Doce Diálogos Bíblicos ___________ Una Reseña de Doce Doctrinas Bíblicas Básicas___________
Harold P. Barker, con O.
Lambert, C. A.
Miller, P. Brown, |
Temas
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Preguntas por O. Lambert y otros; Respuestas por H. P. Barker NUESTRO
tema es En Apocalipsis
21:27 leemos que ninguna cosa impura puede entrar en La
eficacia de la preciosa
sangre de Cristo es tan grande que puede eliminar la impureza por
entero. Puede
purificar los pecados de toda una vida en un momento, y lavar al
pecador
dejándolo blanco como la nieve. Si
alguien ha sentido que sus
pecados eran tan negros como el infierno mismo, y más en
número que los granos
de arena de la playa, podríamos seguir señalándole
la sangre que purifica de
todo pecado, que emblanquece y purifica al pecador culpable e impuro, y
lo hace
apto para el resplandeciente y glorioso hogar de Dios. ¿Sirve de ayuda
para hacerse apto para el cielo recurrir a los sacramentos, hacer
penitencia, y
cumplir estrictamente todos los deberes religiosos? Si
cosas como estas pueden
ayudar en alguna manera a hacer que nuestras almas sean aptas para el
cielo,
¡es extraño más allá de toda medida que la
Biblia no nos lo diga! Al contrario,
encontramos que las «obras», aunque tienen su lugar en
relación con la vida del
cristiano en la tierra, no tienen lugar en absoluto en relación
con su
salvación, o para hacerlo apto para el cielo. La
salvación se describe
claramente como «NO POR OBRAS, para que
nadie se gloríe» (Efesios 2:9); y Si Dios ha salvado a
Su pueblo, ello ha
sido «NO POR OBRAS de justicia que
nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia»
(Tito 3:5). Los
hay muchos, sin embargo,
que rechazarían enérgicamente y denunciarían la
doctrina de la salvación por
obras, y que sin embargo abrigan la idea de que depende de ellos en
alguna
manera u otra hacer aptas sus almas para el cielo. De modo que cantan— «Un
encargo yo tengo para guardar, un Dios al que
glorificar, Es
cierto que el Señor ha
dado
un encargo a Su pueblo, pero este encargo no es desde luego que salven
sus
propias almas y las preparen para el cielo. La
obra que Él consumó es lo único que puede
conseguir tal cosa. Nada puede de
ningún modo añadir al valor de lo que Cristo
ha hecho por nosotros, ni hacer más perfecto aquel impecable
manto de justicia
del que nos ha revestido la gracia de Dios. Ser hecho apto
para el cielo, ¿es lo mismo que tener derecho a ir allí? Naturalmente
que no. Yo puedo
recibir una invitación para asistir a una recepción en el
Palacio Real de parte
de Su Excelencia el Gobernador mismo. Esto me daría un claro derecho a ir. Pero tal como estoy aquí
ahora no soy apto para asistir a una
ocasión tan brillante como esta. No estoy vestido para ello.
Necesitaría un
cambio completo de vestimenta antes que se reconociera mi aptitud
para la recepción ofrecida por el Gobernador. En cambio, mi
vestimenta pudiera ser apropiada en todos sus aspectos, pero la misma
no me
daría derecho a acudir. En un caso,
tendría derecho, pero no aptitud. En el otro, tendría
aptitud, pero ningún derecho.
Ahora bien, por la gracia de Dios hay provisión tanto de un
derecho al cielo
como de una perfecta aptitud para aquel santo lugar para todos los que
confían
en el Señor Jesucristo. Su preciosa sangre nos hace
perfectamente aptos para el
cielo, así como nuestros pecados nos habían hecho aptos
para el infierno. Pero nuestra aptitud no se limita meramente a que nuestros pecados hayan sido lavados. Cristo mismo es la medida de nuestra aptitud. Estamos de tal manera vinculados con Él que Dios nos ve en Él, revestidos de toda Su hermosura, y hechos aptos para la presencia de Dios así como Él lo es. Nuestro derecho, también, aunque basado en la preciosa sangre de Cristo, reposa en el hecho de que Él mismo ha entrado en el cielo por nosotros. Tenemos derecho a estar allí porque Él, nuestro Sustituto, nuestro Salvador, y nuestra exaltada Cabeza, está allí. Supongamos que
fuese posible que un pecador llegase al cielo en sus pecados,
¿cuál sería el
resultado? Supongo
que una persona así
se
sentiría absolutamente desgraciada. Con una naturaleza
totalmente inapropiada
para la presencia de Dios, y sin ser apto para un lugar de luz y de
santidad,
le sería algo insoportable. Su grito sería:
«¡Sacadme de este lugar!» Oí
hablar una vez de un
jugador de apuestas que se dirigía a alguna carrera de caballos
y que, por
error, subió a bordo de un barco diferente. Se encontró
entre muchos cristianos
que se dirigían a una conferencia. En el salón, en
cubierta, allí donde iba,
había gente cantando himnos, o corros enfrascados en
conversaciones acerca de Cristo. Aquel hombre se
encontró
totalmente fuera de lugar, y su incomodidad lo llevó a ofrecer
al capitán una
gran suma de dinero para que se dirigiese al puerto más cercano
para dejarlo
bajar. La gente habla con mucha facilidad acerca de ir al cielo cuando mueran, pero se olvidan que excepto que hayan sido hechos aptos para aquel lugar y hayan recibido una naturaleza que pueda gozar de las cosas de Dios, se sentirían tan desgraciados en el cielo como aquel jugador de apuestas se sintió entre los cristianos en el barco. Si una hora en compañía de ellos le resultó insoportable, ¿qué sería toda una eternidad en la misma presencia de Dios para un pecador no regenerado? ¿Dónde en la
Biblia leemos acerca de ser hechos aptos para el cielo? En Colosenses 1:12-14. Leamos el pasaje: «dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados». ¿Deberíamos
orar
a Dios que nos haga aptos para ser participes de la herencia celestial? Si
examinamos el capítulo
del
que acabamos de leer, veremos que desde el versículo nueve hasta
el once leemos
de diversas cosas por las que como cristianos podemos ORAR.
Deberíamos orar con fervor, por ejemplo, para ser llenos del
conocimiento de la voluntad de Dios, y poder andar como es digno del
Señor, y
para ser llenos de fruto en toda buena obra, etcétera. Pero los
versículos doce
a catorce mencionan cosas por las que podemos DAR GRACIAS.
Ahora bien, la oración
la hacemos por aquellas cosas que deseamos, pero las
gracias las damos por lo que ya hemos recibido. Observaréis
que
la condición de ser aptos para participar
de la herencia en las alturas es una de las cosas por las que debemos
dar
gracias, y no una de las cosas por las que debemos orar. Esto queda
muy
claro en base al versículo doce. Por la gracia de Dios, es algo
que ya tenemos
ahora. La otra noche estuvimos hablando de aquella pequeña pero áurea palabra, «tiene». ¡Cuántos han podido llegar a liberarse de todas sus dudas al ver que «tiene» implica una posesión presente! Aquí tenemos la misma implicación con los términos que se utilizan: «con gozo dando gracias al Padre que NOS HIZO APTOS para participar de la herencia de los santos en luz». Es una acción ya realizada. ¡Démosle gracias por este gran don! ¿Quiénes son
aquellos a los que se hace referencia con el «nos» en este
pasaje? El
cuarto versículo del
capítulo dará respuesta a esta pregunta. «… habiendo
oído de vuestra fe en Cristo Jesús.» Eran
personas que habían acudido a
Cristo y que habían creído en Él como su Salvador.
El apóstol no se está
refiriendo a incrédulos ni a meros profesantes. Los
tales no han sido hechos aptos para ser partícipes de la
herencia de los santos en luz. Esta gran bendición es la
porción solo de los
que han confiado en Cristo. ¿Acaso los
creyentes no son dejados sobre la tierra con el propósito de que
sean hechos
más y más aptos para el cielo por la gracia de Dios y la
influencia del Espíritu
Santo? Esta
pregunta se podría
contestar con otra: ¿Acaso hay nada realizado en nuestras almas,
o producido en
nuestras vidas por la gracia de Dios y por el Espíritu Santo,
que pueda añadir
al valor de la preciosa sangre de Cristo? Desde luego que no. Desde
luego, Dios nos ha
dejado en la tierra con un propósito, pero este propósito
no es que seamos
hechos más aptos para el cielo. Sé
que alguna buena gente
abriga el pensamiento de que los cristianos están madurando
gradualmente para
el cielo, del mismo modo que una naranja, bajo la influencia de los
rayos del
sol, se vuelve dulce y tierna, y apta para ser arrancada y comerla. Sea
cual
sea el otro aspecto de la bendición para el cristiano que se
pueda ilustrar con
aquella naranja, desde luego no expone cómo se le hace apto para
el cielo. Lo
cierto es que si desde el
día de tu conversión hasta el día en que te
despidas de la tierra, pudieras
vivir una vida de celo santo y devoción en el servicio del
Maestro; si por
oración continua y el estudio de Su Palabra llegases a ser un
gigante en el
conocimiento espiritual, no serías más apto para el cielo
en tu último momento
que cuando, como pobre pecador, confiaste en Cristo al principio.
Habría
crecimiento, en muchos respectos —en conocimiento, en experiencia, en
devoción,
en celo; pero no habría ni podría haber crecimiento
en
la aptitud para el cielo. ¿No hay acaso un lugar al que se envían las almas después de la muerte, para ser hechas definitivamente aptas para el cielo? Un
lugar así existe solo en
la
imaginación de las mentes de los hombres. La Biblia no solo
guarda silencio
respecto a la existencia de un lugar así, sino que da un claro
testimonio en
contra de la misma. Sé que muchos de los presentes aquí esta noche están acostumbrados a oír hablar de aquello que se designa como Purgatorio. Pero, ¿acaso alguien me dirá que ningún sufrimiento por el que yo pudiera pasar puede conseguir lo que no haya podido conseguir el sufrimiento por el que pasó mi Salvador por mí? ¿Acaso mis sufrimientos serían más eficaces para hacer mi alma apta para el cielo que los sufrimientos Suyos? ¡Imposible! ¡Oh,
no!, gracias a Dios, mi
Salvador ha conseguido para mí, mediante Su obra consumada, no
un lugar en el
Purgatorio, sino en la casa del Padre. Su obra fue todo lo necesario
para hacer
apto para aquel lugar al pecador que cree, y solo estamos esperando
hasta que
Él venga para ser llevados al lugar para el que Él nos ha
hecho aptos. Si somos
llamados a morir, no será para sufrir un proceso adicional
mediante un fuego
purificador del Purgatorio, sino para «partir
y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor»
(Filipenses 1:23), Partir y
estar con Cristo es algo muy diferente a partir para estar en el
Purgatorio,
¿no es cierto? Había cristianos
en Corinto que no actuaban bien, y como consecuencia muchos
dormían. ¿Qué hay
acerca de ellos? Este
caso no invalida en
absoluto la verdad en la que estamos insistiendo. El mismo
apóstol Pablo dijo a
estos mismos cristianos: «mas ya habéis sido lavados, ya
habéis sido
santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del
Señor Jesús, y por
el Espíritu de nuestro Dios». El lugar para el que no eran aptos era Corinto. En lugar de estar viviendo
para la
gloria de Dios y de ser testigos brillantes y luminosos para Cristo, su
reprobable conducta estaba causando deshonra a Su nombre y haciendo del
cristianismo un escarnio entre los paganos. Esta es la razón de
que Dios
interviniese y los extrajese de la tierra mediante la muerte. Hay
toda la diferencia del
mundo entre ser «aptos para participar de la herencia de los
santos en luz»,
por una parte, y ser «útil al Señor»
(2 Timoteo 2:21). Hay muchos de los
que son aptos para la gloria que distan mucho de ser instrumentos
útiles para
el Señor aquí en ¿Es el caso de aquellos creyentes de Corinto un ejemplo del «pecado para muerte»? (1 Juan 5:16) Sí,
me parece que
sí. Si Dios
se nos ha dado a conocer en gracia, no debemos llegar a la
conclusión de que él
deja de ser un Gobernante sabio y justo. Él no puede permitir la
persistencia
del pecado sin trabas entre Su pueblo. Pero incluso si el pecado llega
a ser de
tal naturaleza que Dios vea necesario refrenarlo quitando a aquel que
peca, sin
embargo, el tal, si es un creyente en Jesús, es quitado al cielo. Supongamos
que un padre,
sentado en su casa, oye la voz de su hijo mezclada con las voces de
algunos
chicos violentos y problemáticos en Así,
llama a su hijo
quitándolo
de la calle, donde estaba deshonrando el nombre de su padre; pero,
¿adónde
llama al muchacho? Lo llama de vuelta al
hogar. Esto es lo que Dios tiene que hacer a veces con Sus hijos. El pecado de ellos es un pecado para muerte. Dios los saca de la tierra (el lugar para el que no son aptos) y los lleva al cielo (el lugar para el que, por la sangre de Jesús, sí que son aptos). ¿Hay algún
otro
caso en la Biblia que ilustre este mismo principio? Sí,
el caso de
Moisés. Fue
desde luego un maravilloso siervo de Dios, pero pecó al
desobedecer las
instrucciones de Dios en una ocasión, y no mantuvo el honor de
Dios a los ojos
del pueblo. Por esta razón, Dios le dijo: «Sube a este
monte de Abarim, … y muere en el monte al cual
subes»
(Deuteronomio 32:49, 50). A Moisés no le fue permitido conducir
al pueblo de
Dios a la tierra prometida. Su servicio fue dado a Josué, y Dios
lo llamó fuera
de la tierra. Si
alguien pregunta: «Pero,
¿cómo
sabe que después de su fracaso Moisés fue al
cielo?», respondo, «Porque cuando
el Señor Jesús fue transfigurado en el monte,
Moisés fue uno de Sus compañeros
que apareció con Él en gloria» (Lc. 9:30, 31). La
aptitud de Moisés para
el cielo no dependía de su fidelidad, o
nunca hubiera llegado allí. Su continuidad como siervo escogido
de Dios en la
tierra sí que dependía de su fidelidad, y debido a que
fracasó, fue llamado
fuera de Al hablar así,
¿no está usted exponiendo una doctrina muy peligrosa? Para
mí es suficiente con
que
esta sea la doctrina de ¿Verdad que el
caso del ladrón muriendo en la cruz ilustra cómo un
pecador es hecho apto para
el cielo sin ningunas obras de su parte? ¡Desde
luego que sí!
¡Pobre
hombre! Con las manos clavadas en la cruz, ¿qué clase de
obras podía hacer?
Sólo podía volverse al Señor tal como era, con
toda su vileza e impotencia. Y
así lo hizo, y recibió en el acto la bendición de
esta promesa: «hoy estarás
conmigo en el paraíso». Poco importa lo que digan o
piensen los hombres acerca
de dónde estaba el «paraíso». El argumento es
que él estaba en aquella cruz, y
que entonces fue hecho apto para la compañía de Cristo, y
que recibió la
certidumbre de que estaría con Él. ¿Para qué
instituyó Cristo el sacramento si, como usted dice, no nos ayuda
a hacernos
aptos para el cielo? En
modo alguno estoy
implicando que la Cena del Señor, o el sacramento, como usted lo
llama, carezca
de importancia. Yo mismo lo tomo, cuando es posible, cada domingo. Pero
al
hacer esto no tengo ni el más remoto pensamiento de que por ello
mismo yo sea
hecho más apto para el cielo. Si usted desea saber por
qué el Señor Jesús
instituyó la Cena, solo tiene que volverse a las Escrituras para
encontrar Esto es algo muy diferente a decir: «Haced esto para ser más aptos para el cielo». La
verdad es que el pan y el
vino nos han sido dados para que tengamos el recuerdo constante de
nuestro
ausente Señor, en Su muerte. Él desea que no le olvidemos
como el copero se
olvidó de José, y para ello instituyó la Cena como
un sencillo medio de
recuerdo. No hay ninguna indicación en ninguna parte de la
Biblia de que sea un
«medio de la gracia», ni de que tenga ninguna virtud en
sí para ayudarnos a ser
aptos para el cielo. Solo aquellos que saben que son salvos y que han
sido
hechos aptos para el cielo por la preciosa sangre de Cristo tienen
derecho a
tomar la Cena, porque solo ellos pueden recordarle como Sus amados,
aquellos
que deben toda su bendición a Su muerte. Doce Diálogos Bíblicos - Harold P. Barker y otros. SEDIN-Servicio
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