ÍndiceCapítulo
1: El
problema Capítulo
2: El
dualismo
cartesiano: La interacción entre la mente y el
cerebro
Capítulo
5: El
establecimiento de las bases experimentales
Epílogo: Más
allá de
la filosofía
Acceso al original del libro en inglés -The Mysterious Matter of Mind |
Capítulo
4 Una
teoría demasiado pequeña
Un examen del
pensamiento dualista en el
siglo veinte, con referencia especial a la obra y al
pensamiento de
Charles Sherrington, el padre de la moderna
comprensión de la
función del cerebro. Se sigue el desarrollo del
planteamiento
mecanicista como metodología hasta llevar a ser una
persuasiva
perspectiva acerca de la totalidad de la vida.
a
muerte el 4 de
marzo de 1952
de Sir Charles Sherrington a la edad de 94 años
señaló la desaparición del
hombre genial que estableció las bases de nuestro
conocimiento
del
funcionamiento del cerebro y de la médula espinal.
Su
clásica obra La acción integradora
del
sistema nervioso,
publicada en 1906, sigue siendo una fuente de
inspiración para
los fisiólogos
de todo el mundo. Fue reimpresa en fecha tan
reciente como 1947 para el
primer
Congreso Internacional de Fisiología de la
posguerra
[después de Así reza parte de la necrológica
en The
British Medical Journal del
15
de marzo de 1952. Y en cierto modo recapitula la
originalidad y la
calidad
de la investigación de toda una vida. Sherrington
no se
retiró de la Cátedra de
Fisiología en Oxford hasta Y así fue que Sherrington (para
entonces
ya armado caballero) pasó de los gatos y
chimpancés al
hombre. El biólogo
devino filósofo y abordó la cuestión de la
relación mente/cuerpo. Y así fue
desplazándose progresivamente hacia una posición
dualista, adoptando de hecho
el interaccionismo de Descartes. Tras su jubilación, su obra
científica
fue continuada durante unos catorce años por un
círculo
de hombres jóvenes,
entre ellos John C. Eccles y Wilder Penfield. Penfield rindió posteriormente un
gran
tributo a Sherrington como hombre y como
científico en un
discurso ante la
Sociedad Canadiense de Neurología en Saskatoon, en
junio de
1957. Se refirió a
Sherrington como «legendario» en las mentes de la
mayoría de los que le habían
conocido y que habían conocido su obra, y se
refirió a
él como su propio héroe
científico.[1] Penfield decía que Sherrington
encontraba
siempre la manera de presentar ambos lados de cada
problema
fisiológico en la
clase, dejando a veces a sus oyentes en un estado
de frustración
y confusión.
Como estudiante, a veces deseó que Sherrington
«ocultase
sus dudas debajo de un
resplandeciente manto de autoridad» y diese a sus
alumnos un
mayor sentimiento
de seguridad. Pero esta no era la forma de actuar
de Sherrington.
Tenía amplias
miras, una mente brillante, y una memoria «que
sobrepasaba a la
de cualquiera
que yo hubiera conocido, en lo que respecta a
exactitud y
detalle». En el campo de la fisiología,
Sherringon
había sido siempre un realista, buscando la verdad
de manera
abierta y hasta
donde fuera posible sin predisposiciones. Stanley
Cobb, uno de sus
distinguidos
estudiantes americanos, lo aclamó como el más
destacado
proponente del dualismo
después de Sócrates y Descartes. Finalmente,
adoptó una creencia en la
existencia de dos elementos separados —cuerpo y
espíritu— en la
constitución
humana. Pero nunca estuvo dispuesto a
comprometerse tan
explícitamente como dos
de sus más destacados estudiantes han hecho desde
entonces. No
poseía los datos
experimentales a los que ellos pudieron recurrir
al adoptar sus
decisiones. Mientras estaba dedicado a la
investigación activa, Sherrington
se
había resistido a la tentación de adoptar una
posición dualista en la
controversia acerca de la relación mente/cerebro.
Su
filosofía era muy similar
a la de Joseph Needham, que escribió, en 1936:[2] Los biólogos
encuentran que su trabajo es posible sólo si
definen la vida En resumen, la vida no es «nada
sino»
física y química. Needham puso de relieve este
planteamiento de la
investigación científica con estas palabras:[3] El
mecanicismo
es la columna
vertebral El
progreso
científico sólo lo
pueden conseguir aquellos que experimentan Desde su comienzo, este punto de
vista
quedó reforzado no meramente por su atractivo en
términos
de simplicidad
conceptual y facilidad de manejo, sino debido a su
inmenso éxito
en la
extensión de la tecnología y del control del
hombre sobre
el orden natural
(esto es, el ámbito de lo físico). Los
científicos, con toda razón para sus
propósitos, pasaban por alto toda
un
área de la realidad en su búsqueda de dominio
sobre las
fuerzas de Este era el ambiente en el que
Sherrington comenzó su larga carrera. En el
laboratorio uno se
encuentra aprisionado
en este «nada-sino-ísmo» y
«como-si-ísmo» porque el clima de la opinión
científica predispone el pensamiento en esta
dirección, y
porque nuestros
instrumentos y nuestras técnicas se han ideado
para proporcionar
solo esta
clase de respuestas. Nadie quiere ser excomulgado
de la red
científica por
poner en duda las actuales presuposiciones, y no
es fácil
obtener financiación
para investigaciones realizadas con otra clase de
actitud. Así, tras haber concentrado todas
las
«iniciativas de diseño» sobre el sujeto
a ser investigado, sobre las herramientas
con las que investigamos y sobre los métodos
de investigación, nos vimos encerrados en un
planteamiento
mecanicista. Esto nos obligó a suponer que la
vida es
meramente una extensión a un cierto nivel de
organización
y que la conciencia
es meramente una extensión de la vida a un cierto
nivel de
complejidad. Sherrington
cambia
de opinión Pero el conocimiento ha seguido
haciendo
progresos. La ciencia tiene en sí misma un cierto
elemento de
autocorrección,
aunque es lento en su acción. Los que siguen más
cordialmente el consejo de
Thomas Huxley y «se sientan ante la realidad como
un niño
pequeño, [y] siguen
humildemente adonde y cualesquiera que sean las
profundidades a las que
lleva
la naturaleza», desde luego aprenden y a veces
modifican sus
puntos de vista de
forma radical. Desafortunadamente, se precisa de
una
reflexión madura y de un valor considerable de
parte de
cualquier científico
que valora su reputación para apartarse
públicamente de
la ortodoxia dominante.
El resultado es que estos giros suelen darse hacia
el final de la
carrera de un
científico, y su impacto será probablemente débil
sobre su propia generación.
Max Planck observó: «Una nueva verdad científica
no
triunfa convenciendo a sus
oponentes y llevándolos a ver la luz, sino porque
sus oponentes
al fin mueren,
y crece una nueva generación que está
familiarizada con
ella».[4]
Por esto mismo, el cambio tiende a ser más bien
lento. Serrington era un hombre genial,
pero
también era un hombre esencialmente humilde en el
sentido
propuesto por Huxley.
Con razón excluía cualquier recurso a una fuerza
no
física al tratar de
explicar las operaciones del sistema nervioso,
especialmente en el
hombre. Pero
queda claro que, en el curso de medio siglo de
investigación,
observó una
realidad no física generalizada que se expresaba
con un evidente
propósito.
Esto sugería una forma de conciencia que no se
podía
negar de plano. La admisión en el laboratorio de
estas
«fuerzas» no físicas, y por ello no
cuantificables,
es a menudo fatal para la
investigación, porque invita a la pereza. Lo que
no pueda
explicarse fácilmente
en términos de física y de química no se sigue
estudiando porque se explica
demasiado fácilmente en términos de causas no
físicas que no tienen nada que
ver con la ciencia. La investigación de causas
físicas de
estos fenómenos puede
resultar abandonada, y se abandona la demostración
de la
causalidad estricta,
incluso en áreas de investigación en las que la
persistencia hubiese hecho
avanzar nuestro conocimiento de la naturaleza de
forma sustancial. De
modo que
la tentación a admitir una realidad no física se
considera como totalmente perjudicial
para el avance de la ciencia, como desde luego
puede serlo. En el estudio del hombre esto es a
veces
causa de tensiones muy perturbadoras para aquel
que quiere adoptar una
perspectiva total de la realidad.
En
la discusión con colegas esto puede llevar a un
debate
totalmente
insatisfactorio y a menudo muy perjudicial. En el
debate público
en una sala de
conferencias puede resultar en recriminaciones y
descrédito, y
esto puede ser muy dañino para la
reputación
y la carrera de los científicos jóvenes. Como consecuencia, es casi siempre
el
científico más mayor, que ya ha establecido su
reputación entre sus colegas, y
que tiene poco peligro de perderla, que puede
permitirse decir lo que
realmente
piensa acerca de cuestiones tan conflictivas. Sin
embargo, aunque era
ya un
personaje de gran talla, Sherrington, en su obra El hombre
en su naturaleza, se mostró todavía muy
cauteloso en
su
admisión pública de dudas que evidentemente habían
comenzado a cobrar forma en
su mente acerca de si se podía explicar el hombre
en
términos monistas. A veces
parece como disculpándose por su planteamiento
dualista. Pero el dualismo puede adoptar más
de
una
forma. Podría ser, declaró Sherrington, que lo que
Eccles
llamó posteriormente
la «mente autoconsciente» o «alma», y Penfield
«el espíritu», fuese una especie
de fenómeno emergente surgiendo del cerebro, que
en cierto punto
consiguiese
una especie de independencia. Así, en este volumen
de
reflexiones, Sherrington
admitió de una manera algo provisional: «Que
nuestro ser
se componga de dos
elementos fundamentales no ofrece, me parece, una
improbabilidad
inherente
mayor que el que estuviera constituido solo por
uno».[5] Mantenimiento
del
rigor científico En 1968, Penfield, a quien su
maestro
había hecho esta admisión, comentó que él
también pensaba que esta era la mejor
manera de dejar El problema del origen de la mente
es
desconcertante
para el monista, porque la mente tiene que ser
identificada en alguna
forma primigenia en alguna etapa
anterior en
el desarrollo de la vida. Como hemos visto, esto
es muy díficil
de conseguir.
Respecto al origen de la mente, Sherrington
escribía en 1940:[6] ¿Quién
la
descubrirá en aquella
pequeña masa como una mora [la etapa de la mórula]
que
para cada uno de
nosotros es nuestro todo poco después de la etapa
unicelular.
... Pero, ¿quién
la negará en el niño en que se convertirá en pocos
meses aquel embrión? Y a la
inversa, a la muerte parece reemerger al estado de
no mente. Pero
parece venir
de la nada y volver a En realidad, aquí nos encontramos
con
dos
problemas. ¿Surgió la «mente» de la materia
sin mente mediante un proceso de
emergencia, o surgió de la nada, mediante una
especie de
creación? Y,
naturalmente, ¿qué sucede con la conciencia en la
muerte? Como hemos visto más arriba, mucho
tiempo
antes de Sherrington, Claude Bernard (1813—1873)
había
establecido un credo para los
fisiólogos que
estableció
el espíritu de la investigación en un molde de
hierro del
que no iba a escapar
durante más de un siglo. Así escribió él:[7] Tanto en los cuerpos vivientes como en los cuerpos inorgánicos, las leyes son inmutables y los fenómenos gobernados por estas leyes están vinculados a las condiciones en los que existen por necesidad y por un determinismo absoluto. ... El determinismo en las condiciones de los fenómenos vitales debería constituir uno de los axiomas de los médicos experimentales. Si están totalmente imbuidos de la verdad de este principio, excluirán toda intervención sobrenatural de sus explicaciones; tendrán una fe inquebrantable en la idea de que la ciencia biológica está regida por unas leyes fijas. ... Así, el determinismo deviene el fundamento de todo progreso y crítica científicos. [mi énfasis en todas las citas] Sherrington se crió en este ambiente
intelectual y quizá fue mayormente desconocedor,
al menos en sus
tiempos de
juventud, de la confusión que generaba. Lo aceptó
y desde
luego prosperó en
base al mismo. Pero sus limitaciones se le
debieron hacer evidentes
más tarde.
Sin embargo, por sus hábitos de pensamiento
durante tanto
tiempo, no pudo (o no
quiso) tomar en consideración la idea de que
podría haber
otro mundo de
realidades no sometidas a los instrumentos de
medición que
estaban diseñados
solo para investigar el mundo de lo material.
Quizá Sherrington
no pudo ni
siquiera admitir la existencia de un mundo no
material, pero parece que
al
final se aproximó mucho a la idea de que la mente
tenía
algún valor
trascendental. Incluso si procedía de la
«no-mente»
no regresaba a la no-mente cuando
el cerebro se
disolvía. Esta parece
ser la implicación de una declaración que hizo a
Sir John
Eccles cinco días
antes de morir. «Para mí, ahora», dijo
Sherrington,
«la única realidad es el
alma humana».[8] ¿Quién sabe qué
significado podía tener
esto, aparte del hecho manifiesto de que su cuerpo
estaba ya casi listo
para su
disolución, y que él lo sabía? Todo el vigor que
le
quedaba residía en su mente. Fuese cual fuese el significado de
sus
palabras, dos de sus discípulos iban a hacer
avanzar su
investigación con un
espíritu más libre. Sus conclusiones han prestado
un
enorme peso al argumento
dualista con sobretonos de interaccionismo
cartesiano. La mente no
gobierna
completamente la operación del cerebro, ni el
cerebro gobierna
completamente lo
que sucede en la mente. [1] Reimpreso en Second Career,
de Penfield, [2] [3] Ibid., p.170. [4] Planck, Max, Scientific
Autobiography and
Other Papers,
Nueva York, [5] Sir Charles Sherrington: citado
por Wilder Penfield,
«Engrams in
the Human Brain: Mechanisms of Memory», Proceedings
of the
Royal Society of
Medicine, agosto de 1968, reimpresión
del Montreal
Neurological Institute [6] Sherrington, Sir Charles, Man on His Nature, Cambridge University Press, 1951, 2ª edición, p. 210. [7] Bernard, Claude, An Introduction to the Study of Experimental Medicine, traducido del francés al inglés por H. C. Greene, Nueva York, Henry Schuman, 1949, p. 69. [8] Popper, Sir Karl and Sir John Eccles, The Self and Its Brain, Springer Verlag International, 1977, p. 558. 1980 publicado por Probe Ministries (Texas) con Zondervan Publishing Co. 1997 primera edición en línea en inglés 2001 2ª edición en línea en inglés – corregida y con formato revisado Copyright © 1988 Evelyn White. Todos los derechos reservados Título: La misteriosa materia de
la mente Copyright © 2008 Santiago Escuain para la traducción. Se reservan todos los derechos.
© Copyright 2008, SEDIN -
todos los
derechos reservados. SEDIN-Servicio
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