Doce Diálogos Bíblicos ___________ Una Reseña de Doce Doctrinas Bíblicas Básicas___________
Harold P. Barker, con O.
Lambert, C. A.
Miller, P. Brown, |
Temas
|
Preguntas por C. A. Miller; Respuestas por H. P. Barker CADA
amo de casa de esta
ciudad afirma su derecho de decidir quién va a entrar en su casa
y quien no.
Ahora bien, el derecho que demandamos para nosotros debemos seguramente
reconocérselo al Señor Jesucristo. En Mateo 18:3
Él nos dice claramente que
algunos no entrarán en Su reino. Excepto que uno se convierta,
es inútil que espere tal cosa. Leemos: «si no os
convirtiereis, y fuereis como niños, no
entraréis en el Reino de los cielos» (SEV). Esto
nos muestra la inmensa
importancia de ¿Puede
explicarnos lo que se quiere decir por Conversión? No
podemos hacer nada mejor
que acudir a la Escritura para recibir Estos
pasajes de las
Escrituras dejan bien claro que la conversión es un cambio vital
y radical que
afecta al alma—un traslado desde las tinieblas, el peligro y la
distancia a la
luz, la salvación y la proximidad con Dios. La
otra noche tuve ocasión
de
ir a mi dormitorio para cambiarme el abrigo. Era oscuro, pero como
sabía donde
colgaba el otro abrigo, pude hacer el cambio sin necesidad de luz.
Así se logró
realizar un cambio externo. Dejé el abrigo viejo para ponerme el
nuevo, ¡pero todo este tiempo permanecí en
las tinieblas!
Algo parecido sucede a menudo en la historia de los hombres. Reciben
impresiones religiosas, abandonan sus malas compañías,
dejan hábitos
pecaminosos y hacen esfuerzos por vivir de mejor manera. En lugar de
frecuentar
la taberna asisten a un lugar de culto, y se vuelven ciudadanos sobrios
y
respetables. Todo esto y mucho más es verdad acerca de ellos,
pero todo este
tiempo permanecen en tinieblas. No
amanece en sus almas ninguna luz celestial que revele a un Salvador
lleno de
amor y de poder. Ha tenido lugar un cambio externo, deseable de todo
punto,
pero sus almas no han sido llevadas del peligro a la seguridad, de las
tinieblas a Los
hay que creen que si han
tenido
sueños notables o experiencias arrebatadas y sentimientos
religiosos, que se
trata de ¿Necesitan la
conversión los que han sido bautizados y que nunca han cometido
ningún pecado
grave? No
hay pecado que no sea grave
a los ojos de Dios. Los hombres suelen considerar algunos pecados como
repulsivos
y otros como triviales, pero cada pecado es aborrecible para Dios. El
pecado
más insignificante cierra las puertas del cielo de manera tan
eficaz contra el
que lo comete como el pecado de asesinato, y demanda igual de
clamorosamente la
expiación mediante la sangre de Cristo. Pero
no es solo a causa de lo
que hemos hecho que la conversión es
una necesidad tan grande, sino debido a lo
que somos. Y a este respecto no hay diferencia; todos somos
pecadores,
todos debemos declararnos culpables, todos estamos expuestos al juicio.
La
Escritura declara de la forma más decidida que «no hay
diferencia». La dama
bautizada, educada, refinada, amable y con inclinaciones religiosas
necesita
convertirse si quiere ir al cielo, del mismo modo que el blasfemo, el
borracho
y el ladrón. ¿Podemos
convertirnos cuando nos plazca? Dios
nunca da al pecador la
elección de la ocasión; Su tiempo es siempre el presente.
«He aquí ahora el día de
salvación», y, «Si
oyereis hoy su voz, No endurezcáis
vuestros corazones». Si alguien posterga este asunto, incurre en
un
terrible
peligro. Puede que nunca tenga otra posibilidad. No diré que no
la vaya a
tener, porque Dios tiene gran longanimidad, y Su gracia se detiene
sobre
muchos; pero sería más seguro jugar con el rayo que menospreciar Su misericordia o los llamamientos de Su
Espíritu. ¿Cuánto tiempo
tarda uno en convertirse? El
viernes pasado leímos
una
nota de una joven amiga que asiste aquí, que dice que en menos
de un minuto
recibió la bendición que buscaba, siendo culpable
pecadora. Muchos podrían
hacerse eco de su testimonio. ¿Cuánto tardó el
ladrón moribundo de la cruz en
convertirse? ¿Cuánto tiempo le llevó a Pablo, el
acerbo perseguidor en el
camino de Damasco, para caer abatido y que el grito de
«¡Señor!» brotase de sus
labios? ¿Cuánto tiempo fue necesario para que el
corazón endurecido de aquel
carcelero de Filipos, que odiaba el evangelio, cuando fue despertado
por el
terremoto, recibiera una respuesta a su
pregunta—«¿Qué
debo hacer para ser
salvo?» Sin
duda que generalmente hay
muchos ejercicios del alma que acompañan a la conversión,
y estos ejercicios
pueden extenderse semanas o años. Pero creo que hay un momento
concreto en que
los ejercicios alcanzan su punto culminante, cuando el alma pone de una
vez por
todas su confianza en el Salvador y en Su preciosa sangre, y es
perdonada y purificada.
No es un proceso largo, sino un acto instantáneo. Si alguna persona
convertida cae en pecado, ¿tiene que volverse a convertir? Esta es una pregunta que hacen miles de personas, en una u otra forma. Pero me aventuraré a decir que esta pregunta nunca surgiría si realmente comprendiésemos que cuando un pecador se convierte queda también justificado de todas las cosas, pasa a ser hijo de Dios, y por el don del Espíritu es hecho miembro del cuerpo de Cristo. Si todo esto se tiene que repetir cada vez que un creyente cae en pecado, ¡entonces tendría que repetirse veinte veces al día en el caso de muchos! Pero un pasaje de la Escritura disipará tal concepto. Leemos que «todo lo que Dios hace será perpetuo» (Ec. 3:14). Cuando un alma se salva, es Dios quien la salva, y esto «será perpetuo», para siempre. Cuando un pecador es justificado por la fe en Cristo, «Dios es el que justifica», y «será perpetuo». Ningún
padre terrenal puede
romper la relación que existe entre él mismo y su hijo.
Así sucede con la relación
celestial y eterna que se forma entre Dios y el alma creyente. Si uno
de Sus
hijos cae en pecado, Él podrá corregirlo y someterlo a
diversas formas de
disciplina; pero ¿rechazarlo? ¡Jamás! El tal
necesita ser restaurado a la comunión y al
camino recto, pero no puede volver a
ser convertido otra vez. Al
decir esto no me olvido de
Lucas 22:32. Pedro era un hombre verdaderamente convertido desde la
memorable
escena en la que se reconoció como pecador, pero se
aferró a los pies del
Salvador, si no antes de ello. Pero cayó gravemente, y
negó a su Señor con
maldiciones. El Señor, sin embargo, le dice que ha orado por
él, e incluso
antes de su caída ya contempla su restauración. «y
tú, una vez vuelto,» dice,
«confirma
a
tus hermanos». Esto se
traduciría mejor como: «una vez restaurado»,
porque
se
refiere no a la conversión de un pecador impío,
sino a la
restauración de un santo recaído. Voy
a presentar una
ilustración que tomo de un amigo. Un hombre se alista como
soldado. Después de
un cierto tiempo se cansa de la vida de soldado, y, aprovechando una
oportunidad, huye. Ahora es un desertor, y vive con un temor constante
de ser
descubierto. Al final resuelve volver al ejército. Su regimiento
ha sido
enviado al frente, y él quiere volverse a incorporar al mismo.
¿Cómo va a
volver a las filas? No puede volver a alistarse como si nunca hubiera
vestido
el uniforme del rey. No puede volver como un recluta, sino como un
desertor. Lo
que debe hacer es presentarse ante sus mandos, y someterse a cualquier
pena que
consideren adecuado imponerle. Así
es con un hijo de Dios
que
se haya desviado. Es un desertor de las filas, y no puede volver a
alistarse
como un recluta. Debe volver como uno que se ha ido errante, no para
buscar la
absolución de un juez, sino el perdón de un Padre. Que
los tales recuerden que
la gracia restauradora de Dios es tan
grande como Su gracia salvadora. Si
se da la bienvenida al pecador culpable, también se dará
al hijo que se ha ido
errante; pero es como hijo que ha de
volver, no como quien necesita conversión, sino
restauración, y la obtendrá de
cierto mediante la intercesión de Cristo. ¿Es la
conversión
todo lo necesario para hacer a uno cristiano? Si
lo fuera, no hubiera habido
necesidad de que Jesús descendiera del cielo y muriera en Ahora bien, ninguna cantidad de intentos ha transformado a nadie en cristiano. Nadie se hace soldado tratando de comportarse como uno, sino alistándose. En el momento en que se alista es tan soldado del rey como el comandante general. Aquel nunca habrá puesto el pie en el campo de batalla, y éste puede ser veterano de cien batallas, pero los dos son soldados del rey. ¿Cuáles son
los rasgos
de una persona convertida? Los
convertidos de
Tesalónica
manifestaban cuatro rasgos muy evidentes. Los encontraremos en
1 Tesalonicenses 1:9, 10. (1)
Se habían
vuelto a Dios. Este es el primer rasgo de una persona
convertida. En lugar de tener miedo de Dios, tiene paz con Dios; en
lugar de
esconderse de Él, dice: «Tú eres mi refugio»;
en lugar de
considerar a Dios
como un duro explotador o un juez severo, lo conoce como su amante
Padre. (2)
Se habían
vuelto de los ídolos. Otros entre nosotros, además de
los
paganos que adoran a la madera y a la piedra, tienen ídolos.
Cualquier cosa que
se permita que tome el lugar de Dios en el alma es un ídolo;
cualquier cosa del
yo en el que uno fundamente una esperanza de gloria futura es un
ídolo. ¿Esperas
el favor de Dios debido a tu forma moral de vivir, o por sus oraciones
o votos?
Entonces estas cosas son tus ídolos. Se levantan entre ti y la
bendición de
Dios. Un rasgo de una persona convertida es que ha lanzado a los
vientos todo
aquello sobre lo que antes edificaba sus esperanzas—sus propios
esfuerzos y
resoluciones, cualquier cosa que se interpusiera entre él y Dios. (3)
Ahora estaban
sirviendo al Dios vivo y verdadero. Un inconverso
sirve al yo y a Satanás; una persona convertida trata de servir
a Dios en todos
los detalles de su vida. Todo lo que está bajo su control, por
así decirlo,
queda convertido. Si es vendedor de tejidos, tiene cuidado en que cada
metro
sea de cien centímetros; si es lechero, se preocupa de que la
leche sea leche,
no leche y agua. Todo en él da testimonio de que ahora es siervo
de Dios. (4) Estaban esperando al Hijo de Dios del cielo. La popularidad, la fama, el éxito, las riquezas, no son objetos de ambición del que ha sido verdaderamente convertido. Conoce a Jesús como su Libertador de la ira que ha de venir, y su esperanza está fijada en aquel mundo resplandeciente en el que el Hijo de Dios es el Centro de todo. Lo espera a Él, y su deseo más querido quedará satisfecho cuando se encuentre en Su presencia para siempre. ¡Oh, que estos rasgos fuesen más visibles en cada uno de nosotros! ¿Puede cada
persona convertida recordar con exactitud la fecha de su
conversión? Muchos
pueden. Pueden
señalar
con el dedo cierto día en el calendario y decir: «Este es
mi
cumpleaños
espiritual». Pero no todos pueden hacerlo, y no creo que nadie
deba
inquietarse
por ello. Si estás seguro de que estás convertido, de que
has sido trasladado
de la tierra tenebrosa del pecado al resplandor de la gracia y de la
libertad,
es suficiente. No hay necesidad de sentir ansiedad por no poder
señalar el
momento preciso de tu conversión. ¿Va la conversion
siempre acompañada de un profundo dolor del pecado? Tengo
graves dudas acerca de
cualquier conversión en la que no haya una medida de juicio
propio y de dolor
por el pecado. No es un espectáculo grato ver a alguien
«recibir
la palabra con
gozo», como sucedió con aquellos de los que leemos en
Lucas
8:13. Lo siguiente
que se dice de ellos es que «no tienen raíz», solo
creen «por un
tiempo» y
pronto «se apartan». He visto a personas profesar la
conversión
y de inmediato
caer de rodillas y orar por sus amigos, por los predicadores del
evangelio, por
los soldados en la guerra, por los expuestos a los peligros del mar,
por los
judíos, y no sé por qué más. Parece que no
tienen un sentido de la gravedad de
sus pecados, que necesitaron de tal sacrificio como el de Cristo para
expiarlos. No hay una pasada profunda del arado por sus conciencias,
ningún
dolor por su dureza de corazón. Por mi parte, veo bueno que haya
lágrimas de
contrición en las mejillas de un pecador arrepentido, y que se
oiga el clamor
contrito del pródigo al volver al Padre. Creo que Dios
también lo valora. Dios gusta de
oír el clamor
contrito, Pero
es verdadero el dicho de
que «las aguas mansas son profundas». A menudo los que
más
sienten son los más
parcos en expresar sus sentimientos. Pero uno espera que haya alguna
indicación
de un estado quebrantado y contrito del alma, y alguna conciencia de la
gravedad y maldad del pecado. ¿Por qué vemos
tan pocas conversiones hoy en día, en comparación con lo
que leemos de tiempos
pasados? Esto
puede atribuirse a más
de
una sola causa. Quizá se deba no en poca medida a que en muchos
sectores ya no
se considere que la conversión es necesaria. Se pronuncian
sermones sin
mencionarla para nada. Se exhorta a la gente a «seguir a
Cristo» y a «andar en
Sus pasos» sin decir que para ello les es
necesaria la conversión. Sin
duda, otra causa es la
lamentable frialdad e indiferencia entre nosotros los cristianos
evangélicos,
que sí creemos en la necesidad de la
conversión. Cuando
David se apartó del
Señor, dejó de ejercer influencia para bien sobre los
demás. En el Salmo 51 le
vemos arrepentido. Escuchemos sus palabras. «Vuélveme el
gozo de
tu salvación,
y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a
los transgresores tus
caminos, Y los
pecadores se convertirán a ti». Mientras el
corazón de David estuvo frío hubo escasez de
conversiones. La
restauración de su gozo sería el medio de
bendición para otros además de para
él mismo. Habría pecadores que se convertirían.
Hermanos, no tendríamos que
lamentar la escasez de conversiones si tan solo nuestros
corazones fuesen más cálidos y respondieran mejor al gran
amor de Dios. Si alguien dice:
«Quiero
ser convertido, pero no sé como lograrlo»,
¿qué le
aconsejaría? Lo
dirigiría a Hechos
3:19: «Arrepentíos y
convertíos». Le
apremiaría a que se volviera al Salvador con verdadero
arrepentimiento. También
le leería Hechos 16:31: «Cree en el Señor
Jesucristo, y
serás salvo». Un
pecador arrepentido que verdaderamente cree en Jesús y
confía en Él para
salvación, se ha convertido. Se ha vuelto de sus pecados al
Señor. Nuestro
diálogo ha
concluido. Ahora
me toca a mí hacer una pregunta, y
quiero que cada uno aquí la conteste honradamente, como en
presencia de Dios. ¿Estás
TÚ
convertido? Doce Diálogos Bíblicos - Harold P. Barker y otros. SEDIN-Servicio
Evangélico |
Índice:Página
principal |
||| General English Index ||| Coordinadora Creacionista ||| Museo de Máquinas Moleculares ||| ||| Libros recomendados ||| orígenes ||| vida cristiana ||| bibliografía general ||| ||| Temas de actualidad ||| Documentos en PDF (clasificados por temas) ||| |