la gente de Providence». Cuando los hermanos comenzaron a predicar el evangelio al aire libre y en las aldeas alrededor, se suscitó no poca curiosidad por saber quiénes eran; había algo nuevo en su predicación y en su manera de llevar a cabo la obra. Pero como no pertenecían a ninguna de las denominaciones, eran designados como «hermanos de Plymouth». Esto llevó de manera natural a la designación de «Los Hermanos de Plymouth», que se les ha aplicado desde entonces, a veces con el ánimo de ridiculizarlos. «Uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos»; este es el título que el Señor mismo da a Sus discípulos (Mt. 23:8). Al aumentar el número de ellos, compraron la capilla, que fue considerablemente ampliada.

Pronto se manifestó una intensa oposición contra el nuevo movimiento, especialmente por parte del clero y ministros de todas las denominaciones. Y no es sorprendente: el terreno que estos cristianos ocupaban era visto como un testimonio en pie contra todo su estado y práctica, y muchos se sintieron movidos a decir cosas duras y falsas con vistas a neutralizar la bendita obra que Dios estaba haciendo por medio de ellos. Pero estos esfuerzos del enemigo —como generalmente lo son— fueron usados por el Señor para aumentar el interés general en los nuevos predicadores, y para atraer a muchos a sus diversas reuniones. La bendición de Dios reposaba evidentemente en sus labores en aquel tiempo; muchos fueron llevados a separarse de las diversas denominaciones de la época, y a reunirse en torno al nuevo centro, el Nombre del Señor Jesús; aunque por parte de algunos hubiera poca comprensión o ejercicio de conciencia, en comparación con los que originalmente tomaron este terreno. Pero se sentían insatisfechos con lo que había estado siguiendo hasta entonces, y anhelaban algo mejor.

Entre los Hermanos se manifestaba una gran vivacidad, sencillez, devoción, amor y unión; y estos rasgos de espiritualidad han ejercido siempre una gran atracción sobre algunas mentes; y, naturalmente, muchos de los que se unieron a ellos tenían pensamientos muy poco definidos respecto a la naturaleza del paso que tomaban. Pero todo era nuevo: Cristo era reconocido como su único centro, y el Espíritu Santo como su único maestro. Así, se dieron a la enseñanza de la Palabra de Dios, y experimentaron la dulzura de la comunión cristiana, y encontraron que la Biblia —como ellos decían— era un libro nuevo. Es indudable que en aquellos días se estaba dando una clara y bendita obra del Espíritu de Dios, cuya influencia se dejó sentir no sólo por todo el país, sino también en el continente europeo y en tierras distantes.

El efecto de la separación respecto al mundo

No era cosa insólita en aquellos tiempos encontrar valiosas joyas en la caja de la colecta, que pronto se convertían en dinero, y se daban a los diáconos para los pobres. Pero esta sosegada manera de librarse de pequeñas joyas no satisfacía a los devotos espíritus en Plymouth. Abandonaron todo lo que era considerado mundano en la vestimenta, los libros y los muebles. Estas ofrendas voluntarias fueron recogidas, y cuando parecía que iba a terminar esta época de donaciones, la acumulación fue tan grande que fue necesario venderlo todo mediante subasta.

Muchos querrán saber cuáles fueron los motivos que llevaron a la joven comunidad —con una antigüedad de apenas nueve años— a hacer tal entrega de sus bienes terrenales. Como cuando se escribió este libro todavía quedaban vivos algunos de los que entonces estaban en comunión, el autor hizo todas las posibles indagaciones en cuanto al origen y propósito de este notable ejemplo de consagración. La siguiente cita procede de la última carta recibida, y dada sobre el testimonio de más de un testigo: «Respecto a la cantidad de bienes, joyas, libros, muebles, etc., donados y vendidos durante los tiempos tempranos en Plymouth, no hubo ningún llamamiento en particular, ninguna necesidad especial por la cual esto se hiciera. Tuvo lugar de una manera totalmente sencilla y libre, como por un deseo de expresar entonces la indiferencia ante el mundo, su separación para el Señor y su espera de que Él viniese del cielo.»

No sería una falta de caridad, a pesar de este testimonio, creer que algunos de los que así se despojaron a sí mismos pueden haber meramente seguido a otros, o haber actuado bajo el sentimiento general, y luego haber lamentado haberlo hecho; pero por todo lo que podemos saber, el movimiento en general parece haber sido la santa acción del Espíritu más que el entusiasmo o las simpatías naturales. Aunque no tenemos deseo de exagerar este ejemplo de indiferencia al mundo más allá de lo que debería sugerir la prudencia cristiana, sin embargo deseamos hablar de ello como una ilustración del poder del Espíritu cuando el corazón se separa a Cristo y espera a Su venida del cielo. Hay, sin duda, un número de casos individuales de un carácter similar que ocurren constantemente, sólo que con menos formalidad y publicidad. Lo que hizo el caso de Plymouth tan notable fue el movimiento simultáneo de toda la congregación, y ello en la forma más abierta y positiva.

El espíritu del clericalismo

Es penoso, sumamente penoso, reflexionar acerca de que una escena de tanta y maravillosa vivacidad, sencillez y devoción genuina, fuese plagada y desolada por las sutiles añagazas de Satanás, a través de un descaminado pero influyente maestro. El Espíritu de Dios había obrado maravillosamente en Plymouth, y había producido los más maravillosos frutos de Sus operaciones llenas de gracia; pero el gran enemigo tenía su maligna mirada puesta sobre aquellos que estaban dando un testimonio tan brillante de la verdad y de la iglesia de Dios, y encontró, dentro de sus propias puertas, un instrumento bien dispuesto para emprender su obra de desolación. «Parece ahora,» dice uno que pasó por el período de cribado y prueba de 1845-1848, «que casi desde el principio había elementos de mal introducidos por el enemigo, que se fueron manifestando de forma muy lenta y gradualmente durante un tiempo, pero que al final asumieron una claridad y obraron con una energía que no dejaron lugar a dudas acerca de su origen y tendencia.»[1]

Tal como sucedió al principio, cuando se predicaba el reino de los cielos, que los hombres se durmieron y el enemigo sembró cizaña allí donde se había sembrado la buena semilla, así sucedió en Plymouth. En medio mismo de los Hermanos, y mediante uno de sus principales dirigentes, el enemigo estaba trabajando calladamente. Hubo algunos que observaron que el Sr. Newton, un hombre de carácter serio y de gran influencia sobre una cierta clase, y uno de los primeros obreros en Plymouth, comenzaba a aislarse, casi desde el principio, de los otros hermanos. «Celebraba reuniones de lectura, y no permitía que los hermanos obreros estuvieran presentes, diciendo que era malo para los que recibían la enseñanza ver que la autoridad de los maestros fuese cuestionada, porque esto sacudía la confianza en ellos.» Este fue el comienzo, la introducción solapada del clericalismo, que gradualmente fue creciendo hasta constituir un sistema definido. Pero no parece que nadie, en aquel tiempo, sospechase que ningún mal grave fuese a surgir de ello, y durante años no se levantó ninguna voz para detener su avance. «Me dolía este infeliz rasgo de aislamiento,» dice el Sr. Darby, «y gusto de actuar en solitario, y de tener a sus seguidores para sí mismo; pero yo no abrigaba sospechas algunas de que hubiera ningún propósito ulterior, lo soporté como una falta como las que todos tenemos, y admití la perfecta libertad individual sin ningún tipo de imposiciones. Yo mismo no hubiera querido actuar así sin mis hermanos. Hubiera preferido que mis puntos de vista fuesen corregidos por ellos cuando lo necesitase, y yo aprender los de ellos; pero ahí estaba esta situación, y por mi parte no me inmiscuí. En la reunión de Clifton, el Sr. Newton, refiriéndose al ministerio y a cuestiones relacionadas con el mismo, me dijo que sus principios habían cambiado. Le contesté que los míos no habían cambiado, que creía que los había recibido de la enseñanza del Señor, y que con Su gracia los mantendría hasta el final. ...

»En cuanto a la enseñanza que oí del Sr. Newton en Ebrington Street, el único objeto constante parecía ser enseñar de manera diferente a lo que los otros hermanos habían enseñado, fuese lo que fuese, de modo que desplazaba su enseñanza. En algunos casos esto se hacía tan patente que llamó la atención de otros además de la mía.»[2]

Aquellos que han seguido con atención el origen y los primeros tiempos de los Hermanos no tendrán dificultad en distinguir la astucia de Satanás en el sistema así introducido por el Sr. Newton. «Aquello que caracterizó el testimonio de los Hermanos desde el principio era la venida del Señor como la esperanza actual de la iglesia, y la presencia del Espíritu Santo como aquello que llevaba a la unidad y animaba y dirigía a los hijos de Dios; y ellos reconocían su dependencia de esta presencia y actividad. Lo que señalaba la enseñanza de ellos era la condición distintiva de los santos de la actual dispensación, al tener el Espíritu habitando en ellos, y estar resucitados con Cristo, mientras que las grandes verdades del evangelio las mantenían en común con otros verdaderos cristianos, sólo que con la luz más clara que Dios mismo y estas otras verdades les daban. Se insistía mucho en el carácter distintivamente celestial de la iglesia.»[3]

El carácter del sistema del Sr. Newton

Pasamos ahora a los detalles del sistema del Sr. Newton, y aquí será preferible citar de los escritos de uno que antes que el mal se hiciese público ya conocía algo de sus operaciones secretas detrás de los bastidores. En el siguiente párrafo, su autor, el Sr. William Trotter, se refiere probablemente a la apariencia de las cosas desde alrededor del año 1841 hasta 1845, cuando el número de los que estaban en comunión había alcanzado casi el millar, incluyendo Devonport y Stonehouse.

«Tal era el curso seguido por el Sr. Newton, que tuvo como resultado que todos los demás obreros que habían estado activos allí abandonasen Plymouth para trabajar en otras partes. El Sr. Darby se fue al extranjero, el Capitán Hall a Hereford, el Sr. Wigram a Londres, y el Sr. Newton se quedó casi solo en Plymouth. Un amado hermano, el Sr. Harris, que al principio no estuvo identificado con el movimiento, se asoció en la obra con el Sr. Newton, y con los que estaban identificados con él. Su presencia, durante varios años, fue la única esperanza que los Hermanos en los demás lugares tenían de que pudiera enderezarse el rumbo del Sr. Newton. Sin embargo, en un período muy temprano del problema presente se separó de su asociación con el Sr. Newton. El sistema así introducido, y disfrazado de la manera más capciosa por un tiempo, iba dirigido a minar toda la verdad mediante la que Dios había actuado en las almas de los Hermanos, y para establecer de nuevo en una forma distinta todo aquello a lo que se había renunciado.

»Se negó la venida del Señor como objeto de la esperanza o expectativa actual, y se puso en su lugar la expectativa de una cadena de acontecimientos, muchos de los cuales no estaban predichos en la Escritura, y que sólo existían en la imaginación del Sr. Newton. Se negó la verdadera unidad de la iglesia como un cuerpo habitado y gobernado por el Espíritu Santo; y en lugar de ello se afirmó la doctrina de una clase de iglesias independientes —tan independientes, por cierto, que cuando tuvo lugar la división en Plymouth, y hermanos piadosos y experimentados de Exeter, Londres y otros lugares acudieron para ayudar con sus oraciones y consejo, el Sr. Newton y su partido los rechazaron de la forma más perentoria; y ello sobre la base de que no eran de Plymouth y de que no tenían derecho a interferir. En lugar del gobierno presente y soberano del Espíritu Santo en la iglesia se impuso la autoridad de maestros, y la autoridad pretendida para ellos y por parte de ellos era tan absoluta que cuando se acusó al Sr. Newton de faltar a la verdad, y unos y otros intentaron que la acusación fuese investigada ante todo el cuerpo de hermanos, esto fue firmemente rechazado sobre la base de que él no podía ser juzgado más que por aquellos que junto con él eran allí los maestros y gobernantes, y por cuanto ellos le habían absuelto, no había ninguna posible apelación ni remedio.

»Además de esto, había la constante y sistemática absorción de todo el ministerio de la Palabra, o incluso de la participación audible en la adoración pública, que quedaba a manos de una o dos personas, con la efectiva exclusión por un medio u otro de todos los demás. Había también el intento infatigable y celoso por formar un partido que se distinguiese por los puntos de vista del Sr. Newton acerca de profecía y de orden eclesiástico, al que se asignaba la designación de «la verdad», y se hallaron medios para mantener alejados de Plymouth a todos los hermanos que se supiese que sus puntos de vista eran adversos a éstos. Estos eran los rasgos distintivos del sistema que fue silenciosamente desarrollándose en Plymouth, y yo fui muy consciente de su existencia y de la preocupación que muchos hermanos sentían desde el tiempo en que me familiaricé con los Hermanos hará como seis o siete años.»[4]

La primera cuestión que parece que se suscitó en Plymouth respecto a la enseñanza del Sr. Newton fue sobre la base de su tendencia sectaria. Al principio no se le acusó de nada de mayor gravedad. Varios de los hermanos líderes intentaron entrevistarse con él en diferentes ocasiones, y presentaron protestas, pero él les respondió con la mayor violencia verbal, y «declaró que estábamos destruyendo los fundamentos del cristianismo; que él estaba justificado en lo que estaba haciendo contra nosotros, y que así proseguiría».

Un tiempo después, el Sr. Newton accedió a recibir a unos pocos de los hermanos para indagar si se había introducido sectarismo en la reunión. Puede que hubiera unos dieciocho en total. El Sr. Darby, que había sido apremiado a regresar a Plymouth, estaba presente. Le pidieron que expusiera cuáles eran sus objeciones a Ebrington Street. Él respondió: «Por lo que respecta a una indagación acerca del sectarismo, cualquiera podía indagar tan bien como él; que él no iba a entrar en la cuestión profética como cosa doctrinal; que para él se trataba de una cuestión moral; que a lo que objetaba en la ocasión presente era al sectarismo.

»El Sr. Newton comenzó a hablar muy encolerizado, diciendo que abandonaba todas las formalidades, que efectivamente trataba de hacer de Plymouth un foco, y que su objeto era tener allí unión en testimonio contra los demás hermanos, y que esperaba tener al menos Devonshire y Somersetshire bajo su influencia con este propósito; que no era la primera vez que el Sr. Darby había torcido y arruinado sus planes.» Después de esta declaración del mismo Sr. Newton, no hubo ya más necesidad de indagar acerca de su sectarismo. Varios de los hermanos presentes se expresaron en este sentido, y el Sr. Darby se dirigió a ellos con estas palabras: «Si esto es lo que Plymouth había de ser; si era así, él no acudiría el siguiente domingo».[5]

La división en Plymouth

Habiendo trabajado varios meses el Sr. Darby dentro de la congregación en Plymouth, «y empleando aquellos medios que podía para despertar las conciencias de los Hermanos, se vio obligado a separarse de la asamblea». El Sr. Newton y sus amigos, en su intento de hacer frente a las acusaciones de que eran objeto, actuaron de una manera tan antiescrituraria y faltando de tal manera a la verdad, que muchos de sus antiguos amigos se separaron de ellos. Algo más de cien de ellos se separaron de la comunión en Ebrington Street y comenzaron a partir el pan primero en una casa privada, y posteriormente en Raleigh Street; así se consumó la división en Plymouth.

Hermanos de todas partes del país, al saber de estos acontecimientos, emprendieron camino a Plymouth; muchos de ellos se inclinaban por el Sr. Newton, y casi todos ellos pensaban que el Sr. Darby había actuado de manera precipitada y prematura. Pero no habían estado en el lugar y conocían poco el verdadero estado de cosas allí. Cuando se habló de una reunión para investigar las acusaciones, el Sr. Newton objetó enérgicamente a ninguna interferencia de parte de los hermanos que procedían de cierta distancia, y sólo quiso consentir una investigación sobre el principio de arbitraje, con él designando a cuatro amigos y que el Sr. Darby designase a cuatro de los suyos. El Sr. Darby objetó de manera absoluta al principio mundano de arbitraje. Esto, creía él, significaría quitar aquel asunto de las manos de Dios y de Su iglesia, y además le convertiría en cabeza de un partido. Se ofreció al mismo tiempo a encontrarse con el Sr. Newton ante toda la asamblea, o, si se prefería, ante un número de los hermanos más serios y experimentados. El Sr. Newton no quiso acceder a nada de esto, y no admitía comparecer ante otro tribunal excepto el de la arbitración que él proponía. Muchos de los hermanos que habían acudido a Plymouth con la piadosa intención de intentar sanar la rotura, al descubrir que las cosas eran mucho peores de lo que ellos habían llegado a concebir, se separaron del Sr. Newton y de su partido, y la división se extendió a otras partes del país.

Se convocaron reuniones en Londres y otras ciudades principales para humillación en común y oración. Se publicaron muchos opúsculos de ambos lados; muchas amistades queridas se rompieron, y personas y familias soportaron mucha tristeza y pruebas durante más de dos años, cuando esta triste historia adoptó un nuevo y aún más grave aspecto. Ya no se trataba meramente de un ataque sobre la constitución eclesial, sino sobre los mismos fundamentos del cristianismo mediante falsas doctrinas tocantes al mismo bendito Señor Jesús.[6]



Notas

 1. The whole case of Plymouth and Bethesda [Todo el caso de Plymouth y Bethesda], por William Trotter. Publicado posteriormente con el título «The Origin of (so called) Open Brethrenism» [El origen de los Hermanos Abiertos (según su designación común)]. Volver al texto

2. Para detalles extensos y minuciosos, véase «Narrative of Facts», de J. N. Darby, Collected Writings, vol. 20. Volver al texto

3. Narrative of Facts, antigua edición, pág. 19. Volver al texto

4. The whole case of Plymouth and Bethesda [Todo el caso de Plymouth y Bethesda], por William Trotter. Publicado posteriormente con el título «The Origin of (so called) Open Brethrenism» [El origen de los Hermanos Abiertos (según su designación común)]. Volver al texto

5. Narrative of Facts, antigua edición, pág. 45. Volver al texto

6. Para entrar en detalles, véase The whole case of Plymouth and Bethesda [Todo el caso de Plymouth y Bethesda], por William Trotter. Volver al texto


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Traducción: © Copyright Santiago Escuain 2001 por la traducción.© Copyright SEDIN 2001 para la presentación electrónica. Este texto se puede reproducir libremente para fines no comerciales y citando la procedencia y dirección de SEDIN, así como esta nota en su integridad.

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