Doce Diálogos Bíblicos ___________ Una Reseña de Doce Doctrinas Bíblicas Básicas___________
Harold P. Barker, con O.
Lambert, C. A.
Miller, P. Brown, |
Temas
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Preguntas por W. E. Powell; Respuestas por H. P. Barker ¿Qué hace que
la
Biblia sea diferente de cualquier otro libro? La
Biblia nos viene con una
afirmación
que no hace ningún otro libro del mundo que sea digno de una
verdadera
atención. No me será necesario referirme al Corán,
ni a los libros sagrados del
los hindúes o de otras naciones orientales, ni a las
pretensiones sin sustancia
de los mormones y de otros grupos. Puede que sus seguidores reclamen
inspiración para los mismos, pero nadie aquí
estaría dispuesto a dar ninguna
consideración a tal pretensión. Dejando
de
lado
estos
productos del fanatismo y del paganismo, si comparamos la Biblia con
otros
libros buenos y útiles, descubrimos que se levanta sobre una
base
inconmensurablemente más elevada que incluso los mejores entre
ellos. Los
libros escritos por consagrados hombres de Dios son de lectura
útil y
provechosa, y sus escritores pueden haber tenido la ayuda del
Espíritu Santo
mientras los escribían. Pero, con todo, las palabras de tales
libros son las
palabras de sus escritores, y no las mismas palabras de Dios. En el
caso de la
Biblia, es diferente. Sus palabras han sido dadas divinamente. «Toda la Escritura es inspirada por Dios»
(2 Timoteo 3:16). Es decir, la Biblia fue escrita, no porque el
Espíritu
santo sugiriese pensamientos buenos y santos a los escritores (como
puede
suceder en la actualidad), sino por la inspiración de las
palabras mismas a fin
de impedir toda posibilidad de error o imperfección. Las
Sagradas Escrituras,
tal como fueron dadas al principio, son como su Divino Autor
—perfectas. Esta
es la verdad que deseo mantener, por la gracia de Dios. ¿Cómo puede
usted
demostrar que la Biblia está inspirada? El
cristiano que conoce y ama
su Biblia encontrará en sus maravillosas excelencias, y en la
manera en que
habla a su corazón y afecta a su conciencia, una suficiente
prueba de su origen
divino. Si
te encontrases en aquella calle
de allí al mediodía, no necesitarías que nadie te
demostrase que el sol
resplandece. Sentirías su calor, y esto te sería
suficiente. Y si recibieras un
profundo corte de una navaja de afeitar, ¿necesitarías
alguna otra prueba de
que está afilada? De la misma manera, cuando uno siente su
corazón ardiente por
la lectura de este bendito Libro, como solo el amor divino lo puede
hacer
arder; y cuando la conciencia se siente afectada, como solo la voz de
la
autoridad divina la puede afectar —uno tiene prueba de la
inspiración de las
Escrituras. Las
evidencias externas son
cosas débiles para descansar la fe sobre ellas. Pero en el caso
de la Biblia,
no están en absoluto ausentes. El
maravilloso y detallado
cumplimiento de sus profecías; la perfecta armonía entre
sus diversas partes,
redactadas como lo fueron bajo diversas circunstancias y en diferentes
épocas; el
fracaso absoluto de sus críticos en su intento de fundamentar
sus acusaciones
de imperfección; la imposibilidad para la mente humana, por muy
instruida y
culta que sea, para sondear y agotar sus enseñanzas —todos estos
y muchos otros
hechos dan testimonio de la autoría divina de la Biblia. ¿Cómo
concuerda la inspiración divina de
la Biblia con el hecho de que sus diversas partes fueron escritas por
hombres? Se
empleó a hombres para
escribir las palabras, y con este propósito se seleccionaron
escritores cuyo
carácter, posición o historia les hacían
especialmente idóneos para comunicar
la revelación que les fue dada. Pero las palabras por medio de
las que ellos
hicieron sus respectivas comunicaciones eran tan verdaderamente las
verdades
del mismo Dios como si Su propio dedo las hubiera grabado. Ilustremos
lo
que
quiero decir
con ello. Cuando Moisés fue llamado a la cumbre del monte,
recibió la ley
grabada en dos tablas de piedra, «escritas con el dedo de
Dios» (Éxodo 31:18). Sin
emplear ningún instrumento humano, el mismo Dios había
escrito las palabras. «Y
las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios
grabada
sobre las tablas» (Éxodo 32:16). Pero
cuando
Moisés
descendió
del
monte y encontró al pueblo clamando y danzando en honor de
un becerro de
oro, con un impulso de ira justiciera rompió a trozos las
tabletas que Dios le
había dado. Tras
esto,
Moisés
fue
vuelto a
llamar a la cumbre del monte para una nueva entrega de las tablas, pero
en este
caso Moisés debía preparar el
material (Éxodo 34:1), y aunque Dios de nuevo emprendió
escribir Sus palabras
sobre ellas, fue por mano de Moisés que
las iba a escribir. «Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras» (v. 27). Pero aunque fue la mano
de Moisés la que en esta ocasión escribió estas
palabras, eran tan
verdaderamente las palabras del mismo Dios como cuando Su propio dedo
las había
escrito; de modo que Moisés pudo decir: «Estas son las
cosas que Jehová ha
mandado que sean hechas» (Éxodo 35:1). Esto
nos
servirá
de ayuda
para
comprender como unas palabras escritas sobre materiales fabricados por
hombres,
y por dedos humanos, pueden sin embargo ser los mismos dichos de Dios.
Así son
las palabras de la Biblia. Si
pasamos a Hechos 1:16,
veremos que las palabras de las Escrituras se describen así. El
apóstol Pedro,
citando del Antiguo Testamento, designa la cita como una escritura
«que el Espíritu Santo habló antes por
boca
de David». También, en Hechos 28:25, Pablo exclama:
«Bien habló el Espíritu Santo por medio
del profeta Isaías». Los hay que
pretenden haber encontrado contradicciones y errores en la Biblia.
¿Qué dice
usted acerca de esto? Por
lo general es fácil
demostrar que los errores existen en las mentes de los críticos,
y no en Tomemos otro ejemplo. En el Evangelio de Mateo, se dice que el llamado «Sermón del Monte» fue pronunciado en un monte, donde el Señor Jesús se sentó y enseñó a Sus discípulos. «Pero», dice el crítico, «en el Evangelio de Lucas se dice que este mismo sermón fue pronunciado mientras el Señor estaba de pie, y además no en un monte, sino en un lugar llano» (Lucas 6:17). ¡Y presentan este ejemplo como una prueba concluyente de contradicción entre los escritores de los Evangelios! Yo
más bien hubiera pensado
que esta no es más que una prueba concluyente de la ceguera de
los presuntuosos
críticos de Bien
lejos
de
ser un ejemplo
de imperfección en la Biblia, se trata de otro ejemplo de su
maravillosa y
detallada perfección. Porque en Mateo se presenta al
Señor como el largamente
esperado Mesías de los judíos, el Siloh
a quien se congregarían todos los pueblos. La gran carga de Su
mensaje que se
presenta de este modo era «Venid a Mí».
¡Qué
apropiada
es
entonces la imagen que Mateo dibuja del
Señor sentado en el
monte, con Sus seguidores reunidos en torno a Él! Pero
en
Lucas
El se presenta como
el Hijo del Hombre, que descendió en gracia celestial para
satisfacer la
necesidad del hombre pecador. La carga del mensaje evangélico en
Lucas no es
tanto «Venid a Mí» como «Yo he
venido a
vosotros». «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a
salvar lo que se
había perdido» (Lucas 19:10). De ahí que Su
descenso al lugar llano para
pronunciar el sermón es el incidente seleccionado para el
retrato mediante la
pluma de Lucas, en hermosa armonía con el propósito de su
evangelio. Así
es
como
quedan los
críticos. Un
microscopista o un
químico,
por diestros que sean, nunca podrán satisfacer su hambre
mediante la disección
o el análisis del plato de alimento que tienen delante de ellos.
Tampoco
nosotros, si ocupamos el sillón del crítico,
prosperaremos con nuestro estudio
de la Palabra de Dios. Es con un espíritu humilde, como el de un
niño, que
deberíamos alimentarnos de lo que Dios
nos ha dado para alimento de nuestras almas, y dejar la búsqueda
de faltas a
aquellos que deseen permanecer flacos y famélicos toda su vida. ¿No hay muchas
cosas en la Biblia muy difíciles para que los cristianos
jóvenes las comprendan? Sí,
sin
duda
alguna; pero,
por
otra parte, hay mucho que el más sencillo creyente puede
comprender y de lo que
se puede alimentar. Se cuenta una historia de una vieja señora
que comparaba la
lectura de la Biblia con comer un plato de pescado. «Cuando llego
a una espina»,
dice, «no me preocupo porque no la puedo digerir. La pongo a un
lado y sigo
comiendo aquella parte del pescado que puedo asimilar. Y cuando leo la
Palabra
de Dios, si llego a algo que va más allá de mi pobre
comprensión, no me
preocupo por ello, solo lo dejo hasta aquel momento en que el
Señor quiera
darme mejor entendimiento, y, entretanto, dirijo mi atención a
la abundancia de
preciosas verdades que son suficientemente sencillas para que yo las
comprenda,
y consigo muchas buenas comidas para mi alma con ello». Esta
vieja
señora
era
sabia, y
yo querría aconsejar a todos los jóvenes cristianos que
lean sus Biblias en
base a este mismo principio. Lo que encuentren difícil de
comprender lo pueden
dejar para una futura consideración, o bien pueden buscar la
ayuda de algún
cristiano espiritual que esté más avanzado que ellos en
las cosas de Dios. ¿No hay peligro
de que los cristianos jóvenes interpreten erróneamente la
Biblia, y que con
ello se perjudiquen espiritualmente? No
solo hay el peligro, sino
la certidumbre de interpretar erróneamente las Escrituras si
confiamos en
nuestro propio entendimiento para su estudio. Solo hay una Persona en
la tierra
que pueda interpretar correctamente para nuestras almas la bendita
enseñanza de
la Palabra de Dios. Me refiero al
Espíritu Santo. Pero Él está aquí, entre
otras razones, con el propósito
expreso de iluminar nuestras almas con el conocimiento de Gracias
a
Dios,
no somos
abandonados al juicio privado para la interpretación de las
Escrituras, ni
dependemos de las decisiones de eruditos doctores, ni de los
pronunciamientos
de ninguna pretendida autoridad humana, sea papal o de otra clase.
Tenemos al
mismo Espíritu Santo como nuestro Maestro y Guía. El que
lea su Biblia en una
sencilla y ferviente dependencia de Su enseñanza no
quedará decepcionado. Será
guardado de muchos errores, y será alimentado con la mejor flor
de harina del
trigo más selecto. Si un joven
cristiano fuese a decir: «Me gustaría estudiar mi Biblia,
pero no sé por dónde
empezar», ¿cómo le aconsejaría? Esta
es
una
pregunta de
difícil
respuesta, porque mucho depende del grado de familiaridad que se tenga
con las
Escrituras. Se
podría comenzar
estudiando
las maravillosas parábolas que se nos dan en el Evangelio de
Lucas, que exponen
de una forma tan sobresaliente la gracia de Dios. Me refiero a las
parábolas
del hijo pródigo, de la gran cena y del buen samaritano. Por
otra parte, se podrían
escudriñar las Escrituras para descubrir lo que dicen acerca de
cualquier
cuestión determinada que pueda estar pesando en la mente. Pero
en
particular
recomendaríamos
a todos los cristianos jóvenes que lean
por sí mismos las
porciones de las Escrituras que se nos proponen en nuestras reuniones
públicas,
aquellas mediante las que se expone el evangelio, o aquellas que se
puedan
escoger como tema de una lectura bíblica o de una conferencia.
Estas porciones
se seleccionan a menudo con vistas especialmente a las necesidades
espirituales
de los creyentes jóvenes, y se deberían estudiar en
privado después de haberse
considerado en la reunión. ¿Hay algunos
puntos no esenciales en la Biblia? Parece
bien
poco
probable que
Dios se hubiera preocupado de darnos una revelación de cosas
para que podamos
contemplarlas con indiferencia. Demasiadas
veces
nos
parecemos
a los viejos astrónomos que consideraban la tierra como el
centro del universo,
y que así razonaban. Somos proclives a considerarnos como la
figura central del
maravilloso plan de Dios, y a considerar cualquier cosa de la que no
veamos una
relación inmediata con nuestra propia bendición como un
punto «no esencial».
Pero esta es una manera profundamente egoísta de considerar esta
cuestión. La
realidad es que Cristo es el centro
de todos los planes y propósitos de Dios, y lo que se revela es
con vistas a Su
gloria. Puede que no veamos como alguna verdad en particular nos afecta
a nosotros, pero si está de alguna forma
relacionada con la gloria de Cristo, ¿puede algún
corazón leal considerarla
como «no esencial»? Así,
podemos
estar
seguros
de
que todo en la Biblia es esencial —esencial para la gloria de Cristo y
para la
integridad de la revelación de Dios, y si intentamos prescindir
de ninguna de
sus partes, seremos por ello mismo perdedores. ¿Aconsejaría
usted a un inconverso que proceda a leer la Biblia? Desde
luego,
porque
sus
palabras son palabras de vida. No quiero decir con esto que los hombres
puedan
salvarse por la lectura de Pero
hay
incontables
ejemplos
conocidos de almas a las que les ha llegado la voz de Dios con poder
vivificador
a través de las páginas de las Escrituras. El
Espíritu Santo aplica algún
pasaje a la conciencia, y es así el medio de despertamiento y
bendición.
Incluso ha habido incrédulos que, estudiando la Biblia con el
deseo de
encontrar fallos en ella, han sido despertados y llevados a Cristo por
lo que
han encontrado en ella; ha habido paganos, en lugares donde nunca se ha
oído la
voz del predicador, que han obtenido copias de la Palabra de Dios, y
que han
encontrado vida y bendición en Cristo por medio de ella. ¿Está
usted en favor de enseñar la
Biblia a los niños? Totalmente.
Los
padres
cristianos
descuidan un deber de la mayor importancia si no emprenden
saturar
las mentes de sus pequeños con las verdades de la Palabra de
dios. Es cierto
que para que estas verdades tengan efecto ha de haber una obra del
Espíritu
Santo en el alma; pero si la mente está saturada con las
Escrituras desde la
juventud, hay material que el Espíritu Santo puede usar en
cualquier ocasión
posterior. ¡Cuántos hay que, durante la madurez, han
recordado algún pasaje de
las Escrituras que habían aprendido en su niñez, y este
pasaje ha hecho una
impresión tan poderosa sobre sus almas que ha resultado en su
conversión! De
modo que incluso si hemos de esperar muchos días, o años,
para que la semilla
brote, es bueno sembrarla en las mentes de nuestros niños.
Podemos estar
seguros de que si no impregnamos sus mentes con la enseñanza del
Libro de Dios,
Satanás estará bien listo para aprovecharse de ello y
plantar allí sus malos
pensamientos. Así, por todos los medios, enseñad a
vuestros hijos, y que
reciban la enseñanza de las verdades de Doce Diálogos Bíblicos - Harold P. Barker y otros. SEDIN-Servicio
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