Doce Diálogos Bíblicos ___________ Una Reseña de Doce Doctrinas Bíblicas Básicas___________
Harold P. Barker, con O.
Lambert, C. A.
Miller, P. Brown, |
Temas
|
Preguntas por S. W. Royes; Respuestas por H. P. Barker ES
bueno que nos recordemos
unos a otros que la Biblia nos presenta no teorías u opiniones,
sino
realidades. Y si alguien fuera a preguntarme:
«¿Cuáles son los hechos
principales relacionados con el cristianismo?», le
contestaría que tres de los
hechos más asombrosos son estos: (1)
El trono de la Deidad
está
ocupado por un Hombre. (2)
Dios el Espíritu Santo
es
un Residente en este planeta. (3)
El Señor Jesucristo
tiene
un tesoro peculiar en el mundo, y está a punto de acudir
personalmente para
transferir este tesoro de la tierra al cielo. Es
acerca del último de
estos
tres hechos que vamos a ocuparnos ahora. Es un hecho
que Jesús ha de volver, tan verdadero como que estuvo ya
aquí
durante treinta y tres años, y que murió en la cruz. Antes
de comenzar nuestras
preguntas, os pediré que abráis la Biblia y leáis
tres notables pasajes en los
que la segunda venida del Señor es mencionada como un hecho, primero por un apóstol, luego por un
ángel, y en tercer
lugar por el Señor mismo. Pasemos
primero a 1 Tesalonicenses
4:15-17. «Por lo cual os decimos esto en palabra del
Señor:
que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta «Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz
de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del
cielo; y los muertos en
Cristo resucitarán primero. «Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos
quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para
recibir al
Señor en el aire, y así estaremos siempre con el
Señor.» Ahora
examinemos Hechos 1:11,
donde
tenemos un testimonio angélico de la misma verdad: «Este mismo Jesús, que ha sido tomado de
vosotros
al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al
cielo.» El
tercer pasaje que os pido
que leáis es Juan 14:3, donde el Señor mismo, mientras
estaba todavía en la
tierra, promete de forma clara que volverá con el
propósito de recibir a Su
pueblo en la casa de Su Padre. «Y si me fuere y os preparare lugar, VENDRÉ OTRA
VEZ, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy,
vosotros también estéis.» Estos
tres pasajes son
suficientes para exponer la verdad de que la segunda venida del
Señor es una
parte integral de la doctrina cristiana. Pero, recordemos, no es una
mera
doctrina, es un hecho; y es como hecho
que la consideraremos. Cuando habla de
la venida del Señor, ¿se refiere usted a la muerte? Desde
luego que no. Nadie que
lea con cuidado estos tres pasajes que he citado podría caer en
el error de
confundir entre ambas cosas. Cuando un creyente muere, ¿acaso el
Señor
desciende con aclamación? ¿Acaso viene tal como le vieron
ir? ¿Se llama de sus
sepulcros a los santos que durmieron, y se los convoca a encontrarse
con el
Señor en el aire? No, no sucede nada de esto. Dejad
que os muestre, mediante
una sencilla ilustración, lo que es la muerte para el cristiano. Un
señor entra en una de
las
estaciones rurales de tren y pide un billete de primera clase a
Kingston. Quedan
veinte minutos para que llegue el tren, y él se dirige a la
cómoda sala de
espera de primera clase, y se sienta. Mientras está allí,
entra otro hombre en Pero
observemos esto, el
hombre de primera clase y el de tercera están ambos
esperando el mismo tren. Del
mismo modo, hay dos clases
de creyentes que se dirigen a la gloria, y que están esperando
la venida del
Señor para llevarlos allí. Estamos los que todavía
vivimos, esperando en esta
desolada e incómoda sala de tercera clase que es este mundo,
rodeados de
pruebas, sometidos a tentaciones y acosados por el pecado. Hay otros
que, por
así decirlo, han pasado a la sala de espera de primera clase.
Reposan en una
escena de paz sin nubes, sin pecado, ni cuidados ni tristeza que
estorben su
dicha. Están «con Cristo», pero sus
cuerpos están en el sepulcro. Todavía no han entrado en
la plenitud de la vida
de resurrección. Siguen esperando
—esperando aquello mismo que esperamos nosotros, es decir, la venida
del Señor. Para
el cristiano, por tanto,
la muerte, lejos de ser el cumplimiento de su esperanza, es meramente
un siervo
que lo introduce en la sala de espera de primera clase, donde
estará «ausente
del cuerpo, presente con el Señor» hasta el día en
que regrese Jesús. ¿Acaso el
cristiano no experimenta a menudo la venida de Cristo a su
corazón? Sí,
sin duda alguna; pero
esto
no es lo que estamos tratando ahora. Recuerdo
una ocasión en que
hablaba con una anciana acerca de la venida del Señor. Mientras
hablaba, su
rostro se iluminó de gozo, y poniendo la mano sobre el
corazón, exclamó: «¡Oh,
Él acude a menudo! Apenas si pasa un día sin que
Él venga». Esta
querida anciana tenía
razón. Desde luego, Jesús acude a los corazones de Su
pueblo de una manera
espiritual. Pero esto es algo muy diferente de la venida de la que
hemos leído
juntos. Si
pasamos a Juan 14,
veréis
dos cosas. Leamos el versículo 23: «El que me ama, mi
palabra guardará; y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y haremos
morada con él». Contrastemos
esto con lo que
ya hemos leído en el versículo 3 del mismo
capítulo. El versículo 23 se refiere
a una venida espiritual de Cristo y del Padre a
nosotros; el versículo 3 se refiere a la venida futura,
personal,
real de Cristo a por nosotros. Lo
primero es lo que podemos gozar a diario; lo segundo es lo que
todavía
esperamos. Cuando el Señor
venga, ¿tendrá lugar el fin del mundo? No,
en absoluto. La Escritura
está llena de promesas y de profecías que demuestran que
el mundo ha de llegar
a ser una escena de maravillosa bendición bajo el reinado de
Cristo durante mil
años. Los hombres martillarán sus espadas para azadones y
vivirán en armonía.
El Israel restaurado será el centro desde el que
irradiará la bendición hasta
lo último de la tierra (Isaías 2:3). Incluso la
creación animal compartirá el
gozo de esta edad —el león yacerá con el cordero.
Satanás será atado, y reinará Con
ella volverá el
Señor como
el Heredero legítimo para someter la tierra y reinar en paz y
con justicia, de
modo que habrá un largo período de tiempo entre Su venida
y el fin del mundo. ¿Qué
sucederá
cuando Jesús venga? Si
leéis cuidadosamente
aquellos versículos de 1 Tesalonicenses otra vez, y los
comparáis con
1 Corintios 15:51, 52, encontraréis una respuesta muy clara
a esta pregunta.
Los santos vivientes serán transformados, los que duermen
serán levantados, y
todos juntos serán arrebatados para reunirse con el Señor
en el aire. Los que
no sean de Cristo, muertos o vivos, quedarán atrás. Sabéis
lo que es un
imán,
¿verdad? Supongamos que sobre esta mesa tuviéramos una
mezcla de limaduras de
acero y de briznas de paja. Acerco el imán más y
más a la mesa. ¿Qué sucede? De
repente, todas las limaduras de acero ascienden volando y se pegan al
imán. ¿Y
qué pasa con las briznas de paja? Se quedan inmóviles
sobre la mesa. Esto
es precisamente lo que
sucederá cuando venga el Señor. Él ha llegado a
ser desde luego un imán para
nuestros corazones, cautivándolos y atrayéndolos. Cuando
Él venga, aquellos con
los que Él tenga una relación —las limaduras de acero,
los verdaderos
creyentes— serán recogidos con Su poder a Él en el aire.
¿Y qué de aquellos que
no le conocen —la paja? Serán por un tiempo dejados a sí
mismos, pero su
carrera pronto acabará: «Quemará la paja en fuego
que nunca se apagará» (Mateo
3:12). ¿No habrá
posibilidad de salvación para los que queden atrás? No
para aquellos que hayan
oído
el evangelio y lo hayan rechazado. Serán judicialmente cegados y
endurecidos.
Dejemos que la Escritura se pronuncie acerca de esto. Leamos las
solemnes
palabras de 2 Tesalonicenses 2:10-12: «No recibieron el amor
de la verdad
para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder
engañoso, para que crean la
mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la
verdad,
sino que se complacieron en la injusticia». La
puerta de misericordia,
ahora abierta de par en par, quedará entonces irremediablemente
cerrada. «Después
que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y
estando fuera
empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor,
Señor, ábrenos, él respondiendo
os dirá: No sé de dónde sois. Entonces
comenzaréis a decir: Delante de ti hemos
comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os
dirá: Os digo que no
sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros,
hacedores de maldad» (Lucas 13:25-27). Estas
palabras terriblemente
solemnes responden a su pregunta de forma clara y decisiva. No,
no habrá salvación para aquellos que
la rechacen ahora. ¿Puede usted
clarificar más la distinción entre la venida del
Señor a por Su pueblo y Su posterior venida con
ellos? Un
amigo mío me
llevó una vez
de paseo por Newcastle-on-Tyne. «¿Ve usted aquella colina
allá?», me preguntó,
señalando una considerable altura al otro lado del río. «Sí»,
contesté.
«¿Hay algo
interesante?» «Se
llama la Colina del
Alcaide»,
dijo, «y por esta razón. Hace mucho tiempo, cuando
llegaban los jueces de
circuito de Durham para celebrar juicios en Newcastle, los alcaides de
la
ciudad solían ir hasta aquella colina a su encuentro.
Después de recibirlos
allí, acompañaban a los jueces de vuelta a la ciudad para
comenzar los juicios. Ahora
bien, esto será
quizá de
ayuda para clarificar la distinción entre la venida del
Señor a por Su pueblo y Su posterior venida con ellos. Tenemos ambas cosas en las
Escrituras. Primero, «vendré otra vez, y os tomaré
a mí mismo». Esta es Su
venida a por nosotros. Luego, en
Judas 14, «He aquí, vino el Señor con sus santas
decenas de millares, para
hacer juicio». Él viene para celebrar el juicio, por
así decirlo, para visitar
a los impíos con Su desagrado, cuando «limpiará su
era». En esto Él estará
acompañado por Sus santos, como los jueces que venían de
Durham a Newcastle
iban acompañados de los alcaides de esta ciudad. Pero, para que
pueda ser así,
Su pueblo será llamado de la tierra para recibirlo en el aire.
Entonces
volverán con Él cuando Él venga con poder para
conquistar. Véase Apocalipsis
19:11-14. Es este último acontecimiento el que se menciona una y
otra vez en el
Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento se designa frecuentemente
como Su manifestación, o Su venida en gloria,
en
contraste con Su venida a por su pueblo solamente. ¿Qué
sucederá
entre la venida del Señor a por Su Iglesia y Su
manifestación con poder? Me
tomaría mucho tiempo
poder
dar siquiera un bosquejo del curso de acontecimientos que se indican en
las
escrituras proféticas para este intervalo de tiempo. No podemos
siquiera citar
los pasajes que hablan de los mismos. Pero puedo decir de manera
resumida que
un cuidadoso estudio de las Escrituras nos lleva a creer que tan pronto
como la
Iglesia sea arrebatada al cielo, la maldad aumentará en el mundo
a pasos
agigantados, y culminará con el «hombre de pecado»,
que, bajo la influencia
directa de Satanás, encabezará una terrible
apostasía. Dios estará mientras
tanto obrando en y por medio de algunos de Su antiguo pueblo, los
judíos,
reuniéndolos de nuevo en la tierra de sus antepasados, y
preparándolos, en
medio de unos sufrimientos insólitos, para que lleguen a ser un
medio de
bendición para todo el mundo. Al mismo tiempo tendrán
lugar destacados
acontecimientos en la esfera política. El Imperio Romano,
reavivado en forma de
diez reinos confederados, dará su apoyo a su cabeza, la
«bestia», que está
estrechamente aliado con el «anticristo» u «hombre de
pecado». La Cristiandad
corrompida será al principio la influencia dirigente, pero la
incredulidad
conseguirá el predominio, y la iglesia apóstata, escupida
de la boca de Cristo,
caerá como presa miserable de los poderes del mundo, cuyos
favores tanto tiempo
buscó. Luego,
después que hayan
caído
muchos duros golpes de la vara de Dios sobre la tierra, Cristo
aparecerá de
repente, con Sus santos, trayendo una repentina destrucción
sobre el inicuo (el
anticristo) y sus asociados. Pero, a fin de poder seguir todos estos
aspectos en
las Escrituras, es necesario un estudio de todo el ámbito de la
profecía, y
esto rebasa los límites del tema que nos ocupa. ¿Se puede fijar
alguna fecha para la venida del Señor? En
Marcos 13:35 se nos manda velar, porque se desconoce
la hora de Su
venida. ¿Cómo podría nadie velar para la venida
del Señor, si se supiera que Él
no iba a llegar hasta una fecha determinada? La exhortación a velar implica claramente la
incertidumbre respecto al tiempo. Sé
muy bien que se han
realizado muchos intentos de fijar fechas para el regreso del
Señor. El único
resultado de tales intentos es causar descrédito sobre
«aquella esperanza
bienaventurada», y llevar a que quede asociada en las mentes de
la gente con
insensatez y fanatismo. Ha
surgido mucha confusión
debido a que muchos han dejado de ver que el tiempo actual es un intervalo en la línea de los tratos de
Dios con los hombres. Cuando Cristo fue entregado a la muerte por los
judíos,
Dios suspendió Sus tratos con ellos como nación. Desde
aquel momento Él ha
estado ocupado en salvar por Su gracia a aquellos que constituyen Aparte de velar,
¿tenemos algo que hacer con vistas a la venida del Señor? Sí.
Tenemos que salir
a Su encuentro (Mateo 25:6). Salir
de todo aquello con lo que no nos gustaría que Él nos
encontrase mezclados;
salir de la comodidad y de la pereza; salir de los hábitos
pecaminosos; salir
de asociaciones que no sean santas. Luego
se nos manda que negociemos
hasta que Él venga (Lucas
19:13). Debemos dedicarnos a Sus intereses durante Su ausencia,
concentrados en
Su servicio. Si
leéis el Nuevo
Testamento,
quedaréis sorprendidos al encontrar cuántas veces el
pensamiento del regreso
del Señor se expone de una manera práctica, para reforzar
varias exhortaciones.
Abrigar esta bienaventurada esperanza y vivir en la expectativa diaria
del
regreso del Señor comporta ser un cristiano muy práctico.
«Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a
sí mismo, así como él es puro» (1 Juan
3.3). Que
sea nuestra porción,
queridos hermanos cristianos, no solo que «vivamos en este siglo
sobria, justa
y piadosamente», sino que nos mantengamos aguardando «la esperanza bienaventurada» y también
aquello que ha de seguir, «la manifestación
gloriosa de nuestro gran
Dios y Salvador Jesucristo» (Tito 2:12, 13). Doce Diálogos Bíblicos - Harold P. Barker y otros. SEDIN-Servicio
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