Doce Diálogos Bíblicos ___________ Una Reseña de Doce Doctrinas Bíblicas Básicas___________
Harold P. Barker, con O.
Lambert, C. A.
Miller, P. Brown, |
Temas
|
Preguntas por P. Brown; Respuestas por H. P. Barker EL
tema que en esta ocasión
va
a ocupar nuestra atención es de gran solemnidad. Creo que la
mayor parte de los
cristianos, por no decir que todos, saben lo que es ¿Cuál es la
causa
de la recaída? Para
responder a esta
pregunta, es necesario observar que los descarriados aparecen en dos
clases.
Hay aquellos que nunca han pasado de una mera profesión de fe
cristiana. Han
quedado bajo influencias religiosas, han tomado el puesto de creyentes
en
Cristo, y con toda sinceridad se imaginan que están de camino al
cielo. Pero en
sus almas no ha entrado de parte de Dios una convicción de
pecado; sus
conciencias nunca han sido aradas por el poder de la Palabra de Dios;
son
totalmente ajenos al arrepentimiento y a la fe salvadora en el
Señor
Jesucristo. A pesar de su profesión de fe son lo que siempre
fueron, pecadores
no regenerados. Más tarde o más temprano, quizá,
la vida religiosa en la que
han entrado les resulta fastidiosa. Sienten que no pueden vivir
según la
profesión de fe que han hecho. Se reafirman los viejos gustos y
deseos, y poco
a poco van deslizándose hacia su antigua manera de vivir y son
considerados
como recaídos por aquellos que los
habían considerado como verdaderos cristianos.
Igual que la puerca de la que leemos en 2 Pedro 2:22, su
lavamiento no había ido más allá de la superficie;
reformados exteriormente, nunca habían
sido transformados en ovejas de Cristo, y era solo de
esperar que
volvieran a la ciénaga del pecado. La
otra clase se compone de
aquellos que han sido verdaderamente convertidos. Como pecadores
merecedores
del infierno, pero arrepentidos, han depositado toda la confianza de
sus almas
en el Señor Jesucristo y en Su obra expiatoria. Sus pecados han
sido
perdonados, y son de Cristo para siempre. Es
doloroso tener que decirlo,
pero es solo demasiado cierto que incluso los tales pueden
descarriarse,
enfriarse de corazón y caer en pecado. Son
muchas las causas que
pueden contribuir a producir la decadencia espiritual en un cristiano.
Quizá
una de las más frecuentes es la confianza en uno mismo. Somos
muy proclives a
olvidar que no podemos proseguir por una sola hora a no ser que nos
apoyemos en
el fuerte brazo de Cristo para mantenernos en pie. A veces somos tan
insensatos
que nos imaginamos que las maravillosas bendiciones que hemos recibido
son
suficientes para mantenernos firmes sin una constante dependencia del
Dador de Lo
mismo sucede, en lo
espiritual, en el caso de cada hijo de Dios. La única forma de
ser preservado
de la recaída es una dependencia constante, momento a momento, y
así será hasta
nuestro último segundo en Si un verdadero
hijo de Dios recae, ¿necesita volver a ser salvo? Podría
contestar a esta
pregunta haciendo otra. Si un muchacho huye de casa, ¿necesita
que le hagan
hijo de su padre otra vez? No, desde luego que no; puede que precise de
castigo, y cuando se arrepienta necesitará perdón y
restauración a su puesto en
el círculo familiar, pero el vínculo de la
relación entre él y su padre es de
tal naturaleza que ninguna mala conducta de su parte la puede destruir. Ahora
bien, el vínculo que
se
forma entre el creyente y Dios es un vínculo eterno. Es Dios
mismo quien lo ha
constituido, y «todo lo que Dios hace
será perpetuo» (Eclesiastés 3:14). Dios
lo ha salvado, ha hecho de él Su propio hijo querido. Lo ha
sellado con Su
Espíritu y le ha asegurado que nunca
perecerá.
Además, ha llegado a ser miembro del cuerpo de Cristo, y objeto
del amor y
cuidado especiales del mismo Cristo. ¿Acaso todo esto puede
quedar en
entredicho, y deshecha la obra de Dios, y que se arrebate una oveja de
manos
del Pastor? Para una mente reflexiva, y que comprenda lo que se implica
en la
salvación de un alma, hacer tales preguntas es contestarlas. Así, ¿no hay
tal
cosa como ser borrado del libro de la vida? Usted
debe referirse, supongo,
a lo que se asevera en Apocalipsis 3:5. Pero debemos recordar que en la
ciudad
de Sardis había algunos que, por así decirlo,
habían escrito sus propios
nombres en el libro de los vivientes. Tenían nombre de que
vivían, como nos
dice el versículo 1, pero en realidad estaban muertos.
Ahora bien, si Dios
escribe el nombre de quienquiera en el libro de la vida, se debe a que
aquel
está verdaderamente vivo, habiendo sido vivificado por el mismo
Dios. Y si Dios escribe un nombre en aquel libro,
jamás lo borrará. Pero si alguien toma el puesto de ser
un viviente, sin haber
«pasado de muerte a vida», es como si hubiera inscrito su
nombre donde no tiene
derecho a estar, en las páginas del libro de ¿No temía el
apóstol Pablo que después de todo él pudiera
llegar a ser reprobado? Si
este fuera el caso,
¡tiene
que haber dudado de la verdad de lo que él mismo enseñaba
constantemente! Pero
la Escritura no dice lo que su pregunta presupone. El pasaje que usted
tiene en
mente es 1 Corintios 9:27, que, como observará, no menciona
devenir un reprobado, aunque la
posibilidad de ser un profesante, e incluso un predicador, y sin
embargo no ser
otra cosa que un pobre inconverso y réprobo, queda claramente
reconocida. ¿Por qué
permite
Dios que Sus hijos recaigan? No
podemos referirnos a
nuestras recaídas como por permisión de Dios.
Naturalmente, es cierto que Él
tiene poder para guardarnos de recaer, pero no es Su forma de actuar
tratarnos
como unas meras máquinas inanimadas. Él ha puesto a
disposición de nosotros
todas Sus riquezas de gracia y poder, de modo que si nos descarriamos y
desviamos, solo podemos culparnos a nosotros mismos. Y Dios emplea
nuestros
fracasos y nuestras caídas para hacernos aprender la
lección que tan lentos
somos en aprender —la de nuestra absoluta debilidad e incompetencia. Pero
a fin de que podamos ser
preservados de tropiezos y de extravíos, Dios nos ha dado un
Salvador viviente
en el cielo para que sea nuestro grande y poderoso Intercesor.
Él conoce
nuestras debilidades y nuestra necesidad, y Él vive para
satisfacerla con Su
gracia y poder. Tenemos
también el
Espíritu
Santo habitando dentro de nosotros para ser nuestro Guía y
Consolador, para
hacer reales las cosas de Dios para nosotros, y para controlarnos para
Cristo. Y luego tenemos también el inapreciable tesoro de la Palabra de Dios para actuar sobre la conciencia y para señalarnos el camino de la verdad. Con
recursos como estos, no
hay excusa para Si un cristiano
peca, ¿se le debe considerar en cada caso como recaído? Naturalmente
que no, porque,
en tal caso, ¿quién entre nosotros no sería un
recaído? Debemos distinguir
entre aquel que persiste en el pecado, y aquel que es
«sorprendido en alguna
falta», aunque incluso este último necesita
restauración (Gálatas 6:1). Si
observamos una columna de
humo, la veremos a menudo empujada de un lado a otro por los golpes de
viento
pasajeros. Pero su principal dirección es
hacia arriba, a pesar de todo. Así es con el cristiano.
Puede ser influido
por cosas pasajeras, y por falta de vigilancia puede ser sorprendido en
alguna
falta. Pero si su principal dirección es
hacia arriba, y si prosigue en este curso, lamentando sus fracasos
y
persistiendo adelante a pesar de todo, no debe ser contemplado a la
misma luz
de quien persiste durante días, semanas o meses sin acudir a la
presencia de
Dios en juicio propio, para confesar su pecado y para buscar gracia que
le
capacite para apartarse del mismo. ¿Qué quiere
decir
por «reincidente de corazón»? Es
un término escriturario,
como veremos si examinamos Proverbios 14:14 (V.M.). Tenemos un ejemplo
de lo
que se quiere decir con esto en el caso de los santos en Éfeso.
Se trataba de
lo que muchos considerarían sin duda como una
congregación modélica. Su arduo
trabajo, su fidelidad en repudiar falsos maestros, su paciencia por
causa de
Cristo, eran cosas bien conocidas. Sin embargo, Aquel que lee los
corazones
tenía algo contra ellos: habían dejado su
primer amor (Apocalipsis 2:2-4). Externamente eran todo lo que se
podría
desear, pero el amor de ellos por Cristo había dejado de arder
con su antiguo
brillo, el ardor de su primer afecto hacia Él mismo se
había enfriado; eran
descarriados de corazón. ¡Cuántos
entre
nosotros tienen
que confesar que esto es lo que nos ha sucedido! ¡Y cuán
evidente es, por la
evidencia de estos creyentes efesios, que la actividad y el celo en el
servicio
del Señor, incluso cuando todo ello va acompañado de una
fidelidad inflexible a
la verdadera doctrina, no remedia el enfriamiento del «primer
amor». ¿Cómo puede
ser
restaurado un hijo de Dios recaído? Si
se busca una
restauración
plena, tiene que llegarse al fondo del propio pecado y enfriamiento en
presencia de Dios. No será suficiente con una mera
expresión de dolor y oración
buscando el perdón. Ha de haber un verdadero juicio propio, y un
seguimiento de
los pasos tomados en el punto en que tuvo lugar el extravío. Recuerdo
una ocasión,
mientras
descansaba en mi alojamiento, que un ratoncito salió de su
agujero y comenzó a
pasearse por Que
cada cristiano recaído
observe esto. ¡No puedes hacer como aquel ratón! Él
huyó hacia un agujero y
salió por otro, pero esto es imposible para ti. Tú te has
introducido en algún
orificio oscuro, lejos de la luz de la presencia de tu Salvador, lejos
del gozo
de la comunión con Dios. Y si tienes que ser restaurado tendrás que salir por el mismo agujero que por el que
entraste. Lo que quiero decir es que tendrás que remontar, en presencia de Dios, aquel episodio de la historia de tu alma que se encuentra entre el momento de tu extravío y el presente. Con ayuda del Señor, lo podrás hacer; y la confesión del primer mal paso, y el juzgarte a ti mismo por haberlo tomado, es un gran comienzo. Ten
en cuenta, en todo ello,
que el bendito Señor te contempla con ojos de amor inmutable.
Todo tu
pecaminoso extravío no ha hecho disminuir ni un ápice Su
fiel amor por ti.
Piensa en ello. Medita esta bendita realidad: «El me ama, a pesar
de todo», y
con el pensamiento de este verdadero, intenso, tierno y eterno amor,
acude con
tu confesión en presencia de Dios. «Llevad
con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová»,
y
Él sanará tu
recaída y te llenará de nuevo el corazón de gozo. Pero
no quieras ofrecer excusa
alguna por tu alejamiento. Tu
peor enemigo eres tú
mismo,
y al volverte al Señor harás bien en no
concederte ningún cuartel. Al
confesar tu pecado de esta
forma, puedes tener la certidumbre de que quedas perdonado. «Si
confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros
pecados». Puede que
no experimentes, y probablemente no experimentarás,
ningún repentino alivio ni
ninguna dispersión inmediata de las nubes, pero desde luego
quedas perdonado en
el momento en que derramas la triste historia de tu pecado a
oídos de tu Padre. Luego,
por la abogacía de
Cristo, sigue la restauración. Él hará que Su
palabra tenga efecto sobre ti; te
hablará al corazón de una forma que te derretirá,
y profundizará en ti el
sentido de Su amor y fidelidad y de tu propia insensatez e indignidad.
Luego,
no confiando en tu propia sabiduría y fuerza, emprenderás
continuar en el poder
de Su gracia. Cuando un recaído
regresa al Señor de esta manera, ¿es inmediata su
restauración? No
por lo general, me parece,
aunque su perdón es instantáneo en el
momento en que presenta su confesión. Pero la
restauración es algo distinto del
perdón, y no se da con tanta celeridad. Al extraviado que
regresa se le hace
que se dé cuenta de que su pecado no es cosa ligera, y que el
privilegio de la
comunión con Dios no es algo que se pueda echar de lado y luego
reanudar a
placer. Al
decir esto, tengo en mente
un pasaje en Oseas 5:15, y 6:1, 2, que aunque primordialmente se
refiere a
Israel, expone el principio que estoy tratando de explicar. El
Señor se aparta en el
capítulo
5:15, «Andaré y volveré a mi lugar», dice el
Señor, «hasta que reconozcan su
pecado y busquen mi rostro». El efecto de esto es que el pueblo
se exhortan
unos a otros. «Venid y volvamos a
Jehová; porque él arrebató, y nos curará;
hirió, y nos
vendará. Nos
dará vida después de
dos días; en el tercer día nos resucitará».
Así, se anticipa un intervalo de
tiempo entre el retorno de sus almas al Señor y el avivamiento y
levantamiento
que procederá de Él. Este período de tiempo
permite al alma pasar por el
ejercicio espiritual, y que se realice la prueba de su realidad. Pero
si se
mantiene la actitud de verdadera contrición y de juicio propio,
la restauración
es tan cierta como el perdón; podemos
tener la certidumbre de que Dios no mantendrá a nadie esperando
más tiempo del
suficiente para que se aprendan las necesarias lecciones. Doce Diálogos Bíblicos - Harold P. Barker y otros. SEDIN-Servicio
Evangélico |
Índice:Página
principal |
||| General English Index ||| Coordinadora Creacionista ||| Museo de Máquinas Moleculares ||| ||| Libros recomendados ||| orígenes ||| vida cristiana ||| bibliografía general ||| ||| Temas de actualidad ||| Documentos en PDF (clasificados por temas) ||| |