Doce Diálogos Bíblicos ___________ Una Reseña de Doce Doctrinas Bíblicas Básicas___________
Harold P. Barker, con O.
Lambert, C. A.
Miller, P. Brown, |
Temas
|
Preguntas por O. Lambert; Respuestas por H. P. Barker EL
tema que hemos escogido
para nuestro primer diálogo es de importancia primordial, porque
la fe es el
gran principio sobre el que Dios otorga Su bendición. Cuando
brotó
la angustiada
pregunta «¿qué debo hacer para ser salvo?» de
los labios
del carcelero en
Filipos, la respuesta inspirada no le invitó a orar, a
esforzarse o a hacer
votos, ni nada parecido. Se le dijo que creyera en el Señor
Jesucristo, y sería
salvo. Nada que el pudiera hacer le serviría para ganar la
salvación de Dios.
El hacer lo había cumplido todo
Cristo. Todo lo que queda al pecador es apropiarse de los resultados de
Su
poderosa obra por la simple fe. ¿Qué es la fe? La
fe es algo que las personas
ejercitan en cientos de maneras cada día de sus vidas. Cuando
aquella señora
entró ahora en la carpa y se sentó en aquella silla, fue
un acto de fe. Ella confió en la silla y
reposó sobre ella.
Cuando yo mismo me quité el sombrero y lo colgué de
aquella percha, fue otro
acto de fe. Yo confié en la percha, y
me fié de que me sostendría el sombrero. La fe a la que
se refiere la Biblia es
tan simple como esto. Cristo es su objeto, y tener fe en Él es confiar en Él o contar con
Él para aquello que necesitan nuestras almas. Esto mismo
se expresa de otras formas en la Escritura: «Mirad»,
«Venid», «Tomad», «Recibid»—todas
estas cosas tienen un sentido muy semejante al de «Confiad»
o «Creed». Si
podéis decir, de
corazón Ningún
otro
refugio
tengo
yo, entonces
tú
eres uno de los
que tiene fe en Él. ¿Puede alguien
creer por su propia cuenta? Cuando
el
Señor
Jesús mandó al
hombre con la mano seca que la extendiera, aquel hombre no dijo:
«¿Cómo voy a
poder hacerlo?» Pudiera haber dicho: «Señor, no he
podido mover
este brazo
durante años. Está paralizado e inerte. No puedes esperar
que lo levante». Sin
embargo, hizo sencillamente como se le había mandado. De esto
aprendemos que
cuando Dios manda, Él da poder para obedecer. Ahora
es
Su mandamiento
que creamos en el nombre de
Su Hijo Jesucristo (véase 1 Juan 3:23). Si fuésemos
dejados a nosotros
mismos, no es probable que deseásemos confiar en Él.
Nuestros corazones son de
natural tan corrompidos y duros que en ellos no hay lugar para Cristo.
Pero
Dios tiene Sus maneras de producir lo que desea, y no nos toca a
nosotros
razonar acerca de nuestra capacidad o incapacidad para creer, sino
recordar que
se nos manda que lo hagamos. Lo mejor
es ser sencillos acerca de esto. Podemos confiar unos en otros sin
dudarlo. No
debiera ser más difícil confiar en el Salvador. ¿Por qué se
dice
que la fe es «don de Dios»? Significa,
me
parece, que no
se trata solo de que la bendición nos viene gratuitamente de
Dios, sino que
también nos da el medio de apropiarnos de esta bendición. Supongamos
que
un amigo acude
a ti y te dice: «He puesto una gran cantidad de dinero a tu
nombre en
el Banco
Central. Aquí tienes un talonario de cheques. Cuando quieras
dinero, escribe un
cheque y preséntalo, y te darán la cantidad que pidas». Así,
tu
amigo te ha dado
una
doble provisión. Primero, ha hecho provisión de una
cantidad de dinero para que
puedas recurrir a ella. En segundo lugar, te proporciona el medio para
acceder
a estos fondos. Pero de nada te serviría decir: «Muy bien,
todo
lo que tengo
que hacer es cruzarme de brazos y esperar hasta que me venga el
dinero». Si
actuases de esta forma, nunca recibirías nada de este dinero. Deberías
emplear
diligencia
para aprovechar los medios provistos. Tendrías que rellenar y
firmar los
cheques y presentarlos al banco para que te los pagasen. Ahora
bien,
la fe es como el
talonario de cheques. Es don de Dios, y es el medio por el que puedes
apropiarte libremente de toda la bendición que Cristo ha
conseguido para los
pecadores mediante Su obra en ¿Me salvará
creer
que soy salvo? ¡No
más
que
podría un mendigo
volverse millonario por creer que lo es! A veces oímos decir:
«Todo lo que has
de hacer es creer que eres salvo, y eres
salvado». Sería lo mismo que ir al lado de la cama de un
enfermo
de tifus y
decirle: «Todo lo que has de hacer es creer que estás bien
del
todo, y estarás bien del todo». Es peor
que
inútil que alguien crea que está salvado, hasta que
realmente es salvo por la
fe en Cristo. ¿Qué se tiene
que
creer para ser salvo? Yo
más bien diría,
¿A quién se tiene que creer?, porque no
es un hecho, sino una Persona, la que nos es presentada como objeto de Para
ser
salvo, no se nos dice
que creamos acerca del Señor
Jesucristo, sino que creamos en Él,
esto es, que confiemos en Él. Una
señora acudió
una vez a
ver a un amigo mío después de una ferviente
predicación del evangelio, y le
dijo: «¿Me podrá señalar algún texto
de la
Biblia que tenga que creer para ser
salva?» El predicador le dijo: «Señora, usted puede
creer
cualquier texto de la
Biblia o todos ellos, y sin embargo
no ser salva. Creer la Biblia nunca ha
salvado un alma.» «Bueno»,
dijo
la
señora, «si
creo que Cristo murió por los pecadores, ¿esto me
salvará?» «No, señora», le respondió, «porque esto sería solo la creencia de un hecho. Un hecho muy bendito, desde luego, pero solo un hecho, y creer en un hecho, por cierto que sea, nunca ha salvado un alma.» «Supongo,»
dijo
la
señora, «que lo que usted quiere decirme es que debo
hacerlo una
cuestión más personal,
y creer que Jesús murió por mí.» «Señora,»
contestó
mi
amigo,
«es un hecho indescriptiblemente precioso que
Jesús murió
por usted. Él murió
por los impíos, y por ello mismo por usted. Pero esto es solo un
hecho, y
permítame que le repita que creer un
hecho nunca ha salvado un alma. «Cristo
es
un Salvador
viviente,
poderoso, mediante la obra que Él ha cumplido, para obrar Yo
no podría explicar esto
de
manera más simple que lo hizo mi amigo en su conversación
con aquella señora.
Es un Salvador viviente y amante en la gloria al que somos llamados a
confiarnos. ¿Es la fe la
única condición de salvación? No
me parece muy adecuado
referirme siquiera a la fe como «condición de
salvación».
Cuando «Majestad», dijo el cortesano acusado, «la gracia que pone condiciones no es gracia.» La
reina se dio cuenta de la
verdad que había en sus palabras, retiró las condiciones,
y dejó al noble en
plena libertad. Para
hablar
a la reina como lo
hizo, tiene que haber confiado en
ella. Tenía fe en su clemencia y gracia, pero esto no era una
condición de su
perdón. Ahora
bien,
la gracia de Dios
es tan libre e incondicional como lo fue la de Esto
es
importante, estoy
seguro, porque muchos contemplan la fe como algo que tienen que llevar
a Dios
como el precio de su salvación, lo mismo que llevarían
unos honorarios a su
médico. La fe es la simple apropiación de lo que Dios
ofrece gratuitamente. Pero
es
probable que mi amigo,
al hacer esta pregunta, tenga en mente algo que siempre va de la mano
de la fe
verdadera, y esto es el arrepentimiento.
Son dos hermanas gemelas. Cuando uno realmente se vuelve al
Señor con fe, uno
siempre se aparta del yo con
repulsión, y esto es lo que yo comprendo por arrepentimiento. Me
siento más
bien escéptico de la llamada «fe» de aquellas
personas que nunca
han estado
ante Dios en juicio propio acerca de sus pecados. ¿Cómo puedo
saber
si mi fe es de la clase correcta o no? La
gran cuestión es,
¿descansa
sobre el objeto correcto? Si es así, aunque sea débil y
pequeña, es sin embargo
fe de la clase correcta. Supongamos, por ejemplo, que estoy enfermo.
Puedo
tener una gran fe en una cierta medicina para curarme. Pero las dosis,
muy
repetidas, no producen el efecto apetecido, y llego a la
conclusión de que
aunque mi confianza era muy grande, no estaba bien dirigida, porque la medicina en la que yo confiaba no
tenía eficacia. En cambio, me
recomiendan un
remedio de valor demostrado. Yo no tengo mucha fe en el mismo, y a
duras penas
me persuaden a probarlo. Pero cuando
comienzo a tomarlo, me encuentro muy mejorado. Mi fe en este remedio
era
pequeña, pero era la clase correcta de fe, porque
la medicina que acepté tomar era eficaz. De
la misma manera, uno puede
tener una fe intensa en la oración, o en experiencias felices, o
en sueños,
pero esta clase de fe es fe de la clase falsa.
La fe que uno tenga en Cristo puede ser muy débil, pero es fe
solamente en Él,
es fe de la clase correcta. ¿Cómo se puede
conseguir una fe fuerte? Si
alguien es indigno de
confianza, cuanto mejor se le conoce, menos se confía en
él; pero si alguien es
digno de confianza, la confianza en esta persona aumenta según
se la conoce
mejor. Cuanto más aprendemos del Señor Jesús,
tanto más se ahonda nuestro
conocimiento personal de Él; cuanto más exploramos de las
alturas y
profundidades de la gracia de Dios, tanto más se fortalece
nuestra fe en Él.
Cada nueva lección que se aprende de Él fortalece nuestra
fe. Suponiendo que la
fe de alguien sea siempre débil, ¿será sin embargo
salvo? Está de más decir que es bueno ser como Abraham, que «se fortaleció en fe, dando gloria a Dios». Se ha dicho con verdad, sin embargo, que en tanto que una fe fuerte nos trae el cielo a nosotros, la fe débil (siempre que sea fe en Cristo solo) nos llevará al cielo. Una
vez estaba yo viajando en
tren en Inglaterra, a la ciudad de Birmingham. Había dos
señoras en el mismo
compartimiento. Una de ellas estaba evidentemente acostumbrada a
viajar, y,
después de asegurarse de que estaba en el tren correcto, se
sentó tranquila en
su rincón, leyendo un libro hasta que llegó a Birmingham. La
otra señora era una
anciana
que parecía estar muy preocupada por si acaso, después de
todo, no llegaba a su
destino. Casi en cada estación en la que paraba el tren se
asomaba por la
ventana, y preguntaba a algún empleado del ferrocarril si estaba
en el tren
correcto. Todas sus afirmaciones parecían impotentes para
tranquilizarla. Haré
yo
una pregunta ahora.
¿Cuál
de estas dos señoras crees tú que llegó primero a
Birmingham? Está claro, las
dos llegaron a Del
mismo modo, dos personas
pueden haberse confiado a Cristo, y haberse acogido a Su sangre como la
única
esperanza de sus almas. Una de ellas está llena de santa
confianza y de serena
tranquilidad, y la otra es víctima de dudas que la torturan.
¡Pero la primera
no tiene mayor seguridad de llegar al cielo que la segunda! Las dos
llegarán
con toda seguridad allá, porque Aquel
en quien han confiado ha dado Su palabra de que nunca dejará que
ninguna de sus ovejas se pierda. Supongamos que
alguien trata de creer, ¿qué más puede hacer? Que
alguien hable acerca de «tratar de creer»
muestra que está
totalmente equivocado acerca de la naturaleza de No
nos centremos en nuestra
fe. Como sucede con todo lo que nos atañe, es
decepcionante, y ningún
esfuerzo en «tratar» ¿No existe
aquello de «creer en vano»? Desde
luego,
y el apóstol
Pablo habla de esto en su primera epístola a los Corintios,
capítulo 15. Pero
esto es solo otra manera de expresar lo que ya hemos dicho, es decir, una fe en un objeto indigno de confianza.
El apóstol estaba exponiendo a los Corintios que la
resurrección de Cristo ha
demostrado que Él es el Objeto digno de toda nuestra confianza.
Si Él no
hubiera resucitado, esto hubiera demostrado que la carga de nuestros
pecados
era demasiado grande para que Él pudiera llevarla. En tal caso,
la fe en Él
hubiera sido en vano. Pero Él ha resucitado de los muertos, lo
que demuestra
que Su obra de expiación es completa. Él está
sentado en el cielo como poderoso
Salvador. Nadie que confíe en Él
confiará en vano. ¿No debe la fe ir
de la mano con las obras? La
fe sin obras está
muerta,
pero es la fe la que salva, no la fe y las obras. Las obras vienen como
la
evidencia de la realidad de la fe, y tienen mucha importancia.
Desconfío de quien
me dice que cree en Cristo y que sin embargo no es «celoso de
buenas
obras». Cuando
se
ve humo saliendo de
la chimenea, se sabe que hay un fuego dentro. No se puede ver el fuego,
pero el
humo es evidencia de su existencia. Sin embargo, es el fuego,
no el fuego y el humo,
lo que da calor. La fe es como el fuego; las obras son como el humo.
Van de la
mano, pero no para conseguir «Por
gracia
sois salvos por
medio de la fe,» leemos. «No por obras, para
que
nadie
se
gloríe.» Pero en el siguiente
versículo se
nos dice que hemos sido «creados en Cristo Jesús para buenas
obras» (Ef. 2:8-10). Así, cuando
creemos en Cristo, ¿ejercitamos la fe una vez por todas, o es
algo continuado? Al
confiar en el Señor
Jesucristo para perdón y salvación, confiamos en Aquel
que nos dará lo que
buscamos una vez por todas. Del
juicio que merecen nuestros pecados, del infierno hacia el que nos
estábamos
precipitando, de la ira que pendía sobre nuestras cabezas, nos
confiamos a Él
para que nos libre una vez por todas.
Al confiar en Él encontramos que la cuestión de nuestro
futuro eterno queda
resuelta divinamente, una vez por todas. Pero
al
decir esto no quiero
decir que vaya a haber un tiempo, a lo largo de todo el período
de nuestra vida
terrenal, en la que la fe no deba estar en ejercicio vivo. Desde luego
que
creemos en el Señor Jesucristo una vez por todas, pero nunca
dejamos de confiar
en Él. Además,
hay
otras cosas que
la
salvación del alma que demandan el constante ejercicio de Luego
hay
cientos de cosas,
grandes y pequeñas, relacionadas con nuestro andar aquí
abajo, cada una de las
cuales demanda el ejercicio de Aquí
termina
nuestro primer
diálogo. Que cada uno y todos puedan saber qué es asirse
de Cristo por la fe
para salvación, y para todas las bendiciones que la gracia de
Dios ha atesorado
en Él para nosotros. Doce Diálogos Bíblicos - Harold P. Barker y otros. SEDIN-Servicio
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