ÍndiceCapítulo
1: El problema Capítulo
2: El
dualismo
cartesiano: La interacción entre la mente y el cerebro
Capítulo
5: El
establecimiento de las bases experimentales
Epílogo: Más
allá de
la filosofía
Acceso al original del libro en inglés -The Mysterious Matter of Mind |
Epílogo Más
allá de la filosofía
Una consideración del origen y del
destino de la mente, mirando más allá de la
indagación científica a la revelación
bíblica y a la teología. Se pondera una perspectiva
bíblica de siglos de antigüedad al lado de las modernas
perspectivas del dualismo interaccionista.
or cuanto la búsqueda en pos del origen
y
la búsqueda en pos del destino están, ambas,
decididamente fuera del ámbito de
la indagación científica, parece que nos quedamos
sólo con una especulación
metafísica. Pero esta especulación no ha llevado hasta
ahora a ninguna
verdadera certidumbre. Está claro que carece de los datos brutos
con los que la
ciencia procede hacia el entendimiento. Entonces, ¿dónde
podemos encontrar
estos datos? La respuesta usual es: Preguntemos a los
que han experimentado la «extinción de la llama» y
luego han vuelto. Pero esta
fuente de información es insatisfactoria debido a que
varía muy ampliamente de
persona en persona, y debido a que no hay una seguridad absoluta de que
la
llama se hubiese realmente extinguido. Parece que no nos queda otra
alternativa
que volvernos a Donde parece necesaria
la revelación Ahora bien, la
especulación metafísica es la búsqueda en pos del
conocimiento mediante el uso
de la razón sola, sin la ayuda de la revelación, en tanto
que la teología es la
aplicación de la filosofía a la experiencia religiosa
mediante el uso de la
razón pero con la ayuda de El hombre: Una
dicotomía de mente y cuerpo En primer lugar,
se puede decir sin ningún tipo de ambigüedades que la
teología bíblica siempre
ha contemplado al hombre como un ser combinado, una dicotomía
espíritu/cuerpo.
Esta es la clara postura que se contempla tanto en el Antiguo como en
el Nuevo
Testamento. Hasta este punto no hay ningún enfrentamiento entre
la teología y
los resultados de las recientes investigaciones. Además, la
Biblia siempre ha
contemplado la muerte como sencillamente la separación de estos
dos
componentes. Cuando el espíritu o alma*
abandona el cuerpo, el cuerpo muere. Además, ambos
Testamentos concuerdan en contemplar la unión de ambas entidades
como
esenciales para la existencia real de la persona plena como tal. De
ahí el
enorme énfasis en la resurrección del cuerpo a lo largo
de toda la Biblia. Si
la Revelación estaba en lo cierto acerca de la unión de
los dos constituyentes,
quizá estará también en lo cierto en lo que revela
acerca del destino del individuo
después de la muerte. Se debe tener
presente que eran los filósofos griegos, no los teólogos
cristianos, los que
contemplaban el cuerpo como la cárcel del alma. Por cuanto
Eccles emplea los
términos mente y alma de forma
intercambiable (igual que los teólogos han usado las
palabras alma y espíritu
de forma intercambiable), todos están abordando la misma
cuestión. Mente y Cuerpo: Hechos
el uno para el otro Los teólogos
europeos se han sentido particularmente interesados en resaltar que el
cuerpo
es el instrumento mediante el que el alma o mente se realiza y alcanza
la
propia expresión. A cambio, el alma o mente da al cuerpo el
potencial para una
actividad llena de propósito. Las capacidades del
autómata epiléptico existen
solo debido a que la mente ya ha programado el cerebro con
propósito. Aunque
los clínicamente muertos se puedan mantener con vida por
algún tiempo con
medidas extremas, está claro que el cuerpo carece esencialmente
de propósito en
su actividad cuando está ausente la conciencia. La mente o alma
proporciona al cerebro una economía significativa, valiosa y
ordenada. El
cerebro, a su vez, hace que el alma tenga efectividad.
El alma encuentra una expresión plena mediante el cuerpo a
través de la
interacción con el cerebro. El alma, por tanto, anima el cuerpo.
Al separar las
dos, ambas sufren «muerte». Por lo que respecta a la
persona como un todo, la Biblia indica claramente una
forma de ruptura que no se anulará hasta que el cuerpo resucite
y se reúna con
el alma. El problema es que se ha tendido a minimizar la
resurrección física,
que ha quedado, por así decirlo, sepultada por el énfasis
excesivo en la
supervivencia del espíritu. Pero a la luz del conocimiento
presente no podemos
recomponer razonablemente al hombre como un todo sin la
resurrección de su
cuerpo, porque la existencia corporal parece esencial para su
integridad. Por
ello, no es sorprendente que a falta de una firme esperanza en la
resurrección
corporal, la experiencia de la muerte se afronte con tal
repulsión, por cuanto
es la disolución de una asociación de mente y cerebro
esencial para la
supervivencia personal. Mi cuerpo es el hogar apropiado para mi alma.
Mi alma
es el ama adecuada de mi cuerpo. Están hechos el uno para el
otro. A lo largo de la
era cristiana, los teólogos han sostenido que el alma es una
creación. Parece
difícil explicarla de otra manera por lo que respecta a la
evidencia actual.* Pero también parece
haber una
«idoneidad de ajuste» entre alma y cuerpo. Hay
interacción, no meramente un
desarrollo paralelo e independiente. Abraham Kuyper (1837—1920), un
teólogo
holandés, sostenía que «Dios crea el alma en el
embrión que tiene una
predisposición hacia el alma predestinada para él».[1]Así,
el acto de lanzar los dados para determinar la dotación
genética no se deja del
todo al azar. Por cuanto el
niño recibe sus genes de sus padres, tiene un sesgo hacia la
clase de
personalidad que puede desarrollar. Si está dotado musicalmente,
tendrá
probabilidad de mostrar inclinación hacia la música,
siempre y cuando las
circunstancias permitan los medios durante su crecimiento. Por tanto,
no
comienza como una tabla rasa sino con
un cierto marco dentro del que su alma encontrará
expresión. Kuyper era muy
específico. Según él, el alma es verdaderamente
creada ex nihilo por Dios, pero no de una manera
arbitraria. Es creada en este hombre, en este
momento en la historia del mundo, en este país,
en esta familia
o raza determinada, y por ello con las características
potenciales y, hasta
cierto punto, las limitaciones que significa tal emparejamiento. La fracción
sujeto y la fracción objeto Los teólogos
hablan de la naturaleza dual como comprendida de una fracción objeto y de una fracción sujeto.
La fracción objeto se designa en
el Nuevo Testamento como soma, y la
fracción sujeto como pneuma. Juntas,
constituyen el «alma» o identidad propia, el individuo, Cualquier sistema
de psicología que intente que cualquiera de estas dos fracciones
asimile a la
otra, ya no está tratando con el hombre como tal. El
conductismo, por tanto, no
es una psicología del hombre, sino sólo de la
fracción objeto del hombre. Tal
como concluye Penfield, el hombre tiene
un ordenador, no es un ordenador, y
tratarlo como un ordenador es como decir que el único objeto de
nuestro afecto
debería ser la carta de amor —no quien la envía. La muerte: el
desgarramiento entre mente y cuerpo La revelación
deja bien claro que cuando el alma o espíritu deja el cuerpo, el
cuerpo está
muerto (Santiago 2:26), y que si el espíritu de alguna manera vuelve al cuerpo, toda la persona vuelve
a la vida (Lucas 8:55). Esta dualidad se repite en cientos de lugares
en la
Biblia (cp., por ejemplo, Mateo 26:41; Romanos 8:10; 1 Corintios
5:5;
6:20; 7:34; 2 Corintios 7:1; Gálatas 5:17). Desde luego, se
afirma expresamente
que la formación de Adán como el primer ser humano
es resultado de la animación de un cuerpo por un
espíritu, que quedó por ello
constituido como un alma viviente (Génesis 2:7). Por lo que se
refiere al estado del alma al otro lado del sepulcro, parece que nos
encontramos totalmente dependientes de Aquí vemos un
cuerpo que puede pasar libremente a través de barreras
materiales, puertas
aseguradas y similares, pero que puede ser tocado y examinado para
fines de
identificación. Será un cuerpo capaz de
comunicación con el mundo físico —de
hablar, de ser visto, oído y sentido; y será plenamente
reconocible. Será un
cuerpo capaz de compartir una comida, de ingerir alimento, y luego de
desaparecer a voluntad para reaparecer en algún otro lugar. Será un cuerpo
que puede actuar sobre el mundo físico, desplazar objetos, hacer
predicciones
precisas, salir a pasear y (por lo que parece) capaz incluso de
preparar y
encender un fuego para preparar una comida. Un potencial así
parece hacer
virtualmente posible todo lo que nuestros cuerpos pueden hacer y mucho
más en
términos de movimiento dentro y a través del mundo
material. Difícilmente se
podría imaginar una mayor libertad respeto a las limitaciones de
nuestra actual
existencia sin aparentemente sacrificar ninguna de sus ventajas. Un
cuerpo así
ciertamente abrirá unas panorámicas inmensas de actividad
humana en todas
partes del universo. Y esta es, en
realidad, la esperanza cristiana. Y no es una especie de piadosa
esperanza,
sino que es muy específica. Será en cierta manera nuestro cuerpo animado por nuestro
espíritu y por ello seremos de una forma verdadera e
identificable nosotros
mismos. Esta esperanza
fue durante un tiempo compartida por la gente de todas condiciones
sociales, y
hacía la vida soportable en circunstancias por otra parte
insoportables. En la
actualidad es una esperanza que se debate por sobrevivir bajo una
enorme
presión negativa producida mayoritariamente por la comunidad
científica.
Incluso los mismos humanistas están comenzando a preguntarse si
no habremos
sido desviados por un compromiso injustificado con un punto de vista
mecanicista de la vida y con una filosofía materialista que
parece acompañarlo
ineludiblemente. Escribiendo en la
publicación periódica Bulletin of Atomic Scientists [Boletín de los científicos atómicos],
el
Profesor Roger W. Sperry, psicólogo del Instituto de
Tecnología de California,
observaba:[2] Antes de la ciencia, el
hombre solía considerarse como un agente libre que poseía
libre albedrío. En
lugar de esto, la ciencia nos da un determinismo causal en el que cada
acto se
ve como consecuencia inevitable de patrones precedentes de la
excitación del
cerebro. Allí donde solíamos ver propósito y
significado en la conducta humana,
la ciencia ahora sólo exhibe una compleja máquina
biofísica compuesta
totalmente de elementos materiales, todos los cuales obedecen
inexorablemente
las leyes universales de la física y de la química. ... Descubro que mi propio
modelo conceptual de trabajo del cerebro lleva a inferencias que
están
diametralmente opuestas con lo que acabo de decir; en especial tengo
que
discrepar con todo este concepto general materialista y reduccionista
de la
naturaleza humana y de la mente que parece surgir del planteamiento
analítico
objetivo actualmente dominante en las ciencias del cerebro y de la
conducta. Cuando se nos induce a
favorecer las implicaciones del moderno materialismo en
oposición a valores más
antiguos e idealistas en estas cuestiones y otras relacionadas con
ellas,
sospecho que la ciencia puede habernos dado gato por liebre a todos, a
la
sociedad y a ella misma. Y, desde luego,
esto es lo que parece haber sucedido. por Lee Edward Travis Un supuesto dominante que los psicólogos
mantienen en la actualidad es que
el ser humano es cuerpo y nada más, y que lo que es real se
puede percibir solo
mediante los órganos de los sentidos o mediante un instrumento
físico. En base
de este supuesto, las personas se definen esencialmente y en su
totalidad por
las partes físicas que las constituyen, y para conocerlas es
necesario conocer
de manera exhaustiva su anatomía y su fisiología. Se las
puede reducir
enteramente a física y a química, y no queda nada fuera
de este ámbito. La persona normal y corriente no comparte esta
presuposición. Estas
personas creen que hay algo más, que hay una mente consciente
que asume el
control, posiblemente incluso de toda la vida, y que en buena medida
determina
su propio destino. Es cierto, creen ellos, que la genética tiene
un gran papel
en el desarrollo de la persona, y que el azar entra en Uno podría decir o bien que el cerebro
produce la mente como un
epifenómeno, la melodía que flota desde el arpa, o bien
que la mente programa
el cerebro, usándolo como un fiel criado en la complicada tarea
de vivir. Las
pruebas que el doctor Custance nos aporta respaldan
enérgicamente la segunda
posibilidad. Dichas pruebas proceden principalmente de los grandes
trabajos de
dos investigadores, el neurocirujano Wilder Penfield y el
neurofisiólogo John C.
Eccles. Penfield estimulaba con electricidad la corteza
motora apropiada de
pacientes conscientes y los animaba a impedir que se moviese una mano
cuando
aplicaba Eccles quedó totalmente persuadido,
después de una investigación de toda
una vida en neurofisiología, que la mente no era algo que
emergiese del
cerebro, sino de alguna manera un programador independiente actuando
sobre el
cerebro. La mente actúa sobre el cerebro manipulándolo de
una manera llena de
propósito y de actividad creativa. El doctor Custance llama la
atención a la
congruencia entre la revelación que tenemos en las Escrituras y
las
conclusiones de estos dos científicos modernos. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento
proclaman la unión de mente y
cuerpo como esencial para la existencia de la persona en su integridad.
La
Biblia ve una forma de ruptura entre mente y cuerpo en la muerte que ni
se
deshará ni se remediará hasta que el
cuerpo resucite y se reúna con Me encanta la hermosa descripción que
hace el doctor Custance del nuevo
cuerpo al que vuelve la mente cuando la persona en su integridad vuelve
a Considero este pequeño volumen como una
aportación sana y estimulante, y
tengo el propósito de usarlo en mis clases. Penfield, Wilder, El
misterio de la mente, Pirámide,
Madrid 1977. Publicado
originalmente Popper, Sir Karl, y Eccles, Sir John, El Yo y su cerebro, Editorial Labor,
Barcelona 1980. Publicado
originalmente Sherrington, Sir Charles, El hombre en su naturaleza, Alhambra,
Madrid 1947. Publicado originalmente como Man on His Nature,
Cambridge University Press 1940, 1ª edición; 1951, 2ª
edición. Se trata del
texto de las Conferencias Gifford presentadas por Sherrington ante la
Universidad de Edimburgo durante el invierno de 1937-38. Revisado y
actualizado, representa actualmente la sabiduría destilada de un
príncipe entre
los científicos contemplando la naturaleza de la relación
mente/cerebro. Está
escrito como una mirada retrospectiva hacia una vida entera dedicada a
la
investigación, siendo las reflexiones de un hombre ya no
más preocupado por
preservar su reputación como ortodoxo, y por ello con entera
libertad para
expresar algunas dudas acerca de la suficiencia de las actuales
perspectivas
reduccionistas sobre la naturaleza del hombre. En inglés: Custance, Arthur, Journey
Out of Time, Doorway Publications, En Eccles, Sir John C., Facing
Reality. Springer Verlag International,
1970. Lleva el subtítulo de «Aventuras
filosóficas de un científico del cerebro»
y sería difícil describir este volumen de una manera
más apropiada. Es en
ocasiones un estudio bastante técnico que exige alguna
dedicación, pero a lo
largo del mismo hay pasajes que dan alivio con unas excursiones
brillantes y
relajantes a los aspectos más filosóficos de la
interacción mente/cerebro que
de cierto impactarán al lector. Koestler, Arthur y Smythies, J.
R., directores, Beyond
Reductionism. Londres,
Hutchinson, 1967; Nueva
York, Macmillan, 1970. Una recopilación del Simposio Alpach
celebrado en Suiza en 1968 por
iniciativa de Koestler. El elenco de participantes parece un
«Quién es quien»
de aquellos en la comunidad científica con la inquietud del
problema del origen
y de la naturaleza de la conciencia en el hombre y sus aspiraciones
correspondientes. Se incluyen los intercambios totalmente libres que
siguieron
a la lectura de cada ponencia, lo que hace de este volumen un fondo de
ideas
frescas, estimulantes y a veces sorprendentes. Koestler, Arthur, The Ghost
in the Machine,
Londres, Un estimulante volumen escrito por un autor que
ha establecido una
reputación a nivel internacional como un lego muy bien informado
que aborda las
pruebas en favor del reduccionismo y las encuentra insatisfactorias.
Demuestra
que la posición reduccionista es insuficiente para explicar los
datos en la
historia de algún defecto grave, de alguna deficiencia integrada
en la
operación de la mente humana, que resulta del crecimiento
explosivo del cerebro
humano. Este libro es un enfoque novedoso a un viejo problema: la
incapacidad
del hombre para diagnosticar su propia naturaleza de forma correcta y
de
ordenarse a sí mismo y a la sociedad de forma eficaz. Luria, A. R., The Man With
a Shattered World,
Nueva York, Basic Books, 1972. Este es un libro con un estilo más
popular, y en ocasiones puede desilusionar,
pero da un conocimiento valioso del mundo de un hombre que, como
resultado de
una herida en la cabeza, carece virtualmente de memoria a corto plazo.
Tan
corto es su período de memoria que incluso puede olvidar el
comienzo de una
oración antes de llegar a su final. El relato expone de una
manera espectacular
la gran importancia (y el por qué) de tener memorias a corto y a
largo plazo
con una operación normal. ARTÍCULOS DE REVISTAS: Best, J. Boyd., «Protopsychology». Scientific American, febrero 1963, pp.
55—62. Kety, Seymour S., «A
Biologist Examines the Mind and
Behavior», Science, vol. 132, 1960, p. 1861—69. Penfield, Wilder, «Engrams
in the Human Brain»,
Proceedings of the Royal Society of Medicine, vol. 61, 1968, p.
831—40. Penfield, Wilder, «Epilepsy,
Neurophysiology and Some
Brain Mechanisms Related to Consciousness» en Basic
Mechanisms of the
Epilepsies, dirigido por H. H. Jasper, et al., * Alma y espíritu
son
identificados en francés mediante el uso de un solo
término, âme, que también denota persona. Y mente y espíritu
también quedan
identificados en el término esprit.
Asi también en alemán la palabra seele
puede significar bien mente, bien alma. * El punto de vista de
Popper es que la mente (que en este contexto equivale a alma)
simplemente
apareció. Pero esto realmente no nos dice nada. No tiene
ningún valor
explicativo en absoluto, y aunque pueda ser un escape del creacionismo,
esta
declaración en sí misma no tiene más validez
científica que la llana
declaración de que el alma es una creación. Ambas
declaraciones son expresiones
de fe. [1] Kuyper, Abraham, citado en G. C.
Berkouwer, Man:
The Image of God, Grand Rapids, Eerdmans, 1963, p. 290. [2] Sperry, Roger W., «Mind, Brain, and
Humanist Values», Bulletin of the Atomic Scientists,
septiembre 1966,
pp. 2-3. 1980 publicado por Probe Ministries (Texas) con Zondervan Publishing Co. 1997 primera edición en línea en inglés 2001 2ª edición en línea en inglés – corregida y con formato revisado Copyright © 1988 Evelyn White. Todos los derechos reservados Título: La misteriosa materia de la mente Copyright © 2008 Santiago Escuain para la traducción. Se reservan todos los derechos.
© Copyright 2008, SEDIN - todos los
derechos reservados. SEDIN-Servicio
Evangélico |
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