ÍndiceCapítulo
1: El problema Capítulo
2: El
dualismo
cartesiano: La interacción entre la mente y el cerebro
Capítulo
5: El
establecimiento de las bases experimentales
Epílogo: Más
allá de
la filosofía
Acceso al original del libro en inglés -The Mysterious Matter of Mind |
Capítulo 5 El
establecimiento de las bases experimentales
De Sherrington a Penfield y sus
observaciones de memorias «revividas» causadas por
estimulación con electrodos de los lóbulos temporales de
pacientes plenamente conscientes.
no de los más destacados
discípulos de
Sherrington fue el neurocirujano canadiense Dr. Wilder Penfield.
Penfield se ha
hecho célebre por sus extraordinarios estudios y eficaz
tratamiento de cientos
de pacientes afligidos con epilepsia. Este trabajo comportaba la
exposición
quirúrgica y estimulación mediante electrodos de tejidos
del cerebro en
pacientes totalmente despiertos. Al observar la reacción del
paciente al
desplazar el electrodo gentilmente de punto a punto sobre el
lóbulo temporal,
demostró que era posible en muchos casos localizar el
área de tejido dañado
causante de la epilepsia. La extirpación de estos tejidos
dañados
reducía y a veces eliminaba la reaparición de los
ataques. Un descubrimiento
inesperado fue el descubrimiento de que en muchos casos se suscitaba
involuntariamente un recuerdo de escenas sumamente vívidas y a
menudo
espectaculares en el pasado del paciente, escenas que podía
describir con gran
detalle, a la vez que era plenamente consciente de la actividad del
cirujano.
Este trabajo se realizó en el Instituto Neurológico de
Montréal durante un
período de treinta años. En sus estudios en Oxford bajo Sir
Charles Sherrington y durante un breve período bajo el Dr.
Santiago Ramón y
Cajal en España, Penfield absorbió y aceptó
completamente el principio de que
todo este trabajo experimental debía realizarse con la
presuposición de que la
mente está en el cerebro, que la
mente, a su debido tiempo, quedará totalmente explicada en
términos de física,
química y circuitos eléctricos. En los últimos tiempos de su
práctica
quirúrgica activa, hizo la siguiente observación:[1] A lo largo de
mi propia trayectoria profesional como científico, y, como otros
científicos,
me he esforzado en demostrar que el cerebro explica Este cambio de opinión no fue
fácil. En
1950 Penfield bosquejó brevemente pero de manera elocuente una
interpretación
completamente mecanicista del funcionamiento del cerebro. Pero indicios
subsiguientes le convencieron gradualmente de que su perspectiva
mecanicista y
monista no explica los hechos de manera adecuada. Posteriormente
escribió: «Hay
alguna otra cosa que encuentra su morada entre el complejo sensorial y
el
mecanismo motor. ... Además de la centralita telefónica
también está la telefonista».[2] En su Mystery
of the Mind aparece una franca exposición de los
pensamientos que pasaban
continuamente por su mente mientras sondeaba los tejidos cerebrales de
pacientes de epilepsia en busca de las causas de raíz.
Escribió que, a la vez
que estaba de acuerdo con Lord Adrian en el sentido de que debemos
estar
siempre en guardia en contra de introducir ideas en nuestra ciencia que
no sean
parte de la ciencia, sin embargo debemos a veces someter nuestra
investigación
a nuestras propias especulaciones, y que, cuando lo hacemos, la
valoración
crítica sigue siendo posible.[3] Luego describe muy sucintamente el
procedimiento que llegó a adoptar en la sala de operaciones y el
fundamento del
mismo. El propósito era localizar, en personas
epilépticas, la causa y la
situación del punto de irritación del bombardeo neuronal
que desencadena el
ataque epiléptico, y, tras haberlo localizado de forma precisa,
extirpar el
tejido en aquella área. El procedimiento tuvo éxito en
cientos de casos sin
ningún efecto secundario perjudicial, a condición de que
los daños estuvieran
limitados a un solo hemisferio. El tejido contralateral en el otro
hemisferio
(cuando el lugar de desencadenamiento estaba ubicado en el
lóbulo temporal)
podía realizar la función del tejido extirpado.
(Véase Figura 2 para la
identificación de las áreas.) Figura
2. La relación del lóbulo Penfield decía además que, por
motivos de
seguridad y de buena probabilidad de curación, es necesario
poner a descubierto
de forma extensa la superficie de un hemisferio del cerebro a fin de
estudiar y
posiblemente extirpar una parte dañada. Esta operación se
consideraba menos
peligrosa y más útil si el paciente estaba despierto y
alerta durante todo el
procedimiento, de modo que solamente se inyectaba un analgésico
local en el
cuero cabelludo del paciente. Penfield recalcaba que se precisa de una
gran
confianza y comunicación entre médico y paciente para que
esta operación sea a
la vez eficaz y humana.[4]
Este procedimiento a veces revelaba el lugar que causaba ataques
epilépticos
desencadenando uno de ellos. Para el lego, esta parece ser una empresa
formidable. Pero el secreto del éxito depende de que el paciente
pueda decir al
cirujano cuál es su experiencia consciente mientras el operador
explora el
tejido cerebral expuesto con el electrodo.*
Sin esto, la única guía para el cirujano serían
unos movimientos musculares
espasmódicos e involuntarios. Por cuanto la estimulación
del lóbulo temporal no
produce estos movimientos, solo el paciente consciente puede comunicar
al
cirujano los efectos de la exploración. (Véase Figura 3
para el mapa de las
áreas de control motor.) Esto ha producido la sorprendente y
extraordinaria experiencia en el paciente de una forma de doble
conciencia, tal como En sus registros aparece una ocasión en
la que «un joven paciente sudafricano yaciendo en la mesa de
operaciones
exclamó, cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, que
le dejó atónito
darse cuenta de que estaba riendo con sus primos en una granja en
Sudáfrica,
mientras que era también plenamente consciente de estar en la
sala de
operaciones en Montréal». Penfiel observaba: «La
mente del paciente era tan
independiente de la acción refleja como la mente del cirujano
que escuchaba y
que trataba de comprender. Así, mi argumento favorece la
independencia de la
acción de la mente».[5] Penfield fue así forzado a la
conclusión
de que el estímulo del electrodo era responsable en efecto de
una especie de
programa de TV que el sujeto estaba contemplando objetivamente,
mientras que la propia mente del sujeto estaba
dirigiendo la producción de un registro igualmente completo de
los
acontecimientos que tenían lugar en la sala a su alrededor.
Así como podemos
contemplar objetivamente un programa de TV en compañía de
otros de cuya
presencia somos plenamente conscientes, así aquí
teníamos dos clases diferentes
de conciencia. La mente estaba observando por su propia voluntad un
programa
que se le estaba presentando de forma mecanicista mediante
estimulación por un
electrodo de manera muy parecida a una TV operada independientemente
por el
espectador. Como Penfield lo expresa, si asemejamos el cerebro a un
ordenador,
el hombre tiene un ordenador, no es
un ordenador.[6] Este descubrimiento fue totalmente
inesperado. Pero no fue singular en modo alguno. Se repitió una
y otra vez en
centenares de pacientes, cada uno de los cuales pudo identificar la
escena
evocada con facilidad y de manera totalmente instantánea. Los
pacientes podían
discurrir acerca de lo que veían, y explicar las circunstancias,
de modo muy
parecido a como un espectador de TV contemplando un programa de
seriales podría
explicar las circunstancias a un compañero que no conociese los
episodios
anteriores. En esta situación aparecen con claridad dos
elementos: El
espectador no forma parte del
programa de TV, sino que es un observador. Pero es más que un
observador en
tanto que el espectador puede ajustar el aparato, dar más brillo
a la imagen,
cambiar el programa, y (en una situación de recuerdo) apagarlo a
voluntad bajo
circunstancias normales por un cambio de atención (esto es,
pasando a otro
canal). Aquí, entonces, tenemos un dualismo de objeto y sujeto,
de cerebro y de
mente. Ya no es fiable contemplar la mente
como un ordenador, aunque el
cerebro es ciertamente un ordenador de un refinamiento extraordinario.
Pero
este ordenador tiene un programador y un operador que lo está
usando como
herramienta de recuperación de memorias y para control motor.[7] Control supervisor
por parte de la mente Los pacientes epilépticos pueden a veces
experimentar un total «desmayo» respecto a la conciencia,
donde la mente parece
abandonar totalmente el control del cerebro. A condición de que
el cerebro haya
sido ya programado, el paciente deviene un autómata y completa
su tarea en un
estado de inconsciencia total. Los pacientes pueden incluso acabar un
viaje en
automóvil del trabajo a casa. Siempre que la ruta sea habitual y
que no haya
ninguna interferencia inesperada, la navegación a través
del tráfico y el
recorrido por las calles se realiza por medio de reflejos puramente
condicionados; después, no se recordará nada acerca del
viaje. La eficiencia
del cerebro como ordenador es verdaderamente extraordinaria. Penfield
observó
que las funciones continuas de la mente normalmente activa eran
aparentes en
estos viajes.[8]
Pero recalcaba que es la
mente la que tiene que programar primero el cerebro del ordenador, por
cuanto
el ordenador es solo una cosa, y, por sí mismo, no tiene
capacidad de tomar
decisiones totalmente nuevas para las que no está programado.[9] Por maravilloso que sea el cerebro como
ordenador, vemos sus limitaciones y su dependencia de las directrices
conscientes de la mente para niveles decisorios de actividad normales
de la
vida humana. Es desde luego algo que el individuo posee, pero no algo
que posee
al individuo. Penfield fue llevado a creer que sólo
aquello a lo que la mente ha «prestado atención»
queda aparentemente programado
en el cerebro.[10]
Si el sujeto ha caminado
a través del tráfico, observando conscientemente pautas
para mantener su propia
seguridad, esta actividad motora será programada
automáticamente en el
ordenador, y en caso de un automatismo epiléptico, el sujeto,
aunque totalmente
inconsciente, sin embargo seguirá navegando con seguridad a
través del tráfico,
a no ser que surja alguna complicación no experimentada con
anterioridad.
Penfield describía a la persona normalmente sana como aquel
individuo que va
por su mundo dependiendo constantemente de su propio ordenador personal
que él
programa para que se ajuste a sus propios objetivos y preocupaciones en
constante cambio.[11] Penfield realizó
muchos
sorprendentes descubrimientos acerca del potencial de la
exploración del lóbulo
temporal de esta manera. Un lugar determinado, cuando es contactado por
el
electrodo, produce un recuerdo específico. Es tan
específico que la experiencia
que se revive comienza siempre en precisamente el mismo punto en la
secuencia
de acontecimientos. No hay una continuación donde la
última escena acabó, sino
una repetición de la representación. En un sujeto esto
tuvo lugar ¡sesenta y
dos veces sucesivas![12]
Esto parece indicar un emplazamiento muy específico dentro de la
corteza, algo
así como colocar la aguja lectora en el mismo punto de un disco.
(Ver Figuras 4
y 5.) Figura 4. Diagrama
del cerebro de uno de los pacientes epilépticos de Penfield.
(Arriba:
hemisferio derecho, vista lateral; abajo: hemisferio derecho, vista
inferior.)
Las letras A-F identifican puntos sobre el cerebro estimulados mediante
un
electrodo. Las respuestas verbales del paciente a dicha
estimulación se dan más
abajo. [De Penfield, The
Mystery of the Mind, p. 25, con permiso.]
A: «He
oído algo, no sé qué era». A: (repetido
sin advertencia) «Sí. Señor, me parece
que oigo a una madre llamando a su pequeñito en alguna parte.
Parecía algo que
sucedió hace años.» Cuando le pedí que
explicase, me dijo: «Era alguien en el
vecindario donde vivo». Luego añadió que ella misma
«estaba en algún lugar
cercano para poder oír». B: «Sí. He
oído voces ribera abajo del río en algún lugar
—una voz de hombre y una voz de
mujer llamando. ... Creo que he visto un río». C: «Sólo
un pequeño atisbo de un sentimiento de
familiaridad y una sensación de que sabía todo lo que iba
a suceder en el
futuro próximo». D: (se
insertó una aguja, aislada excepto en el
extremo, en la superficie superior del lóbulo temporal,
profundamente dentro de
la fisura de Sylvius, y se prendió la corriente)
«¡Oh! Tuve este mismo recuerdo
muy, pero muy familiar, en una oficina en algún lugar.
Podía ver las mesas de
despacho. Yo estaba allí y alguien me llamaba, un hombre
inclinado sobre su
mesa de despacho con un lápiz en la mano». La
advertí que iba a estimular, pero no
lo hice. «Nada.» Esto, no obstante, no sucedía siempre
así. Un sujeto, estimulado en la misma área,
experimentó cuatro respuestas
experienciales aparentemente no relacionadas. Primero oyó
«pasos»; segundo, «un
grupo de gente en la estancia»; tercero, «como estar en un
gimnasio»; y
finalmente, «una señora hablando con un niño en la
playa».[13]
En el caso de una memoria repetitiva, nada se ha perdido ni nada se ha
añadido.
En palabras de Penfield: «Los acontecimientos no están en
absoluto adornados
con fantasías, como suele suceder con los sueños cuando
se recuerdan».[14]
Y
otra vez, en otro pasaje, Penfield escribía:[15] La viveza o riqueza de detalles y el sentido de inmediatez que acompaña a sus respuestas evocadas sirve para ponerlas en una clase aparte respecto al proceso ordinario de recuerdo, que raras veces exhibe tales cualidades. Así, en el caso de la estimulación en el Punto n.º 11 en el sujeto J. V. (Caso n.º 15), el paciente dijo: «Ahí van — gritándome. ¡Paradlos!» El individuo puede identificar
conscientemente el significado de la experiencia revivida no como una
especie
de alucinación, sino como algo tan real como la vida, de la que
sin embargo se
encuentra aparte. Una mujer que escuchaba una orquesta bajo el
electrodo
estimulador de Penfield tarareaba la música que oía,
verso y coro, acompañando
así con un acto de esfuerzo consciente la misma música
que estaba siendo
suscitada de manera tan vívida. Estos recuerdos se suscitaban de
forma
totalmente involuntaria. No se trata de recuerdos traídos
voluntariamente a Figura 5. Mapas
resumen para indicar dónde,
en los dos hemisferios cerebrales, se produjeron respuestas experienciales de toda clase mediante estimulación eléctrica.
Penfield se vio obligado a concluir que,
aunque había pasado años intentando explicar la mente
totalmente en base a la
acción cerebral, sus años de estudio hacían que
fuese mucho más simple y lógico
explicar la mente y el cerebro como dos elementos en lugar de uno. Esta
proposición parecía ofrecer el mejor camino para llevar a
los científicos a una
comprensión definitiva de la cuestión cerebro/mente.
Creía que nunca sería
posible explicar la mente a partir de la acción de las neuronas
en el interior
del cerebro, porque la mente parece desarrollarse de manera
independiente a lo
largo de la vida de la persona como si fuese algo continuado, y por
cuanto un
ordenador, que es lo que el cerebro es, ha de tener un agente
controlador capaz
de comprensión independiente.[19] Penfield nunca ha sugerido que la mente
pueda prescindir del cerebro, aunque evidentemente el cerebro puede
proseguir
por cierto tiempo sin mente, como sucede en el automatismo
epiléptico. Pero la
mente es el agente que programa el cerebro, que decide qué engramas* se codificarán en
el
ordenador para su futura recuperación. El cerebro no
explica la mente Como observaba Penfield, y como
esperaría
el monista, si el ser humano se compone sólo de un elemento
fundamental,
entonces la acción neuronal del cerebro ha de explicar todo lo
que hace la
mente.[20]
Pero en tal caso, ¿no hay ningún indicio de actividad
neuronal específica que
se corresponda con el pensamiento que
está haciendo el individuo? A esto, Penfield responde que no. No
se han
encontrado indicios de esto en ningunos de sus pacientes. Pero es
cuidadoso en
admitir que pueda existir una actividad neuronal de esta clase que no
haya
quedado todavía demostrada. Además, ha observado que
pueden extirparse áreas
sustanciales de la corteza cerebral sin ninguna pérdida de
conciencia por parte
del sujeto incluso durante la operación, lo que sugiere que la
conciencia no
tiene una localización específica. Luego resumía sus conclusiones
resaltando
que su propia experiencia en cirugía nunca reveló
ningún área de materia en la
que resultase una descarga epiléptica local que pudiera
describirse como acción
mental.[21] Por cuanto no hay indicios de tal
acción,
Penfield concluía que la única explicación ha de
ser que existe ciertamente
otro elemento fundamental y otra forma de energía, que
así como un programador
actúa con independencia de su ordenador, incluso si depende de
la acción del
ordenador para ciertas cosas, así la mente aparentemente puede
actuar con
independencia del cerebro.[22] Si nunca se explora la perspectiva
dualista, nunca diseñaremos herramientas experimentales para
desvelar el
mecanismo de interacción entre los dos elementos. Por ello,
parece lógico
admitir el dualismo como hipótesis de trabajo y ver si no se
pueden inventar
nuevas maneras de abordar el problema en el clima más favorable
que esta
admisión generaría. Penfield estaba convencido de que
debemos ampliar nuestra
base hipotética. Es en este espíritu que pasa luego a una
consideración de algunas cuestiones más sutiles y
quizá de importancia más
fundamental que los indicios nos invitan a preguntar. Observa él
que la
historia del desarrollo de la mente a lo largo de la vida en contraste
con el
curso de desarrollo del cerebro es bastante diferente.[23]
Por ejemplo, si se puntea una curva exponiendo la excelencia de la
ejecutoria
humana, se ve que la ejecutoria corporal (y del cerebro)
mejora con el tiempo al darse la maduración, hasta
después
de una cierta etapa en la que comienza a darse el declive y finalmente
se llega
a la senilidad. En contraste, la mente
no revela ninguna característica de declive inevitable. De
hecho, en la vejez
llega hacia su más pleno potencial de comprensión y de
criterio, mientras que
el cuerpo y el cerebro están volviéndose más
lentos y a veces no funcionan como
debieran.[24] Luego hace una observación final en el
sentido de que había trabajado como científico tratando
de demostrar que el
cerebro explicaba la mente, y que, investigando tantos mecanismos
cerebrales
como fuera posible, había abrigado la esperanza de demostrar cómo se podía explicar en dichos
términos.
Acaba sus reflexiones diciendo:[25] Al final,
concluyo que no existe evidencia, a pesar de los nuevos métodos,
como el empleo
de electrodos estimulantes, el estudio de pacientes conscientes, y el
análisis
de ataques epilépticos, de que el cerebro solo pueda realizar la
tarea que
realiza [1] Penfield, Wilder, The Mystery of the Mind, Princeton University Press, 1975, p. xiii. [2] Penfield, Wilder, The Physical Basis of Mind, dirigido por P. Laslett, Oxford, Basil Blackwell, 1950, p. 64. [3] Penfield, Wilder, The Mystery of the Mind, [4] Ibid., p. 12. * Se emplea un punto
único de contacto, con una corriente de 2 voltios a 60 Hz. [5] Ibid., p.55. [6] Ibid., p.108. [7] Ibid., p.40. [8] Ibid., p.45. [9] Ibid., p.47. [10] Ibid., pp.39-40, 58-59. [11] Ibid., p.61. Nota: Se debería
observar, sin embargo, que bajo hipnosis es posible algún
recuerdo de detalles
que sólo difícilmente se pueden atribuir a una atenta
observación en el pasado.
Por ejemplo, bajo hipnosis un hombre dibujó con precisión
cada protuberancia y
grano en la superficie superior de un ladrillo que había puesto
en una pared
hacía veinte años. Debido a que su ocupación era
la albañilería, es difícil
creer que examinara conscientemente las superficies de cada ladrillo
que iba
depositando de día en día. Ralph Gerard, que
comunicó este ejemplo, en el que
la exactitud de la memoria quedó verificada porque el edificio
estaba siendo
demolido, observó: «Los hombres recuerdan y traen a la
memoria innumerables
detalles nunca percibidos de manera consciente» («What is
Memory?», Scientific
American, septiembre 1953, p. 118). Parece improbable que percibamos conscientemente todo aquello
que alcanza ociosamente a nuestros sentidos. Pero no hay forma de
saberlo.
Posiblemente el pasado no sea recuperable en su integridad, aunque solo
porque
necesitaríamos una segunda vida para revivirlo, y mucho de ello
no tiene valor. [12] Penfield, Wilder y Phanor Perot, «The Brain's Record of Auditory and Visual Experience: A Final Summary and Discussion», Brain, vol. 86, part 4, diciembre 1963, p. 685. [13] Ibid., p.682. [14] Penfield, Wilder, «Epilepsy; Neurophysiology and
Some Brain
Mechanisms Related to Consciousness», in Basic Mechanisms in
Epilepsies, edited
by. Jasper, Ward, and Pope, [15] Penfield, Wilder and Phanor Perot, «The Brain's Record of Auditory and Visual Experience: A Final Summary and Discussion», Brain, vol. 86, parte 4, diciembre 1963, p. 679. [16] Ibid., pp. 645—46. [17] Ibid., p. 643. [18] Ibid., pp. 648—49. [19] Penfield, Wilder, The Mystery of the Mind, * Un engrama
es una traza de memoria. [20] Ibid., p. 78. [21] Ibid., pp.77—78. NOTA: La cuestión de si hay alguna traza de memoria concreta en forma de ARN relacionada específicamente con cada memoria sigue estando en pie. La evidencia experimental de que los gusanos planarios que han aprendido alguna acción de evitación tienen un ARN concreto que, cuando se alimenta a planarios no enseñados, les da una ventaja en el aprendizaje, sigue siendo materia de debate. Véase para lecturas adicionales: Arlene L. Harty, Patricia Keith-Lee, y W. D. Morton, «Planaria: Memory Transfer Through Cannibalism Reexamined», Science, vol. 146, 1964, p. 75; Allan L. Jacobson et al., «Planarians and Memory», Nature, vol. 209, 1966, p. 599—601; G. Ungar y L. N. Irwin, «Transfer of Acquired Information by Brain Extracts», Nature, vol. 214, 1967, p. 435—55; Ejnar J. Fjerdingstad, Chemical Transfer of Learned Information, Nueva York, Elsevier, 1971; R. M. Yaremiko y W. A. Hillix, «Reexamination of the Biochemical Transfer of Relational Learning», Science, vol. 179, 1973, p. 305. [22] Ibid., pp. 79—80. [23] Ibid., p. 86. [24] Ibid., p. 87. [25] Ibid., p. 113. 1980 publicado por Probe Ministries (Texas) con Zondervan Publishing Co. 1997 primera edición en línea en inglés 2001 2ª edición en línea en inglés – corregida y con formato revisado Copyright © 1988 Evelyn White. Todos los derechos reservados Título: La misteriosa materia de la mente Copyright © 2008 Santiago Escuain para la traducción. Se reservan todos los derechos.
© Copyright 2008, SEDIN - todos los
derechos reservados. SEDIN-Servicio
Evangélico |
Vuelta
al Índice de EL
PÓRTICO |
||| General English Index ||| Coordinadora Creacionista ||| Museo de Máquinas Moleculares ||| ||| Libros recomendados ||| orígenes ||| vida cristiana ||| bibliografía general ||| ||| Temas de actualidad ||| Documentos en PDF (clasificados por temas) ||| |