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«LOS HERMANOS»
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DIVIDIDOS
Los Hermanos estaban ahora divididos. Los que se mantenían
firmes sobre la base originalmente ocupada por los Hermanos se
mostraron más decididos que nunca en su testimonio.
Rápidamente aparecieron opúsculos llenos de intensos
sentimientos y de expresiones enérgicas. Los dirigentes de
Bethesda recibieron graves acusaciones de haber entrampado a la
congregación a un curso de neutralidad respecto a la
herejía, de independencia respecto a la iglesia, y,
consiguientemente, de indiferencia respecto a la persona y
gloria de Cristo.
Tras haber presentado estas acusaciones, los Hermanos no
podían de manera consecuente recibir a la mesa del
Señor a los procedentes de las reuniones de Bethesda sin
quedar satisfechos acerca de arrepentimiento tocante a estos puntos.
Pero se precisa de mucha gracia y compasión respecto a tales
peticiones en la actualidad, porque muchos desconocen totalmente lo
que tuvo lugar en 1848. Sin embargo, el documento de «los
diez», sobre el que se basaron las acusaciones, nunca ha sido
retirado. Se emplearon términos duros por ambas partes; pero
algunos se mantuvieron fieles a sus principios, o, más bien,
mantuvieron a toda costa la verdad de Dios, como la habían
predicado y publicado hasta entonces. Con todo, se levantó el
clamor de exclusivismo contra ellos. Y aunque este
término fue indudablemente empleado con la intención de
afrentar, y empleado para intimidar a los apocados, como sucede hasta
el día de hoy, es sin duda alguna conforme a la palabra de
Dios. En 1 Co. 5 aprendemos que la asamblea ha de ser exclusiva si
quiere mantener una sana disciplina y guardar la casa de Dios lo
suficientemente limpia para Su presencia. Es cosa bien cierta que la
iglesia es solemnemente responsable de juzgar la doctrina y los
caminos de todos los que se presentan para la comunión, y de
rechazar a aquellos que traerían el mal a la asamblea,
así como de excluir a los que han caído en error o
inmoralidad, aunque no pueda dudarse de su fe en Cristo. Esto es
exclusivismo.
Este fue el principio sobre el que actuaron los Hermanos desde el
principio; de modo que no eran más exclusivos después
de la división que antes de la misma. El cambio tuvo lugar
totalmente del otro lado. El nuevo lema en la bandera de los Hermanos
Abiertos o Neutrales era: «La sangre del Cordero es la
unión de los santos.» Y ciertamente no podría
haber unión sin la preciosa sangre del Cordero sin mancha de
Dios, pero la Escritura enseña que la sangre es la base de la
paz, no el centro de la unión: el Cordero asado, el Cristo que
ha pasado por el santo fuego de la justicia divina por nosotros,
ahora resucitado y glorificado, es el centro de unión
(Éx. 12). ¿Y no hay muchos que han sido lavados en la
sangre del Cordero que no son aptos para la mesa del Señor
debido a sus malas asociaciones y formas de vivir? Pero si este lema
se cumpliese de una manera íntegra, entonces nunca
podría excluirse por ninguna clase de razón de la mesa
del Señor a nadie que se crea que es un hijo de Dios y lavado
en la sangre de Cristo. La disciplina cesaría, y, tal como
sucedía en Israel cuando no había rey, cada uno
haría lo que bien le pareciese. Debido a esta puerta ancha y
abierta a la mesa del Señor, las congregaciones de Bethesda
han sido designadas como «los Hermanos Abiertos». De modo
que, para establecer la distinción y para causar la menor
ofensa posible, emplearemos los términos «los
Hermanos» y «los Hermanos Abiertos».
A partir de este tiempo, el camino de cada uno ha quedado
perfectamente diferenciado y separado. Los Hermanos Abiertos han
fraternizado con las denominaciones y en muchas cosas se han llegado
a acercar tanto a ellas que han escapado a la persecución. Lo
cierto es que los más duros ataques contra los Hermanos han
procedido de ellos, de modo que en esto muchos de ellos están
al lado de las denominaciones y las han ayudado en su
oposición. Pero, gracias a Dios, han sido celosos en la obra
del evangelio; y por este medio muchas de sus congregaciones han
crecido con sencillos creyentes que no saben nada de los problemas
del pasado, ni de la presente base de comunión. ¡Que sus
corazones sean alimentados con sencillez con Cristo y con la verdad
tal como está en Él!
La división parece haber aumentado el ministerio de los que se
mantuvieron fieles. Sus libros y tratados acerca de las verdades
más importantes y vitales de las Escrituras se extendieron
mucho por el país, y también por todo el ámbito
de la Cristiandad, llevando luz divina y bendición a cientos
de preciosas almas. También se ha observado que hubo
más claridad, plenitud y exactitud en su enseñanza
después de la división que antes de la misma,
especialmente respecto a las relaciones celestiales de la iglesia, la
unión de los cristianos con Cristo en la gloria, el
arrebatamiento de los santos antes de la tribulación, etc.,
porque aunque todas estas verdades eran mantenidas en principio,
nunca habían sido predicadas con la misma vivacidad y poder.
El efecto de este testimonio se sintió en todas partes.
Muchos fervorosos cristianos en diversos lugares, sintiendo el estado
de mortandad a su alrededor, fueron inducidos a leer estos libros y a
escudriñar las escrituras acerca de si las nuevas doctrinas
eran acordes con la palabra de Dios. Multitudes quedaron convencidas
de su genuinidad y abandonaron sus diferentes denominaciones, y se
unieron a los Hermanos. Y como eran generalmente los miembros
más espirituales, fervientes e inteligentes los que así
actuaban, su apartamiento era tanto más evidente y más
irritante para sus ministros. Esta ha sido la causa de muchos acerbos
ataques, que no es necesario detallar ahora. La obra es de Dios, y en
vano el pobre puño humano se extiende contra él. Por
lamentable que sea decirlo, sus propias contiendas les han causado
más daño que todos los ataques de los enemigos. Pero
creemos que es el propio testimonio de Dios en estos últimos
días malos, y a pesar del terrible fracaso de los que intentan
mantenerlo, Dios no los ha abandonado.
A lo largo de varios años después de la
división, parecen haber estado más ocupados con la
verdad práctica para los cristianos que con el evangelio para
las almas perdidas de fuera. Esto, creemos, ha sido de parte de Dios.
Como el apóstol que «salió, recorriendo por orden
la región de Galacia y de Frigia, confirmando a todos los
discípulos», ellos creían que era su deber
fortalecer las almas de los discípulos después del
sacudimiento y la perturbación que habían sufrido. Con
todo, se seguía predicando el evangelio, las almas
recibían bendición, y la obra al aire libre
proseguía bien.
Hacia el año 1854-1855 comenzó una obra muy bendita del
Espíritu de Dios en la conversión de los hijos de Sus
santos en Londres. Había habido oración por esta obra
especial durante un tiempo, y el Señor respondió en
bendición manifiesta. En algunos casos toda la casa se
convirtió, tanto hijos como criados; y muchos jóvenes
fueron llevados a conocer al Señor. La realidad de la obra en
aquel tiempo fue probada de la manera más feliz porque no
pocos de aquellos que se convirtieron entonces llegaron a ser
fervientes predicadores del evangelio, y hermanas tanto como hermanos
han resultado en enérgicos obreros que han llevado
también a otros al campo de labor. La obra del evangelio fue
muy potenciada durante el Avivamiento de 1859.
El Sr. Marsden, beneficiado de St. Peter's, en Birmingham, dice en
su Dictionary of Christian Churches and Sects [Diccionario de
iglesias y sectas cristianas], publicado en fecha no posterior a
1854, refiriéndose a los Hermanos: ... «Profesan no
enseñar ni practicar nada sino la religión del
evangelio en su primitiva simplicidad y pureza, y su objetivo es,
naturalmente, mostrar que otras iglesias están en mayor o
menor error, confiando principalmente para la defensa de sus
peculiaridades en la letra del Nuevo Testamento.
»Los Hermanos objetan por igual a la iglesia nacional y a todas
las formas de no conformismo. De todas las iglesias nacionales dicen
"que abrir la puerta para recibir a toda la población de un
país a los solemnes actos de adoración y
comunión cristiana es un error latitudinario. Los no
conformistas, por su parte, son sectarios, porque cierran la puerta a
otros verdaderos cristianos que no pueden pronunciar el
shibolet de su partido. En una palabra, el mal
característico de estos últimos es que no tratan como
cristianos a muchos que son conocidos como tales, mientras que el mal
igualmente característico de los primeros es, que tratan como
cristianos a muchos que se sabe que no lo son en absoluto". El primer
sistema, afirman ellos, hace a la iglesia más amplia, y el
otro más estrecha, que los límites de Dios; así,
de ambas formas, la idea escrituraria propia de la iglesia queda
destruida en la práctica, con los no conformistas afirmando
virtualmente que no es un cuerpo sino muchos, mientras que el
nacionalismo afirma virtualmente que este un cuerpo es el cuerpo de
Cristo.
»Lo que constituye a una iglesia es la presencia del
Espíritu Santo. "Es el reconocimiento del Espíritu
Santo como vicario de Cristo —el soberano suficiente,
único y verdaderamente presente en la iglesia durante la
ausencia del Señor, lo que constituye nuestra especial
responsabilidad, y debería ser un rasgo principal en nuestro
testimonio". La Escritura, dicen los Hermanos, nunca prescribe una
encomendación humana como necesaria para el ministro
cristiano. La doctrina, no la ordenación, es la prueba divina
para rechazar o recibir a aquellos que profesan ser ministros de
Cristo: y cada cristiano que pueda hacerlo tiene no sólo la
libertad sino la obligación de predicar el evangelio. La
parábola de los talentos en Mateo 25 enseña el peligro
de esperar la autorización de otro aparte de la
posesión del don necesario: "y dudar de la gracia del Maestro,
o temer porque uno no tenga la autorización de aquellos que
presuntuosamente afirman y manipulan este derecho, es enterrar su
talento en el suelo y actuar en el papel del siervo malvado y
negligente". Porque sólo el Señor de la cosecha tiene
derecho a enviar obreros a la mies.
»Sólo tenemos que añadir que las doctrinas
mantenidas por los Hermanos de Plymouth concuerdan en todos los
puntos fundamentales con la Iglesia de Inglaterra y otras iglesias de
la Reforma. Su culto es conducido de la manera más simple.
Circunstancias aparte, cualquier hermano es competente para "partir
el pan", esto es, para administrar la cena del Señor. Ellos
niegan, sin embargo, que todos los cristianos sean ministros de la
Palabra o que subvaloren un ministerio cristiano. "Bien lejos de
suponer", dicen ellos, "que no haya ministerio como tal, los hermanos
mantienen y siempre han mantenido, por Efesios 4:12, 13, que Cristo
no puede dejar de mantener y perpetuar un ministerio en tanto que Su
cuerpo esté aquí abajo". Sus libros y tratados, sus
enseñanzas en privado y en público afirman esto como
una verdad cierta e invariable; de modo que es absurdo acusarlos de
negar el puesto permanente y divino del ministerio en la iglesia
sobre la tierra, como lo sería acusar a Carlos I de negar el
derecho divino de los reyes. Siempre que Dios se ha agradado de
suscitar pastores según Su corazón, ellos han
reconocido Su gracia con gratitud, y los tienen en mucha estima y
amor por causa de su obra [1 Ts. 5:13].
»Inferimos que un ministro es recibido como tal cuando los
Hermanos están convencidos de su idoneidad para el oficio;
pero que luego no obtiene otra distinción o autoridad que la
de un maestro o exhortador. Ha sido dicho recientemente que no oran
por el perdón de los pecados ni por la presencia e influencia
del Espíritu, y que excluyen cuidadosamente tales peticiones
de sus himnos; pero esta declaración, que transcribimos de un
reciente informe sobre "Sectas cristianas en el Siglo Diecinueve", es
sumamente injusta. Es cierta sólo en este sentido: los
Hermanos, al considerarse, en lenguaje teológico, en estado de
gracia, no piden bendiciones que ya han recibido, sino más
bien un aumento de los dones de los que ya poseen una
porción.»
El lector hará bien en hacerse con una copia del tratado
titulado : Un Cuerpo y un Espíritu, del Sr. W. Kelly.
Es de este artículo que el Sr. Marsden ha recopilado sus
pensamientos e información acerca de los Hermanos. Y aunque
podamos no estar de acuerdo con todo lo que dice en el
artículo como un todo, no podemos dejar de observar el
espíritu de imparcialidad y gentileza con que está
escrito: muy diferente de algunos otros de los que podríamos
citar.
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